El Palacio de Monterrey fue mandado construir por Alonso de Acevedo Fonseca y Zúñiga, III
Conde de Monterrey (1495-1559).
Era hijo de Diego
de Acevedo y Fonseca y de Francisca
de Zúñiga y Ulloa, II Condesa de Monterrey.
Don Alonso heredó el condado en 1526.
El vizcondado
de Monterrey fue título creado por Juan
II de Castilla en favor del señor de
Zúñiga y Biedma.
Monterrey es un municipio gallego cuyos señores
dispusieron de castillo.
En 1513,
su hija, Teresa de Zúñiga, II vizcondesa
de Monterrey, y el esposo de ésta, Sancho
Sánchez de Ulloa, recibieron de Fernando
el Católico el título de condes de
Monterrey.
En los años anteriores, don Sancho, asesorado por
el Arzobispo Fonseca (hermano de don Diego de Acevedo), había apoyado a los
Reyes Católicos en la Guerra de Sucesión.
También participó en la Guerra de Granada.
***
Alonso de Acevedo Fonseca entró al servicio de
Carlos V.
En 1530 acompañó al Emperador a su coronación por
el papa Clemente VII en Bolonia.
En 1532 acudió con el Emperador al socorro de
Viena, sitiada por el sultán turco Solimán II “el Magnífico”.
Fue humanista, mecenas y amigo de Francisco de
Borja.
Fue patrón del Colegio Fonseca de Santiago de
Compostela, fundado por su tío Alonso de Fonseca y Ulloa (1475-1534), Arzobispo
de Santiago (Colegio que fue la matriz de la actual Universidad de Santiago de
Compostela).
Don Alonso casó con María Pimentel y Mendoza, hija
de Alonso Pimentel y Pacheco, conde-duque de Benavente, y de su esposa Inés de
Mendoza y Zúñiga, hija de Pedro González de Mendoza y Luna y de su esposa
Isabel de Zúñiga.
El conde Alonso falleció en 1559 en el castillo de
Monterrey, y fue enterrado en la iglesia de la Compañía de Jesús, que él mismo
había fundado en Verín (Orense).
***
Don Alonso residió preferentemente en Valladolid,
pero quiso construir una residencia familiar en Salamanca.
El 18 de enero de 1539 se empezó la edificación del
palacio de don Alonso en Salamanca, siguiendo los planos de Rodrigo Gil de
Hontañón.
El proyecto preveía un edificio de planta
cuadrangular con un patio central y torres en cada esquina y en el centro de
cada ala.
Pero sólo se construyó uno de los laterales.
En 1640, su segundo nieto, Manuel Alonso de Zúñiga
Acevedo y Fonseca, trató de completar el trazado original, pero no lo logró.
Con todo, es una de las obras más representativas
del Renacimiento español, con una vistosa fachada plateresca.
En las esquinas, leones y animales fantásticos
sostienen escudos con las armas de los Zúñiga, Ulloa, Acevedo y Fonseca.
***
Le sucedió en el mayorazgo su primogénito Jerónimo de Acevedo y Zúñiga, IV conde de
Monterrey (1525-1563).
Sucedió a Jerónimo su hijo Gaspar de Zúñiga y Acevedo Fonseca, V conde de Monterrey
(1560-1606).
En 1578, don Gaspar, a la edad de dieciocho años,
decidió prestar ayuda al rey Felipe II, con sus tropas gallegas pagadas a su
costo, en acciones militares en la frontera de Portugal, reduciendo a la
obediencia del rey dieciocho villas.
Gaspar con sus tropas gallegas, junto con las de su
primo Francisco de Zúñiga, IV duque de Béjar y Plasencia, y los ejércitos
reales al mando de Fernando Álvarez de Toledo, III duque de Alba de Tormes,
participaron en la revista a la entrada a Portugal que hizo Felipe II, en
Cantillana, cerca de Badajoz, en 1580.
Gaspar defendió con sus tropas gallegas el puerto
de La Coruña, cuando éste fue atacado por el corsario inglés Francis Drake en
1589.
