Segovia
está situada en la confluencia de dos ríos,
el
Eresma y el Clamores,
y
ocupa un espacio triangular, en cuyo vértice se sitúa el Alcázar.
El
eje de la ciudad es la calle Daoiz,
que
sube desde la Catedral hacia el promontorio del Alcázar.
El
Alcázar se alza sobre un espolón rocoso,
aislado,
entre los dos fosos naturales creados por los dos ríos
y
separado de la ciudad por un tajo en la roca
que
se fue profundizado para hacer de la fortaleza
un
enclave inexpugnable.
El
único acceso posible es a través de un único puente.
Su
protección se complementó con murallas que,
partiendo
del Alcázar, rodeaban la ciudad.
La
planta de la fortaleza es irregular,
adaptada
al cerro sobre el que se levanta.
A
sus pies se extienden los valles de ambos ríos.
Se
trata de un lugar hermoso y seguro.
Era
un lugar perfecto para la defensa.
Y
también para la manifestación de poder.
***
Se
han hallado en el lugar sillares de época romana
similares
a los utilizados en la construcción del acueducto.
Sin
embargo, es improbable que hubiera una fortaleza romana,
puesto
que los romanos no solían escoger tal tipo de asentamientos,
en
lugares de difícil acceso.
Puede
que existiera en el emplazamiento
algún
recinto fortificado árabe,
pero
no quedan restos del mismo.
El
Alcázar es una construcción cristiana
de
origen netamente militar.
***
Alfonso VI (1047-1109) reconquistó Segovia en 1085.
El
testimonio más antiguo de la existencia de una fortificación
es
un documento fechado en 1122,
que
menciona la fortaleza como un castro sobre el Eresma.
En
una carta de 1155 ya se le da el nombre de Alcázar.
Ambos
textos son de la época de Alfonso VII.
Tras
la muerte de Alfonso VI heredó la corona su hija,
Doña Urraca (1079- 1126),
quien
estaba casada con el rey de Aragón Alfonso I el Batallador.
Sucedió
a Urraca su hijo Alfonso VII
(1105-1157),
quien
gobernó Castilla y León
con
el título de Imperator totius Hispaniae
(título
de Emperador que ya se había atribuido a sí mismo Alfonso VI,
asociado
a la reivindicación de la totalidad hispánica).
A
la muerte de Alfonso VII
se
produjo la separación de los reinos de León y Castilla.
El
trono castellano fue heredado
por
su hijo Sancho III (1134-1158).
Durante
los mandatos de estos monarcas,
en
el Alcázar no se realizaron obras, pero fue lugar de residencia real.
La
corte no tenía morada fija,
pero
los reyes pasaron temporadas en Segovia,
tanto
por la preferencia que sentían por el enclave
como
por la seguridad que les proporcionaba la fortaleza.
Sucedió
a Sancho su hijo Alfonso VIII
(1155-1214).
Éste
realizó las primeras reformas en el edificio.
De
hecho, la parte más antigua que se conserva
pertenece
a esta reinado;
de
tiempos anteriores no se han encontrado
vestigios
arquitectónicos notables.
Las
primeras noticias ciertas del Alcázar corresponden
al
tiempo en que Alfonso VIII y su esposa Leonor de Plantagenet
se
instalaron en el Alcázar.
Alfonso
VIII lo convirtió en su residencia favorita
y
efectuó en él grandes transformaciones.
De
esa época es la Torre del Homenaje
y
la gran estancia llamada “Sala del Palacio Viejo”
o
“Sala de los Ajimeces”.
Debe
este nombre a las cuatro ventanas dobles o ajimeces
que,
hasta las reformas efectuadas por los Trastámara,
daban
al exterior, al Eresma.
Alfonso
introdujo la sobriedad arquitectónica del estilo cisterciense,
pero
la combinó con la decoración hispano-musulmana, mudéjar.
Sucedieron
a don Alfonso su hijo Enrique I
(1204-1217)
y
la hermana de éste, doña Berenguela
(1180-1246),
que
sólo reinó durante el mes de junio de 1217
y
abdicó en su hijo Fernando III
(1199-1252).
A
la muerte de éste heredó el trono
su hijo Alfonso
X (1221-1284).
Alfonso
el Sabio sintió predilección por Segovia
y,
como Alfonso VIII, estableció en ella su residencia.
En
los últimos años de su vida,
celebró
Cortes en esta ciudad que le había permanecido fiel
durante
los enfrentamientos entre el rey y la nobleza.
El
Rey Sabio introdujo nuevas reformas en el Alcázar,
ampliando
y enriqueciendo su interior.
Obra
suya es la sala más importante del castillo:
La
“Sala de los Reyes”.
