domingo, 12 de febrero de 2012

ALPUENTE


Hoy Alpuente es un pequeño rincón olvidado,
uno de los muchos pueblos del interior
en los que nunca pasa nada.
Uno de los muchos pueblos que apenas se mencionan,
que apenas se recuerdan.
Uno de los muchos pueblos mal comunicados,
uno de los muchos pueblos que se van quedando
al margen del tiempo.


Esto que hoy es un pueblecillo de la Serranía
una vez fue un reino.


Esto fue un reino cuando, en el siglo XI,
la España árabe se rompió en pedazos.


Cuando estalló la guerra civil
que acabó con el califato cordobés,
la poderosa dinastía bereber de los Banu Qasim
reaccionó pronto contra la ausencia de poder,
se independizó y proclamó su taifa
en la zona que controlaba la familia.


Abdallah ibn Qasim al Dawla
fundó la Taifa de Alpuente en el año 1009.


Alpuente, a dos jornadas al sur
del reino taifa de Albarracín,
fue un enclave aislado
pero con una buena posición estratégica
entre Zaragoza, Valencia y Toledo,
y llegó a acuñar moneda propia.


Un castillo prácticamente inexpugnable
dominaba desde el peñón un amplio territorio.
Un elevado puente salvaba el hondo tajo
y unía la fortaleza a la villa amurallada.


Era un reino pequeño, pero su existencia fue larga:
Los Banu Qasim fueron uno de los primeros linajes
que se proclamaron independientes de Córdoba
y de los últimos en ser reducidos por los almorávides.


En 1089 El Cid penetró en las montañas de Alpuente
e impuso a su monarca, Abdallah ibn Muhammad,
un elevado tributo.


La Taifa de Alpuente fue ocupada por el ejército magrebí
en 1106.
Había durado un siglo.


Más de un siglo después, en 1236,
Jaime I tomaba la plaza.


Aún durante un tiempo se mantuvo
la importancia comercial y estratégica de Alpuente,
que llegó a ser sede de las Cortes Valencianas
en varias ocasiones.


Pero la villa quedaba crecientemente lejos
de los lugares en donde se desarrollaba la historia.
Alpuente fue languideciendo,
lejos, cada vez más lejos
de los lugares donde pasaba algo.
Fue olvidada.


Ya no había frontera que defender.
Ya no había paso en el que comerciar.
Quedaron sólo unos cultivos pobres
y el olvido.


Pero, muchos siglos antes,
antes del olvido,
antes del tiempo en que se soñó Reino,
antes de antes,
antes de que se formaran las montañas,
millones de años antes,
Alpuente fue el principio del tiempo.


Hace 140 millones de años, en el Jurásico.
Cuando comenzó la disgregación de Pangea
y empezaron a formarse los continentes.
Cuando aún no existía la hierba,
cuando aún no existían las flores.
Cuando aún no existían las aves.
Entonces Alpuente era
la orilla de un mar que ya no existe.
Y allí, entre las marismas,
habitaban los dinosaurios.


Quedan sus huesos fosilizados
y sus huellas petrificadas.
Las huellas que aquellos animales colosales
dejaron sobre un terreno blando
que se endureció de pronto.


Un meteorito de 10 kilómetros de diámetro
impactó contra el planeta
y originó en tierras mejicanas
un cráter con una boca de más de 200 kilómetros de diámetro.
Ese cataclismo, ocurrido hace 65 millones de años,
acabó con los dinosaurios del mundo,
acabó con los dinosaurios de Alpuente.


Ahora quedan las huellas petrificadas
y el olvido.

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