miércoles, 10 de octubre de 2012

DESIERTO DE BOLARQUE



Por este camino fueron y vinieron


los monjes al cenobio.


Ahora es un sendero olvidado, perdido,

comido por las zarzas.


Me adentro por él porque quiero encontraros.

Desafío los espinos

que me arañan las manos y las piernas.


Hace mucho

que no ha pasado nadie por aquí.

Sólo vuestras pisadas, que ya no dejan huella.


¿Dónde estáis? Lejos. Lejos.

¿Dónde estáis? Más allá.

Os busco. Busco vuestro silencio,

vuestra paz ya inviolable,

habéis tenido que derribar vuestra propia morada

para encontrar la paz inquebrantable.


Aquí ya nadie llega.

Sólo los pájaros y los insectos invencibles.

Sólo los locos. Sólo yo.


Con las piernas y los brazos heridos

por los espinos que os defienden

de quienes no desean de verdad

llegar hasta vosotros.

¿Dónde estáis?

Más allá.



El camino se cierra, se cierra.

Sigo, entre espinos,

arañándome contra las zarzas.


Dejo en esos pequeños puñales

gotas de sangre

con la que se me abren las puertas.

Es un óbolo que pago con gusto.

Con mi sangre abono vuestra tierra,

alimento vuestro hálito.


A cambio

sé que vosotros vais diciéndome

por dónde he de seguir.


Mínimos monjes del Carmelo

que os escondisteis en lo más inviolable del bosque

para que nada os perturbase,

venid a buscarme.


Tomadme de la mano.

Guiadme hasta vuestro último refugio.

No importan las heridas. No importa

que esta vegetación descontrolada, inhóspita,

me destroce los pies, calzados, como los vuestros,

tan sólo con sandalias.

No importa la distancia.

No importa que el cielo amenace tormenta.

Llevadme con vosotros.


El camino ha desaparecido y ya únicamente

cuento con vuestra guía.


¿A dónde voy?

¿Qué hago aquí, sola,

en medio de una vegetación hostil,

bajo la lluvia?

Os busco, hermanos.



Y aquí estáis.

Aquí está vuestra casa.


Se ha derrumbado el techo.

El suelo va cubriéndolo

la vegetación enloquecida.


Pero aquí estáis. Pobres, como siempre.

Solitarios, como siempre quisisteis.

Como yo.


Por eso, me hacéis un hueco entre vosotros,

me dejáis un asiento.


Con vosotros contemplo el verde Tajo.

Con vosotros respiro.

Con vosotros.

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