Los Reyes Católicos lograron la consolidación
definitiva de la monarquía, terminándose las luchas por el poder. Con ello
apareció una nobleza cortesana que permaneció fiel a los reyes y que obtuvo
privilegios sociales y económicos.
La conquista de Granada puso fin a la presencia de
los nobles en el mundo rural y éstos comenzaron a construir sus residencias
urbanas.
Con el fin de las guerras las ciudades se
convirtieron en un lugar seguro y la nobleza abandonó sus castillos. Se produce
un resurgir de la ciudad, la construcción de edificios civiles se multiplica.
Las casas solariegas en el medio urbano se
transformaron en símbolo del poder económico y social. El palacio urbano
incluye reminiscencias del antiguo castillo medieval: altas torres, que se
levantan sobre el resto de los edificios de la ciudad, y cresterías que evocan
las almenas. Los muros se llenan de blasones y emblemas del señor del palacio.
Las fachadas se cubren de elementos ornamentales renacentistas, como puntas de diamante
o picos. Las torres, almenas y la decoración exterior, con abundancia de
escudos de la familia, eran la forma que tenía la nobleza de hacer ostentación
de su posición en el nuevo orden.
Se inició una competición arquitectónica entre los
linajes de las ciudades, y Salamanca es buen ejemplo de ello.
De este modo surgieron muchos palacios salmantinos,
y entre ellos la Casa de las Conchas, palacio urbano representativo de la nueva
nobleza cortesana del siglo XVI.
Era, como alguien ha dicho, una casa para presumir.
Un mensaje de orgullo y de fuerza.
En la Salamanca del siglo XV al siglo XVI la Casa
de las Conchas representó la consolidación de la vida urbana.
Se trataba de un gran edificio, con fuerte torre,
pero también con la más refinada ornamentación que se había visto en una casa
de la ciudad hasta el momento.
Transmitía un mensaje de preeminencia social, de
potencia económica y de influencia política, constituía una imagen de fuerza,
un símbolo de poder.
***
Su promotor fue el doctor Rodrigo Maldonado de
Talavera, de origen converso, figura fundamental del gobierno de la Monarquía
castellana de la época.
Don Rodrigo vivió un rápido proceso de
enriquecimiento y de ascenso político y social.
Según aseguraban algunos caballeros del bando de
Santo Tomé, rival del de don Rodrigo, éste a mediados del siglo XV no tenía en
Salamanca “un maravedí”.
En 1517, a punto de morir, disponía de un
patrimonio de millones de maravedíes.
Don Rodrigo era oriundo de Talavera de la Reina, en
donde su padre había sido alcalde.
En 1454,
con 23 años, fue enviado por Juan II a Sevilla como pesquisidor de ciertos
disturbios entre el regimiento y el cabildo catedralicio.
Allí conoció a don Alonso de Fonseca, entonces deán y futuro obispo de la ciudad, a
cuyo servicio residió en Sevilla desde aquel momento hasta 1467, año en que marchó a Béjar
siguiendo, como su señor, al llamado rey Alfonso.
En Béjar cambió de señor y de partido: Se integró
en el séquito de don García Álvarez
de Toledo, conde de Alba, partidario de Enrique IV.
Ya en septiembre don Rodrigo fue designado oidor
del Consejo Real.
En la Castilla de los siglos XV y XVI, el Consejo
Real, máximo órgano gubernativo y judicial del reino, era uno de los ámbitos
desde el que se podía ejercer mayor influencia y que otorgaba mayor inmunidad,
gracias a la proximidad personal que se podía alcanzar con los monarcas.
El doctor de Talavera lo aprovechó.
Por otra parte, la amistad del conde de Alba
constituía la mejor opción política, capaz de abrirle grandes posibilidades
personales de futuro.
Para empezar, en 1468 Maldonado se instaló en la ciudad de Salamanca.
En noviembre, con el apoyo del de Alba, alcanzó en
el Estudio salmantino la cátedra de Prima de Leyes, que no llegó a servir,
aunque sí a cobrar sus rentas, porque a principios de 1469 obtuvo la de
Vísperas y licencia para doctorarse en Leyes.
En 1471
el ya doctor Rodrigo Maldonado acumulaba sustanciosas mercedes tanto del rey
como del conde de Alba, y se convertía en pieza clave en la política
salmantina, especialmente para don García, quien depositó en él sus viejas
esperanzas de “señorear” Salamanca, postergadas desde que en 1469 fuera
expulsado de la ciudad “con grande pérdida e daño suyo e de sus gentes”, por
la defección de los del bando de Santo Tomé, que hasta entonces habían sido
sus aliados en la plaza.
En 1472 los caballeros tomesinos reprochaban al
conde de Alba el apoyo que en su perjuicio estaba prestando a un advenedizo,
cual era el doctor Rodrigo Maldonado, para la obtención del regimiento de
Salamanca vacante por muerte del bachiller Alonso Maldonado.
Apoyo que resultó clave para que en 1473 Enrique IV otorgara aquella
regiduría al de Talavera, en unas condiciones tan inusualmente favorables que
de hecho conferían al doctor una posición de absoluta preeminencia en el
regimiento salmantino.
En 1474
murió el monarca, pero ello no trastocó los planes del conde ni de su principal
hechura en Salamanca, porque ambos hicieron suya rápidamente la causa de la
reina Isabel.
En 1475,
a los veinte días de coronada, Isabel incluía al doctor de Talavera en su
Consejo.
Como miembro del Consejo Real de Castilla, don
Rodrigo intervendrá en las conversaciones de paz que mantuvieron los Reyes
Católicos con Alfonso VI de Portugal, tras la guerra por la sucesión del trono
castellano.
El 27 de mayo de 1475 el doctor Rodrigo Maldonado
organizó y presidió una suntuosa comitiva municipal para recibir en nombre de
la ciudad a Fernando el Católico a su entrada en Salamanca.
Desde entonces, la relación del doctor con los
reyes fue de tal confianza y colaboración “que el rey y reyna non firmavan
provisión, nin carta, nin privillegio si antes no venia señalada de mano
deste dotor”.
Paralelamente, y debido tanto a su origen judío
como a sus estrechas relaciones con destacados personajes, el de Talavera llegó
a convertirse en prestamista de miembros de la gran nobleza, como el marqués
de Villena, e incluso de la propia Corona, y en cantidades considerables.
