viernes, 24 de octubre de 2014

CORNATEL



Los romanos explotaron los yacimientos de oro de Las Médulas,
y necesitarían algún tipo de fortificación que vigilara tal actividad.
Se ha identificado el castillo de Cornatel
con un posible anterior castrum romano que controlara la zona.

Una vez agotadas y abandonadas las minas,
en tiempos de los visigodos el enclave perdió importancia.

Sin embargo, en la época de la Reconquista
volvió a ser un lugar relevante, situado en una ruta
que fue utilizada como variante del camino a Compostela.
La zona es rica en leyendas y tradiciones ancestrales.
Cerca se encuentra el mítico lago de Carucedo,
con su Xana encantada habitando una ciudad sumergida.

*** 


A mediados de siglo XI consta como tenente del castillo
el conde Munio Muñiz,
figura señera en la corte leonesa,
que poseyó numerosos territorios, especialmente en El Bierzo.
Casado con Velasquita,
del matrimonio nació el personaje más notable que habitó el castillo:
la bella condesa Jimena Muñiz.
El rey castellano-leonés Alfonso VI
tuvo con ella una relación extra-matrimonial
de la que nacieron dos hijas
que enlazarán con importantes nobles de origen francés:
Elvira de Castilla casó con el conde Raimundo IV de Tolosa;
Teresa de León casó con Enrique de Borgoña,
y su hijo Alfonso I Enríquez fue el primer rey de Portugal.
A finales del siglo XI Alfonso VI otorgó la tenencia del castillo
a su amante doña Jimena,
que gobernó el territorio de 1093 a 1109.
Veinte años después que el rey Alfonso,
murió Jimena Muñiz, en 1128.
Jimena fue enterrada en el monasterio de San Andrés de Espinareda
(Vega de Espinareda, El Bierzo).
Sobre su sepulcro se colocó una lápida
(que actualmente se puede ver en el Hostal de San Marcos, en León)
y que dice:
«Quan Deus a pena defendat, dicta Xemena,
Alfonsi vidui regis amica fui.
Copia, forma, genus, dos, morus cultus amenus
me regnatoris prostituere thoris.
Me simul et regem mortis persolvere legem
Fata coegerunt, que fera queque terunt.
Tardenis demptis, super hec de mille ducentis
quator eripies, que fuit era scies».
(«Yo, llamada Jimena, presérveme Dios del castigo,
fui amiga del rey Alfonso durante su viudez.
La opulencia, la hermosura, la nobleza, las prendas,
la amena cultura de los modales,
me prostituyeron al tálamo del reinante.
A mí y al rey, juntamente, obligáronnos a pagar el mortal
tributo los hados implacables que todo lo pulverizan.
De mil y doscientos, quita treinta y cuatro,
sabrás la fecha de mi fallecimiento»).

Luego diversos nobles se sucedieron en la tenencia
hasta que a comienzos del siglo XIII pasó a poder del Temple.

*** 


El Bierzo fue tierra templaria.
De la presencia del Temple en el Bierzo hay una parte documentada,
como los castillos de Ponferrada y Cornatel,
y otra parte que es adjudicada al Temple por la tradición,
como el castillo de Bembibre (del que pocos restos quedan).

Una escritura del Cartulario de San Pedro de Montes, de 1228, indica:
“Tenente Ulver Freyres del Templo”
(“Teniendo Ulver los Hermanos del Temple”),
lo que documenta que los templarios poseían ese lugar
al menos desde esa fecha.

Ulver era una fortificación templaria que vigilaba
un paso natural de salida hacia Galicia por la cuenca del Sil,
en la “Tierra de Ulver” (afluente del Sil).
Se sabía que existió esa fortaleza
pero se desconocía su emplazamiento.
En cambio, Cornatel estaba localizado
pero de su nombre no existían referencias
anteriores a la extinción del Temple.

La creencia popular identificaba a Cornatel con Ulver.
A mediados del siglo XX el historiador Augusto Quintana Prieto
encontró una prueba escrita que respaldaba esa identificación:
Un texto del Cartulario en el que se menciona el castillo de Ulver:
“doy una heredad mía en el lugar de Borrenes,
en Territorio del Bierzo y junto al castillo de Ulver”,
y al margen del cual un monje había escrito una nota aclaratoria:
“Ulver, es castillo de Cornatelo”.

No se sabe la fecha en que el Temple tomó posesión del lugar.
Estuvo allí al menos desde 1228
e ininterrumpidamente hasta su disolución en 1312,
dependiente de la encomienda de Ponferrada.

Son escasos los documentos conservados
de los casi cien años que la Orden permaneció en esta fortaleza.
En cambio, Ulver-Cornatel abunda en leyendas,
en las que se funden viejos mitos célticos
con recuerdos de los templarios
y de los señores feudales que la poseyeron.
Narran los lugareños que, en la primera luna llena del verano,
aparece, sobre la cercana roca Pedra do Home, una espada;
dicen que es el arma del último maestre templario de Ulver,
que espera al héroe que la tome para salvar el honor de la Orden...

