sábado, 30 de noviembre de 2013

TOLEDO. Alcázar (III). El nuevo Museo del Ejército





1ª PARTE:
EL MUSEO DEL EJÉRCITO EN MADRID


El Museo del Ejército madrileño
cerró definitivamente el 30 de junio de 2005
para empezar a “hacer el equipaje”
con vistas a su traslado a las instalaciones toledanas.


Un año antes, en 2004,
en un artículo en Militaria, Revista de Cultura Militar,
el General Álvarez Carballa,
Director por entonces del Museo,
y, como tal, organizador de los trabajos
de desmontaje y embalaje,
explicaba:

«Se trata de un Museo con una extraordinaria riqueza de fondos,
que, especialmente en aspectos como artillería antigua,
armas blancas y de fuego,
con colecciones como la armería de Medinaceli,
o piezas como la Tizona del Cid o la espada jineta de Boabdil,
y otras muchas,
es uno de los mejores del mundo.
Por otra parte, escenarios como el famoso Salón de Reinos
son por sí mismos piezas de museo,
y el conjunto de continente y contenido,
la presencia de gloriosas Banderas
y de recuerdos entrañables de nuestra Historia,
ha conmovido a generaciones de visitantes».


*** 


El Museo Nacional del Ejército
fue creado por Manuel Godoy en 1803.
Era el más antiguo de España tras el Museo de Ciencias Naturales
(El Prado se abrió más de 30 años después).


Su primera ubicación fue el Arsenal Central de Artillería
(parque de Monteleón, de Madrid).
Contaba, principalmente, con los fondos de Artillería
(allí se depositaba una copia
de cada modelo nuevo de arma que se fabricaba).
Allí el personal del Museo sacó los cañones de éste a la calle
para combatir a los franceses el 2 de Mayo de 1808,
bajo el mando de los capitanes de Artillería Daoiz y Velarde
y del Teniente de Infantería Ruiz.

En 1815 se trasladó al palacio de Buenavista
(sede actual del Cuartel General del Ejército).
Incorporó nuevas colecciones,
principalmente las 2.000 banderas que eran Patrimonio Real.

En tiempos de la regencia de Espartero,
éste reclamó para su uso ese palacio.


Entonces tuvo lugar el traslado del Museo
al palacio del Buen Retiro,
que ha sido su sede ininterrumpida hasta ahora.

Fue incorporando fondos,
tanto piezas aisladas como colecciones completas,
repartidas por casi una treintena de salas.


*** 


El palacio del Buen Retiro
fue mandado construir el Conde-Duque de Olivares,
en terrenos en parte de su propiedad,
al comienzo del reinado de Felipe IV, hacia 1623,
para ofrecer al nuevo rey
un lugar más confortable que el viejo Palacio Real,
un “buen retiro”.


Allí, en el salón principal, el Salón del Trono
(primero Salón Dorado y luego Salón de Reinos),
se interpretaban comedias,
a las que el rey era muy aficionado.

Este salón fue decorado con pinturas de Velázquez
y otros pintores de su época, españoles e italianos;
doce grandes cuadros que representaban
los triunfos militares del rey;
entre las obras destacaba
el famoso cuadro de Las Lanzas, o de la Rendición de Breda.

Adornaban el techo veinticuatro escudos
de los reinos que entonces integraban la Monarquía hispánica.


Los Borbones apenas utilizaron el palacio.

Napoleón voló tres de sus cuatro torretas
y robó cuatro de sus cuadros,
de los cuales tres se pudieron recuperar.

Hacia 1842 se acondicionó lo que subsistía del palacio
para instalar el Museo.

Subiendo por una hermosa escalinata
se llegaba a la Planta de Infantería, la más noble del edificio,
cuyo centro era el suntuoso Salón de Reinos,
que en un tiempo fue el corazón de la Monarquía española,
flanqueado, a izquierda y derecha, por otras dos salas,
denominadas de la Reina y de Armas.
Es esta misma planta había otras salas.
Luego había otras dos plantas,
de Ingenieros y de Artillería;
en la terraza o explanada exterior se exhibían piezas artilleras...


*** 


Durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera
se planteó por primera vez el traslado del Museo al alcázar de Toledo
(por aquel entonces, Academia de Infantería).


En 1929 se llevó allí una parte de los fondos.
Sin embargo, en 1930
el gobierno del general Dámaso Berenguer dio contraorden,
y las piezas volvieron a Madrid.


Durante el franquismo
se presentó a Franco una segunda propuesta
de traslado del Museo al alcázar.
En 1965 se tomaron las primeras disposiciones en tal sentido,
pero finalmente las actuaciones quedaron paralizadas,
quizás por dificultades económicas,
quizás porque Reales Academias y catedráticos universitarios
lo desaconsejaron.
La iniciativa, pues, no prosperó.


El tercer intento de traslado aparece en 1985,
y, curiosamente, lo impulsan dos profesores extranjeros:
Los hispanistas Elliot y Brown, de la Universidad de Yale,
hicieron un estudio sobre el reinado de Felipe IV
y sugirieron que el Salón de Reinos podía devolverse
a su condición original.
En contra de este criterio se hallaban
dos estudios de profesores españoles,
uno del siglo XIX y otro del XX,
que manifestaban la imposibilidad de tal recuperación.

En 1990, el gobierno de Felipe González
dio acogida al estudio de los anglosajones
y volvió a hablarse del traslado del Museo a Toledo,
pero no se dieron pasos al respecto.


*** 


En 1996, el gobierno de José María Aznar
recuperó la idea
y finalmente la materializó en un decreto en 1997.

Las principales Reales Academias dirigieron escritos al Gobierno
manifestando su discrepancia, pero fue en vano.