En 1479 vacó la rica encomienda de Heliche, de la
orden de Alcántara, y las disputas sobre su posesión adquirieron tal cariz
que hubo de intervenir el Consejo Real. Se reveló que todo obedecía a que don
Alonso de Monroy, clavero de la orden, entregaba la encomienda al mejor postor.
En 1480 la encomienda recayó finalmente en Rodrigo
Arias Maldonado, hijo del doctor de Talavera, mediando una gran suma de dinero
y la vieja amistad que unía al doctor con el clavero.
En 1484 el doctor Maldonado obtuvo la encomienda de
Destriana, de la orden de Santiago, para su hijo mayor, Ruy Díaz Maldonado.
En 1485 se añadió a la de Heliche, para Rodrigo
Arias, la encomienda de La Moraleja, también de Alcántara.
El doctor fue acumulando un vasto patrimonio
territorial.
Desde 1482, el ascendiente de don Rodrigo sobre el
cabildo catedralicio –al que le unían lazos personales, la enemistad
compartida con el arzobispo de Santiago y el hecho de ser su representante en
la corte– había venido facilitando el traspaso de ciertas casas que la mesa
capitular poseía en el cantón de la Rúa con Santa Catalina.
Así el doctor de Talavera compró, para hacer la
suya, casas de ilustres familias de regidores como Rodrigo Arias Maldonado,
señor de El Maderal, con quien años después emparentaría por partida doble,
o Alonso Maldonado; Juan Maldonado de Hontiveros traspasó al doctor unas casas
en la Rúa que pertenecían a su hijo Diego, menor de edad.
A finales del Cuatrocientos y principios del
Quinientos la vida política salmantina se caracterizó por la conflictividad.
En 1490 Salamanca se había convertido en campo de
batalla y botín de un enfrentamiento, a veces larvado y a veces abierto, que
por la preeminencia urbana mantuvieron, en todos los frentes y durante tres
décadas, la facción de los Acevedo-Fonseca, liderada por los arzobispos de
Santiago, padre e hijo, y la valía agrupada en torno a la persona y familia
del doctor de Talavera.
(En 1523 la venta de la villa de Babilafuente al
conde de Monterrey, heredero del arzobispo de Santiago, marcará el fin de una
contienda que había comenzado a resolverse con la derrota y enjuiciamiento del
nieto y heredero del doctor de Talavera y sus aliados en la Guerra de las
Comunidades).
Durante años el doctor de Talavera tuvo en el
Consejo Real uno de sus mejores aliados en sus incesantes trabajos para
engrandecer su casa.
En 1491 los habituales apuros económicos de Juan
Maldonado de Hontiveros se agudizaron, apremiado por múltiples acreedores. Don
Juan tuvo que vender parte de sus bienes.
En febrero de ese año, don Alonso de Fonseca,
arzobispo de Santiago, compró a don Juan, para don Diego de Acevedo, su hijo,
ciertos lugares.
En enero, el doctor, mejor informado, le había
comprado también algunas tierras a don Juan por una cantidad inferior a la que
desembolsó al arzobispo.
Atraído por la precipitada venta de la hacienda de
don Juan, y también instigado por el arzobispo de Santiago –tío de su mujer, y
a quien perjudicaba la expansión del doctor–, el regidor Juan de Solís, del
bando de Santo Tomé, ofreció por lo vendido al de Talavera un precio idéntico
al pagado por Fonseca, y Hontiveros cerró el trato con él.
El doctor impugnó este convenio ante el Consejo
Real, el cual, a pesar de un año y medio de alegaciones invertido por Juan de
Solís, acabó dando la razón al doctor.
El arzobispo de Santiago deseaba controlar el consistorio
de la ciudad.
En 1494 Pedro de Acevedo, hijo del arzobispo,
compró un regimiento de Salamanca.
Pero pocos días más tarde Pedro revocaba la
cesión post mortem de todos sus bienes que en 1480, siguiendo instrucciones
paternas, había otorgado a favor de Diego de Acevedo, su hermano mayor.
Diego de Acevedo interpuso demanda contra su
hermano Pedro tratando de invalidar la retractación, pero fue desestimada por
el Consejo Real.
Pedro de Acevedo y el doctor Maldonado mantenían
buenas relaciones, alimentadas por una hostilidad compartida hacia el arzobispo
de Santiago.
En 1495 los mayordomos del prelado, en un modo de
actuar al que éste recurría con cierta frecuencia, estuvieron a punto de matar
al licenciado Álvar Páez Maldonado, sobrino del arzobispo y abogado de Pedro
en el pleito contra su hermano.
Durante más de 20 años el doctor fue uno de los
principales consejeros de la Reina Católica.
Pero a partir de 1494 el doctor Maldonado no gozó en la corte real del mismo favor
que había venido disfrutando desde 1475.
El rey Fernando por aquellas fechas comenzó a
situar en puestos estratégicos de la administración a sus propios hombres en
detrimento del grupo más próximo a doña Isabel, en el que con el doctor se
hallaban su cuñado el secretario Fernando Álvarez de Toledo y su amigo fray
Hernando de Talavera.
Y en diciembre de 1498, aprovechando el trastorno de la reina tras la muerte de su
heredero, don Fernando cesó al doctor de Talavera y a sus compañeros más
fieles.
En 1499 el doctor salía del Consejo Real.
Don Rodrigo abandonó la corte siendo un hombre
muchísimo más rico que cuando llegó a ella (Alonso de Zúñiga litigaba con
el doctor al poco de que éste abandonara el Consejo, tratando de convencer a
los oidores de que tomasen aquél como caso de corte).
El grueso principal de sus ingresos estuvo
constituido por el rendimiento de la ingente cantidad de mercedes reales que
llegó a acumular en su persona y la de otros miembros de su familia.
Además, sus relaciones eran excelentes: Fernando
Álvarez de Toledo era su cuñado, el duque de Alba era buen amigo, Diego de
Guzmán era su yerno.
Cuando fue despedido de la corte y ya no pudo
ampararse en la legalidad para seguir acumulando patrimonio, el doctor recurrió
a métodos de adquisición ilegales, manipuló mojones en términos aledaños a
los suyos y usurpó abiertamente porciones de terreno.
Tras salir del Consejo Real, pasó aún 20 años
residiendo en Salamanca, pero ya no regresó a la docencia.