*** 


Sobre el arco de acceso al castillo, hay un hueco
que delata que de allí ha sido arrancada una gran pieza de piedra.

A comienzos del siglo XX,
Mariano Domínguez-Berrueta, cronista oficial de León,
aún alcanzó a ver en su lugar la desaparecida piedra armera
y la describió de este modo:
«Una piedra marcada con la cruz Tau,
y la divisa ‘Dominus mihi custos et ego dispersam inimicos meos’
(‘Sea Dios mi custodio y yo dispersaré a mis enemigos’),
encerrada en dos cuadrados enlazados,
conteniendo además una rosa y una estrella».
Es, según la descripción, una piedra idéntica
a la que había en el castillo de Ponferrada
(la misma inscripción, la misma cruz Tau, los mismos símbolos…)
y que también ha desaparecido.
Se ha interpretado como una divisa templaria,
pero también pudo ser el blasón
del señor feudal de Ponferrada y Cornatel.

*** 
 
Hoy el castillo carece de cualquier emblema
de algún linaje u orden de caballería.

Situado en la demarcación territorial de Priaranza del Bierzo,
en el camino que, siguiendo el curso del río Sil,
baja de Ponferrada a Orense,
al lado de Villavieja (pueblecito visible desde el castillo),
Cornatel se levanta sobre una peña que domina el Bierzo,
y se adapta al promontorio,
estando rodeado por precipicio por tres de sus costados
y siendo accesible sólo por un lado, por un estrecho sendero.
Ello lo convertía en un enclave inexpugnable.

Algo de lo que se conserva corresponde al periodo templario,
pero la mayor parte (ruinas de construcciones casi inidentificables)
data del siglo XV, de la época de posesión señorial.

*** 


Tras la disolución del Temple, las posesiones bercianas de la Orden
pasaron a poder de la Corona.

En 1327 Alfonso XI donó el castillo a Álvar Núñez Osorio.
En 1329 el mismo rey mandó asesinar a don Álvar
y poco después entregó la fortaleza a Pedro Fernández de Castro.
En 1342 murió don Pedro durante el cerco de Algeciras.

En 1388 Juan I cedió el castillo a Pedro Álvarez Osorio el Bueno,
fundador del linaje de los Osorio del Bierzo.
Por estos años el castillo es citado por primera vez en los documentos
con el nombre de Cornatel.

En 1403 falleció don Pedro
y le sucedió su hijo Rodrigo Álvarez Osorio.
Éste emparentó con un gran linaje de Castilla, los Enríquez,
al contraer matrimonio con Aldonza Enríquez,
hija de Alfonso, primer almirante de Castilla,
nieta de Fadrique, maestre de Santiago y hermano del rey Enrique II,
y biznieta de Alfonso XI.

En 1430 murió don Rodrigo y Cornatel pasó a su hijo,
Pedro Álvarez Osorio, I Conde de Lemos.
Éste casó con Beatriz de Castro, heredera única de los Castro
(de su padre el conde de Trastámara
y de su hermano el duque de Arjona).

*** 


En el siglo XIV El Bierzo había quedado dividido
entre los principales representantes de la poderosa nobleza gallega.
Pero en el segundo tercio del siglo XV,
con el enlace de don Pedro y doña Beatriz,
buena parte de los señoríos bercianos se concentraron en una familia.
Don Pedro se convirtió en el señor absoluto del Bierzo
y en el noble más importante de Galicia.

Cornatel, al igual que las otras fortificaciones del conde,
sufrirá en esos años importantes modificaciones.

El primer Conde de Lemos, un auténtico señor de “horca y cuchillo”,
tuvo gran predilección por Cornatel,
transformó el castillo convirtiéndolo en su residencia
y en la capital de sus territorios.

En 1468 resistió desde allí el devastador ataque irmandiño,
que causó importantes daños al baluarte,
tras lo cual el conde emprendió la reconstrucción de Cornatel.
Allí vivió y allí le llegó la muerte.

*** 


En 1483 falleció el I Conde de Lemos en Cornatel.
Se planteó un problema sucesorio
entre Rodrigo Enríquez Osorio, nieto de su primer matrimonio,
y Juana Osorio, hija de su segundo matrimonio
(con María de Bazán).

Doña Juana y su marido, Luis Pimentel y Pacheco,
se establecieron en la fortaleza.

Don Rodrigo, II Conde de Lemos,
considerándose el legítimo heredero de Cornatel,
asedió la plaza durante dos años.

En 1486 intervinieron los Reyes Católicos,
adjudicaron la fortaleza a doña Juana y don Luis
y crearon para éstos el Marquesado de Villafranca.

*** 


Los primeros Marqueses de Villafranca
mantuvieron su residencia en Cornatel,
por considerarlo el lugar más seguro,
efectuando nuevas reformas para su uso palaciego.
En 1507 aún tuvieron que resistir
nuevos ataques del Conde de Lemos.

En el siglo XVI, sin embargo, los Marqueses
construyeron un nuevo palacio en Villafranca del Bierzo
y trasladaron su residencia a la población.