Deseó
el rey en este salón rendir homenaje
a
todos los monarcas del pasado castellano,
y
mandó esculpir y colocar en ella
34
estatuas de los reyes de Asturias, León y Castilla,
desde
don Pelayo hasta su padre,
representación
genealógica de la totalidad de la estirpe de Alfonso.
Las
efigies figuran sentadas en tronos,
con
el cetro y el globo en las manos,
símbolos
de poder y de majestad.
Estas
galerías de reyes se repetirán en otros alcázares,
con
empleo reiterado de símbolos y emblemas,
como
formulación icónica de la legitimidad del linaje.
Las
grandes familias nobiliarias también elaborarán sus series
en
sus propias salas de linaje.
Sucedieron
a Alfonso X:
Su
hijo Sancho IV (1258-1295),
el
hijo de éste Fernando IV (1285-1312)
y
el hijo de Fernando, Alfonso XI
(1311-1350).
Tras
éste, heredó el trono su hijo Pedro I
(1334-1366).
Bajo
el reinado de éste tuvo lugar la guerra civil por la corona
que
enfrentó al monarca con su hermanastro Enrique de Trastámara.
Segovia,
y especialmente el Alcázar,
fue
uno de los escenarios de la lucha.
La
victoria de Enrique supuso la entronización de los Trastámara,
todos
cuyos representantes se sentirán muy vinculados a Segovia,
ciudad
que les será fiel.
Los
Trastámara vivieron largas temporadas en el Alcázar
y
reforzaron sus defensas, en una época de constantes conflictos.
Pero
al mismo tiempo lo fueron transformando
en
auténtica residencia palaciega,
un
suntuoso conjunto de salones al estilo de los alcázares andaluces.
Los
reyes de la dinastía trastámara
fueron
los que más atención prestaron al Alcázar.
Éste
es, fundamentalmente, obra suya.
Tanto
por su seguridad militar
como
por la proximidad a los cazaderos de los bosques,
se
convirtió en una de las residencias favoritas
de
los reyes de Castilla.
El
primer rey trastámara, Enrique II
(1333-1379),
hizo
del Alcázar su corte casi permanente.
En
el balcón central de la Sala de los Reyes hay una cruz
que
rememora la caída por él del infante Pedro de Castilla,
hijo
de Enrique II.
Según
la leyenda, el niño resbaló de los brazos de su aya
y
ésta, horrorizada, se lanzó al vacío tras él.
La
realidad es que el infante cayó cuando ya tenía 12 años,
mientras
jugaba con otros niños.
El
sucesor de Enrique II, Juan I
(1358-1390),
mantuvo
la corte en Segovia durante largos periodos.
Segovia,
lugar intermedio entre ambas mesetas,
se
fue convirtiendo en un importante centro político y económico,
con
un papel decisivo en la historia de Castilla.
El
Alcázar era fortaleza clave para el dominio del reino.
En
los siglos XIV y XV los castillos de la península
incrementan
sus defensas
para
acomodarlas a las nuevas estrategias bélicas,
pero
al mismo tiempo adquieren carácter palaciego,
mejoran
en comodidad y lujo,
se
convierten en residencia cortesana
y
en representación de poder.
Sus
volúmenes y sus ornamentos
se
constituyen en elemento de ostentación
y
marco de los grandes acontecimientos.
La
“nobleza nueva” de la época de los Trastámara
construye
para sí imponentes palacios
que
compiten con los de la realeza.
Enrique III (1379-1406) contrajo matrimonio
con
Catalina de Lancaster (hermana de Enrique IV de Inglaterra).
Su
hija mayor, María de Castilla
(que
casará con Alfonso V de Aragón),
nació
en el Alcázar.
Los
Trastámara crecían y se educaban en Segovia
y
ello creó vínculos de afecto con la ciudad
y
también el deseo de engrandecer la localidad.
A
la muerte de Enrique III, la reina Catalina de Lancaster,
como
regente de su hijo Juan II,
introdujo
en el castillo la ornamentación gótico-mudéjar.
Juan II (1405-1454) eligió Segovia como lugar para ser
coronado.
Durante
su reinado tuvieron lugar en el Alcázar
las
grandes fiestas cortesanas
evocadas
por Jorge Manrique en sus Coplas.
Fue
Juan II quien ordenó construir el gran torreón de su nombre
sobre
otro anterior,
aunque
serán Enrique IV e Isabel la Católica
quienes
coronarán la torre
y
le darán su altura y configuración actual,
con
aportaciones de Juan Guas.
Es
una impresionante construcción palaciego-militar.
La
subida se realiza por una escalera de caracol de 156 escalones.