Y, de hecho, el doctor de Talavera jamás hizo
gala, al menos en los documentos oficiales, de otros cargos que no fuesen el de
consejero real y el de regidor de Salamanca.
La nueva situación de debilidad política del
doctor iba a reabrir asuntos pendientes a lo largo de sus veinte años de preeminencia.
La principal amenaza para él y su casa estaba
constituida por la persona, familia y secuaces del arzobispo de Santiago.
Ante el cese del doctor, el arzobispo creyó
llegado el momento de que don Alonso de Acevedo y Zúñiga, su nieto, hijo de
don Diego de Acevedo, recientemente fallecido, empezase a ajustar las cuentas
pendientes con el de Talavera.
En 1499 don Alonso interpuso demanda contra el
doctor solicitando la anulación
de la venta de unas tierras hecha en favor de éste por Pedro de Acevedo,
alegando que fue hecha estando sin resolver pleito por el terreno entre don
Pedro y don Diego de Acevedo. Sin embargo, finalmente don Alonso perdió la
demanda.
El doctor de Talavera consiguió también paralizar
la construcción de una casa que Luis de Acevedo, hermano del arzobispo de
Santiago, comenzó a edificar en 1499, en terreno lindante con las casas
principales del doctor, quien jamás había consentido aquella iniciativa.
Pero en 1500 el ánimo de revancha del arzobispo
volvía a manifestarse con nuevas iniciativas.
Don Alonso de Acevedo, dirigido por el arzobispo de
Santiago, su abuelo y tutor, pretendía arrebatar al de Talavera la propiedad de
las tierras de Babilafuente, que reivindicaba desde 1496.
Poco más tarde actuaba contra el doctor el primo de
don Alonso, Alonso de Zúñiga, por otra heredad en disputa desde hacía años.
Días después, varios vecinos de Aldearrubia,
instigados por Juan de Urrea, enemigo del doctor y aliado del prelado
compostelano, pariente de su esposa, denunciaban en el Consejo Real ciertos
abusos cometidos por el doctor Rodrigo Maldonado y sus hijos.
Como fórmula de acoso, dada la especial
sensibilidad de los consejeros por estos temas, resultó atractiva, y en el
plazo de un mes se sumaban a esta querella las de los vecinos de Babilafuente,
Huerta, Moríñigo y Cordobilla.
El procurador del doctor de Talavera exigió en el
Consejo Real la paralización de la pesquisa ordenada, basándose en la
notoriedad de que tales denuncias se habían interpuesto “por ynduçimyento de
algunas personas que seguían sus yntereses particulares”.
El Consejo accedió, lo cual hizo que casi todos
los aldeanos desistieran de proseguir con sus denuncias.
De convencer a los restantes se encargaron a palos
días más tarde algunos hombres de armas del doctor de Talavera.
En 1501 el doctor trató de contraatacar, con
medidas tan drásticas contra los Acevedo que suscitaron las iras del rey don
Fernando, quien ordenó la expropiación de los bienes del doctor.
El duque de Alba intercedió para detener la
expropiación, pero tanto en la corte como en Salamanca se propagó la noticia de
la animosidad mostrada por el monarca hacia el doctor de Talavera.
Juan Vázquez de Acuña, señor de Gema, planteó
sus propias reivindicaciones judiciales contra don Rodrigo, asimismo por
cuestiones territoriales.
Pero el señor de Gema no era un contrincante
poderoso y Talavera respondió contundentemente ordenando saqueos y quemas,
acuchillamientos y detenciones ilegales de los vecinos de los lugares
cuestionados.
En 1501 el convento de Santi Spiritus de Salamanca
reclamó ante el Consejo satisfacción de todos los “agravyos e sinrazones”
cometidos por el de Talavera en una heredad suya.
En 1506 el monasterio solicitaba seguro real frente
a las violentas extorsiones de que estaba siendo objeto por parte de aquél y
del comendador Arias Maldonado, su hijo.
La tensión se fue acumulando hasta estallar por un
incidente sin importancia.
Un malentendido entre un mozo de espuelas del
comendador Arias Maldonado y unos escuderos del arzobispo, desembocó en el
asalto armado de las casas principales del doctor de Talavera por unos 40
hombres armados que obedecían órdenes de don Alonso de Acevedo, lo que
terminaría en una auténtica batalla mantenida en el patio y a las puertas de
la casa.
A consecuencia de ello, Luis de Acevedo denunció
ante el Consejo Real al doctor Rodrigo Maldonado, acusándolo de estar
construyendo la torre de sus casas principales “con yntençión dañada de
escándalos e bullicios”.
Las pesquisas que ambos acontecimientos
desencadenaron sirvieron para aplacar durante los dos años siguientes la agresividad
entre los adversarios, o al menos para que ésta se canalizase.
No obstante, la verdadera causa del apaciguamiento
era la enfermedad y muerte de la reina Isabel, y la grave crisis política que
siguió al fallecimiento.
Había que reubicarse en la nueva correlación de
fuerzas que se estaba gestando en el reino. Y el doctor volvió a convertirse en
protagonista de la situación.
A comienzos de 1505
Talavera concurrió a las Cortes de Toro.
Era el retorno al escenario nacional, además de la
posibilidad de pasar factura por algunas deudas políticas a Fernando el
Católico y la ocasión para mejorar las relaciones en el entorno personal del
archiduque don Felipe, que en noviembre de ese mismo año se hacía con la
Corona merced a la llamada concordia de Salamanca.
En 1506 el doctor fue nombrado miembro del “Consejo
Secreto”, o sea, la Cámara, del nuevo rey, lo cual constituía una rápida
rehabilitación política.
Al igual que treinta años atrás el doctor debiese
en buena parte su nombramiento de consejero a la amistad y patrocinio del duque
de Alba, ahora tenía que agradecer su nuevo ascenso a las magníficas
relaciones que mantenía con el conde de Benavente desde que su ya único hijo
varón y heredero, el comendador Arias Maldonado, casase en 1494 con doña Juana
Pimentel, hija de don Pedro Pimentel y doña Inés Enríquez de Guzmán,
señores de Tábara, y sobrina carnal del conde.
***
La boda de Rodrigo Arias Maldonado y Juana Pimentel
se concertó en junio y se celebró en julio.