Hasta principios del siglo XIX la merindad de Cornatel
continuó bajo el señorío del Marqués de Villafranca.
Con la supresión de los señoríos nobiliarios
el marquesado de Villafranca perdió su jurisdicción
y en 1823 la merindad de Cornatel
pasó a depender del municipio de Ponferrada.

En el siglo XIX Cornatel quedó abandonado,
se fue arruinando, fue objeto de saqueos y expolios
y quedó olvidado.

En 1900, los Condes de Peñarramiro, herederos del castillo,
cedieron su titularidad a la Junta Vecinal de la aldea de Villavieja:
En la escritura correspondiente,
don Joaquín Caro y Álvarez de Toledo vende el castillo
a los vecinos de Villavieja,
quienes actualmente siguen ostentando la propiedad.


A comienzos del siglo XXI ha sido objeto de alguna restauración.
Se ha creado una asociación cultural, “Los Caballeros de Ulver”,
impulsada en 2008 por las asociaciones Baucan y Templespaña,
en colaboración con el Ayuntamiento de Priaranza del Bierzo.
El último fin de semana de agosto se celebran
las llamadas Noches Mágicas de Cornatel,
con música celta y el mercado medieval “Villa de Cornatelo”.
Previo pago de la entrada se puede visitar una dependencia
donde una serie de paneles ofrecen información sobre el castillo.
Cornatel forma parte del “fenómeno templario”.

*** 


En 1843 el escritor berziano Enrique Gil y Carrasco
situó entre sus muros parte de la trama
de su novela El Señor de Bembibre,
que imagina batallas entre los templarios y el conde de Lemos.

«...Por fin, torciendo a la izquierda y entrando en una encañada profunda y barrancosa por cuyo fondo corría un riachuelo, se le presentó en la cresta de la montaña la mole del castillo iluminada ya por los rayos del sol, mientras los precipicios de alrededor estaban todavía oscuros y cubiertos de vapores. Paseábase un centinela por entre las almenas, y sus armas despedían a cada paso vivos resplandores. Difícilmente se puede imaginar mudanza más repentina que la que experimenta el viajero entrando en esta profunda garganta: la naturaleza de este sitio es áspera y montaraz, y el castillo mismo cuyas murallas se recortan sobre el fondo del cielo parece una estrecha atalaya entre los enormes peñascos que le cercan y al lado de los cerros que le dominan. Aunque el foso se ha cegado y los aposentos interiores se han desplomado con el peso de los años, el esqueleto del castillo todavía se mantienen en pie y ofrece el mismo espectáculo que entonces ofrecía visto de lejos...»
(El Señor de Bembibre, Capítulo X).

miércoles, 22 de octubre de 2014

PONFERRADA




En el año 1082, reinando en León Alfonso VI,
el obispo de Astorga, Osmundo,
hizo construir un puente de hierro sobre el Sil,
para facilitar el camino de los peregrinos hacia Santiago.
El puente dio nombre al poblamiento, “Ponteferrato”,
que fue creciendo junto a él,
sobre una meseta situada poco antes de confluir los ríos Boeza y Sil,
donde hubo una ciudadela romana.


***


En 1178 Fernando II de León entregó el asentamiento
a la Orden del Temple, en concepto de tenencia.

En 1211 Alfonso IX, tras unos años de conflictos con los templarios,
les devolvió la plaza y los hizo señores del lugar.
Los templarios fortificaron la villa y construyeron un amplio edificio
con carácter de fortaleza, palacio y cenobio,
situado sobre una colina y con el Sil como defensa natural.
Desde el castillo de Ponferrada los caballeros del Temple
protegían a los peregrinos del camino de Santiago.


El Bierzo quedó gobernado desde la encomienda
(además de en Ponferrada, algunos comendadores
poseyeron casa en otros lugares de la zona).
Junto a las encomiendas de Villalcazar de Sirga, en Palencia,
y San Fiz do Ermo en Galicia,
Ponferrada completaba la línea de enclaves de los monjes guerreros
en el Camino de Santiago
y defendía el acceso al monte Cebreiro.


***


A inicios del siglo XIV, durante el reinado de Fernando IV
se produjo el juicio contra los templarios.
Para evitar la confiscación de Ponferrada,
el maestre del Temple, Rodrigo Yáñez, entregó la villa
al hermano del rey, el infante don Felipe.
El tío de ambos, el infante don Juan “el de Tarifa”,
hijo de Alfonso X el Sabio
(y que, por un tiempo, durante la minoría de Fernando,
había sido “rey de León”),
se quejó ante el monarca.
El rey obligó al maestre a que entregara la fortaleza a la corona
y don Fernando se la dio al infante Juan.
La heredó su hijo don Juan de Haro “el Tuerto”, Señor de Vizcaya.
Con él comenzó una nueva etapa en la historia del castillo,
vinculada a los acontecimientos políticos.


***


En 1325 Alfonso XI de Castilla alcanzó la mayoría de edad.
Don Juan Manuel, don Juan de Haro y el infante Felipe de Castilla
abandonaron entonces sus cargos de tutores del monarca
 y entregaron a éste las cartas blancas que tenían con el sello real.

