A
comienzos del siglo XIII,
Segovia
era una ciudad industriosa
con
importantes mercados y talleres relacionados con la lana,
y
era mucha la afluencia de gente
entre
la que poder realizar labor de apostolado.
Quizás
por ello fue la primera ciudad española
donde
se establecieron los frailes predicadores (dominicos).
En
noviembre de 1218, llegó a Segovia, procedente de Roma,
Domingo
de Guzmán, fundador de la Orden Dominicana en 1216.
Permanecerá
en la localidad hasta febrero de 1219,
año
en que vuelve a Roma.
Existía
en Segovia un monasterio
de
canónigos premostratenses de San Norberto,
fundado
por monjes procedentes de Santa María de la Vid,
con
los que Domingo de Guzmán había tenido una estrecha relación
durante
su etapa como canónigo en Osma.
Quizás
ello también influyó para que se detuviera en Segovia.
Inicialmente,
y hasta disponer de alojamiento propio,
Domingo
y sus frailes se instalaron en una casa particular
cedida
por Gaspar González de Contreras
(razón
por la cual éste y sus descendientes fueron nombrados
patronos
de la iglesia que había de construirse,
con
derecho a ser enterrados en la capilla mayor de la misma).
Sin
embargo, el Santo pronto se trasladó a una cueva
situada
en la vega del Eresma, entre las murallas y el río.
Durante
el día se dedicaba a la predicación
y
las noches las pasaba en oración y penitencia.
Cuenta
la tradición que, durante las noches que pasó en la Cueva,
el
demonio lo sometió a los mismos padecimientos
que
sufrió Jesús durante la Pasión,
que
murió, como Éste, y que la Virgen lo resucitó.
Las
paredes de la Cueva quedaron manchadas
con
la sangre del Santo,
sangre
que permaneció licuada hasta al menos 1566,
según
atestiguaron los monjes que entraron en la gruta.
Sobre
esa Cueva, un recinto que concentra leyendas y energías,
se
empezó a construir
el
primer convento dominico fundado en España.
Es
una fundación coetánea de la de las dominicas
de
Santo Domingo el Real de Madrid.
En
1909, durante unas excavaciones arqueológicas,
aparecieron
los restos de ese primer monasterio, de estilo románico,
del
cual la Cueva habría sido cripta y relicario de la sangre del Santo.
Estos
restos pueden contemplarse
en
el Aula de Arqueología de la IE Universidad,
centro
que tiene instalado su campus en el monasterio.
El
primer convento de la Santa Cruz fue un edificio sencillo.
Poco
se sabe de la antigua iglesia.
La
Cueva estaba a un lado de este templo
y
se comunicaba por una escalera interior, hoy clausurada.
***
Tras
más de dos siglos de penurias,
la
llegada al trono de los Reyes Católicos
y
el traspaso del control de la Inquisición a la Orden Dominica
fueron
factores esenciales para el impulso de este cenobio,
del
cual en esos momentos era prior fray Tomás de Torquemada,
confesor
de los monarcas y nombrado por ellos Inquisidor General.
Los
Reyes Católicos ofrecieron a los dominicos
construirles
un convento mayor en el centro de la ciudad.
Los
frailes declinaron la oferta,
y
solicitaron que se reconstruyera el que ya tenían.
Los
reyes financiaron la reedificación completa del convento,
que
desde entonces recibirá la denominación de Santa Cruz “la Real”
y
será mencionado en el testamento de Fernando el Católico de 1516
como
una de sus principales fundaciones.
Entre
1480 y 1500 se erigió la nueva construcción,
en
el espacio que separaba a la primitiva de la muralla de la ciudad.
Lo
esencial de sus trazas fue obra de Juan Guas,
artífice
de la corona castellana durante la segunda mitad de siglo
y
máximo exponente del estilo hispano-flamenco.
A
él se le atribuye también la portada de la sacristía del Parral,
con
claras similitudes con la de la iglesia de Santa Cruz.
***
En
el exterior del nuevo templo, destaca su decoración
con
pináculos que rematan los contrafuertes
y
un friso bajo el alero que recorre el muro
con
elementos ornamentales,
elementos que
hacen referencia a los reyes Isabel y Fernando,
como
la leyenda “Tanto Monta”.
La
labor escultórica de la fachada
se
atribuye a Sebastián de Almonacid,
probable
artífice también de las tumbas
del
condestable Álvaro de Luna en la catedral de Toledo
y
de Martín Vázquez de Arce, el Doncel de la catedral de Sigüenza.
Su
programa iconográfico fue ideado por Torquemada
y
responde a un esquema organizativo similar al de la portada
del
también dominico convento de Santo Tomás de Ávila
(sede
del Tribunal de la Inquisición),
lugar
que también fue reedificado en esta época
bajo
patrocinio de los Reyes católicos y supervisión de Torquemada.
En
el tímpano figura un Cristo muerto
ante
el que los monarcas Isabel y Fernando rezan arrodillados.
Sobre
esa escena, una Crucifixión
flanqueada
por dos dominicos orantes,
fray
Vicente Ferrer y fray Lope de Barrientos.
A
los lados, dos blasones reales, sujetos por águilas imperiales,
que
contienen las armas de Castilla, León, Aragón, Sicilia y Granada,
y
sobre ellos, dos ángeles sostienen escudos con la cruz florenzada,
emblema
de la Orden Dominica.
En
lo más alto, descentrado con relación a la portada,
está
de nuevo el escudo real, sustentado por el águila
y
flanqueado por dos leones rampantes
portando
el yugo y las flechas.