Se celebró en la corte, que se hallaba en el
palacio real de Tordesillas con motivo de la firma del tratado con Portugal, y
fue dotada con 500.000 maravedíes por la propia reina Isabel, que asistió a la
ceremonia.
Era un matrimonio en el que confluyeron la preclara
estirpe de doña Juana y la opulenta hacienda del comendador como heredero de
don Rodrigo.
El enlace simbolizaba el triunfo político y
personal del doctor de Talavera, hasta el punto de que quiso representarlo en
la fachada de sus casas principales (que había empezado a construir en 1493)
cubriéndola de conchas, que constituyen el emblema de los Pimentel, mientras sobre
la puerta figura el escudo de los Maldonado, cinco flores de lis. En la parte
inferior del dintel se representan estilizados delfines, símbolo renacentista
del amor.
En lo alto preside la fachada el escudo de los
Reyes Católicos, con el que Talavera exhibía su condición de consejero real.
Tras la muerte del doctor, su hijo Arias terminó la
construcción de la que ya era su casa.
El doctor Rodrigo Maldonado de Talavera, casado con
doña Marina Álvarez de Porras, fue
un padre de familia preocupado por la perpetuación de su estirpe, objetivo al
que dedicó todos sus esfuerzos y recursos.
Su posición de preeminencia tanto en la corte como
en la ciudad de Salamanca la utilizó para la formación y transmisión de un
patrimonio familiar.
Sin embargo, el devenir de su familia, marcado por
los avatares de la política, iba a ser sombrío.
El primogénito del doctor era Ruy Díaz Maldonado, doncel de los reyes.
Ya en 1475 Ruy recibió algunas de las primeras
mercedes ganadas por su padre como consejero real, como la conservaduría del
Estudio salmantino, que le fue concedida por privación de la misma a un
partidario del marqués de Villena.
Casado y con un hijo, homónimo, murió en 1488 en
la defensa del castillo de Níjar.
Quedó al doctor de Talavera la administración de
la encomienda santiaguista de Destriana como tutor de Ruy Díaz Maldonado, su
nieto huérfano.
Y la preocupación por dejar resueltos la sucesión
de su casa y el provenir de sus miembros.
En 1490 Gonzalo
Maldonado, el menor de los tres hijos varones que tuvo don Rodrigo,
contraía matrimonio con doña Leonor Maldonado, hija de Rodrigo Arias
Maldonado, señor de El Maderal. Como dotación, recibía de su padre el
regimiento de Salamanca, que el doctor no ejercía por sus ocupaciones en la
corte.
Pero, tras la muerte del primogénito, se había
convertido en heredero de la casa el comendador Arias Maldonado.
Sin embargo, su pertenencia a la orden de Alcántara
le impedía casarse y tener familia.
El doctor de Talavera anduvo negociando la fórmula
para que Rodrigo Arias pudiera engendrar descendencia legítima sin tener que
renunciar a las rentas y honores de su encomienda.
En 1490 el doctor consiguió que la Corona accediese
a la realización de una permuta: el traspaso de las encomiendas de Heliche y La
Moraleja a favor de Ruy Díaz Maldonado, su nieto, y la cesión que éste
otorgaba de la encomienda de Destriana a favor de su tío Arias, puesto que la
orden de Santiago, a la que pertenecía Destriana, sí permitía contraer
matrimonio.
Como futuro heredero, el comendador Arias Maldonado
asumió también dignidades y oficios, como la regiduría de Talavera o la
conservaduría del Estudio salmantino de que se le hizo merced en diciembre de
1492 en sustitución del señor de El Maderal, recientemente fallecido.
En 1493 una de las hijas del doctor, Francisca Maldonado, contrajo
matrimonio con Juan Arias Maldonado, hijo y heredero del señor de El Maderal.
Así se estrechaban los vínculos con ese señorío,
con el que ya había emparentado Gonzalo Maldonado.
De Francisca y Juan fue hijo Francisco Maldonado,
el futuro comunero salmantino decapitado en Villalar. Nació en 1480 y fue señor
de El Maderal, pequeña villa de la actual provincia de Zamora.
(Las dos hijas mayores del doctor, Juana Maldonado y Catalina Maldonado, habían casado con Pedro de Zúñiga, señor de
La Aldehuela, y Juan Pacheco, señor de Cerralbo).
El mismo año 1493 moría Gonzalo Maldonado sin dejar
descendencia.
Ello hizo más necesario que el comendador Arias
Maldonado contrajese matrimonio.
La novia escogida fue doña Juana Pimentel.
La ya considerable riqueza que aportaba al
matrimonio con ésta el comendador Arias Maldonado se vería incrementado al mes
siguiente, con la restitución al patrimonio familiar que el doctor consiguió
acordar con don Pedro de Zúñiga de la dote de doña Juana Maldonado,
fallecida en agosto.
(Años después, en 1506, el doctor concertará la
boda de su hija pequeña, Isabel
Maldonado, con Diego de Guzmán el mozo, hijo de Diego de Guzmán Dávila,
servidor y amigo íntimo del duque de Alba, por cuya mediación se conocían.
El matrimonio reflejará la vigencia de los
vínculos del doctor de Talavera con la casa de Alba, en unas circunstancias
políticas que habían situado al duque y al doctor en partidos opuestos).
Del matrimonio del comendador y Juana Pimentel, en
1495 nacía don Rodrigo y en 1497 don Pedro, el futuro líder de los comuneros
salmantinos, más otros siete hijos que vendrían después.
Ello estrechó las relaciones entre el conde de
Benavente y el doctor de Talavera.
***
Y esa confianza personal, junto con sus innegables
“sufiçiençia e abilidad e literatura e buena conçiençia”, fue lo que hizo
que el doctor Rodrigo Maldonado fuera patrocinado por el conde de Benavente
para su inclusión en la Cámara Real de Felipe I en junio de 1506.
El doctor se incorporó inmediatamente a su nuevo
cargo, ya no tanto por el afán de medro de su primera etapa cortesana, cuanto
por el deseo de evitar a su familia futuras dificultades como las que había
tenido que afrontar tras su salida del Consejo Real.
Siguió cultivando sus buenas relaciones personales,
lo que le valió para ser designado el 31 de agosto corregidor de Toledo y el 2
de septiembre recibir la condición vitalicia de miembro del Consejo Secreto.
