domingo, 26 de octubre de 2014
viernes, 24 de octubre de 2014
CORNATEL
Los
romanos explotaron los yacimientos
de oro de Las Médulas,
y
necesitarían algún tipo de fortificación que vigilara tal actividad.
Se
ha identificado el castillo de Cornatel
con
un posible anterior castrum romano que controlara la zona.
Una
vez agotadas y abandonadas las minas,
en
tiempos de los visigodos el enclave
perdió importancia.
Sin
embargo, en la época de la Reconquista
volvió
a ser un lugar relevante, situado en una ruta
que
fue utilizada como variante del camino a Compostela.
La
zona es rica en leyendas y tradiciones ancestrales.
Cerca
se encuentra el mítico lago de Carucedo,
con
su Xana encantada habitando una ciudad sumergida.
***
A
mediados de siglo XI consta como
tenente del castillo
el
conde Munio Muñiz,
figura
señera en la corte leonesa,
que
poseyó numerosos territorios, especialmente en El Bierzo.
Casado
con Velasquita,
del
matrimonio nació el personaje más notable que habitó el castillo:
la
bella condesa Jimena Muñiz.
El
rey castellano-leonés Alfonso VI
tuvo
con ella una relación extra-matrimonial
de
la que nacieron dos hijas
que
enlazarán con importantes nobles de origen francés:
Elvira
de Castilla casó con el conde Raimundo IV de Tolosa;
Teresa
de León casó con Enrique de Borgoña,
y
su hijo Alfonso I Enríquez fue el primer rey de Portugal.
A
finales del siglo XI Alfonso VI otorgó la tenencia del castillo
a
su amante doña Jimena,
que
gobernó el territorio de 1093 a 1109.
Veinte
años después que el rey Alfonso,
murió
Jimena Muñiz, en 1128.
Jimena
fue enterrada en el monasterio de San Andrés de Espinareda
(Vega
de Espinareda, El Bierzo).
Sobre
su sepulcro se colocó una lápida
(que
actualmente se puede ver en el Hostal de San Marcos, en León)
y
que dice:
«Quan
Deus a pena defendat, dicta Xemena,
Alfonsi
vidui regis amica fui.
Copia,
forma, genus, dos, morus cultus amenus
me
regnatoris prostituere thoris.
Me
simul et regem mortis persolvere legem
Fata
coegerunt, que fera queque terunt.
Tardenis
demptis, super hec de mille ducentis
quator
eripies, que fuit era scies».
(«Yo,
llamada Jimena, presérveme Dios del castigo,
fui
amiga del rey Alfonso durante su viudez.
La
opulencia, la hermosura, la nobleza, las prendas,
la
amena cultura de los modales,
me
prostituyeron al tálamo del reinante.
A
mí y al rey, juntamente, obligáronnos a pagar el mortal
tributo
los hados implacables que todo lo pulverizan.
De
mil y doscientos, quita treinta y cuatro,
sabrás
la fecha de mi fallecimiento»).
Luego
diversos nobles se sucedieron en la tenencia
hasta
que a comienzos del siglo XIII pasó
a poder del Temple.
***
El
Bierzo fue tierra templaria.
De
la presencia del Temple en el Bierzo hay una parte documentada,
como
los castillos de Ponferrada y Cornatel,
y
otra parte que es adjudicada al Temple por la tradición,
como
el castillo de Bembibre (del que pocos restos quedan).
Una
escritura del Cartulario de San Pedro de Montes, de 1228, indica:
“Tenente
Ulver Freyres del Templo”
(“Teniendo
Ulver los Hermanos del Temple”),
lo
que documenta que los templarios poseían ese lugar
al
menos desde esa fecha.
Ulver
era una fortificación templaria que vigilaba
un
paso natural de salida hacia Galicia por la cuenca del Sil,
en
la “Tierra de Ulver” (afluente del Sil).
Se
sabía que existió esa fortaleza
pero
se desconocía su emplazamiento.
En
cambio, Cornatel estaba localizado
pero
de su nombre no existían referencias
anteriores
a la extinción del Temple.
La
creencia popular identificaba a Cornatel con Ulver.
A
mediados del siglo XX el historiador Augusto Quintana Prieto
encontró
una prueba escrita que respaldaba esa identificación:
Un
texto del Cartulario en el que se menciona el castillo de Ulver:
“doy
una heredad mía en el lugar de Borrenes,
en
Territorio del Bierzo y junto al castillo de Ulver”,
y
al margen del cual un monje había escrito una nota aclaratoria:
“Ulver,
es castillo de Cornatelo”.
No
se sabe la fecha en que el Temple tomó posesión del lugar.
Estuvo
allí al menos desde 1228
e
ininterrumpidamente hasta su disolución en 1312,
dependiente
de la encomienda de Ponferrada.
Son
escasos los documentos conservados
de
los casi cien años que la Orden permaneció en esta fortaleza.
En
cambio, Ulver-Cornatel abunda en leyendas,
en
las que se funden viejos mitos célticos
con
recuerdos de los templarios
y
de los señores feudales que la poseyeron.
Narran
los lugareños que, en la primera luna llena del verano,
aparece,
sobre la cercana roca Pedra do Home, una espada;
dicen
que es el arma del último maestre templario de Ulver,
que
espera al héroe que la tome para salvar el honor de la Orden...
