sábado, 18 de febrero de 2012

EL PUIG



El Puig. Castillo



Entre Sagunto y Valencia, a unos 16 kilómetros de ésta,
había un montículo en medio de la huerta
y próximo al mar.

Ahí, en ese cerro, “podium” o “pug”, en el siglo XI,
los árabes construyeron un castillo
para proteger el acceso a Valencia.

En 1093 la fortaleza fue tomada por El Cid
en su campaña hacia Valencia.
«Las noticias de mio Cid sabed que corriendo van;
miedo tienen en Valencia, no saben cómo actuar».

Con las maderas y piedras de las casas de las huertas
el Cid levantó una población junto al castillo,
como base de operaciones para la toma de Valencia.

Tiempo después los musulmanes recuperaron la plaza.

En los años siguientes el castillo de Enesa,
en El Puig, se convirtió
en la más importante de las fortalezas
que defendían las puertas de Valencia.
El castillo daba protección al acceso por el norte a la capital
y era un enclave de importancia estratégica crucial,
en lo alto del montículo al que los árabes llamaban “Yuballa”,
diminutivo de “yebel”, que significa monte,
castellanizado Sebolla en los romances.

El Puig. Monasterio


El siglo XIII fue el de los grandes avances cristianos,
protagonizados en Aragón por Jaime el Conquistador.

El Puig. Monasterio


El año 1224 Jaime I se hallaba
en una situación política muy comprometida.
Sus nobles lo habían encerrado en la Zuda de Zaragoza
(el antiguo alcázar musulmán)
para exigirle privilegios y prebendas,
y logró escapar saltando por una ventana.

Pero en 1225 el rey convocaba en Teruel
a los nobles de Aragón y Cataluña
para iniciar la conquista de “Balansiya”, Valencia.

Sólo acudieron barones aragoneses:
Blasco de Alagón, Artal de Luna,
Pedro Pérez, Justicia de Aragón...

En agosto se estableció el asedio a Peñíscola.
Pero en noviembre aún no se había tomado la plaza
y habían transcurrido los tres meses de servicio a su rey
a que estaban obligados los nobles aragoneses,
según sus fueros y privilegios.
Peñíscola aguantaba
porque, hasta la utilización de la pólvora,
las poblaciones fortificadas
fueron casi inconquistables mediante combate:
los sistemas defensivos resultaban más efectivos
que las operaciones de ataque.
La expedición fue un fracaso.

El Puig. Monasterio


Los almohades habían creado un gran imperio,
pero la batalla de las Navas de Tolosa inició su decadencia.
Como antes el imperio almorávide
y como antes aún el califato,
el territorio almohade empezó a disgregarse
en nuevos Reinos de Taifas.
En 1227 la guerra civil se había generalizado
en la España musulmana.

El Puig. Monasterio


En 1230, el desorden político en la taifa valenciana
despertó de nuevo el deseo de Jaime I
de emprender la reconquista de la ciudad.

Las líneas de acceso desde la Corona de Aragón
a las tierras meridionales
estaban en manos de hospitalarios y templarios
(Tortosa y Amposta),
de los calatravos (Alcañiz)
y del Rey, de quien dependía Teruel.

En una reunión habida en Alcañiz entre el rey,
el maestre de la Orden del Hospital
y el noble don Blasco de Alagón,
se acordó la ocupación de Valencia y su reino,
que “es la meylor terra e la pus bela del mon”,
escribe el rey en su Crónica.
El plan era el siguiente:
Después de la ocupación de Burriana
los cristianos se asentarían en El Puig,
a dos leguas de Valencia.
Desde allí recorrerían la huerta
hasta que los habitantes de la ciudad se entregasen.

En 1233 se ocupaba Burriana.
Desde allí, al año siguiente,
el rey entraba en negociaciones con los moros de Peñíscola
para pactar la entrega de la población.
En 1235 los templarios tomaban Xivert
y los hospitalarios ganaban Cervera.

Ese mismo año se efectuaron ataques
a los alrededores de “Balansiya”.
Los musulmanes de Zayyan ibn Mardanish,
al replegarse hacia el sur,
arrasaron la fortificación de Enesa
para que los cristianos no pudieran instalarse en ella.