Pero la nueva andadura política duraría sólo lo
que tardó en morir el nuevo monarca.
El 16 de septiembre caía enfermo don Felipe.
El doctor recibió la noticia en Burgos y partió
inmediatamente a Salamanca. La muerte de Felipe podía volver a trastocar las
posiciones políticas.
El 21 de septiembre otorgaba junto con su mujer
escritura instituyendo mayorazgo en la persona y herederos del comendador Arias
Maldonado. Trataban con ello de asegurar sus propiedades vinculando “el lugar y
casa de Villanueva, que se llama el solar de los Maldonados”, las propiedades y
derechos que habían adquirido, las casas principales, el patronato de la
capilla del Salvador en la catedral salmantina y ciertos bienes muebles por los
que sentían predilección, como una Biblia, regalo del duque de Alba, o un
libro de horas “historiadas muy ricamente”.
El rey murió el 25 de septiembre.
Dos semanas después el Consejo Real confirmaba al
doctor de Talavera como corregidor de Toledo, con orden urgente de incorporarse
a la plaza y tomar posesión del alcázar de la ciudad.
El duque de Alba, al frente de los partidarios del
rey Fernando, coordinó una serie de actuaciones contra los felipistas, entre
las que estuvo la detención del doctor de Talavera por el marqués de
Villafranca a finales de octubre en el abulense lugar de Muñana, aunque sólo
para impedirle tomar posesión del corregimiento de Toledo.
Ese incidente fue el final de la actividad del
doctor Rodrigo Maldonado de Talavera en la política nacional.
A partir de 1507
y durante los diez años de vida que le quedaban, el doctor y los suyos se
dedicarían a mantener un patrimonio cuya conservación dependía del
sostenimiento de su posición política en la ciudad de Salamanca, bien
mediante pleitos bien mediante violencias, apaleamientos, detenciones, saqueos,
derribos... Violencias ejercidas por los criados del doctor y dirigidas
principalmente contra rivales de escasa entidad, e incluso contra mujeres y
contra las monjas del monasterio de Santi Spiritus (que presentaron repetidas denuncias
contra el doctor). Éste dominaba además los vericuetos legales. En cambio,
desde 1507 perdió su influencia en el ámbito cortesano.
La noche del 4 de junio, nuevamente por un
malentendido entre los escuderos del doctor de Talavera y la gente del arzobispo
de Santiago, estuvo a punto de estallar una nueva batalla en la ciudad, que se
evitó gracias a la habilidad del teniente de corregidor para negociar con los
principales caballeros de Salamanca una tregua cuyo cumplimiento vigilaría el
Consejo Real.
Sin embargo, ello significó la reanudación de los
violentos enfrentamientos entre quienes formaban la valía del doctor Rodrigo
Maldonado y la facción liderada por el arzobispo de Santiago, ya Patriarca de
Alejandría, su hijo y heredero de la mitra compostelana y su sobrino don
Alonso de Acevedo.
Al principio, tales enfrentamientos estuvieron
equilibrados. Pero, conforme el arzobispo se vinculó a la nueva corte flamenca,
los combates se convirtieron en agresiones unilaterales e impunes de sus
partidarios al mermado bando de los Maldonado.
La batalla se libró también en el terreno judicial.
En 1508 los oidores de Valladolid confirmaban la
sentencia de 1503 en la que se ordenaba al doctor de Talavera devolver la
heredad de Babilafuente a don Alonso de Acevedo y Zúñiga.
Desde entonces, fueron muchas las actuaciones
judiciales que tuvieron que acometer los abogados del doctor Rodrigo Maldonado
en la Chancillería de Valladolid para hacer frente a las demandas contra él
interpuestas por don Alonso de Acevedo o alguno de sus secuaces.
***
En 1511
murió el comendador Arias Maldonado.
Dejaba ocho hijos menores de edad y a su mujer
encinta.
En los pocos días que duró su enfermedad, otorgó
testamento para instituir mayorazgo en don Rodrigo Maldonado Pimentel, su
primogénito.
En virtud del mismo, don Rodrigo recibía todas las
dignidades y oficios de su padre.
Pero Rodrigo no estaba interesado por la política.
De algunos cargos ni tomó posesión.
La vocación religiosa del muchacho se convirtió en
una preocupación para su abuelo hasta que pudo convencerle de que accediera a
contraer matrimonio con doña Ana de la Cueva, hija natural del duque de
Alburquerque.
La boda se celebró en 1515.
Tras la boda el doctor dispuso la trasmisión del
mayorazgo.
El doctor Rodrigo Maldonado de Talavera murió en
Salamanca el 16 de agosto de 1517.
En abril, quizás ya enfermo, había renunciado a
su regimiento de Salamanca y su conservaduría del Estudio en favor de don
Pedro Pimentel Maldonado, hijo segundo del comendador Arias Maldonado.
En enero de 1518
Rodrigo Maldonado Pimentel renunció a su vida marital, sus honores y su
patrimonio para ingresar, con el nombre de fray Antonio, en los franciscanos.
Su hermano don Pedro hubo de cambiar el orden de
sus apellidos y, ya como Maldonado Pimentel, en marzo asumió el mayorazgo, la
propiedad de la Casa de las Conchas y el conjunto de dignidades y oficios que
habían sido de su abuelo y de su padre, salvo dos: La conservaduría del
Estudio, que cedió a don Alonso Pimentel, el más pequeño de los hermanos, y
el regimiento de Salamanca, al que don Rodrigo renunció en favor de su tío, el
conde de Benavente.
***
Esta transferencia al conde de Benavente refleja la
ingerencia de éste en los asuntos de la familia Maldonado tras la muerte del
doctor de Talavera.
Sin embargo, tal intervención fue lo que evitó la
desmembración absoluta del patrimonio de los Maldonado.
De hecho, el conde no asumió el regimiento cedido,
sino que en 1520 lo dejó en manos del contador Cristóbal Suárez hasta que don
Alonso Pimentel, el hijo póstumo del comendador Arias Maldonado, cumpliese en
1527 la edad de entrar en el consistorio salmantino.
Fue asimismo el conde quien la noche del 23 de
abril de 1521 evitó a su sobrino
don Pedro Maldonado, señor de Babilafuente, la muerte en el cadalso de
Villalar.
Sin embargo, días después tuvo que entregarlo en la
prisión real de Simancas.