***
Sobre
el arco de acceso al castillo, hay un hueco
que
delata que de allí ha sido arrancada una gran pieza de piedra.
A
comienzos del siglo XX,
Mariano
Domínguez-Berrueta, cronista oficial de León,
aún
alcanzó a ver en su lugar la desaparecida piedra armera
y
la describió de este modo:
«Una
piedra marcada con la cruz Tau,
y
la divisa ‘Dominus mihi custos et ego dispersam inimicos meos’
(‘Sea
Dios mi custodio y yo dispersaré a mis enemigos’),
encerrada
en dos cuadrados enlazados,
conteniendo
además una rosa y una estrella».
Es,
según la descripción, una piedra idéntica
a
la que había en el castillo de Ponferrada
(la
misma inscripción, la misma cruz Tau, los mismos símbolos…)
y
que también ha desaparecido.
Se
ha interpretado como una divisa templaria,
pero
también pudo ser el blasón
del
señor feudal de Ponferrada y Cornatel.
***
Hoy
el castillo carece de cualquier emblema
de
algún linaje u orden de caballería.
Situado
en la demarcación territorial de Priaranza del Bierzo,
en
el camino que, siguiendo el curso del río Sil,
baja
de Ponferrada a Orense,
al
lado de Villavieja (pueblecito visible desde el castillo),
Cornatel
se levanta sobre una peña que domina el Bierzo,
y
se adapta al promontorio,
estando
rodeado por precipicio por tres de sus costados
y
siendo accesible sólo por un lado, por un estrecho sendero.
Ello
lo convertía en un enclave inexpugnable.
Algo
de lo que se conserva corresponde al periodo templario,
pero
la mayor parte (ruinas de construcciones casi inidentificables)
data
del siglo XV, de la época de posesión señorial.
***
Tras
la disolución del Temple, las posesiones bercianas de la Orden
pasaron
a poder de la Corona.
En
1327 Alfonso XI donó el castillo a Álvar Núñez Osorio.
En
1329 el mismo rey mandó asesinar a don Álvar
y
poco después entregó la fortaleza a Pedro
Fernández de Castro.
En
1342 murió don Pedro durante el cerco de Algeciras.
En
1388 Juan I cedió el castillo a Pedro Álvarez Osorio el Bueno,
fundador
del linaje de los Osorio del Bierzo.
Por
estos años el castillo es citado por primera vez en los documentos
con
el nombre de Cornatel.
En
1403 falleció don Pedro
y
le sucedió su hijo Rodrigo Álvarez
Osorio.
Éste
emparentó con un gran linaje de Castilla, los Enríquez,
al
contraer matrimonio con Aldonza Enríquez,
hija
de Alfonso, primer almirante de Castilla,
nieta
de Fadrique, maestre de Santiago y hermano del rey Enrique II,
y
biznieta de Alfonso XI.
En
1430 murió don Rodrigo y Cornatel pasó a su hijo,
Pedro Álvarez Osorio, I Conde de
Lemos.
Éste
casó con Beatriz de Castro, heredera única de los Castro
(de
su padre el conde de Trastámara
y
de su hermano el duque de Arjona).
***
En
el siglo XIV El Bierzo había quedado dividido
entre
los principales representantes de la poderosa nobleza gallega.
Pero
en el segundo tercio del siglo XV,
con
el enlace de don Pedro y doña Beatriz,
buena
parte de los señoríos bercianos se concentraron en una familia.
Don
Pedro se convirtió en el señor absoluto del Bierzo
y
en el noble más importante de Galicia.
Cornatel,
al igual que las otras fortificaciones del conde,
sufrirá
en esos años importantes modificaciones.
El
primer Conde de Lemos, un auténtico señor de “horca y cuchillo”,
tuvo
gran predilección por Cornatel,
transformó
el castillo convirtiéndolo en su residencia
y
en la capital de sus territorios.
En
1468 resistió desde allí el devastador ataque irmandiño,
que
causó importantes daños al baluarte,
tras
lo cual el conde emprendió la reconstrucción de Cornatel.
Allí
vivió y allí le llegó la muerte.
***
En
1483 falleció el I Conde de Lemos en Cornatel.
Se
planteó un problema sucesorio
entre
Rodrigo Enríquez Osorio, nieto de su
primer matrimonio,
y
Juana Osorio, hija de su segundo
matrimonio
(con
María de Bazán).
Doña
Juana y su marido, Luis Pimentel y Pacheco,
se
establecieron en la fortaleza.
Don
Rodrigo, II Conde de Lemos,
considerándose
el legítimo heredero de Cornatel,
asedió
la plaza durante dos años.
En
1486 intervinieron los Reyes Católicos,
adjudicaron
la fortaleza a doña Juana y don Luis
y
crearon para éstos el Marquesado de Villafranca.
***
Los
primeros Marqueses de Villafranca
mantuvieron
su residencia en Cornatel,
por
considerarlo el lugar más seguro,
efectuando
nuevas reformas para su uso palaciego.
En
1507 aún tuvieron que resistir
nuevos
ataques del Conde de Lemos.
En
el siglo XVI, sin embargo, los Marqueses
construyeron
un nuevo palacio en Villafranca del Bierzo
y
trasladaron su residencia a la población.
Hasta
principios del siglo XIX la merindad de Cornatel
continuó
bajo el señorío del Marqués de Villafranca.