Uno de los primeros actos de Alfonso XI
fue acabar con la influencia de sus antiguos tutores
y buscar sus propios privados
entre gente nueva que le debiera a él su rango.
Los favorecidos fueron
el castellano Garcilaso de la Vega, “el Viejo”
(Pedro Lasso de la Vega, almirante en 1278 de Alfonso X de Castilla,
fue el primero que utilizó el apelativo Lasso,
probablemente un apodo que significa “fatigado”)
y el leonés Álvar Núñez Osorio, caballero a quien el rey otorgó
los títulos y cargos más importantes de Galicia.

En las luchas por la tutoría de Alfonso XI,
Garcilaso de la Vega y Álvar Núñez Osorio
habían militado en el bando del infante Felipe.
Su nombramiento representaba un desaire a los otros dos tutores.
Estos dos poderosos señores, despechados,
decidieron unir sus fuerzas
para obligar al rey a reconocer su autoridad en el reino.
Como garantía de su alianza,
don Juan Manuel ofreció a Juan de Haro, “el Tuerto”,
la mano de su hija Constanza.

Alfonso XI se interpuso en la maniobra,
solicitando él mismo en matrimonio a Constanza.
Don Juan Manuel
(hijo del infante Manuel de Castilla y nieto de Fernando III el Santo),
que sólo deseaba reafirmar su propio poder,
olvidó sus promesas a Juan el Tuerto y aceptó la petición del rey.

Álvar Núñez Osorio, viendo en peligro su influencia,
propuso al rey un plan alternativo:
la boda con la princesa portuguesa María,
hija del rey Alfonso IV de Portugal.

Don Juan Manuel y don Juan de Haro volvieron a unirse
y mantuvieron su rebeldía.

En 1326 Juan el Tuerto fue asesinado en Toro
por los sicarios reales, mandados por Álvar Núñez Osorio.
Alfonso XI recompensó a don Álvar
dándole todos los castillos y plazas que tenía Juan el Tuerto,
entre ellos el de Ponferrada.
Álvar Núñez Osorio se convirtió
en uno de los señores más poderosos de Castilla
y en el primero de León.

En 1327 falleció el infante Felipe, tío de Alfonso XI,
y el rey entregó la mayoría de sus posesiones a don Álvar.

Éste, además de ser freire de la Orden de San Juan, llegó a ser
Mayordomo mayor de Alfonso XI de Castilla,
Justicia mayor de la Casa del Rey, Camarero mayor del rey,
Merino mayor de León y Asturias,
Adelantado mayor de la frontera de Andalucía,
Pertiguero mayor de Santiago,
señor de Cabrera y Ribera
y primer conde de Lemos, Trastámara y Sarria
(el condado de Lemos, vinculado a la ciudad de Monforte de Lemos,
en principio estuvo ligado a los de Trastámara y de Sarria,
y careció de carácter hereditario,
concediéndose sucesivamente por el monarca
como reconocimiento a determinados servicios).

En 1328 Garcilaso de la Vega se desplazó a Soria
en busca de aliados contra el don Juan Manuel.
Varios caballeros de la ciudad lo asesinaron a golpe de ballesta
y lo despedazaron.
El rey ordenó la ejecución de los culpables.

Álvar Núñez Osorio quedó como único privado del rey,
convertido en un gran magnate.
Ello acrecentó la hostilidad que contra él sentían
muchos señores y ciudades de los reinos de Castilla,
principalmente en León,
donde tenía la mayor parte de sus posesiones.
Tanta era la protesta contra el valido
que en ella participaban numerosos familiares de Álvar.

Tomaron la voz de la protesta la ciudad de Zamora,
que había estado muy unida a la causa de Juan el Tuerto,
y Fernán Rodríguez de Balboa, prior de la Orden de San Juan,
que había sido partidario de don Juan Manuel.
El prior de San Juan y la ciudad de Zamora se alzaron contra el rey,
exigiéndole que expulsara al valido de la Corte.

Otros enemigos de Álvar Núñez Osorio, entre ellos don Juan Manuel,
para malquistar a Álvar con el rey,
inventaron que el favorito aspiraba a casarse
con la infanta Leonor, hermana de Alfonso XI.

El rey empezó a recelar de su valido.
Éste, viéndose en peligro, buscó la alianza con don Juan Manuel,
que se hallaba abiertamente enfrentado al monarca.

En 1328 se celebró la boda de Alfonso XI y María de Portugal.
Los caballeros allí reunidos para asistir al enlace
propusieron al rey dar muerte a Álvar Núñez Osorio
(al que el rey ya había retirado sus cargos),
del mismo modo que éste había matado a Juan el Tuerto.

En 1329 Alfonso XI ordenó el asesinato de su antiguo privado.
Todas las posesiones de Álvar Núñez Osorio fueron confiscadas.


***


Con la caída en desgracia de Álvar Núñez Osorio,
don Pedro Fernández de Castro, llamado “el de la guerra”,
nieto por rama ilegítima de Sancho IV de Castilla
(hijo de Fernando Rodríguez de Castro
y de Violante Sánchez de Castilla, hija ilegítima de Sancho IV),
se había convertido en el hombre de confianza de Alfonso XI.

