domingo, 4 de septiembre de 2011

ALCAÑIZ


Estoy en el claustro.
Es de noche. No hay luna.
Una vaga claridad lechosa
ilumina las piedras.
Lo demás, todo es sombra. Sombra negra.


Es un claustro-cementerio.
Un claustro donde fueron enterrados
muchos monjes-soldados.


Me he ocultado. He oído
cómo el guarda cerraba la puerta.
Ahora estoy sola.


No. No estoy sola.
Ahora estoy con ellos.
Aquí están, los monjes armados.
Me saludan; nos reconocemos.
Reconozco sus pasos, sus siluetas;
reconocen en mí la vieja estirpe,
la antigua hermandad que compartimos.


Estoy sola con ellos.
Su presencia ilumina las piedras.
Son hombres taciturnos, curtidos
por muchas horas de sol inclemente.
Ahora son habitantes de las sombras.
Durante el día nadie puede verlos.
Durante el día son parte de la piedra,
durante el día sólo son silencio.
Pero llega la noche.
El claustro se ensombrece.


Y los difuntos salen de sus tumbas.
Son hombres de piedra.
Hombres que han dado a la piedra
un corazón de sangre
y que, a cambio, han recibido de la piedra
un corazón inquebrantable.


Estoy aquí con ellos y sé que no han muerto.
Ya nadie los recuerda.
Durante el día son sólo ataúdes desgastados,
losas mudas,
blasones olvidados.
Pero de noche recuperan la sangre.
En la oscuridad, la piedra les devuelve la vida
que ellos le entregaron.


Camino entre espectros.
Camino lentamente por los pasillos desgastados
del claustro-cementerio
protegida por los espectros lívidos
de los monjes-soldados.
Hablamos sin palabras,
intercambiamos anhelos, juramentos;
nos reconocemos.
Converso con ellos.
Acompaso mi pisada a las suyas
sobre las losas frías.
Hermanos; fratres.
Os conozco. Soy uno de vosotros.


Hermanos. Voy a pasar la noche en vuestra compañía
en este claustro en el que fuisteis enterrados
para permanecer eternamente en este edificio magnífico
desde el que un día controlasteis una vasta encomienda.
Sentada sobre una de vuestras tumbas
os acompañaré en vuestros rezos metálicos,
oraré con vosotros y con vosotros
sacaré brillo a mi espada.

 

2 comentarios:

  1. Me encantó y me sorprendió. Me gustaría volver... no tengo tanto tiempo, ni dinero.

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  2. Vale la pena visitar Alcañiz el día de San Jorge. Hacen una representación magnífica en la plaza. El dragón; las doncellas y los campesinos; los caballeros; San Jorge, espléndido a caballo... Es una escenificación llevada a cabo por gente del lugar, muy bien hecha. Vale la pena.

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