En la catedral de Valencia,
en la girola, hay dos sencillos sepulcros.
Pasan desapercibidos.
Están en las paredes de dos capillas.
La gente no repara en ellos.
No tienen valor artístico.
No llaman la atención.
Pero aquí está parte de la familia del rey Jaime I.
***
En 1262 comenzaron las obras de construcción de la catedral.
Los trabajos se inciaron por lo que hoy es
la capilla neoclásica de San Jaime Apóstol.
En el altar, una imagen de Santiago en Clavijo.
En el lateral derecho de la capilla,
bajo un arcosolio del siglo XIII,
hay un pequeño sepulcro decorado
con dos escudos con las armas reales de Aragón.
La urna contiene los restos
del primogénito del rey Jaime I,
don Alfonso de Aragón
(nacido de su primera mujer, Leonor de Castilla,
(nacido de su primera mujer, Leonor de Castilla,
y fallecido en 1260 en Calatayud)
y los de su esposa Constanza.
Los cadáveres fueron trasladados hasta esta Catedral
desde el Monasterio de Veruela.
Hasta hace poco la urna estaba oculta
por un revestimiento encalado.
Ahora es visible el pequeño sepulcro.
Junto al féretro se ha colocado
una reproducción de la lápida fundacional de la catedral,
cuyo original desapareció en el siglo XVIII.
***
En otra capilla, la de la Virgen del Rosario,
en la pared de la izquierda,
está el sepulcro de un tío del rey don Jaime,
Berenguer de Entença.
Está adornado con pequeños escudos
con las armas reales de Aragón.
***
Corría el año 1239.
Valencia acababa de ser tomada.
Jaime I había marchado a Montpellier.
Dejó como capitán de guerra
a Berenguer de Entença.
Al mando del señor de Entença
quedaba un ejército de 300 caballeros
de los que habían participado en la conquista de Valencia,
junto con otros caudillos
como Nastruch de Belmonte, maestre del Temple,
y Hugo de Falcarquet, maestre del Hospital.
Casi todos eran procedentes
de tierras de Daroca, Calatayud y Teruel,
hombres expertos en guerras fronterizas.
En febrero, Berenguer y sus huestes
hicieron una cabalgada hasta el término de Luchente,
a once leguas de Valencia,
y sitiaron el castillo de Chío,
que se hallaba a tres leguas de Játiva,
ciudad que aún estaba en poder musulmán.
Los cristianos ganaron la plaza.
En 1244 caerá Játiva.
En Luchente, frente al castillo de Chío,
el señor de Entença había asistido
al milagro de las Hostias sangrantes:
Los cristianos habían tenido que interrumpir la Eucaristía
para responder a un inesperado ataque musulmán.
El sacerdote ocultó las Hostias consagradas,
envueltas en los corporales.
Las tropas de Berenguer repelieron el ataque
pero se retiraron sin haber obtenido una victoria clara.
Cuando regresaron, las Hostias estaban sangrando
y la sangre había empapado los lienzos.
Los soldados tomaron los corporales,
los enarbolaron a modo de pendón
y, tras esa bandera, salieron de nuevo al campo de batalla,
lucharon y vencieron.
Hoy los corporales se conservan en Daroca.
***
En la catedral de Valencia, olvidados,
yacen los restos de algunos miembros
de la familia del Conquistador.
Y, con ellos, los recuerdos
de aquella época en la que ocurrían milagros.
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