Con
la supresión de los señoríos nobiliarios
el
marquesado de Villafranca perdió su jurisdicción
y
en 1823 la merindad de Cornatel
pasó
a depender del municipio de Ponferrada.
En
el siglo XIX Cornatel quedó abandonado,
se
fue arruinando, fue objeto de saqueos y expolios
y
quedó olvidado.
En
1900, los Condes de Peñarramiro, herederos del castillo,
cedieron
su titularidad a la Junta Vecinal de la aldea de Villavieja:
En
la escritura correspondiente,
don
Joaquín Caro y Álvarez de Toledo vende el castillo
a
los vecinos de Villavieja,
quienes
actualmente siguen ostentando la propiedad.
A
comienzos del siglo XXI ha sido objeto de alguna restauración.
Se
ha creado una asociación cultural, “Los Caballeros de Ulver”,
impulsada
en 2008 por las asociaciones Baucan y Templespaña,
en
colaboración con el Ayuntamiento de Priaranza del Bierzo.
El
último fin de semana de agosto se celebran
las
llamadas Noches Mágicas de Cornatel,
con
música celta y el mercado medieval “Villa de Cornatelo”.
Previo
pago de la entrada se puede visitar una dependencia
donde
una serie de paneles ofrecen información sobre el castillo.
Cornatel
forma parte del “fenómeno templario”.
***
En
1843 el escritor berziano Enrique Gil y Carrasco
situó
entre sus muros parte de la trama
de
su novela El Señor de Bembibre,
que
imagina batallas entre los templarios y el conde de Lemos.
«...Por fin, torciendo a la izquierda y entrando en
una encañada profunda y barrancosa por cuyo fondo corría un riachuelo, se le
presentó en la cresta de la montaña la mole del castillo iluminada ya por los
rayos del sol, mientras los precipicios de alrededor estaban todavía oscuros y
cubiertos de vapores. Paseábase un centinela por entre las almenas, y sus armas
despedían a cada paso vivos resplandores. Difícilmente se puede imaginar
mudanza más repentina que la que experimenta el viajero entrando en esta
profunda garganta: la naturaleza de este sitio es áspera y montaraz, y el
castillo mismo cuyas murallas se recortan sobre el fondo del cielo parece una
estrecha atalaya entre los enormes peñascos que le cercan y al lado de los
cerros que le dominan. Aunque el foso se ha cegado y los aposentos interiores
se han desplomado con el peso de los años, el esqueleto del castillo todavía se
mantienen en pie y ofrece el mismo espectáculo que entonces ofrecía visto de
lejos...»
(El Señor de Bembibre, Capítulo X).
miércoles, 22 de octubre de 2014
PONFERRADA
En
el año 1082, reinando en León Alfonso VI,
el
obispo de Astorga, Osmundo,
hizo
construir un puente de hierro sobre el Sil,
para
facilitar el camino de los peregrinos hacia Santiago.
El
puente dio nombre al poblamiento, “Ponteferrato”,
que
fue creciendo junto a él,
sobre
una meseta situada poco antes de confluir los ríos Boeza y Sil,
donde
hubo una ciudadela romana.
***
En
1178 Fernando II de León entregó el
asentamiento
a
la Orden del Temple, en concepto de
tenencia.
En
1211 Alfonso IX, tras unos años de
conflictos con los templarios,
les
devolvió la plaza y los hizo señores del lugar.
Los
templarios fortificaron la villa y construyeron un amplio edificio
con
carácter de fortaleza, palacio y cenobio,
situado
sobre una colina y con el Sil como defensa natural.
Desde
el castillo de Ponferrada los caballeros del Temple
protegían
a los peregrinos del camino de Santiago.
El
Bierzo quedó gobernado desde la encomienda
(además
de en Ponferrada, algunos comendadores
poseyeron
casa en otros lugares de la zona).
Junto
a las encomiendas de Villalcazar de Sirga, en Palencia,
y
San Fiz do Ermo en Galicia,
Ponferrada
completaba la línea de enclaves de los monjes guerreros
en
el Camino de Santiago
y
defendía el acceso al monte Cebreiro.
***
A
inicios del siglo XIV, durante el reinado de Fernando IV
se
produjo el juicio contra los templarios.
Para
evitar la confiscación de Ponferrada,
el
maestre del Temple, Rodrigo Yáñez, entregó la villa
al
hermano del rey, el infante don Felipe.
El
tío de ambos, el infante don Juan “el de
Tarifa”,
hijo
de Alfonso X el Sabio
(y
que, por un tiempo, durante la minoría de Fernando,
había
sido “rey de León”),
se
quejó ante el monarca.
El
rey obligó al maestre a que entregara la fortaleza a la corona
y
don Fernando se la dio al infante Juan.
La
heredó su hijo don Juan de Haro “el
Tuerto”, Señor de Vizcaya.
Con
él comenzó una nueva etapa en la historia del castillo,
vinculada
a los acontecimientos políticos.
***
En
1325 Alfonso XI de Castilla alcanzó
la mayoría de edad.
Don
Juan Manuel, don Juan de Haro y el infante Felipe de Castilla
abandonaron
entonces sus cargos de tutores del monarca
y entregaron a éste las cartas blancas
que tenían con el sello real.
