En época romana, las cárceles de la ciudad
se hallaban en la ladera sobre el Tajo,
bajo los salientes rocosos
cercanos al actual puente de San Martín.
Los sentenciados a muerte eran arrojados al
precipicio
desde lo alto, desde la llamada Roca Tarpeya.
Siglos después, sobre esa roca
se construyó la llamada Sinagoga Vieja.
La Sinagoga Vieja se encontraba entre la carnicería
de los judíos
y la muralla que se levantaba sobre el Tajo.
Poco se sabe sobre ella.
Un documento de 1497 dice
que Fernán Suárez y los hermanos Dávalos
dan a censo al comerciante Diego de Villareal
la sinagoga que linda con las casas de Fernán
Álvarez de Toledo,
el muro que corona el rodadero del Tajo
y “la carniceria que antes era de los judios”.
En 1539 parece haber un cierto reparto de ese gran
inmueble:
Una casa, de Gutierre de Palma, llamada “parte de la
sinoga”,
pasa a los herederos de Gonzalo de Carmona.
Otra casa, de Gonzalo Ruiz, que era parte de “las
casas de la sinoga”,
pasa a Alonso de Ávila.
En 1584 la “casa de la sinoga” se vende a Sebastián
de Mora.
En 1585 Mora acepta un tributo
sobre la casa que posee “a la xinoga vieja”.
Desde finales del siglo XVI,
el lugar ya no es conocido como “sinagoga vieja”
sino como “casa honda”.
Hay quien cree que fue allí
donde vivió El Greco.
En 1953 el escultor Victorio Macho
construyó en ese lugar su casa y su taller.
A su muerte legó la casa y toda su obra a la ciudad
de Toledo.
Allí se ubicó el museo que lleva su nombre,
también conocido como Roca Tarpeya,
que fue inaugurado en 1967.
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