El barrio judío de Toledo se estructuraba
en dos espacios diferenciados:
el arrabal exterior o superior y el arrabal grande.
El primero lindaba con el barrio cristiano de San
Román,
el segundo desembocaba en el pasaje que sube
hacia la plaza de Santo Tomé
por la puerta de la Assueca o Asieca.
Pero López de Ayala,
cuando narra las luchas entre Pedro I y su hermano
Enrique,
refiere que en Toledo una judería apartada fue
destruida en 1355
por las tropas de don Enrique,
pero que la Judería Mayor,
“que estaba serrada e mucha gente a dentro”,
resistió.
La “judería apartada” estaba en la colina del
Alacava,
cercana a la de San Román.
Era un barrio separado de la gran judería.
La calle del Ángel era su límite más cercano a la judería
mayor.
La palabra “alacava”, trascripción del árabe
“al-‘aqaba”,
significa “colina”.
En el barrio judío del Alacava había dos edificios
públicos:
Una escuela rabínica, llamada “Midrach de las
Vigas”,
y una sinagoga.
***
En la segunda mitad del siglo XV se menciona la
sinagoga
utilizándola como punto de referencia
en la descripción de dos casas en la parroquia de
San Román,
en una manzana de la parte más alta del cerro del
Alacava.
La primera casa, que pertenecía a don Abraham
batidor,
se levantaba en el adarve de Sancho Padilla
(actual callejón de Esquivias).
Lindaba con la casa del sedero Diego López
y, a las espaldas, con una sinagoga de judíos.
En 1469 un juez autoriza a vender un censo,
en la colación de San Román, sobre unas casas lindantes
con casas de Diego López sedero,
con casas de Juan Gómez de Guadamur,
y a las espaldas, con una sinagoga de judíos;
el censo, de 1.300 maravedíes,
tenía que ser pagado anualmente
a don Abrahem Abenrabí, batidor, y a doña Lumbre
su mujer,
judíos moradores en Toledo.
La segunda casa, en 1488
pertenecía a un judío converso, Lope de Acre.
Se la describe en el adarve de los Golondrinos,
medianera con un corral que solía ser sinagoga de
los judíos.
El 24 de junio de 1492,
Moisés y Samuel Anacagua, dos hermanos joyeros
judíos,
vendieron a las religiosas del monasterio de Santo
Domingo el Real
“unas casas en la colación de la iglesia de san
Román al alacava,
dentro del adarve que dicen de los Golondrinos,
con unas almacrías”.
Los dos hermanos eran los últimos representantes
de la familia judía Anacagua, conocida en el siglo
XIV
porque uno de sus miembros construyó
una casa de estudio en Toledo,
que Albaneh menciona en su poema
como “madrisa de Ben An-neqawa”.
Esta madrisa estuvo en la casa que hace esquina
en el adarve de Golondrinos,
adosada a la sinagoga.
Lope de Acre se comprometió a entregar anualmente
el tributo de 500 maravedíes que recibía por esta
casa
al monasterio de los agustinos, para la
construcción de una capilla:
“Dio este convento un pedazo de su cementerio
a Lope de Acre, vecino de esta ciudad,
para edificar una capilla de Santa Catalina...
Él tenía con el dominio directo sobre unas casas en
esta ciudad
a la colacion de la iglesia de san Roman
e l’adarue que entonces se dicia e agora se dice de
los golondrinos
que entonces avia por linderos
de la una puerta casas de juan alvarez Golondrino
e de la otra parte un corral que solia ser sinoga de
judios”.
El Libro de Capellanías, fechado en 1577,
informa que la casa estaba
en la esquina calle de las Bulas - callejón de
Golondrinos:
“Dichas casas alindan de la una parte
con el dicho adarue de los golondrinos
a la parte del poniente del sol
e por la otra parte con la calle Real
hacia la parte hacia el pozo de aisco con la calle
real
que sube de hacia la plazuela del alacaba
para ir a la plaçuela de los caleros”.
El corto tramo correspondiente a la calle de las
Bulas Viejas
se designaba hasta 1440
como “adarbe que dicen de Abenasa (Ysaq Abenasa)”,
después “callejón de los Golondrinos”
y en 1864 “callejón del Obelisco”,
nombre que llevaba aún en 1926.
Los títulos de propiedad de esta casa desde el
siglo XVII
se conservan en los archivos del convento de los
Agustinos:
“Estando a la parroquia de san Roman
en la calle que llaman de las bulas viejas
frente de la casa que llaman de las golondrinas”.
“Dos casas principales que estan en la calle de las
bulas
parrochia de san Roman de la ciudad de toledo
y alindan con un corral que esta adjunto de ellas
y con un callejon sin salida que llaman de los
golondrinos
y por delante con la calle real
que baja a la plazuela de valdecaleros
las cuales dichas casas tienen un sótano
que esta debajo de ella con su puerta a la calle de
las Bulas”.
Los títulos de propiedad del convento precisan,
pues,
que debajo de la casa había un sótano
con su puerta a la calle de las Bulas
(puerta que existió hasta 2009).
Donde estuvo la casa de Lope de Acre se construyó
otra
que tenía un patio
bajo el que se hicieron dos aljibes que sustituyeron
al sótano.
La sinagoga estaba pared con pared con la casa de Lope
de Acre.
En la parcela de la antigua sinagoga
se edificó una casa hacia 1930.
***
Jean Passini. "La Alacava, barrio alto de la judería de Toledo" |
En 2005 el propietario de la casa situada
en el número 29 de la calle de las Bulas,
junto a la entrada al callejón de Golondrinos,
proyectó la rehabilitación del edificio.
Como siempre que se van a hacer obras en el Casco,
se efectuó la previa intervención arqueológica.
Con ocasión de la misma,
se descubrió “una esquina” de una construcción
medieval
(un muro de 6 metros de ancho por 8 de alto,
con tipología mudéjar similar a la del Taller del
Moro)
así como un pequeño adarve y un pilar de ladrillos.
Restos que se han identificado
con la sinagoga mencionada en los textos,
que estuvo adosada a la casa que fue propiedad de
Lope de Acre.
Según el arqueólogo,
“probablemente el edificio continúe por el subsuelo
y por las casas vecinas”
pero no se ha podido proseguir la investigación
al tratarse de propiedades privadas.
Bajo la sinagoga,
se han encontrado restos de un baño ritual o micvé,
un espacio cerrado, de sólidos muros, arcos de
piedra
y canalización para el agua,
una sala pequeña con bóveda de cañón,
accesible desde la calle por una puerta
independiente.
Una red subterránea, cuya existencia viene
respaldada
por la existencia en las cercanías de un pozo
llamado de Aizco,
suministraba el agua corriente necesaria.
Un corredor lateral interior
facilitaba el paso de la sala abovedada a la
sinagoga.
Según los propietarios,
uno de los aljibes se llena de agua de manera
natural.
A esta sinagoga recién descubierta
se le ha dado el nombre de “sinagoga de los
Golondrinos”
porque junto a ella vivió
una familia que a la que llamaban “los Golondrinos”
porque había decorado paredes y techos
con dibujos de golondrinas,
motivo que figuraba también en su escudo.
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