El entonces director del Museo,
el general Juan Antonio Sánchez,
disconforme con la decisión, fue cesado.

Miembros de la Asociación de Amigos de los Museos Militares
crearon una Asociación específica de defensa del Museo del Ejército,
cuyas intervenciones han sido infructuosas.

También el Ayuntamiento de Madrid protestó contra el traslado.
En 1997 el entonces Alcalde de Madrid, Álvarez del Manzano,
ofreció al Ministerio de Defensa,
como edificio alternativo en la capital para albergar el Museo,
el Cuartel del Conde-Duque, entonces aún sin restaurar,
y convertido hoy en Centro Cultural.
La propuesta fue rechazada.


En 2005, con el cierre de las salas del Buen Retiro,
se ponía fin al Museo del Ejército
tal como había existido casi desde su creación.


Los salones del Buen Retiro eran soberbios.
En ellos, las piezas estaban expuestas de un modo abigarrado,
en el que los defensores del nuevo Museo (que no son muchos)
han centrado las críticas.

El Museo de Madrid necesitaba quizás
un nuevo plan museográfico
y la incorporación de nuevas tecnologías.

Pero ese abigarramiento formaba parte del encanto
de un Museo que no pretendía ser una mera vitrina didáctica
sino un transmisor de sentimientos.


Los aficionados a la Historia Militar, valoraban eso.
Para los no interesados en tal Historia,
da lo mismo qué criterio expositivo siga el Museo,
porque para ellos carece de verdadero atractivo.



2ª PARTE:
LA REMODELACIÓN DEL ALCÁZAR
PARA INSTALAR EL MUSEO


Para acondicionar el alcázar de Toledo
con el objetivo de instalar en él el Museo del Ejército,
hubo que hacer obras en el mismo.

La más compleja fue la realizada en la fachada norte,
la correspondiente a la entrada principal del palacio,
obra de Covarrubias.



Se iniciaron las excavaciones en la calle Alféreces Provisionales.
Se trataba de construir un adosado semisubterráneo
en el que ubicar las dependencias secundarias:
Acceso y vestíbulo, cafetería, oficinas,
almacenes, talleres, auditorio, exposiciones temporales...
Buena parte de ese espacio no es accesible para el público.

Hasta el momento, esa zona de la calle estaba ocupada
por la plataforma de acceso al alcázar y un pequeño jardín.


***


Pronto hubo que detener las tareas, al encontrar en el subsuelo
abundantes restos arqueológicos.

Se efectuaron entonces trabajos para poner al descubierto lo hallado,
vestigios de construcciones anteriores:


Hay hallazgos que se remontan a la Edad del Bronce,
que indican que el lugar estuvo habitado
y cumplió funciones defensivas
desde el origen de su población.

Hay restos romanos:
una cisterna y un desagüe.
Estas estructuras han tenido que ser seccionadas
para alojar los pilares del nuevo edificio.

Hay también restos visigodos:
una dovela y dos sillares decorados
(uno de ellos quizás romano reutilizado),
integrados en un muro islámico.


De época musulmana se ha encontrado mucha cerámica,
fragmentos de relieves,
restos de aljibes,
un tramo de muralla que se dirige al Arco de la Sangre
y sobre la que apoya el torreón noroeste del alcázar...
Y dos estructuras de mayor importancia:

Un jardín colgante - el más antiguo de la península -
(sus bases pétreas, incluidas rocallas o roca simulada)
que los árabes idearon para reaprovechar la cantera
de la que extraían la piedra para el alcázar,
conviertiéndola en un espacio verde
dotado de un sistema de abastecimiento de agua de lluvia.

Y, cerca del jardín, un pabellón de descanso
que el gobernador musulmán habría mandado construir
a petición de los habitantes de Toledo
para contener a sus soldados y evitar los disturbios
que, al parecer, provocaban con frecuencia en la ciudad.

Los hallazgos más numerosos y relevantes
corresponden a la etapa cristiana, de los siglos XI a XV.

Del tiempo de Alfonso VI
quedan vestigios del muro de una sala de recepción
donde posiblemente se impartía justicia.


Pero lo principal son unas estructuras defensivas
de los Trastámara, ya en el siglo XIV,
sobre todo una torre albarrana de la fortaleza.

Esta torre, conocida como Bastión Trastámara,
estaba en uso aún durante la revuelta Comunera de 1521.
La entrada a él se hacía mediante un puente de madera
emplazado al mismo nivel que las almenas,
y en su interior había un aljibe
para disponer de agua que posibilitara
mantener la resistencia en caso de asedio.

Se ha encontrado también
un pequeño tesorillo de monedas.

A un nivel superior,
y por lo tanto lo primero que se halló
al empezar la excavación,
hay una caseta de obras
empleada a comienzos del siglo XVI
por los canteros del emperador
que trabajaban en la construcción del alcázar moderno.

A esos años corresponden también
unas covachuelas
que debieron ser locales comerciales.


***


Terminados los trabajos arqueológicos
se decidió integrar los hallazgos en el nuevo edificio,
dejándolos visibles en su mayor parte.

Sobre ellos se levantó la ampliación.
Que ha resultado ser una especie de bunker
que no gusta a nadie.


La fachada es fea, oficinesca, moderna,
una muro de aglomerado forrado con chapas de piedra,
un paredón liso y blanquecino,
con una estética completamente distinta a la del alcázar
y que modifica la imagen del entorno.

En 1987 Toledo fue declarada Ciudad Patrimonio de la Humanidad.
Extraña que se haya permitido semejante construcción.


El aspecto de este adosado
ha hecho que algunos se preguntaran
qué pasaría si alguna desgracia destrozara de nuevo el alcázar
y hubiera que reconstruirlo una vez más.


***


La hermosa fachada de Covarrubias
ha quedado convertida en techo de esta mole.