Durante más de un año siguió intentando que fuera
perdonado y que no fuera ajusticiado.
Pero no pudo impedir que don Pedro fuese finalmente
degollado, ni que sus bienes fueran aplicados a la Cámara real.
El conde no se rindió, y logró que parte de aquel
patrimonio fuera devuelto a su sobrino Alonso Pimentel.
***
La participación del nieto del doctor, don Pedro Maldonado Pimentel, y de algunos
parientes y aliados de su casa en la rebelión comunera no podría comprenderse
desligada de la pugna mantenida por su abuelo durante más de treinta años
contra la facción de los Acevedo-Fonseca; del mismo modo que la inclemencia
regia con don Pedro convirtió a las Comunidades, en la ciudad de Salamanca, en
resolución definitiva de aquel conflicto.
Los Fonseca permanecieron fieles al emperador, con
varios miembros de la familia muy activos en los enfrentamientos, y con sus
vasallos y sirvientes también muy implicados a favor de don Carlos.
Cuando se produce el levantamiento de las
Comunidades, don Pedro, que apoyó la rebelión desde el principio, fue el
encargado por la Junta en Salamanca de dirigir las milicias salmantinas. Era
uno de los mayores hacendados del bando comunero, y el jefe nato de los
rebeldes salmantinos, pero el hecho de que fuera sobrino de uno de los más
cercanos colaboradores del rey Carlos I, el conde de Benavente, hizo que su
liderazgo despertara algún recelo en los estamentos populares de la ciudad, por
lo que pasó a capitanearlas su primo, Francisco Maldonado.
Resueltos estos recelos, ambos compartieron el
mando. Y ambos fueron hechos prisioneros en abril de 1521 tras la batalla de
Villalar (Valladolid).
El 24 de abril de 1521 Francisco Maldonado, primo de Pedro, fue ajusticiado en Villalar,
junto con los caudillos Bravo y Padilla.
La pena de muerte de su primo Pedro fue pospuesta.
***
El 18 de agosto de 1521 los bienes de don Pedro
Maldonado –incluidos los del mayorazgo, en virtud de una cláusula que admitía
el caso por delito de lesa majestad– fueron embargados por el fisco regio.
Una avalancha de memoriales llegó inmediatamente a
la Cámara solicitando mercedes de los bienes de los culpados, y comenzó a
afectar a los de don Pedro escasos días después, con la donación a don
Rodrigo Manrique de todos los inmuebles de don Pedro en la villa de Talavera.
Para frenar el despojo, doña Juana Pimentel, madre
del condenado, se apresuró a reclamar al fisco los bienes pertenecientes a sus
hijas y a su hijo don Alonso de la herencia de su padre y abuelo.
Sin embargo, pasada la primera animosidad tras la
victoria, el reparto de los bienes de don Pedro se detuvo y la mayor parte de
ellos permaneció en depósito hasta bastante después de su ejecución.
En 1522
Carlos I promulgó un perdón general, del que excluyó a los más destacados
comuneros.
La mañana del 14 de agosto de 1522 Pedro Maldonado
fue decapitado en Simancas, junto con otros ocho rebeldes.
No fue hasta febrero de 1523 cuando se transfirió
su regimiento de Salamanca a Diego Osorio.
Tan sorprendente lentitud en el ritmo de
enajenaciones, especialmente si se consideran las necesidades pecuniarias de la
Corona, el altísimo valor de los bienes de don Pedro y la celeridad con que se
habían estado vendiendo las propiedades de otros condenados, era el modo en
que Carlos I intentó mitigar el enojo del conde de Benavente por la ejecución
de su sobrino:
El emperador accedió a sus peticiones de subordinar
el destino de los bienes a lo que el Consejo Real declarase en cuanto a los que
pertenecían a doña Juana Pimentel, y de participar en las deliberaciones sobre
las que se tomaría tal decisión.
La sentencia se dictó el 24 de marzo de 1523, y en ella se reconocía el derecho
de doña Juana a recuperar parte de los bienes embargados a don Pedro para las
dotes y legítimas de sus hijas, más los alimentos que le asignara el doctor
de Talavera a don Alonso Pimentel.
Cuatro días después se daba promesa real a don
Alonso de Acevedo y Zúñiga, ya conde de Monterrey, de que se le había de
vender la villa de Babilafuente.
En julio de 1523 la Corona donó la escribanía
mayor de rentas del obispado de Salamanca al contador Cristóbal Suárez,
criado del arzobispo de Santiago.
Y el 8 de agosto la administración real liquidó los
bienes de don Pedro Maldonado vendiendo la villa de Avedillo a Antonio Deza, de
la órbita de Gutierre de Fonseca, tío del arzobispo de Santiago.
Como castigo a los salmantinos que habían apoyado la
rebelión, Carlos I ordenó desmochar las torres de sus palacios, como se puede
ver en la ausencia de torre en la esquina de la Casa de las Conchas, casa solar
de los Maldonado.
El 6 de marzo de 1525 la Corona devolvió a los Maldonado Pimentel el patronazgo de la
capilla del Salvador (llamada capilla de Talavera) que para el enterramiento
familiar fundara el doctor de Talavera en el claustro de la catedral de
Salamanca.
Ese mismo día doña Juana fundó mayorazgo en don Alonso Pimentel.
En 1526 fueron trasladados a la capilla los restos
de don Pedro Maldonado.
En ella se conserva actualmente el pendón de los
comuneros de Salamanca, recientemente restaurado.
En 1541
moría don Alonso Pimentel, sin descendencia y tras haber recibido la prima
tonsura.
Fue enterrado también en la capilla familiar.
Quedaba como heredero don Francisco Pimentel Maldonado, su sobrino, primogénito de doña
Inés Enríquez, la mayor de las hijas del comendador Arias, y de Diego López,
señor de la villa de Tejeda, con quien había casado en 1524.
Y en él confluyeron el mayorazgo de doña Juana
Pimentel, su abuela, refundado en diciembre de 1541, siendo ésta priora del
monasterio de Santa Clara de Zamora, y el de su madre, que instituyó doña Inés
en 1542, ya viuda.
***
En la plaza
de San Benito , a pocos pasos de la Casa de las Conchas, se halla la que
fue casa de Pedro Maldonado, una
mansión de estilo gótico salmantino.
