El Santo Cáliz sobrevivió a siglos de peligro,
de persecuciones,
de ocultación y secreto:
Primero, en Roma,
las persecuciones de cristianos
ordenadas por los emperadores.
Después, ya en España,
la invasión bárbara
y, más tarde, la ocupación árabe.
En Huesca
el Cáliz permaneció oculto
hasta el siglo VI,
cuando el primer obispo oscense, Vincencio,
se hizo cargo de él.
La iglesia de San Pedro
se erigió para guardar la Copa,
y allí estuvo ésta hasta el año 714.
Siglos después, los reyes de Aragón
emprendían la reconquista de la ciudad.
Sancho Ramírez, el segundo rey aragonés,
construyó el castillo-abadía de Montearagón,
a pocos kilómetros de Huesca,
para preparar el asedio.
Tras ser tomada Huesca en 1096 por el rey Pedro,
los cristianos encontraron
los restos del templo visigodo dedicado a San Pedro.
Alfonso I lo donó a los benedictinos,
los cuales construyeron sobre él
un monasterio románico.
Sobre el palacio musulmán
el monarca erigió la residencia real.
En 1134 murió Alfonso el Batallador
a consecuencia de las heridas
recibidas durante el combate
contra el general almorávide Yahyá ibn Ganiya
en la batalla de Fraga.
A Alfonso se le dio sepultura en Montearagón.
Sus súbditos no creyeron la noticia de su muerte
y durante largo tiempo esperaron su retorno.
En su testamento el Batallador
había dejado sus reinos, Navarra y Aragón,
a las Órdenes Militares.
Pero los nobles aragoneses
nombraron sucesor a su hermano Ramiro, el Monje.
Un eclesiástico no podía ser rey,
así que los nobles navarros no lo aceptaron
y eligieron como rey de Navarra
a García V Ramírez.
García Ramírez era
hijo de Cristina Rodríguez, hija del Cid,
y de su esposo Ramiro Sánchez,
que a su vez era hijo
de un hermano bastardo del rey de Navarra
Sancho IV Garcés.
Este hermanastro del rey,
llamado también Sancho Garcés,
era hijo ilegítimo de García Sánchez III de Pamplona
y madre desconocida.
García casó después con Estefanía de Foix,
que tenía una hija, Constanza,
de un matrimonio anterior.
Sancho Garcés, el bastardo,
casó con Constanza, su hermanastra,
y de ese matrimonio nació Ramiro Sánchez,
el padre de García Ramírez.
El rey Sancho IV Garcés
había muerto, estando de cacería,
precipitado al vacío desde un barranco
por su hermano Ramón
en cumplimiento de una conjura urdida por Ramón
y los demás hermanos de ambos.
Este asesinato había dado lugar
a la unión de Navarra y Aragón,
pues los navarros no consintieron
que ninguno de los conjurados ocupara el trono
y lo entregaron al rey de Aragón.
Ahora, a la muerte del Batallador,
Aragón y Navarra se separaban de nuevo.
En 1134, tras el fallecimiento de su hermano Alfonso,
Ramiro, el Monje, acudió a Huesca
para ocupar el trono aragonés.
Ramiro II el Monje tuvo que enfrentarse
a García V Ramírez de Navarra,
a Alfonso VII de Castilla
y también a la Santa Sede,
que le recordaba que,
según el testamento de Alfonso I,
los reinos pertenecían a las Órdenes Militares
y, por consiguiente, se negaba a reconocerlo como rey.
Los demás reyes cristianos se agrupaban
y dejaban solo a Ramiro:
Alfonso VII se hizo coronar en León
como Emperador de las Españas,
en una ceremonia a la que asistieron
García V Ramírez de Navarra,
el conde Ramón Berenguer IV de Barcelona,
el conde de Tolosa Alfonso I Jordán
y otros nobles de Aquitania,
cuya dependencia real de Alfonso VII era mínima.
Ramiro también tuvo que hacer frente
a sus propios nobles,
que esperaban aprovecharse
de la supuesta debilidad del nuevo rey.
«Muytos de los lugares del regno
dio a nobles et cavalleros;
et por esto no lo precioron res»,
dice la Crónica de San Juan de la Peña.
El reino se sumía en el desorden.
Menospreciado por los ricos-hombres,
desobedientes y levantiscos
pese a las abundantes mercedes que les concedió,
Ramiro planeó su castigo.
En 1135, el rey,
por consejo del que había sido su maestro
en el monasterio en el que profesó,
convocó Cortes
e hizo acudir a todos los nobles del reino
para que vieran una campana que pensaba hacer,
que se oiría en todo el reino.
Los nobles y caballeros, que lo despreciaban,
dijeron:
«Vayamos a ver esa locura que nuestro rey quiere hacer».
El monarca hizo pasar de uno en uno a los rebeldes
a una sala del palacio real
y fue decapitándolos según iban entrando.
Cinco de ellos eran del linaje de Luna.
Después,
colocó las 12 cabezas en círculo en el suelo
y la del obispo de Huesca, el más desleal,
la situó en el centro,
colgada de una cuerda, a modo de badajo.
Luego dejó entrar a los demás
y les mostró su terrible campana,
para que escarmentaran.
En los Anales Toledanos Primeros,
unos cincuenta años posteriores a los hechos,
aparece esta noticia:
«Mataron las potestades en Huesca».
La leyenda de la “Campana de Huesca”
fue recogida por anales y crónicas,
cantares de gesta y romances,
dramas de Lope de Vega y de García Gutiérrez,
novelas de Cánovas del Castillo y de Francisco Ayala
y óleos como el de Antonio María Esquivel
o el de José Casado del Alisal.
En 1136 Ramiro contrajo matrimonio
para tener descendencia
y asegurar la sucesión.
Casó con Inés de Poitiers,
hermana de Guillermo X, duque de Aquitania.
Ese mismo año tuvieron una hija, Petronila.
Ramiro concertó los esponsales de la niña
con el conde de Barcelona Ramón Berenguer IV,
que tenía veintiséis años.
El matrimonio se celebrará trece años más tarde
en la iglesia del palacio real.
En 1137 murió Inés de Poitiers
y en noviembre Ramiro II abdicó en su hija,
que llevó el título de reina
aunque Ramón Berenguer IV se convirtió
en el gobernador efectivo de Aragón.
Ramiro se retiró
al monasterio de San Pedro el Viejo de Huesca,
aunque conservó el título de rey
y el conde catalán usó el de príncipe de Aragón.
Ramiro II, rey entre 1134 y 1137,
murió en Huesca en 1157.
Fue enterrado en San Pedro el Viejo,
en un antiguo sarcófago romano.
Siglos después, durante la Desamortización
el castillo de Montearagón se abandonó
y los restos de Alfonso I el Batallador
fueron llevados a la iglesia de San Pedro el Viejo.
Así, los reyes que dieron lugar
a la leyenda de Amfortas y Parsifal,
del Rey Herido y el Buscador del Grial,
yacen en el primer templo
que albergó el Santo Recipiente.
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