El Puig. Monasterio


Mientras el rey de Castilla tomaba Córdoba,
las huestes de don Jaime avanzaban hacia el sur
ocupando numerosas poblaciones.

El Puig. Monasterio


A finales de 1235 las huestes de don Jaime se retiraban
pero al año siguiente el rey convocó Cortes en Monzón
para tratar “del asedio y conquista de la ciudad de Valencia”
y recabar ayudas.
A estas cortes asistieron
todos los prelados de Aragón y Cataluña,
la nobleza y los representantes de los concejos.
A los pocos días ya se habían tomado decisiones:
se trató el asunto de la campaña,
el monarca recibió el apoyo necesario
y se habló por vez primera de Cruzada
para conquistar el Reino de Valencia.
Después el rey firmó el reconocimiento de la oferta
hecha por el maestre provincial del Temple
para ayudar en la conquista.

En febrero de 1237, el papa Gregorio IX
calificaba la acción de "cruzada"
y otorgaba la bula correspondiente.

Don Jaime prometió dotar a la iglesia de Valencia
cuando tomase la ciudad.
Y, a todos los que participasen en la empresa,
tierras y otros beneficios.

El Puig. Monasterio


Sabía que si ocupaba el lugar
que los musulmanes llamaban Enesa
y los cristianos Puig de Sebolla (“Pug de Cebola”),
podría ganar Valencia.
Habló el rey con su tío Bernat Guillem de Entença
y le encargó la toma de El Puig,
donde tendría frontera todo el invierno;
cuando llegase el verano, talarían la huerta;
y, cuando llegase la hora de sitiar Valencia,
el rey ordenaría a sus ricos hombres y ciudadanos
que le acudiesen.
Y cuando conquistase Valencia, todo el reino sería suyo.

El Puig. Monasterio


A comienzos de la primavera, en Pascua,
el ejército se concentró en Teruel.
Acudieron barones aragoneses;
de la nobleza catalana, sólo Guillem de Agulló.
Acudieron las huestes de los concejos aragoneses;
los concejos catalanes no acudieron.
Acudieron el maestre del Hospital,
un comendador del Temple
y el comendador de Alcañiz.

Días después, el ejército se ponía en marcha.
En primer lugar iban el rey y los caballeros;
les seguían los hombres de los concejos.
Pasaron por Sagunto.
El 25 de junio de 1237 llegaron a El Puig
y se instalaron en los restos del castillo.

El Puig. Monasterio


Jaime I dispuso que la fortificación fuese reconstruida
para asediar Valencia desde allí.
Se hizo un muro de tapia
y un camino empedrado hasta el mar.

Al mismo tiempo, el día 9 de julio
se inició la confección de un registro notarial
en el que se iban asentando
los ofrecimientos que el rey hacía
de tierras y casas de Valencia
para cuando conquistase la ciudad.
Este registro se conoce
con el nombre de “Llibre del Repartiment de Valencia”.
El primer ofrecimiento fue para don Artal de Luna,
al que le correspondieron las alquerías de Paterna y Manises.

Al cabo de dos meses, la obra estaba terminada
y el castillo fue ocupado por una guarnición
de 100 caballeros y 2.000 peones,
mandados por Bernat Guillem de Entença.
Bernat Guillem quedó como alcaide
y don Jaime emprendió el regreso al norte
para reclutar más tropas
con las que emprender el acoso a la ciudad.

Mientras don Jaime retornaba a Aragón,
Zayyan ibn Mardanish avanzó hacia El Puig
con un ejército de 400 caballeros y 8.000 peones.

El Puig. Monasterio


El 20 de agosto de 1237, a mediodía, tuvo lugar la batalla.
Las fuerzas eran muy desiguales,
pero San Jorge se puso al frente de las tropas cristianas.
El ejército musulmán fue derrotado,
y la mayor parte de sus soldados sucumbieron.

El Puig. Monasterio


Pocos lugares tan envueltos en el milagro como El Puig.
La imagen de Santa María apareció milagrosamente
para proteger a los soldados.
En el cerro del castillo
una fuente brotó milagrosamente
cuando los cristianos necesitaron agua.
Y, en el combate,
San Jorge cabalgó junto a Bernat Guillem
para conducir a sus hombres a la victoria.