La plaza fue solar del linaje de los Maldonado y
eje del barrio de la más insigne oligarquía salmantina, la zona más céntrica,
animada, cara y noble de Salamanca, donde ningún proyecto arquitectónico
pasaba desapercibido.
La plaza y su iglesia habían aglutinado a uno de
los bandos medievales en los que se dividió Salamanca, y que tomó el mismo
nombre de San Benito, la familia más relevante del cual fue la de los
Maldonado.
Sin embargo, también vivían en la plaza y aledaños
los principales enemigos de los Maldonado:
El mayordomo de los arzobispos Fonseca, Francisco Maldonado de Ribas, cuya casa
también se conserva.
Y la familia
Acevedo, cuyo palacio, situado enfrente del templo, en la otra acera de la
que hoy es calle de la Compañía, ha desaparecido, ocupado su solar por el
Colegio de los Jesuitas. En esa casa vivieron el arzobispo Alonso de Fonseca
II, Maldonado por parte de madre, y su hijo el arzobispo Alonso de Fonseca III.
Tras la derrota del comunero, la casa de don Pedro
fue confiscada y sus escudos fueron picados.
La propiedad pasó a manos de Francisco de Loarte,
abulense que fue catedrático de leyes en la Universidad de Salamanca, y cuya
residencia era contigua a la de don Pedro, en la esquina con la actual calle de
la Compañía.
Loarte no tuvo descendencia, y en 1543 dejó ambas
casas para fundar en ellas un convento de clausura de franciscanas, el convento de la Madre de Dios, que aún
existe.
El palacio de Pedro Maldonado se convertía así en
cenobio, y si bien su exterior resultó transformado por el tapiado de vanos, en
cambio en su interior, no visitable, gran parte de la residencia permanece
intacta.
Francisco
Maldonado de Ribas poseía en la
misma plaza de San Benito otra casa que fue incendiada y demolida en 1520 por
el amotinado pueblo salmantino cuando se supo que su dueño había amenazado de
muerte a Pedro Maldonado en el convento de San Francisco el Grande.
En 1527 heredó el solar su sobrino Diego Maldonado, que, como su tío,
también fue camarero del arzobispo Alonso de Fonseca III.
Y don Diego hizo construir en él su propio palacio.
Diego era el segundo hijo de Pedro Maldonado
(personaje distinto del comunero del mismo nombre) y de María Ribas.
Estudió la carrera eclesiástica. Por influencia de
su tío, Francisco de Ribas, entró al servicio del arzobispo Fonseca cuando éste
ostentaba el arzobispado de Santiago, antes de tomar posesión de la sede de
Toledo. Diego llevaba todos los asuntos personales y, por tanto, los más
delicados del prelado. Viajó con él a los muchos lugares en los que por su
cargo eclesiástico y por su posición en la Corte se le requería.
Diego logró para sí un sinfín de privilegios que le
aportaron riquezas y honores. Fue canónigo de los arzobispados de su jefe,
Santiago y Toledo, desempeñó el beneficio de muchas iglesias y se relacionó con
lo más destacado de la corte del emperador.
Así como su tío Francisco de Ribas tuvo el
privilegio de ser enterrado en la iglesia de las Úrsulas, junto al arzobispo
Fonseca II, Diego, igualmente privilegiado, fue inhumado en la iglesia del
Colegio Mayor del Arzobispo, junto a Alonso de Fonseca III.
Cuando, en 1534, murió el arzobispo Fonseca III, Diego
Maldonado se asentó en Salamanca y se dedicó a enriquecer su patrimonio y a
perpetuar su memoria. Compró terrenos, casas, muebles y bienes de todo tipo.
Para construir su vivienda, cuya edificación había
iniciado en 1529, Diego agrandó el solar heredado con la adquisición de casas,
corrales y solares en las calles aledañas.
La residencia se edificó en la hacienda de su tío.
Los espacios adquiridos, adyacentes al palacete, se
destinaron a cuadras, bodegas, paneras, casas para la servidumbre y algunas
para ser alquiladas.
Participó en su construcción el gran maestro Juan
de Álava, que intervino en numerosas obras del renacimiento salmantino
(Catedral Nueva, Escuelas Menores, San Esteban, Casa de las Muertes, Colegio
Mayor del Arzobispo, San Benito); Juan de Álava estaba vinculado a Alonso de
Fonseca y trabajó para él en muchas de las obras promovidas por el prelado.
En la fachada del palacio figura el escudo de los
Fonseca (cinco estrellas), y más abajo, como corresponde a un servidor, el
escudo de los Maldonado (cinco flores de lis), y, a los lados de la ventana,
dos escudos con la unión de los linajes Maldonado y Ribas.
Don Diego tuvo una hija natural, Ana Maldonado,
para la que instituyó un mayorazgo y consiguió la legitimación real y asimismo
un buen matrimonio: Ana casó con Francisco de Anaya, uniéndose así dos de las
grandes familias salmantinas.
El palacio se conserva en la actualidad, convertido
en el Centro de Estudios del Brasil, perteneciente a la Universidad de
Salamanca.
***
La iglesia
de San Benito se encuentra en la esquina de la plaza con la calle de la
Compañía.
Fue originariamente una iglesia románica.
Fue edificada en 1104 por gentes del sur de
Francia, conocidos en Salamanca como “gaellici”, que llegaron a la ciudad del
Tormes con el conde Raimundo de Borgoña.
Su feligresía comprendía un buen número de familias
distinguidas.
Aún existen en las inmediaciones de la iglesia las
casas solariegas de algunos de aquellos nobles.
La iglesia y su entorno acogieron a uno de los dos
bandos en los que se dividió la ciudad de Salamanca en el siglo XV.
Todavía una de las campanas de la torre recibe el
nombre de “Los Bandos”.
El otro bando salmantino fue llamado de Santo Tomé,
por tener su lugar de reunión en la iglesia de Santo Tomé y plaza del mismo
nombre.
(La iglesia de Santo Tomé fue erigida en 1126,
también durante la repoblación que Alfonso VI encomendó a su yerno Raimundo de
Borgoña.
Fue, como San Benito, lugar de enterramiento
nobiliario.
Hasta que se edificó la Plaza Mayor, la plazuela
fue el espacio principal donde tenían lugar las ceremonias oficiales.