Algunas
de las salas de esta torre eran utilizadas como mazmorras
y
en ellas estuvo preso don Álvaro de Luna, el gran valido de Juan II.
La
Sala de los Reyes se decoró con un gran lienzo
pintado
con escenas de la batalla de Higueruela (1431),
que
se ha perdido, pero que sirvió de modelo para pintar el fresco
que
se conserva en la Sala de las Batallas de El Escorial.
En
el Alcázar creció y se formó el hijo de don Juan, Enrique,
por
decisión de su padre.
Fue
Enrique IV (1425-1474)
el
rey que estuvo más vinculado a Segovia
y
el que más tiempo pasó en ella, su ciudad favorita.
Desde
los 14 años fue Señor de Segovia.
Cuando
accedió al trono, en 1454,
la
ciudad lo celebró con festejos y torneos.
Enrique
convirtió el Alcázar en un hermoso castillo-palacio.
Se
hizo construir un nuevo palacio en el centro de la villa,
en
el barrio de San Martín.
Engrandeció
un pequeño pabellón de caza existente a la afueras,
que
hoy es el Monasterio de San Antonio el Real.
Ordenó
la edificación del Monasterio del Parral.
Entregó
tanto al Monasterio de San Francisco como a la Catedral
importantes
ornamentos.
Dio
inicio a la futura Granja de San Ildefonso
(ya
que, estando de cacería por esos parajes,
se
salvó milagrosamente de la acometida de una fiera,
y
por ello hizo construir en el lugar una ermita).
Enrique
terminó y amplió las reformas acometidas por su padre,
enriqueció
los salones con lujosos artesonados de estilo mudéjar
e
hizo continuar la serie de representaciones regias
que
había iniciado Alfonso X,
con
las efigies de los reyes desde el Sabio hasta el propio Enrique IV,
con
emblemas cristianos
y
cabezas de moros a los pies de los soberanos,
y
mandó añadir esculturas del Cid
y
de Fernán González (primer conde independiente de Castilla).
Gran
aficionado al arte,
convirtió
el Alcázar en un suntuoso palacio,
que
impresionaría a los visitantes.
El
Baron León de Rosmithal, de Bohemia,
viajó
por España en 1467, y describió el Alcázar como
«un
elegantísimo palacio adornado de oro y plata
y
con el suelo de alabastro».
El
rey guardó el tesoro real en el Alcázar,
por
ser lugar seguro para su custodia
y
por estar en la ciudad en la que residía con mayor frecuencia.
Designó
como alcaides de la fortaleza
a
personas relevantes y de su absoluta confianza.
En
los años de enfrentamiento abierto con la nobleza
Enrique
añadió nuevas medidas de defensa del castillo,
profundizando
su foso.
En
el Alcázar se encontraba Isabel
cuando
recibió la noticia de la muerte de Enrique IV.
Y
de allí salió para ser proclamada reina
en
la iglesia de San Miguel, en la Plaza Mayor,
el
13 de diciembre de 1474.
Uno
de las paredes de la “Sala de la Galera”
(llamada
así por su antiguo artesonado,
con
forma de casco de barco invertido)
está
decorado con un mural que representa
la
proclamación de Isabel la Católica como reina de Castilla y León
en
la Plaza Mayor de Segovia.
Esta
sala, al ser una ampliación, en uno de sus muros conserva
el
esgrafiado que decora el exterior de todo el palacio,
ya
que con anterioridad este muro daba al acantilado.
La
pintura es obra del artista segoviano Carlos Muñoz de Pablos,
en
los años 80 del siglo XX.
(Los
rostros de los personajes retratados
corresponden
a segovianos que en el momento de la pintura
destacaban
en el mundo de las artes y las letras).
El
mismo artista es autor de las vidrieras,
que
representan a reyes de la dinastía trastámara castellana
y
están basadas en miniaturas
realizadas
por Hernando de Ávila en el siglo XVI,
cuyos
originales se conservan en el Monasterio de El Escorial.
Los
Reyes Católicos pasarán muchas
temporadas en el Alcázar
y
los primeros reyes de la Casa de Austria
lo
visitarán frecuentemente.
***
Felipe II también hará importantes aportaciones al edificio,
con arreglo a los nuevos criterios arquitectónicos:
En
el interior, en la Sala de los Reyes,
muy
apreciada por todos los monarcas,
don
Felipe prolongó la serie iniciada por Alfonso X,
que
pasó a estar integrada por un total de 52 tallas.
Es
el número que puede verse en la actualidad,
en
el friso que corre por debajo del artesonado.