El linaje de los Castro surgió en la villa burgalesa de Castrojeriz.
Constituye, junto a los Lara, Haro, Guzmán y Aza,
una de las cinco grandes familias
emparentadas con los primeros reyes de Castilla.
Como tales, pertenecían a la rama española de la Casa de Borgoña.
Su escudo eran seis roeles,
a los que se añadirán los lobos de la familia Osorio.
En el siglo XII la familia pasó a Galicia,
territorio que llegó a dominar.

El padre de don Pedro había muerto
en un combate contra el infante Felipe de Castilla;
don Pedro se educó en Portugal,
junto a su primo el infante Pedro Alfonso de Portugal,
hijo ilegítimo de Dionisio I de Portugal;
más tarde volvió a Castilla.
El rey lo nombró pertiguero mayor de Santiago
y mayordomo mayor,
le entregó los señoríos de Lemos y de Sarria
(con don Pedro el señorío de Lemos quedó vinculado a los Castro,
pese a no tener aún carácter hereditario)
y le donó la fortaleza de Ponferrada.
Don Pedro comenzó la construcción del llamado castillo viejo,
en un extremo de la antigua cerca templaria.

En 1334 el rey de Portugal atacó Castilla;
Pedro Fernández de Castro se negó a combatir contra el portugués,
debido a los favores que había recibido de él;
pero también por la negativa de Alfonso XI
a cederle el condado de Trastámara.

El rey entregó el condado de Trastámara a su hijo bastardo, Enrique
(el futuro Enrique II, fundador de la dinastía Trastámara).

En 1342 murió don Pedro durante el sitio de Algeciras,
víctima de una epidemia de peste
que diezmó el ejército de Alfonso XI,
junto al que luchaba don Pedro.
Su testamento decía:
«E faço meus herdeiros en todos meus herdamentos e bes
que houber ho tempo da miña morte
a ho dito meu fillo Fernán Ruiz,
e hos outros meus fillos e fillas legitimas que houber,
que partan os ditos meus herdamentos e bens hirmabelmente».

Ponferrada pasó a su hija, Juana de Castro
(habida en su matrimonio con Isabel Ponce de León,
tataranieta del rey Alfonso IX de León).


***


En 1350 murió Alfonso XI y le sucedió su hijo Pedro I.

En 1354 el rey contrajo matrimonio con Juana de Castro,
pero la abandonó pronto
para volver con su amante María de Padilla.
En 1374 morirá Juana de Castro sin descendencia.

El hermano de doña Juana, don Fernán Ruiz de Castro,
recibió del monarca algunos de los cargos y títulos
que había ostentado su padre:
Pertegueiro Mayor de Santiago,
Mayordomo Mayor del Rey, Alférez Mayor,
Adelantado de Galicia, Asurias y León
y conde de Lemos (aún con carácter no hereditario),
y enseguida se convirtió en mano derecha del rey Pedro.

Sin embargo, la afrenta al honor de su hermana Juana
hizo mella en su lealtad a don Pedro,
y Fernán pasó a apoyar la causa de Enrique de Trastámara.
Éste lo acogió de buen grado,
pues don Fernando aportaba riqueza, muchos apoyos en Galicia
y su propio renombre como buen luchador.

Don Fernán, en Galicia, ante notario
hizo pública su desvinculacion (desnaturalización) del rey de Castilla
por la ofensa recibida.
A continuación marchó a reunirse con Enrique de Trastámara,
y contrajo matrimonio con la hermana de éste, Juana.
Las bodas se celebraron en Toro
y Fernán regresó a Galicia acompañado de su esposa.

Sin embargo, Fernán de Castro no quería destronar a don Pedro;
nunca tuvo intención de traicionar a su rey
sino que sólo quería presionarlo y hacerlo recapacitar;
su lealtad permaneció intacta
y, cuando conoció los planes del conde de Trastámara,
se apartó de éste.
Sin embargo, había emparentado con él,
con el peor enemigo del rey.
No obstante, el mismo Fernando pidió la anulación del matrimonio,
argumentando que él y su esposa eran familiares
y no habían obtenido dispensa papal.
Con la anulación, Fernando y el Trastámara se enemistaban
y el gallego volvía a aproximarse al rey Pedro.

Don Fernán apoyará hasta su propia muerte al bando legitimista
con un entusiasmo que fue mucho más allá
de lo que se habría esperado de un caballero ultrajado.

Los Castro comenzaron en seguida a recibir de la corona
cuantiosas dádivas, cargos y tierras.

El rey Pedro ofreció a don Fernán la mano de Leonor Enríquez,
hija de Enrique Enríquez el Mozo y Urraca Ponce de León,
y emparentada con el rey Fernando el Santo.

Pedro I marchó a la Bayona francesa
y el conde de Lemos se convirtió en adalid de la lucha petrista
y en regente del trono,
lo que indica la suma confianza del rey en el gallego.

Guerrero brillante e infatigable, Fernán obtuvo una serie de victorias
que lo convirtieron en amo de Galicia.