En 1856, el estado ruinoso de la iglesia de Santo
Tomé y la falta de intención y dinero para su rehabilitación, determinaron su
derribo.
Entonces, la plaza de Santo Tomé pasó a denominarse
plaza de “Los Bandos”.
Se encuentra a escasos metros de la plaza Mayor).
A finales del siglo XV un incendio destruyó la
iglesia de San Benito.
El arzobispo Alonso de Fonseca II (Maldonado por
vía materna, aunque enemistado con la mayor parte de esta familia), había sido
bautizado en San Benito, y por ese motivo, a comienzos del siglo XVI, el
prelado costeó su reconstrucción, en estilo gótico flamenco (del primitivo
templo no queda nada, porque para la reedificación se derribaron sus restos).
Debido a este patronazgo, la heráldica de los
cuatro linajes a los que estaba vinculado el arzobispo figura tanto en el
interior como en el exterior de la iglesia: Fonseca, Acevedo, Maldonado y Ulloa
(familia de la madre de los hijos del patriarca).
Pronto el nuevo templo se convertirá en panteón de
la familia Maldonado, y se llenará de escudos, epitafios e inscripciones de
este linaje.
(La parroquia de San Benito sostuvo un litigio con
la comunidad de las Úrsulas, disputándole la posesión del sepulcro del
arzobispo fundador; litigio que por fin se decidió a favor del convento, que se
encuentra al final de la calle de la Compañía).
Los muros de San Benito están ahuecados
interiormente por arcosolios, destinados a enterramientos -hoy en su mayor
parte vacíos- , lo que hace de esta iglesia un lugar eminentemente funerario.
Diego
Maldonado compró dos arcos para
sepultura familiar en la iglesia de San Benito, aunque él sería enterrado en la
capilla del Colegio del Arzobispo Fonseca.
Son dos hornacinas que se encuentran debajo del coro.
En una de ellas figura un epitafio, que dice:
«Aquí yace el muy noble y honrado caballero Pedro Maldonado, hermano del Sr. Diego
Maldonado el Camarero: finó año de MDXIII».
En la otra hay una inscripción en la que consta:
«Este arco y sepulturas es de la casa y herederos del Sr. Diego Maldonado,
camarero que fue del Ilmo. Señor Don Alfonso de Fonseca, Arzobispo de Toledo,
de buena memoria, su Señor, el cual está enterrado en la capilla de la
sepultura de su Señoría Ilma. Año de MDXXXII».
A finales del siglo XVII los sepulcros fueron
ocupados por Antonio Maldonado
Bracamonte y su mujer, Catalina Vela
Girón y Guzmán.
En el presbiterio,
a ambos lados del altar mayor, hay dos monumentos funerarios.
Pero sus arcos, sus estatuas, sus urnas y sus
relieves han sido pintados de diferentes colores en época moderna, cubriendo
con la pintura parte de los epitafios; sólo se conserva el principio de ellos
en la cinta superior de las urnas, y de su lectura se desprende únicamente que
en los sepulcros se hallan los restos de un tal Arias Pérez Maldonado y su esposa Elvira Hernández Cabeza de Vaca.
En el lateral del evangelio se encuentra la lápida de María Castaño de Bracamonte.
En el lateral de la epístola se hallan varios arcosolios de miembros de la familia Maldonado:
Cerca del altar mayor se encuentra un sepulcro, con
estatua de caballero, de formas y ornatos iguales a los del presbiterio.
El epitafio de este sepulcro dice:
«Este bulto es del honrado caballero Fernández Maldonado».
En el mismo muro hay cuatro arcos, y una
inscripción colocada en el primero manifiesta que los cuatro pertenecen al
caballero Rodrigo Álvarez Maldonado,
que murió en 1501.
En el segundo arco se lee el siguiente epitafio:
«Aquí yace D. Juan
Álvarez Maldonado, dueño del lugar de Barregas, del de Berrocal de Ladierno
y del de la Regoñada; falleció en el año 1532».
A la izquierda de la puerta que da al convento de la Madre de Dios está, bajo arco, la
estatua y sepulcro de Rodrigo Arias Maldonado,
señor de Monleón.
Su epitafio dice:
«Aquí yace el muy noble caballero Don Rodrigo
Maldonado de Monleón, el que falleció año de 1507».
La iglesia de San Benito fue parroquia hasta 1887,
cuando se incorporó a la parroquia de la Purísima.
***
Sólo un poco más arriba de la plaza de San Benito,
en la misma calle de la Compañía, entonces llamada de Santa Catalina, estaba la
casa solariega de los Maldonado, la Casa de las Conchas. Y en el otro extremo de
la misma calle levantará unos años después su palacio y “su” iglesia don Alonso
de Acevedo Fonseca y Zúñiga, III Conde de Monterrey.
Así pues, a lo largo de la calle de Santa Catalina
se concentraba y distribuía buena parte del poder urbano de la ciudad.
La Casa de las Conchas hace esquina con la Rúa, que
enlaza la plaza Mayor con la catedral.
Es una construcción propia de la arquitectura de la
época de los Reyes Católicos, de estilo gótico con elementos platerescos.
Las conchas de la fachada no están talladas en los
sillares, sino adosadas al muro mediante ganchos de hierro, lo cual ha dado
lugar a la leyenda de que bajo una de las conchas la familia escondió sus
joyas, desconociéndose cuál fue la concha escogida.
En el patio interior se repiten los blasones de las
familias Maldonado y Pimentel.
El tejado del patio está rematado por crestería de
flores de lis.
Una escalera de tres tramos da acceso al piso
superior. El primer tramo se abre con la figura de un perro que sostiene el
escudo de los Pimentel, el segundo se abre con un león que soporta el escudo de
los Maldonado, y el tercero con la unión de ambos blasones.
***
En 1967 la Casa de las Conchas fue cedida por su
propietario al Ayuntamiento de Salamanca, mediante un contrato de arrendamiento
por un valor simbólico de una peseta anual durante noventa y nueve años.
En 1970 el Ministerio de Cultura se subrogó en el
alquiler.
En 1993, tras ser restaurada, se abrió como
Biblioteca Pública del Estado.
En 1997 su propietario, el Conde de Santa Coloma,
la entregó a la Junta de Andalucía como pago de impuestos.
En 2005 la Junta de Andalucía la permutó por otro edificio
con el Estado, que es su actual propietario.