Esa azotea podría ser una plaza,
una explanada desde la que, al menos,
se pudiera contemplar el viejo pórtico.
Pero no hay acceso público a ella,
así que la portada plateresca
ya sólo es visible para los privilegiados.


***


Esta fachada, que da a la plaza de Zocodover, es el acceso
al nuevo Museo del Ejército o de la Historia Militar de España.

Superado el muro, se penetra
en una zona fría y funcional de control e información.
Imbricada en ella, hay un gran espacio
en el que se pueden ver las ruinas recién descubiertas.
Hay también pasarelas y escaleras mecánicas.

Por unos desolados pasillos se llega a una primera puerta
que da acceso a “La Historia del Alcázar”.



3ª PARTE:
EL MUSEO DEL EJÉRCITO EN TOLEDO


Francisco Fernández Longoria Pinazo,
uno de los arquitectos encargados de la obra,
daba en junio de 2011, en ArquiMagazine,
esta INCOMPRENSIBLE explicación de lo realizado:

“UN NUEVO CONCEPTO DE LA ARQUITECTURA DEL PATRIMONIO”

«Se ha aplicado aquí la doctrina emergente sobre la arquitectura del Patrimonio, según los principios de contextualidad y comportamentismo. Se pasa de los objetos al contexto. Se transmuta el monumento de objeto de la cultura a sujeto de acción social. En este referente, físico y simbólico se superponen, funde lo nuevo y heredado como se hizo a lo largo de los siglos. Se induce un proceso de experimentación del espacio en la visita. Se facilita que el hombre contemporáneo explore el lugar y sus restos, perciba de modo inmediato volúmenes y espacios, asigne valor y memorice sus recuerdos, simbolizando en profundidad el significado del lugar y su capacidad portadora de acción.

Como en toda obra sobre el patrimonio se ha realizado un trabajo triple. La transformación física y espacial del Alcázar rehabilitado y de su ampliación por una construcción potente en el subsuelo. La funcionalidad del concepto de Museo como comunicación entre personas y cosas, en itinerarios de penetración y ascenso sucesivo desde la ciudad. El disfrute de la belleza de una gran caja hueca, ordenadora, con la intencionalidad estética del arte de la tierra y sus objetos encontrados.

Se exponen las transformaciones pasadas y su activación actual, como habitación urbana. Se conforma un diseño de collage, de experimentación de un territorio impregnado de trazas y restos en un espacio de coetaneidad y superposición como avance de una arquitectura que simboliza la roca madre y el paisaje, como natura, y la construcción por siglos de fábricas, estructuras y espacios, como cultura. En este marco vital el intento de progreso en el arte del espacio incorpora la presencia y conducta de los visitantes y su reacción en el recorrido entre cisternas, aljibes, silos y restos y espacios activos del Museo, como expresión más actual.

Diversidad, sorpresa, alternancia de cambios de geometría, dimensión, y tránsito oblicuo por tramos y giros, como diagonales del recinto hueco, culminan con el acceso a la ortogonalidad del Alcázar. Todo queda valorado por luz tamizada de lucernarios y el diedro de planos de mármol traslucido que incorpora la magia de la penumbra y apoya la dicha de conocer.

El conjunto queda conformado en dos composiciones contrapuestas. La Primera Fase, de nueva construcción se materializa en un gran espacio de acogida, hueco bajo la Plaza de Armas. A la gran portada sólida del Alcázar de Covarrubias se contraponen grietas horizontales y verticales que, frente al grito moderno de sacar los museos a la calle, hacen penetrar ciudad, rocas, calles y paisaje dentro del Museo. La luz y las personas atraviesan restos y murallas, percibiendo su técnica constructiva.

El itinerario de giros y ascenso por las diagonales del cubo hueco, en escaleras y rampas a las plataformas y puentes sobre el gran vestíbulo, recorre este espacio procesional entre la malla cuadrada y descontextualizada de las cuarenta columnas en vanos de 8.0 x 8.0 m que soportan el techo de esta sala hipóstila, suelo restituido del Patio de Armas. Se puntúa el paisaje de la roca madre, la arqueología y las fachadas interiores de los nuevos espacios de Exposiciones Temporales y Oficinas del Museo.

Incrustados en la roca al nivel de la fachada, el Salón de Actos y Talleres funcionan a horas de Museo cerrado. Debajo, en la gran excavación, invisibles excepto por sus galerías abiertas y con acceso controlado, se han situado talleres, almacenes, servicios e instalaciones que cumplen todos los requisitos tecnológicos y de seguridad de un museo avanzado. Toda la ampliación se construye en estructura sólida de hormigón armado sobre pilotajes singulares y muros de contención de los empujes de las tierras y la propia roca. La edificación está modulada en malla tridimensional de 0,80 m., la antigua vara, a la que se acoplan plantas, alzados y secciones. Al fondo, en el puente superior se perfora la parata norte del Alcázar para penetrar en su estructura simétrica y ortogonal».


***



La fecha prevista inicialmente para la reapertura era 2007.

Finalmente, tras años de retrasos,
tras años en los que tanto el Museo como el Alcázar
estuvieron cerrados,
el lunes 19 de julio de 2010
se inauguraba el nuevo Museo del Ejército de Tierra.

El acto estuvo presidido por el Príncipe de Asturias,
acompañado por las ministras de Cultura y Defensa,
Ángeles González-Sinde y Carmen Chacón,
del gobierno de Rodríguez Zapatero.

Al día siguiente el nuevo Museo abría al público.

El traslado no ha supuesto sólo un cambio geográfico
sino una reestructuración completa
tanto del Alcázar como del Museo.
El Alcázar ha desaparecido como tal.
El Museo ha visto completamente alterado
su planteamiento expositivo,
siguiendo, dicen, conceptos museográficos modernos.