Uno
de los primeros actos de Alfonso XI
fue
acabar con la influencia de sus antiguos tutores
y
buscar sus propios privados
entre
gente nueva que le debiera a él su rango.
Los
favorecidos fueron
el
castellano Garcilaso de la Vega, “el Viejo”
(Pedro
Lasso de la Vega, almirante en 1278 de Alfonso X de Castilla,
fue
el primero que utilizó el apelativo Lasso,
probablemente
un apodo que significa “fatigado”)
y
el leonés Álvar Núñez Osorio,
caballero a quien el rey otorgó
los
títulos y cargos más importantes de Galicia.
En
las luchas por la tutoría de Alfonso XI,
Garcilaso
de la Vega y Álvar Núñez Osorio
habían
militado en el bando del infante Felipe.
Su
nombramiento representaba un desaire a los otros dos tutores.
Estos
dos poderosos señores, despechados,
decidieron
unir sus fuerzas
para
obligar al rey a reconocer su autoridad en el reino.
Como
garantía de su alianza,
don
Juan Manuel ofreció a Juan de Haro, “el Tuerto”,
la
mano de su hija Constanza.
Alfonso
XI se interpuso en la maniobra,
solicitando
él mismo en matrimonio a Constanza.
Don
Juan Manuel
(hijo
del infante Manuel de Castilla y nieto de Fernando III el Santo),
que
sólo deseaba reafirmar su propio poder,
olvidó
sus promesas a Juan el Tuerto y aceptó la petición del rey.
Álvar
Núñez Osorio, viendo en peligro su influencia,
propuso
al rey un plan alternativo:
la
boda con la princesa portuguesa María,
hija
del rey Alfonso IV de Portugal.
Don
Juan Manuel y don Juan de Haro volvieron a unirse
y
mantuvieron su rebeldía.
En
1326 Juan el Tuerto fue asesinado en Toro
por
los sicarios reales, mandados por Álvar Núñez Osorio.
Alfonso
XI recompensó a don Álvar
dándole
todos los castillos y plazas que tenía Juan el Tuerto,
entre
ellos el de Ponferrada.
Álvar
Núñez Osorio se convirtió
en
uno de los señores más poderosos de Castilla
y
en el primero de León.
En
1327 falleció el infante Felipe, tío de Alfonso XI,
y
el rey entregó la mayoría de sus posesiones a don Álvar.
Éste,
además de ser freire de la Orden de San Juan, llegó a ser
Mayordomo
mayor de Alfonso XI de Castilla,
Justicia
mayor de la Casa del Rey, Camarero mayor del rey,
Merino
mayor de León y Asturias,
Adelantado
mayor de la frontera de Andalucía,
Pertiguero
mayor de Santiago,
señor
de Cabrera y Ribera
y
primer conde de Lemos, Trastámara y Sarria
(el
condado de Lemos, vinculado a la ciudad de Monforte de Lemos,
en
principio estuvo ligado a los de Trastámara y de Sarria,
y
careció de carácter hereditario,
concediéndose
sucesivamente por el monarca
como
reconocimiento a determinados servicios).
En
1328 Garcilaso de la Vega se desplazó a Soria
en
busca de aliados contra el don Juan Manuel.
Varios
caballeros de la ciudad lo asesinaron a golpe de ballesta
y
lo despedazaron.
El
rey ordenó la ejecución de los culpables.
Álvar
Núñez Osorio quedó como único privado del rey,
convertido
en un gran magnate.
Ello
acrecentó la hostilidad que contra él sentían
muchos
señores y ciudades de los reinos de Castilla,
principalmente
en León,
donde
tenía la mayor parte de sus posesiones.
Tanta
era la protesta contra el valido
que
en ella participaban numerosos familiares de Álvar.
Tomaron
la voz de la protesta la ciudad de Zamora,
que
había estado muy unida a la causa de Juan el Tuerto,
y
Fernán Rodríguez de Balboa, prior de la Orden de San Juan,
que
había sido partidario de don Juan Manuel.
El
prior de San Juan y la ciudad de Zamora se alzaron contra el rey,
exigiéndole
que expulsara al valido de la Corte.
Otros
enemigos de Álvar Núñez Osorio, entre ellos don Juan Manuel,
para
malquistar a Álvar con el rey,
inventaron
que el favorito aspiraba a casarse
con
la infanta Leonor, hermana de Alfonso XI.
El
rey empezó a recelar de su valido.
Éste,
viéndose en peligro, buscó la alianza con don Juan Manuel,
que
se hallaba abiertamente enfrentado al monarca.
En
1328 se celebró la boda de Alfonso XI y María de Portugal.
Los
caballeros allí reunidos para asistir al enlace
propusieron
al rey dar muerte a Álvar Núñez Osorio
(al
que el rey ya había retirado sus cargos),
del
mismo modo que éste había matado a Juan el Tuerto.
En
1329 Alfonso XI ordenó el asesinato de su antiguo privado.
Todas
las posesiones de Álvar Núñez Osorio fueron confiscadas.
***
Con
la caída en desgracia de Álvar Núñez Osorio,
don
Pedro Fernández de Castro, llamado
“el de la guerra”,
nieto
por rama ilegítima de Sancho IV de
Castilla
(hijo
de Fernando Rodríguez de Castro
y
de Violante Sánchez de Castilla, hija ilegítima de Sancho IV),
se
había convertido en el hombre de confianza de Alfonso XI.