En 1595 se trasladará a América, donde organizó
expediciones y gobernó los territorios: Fue Virrey, gobernador y capitán
general del reino de la Nueva España (Méjico), presidente de la Real Audiencia
de Méjico (por él se llama así la ciudad mejicana de Monterrey) y desde 1603
Virrey, gobernador y capitán general del reino del Perú y presidente de la Real
Audiencia de Lima.
En esta ciudad falleció.
***
Sucedió a Gaspar su hijo Manuel de Fonseca y Zúñiga, VI conde de Monterrey (1586-1653).
Don Manuel fue uno de los miembros más importantes
de la familia, conde de 1606 a 1653.
Controló importantes extensiones de tierras en
Galicia, Zamora y Salamanca.
Felipe III lo nombró caballero de Santiago en 1606
y Felipe IV lo hizo Grande de España en 1628.
A ello se unía la influencia de su tío Baltasar de
Zúñiga, diplomático y ministro de Felipe IV.
Y también sus vínculos con Gaspar de Guzmán y
Pimentel, Conde-Duque de Olivares: Su hermana Inés de Zúñiga estaba casada con
Olivares y él mismo estaba casado con Leonor María de Guzmán y Pimentel,
hermana de Olivares y prima-hermana de don Manuel. Era, pues, cuñado por
partida doble del valido de Felipe IV.
Don Manuel fue presidente de los Consejos de
Estado, de Guerra y de Italia, embajador en Roma y virrey de Nápoles.
En la entrada a la basílica de San Lorenzo el Mayor
de Nápoles se encuentra su escudo de armas, en recuerdo de las obras que
durante su estadía en esa ciudad se hicieron.
Fue patrono del Colegio de Santiago Alfeo (o
Colegio de Fonseca) de Santiago de Compostela, al ser descendiente de Diego
Acevedo y Fonseca, hermano del Arzobispo Fonseca.
Además fue mecenas de Diego Velázquez y de Lope de
Vega; éste le dedicó la obra La Mañana de
San Juan.
***
Durante su estancia en Italia, el conde concibió la
idea de fundar en Salamanca un convento cuya iglesia le sirviera como panteón.
En un primer momento, poco después de su llegada a
Nápoles en 1631, don Manuel pensó en remodelar la iglesia conventual
salmantina de las Úrsulas, para convertirla en panteón familiar y especialmente
de su tío don Baltasar de Zúñiga. En 1633 ya había dado pasos para esta
obra, enviándosele desde Salamanca las medidas de los nuevos altares que
debían erigirse en Santa Úrsula para cuatro nichos sepulcrales.
Sin embargo, por razones que no se conocen, quizás
por el deseo de prepararse una sepultura acorde con su nueva situación social
como virrey, don Manuel en 1634 decidió cambiar de proyecto fundacional.
El 16 de febrero de 1636, en carta al Marqués de
Castel Rodrigo, el Conde le comunicaba su intención de fundar en Salamanca un
convento de agustinas descalzas donde enterrar a su tío, y le anunciaba que
había encargado un retablo.
El convento de las agustinas recoletas de Salamanca,
dedicado a la Purísima Concepción y conocido como las Agustinas de Monterrey,
fue levantado justo frente al palacio, conformando una pequeña plaza.
El 17 de marzo de 1636 se colocó la primera piedra
del nuevo templo conventual.
El inicio de la construcción del cenobio se retrasó
hasta 1641, debido a que hubo dificultades para adquirir los solares
necesarios.
Las obras duraron más de cien años. Pronto se
olvidó que incialmente se habían concebido para sepultura de Baltasar de
Zúñiga.
El plan era complejo:
Por una parte, una iglesia de religiosas recoletas
debía presentar una imagen austera.
Pero, por otra parte, el programa del enterramiento
condal imponía el desarrollo del presbiterio, con los sepulcros de los
fundadores a los lados del retablo mayor, siguiendo el modelo de la cabecera de
la iglesia del monasterio de El Escorial.
Y además, la custodia de la colección de reliquias
de los condes de Monterrey (que serán sustraídas por los franceses durante la
Guerra de la Independencia) introdujo la necesidad de abrir en el cuerpo de la
iglesia dos capillas laterales.
En 1643 el Conde-Duque de Olivares cayó en desgracia,
y con él su cuñado el Conde de Monterrey, que en 1645 fue enviado a Aragón.