*** 


La superficie de las nuevas instalaciones

duplica la de las antiguas.

Sin embargo, el contenido expuesto se ha reducido.
Se exponen, en 20 salas permanentes,
unas 5.000 piezas
del total de unas 35.000 con que cuenta el Museo.

En cambio, en la antigua ubicación
la mayor parte de las piezas estaban expuestas.

Ciertamente, las antiguas instalaciones estaban a rebosar,
necesitaban más espacio y una reorganización.

Pero lo que se ha hecho ha sido desmantelar el Museo.

Los gestores explican que se ha seguido
un discurso museográfico que ha seleccionado
los objetos más representativos.

Pero había colecciones extraordinarias
que pierden parte de su valor
al no exponerse íntegras, sino sólo una selección de sus contenidos.
De las colecciones completas sólo se exponen muestras,
con lo que no se puede calibrar su relevancia.

La colección artillera es la más importante del mundo,
pero un alto porcentaje de la misma está en los almacenes.

También en los almacenes se encuentra gran parte
de las banderas y los uniformes y los cuadros.

Todas esas colecciones, forjadas a lo largo de 200 años,
únicas en el mundo
y reconocidas así por prestigiosos museólogos,
como los directores de los Museos Militares de París y Londres,
en unos casos se conservan “escondidas” en los almacenes
y, en otros, están siendo dispersadas,
repartidas entre otras instituciones
(de modo que quizás difícilmente se pueda volver a reunir
la totalidad de los fondos).
Así, lo que era patrimonio nacional desde el siglo XIX
está sufriendo un daño irreparable.

Al parecer, los museólogos han asumido
que a la mayoría de la gente le aburren los museos,
que va a verlos como por obligación
en el contexto de las visitas turísticas.
Consiguientemente, en los museos
se exhiben cada vez menos piezas
y más acompañadas de “entretenimientos”,
para que la visita pueda hacerse de una vez
y sin excesivo hartazgo.

*** 


Los datos oficiales son los siguientes:

Fondos expuestos antes del traslado:
En la sede de Madrid: 17.700
En la sección delegada de Toledo: 5.976
Total de fondos exhibidos: 23. 676

Fondos expuestos después del traslado: 4.629

Diferencia: 19.047

Tantos son los fondos no expuestos
que la Asociación de Amigos del Museo del Ejército de Madrid
ha propuesto constituir con ellos otro museo en Madrid,
igual que antes había en el alcázar una sección delegada
del museo madrileño.

*** 


La ministra Chacón declaró en su momento
que el Museo sería una referencia
por el rigor histórico de sus contenidos.
La Real Academia de la Historia
se apresuró a contestar en un comunicado
que se ha limitado a realizar fichas informativas
de las obras sobre Historia Militar que iban a ser expuestas,
pero que no ha intervenido en los criterios de selección.

*** 


El antiguo museo estaba considerado por los especialistas
como el mejor museo del mundo dedicado a la historia militar,
especialmente en lo que se refiere a la artillería.
El museo era referencia fundamental
en el ámbito de los museos militares de todo el mundo.

Expertos internacionales en la materia han censurado el cambio.
Más de uno afirma que
“se ha acabado con el museo de historia militar
más importante del mundo
tanto por la cantidad como por la calidad de sus fondos”.

El nuevo museo ha recibido muchas críticas
por parte de los estudiosos de la Historia Militar.
Críticas que se refieren tanto al fondo como a la forma,
tanto al contenido como a la instalación,
tanto a lo que se muestra (y lo que no se muestra)
cuanto a cómo se muestra.

También los aficionados se sienten descontentos.
Pérez Reverte escribía al respecto:
«Uno de los más espectaculares museos de Historia de España
ya no existe.
Nos lo han robado.
Pasándose por el arrogante forro
todas las protestas y argumentos razonables».

*** 


En el viejo museo había belleza, conocimiento.
La Historia allí estaba viva
y penetraba en el visitante directamente.

Aquel museo, en su romántico abigarramiento,
transmitía una intensa impresión de color, de dinamismo..., de vida.

El valioso mobiliario que servía de soporte
a la exposición madrileña
ha desaparecido, sustituido por otro tipo IKEA.

El nuevo museo es sólo “un museo más”.

La primera impresión del museo actual es justo la contraria
de la que producía su antecesor:
aséptica blancura, académica frialdad.

El diseño es feo y carente de personalidad.
Podría ser un museo de instrumental quirúrgico,
un museo de historia de la numismática,
un museo de juguetes y maquetas...
Un museo cualquiera.

Al entrar se atraviesan las ruinas recién descubiertas
(importantes, pero tan imbricadas con las estructuras modernas
que carecen de poder evocador).
Luego, nada. Salas blancas, paneles, vitrinas...

La forma de exponer el material es tal
que lo que más impresiona
son los largos pasillos y la blancura de los paneles,
entre los cuales se adivina que hay algo expuesto.
Se eliminan contenidos para dejar sitio a los paneles.
Grandes habitáculos desaprovechados.
Pocas piezas, desperdigadas y con poca información.

Descorazonadores pasillos con aspecto de clínica o tanatorio,
y muchos espacios vacíos y blancos.
Los objetos se distribuyen de forma desangelada,
entre planchas de pladur, en aburridas e insulsas vitrinas.
Todo es funcional, aséptico, frío.

La sucesión de expositores,
repartidos por pasillos interminables
y llenados sin un criterio claro,
acaba cansando, no consigue mantener el interés.

El latido de la vida está ausente.

Eso sí, hay pantallitas interactivas
para saber cómo es un castillo virtual,
y cosas así.