El
linaje de los Castro surgió en la villa burgalesa de Castrojeriz.
Constituye,
junto a los Lara, Haro, Guzmán y Aza,
una
de las cinco grandes familias
emparentadas
con los primeros reyes de Castilla.
Como
tales, pertenecían a la rama española de la Casa de Borgoña.
Su
escudo eran seis roeles,
a
los que se añadirán los lobos de la familia Osorio.
En
el siglo XII la familia pasó a Galicia,
territorio
que llegó a dominar.
El
padre de don Pedro había muerto
en
un combate contra el infante Felipe de Castilla;
don
Pedro se educó en Portugal,
junto
a su primo el infante Pedro Alfonso de Portugal,
hijo
ilegítimo de Dionisio I de Portugal;
más
tarde volvió a Castilla.
El
rey lo nombró pertiguero mayor de Santiago
y
mayordomo mayor,
le
entregó los señoríos de Lemos y de Sarria
(con
don Pedro el señorío de Lemos quedó vinculado a los Castro,
pese
a no tener aún carácter hereditario)
y
le donó la fortaleza de Ponferrada.
Don
Pedro comenzó la construcción del llamado castillo viejo,
en
un extremo de la antigua cerca templaria.
En
1334 el rey de Portugal atacó Castilla;
Pedro
Fernández de Castro se negó a combatir contra el portugués,
debido
a los favores que había recibido de él;
pero
también por la negativa de Alfonso XI
a
cederle el condado de Trastámara.
El
rey entregó el condado de Trastámara a su hijo bastardo, Enrique
(el
futuro Enrique II, fundador de la dinastía Trastámara).
En
1342 murió don Pedro durante el sitio de Algeciras,
víctima
de una epidemia de peste
que
diezmó el ejército de Alfonso XI,
junto
al que luchaba don Pedro.
Su
testamento decía:
«E
faço meus herdeiros en todos meus herdamentos e bes
que
houber ho tempo da miña morte
a
ho dito meu fillo Fernán Ruiz,
e
hos outros meus fillos e fillas legitimas que houber,
que
partan os ditos meus herdamentos e bens hirmabelmente».
Ponferrada
pasó a su hija, Juana de Castro
(habida
en su matrimonio con Isabel Ponce de León,
tataranieta
del rey Alfonso IX de León).
***
En
1350 murió Alfonso XI y le sucedió su hijo Pedro
I.
En
1354 el rey contrajo matrimonio con Juana de Castro,
pero
la abandonó pronto
para
volver con su amante María de Padilla.
En
1374 morirá Juana de Castro sin descendencia.
El
hermano de doña Juana, don Fernán Ruiz
de Castro,
recibió
del monarca algunos de los cargos y títulos
que
había ostentado su padre:
Pertegueiro
Mayor de Santiago,
Mayordomo
Mayor del Rey, Alférez Mayor,
Adelantado
de Galicia, Asurias y León
y
conde de Lemos (aún con carácter no hereditario),
y
enseguida se convirtió en mano derecha del rey Pedro.
Sin
embargo, la afrenta al honor de su hermana Juana
hizo
mella en su lealtad a don Pedro,
y
Fernán pasó a apoyar la causa de Enrique de Trastámara.
Éste
lo acogió de buen grado,
pues
don Fernando aportaba riqueza, muchos apoyos en Galicia
y
su propio renombre como buen luchador.
Don
Fernán, en Galicia, ante notario
hizo
pública su desvinculacion (desnaturalización) del rey de Castilla
por
la ofensa recibida.
A
continuación marchó a reunirse con Enrique de Trastámara,
y
contrajo matrimonio con la hermana de éste, Juana.
Las
bodas se celebraron en Toro
y
Fernán regresó a Galicia acompañado de su esposa.
Sin
embargo, Fernán de Castro no quería destronar a don Pedro;
nunca
tuvo intención de traicionar a su rey
sino
que sólo quería presionarlo y hacerlo recapacitar;
su
lealtad permaneció intacta
y,
cuando conoció los planes del conde de Trastámara,
se
apartó de éste.
Sin
embargo, había emparentado con él,
con
el peor enemigo del rey.
No
obstante, el mismo Fernando pidió la anulación del matrimonio,
argumentando
que él y su esposa eran familiares
y
no habían obtenido dispensa papal.
Con
la anulación, Fernando y el Trastámara se enemistaban
y
el gallego volvía a aproximarse al rey Pedro.
Don
Fernán apoyará hasta su propia muerte al bando legitimista
con
un entusiasmo que fue mucho más allá
de
lo que se habría esperado de un caballero ultrajado.
Los
Castro comenzaron en seguida a recibir de la corona
cuantiosas
dádivas, cargos y tierras.
El
rey Pedro ofreció a don Fernán la mano de Leonor Enríquez,
hija
de Enrique Enríquez el Mozo y Urraca Ponce de León,
y
emparentada con el rey Fernando el Santo.
Pedro
I marchó a la Bayona francesa
y
el conde de Lemos se convirtió en adalid de la lucha petrista
y
en regente del trono,
lo
que indica la suma confianza del rey en el gallego.
Guerrero
brillante e infatigable, Fernán obtuvo una serie de victorias
que
lo convirtieron en amo de Galicia.