Ello supuso la ralentización de las obras, acentuada
por la muerte de don Manuel en 1653, y de doña Leonor en 1654.
El 20 de diciembre de 1657 se derrumbó la cúpula
y este hecho acarreó una nueva detención de la fábrica, que no se
reemprendería hasta 1670.
Se colocó la veleta y se limpió la iglesia en 1747.
***
Don Manuel murió sin descendencia (se cree que tuvo
una hija natural, que fue priora del Convento de las Agustinas) y el condado
pasó a su prima Isabel de Zúñiga y
Fonseca (hija de Baltasar de Zúñiga),
VII condesa de Monterrey, que casó con Juan Domingo de Haro, gobernador de
Flandes.
En 1710
heredó el título su hija Catalina de
Haro, VIII condesa de Monterrey.
Ésta casó con Francisco Álvarez de Toledo y Silva,
X Duque de Alba (1662-1739), lo que supuso la integración del Condado de
Monterrey en la Casa de Alba.
En 1776
heredaba la corona condal María Teresa
Cayetana de Silva Álvarez de Toledo, XI condesa de Monterrey y XIII duquesa de
Alba.
Desde entonces, han sucedido a ésta:
Carlos Fitz-James Stuart y Silva, XII conde de
Monterrey;
Jacobo Fitz-James Stuart y Ventimiglia, XIII conde
de Monterrey;
Carlos María Fitz-James Stuart y Palafox, XIV conde
de Monterrey;
Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó, XV conde de
Monterrey;
Cayetana Fitz-James Stuart y Silva, XVI condesa de
Monterrey.
***
Durante años los Alba apenas visitaron el palacio
salmantino.
A finales del XIX y principios del XX se instaló
una escuela en parte del edificio.
Sin embargo, la XVIII Duquesa de Alba, Cayetana,
emprendió la restauración del edificio y lo convirtió en su residencia en
Salamanca.
En la primera planta distribuyó los salones de
recibo y los dormitorios.
En el segundo piso instaló la planta noble.
Por esta labor de conservación del patrimonio la
Duquesa recibió en 1986 el premio Europa Nostra y en 1987 la Medalla de Oro de
la Ciudad de Salamanca.
***
Unamuno pasaba a diario por delante del Palacio de
Monterrey, en su ir y venir por la calle Compañía, de camino al trabajo en el
Rectorado de la Universidad y de regreso a casa.
Don Miguel reflexiona ante las piedras del palacio:
Torre de
Monterrey, cuadrada torre,
que miras
desfilar hombres y días,
tú me
hablas del pasado y del futuro
Renacimiento.
De día el
sol te dora y a sus rayos
se
aduermen tus recuerdos vagarosos,
te
enjabelga la luna por las noches
y se
despiertan.
Velas tú
por el día, enajenada,
confundida
en la luz que en sí te sume,
y en las
oscuras noches te sumerges
en la
inconciencia.
Mas la
luna en unción dulce al tocarte,
despiertas
de la muerte y de la vida,
y en lo
eterno te sueñas y revives
en tu
hermosura.
¡Cuántas
noches, mi torre, no te he visto,
a la
unción de la luna melancólica,
despertar
en mi pecho los recuerdos
de tras la
vida!
De la luna
la unción por arte mágica
derrite la
materia de las cosas
y su alma
queda así flotante y libre,
libre en
el sueño.
Renacer me
he sentido a tu presencia,
torre de
Monterrey, cuando la luna
de tus
piedras los sueños libertaba
y ellas
cedían,
Y un mundo
inmaterial, todo de sueño,
de
libertad, de amor, sin ley de piedra,
mundo de
luz de luna confidente,
soñar me
hiciste.
Torre de
Monterrey, dime, mi torre,
¿tras de
la muerte el sol brutal se oculta
o es la
luna, la luna compasiva,
del sueño
madre?
¿Es ley de
piedra o libertad de ensueño
lo que al
volver las almas a encontrarse
las unirá
para formar la eterna
torre de
gloria?
Torre de
Monterrey, soñada torre
que mis
ensueños madurar has visto,
tú me
hablas del pasado y del futuro
Renacimiento.
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