Muchas piezas no son sólo un objeto antiguo,
sino que tienen su propia historia.
Esa historia no se cuenta.
Los muchos y relevantes hechos bélicos de la Historia de España
pasan desapercibidos.

El itinerario es laberíntico.
Un batiburrillo de pasillos y pequeñas salas,
en los que se acaba por no saber qué es lo que se está viendo.
Los visitantes deambulan algo perdidos,
preguntándose si no se estarán saltando lo más interesante.
El sistema expositivo y los recorridos son confusos,
es difícil seguir un criterio.
Hay, eso sí, muchos empleados, azafatas, vigilantes...
Los visitantes les consultan constantemente,
porque cuesta orientarse.

En realidad, pese a lo muchísimo que debe haber costado,
todo tiene un cierto aspecto de pobreza, de provisionalidad,
de exposición temporal.

Feos expositores
que no constituyen un marco adecuado
ni se corresponden con un edificio como el alcázar.

Es como recorrer una gigantesca e insulsa oficina bancaria,
en algunos de cuyos rincones se hubieran colocado
maniquíes vestidos de uniforme.

Se trata de un museo descafeinado,
organizado con arreglo a eso que llaman
"nuevos criterios museísticos".
Un discurso museológico adaptado a los nuevo tiempos.

La decisión – seguramente politizada – de los técnicos museográficos
fue la de ser escuetos y minimalistas
a la hora de explicar las hazañas bélicas.
Mucha misión humanitaria y poca guerra.
El museo de lo políticamente correcto.
Un Museo del Ejército dedicado a intentar
minimizar la presencia de la guerra
es un absurdo histórico.

Se pretende hacer un recorrido didáctico.
Pero ¿qué se pretende enseñar?

La información es escasa.

En vez de ser un museo riguroso y “serio”,
parece tener cierta deriva, en contenido y enfoque,
hacia un público juvenil.

En la “Tienda” no hay gran cosa que comprar,
cuesta encontrar algo interesante;
nuevamente, lo que se ofrece parece ir destinado
en buena parte a un público infantil.

Nada en este museo transmite vida ni nobleza.
Lo simbólico, lo heroico, lo vital, ha desaparecido.

*** 
Museo del Ejército de Viena

No hay por qué dar el mismo trato a todos los museos.
Un museo del ejército ha de hacer referencia a lo heroico,
a los sacrificios y las hazañas,
a las grandes figuras del combate.
En cambio, en éste más bien se les oculta,
como si no hubiera de qué enorgullecerse.

De algún modo, un auténtico museo militar
trasciende el aspecto meramente museístico,
constituye un compendio de la Historia de la nación.

Eso es especialmente cierto respecto a España,
cuya Historia es tan larga y tan rica
y en la que se incluyen numerosos y brillantes hechos de armas.

El museo de Madrid respondía a un concepto romántico de museo.
¿Por qué todos los museos han de seguir el mismo plan?

Museo del Ejército de Bruselas

El General Álvarez Carballa,
último de los directores del museo en su antigua ubicación,
en 2012 manifestaba en la revista Militares,
refiriéndose al nuevo museo:
«Un museo militar tiene que ser capaz de crear un clima,
un ambiente, una emoción,
sin faltar al rigor científico o a la Historia.
Me parece que no se ha conseguido».

*** 
Museo del Ejército de París


Para defender el traslado,
se ha aportado, como argumento de peso,
el aumento del número de visitas
que recibe el museo desde el cambio de sede.

Sin embargo, las visitas al museo madrileño
sólo empezaron a disminuir en 1999,
cuando comenzaron a cerrar salas,
se rompió la relación con colegios y asociaciones
y se suprimieron exposiciones y actos culturales.

Por otro lado, un museo del ejército no es
un tipo de museo de afluencia masiva,
pero el criterio meramente numérico
no puede justificar su destrucción.

Cuando el Museo del Ejército estaba en Madrid
recibía menos visitas que ahora,
pero eran visitas de interesados en la Historia Militar,
no de turistas que lo que quieren es ver el Alcázar,
para lo que no les queda más remedio que entrar en el nuevo Museo,
aunque no les interesa.

A aquéllos a los que gusta la Historia Militar
no les gusta este nuevo museo.

El Museo del Ejército se ha convertido en un lugar de paso
para los turistas que van a visitar el Alcázar.

Dicen que las visitas al Museo del Ejército han aumentado
desde que se abrió en su nueva ubicación.
Pero no es cierto.
Son muchas las visitas, sí,
pero ya antes eran muchas las visitas al Alcázar.
Muchos de los que se computan como visitantes del Museo
son en realidad visitantes del Alcázar,
a quienes lo que menos interesa es el Museo como tal.
La mayoría de los visitantes
no son visitantes del Museo sino del Alcázar.
Su número sería el mismo aunque no existiera el Museo.
Muchas de esas visitas
forman parte de circuitos turísticos por la ciudad.
Van, como antes, a visitar el Alcázar,
y entran en el Museo del Ejército
porque eso es lo que hay ahora en el Alcázar.
Muchos de los visitantes pasan por las dependencias del Museo
apresurados y más bien aburridos.
Preferirían ver las lóbregas salas antiguas
a estas estancias con aspecto de aséptico quirófano,
preferirían ver el antiguo museo del asedio
en vez de la actual sucesión blanca de pasillos y vitrinas.


Muchos de ellos lamentan
que las antiguas dependencias hayan sido tan modificadas
y ocupadas por las instalaciones del Museo.