El Puig. Monasterio. Santa María de El Puig


El combate se libró en las inmediaciones de la “muntanyeta”,
hacia la playa, en un llano.
Allí pronto se levantó una cruz para conmemorar la batalla.
Poco después se erigía una ermita.
En el siglo XVI se reconstruyó ésta.
Es un pequeño edificio de base cuadrada.
En un lateral, una lápida de piedra recuerda:
«Lo glorios Sant Jordi al exercit del rey En Jaume
en aquest lloc se aparegué».

La planta cuadrada del edificio
asume un alto valor simbólico;
los cuatro elementos,
los cuatro puntos cardinales,
las cuatro estaciones del año,
las cuatro virtudes cardinales,
los cuatro jinetes del Apocalipsis,
los cuatro evangelistas,
los cuatro grupos de patriarcas, profetas, apóstoles y mártires,
los cuatro ríos del Paraíso...
El cuadrado era símbolo de la Tierra,
pero también la ciudad cúbica es, en el Apocalipsis,
la evocación de la Jerusalén Celeste;
esta descripción del Apocalipsis de San Juan
formaba parte de la Epístola que se leía
durante el rito de consagración de los templos.
La arquitectura de la ermita se erige así
en imagen del cosmos
con el que se pone en conexión el santuario.
En el interior, las paredes están cubiertas
por mosaicos cerámicos con coloristas imágenes
de la aparación de San Jorge y la conquista de Valencia.
Otra representación de San Jorge, matando al dragón,
custodia el recinto.

El Puig. Ermita de San Jorge


Jaime I, al conocer la victoria,
retornó a El Puig, donde permaneció algunos días,
y después regresó a Aragón.

A partir de esta batalla, los destacamentos cristianos
se multiplicaron por la comarca,
y los musulmanes tuvieron de retroceder.

El camino hacia la ciudad de Valencia quedaba abierto.

El Puig. Ermita de San Jorge. Batalla de El Puig










Sin embargo, mientras Jaime I estaba en Aragón,
murió Bernat Guillem de Entença,
que había sido herido en la batalla,
lo cual produjo el desánimo de los nobles.

En un consejo de magnates,
Blasco de Alagón, en nombre de otros muchos barones,
sostuvo que era mejor evacuar El Puig
y abandonar de momento la empresa,
que podía ser reanudada más adelante.

Enterado el rey, retornó al castillo.
El 24 de enero de 1238 llegaba a El Puig.
Llevaba con él al hijo de Bernat, llamado Guillem,
un niño de once años.

Ante los nobles reunidos,
don Jaime armó caballero a Guillem
y le hizo donación de la fortaleza.
Provisionalmente designó como capitán del castillo
a Berenguer de Entença, hermano mayor del niño,
y, desoyendo el consejo de los barones,
resolvió continuar la campaña.

Mientras preparaba el asedio de Valencia,
el rey proclamó a Santa María de El Puig
como patrona del Reino de Valencia
y encargó a Pedro Nolasco,
fundador de la Orden de la Merced,
la custodia de su imagen.

En la Pascua de 1238 llegaron los refuerzos
que el rey había reclutado.
Unos 100 caballeros de linaje, unos 150 almogávares
y unos 1000 hombres de a pie.
La mayoría aragoneses.
Con estos escasos combatientes
Jaime I se dispuso a sitiar Valencia.

El Puig. Monasterio. Sepulcro de Bernat Guillem de Entença


Estando aún en El Puig
recibió don Jaime a un mensajero del rey Zayyan
que le ofreció firmar un pacto de paz
a cambio de entregarle todos los castillos
que estaban entre el río Turia, Tortosa y Teruel,
un palacio en la Zaidía y una renta en la ciudad de Valencia,
a lo que el monarca no accedió.

El asedió se inició el 22 de abril.
El rey acampó en Ruzafa.

La capitulación de Valencia
se firmó el día 28 de septiembre de 1238, en Ruzafa,
tras días de negociaciones.
Salió de la ciudad Zayyan, con su escolta,
y se reunió con don Jaime,
que se había vestido con sus mejores ropas
y estaba rodeado por sus nobles.
En el documento se recogen las condiciones de la rendición.
Los nobles se comprometen a respetar lo pactado;
firman, entre otros:
el Infante Fernando, tío del rey;
Nuño Sánchez, pariente del rey;
Berenguer de Entença y Guillem de Entença;
Artal de Luna...