En la guerra entre “los dos reyes” castellanos,
Pedro I se hizo fuerte en el castillo de Montiel (Ciudad Real),
acompañado del conde de Lemos.

El 23 de marzo de 1369,
ante los muros del castillo de la Estrella en los campos de Montiel,
el gallego asistió impotente al asesinato de su rey
en la tienda de campaña de Bertrand du Guesclin.
Acto seguido don Fernando fue hecho prisionero.
Huyó de su cautiverio, pasó a Portugal y de allí a Galicia.
Desde las tierras galaicas, don Fernando continuó su cruzada petrista
hasta que en 1371 comprendió que todo estaba perdido
y se refugió en la Bayona francesa,
donde murió en 1377
el que fue una de las figuras gallegas más importantes del siglo XIV.

En su tumba reza el epitafio:
«Aqui iace Don Fernando Ruiz de Castro,
Toda la Lealtad de España».


***


Enrique II Trastámara confiscó todos los bienes de los Castro.

Además de Juana y Fernando, hijos legítimos,
Pedro Fernández de Castro había tenido dos hijos bastardos
con Aldonza Lorenzo de Valladares (hija de su ayo portugués):
Inés de Castro, que casó con Pedro I de Portugal
y está sepultada junto a su esposo en el monasterio de Alcobaça,
y Álvar Pérez de Castro,
conde de Arraiolos y primer condestable de Portugal.

Don Álvar contrajo matrimonio con María Ponce de León
(hija de Pedro Ponce de León, tataranieto de Alfonso IX de León,
y su esposa Beatriz de Jérica, bisnieta de Jaime I de Aragón).


***


Una de los hijos de don Álvar, Isabel de Castro,
casó con Pedro Enríquez de Castilla,
hijo del infante Fadrique, hermano de Enrique II.

Fadrique fue asesinado por orden de su hermanastro,
Pedro I de Castilla.

Pedro Enríquez luchó en el bando trastamarista
y fue uno de los caballeros del círculo íntimo de Enrique II.
Fue conde de Trastámara y de Lemos, condestable de Castilla
y pertiguero mayor de Santiago.

Pero la muerte de Enrique II le privó de su principal protector.
El hijo y sucesor de Enrique, Juan I de Castilla,
primo carnal de don Pedro,
ordenó la confiscación de todos los bienes de éste.
Pedro se refugió en Portugal.

Allí participó en una conjura contra el monarca Juan I de Portugal,
en la que intervinieron sus parientes de la familia Castro
afincados en el país luso.

Esa actuación le obligó a abandonar el reino y volver a Castilla,
acompañado entre otros por Pedro de Castro,
hijo del conde de Arraiolos.
Juan de Castilla autorizó el retorno a Castilla de Pedro Enríquez
y le devolvió sus propiedades.

A la muerte de Juan I de Castilla, le sucedió su hijo Enrique III.
Durante la minoría de edad de éste, se formaron varios bandos
que se disputaron el control de la regencia.
En uno de los bandos militó Pedro Enríquez.
Don Pedro formó parte del Consejo de Regencia
y durante este período aumentaron su poder y riquezas.

Cuando Enrique III alcanzó la mayoría de edad
y el Consejo de Regencia se convirtió en el Consejo Real,
el rey confiscó los bienes de Pedro Enríquez.
No obstante, poco tiempo después Enrique III le perdonó
y le devolvió sus posesiones,
a las que sumó Ponferrada y Villafranca del Bierzo.


***


A la muerte de Pedro Enríquez, sus bienes y títulos pasaron a su hijo
Fadrique Enríquez de Castilla y Castro.
Don Fadrique, primo segundo de Enrique III y tío de Juan II,
casó con Aldonza de Mendoza,
que era hija de María Enríquez (hija ilegítima de Enrique II)
y del almirante de Castilla Diego Hurtado de Mendoza,
y hermanastra de Iñigo López de Mendoza, marqués de Santillana.
Don Fadrique fue, como su padre, conde de Trastámara y de Lemos,
señor de Ponferrada,
condestable de Castilla y pertiguero mayor de Santiago.

Militó en el bando de Álvaro de Luna contra los infantes de Aragón,
lo que le valió ser nombrado por Juan II primer duque de Arjona
y miembro del Consejo Real.


Sin embargo, en un momento dado cambió de partido
y comenzó apoyar a los infantes de Aragón contra el condestable.
Éste recuperó el control de la situación
y don Fadrique fue encarcelado por orden del rey
en el castillo de Peñafiel.
Allí murió en 1430, no se sabe si de muerte natural o ajusticiado.

En fecha desconocida, los restos mortales de don Fadrique
fueron trasladados desde la abadía de Benevívere
(Carrión de los Condes)
al convento de Santa Clara la Real de Toledo,
donde permanecen sepultados en la actualidad
bajo una losa de pizarra negra adornada con su escudo de armas,
en el coro de las monjas de la iglesia,
junto a otros miembros de la realeza castellana
como Inés e Isabel Enríquez,
que eran hijas ilegítimas de Enrique II
y fueron abadesas de ese convento,
y el obispo de Lugo fray Juan Enríquez,
que al igual que Fadrique era bisnieto de Alfonso XI de Castilla.