Los que ya habían visitado el Alcázar con anterioridad,
se quejan con añoranza de que ya no exista
nada de lo que recordaban
y no les satisface el cambio;
evocan los antiguos sótanos,
que fue lo que más les impresionó en su momento.
Muchos salen decepcionados, frustrados, irritados.
Aburridos, también,
porque lo que han visto no era lo que querían ver
y esas vitrinas con cuchillos y pistolas
no les han despertado el menor entusiasmo.
Alguno recomienda a los que aún no han visto la reforma:
“No vayas, quédate con el recuerdo”.
Muchos dicen que, de haber sabido lo que se iba a hacer,
habrían ido a visitar el Alcázar una vez más,
para verlo por última vez antes de que lo destruyeran.
Incluso los que no habían estado antes,
también esperaban otra cosa
y afirman que habrían preferido verlo
como sus padres les habían contado que era.

Muchos de los visitantes del Alcázar como edificio
salen desilusionados,
porque aún confiaban en que las antiguas instalaciones
se hubieran conservado.
Y muchos de los visitantes del Alcázar como Museo del Ejército
salen desilusionados también.
Para los que no conocían el viejo museo madrileño,
éste es un museo más que puede gustar más o menos.
Pero los que sí habían conocido las anteriores instalaciones,
ante este banquísimo y aséptico nuevo museo
experimentan una mezcla de tristeza y rabia.

La instalación actual no gusta a casi nadie.

A los que ya conocían ambos museos
(el del Ejército de Madrid y el del Asedio de Toledo)
la visita al nuevo los deja frustrados.
A los que no conocían los anteriores,
la visita se limita a producirles aburrimiento.

La mayoría de los visitantes
salen cansados y desencantados.

*** 


Los camareros de los restaurantes próximos te confirman
que la impresión mayoritaria es de desagrado e insatisfacción.

Los mismos empleados del Museo, a poco que hables con ellos,
se lamentan de lo mucho que se ha cambiado el edificio
y de que se haya eliminado el Museo del Asedio.

El “antiguo” alcázar impresionaba,
transmitía una mezcla de fascinación y miedo.
El “nuevo” alcázar deja indiferente
(aparte el enfado y la pena por el cambio).
Por mucho que sus diseñadores insistan
en el carácter “didáctico” del nuevo alcázar,
se aprendía más en el antiguo.
Los niños que veían aquellas salas en ruinas
no las olvidaban;
incluso sin saber de qué se trataba,
comprendían que allí había ocurrido algo terrible.
Suelos, paredes, techos y escaleras,
la penumbra, la humedad,
el paritorio, la mesa de operaciones,
los restos cochambrosos de lo que se vivió allí...

Antes sentías la historia del lugar.
Ahora simplemente es un lugar en el que se expone algo.

Lo que ahora se ve, tal como está expuesto,
se puede exponer en cualquier edificio.

Un museo planteado como una sucesión de salas muertas
puede ubicarse en cualquier sitio,
pero cuando entrabas en el antiguo alcázar
entrabas en la Historia,
se podía sentir lo que allí se vivió,
lo que vivieron allí antepasados nuestros.

El Alcázar había conservado durante todo el siglo XX
espacios y piezas relacionados con el asedio,
en perfecto estado e in situ,
lo que le daba un gran valor histórico.
Ya no hay nada.

El episodio del alcázar trasciende
(o debería trascender)
las cuestiones de bandos políticos.
El alcázar tiene para muchos extranjeros un significado
más cercano a la mera gesta militar
que a sus connotaciones políticas.
Al parecer Günter Grass
jugaba en el colegio con sus compañeros
a reproducir el asedio.
Mandela, en una visita que hizo a la ciudad,
exaltó públicamente la heroica actuación de los sitiados.
El episodio es reconocido internacionalmente.
Los hechos de guerra tienen un valor en sí mismos,
más allá de las consideraciones políticas.

Muchos visitantes lo ven así
y lamentan que se hayan eliminado los vestigios de lo ocurrido.

Vestigios que formaban parte de la historia
y ayudaban a comprender
lo que es un asedio y lo que es una guerra.
Ahora esas “pruebas de la historia” han desaparecido.


En el Museo se exponen, procedentes del Museo del Asedio,
una olla y un molinillo de campaña,
explicados en los letreros como “olla” y “molinillo de campaña”,
junto a la Harley con la que los sitiados molían el trigo,
que es explicada en su letrero como “moto”.
Fuera de lugar, ya es sólo una moto vieja sin interés.

Los sótanos donde vivieron los sitiados
y donde se podía contemplar
el quirófano y el paritorio, la capilla, el horno y los aljibes,
han sido embaldosados y totalmente remodelados.
En lo que era la enfermería, ya inexistente,
está ahora la sala de banderas del actual Museo.

Estas reformas son las que más decepcionan a los visitantes.
El alcázar ha quedado invisible tras las planchas blancas.

No hay ninguna placa junto a la reja de la cripta
que indique que allí están enterrados Moscardó
y muchos de los defensores del alcázar.
La cripta no puede visitarse.

*** 
Fusilamientos de Paracuellos, Mariano Izquierdo Vivas
(Cuadro expuesto en el Museo de Madrid, de los muchos ahora eliminados)



La intención inicial había sido
eliminar también el despacho de Moscardó,
el despacho del director de la Academia de Infantería
que ocupó Moscardó durante el asedio.

Finalmente, más por presión popular que por otra cosa,
se ha conservado.

Al principio se expuso vacío,
sólo cuatro paredes desconchadas
y con agujeros de metralla.
Pero, al cabo, parte del mobiliario se ha repuesto.

Se han eliminado algunos elementos de la decoración
y la placa que recogía la conversación entre padre e hijo;
también se ha suprimido el audio
que la reproducía en varios idiomas.
Sí se muestra la página del “Diario de operaciones del asedio”
en que se alude a este diálogo.