Todas
las figuras se hallan bajo doseletes dorados
rematados
por blasones reales;
se
incluye sus nombres, los atributos por los que son conocidos
y
en la parte inferior una pequeña biografía de los mismos.
En
dos nichos abiertos en el muro, sobre las puertas,
se
encuentran las figuras del Cid y Fernán González.
El
friso es obra de principios del siglo XX,
pero
es copia fiel del original.
En
el exterior, con las modificaciones realizadas por Felipe II,
el
Alcázar adquirió la imagen actual,
con
los agudos chapiteles cónicos y tejados de pizarra
y
el nuevo patio de armas de estilo herreriano.
Así,
en esta obra conviven diferentes estilos
integrados
a lo largo de siglos:
románico,
cisterciense, mudéjar, gótico, renacentista,...
Es
una construcción cristiana
y
los sucesivos reyes no destruyeron lo anterior,
sino
que, fascinados por el edificio,
efectuaron
nuevas aportaciones y añadidos,
en
las que la impronta andalusí hace diferente este palacio
(como
otros que se construyen en España por las mismas épocas)
de
los del resto de Europa.
La
entrada al Alcázar se realiza hoy
a
través de un puente de piedra realizado en tiempos de Felipe II.
Con
anterioridad este puente no era de piedra,
sino
de madera y levadizo, lo que facilitaba la defensa.
El
puente salva un foso de 26 metros de profundidad
que
separa el castillo de la ciudad.
Sobre
el dintel de la puerta
figuran
las armas de Felipe V de Borbón.
Nada
más traspasar el portón, se alza la torre de Juan II,
la
más alta del castillo.
En
el otro extremo se halla la Torre del Homenaje,
cuadrada
y con cinco torreones
y
donde se halla la Sala de Armas.
Entre
ambas torres hay dos patios:
el
patio de armas construido por Felipe II, junto a la torre de Juan II,
y
el Patio del Reloj, junto a la Torre del Homenaje.
Sobre
la puerta de acceso a esta torre
se
ha colocado el escudo imperial de Carlos I,
rescatado
de las desaparecidas murallas de Segovia.
En
la torre semicircular adosada a la Torre del Homenaje
se
guardaba el Tesoro de la Corona.
En
el extremo contrario a la entrada
se
halla el Patio del Pozo o Terraza de los Reyes.
Bajo
el brocal se sitúa el aljibe.
Desde
este patio se llega al garitón de proa.
Y,
por un paso de ronda almenado,
a
una pequeña torre albarrana.
El
interior del Alcázar se articula alrededor de los patios.
Las
estancias principales se sitúan hacia el valle del Eresma.
***
En
la capilla del Alcázar se casará el rey Felipe
con
Ana de Austria, su cuarta esposa, en 1570.
Y
el castillo seguirá teniendo importancia
en
las luchas civiles de las épocas sucesivas
(Guerra
de las Comunidades, Guerra de Sucesión, Guerras Carlistas).
Sin
embargo, con el establecimiento de la capital en Madrid
y
la construcción del Monasterio de El Escorial,
el
Alcázar de Segovia irá cayendo en el olvido.
Comenzó
a utilizarse como prisión de Estado,
donde
estuvieron confinados importantes personajes.
***
En
1764 Carlos III ubicó en él el Real
Colegio de Artillería
(luego
Academia de Artillería).
El
6 de marzo de 1862 el Alcázar se incendió
y
ardió durante dos días.
Mucha
de la riqueza ornamental acumulada durante siglos
quedó
reducida a cenizas.
El
Colegio de Artillería pasó a su actual ubicación
en
el Convento de San Francisco.
Veinte
años después, se inició la restauración del Alcázar,
gracias
a las pinturas que en 1844 había realizado José Avrial Flores
y
a los apuntes de Manuel Castellano realizados en 1846;
además,
se conservaba toda la documentación
de
las reformas realizadas por Felipe II.
El
edificio restaurado quedó para usufructo del Arma de Artillería.
El
año 1898 se creó el Archivo General Militar
y
se instaló en el Alcázar,
unido
al Archivo del Cuerpo de Artillería.
Es
el archivo histórico más antiguo
de
las Fuerzas Armadas españolas,
creado
con el propósito de recoger, en un solo lugar,
toda
la documentación militar de España,
enriquecida
con los archivos militares americanos.
Allí
permanece actualmente.
El
Alcázar alberga también un Museo de Armas.
Su
propietario es el Ministerio de Defensa
y
está regido desde 1951 por el Patronato del Alcázar.
Maravilloso. Conocí el Alcázar, cuando estudié en España hace muchos años, pero no me acordaba de su belleza interior. En mi próxima visita lo veré otra vez.
ResponderEliminar