En
la guerra entre “los dos reyes” castellanos,
Pedro
I se hizo fuerte en el castillo de Montiel (Ciudad Real),
acompañado
del conde de Lemos.
El
23 de marzo de 1369,
ante
los muros del castillo de la Estrella en los campos de Montiel,
el
gallego asistió impotente al asesinato de su rey
en
la tienda de campaña de Bertrand du Guesclin.
Acto
seguido don Fernando fue hecho prisionero.
Huyó
de su cautiverio, pasó a Portugal y de allí a Galicia.
Desde
las tierras galaicas, don Fernando continuó su cruzada petrista
hasta
que en 1371 comprendió que todo estaba perdido
y
se refugió en la Bayona francesa,
donde
murió en 1377
el
que fue una de las figuras gallegas más importantes del siglo XIV.
En
su tumba reza el epitafio:
«Aqui
iace Don Fernando Ruiz de Castro,
Toda
la Lealtad de España».
***
Enrique II Trastámara confiscó todos los bienes de los Castro.
Además
de Juana y Fernando, hijos legítimos,
Pedro
Fernández de Castro había tenido dos hijos bastardos
con
Aldonza Lorenzo de Valladares (hija de su ayo portugués):
Inés
de Castro, que casó con Pedro I de Portugal
y
está sepultada junto a su esposo en el monasterio de Alcobaça,
y
Álvar Pérez de Castro,
conde
de Arraiolos y primer condestable de Portugal.
Don
Álvar contrajo matrimonio con María Ponce de León
(hija
de Pedro Ponce de León, tataranieto de Alfonso IX de León,
y
su esposa Beatriz de Jérica, bisnieta de Jaime I de Aragón).
***
Una
de los hijos de don Álvar, Isabel de
Castro,
casó
con Pedro Enríquez de Castilla,
hijo
del infante Fadrique, hermano de Enrique II.
Fadrique
fue asesinado por orden de su hermanastro,
Pedro
I de Castilla.
Pedro
Enríquez luchó en el bando trastamarista
y
fue uno de los caballeros del círculo íntimo de Enrique II.
Fue
conde de Trastámara y de Lemos, condestable de Castilla
y
pertiguero mayor de Santiago.
Pero
la muerte de Enrique II le privó de su principal protector.
El
hijo y sucesor de Enrique, Juan I de
Castilla,
primo
carnal de don Pedro,
ordenó
la confiscación de todos los bienes de éste.
Pedro
se refugió en Portugal.
Allí
participó en una conjura contra el monarca Juan I de Portugal,
en
la que intervinieron sus parientes de la familia Castro
afincados
en el país luso.
Esa
actuación le obligó a abandonar el reino y volver a Castilla,
acompañado
entre otros por Pedro de Castro,
hijo
del conde de Arraiolos.
Juan
de Castilla autorizó el retorno a Castilla de Pedro Enríquez
y
le devolvió sus propiedades.
A
la muerte de Juan I de Castilla, le sucedió su hijo Enrique III.
Durante
la minoría de edad de éste, se formaron varios bandos
que
se disputaron el control de la regencia.
En
uno de los bandos militó Pedro Enríquez.
Don
Pedro formó parte del Consejo de Regencia
y
durante este período aumentaron su poder y riquezas.
Cuando
Enrique III alcanzó la mayoría de edad
y
el Consejo de Regencia se convirtió en el Consejo Real,
el
rey confiscó los bienes de Pedro Enríquez.
No
obstante, poco tiempo después Enrique III le perdonó
y
le devolvió sus posesiones,
a
las que sumó Ponferrada y Villafranca del Bierzo.
***
A
la muerte de Pedro Enríquez, sus bienes y títulos pasaron a su hijo
Fadrique Enríquez de Castilla y
Castro.
Don
Fadrique, primo segundo de Enrique III y tío de Juan II,
casó
con Aldonza de Mendoza,
que
era hija de María Enríquez (hija ilegítima de Enrique II)
y
del almirante de Castilla Diego Hurtado de Mendoza,
y
hermanastra de Iñigo López de Mendoza, marqués de Santillana.
Don
Fadrique fue, como su padre, conde de Trastámara y de Lemos,
señor
de Ponferrada,
condestable
de Castilla y pertiguero mayor de Santiago.
Militó
en el bando de Álvaro de Luna contra los infantes de Aragón,
lo
que le valió ser nombrado por Juan II
primer duque de Arjona
y
miembro del Consejo Real.
Sin
embargo, en un momento dado cambió de partido
y
comenzó apoyar a los infantes de Aragón contra el condestable.
Éste
recuperó el control de la situación
y
don Fadrique fue encarcelado por orden del rey
en
el castillo de Peñafiel.
Allí
murió en 1430, no se sabe si de muerte natural o ajusticiado.
En
fecha desconocida, los restos mortales de don Fadrique
fueron
trasladados desde la abadía de Benevívere
(Carrión
de los Condes)
al
convento de Santa Clara la Real de Toledo,
donde
permanecen sepultados en la actualidad
bajo
una losa de pizarra negra adornada con su escudo de armas,
en
el coro de las monjas de la iglesia,
junto
a otros miembros de la realeza castellana
como
Inés e Isabel Enríquez,
que
eran hijas ilegítimas de Enrique II
y
fueron abadesas de ese convento,
y
el obispo de Lugo fray Juan Enríquez,
que
al igual que Fadrique era bisnieto de Alfonso XI de Castilla.