Cuando se inauguró el nuevo Museo,
Federico Fuentes Gómez de Salazar, de 92 años,
quizás el último superviviente de los defensores del Alcázar,
general de Brigada retirado,
que fue director del Museo del Alcázar,
relataba en su casa de Toledo a la prensa
que, aunque el historiador Paul Preston
había cuestionado la veracidad
de la conversación entre el Coronel Moscardó y su hijo,
él la presenció, y, con él, un grupo de gente,
y que el telefonista escuchó a ambas partes.

En las paredes del despacho, cuelgan
algunas fotografías del asedio
y los retratos de los directores de la Academia de Infantería,
desde 1875 a 1936.

El despacho se conserva, pero tan descontextualizado
que resulta difícil de entender para quien no conozca la historia.

Aunque el despacho puede visitarse,
no figura en la guía ni hay indicación alguna que lo señale,
y no es fácil encontrarlo:
hay que preguntar por él.

El acceso se encuentra en una esquina
del pasillo dedicado a la Guerra de la Independencia,
en el torreón suroeste del Alcázar.

No era ésta su puerta principal,
que se halla en la galería que da al Patio de Armas,
pero aquí nada indica a dónde da esa puerta.

Y resulta que este despacho se ha convertido
en uno de los mayores atractivos del nuevo Museo,
en la pieza más visitada,
hasta el punto de formarse colas para verlo.
Hay frustración por no poder escuchar la vieja megafonía.

*** 
Escalinata del Palacio del Buen Retiro, ahora



En suma: Se han desmantelado dos museos:

el del Ejército y el del Alcázar.

(Al mismo tiempo, en Barcelona
han destruido el museo militar de Montjuich,
con el proyecto de convertirlo en “Museo de la Paz”)

Además, el del Ejército no era sólo un museo militar,
sino un Museo de Historia de España.

Se dice que en Inglaterra se han alegrado
de lo ocurrido con el museo español,
pues ahora es el suyo el mejor museo militar del mundo.
Cuentan que algún representante del Museo del Ejército británico
ha afirmado que sólo España y Gran Bretaña disponían
de museos que contuvieran un compendio de su Historia
y que, tras la reestructuración del museo español,
el británico ha pasado a ser el primero del mundo.

Con las magníficas salas del Buen Retiro,
sobre las que, según los historiadores anglosajones,
se podía recuperar parte del Palacio,
hoy no se sabe qué hacer.
El edificio de momento se utiliza para exposiciones ocasionales.

*** 


Tras la apertura del nuevo museo del alcázar,
en 2012 se procedió a cambiar los nombres
de las calles adyacentes:
Tras las ineludibles polémicas,
la calle Alféreces Provisionales se ha convertido en calle de la Paz
y la calle General Moscardó es ahora Cuesta de los Capuchinos.

*** 


No es mal emplazamiento, para un museo del ejército,
la ciudad de Toledo.
No es mal emplazamiento,
el edificio del alcázar.

Para Toledo, es bueno disponer de un museo de alcance nacional.

El problema no está ni en la ciudad ni en el lugar,
sino en cómo se han hecho las cosas,
destruyendo el alcázar, que desaparece tras pantallas blancas,
destruyendo el museo del asedio, que formaba parte de la historia,
destruyendo la esencia del museo del ejército,
destruyendo su espíritu.

Con el alcázar como marco,
se podía haber hecho un museo espectacular.
Reflejo del larguísimo pasado común
(guerras civiles incluidas).
Pero lo que se ha hecho ha matado toda vida.

Los fantasmas del viejo alcázar,
desde luego, han desaparecido.

Los espíritus del viejo museo del ejército también han muerto.
El nuevo es muy blanco y está muy aseado, pero carece de espíritu.
No transmite nada.

Seguramente, si se quisiera,
el museo podría reestructurarse,
se podría intentar dotarlo nuevamente de espíritu.


7 comentarios:

  1. Espero que mi comentario le agrade. Que precísamente lo haga porque no comparto su visión histórica del asedio (ignoro su posicionamiento) y porque cuando tuve el extraño placer de visitarlo consideré que el antíguo museo, en el que no sobraba nada, carecía de la objetividad necesaria para denominarse como tal. Un museo no debería tener color político, al menos así lo entiende quien modetamente suscribe.

    Eso es una cosa, que por cierto hubiese sido bien sencilla de arreglar con algún cartel que hablase de los sitiadores sin demonizarlos y algún que otro detalle por el estilo, y otra el crimen incuestionable cometido llevando adelante toda esta desaforada reforma.

    Duelen en el alma cada una de las fotografías por usted publicadas. Duelen las de Madrid por su pérdida y duelen las de Toledo por la impunidad de la estupidez vendida, y lo que es peor, comprada, como modernidad.

    España está sembrada de este tipo de aberraciones museísticas y arquitectónicas. Por suerte podemos confiar que, si bien a nosotros nos tocará seguir sufriéndolas de por vida, nuestros nietos siempre tendrán la posibilidad de revertir la idiotez y desmontar el tinglado por feo, ineficiente y absurdo.

    Jamás, eso sí, volverán aquellos expositores de caoba ni su olor a historia. ¿Dónde estarán? Me pregunto.

    Lo peor es que todo se corresponde con el mismo afán (uno empieza a creer ya en conspiraciones) por SIMPLIFICAR lo que en esencia es irresumible. Tememos que los niños se aburran obligándoles a leer un párrafo que vaya más lejos de tres renglones, incluso estos tres se consideran excesivos y son sustituídos por un video en 3D.

    Un saludo y enhorabuena por su recopilación.