***


La viuda de Fadrique, doña Aldonza, sin hijos, muere en 1435
y deja Ponferrada a su primo Pedro Manrique.
En 1440 muere don Pedro
dejando la fortaleza a su hijo Diego Manrique.

Sin embargo, la hermana de Fadrique,
Beatriz Enríquez de Castilla y Castro,
reclamó la plaza.

Desde la defunción de su hermano,
doña Beatriz intentó restaurar la grandeza de su familia,
reuniendo de nuevo el patrimonio
que había sido confiscado por la Corona
y repartido entre numerosos nobles.
Poco después de la detención de Fadrique,
Beatriz solicitó a su sobrino Juan II el perdón para éste,
aunque al mismo tiempo pidió al monarca que le concediese a ella
todos los bienes que habían pertenecido a su hermano.
Pero el rey no atendió la petición.

Beatriz casó con su sobrino Pedro Álvarez Osorio.
El enlace se llevó a cabo
gracias a la influencia del almirante Alonso Enríquez,
pariente de ambos cónyuges.

El objetivo de ambos esposos siguió siendo
recuperar los bienes de don Fadrique.

Pedro Álvarez Osorio consiguió recobrar el condado de Lemos,
aunque para entonces ya había fallecido su esposa:
Enrique IV de Castilla otorgaba el condado a don Pedro en 1456
y con él se iniciaba la segunda etapa del título,
ya con carácter hereditario
e iniciándose de nuevo la numeración de los condes
(don Pedro vuelve a ser primer conde de Lemos),
lo cual genera cierta confusión.
Afirmó de sí mismo el primer conde de Lemos hereditario:
«Yo no soy de los que el Rey trata como Grandes,
sino que soy Grande y tan antiguo como no hay en Castilla».

A la muerte sin descendencia de don Fadrique y doña Aldonza,
Beatriz Enríquez había reclamado la propiedad de Ponferrada.
En 1440, Diego Manrique fue obligado a entregarles la fortaleza.
Sin embargo, don Diego no quedó conforme
y en su testamento de 1456 dice:
«...Y la mi villa de Ponferrada,
que don Pedro Álvarez de Osorio me tiene ocupada...»


Por este motivo, el matrimonio Osorio-Castro
hizo obras de reforzamiento de las defensas del castillo.


Figura en sus muros el escudo de los condes de Lemos,
en el que se unen
los dos lobos del blasón de los Osorio,
el castillo y el león de los Trastámara
y los seis roeles de las armas del linaje Castro.


En 1455 murió Beatriz de Castro
y heredó sus bienes su hijo Alonso Pérez Osorio,
que tomó posesión de Ponferrada.

Las relaciones de padre e hijo se deterioraron mucho,
hasta el punto de que en 1463 se otorgaba
“Carta de seguro dada por el conde de Lemos
don Pedro Álvarez Osorio,
a don Alonso Osorio, su hijo, y a doña Leonor, mujer de éste,
para que pudiesen entrar en las tierras del conde,
prometiéndose recíprocamente no tenerse odio”.
Alonso Osorio falleció en 1467, dejando un bastardo llamado Rodrigo.
Ponferrada volvió a manos de su padre.

En 1468 Pedro Álvarez Osorio casó en segundas nupcias
con María de Bazán, viuda de Juan de Zúñiga.
En 1470 nació su hija Juana Osorio.

En 1483 murió don Pedro en su castillo de Cornatel,
dejando a su nieto Rodrigo Enríquez Osorio
como heredero del condado y de la fortaleza.
Ponferrada fue disputada por Juana Osorio
y siguió siendo reclamada por los Manrique.


***


En 1484 los Reyes Católicos convocaron una comisión
pero ésta no consiguió conciliar a los bandos
y los Reyes decidieron adjudicar Ponferrada a Juana Osorio.

Rodrigo Osorio, segundo conde de Lemos, no acató la sentencia.
En 1485 puso cerco a Ponferrada y tomó la fortaleza.

La Corona reaccionó secuestrando los bienes del conde
y encomendando al Almirante de Castillla la formación de un ejército
de 600 lanzas y 6000 peones
para la toma de todas las plazas del Bierzo que apoyaban al conde.
En 1486 las tropas estaban ante Ponferrada.
El conde no se rindió.
Los Reyes Católicos compraron los derechos sobre Ponferrada
a doña María de Bazán y sus hijos.
Adquirida la titularidad, la Corona emprendió el asedio con artillería
y en el verano del 86 tomaron el castillo al asalto.

Los Reyes emprendieron obras de refuerzo de la fortaleza,
entregaron el gobierno de la misma al marido de Juana Osorio,
Luis Pimentel y Pacheco,
nombrado por ellos primer marqués de Villafranca del Bierzo
y designaron alcaide a Juan de Torres.


En 1506 Felipe I “el Hermoso” otorgó a Rodrigo Enríquez Osorio
las propiedades que le había dejado en herencia su abuelo
y que los Reyes Católicos le habían negado.
Pero ese mismo año Felipe murió
y don Rodrigo asaltó la fortaleza de Ponferrada,
con el apoyo del marqués de Astorga.