***
La
viuda de Fadrique, doña Aldonza, sin hijos, muere en 1435
y
deja Ponferrada a su primo Pedro
Manrique.
En
1440 muere don Pedro
dejando
la fortaleza a su hijo Diego Manrique.
Sin
embargo, la hermana de Fadrique,
Beatriz Enríquez de Castilla y Castro,
reclamó
la plaza.
Desde
la defunción de su hermano,
doña
Beatriz intentó restaurar la grandeza de su familia,
reuniendo
de nuevo el patrimonio
que
había sido confiscado por la Corona
y
repartido entre numerosos nobles.
Poco
después de la detención de Fadrique,
Beatriz
solicitó a su sobrino Juan II el perdón para éste,
aunque
al mismo tiempo pidió al monarca que le concediese a ella
todos
los bienes que habían pertenecido a su hermano.
Pero
el rey no atendió la petición.
Beatriz
casó con su sobrino Pedro Álvarez Osorio.
El
enlace se llevó a cabo
gracias
a la influencia del almirante Alonso Enríquez,
pariente
de ambos cónyuges.
El
objetivo de ambos esposos siguió siendo
recuperar
los bienes de don Fadrique.
Pedro Álvarez Osorio consiguió recobrar el condado de Lemos,
aunque
para entonces ya había fallecido su esposa:
Enrique IV de Castilla otorgaba el condado a don Pedro en 1456
y
con él se iniciaba la segunda etapa del título,
ya
con carácter hereditario
e
iniciándose de nuevo la numeración de los condes
(don
Pedro vuelve a ser primer conde de Lemos),
lo
cual genera cierta confusión.
Afirmó
de sí mismo el primer conde de Lemos hereditario:
«Yo
no soy de los que el Rey trata como Grandes,
sino
que soy Grande y tan antiguo como no hay en Castilla».
A
la muerte sin descendencia de don Fadrique y doña Aldonza,
Beatriz
Enríquez había reclamado la propiedad de Ponferrada.
En
1440, Diego Manrique fue obligado a entregarles la fortaleza.
Sin
embargo, don Diego no quedó conforme
y
en su testamento de 1456 dice:
«...Y
la mi villa de Ponferrada,
que
don Pedro Álvarez de Osorio me tiene ocupada...»
Por
este motivo, el matrimonio Osorio-Castro
hizo
obras de reforzamiento de las defensas del castillo.
Figura
en sus muros el escudo de los condes de Lemos,
en
el que se unen
los
dos lobos del blasón de los Osorio,
el
castillo y el león de los Trastámara
y
los seis roeles de las armas del linaje Castro.
En
1455 murió Beatriz de Castro
y
heredó sus bienes su hijo Alonso Pérez Osorio,
que
tomó posesión de Ponferrada.
Las
relaciones de padre e hijo se deterioraron mucho,
hasta
el punto de que en 1463 se otorgaba
“Carta
de seguro dada por el conde de Lemos
don
Pedro Álvarez Osorio,
a
don Alonso Osorio, su hijo, y a doña Leonor, mujer de éste,
para
que pudiesen entrar en las tierras del conde,
prometiéndose
recíprocamente no tenerse odio”.
Alonso
Osorio falleció en 1467, dejando un bastardo llamado Rodrigo.
Ponferrada
volvió a manos de su padre.
En
1468 Pedro Álvarez Osorio casó en segundas nupcias
con
María de Bazán, viuda de Juan de Zúñiga.
En
1470 nació su hija Juana Osorio.
En
1483 murió don Pedro en su castillo de Cornatel,
dejando
a su nieto Rodrigo Enríquez Osorio
como
heredero del condado y de la fortaleza.
Ponferrada
fue disputada por Juana Osorio
y
siguió siendo reclamada por los Manrique.
***
En
1484 los Reyes Católicos convocaron
una comisión
pero
ésta no consiguió conciliar a los bandos
y
los Reyes decidieron adjudicar Ponferrada a Juana Osorio.
Rodrigo
Osorio, segundo conde de Lemos, no acató la sentencia.
En
1485 puso cerco a Ponferrada y tomó la fortaleza.
La
Corona reaccionó secuestrando los bienes del conde
y
encomendando al Almirante de Castillla la formación de un ejército
de
600 lanzas y 6000 peones
para
la toma de todas las plazas del Bierzo que apoyaban al conde.
En
1486 las tropas estaban ante Ponferrada.
El
conde no se rindió.
Los
Reyes Católicos compraron los derechos sobre Ponferrada
a
doña María de Bazán y sus hijos.
Adquirida
la titularidad, la Corona emprendió el asedio con artillería
y
en el verano del 86 tomaron el castillo al asalto.
Los
Reyes emprendieron obras de refuerzo de la fortaleza,
entregaron
el gobierno de la misma al marido de Juana Osorio,
Luis
Pimentel y Pacheco,
nombrado
por ellos primer marqués de Villafranca del Bierzo
y
designaron alcaide a Juan de Torres.
En
1506 Felipe I “el Hermoso” otorgó a
Rodrigo Enríquez Osorio
las
propiedades que le había dejado en herencia su abuelo
y
que los Reyes Católicos le habían negado.