El
ciclo iconográfico se completa con cuatro imágenes
que
representan a santo Domingo de Guzmán,
santo
Tomás de Aquino, san Pedro de Verona
y
una cuarta imagen difícil de reconocer por estar mutilada
pero
que se suele identificar con san Raimundo de Peñafort.
Ante
la portada hay un atrio,
algo
habitual en los conventos de órdenes mendicantes:
en
ellos tenían lugar los sermones públicos
y
la portada actuaba como fondo visual del discurso.
***
También
entonces se construyó un nuevo acceso
a la Cueva Santa:
Hoy
una puerta de piedra da a un pequeño jardín
ubicado
en parte del antiguo convento;
en
él hay un mirador sobre el Eresma.
Al
otro lado del jardín está la portada del santuario,
protegida
por un tejaroz.
En
el pórtico hay un bajorrelieve de Santo Domingo
y,
a ambos lados de la imagen,
sendos
escudos de los Reyes Católicos
(representados
por sus iniciales respectivas
y
por el yugo y las flechas);
un
brazo sale de cada escudo
y
los dos sujetan la cruz que porta Santo Domingo,
símbolo
del apoyo de los reyes a la Orden Dominica.
La
puerta da acceso a la Capilla de los Reyes Católicos,
dependencia
que antecede a la Cueva
y
que se construyó adosada a ésta.
Los
nervios de su bóveda apoyan en ménsulas
decoradas,
de manera alterna,
con
escudos de los monarcas,
ángeles
tenantes de los símbolos de los Reyes Católicos
y
escudos de la Orden
y
perros luchando contra lobos como atributo de Santo Domingo.
A
través de la capilla se accede a la Cueva.
La
bóveda de la Cueva está decorada en estilo churrigueresco.
Originariamente,
las paredes estaban revestidas
con
azulejos de Talavera de la Reina
que
fueron eliminados en una reforma llevada a cabo
en
los años 80 del siglo XX.
En
el muro de la derecha se abre una hornacina
con
una figura de Santo Domingo,
talla
atribuida al escultor Sebastián de Almonacid;
aquí
se han conservado algunos azulejos
como
los que revestían el resto de la capilla.
La
verdadera Cueva de Santo Domingo
se
encuentra tras esta hornacina,
con
la entrada tapiada por el muro.
La
Cueva, convertida en relicario,
fue
tapiada ya en época de la construcción del monasterio.
Una
noche de 1566 los monjes rompieron la entrada,
bajaron
a la gruta y encontraron las paredes de ésta
salpicadas
de sangre que seguía fresca.
En
1574 Santa Teresa de Jesús visitó la Cueva
y
tuvo en ella un profundo trance místico.
Contó
a su confesor que se le había aparecido Santo Domingo
y
le había narrado los tormentos sufridos allí.
La
santa afirmó que el santo que se le había manifestado
tenía
gran semejanza con la imagen que se veneraba en la capilla
(la
atribuida a Sebastián de Almonacid)
y
pidió por ello a los padres dominicos que la cuidaran.
La
cueva fue vuelta a tapiar y así permanece hasta hoy,
escondida
tras la pequeña capilla barroca subterránea.
***
Desde
su fundación hasta el siglo XVIII
el
poder y el prestigio del convento fueron acrecentándose,
se
acumularon obras de arte
y
se emprendieron ampliaciones para poder atender
las
crecientes necesidades materiales, espirituales e intelectuales,
dando
como resultado un complejo entramado arquitectónico.
***
El
primer golpe para Santa Cruz fue la Invasión Francesa:
Tras
el decreto de exclaustración de las órdenes religiosas
dictado
por el gobierno napoleónico,
el
convento sufrió importantes saqueos y destrozos,
fue
convertido en prisión militar
y
en 1809 fue incendiado.
Muchas
obras de arte fueron robadas o quedaron destruidas.
En
1814 regresaron los frailes
y
emprendieron una apresurada restauración
para
poder volver a habitarlo.
Sin
embargo, en 1836 la Desamortización
significaba
el abandono definitivo del cenobio.
Lo
poco que se había salvado de los franceses quedó dispersado
entre
la Diputación, museos, otras iglesias y colecciones privadas.
El
convento quedó deshabitado.
***
En
1845 la Diputación de Segovia lo destinó a beneficencia
y
estableció en él un hospicio de niños y un asilo de ancianos,
funciones
que requirieron de obras sucesivas de adaptación
que
fueron modificando el aspecto original del convento
y
degradando el conjunto, al írsele añadiendo
distintas
construcciones de nulo valor arquitectónico.
En
la década de 1980 el edificio quedó abandonado.
En
1997 la Diputación, propietaria del edificio,
lo
cedió como sede a una Universidad privada,
que
se comprometió a llevar a cabo su rehabilitación.
Entre
1998 y 2000 el edificio fue restaurado
para
acoger el campus en Segovia de la Universidad S.E.K.
(hoy
llamada IE –Instituto de Empresa-
Universidad).
La
iglesia en la actualidad es el Aula Magna.
Las
instalaciones sólo se pueden visitar parcialmente y con dificultad.
***
Durante
mucho tiempo la Cueva fue un lugar de peregrinaje.
La
Desamortización significó la desaparición del convento,
pero
la Orden Dominica ha logrado mantener
la
titularidad de la Cueva,
de
cuyo cuidado se ocupan actualmente
las
madres dominicas de Segovia.
Sólo lo vimos por fuera y parecía abandonado.
ResponderEliminarNo está abandonado, desde luego, pero es una lástima que sea tan difícil de visitar, siendo un lugar de tanta importancia histórica.
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