El Consejo Real ordenó al conde de Benavente y al duque de Alba
que formaran un ejército para expulsar al conde de Lemos.
Las tropas reales ocuparon Ponferrada
y el conde Rodrigo se retiró a Galicia.

En 1520 murió don Rodrigo
y la nueva condesa de Lemos escribió a Carlos I
diciendo que continuaría al servicio de la Corona “como su padre”.
El Emperador ordenó el refuerzo de la guarnición de Ponferrada.


En el reinado de Felipe II,
Fadrique Álvarez de Toledo y Osorio,
marqués de Villafranca del Bierzo, alcaide de Ponferrada,
compró la fortaleza,
que había perdido ya toda importancia estratégica.


En la actualidad los marqueses de Villafranca
siguen residiendo en el cercano castillo de Villafranca del Bierzo;
el esposo de la marquesa es el músico Cristóbal Halffter.


***


En los ruinosos muros del castillo de Ponferrada
quedan huellas de todo ese pasado:
los lobos de los Osorio, los seis roeles de los Castro,
el castillo y el león de los Enríquez,
el yugo y las flechas de los Reyes Católicos...


Se dice que es la fortaleza templaria más grande de Europa;
pero, en realidad, de los templarios apenas quedan restos,
sólo unos pocos muros.
Es discutible la importancia que en su momento
pudo tener Ponferrada en el entramado del Temple español.
En cualquier caso, lo que hoy se ve no es la construcción templaria,
sino la reconstrucción de sus sucesivos propietarios,
la fortaleza levantada por los Castro
y ampliada y engrandecida por Pedro Álvarez Osorio.


La famosa TAU no es templaria,
sino que corresponde al conde de Lemos.
Por razones turísticas, se falsea la historia
y se alimenta la leyenda.


El perímetro amurallado es el que trazaron los templarios
(una parte recta que da al Sil y una curva que da a la ciudad),
si bien la mayor parte de las murallas conservadas
pertenecen a las ampliaciones que hicieron los nobles
que ocuparon el castillo durante los siglos XIV y XV.
A uno y otro lado del patio de armas
(donde estuvieron las dependencias conventuales de los templarios)
se encuentran el castillo viejo y el palacio nuevo.
El recinto ocupa una superficie de 8.000 metros cuadrados.
La ronda alta conectaba todos los edificios
del antiguo castillo y el nuevo palacio.


En la torre del homenaje figuraba un inscripción bíblica
que se ha ido borrando.
Fue recogida en 1844 por Enrique Gil y Carrasco
en su novela El Señor de Bembibre:
“Nisi dominus custodierit civitatem, frustra vigilat qui custodit eam.
Dominus mihi custos et ego dispersam inimicus meos”
(“Si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigila el que la guarda.
Sea el Señor mi guardián y yo dispersaré a mis enemigos”).
La misma inscripción constaba en una lápida
encuadrada sobre la entrada de la torre
y que ha desaparecido.


Es la que parece recoger en 1840 el pintor Lorenzo Fuentes,
en un cuadro que se conserva en el Museo Arqueológico de León,
aunque está escrita en un defectuoso latín:
“Nisi Dominus edificavit domiu vanu laborant qui edifica ean.
Domino michi auditor e ego dispiciam inimicos meos”.
A su lado, tumbada, la dovela de un arco, con unos símbolos:
una estrella formada por el entrecruzamiento de dos cuadrados,
y en su interior una cruz Tau, un poliskel y una estrella.
En la parte inferior del cuadro, una cartela explicativa:
“Ponferrada: Fortaleza del Temple como estaba en 1840.
Lápida de la entrada de las habitaciones,
restos de la ventana gemela gótica
y curiosa clave de la puerta de las caballerizas
que desaparecieron con el derribo permitido en 1848
salvándose la lápida que se conserva”.
(En el cercano castillo de Cornatel
hubo una lápida y una dovela semejantes,
que también han desaparecido).


***


El castillo llegó prácticamente intacto hasta 1811.
Entonces se dispuso la voladura de su interior
para evitar que cayera en manos de los franceses.
El castillo se convirtió en una escombrera amurallada.

En 1848 el Ayuntamiento de Ponferrada
empezó a utilizar las piedras del castillo como cantera
para construir unas cuadras, un mercado, viviendas.
El interior del castillo fue arrendado a particulares
como terreno de cultivo.
En 1923 se volaron partes de sus muros
para la construcción de un campo deportivo.


A finales del siglo XX se derribaron las casas adosadas a sus muros.

A comienzos del siglo XXI se llevó a cabo la “restauración”
del Palacio Nuevo o Casa Grande,
sobre las ruinas del derribo de 1811.


Pero, en realidad, se ha levantado un edificio nuevo,
de arquitectura moderna.


No se ha recuperado el antiguo palacio,
sino que sobre sus ruinas se han instalado
oficinas, salón de actos, cafetería
y una especie de “parque temático del Temple”.