Pero
ese mismo año Felipe murió
y
don Rodrigo asaltó la fortaleza de Ponferrada,
con
el apoyo del marqués de Astorga.
El
Consejo Real ordenó al conde de Benavente y al duque de Alba
que
formaran un ejército para expulsar al conde de Lemos.
Las
tropas reales ocuparon Ponferrada
y
el conde Rodrigo se retiró a Galicia.
En
1520 murió don Rodrigo
y
la nueva condesa de Lemos escribió a Carlos
I
diciendo
que continuaría al servicio de la Corona “como su padre”.
El
Emperador ordenó el refuerzo de la guarnición de Ponferrada.
En
el reinado de Felipe II,
Fadrique
Álvarez de Toledo y Osorio,
marqués
de Villafranca del Bierzo, alcaide de Ponferrada,
compró
la fortaleza,
que
había perdido ya toda importancia estratégica.
En
la actualidad los marqueses de Villafranca
siguen
residiendo en el cercano castillo de Villafranca del Bierzo;
el
esposo de la marquesa es el músico Cristóbal Halffter.
***
En
los ruinosos muros del castillo de Ponferrada
quedan
huellas de todo ese pasado:
los
lobos de los Osorio, los seis roeles de los Castro,
el
castillo y el león de los Enríquez,
el
yugo y las flechas de los Reyes Católicos...
Se
dice que es la fortaleza templaria más grande de Europa;
pero,
en realidad, de los templarios apenas quedan restos,
sólo
unos pocos muros.
Es
discutible la importancia que en su momento
pudo
tener Ponferrada en el entramado del Temple español.
En
cualquier caso, lo que hoy se ve no es la construcción templaria,
sino
la reconstrucción de sus sucesivos propietarios,
la
fortaleza levantada por los Castro
y
ampliada y engrandecida por Pedro Álvarez Osorio.
La
famosa TAU no es templaria,
sino
que corresponde al conde de Lemos.
Por
razones turísticas, se falsea la historia
y
se alimenta la leyenda.
El
perímetro amurallado es el que trazaron los templarios
(una
parte recta que da al Sil y una curva que da a la ciudad),
si
bien la mayor parte de las murallas conservadas
pertenecen
a las ampliaciones que hicieron los nobles
que
ocuparon el castillo durante los siglos XIV y XV.
A
uno y otro lado del patio de armas
(donde
estuvieron las dependencias conventuales de los templarios)
se
encuentran el castillo viejo y el palacio nuevo.
El
recinto ocupa una superficie de 8.000 metros cuadrados.
La
ronda alta conectaba todos los edificios
del
antiguo castillo y el nuevo palacio.
En
la torre del homenaje figuraba un inscripción bíblica
que
se ha ido borrando.
Fue
recogida en 1844 por Enrique Gil y Carrasco
en
su novela El Señor de Bembibre:
“Nisi
dominus custodierit civitatem, frustra vigilat qui custodit eam.
Dominus
mihi custos et ego dispersam inimicus meos”
(“Si
el Señor no guarda la ciudad, en vano vigila el que la guarda.
Sea
el Señor mi guardián y yo dispersaré a mis enemigos”).
La
misma inscripción constaba en una lápida
encuadrada
sobre la entrada de la torre
y
que ha desaparecido.
Es
la que parece recoger en 1840 el pintor Lorenzo Fuentes,
en
un cuadro que se conserva en el Museo Arqueológico de León,
aunque
está escrita en un defectuoso latín:
“Nisi
Dominus edificavit domiu vanu laborant qui edifica ean.
Domino
michi auditor e ego dispiciam inimicos meos”.
A
su lado, tumbada, la dovela de un arco, con unos símbolos:
una
estrella formada por el entrecruzamiento de dos cuadrados,
y
en su interior una cruz Tau, un poliskel y una estrella.
En
la parte inferior del cuadro, una cartela explicativa:
“Ponferrada:
Fortaleza del Temple como estaba en 1840.
Lápida
de la entrada de las habitaciones,
restos
de la ventana gemela gótica
y
curiosa clave de la puerta de las caballerizas
que
desaparecieron con el derribo permitido en 1848
salvándose
la lápida que se conserva”.
(En
el cercano castillo de Cornatel
hubo
una lápida y una dovela semejantes,
que
también han desaparecido).
***
El
castillo llegó prácticamente intacto hasta 1811.
Entonces
se dispuso la voladura de su interior
para
evitar que cayera en manos de los franceses.
El
castillo se convirtió en una escombrera amurallada.
En
1848 el Ayuntamiento de Ponferrada
empezó
a utilizar las piedras del castillo como cantera
para
construir unas cuadras, un mercado, viviendas.
El
interior del castillo fue arrendado a particulares
como
terreno de cultivo.
En
1923 se volaron partes de sus muros
para
la construcción de un campo deportivo.
A
finales del siglo XX se derribaron las casas adosadas a sus muros.
A
comienzos del siglo XXI se llevó a cabo la “restauración”
del
Palacio Nuevo o Casa Grande,
sobre
las ruinas del derribo de 1811.
Pero,
en realidad, se ha levantado un edificio nuevo,
de
arquitectura moderna.
No
se ha recuperado el antiguo palacio,
sino
que sobre sus ruinas se han instalado
oficinas,
salón de actos, cafetería
y
una especie de “parque temático del Temple”.