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    1. Estimado amigo, todos los comentarios son bienvenidos, y en particular cuando son educados y detallados, como el suyo.
      ¿Por qué no iba a agradarme? Ni siquiera creo que mantengamos visiones históricas enfrentadas. Sobre todo porque yo no hago valoración política del asedio, sino que me limito a hacer referencia a él como notable hecho histórico, del mismo modo que en EEUU, en el territorio de Tennessee, se sigue evocando la Batalla de Pittsburg, que tuvo lugar en la Guerra Civil americana entre Confederados y Unionistas. Forma parte de la Historia, y borrarla de la faz de la Tierra sólo sirve para añadir ignorancia.
      Para las nuevas generaciones, ya nuestro antiguo Museo del Asedio no hacía evocación de vencedores y vencidos (asunto ése que debería empezar a resultar remoto) sino de un dramático hecho de armas, y era un lugar en el que se podía "respirar" lo que era una guerra, lo que era una situación de asedio, con todas sus privaciones y miserias.
      ¿Se podía haber añadido o modificado alguna referencia? Sin duda. Eso habría sido correcto y no habría destruido el lugar. Cuando yo lo visité años atrás con mi hija pequeña, lo que le llamó la atención no fue quiénes eran los unos y los otros, sino que resultaba evidente que allí había pasado algo terrible, y creo que ése es el mejor modo de enseñar que una guerra es, efectivamente, algo terrible, sean quienes sean los contendientes. Aunque, al mismo tiempo, el lugar también transmitía la idea de que en las guerras puede haber hechos memorables (y éste del Asedio ha sido reconocido como tal internacionalmente), con independencia de valoraciones políticas (que también hay que hacerlas, claro). Así por ejemplo, por seguir con el modelo estadounidense, la Batalla de Little Big Horn, entre el 7º de Caballería del Coronel Custer y los sioux de Caballo Loco: Demos la razón a los "indios" o a los "blancos", el hecho en sí fue notable.
      Cuando se visitaba el Antiguo Museo, se aprendía, porque se "respiraba" Historia. Yo creo que los más jóvenes ya no se ponían a distinguir entre "buenos" y "malos". Pronto hará un siglo de la Guerra Civil. Lo que veían eran los resultados de una guerra.
      En cualquier caso, ahora ya no ven nada. Ni en el Museo de Toledo, ni en el Museo de Madrid. Por no ver, no pueden ver ni la magnífica portada de Covarrubias en el Alcázar, cosa incomprensible.
      "Nuestros nietos siempre tendrán la posibilidad de revertir la idiotez", sí. Siempre y cuando les leguemos material y sensibilidad suficiente para ello. Hoy parece que se considera que los niños (y hasta los adultos) son incapaces de entender nada si no se infantiliza lo suficiente la información. Y, a este paso, nuestro legado a las generaciones siguientes no será sino un interminable pasillo blanco con dibujitos y superficiales audiovisuales.
      En suma, por supuesto me agrada su comentario, con el que creo coincidir en lo esencial.
      Intervenga cuando quiera (si es para discrepar, mejor; yo no pretendo sentar cátedra).
      Gracias y un cordial saludo.

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  2. !Qué tristeza! !Qué destrozo al Patrimonio Histórico de una nación! Lo que más me duele, es el ocultamiento deliberado de la gesta heroica de los defensores del Alcázar de Toledo, !el ninguneo al heroísmo del Coronel Moscardó y de su hijo Luis! Hechos épicos, que dieron la vuelta al mundo.Juré no pisar este museo mientras siga así, y no lo he pisado.

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    1. Lídice, si guarda determinados recuerdos de alguna visita anterior, y quiere conservarlos, sí, puede ser preferible no volver.

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  3. Conozco de cerca, y los he vivido en parte desde dentro, los hechos que aquí se denuncian y se compendian con equilibrio emocional y sobrado conocimiento; conozco también a la persona que lo escribe y sé de su seriedad y honestidad a la hora de juzgar las acciones de otros.
    Lo que le mueve a difundir esta información es, sin duda, su apasionado amor por la Historia y sus testimonios patrimoniales, objetos de conocimiento ambos que hoy son sistemáticamente alterados y tergiversados desde instancias oficiales, siguiendo una corriente de empobrecimiento cultural promovida por intereses políticos.
    Somos actualmente un país descafeinado, falto de identidad y de arraigo, acomplejado de su pasado y de sus glorias como nación que tanto aportó a la civilización occidental. En tal escenario, se explican sucesos como el ocurrido con el Museo del Ejército, que tan documentada y verazmente explica este artículo al que dedico mi comentario, sólo por agradecimiento a su afán difusor y por sincero aprecio a quien lo escribe.

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    1. Muchas gracias, Ángel.
      Efectivamente, hoy somos un país falto de identidad, lleno de complejos y avergonzado por un pasado del que, sin embargo, hay muchos motivos por los que deberíamos sentirnos orgullosos. Tenemos una historia repleta de hechos y personajes magníficos y cada vez más desconocidos... El esfuerzo para recuperar su memoria parece ingente. Las instituciones públicas o no hacen nada por ello o lo que hacen es contraproducente. La tarea queda en manos de todos nosotros, de los ciudadanos. Ha habido páginas negras en nuestra historia, como en todas las historias, pero, si hacemos balance, tenemos muchos más motivos para el orgullo que para la vergüenza. Sería importante transmitir eso a las nuevas generaciones. España es una nación antigua y sabia, pero últimamente está enferma.
      Un abrazo, y, otra vez, muchas gracias.

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  4. El Alcázar es el termómetro de España. Cuando esta se rompe, la fortaleza también. Entrada de los Borbones, incendio, invasión napoleónica, incendio, primera república, incendio, guerra civil, destrucción.

    Como Zapatero intentó destruir España y lo consiguió en parte, de ahí que el Alcazar haya sido "destruido", también parcialmente. Destruido intencionadamente, para eliminar todo rastro franquista, pero además indicador, como siempre lo es del estado de salud de España.

    Detras de los paneles blancos que no dejan ver la luz del exterior sigue estando el Alcazar

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