Los pactos establecen:
- Los moros que quisieran abandonar Valencia,
podrán marchar salvos y seguros,
llevando sus pertenencias.
- Los moros que quisiesen permanecer en Valencia,
podrán quedarse salvos y seguros
bajo la protección del rey.
- Jaime I promete a Zayyan una tregua de 7 años,
durante los cuales ni él ni sus vasallos le harán daño.

El último en salir de la ciudad fue el emir Zayyan,
que abandonó el alcázar el día 8 de octubre.

El Puig. Monasterio. Sepulcro de Bernat Guillem de Entença


El 9 de octubre don Jaime entraba en Valencia.
La fecha no sólo se conmemora en la ciudad
sino también en la Ermita de San Jorge de El Puig.

El Puig. Monasterio. Sepulcro de Bernat Guillem de Entença


En el año 1240, don Jaime dio tierras
en un montículo frente al castillo,
donde había existido una iglesia visigoda,
a Arnau de Carcasona, de la Orden de la Merced,
para que levantase un santuario a Santa María.
Se trataría de una pequeña iglesia
de la que sólo queda la portada de la iglesia actual.
Hacia el 1300 las tierras pasaron a manos de Roger de Lauria,
almirante de la flota de la Corona de Aragón,
aquél que dijo al Conde Foix, emisario del rey de Francia:
«Señor, no sólo pienso
que ningún bajel intente navegar por el mar
sin salvoconducto del soberano de Aragón,
sino que no creo que pez alguno intente alzarse sobre el mar
si no lleva en la cola un escudo
con la enseña del rey de Aragón
como salvoconducto del rey aragonés...»
El almirante, ya retirado y poco antes de morir,
inició la edificación de una iglesia mayor.

El Puig. Monasterio. Sepulcro de Bernat Guillem de Entença


El altar mayor acoge la imagen de la Virgen de El Puig
y en una capilla lateral está enterrado
el capitán Bernat Guillem de Entença.

También fueron enterrados en la iglesia
Margarita de Lauria y su hermano Roberto,
Juana Folch de Cardona...
El templo se constituía en panteón funerario
de la nobleza valenciana descendiente de Jaime I.
La Desamortización y la Guerra Civil
destruirán la mayoría de los sepulcros.
Quedan dibujos, fotos, textos, restos,
que dan testimonio de aquellos magníficos sepulcros.

El Puig. Monasterio. Sepulcro de Margarita de Lauria


El monasterio, de monjes mercedarios,
en estilo herreriano, escurialense,
se comenzó a construir en 1588,
con la bendición de Juan de Ribera.

Se levanta sobre un rojizo bloque de rodeno
y tiene aspecto de fortaleza.
Aquí siguen residiendo los padres mercedarios,
que han regresado tras la exclaustración.
En los muros del Salón Real,
dos "socarrats" de Jaime de Scals representan dos escenas:
"El rey Jaime I con caballeros de la orden de la Merced"
y "La batalla de El Puig de 1237".
En unas estancias reservadas
a las que se accede por una puerta
disimulada en la pared del Salón Real,
se alojan los Reyes de España cuando visitan Valencia,
con lo que el monasterio adquiere también
carácter de palacio real, como San Lorenzo,
siguiendo la antigua voluntad monástica
de la monarquía española.

El Puig. Monasterio. Batalla de El Puig








En el siglo XIV,
en el transcurso de la Guerra de los Dos Pedros,
Pedro IV de Aragón ordenó la demolición
del castillo de El Puig,
para que no pudiera hacerse fuerte en él
Pedro I de Castilla.

El Puig. Monasterio


He preguntado a algún vecino del pueblo
cómo llegar al castillo,
pero no me han sabido decir,
no saben nada de la existencia de un castillo.
Lo he encontrado, y el castillo ya es sólo
un pequeño muro informe
coronado por una cruz y una bandera
en lo alto de la “Montaña de la Patà”,
frente al monasterio.

El Puig. Castillo


Un hermoso cuadro en temple sobre tabla,
pintado a comienzos del siglo XV
por el alemán Andrés Marzal de Sax,
representa en vivos colores y movimientos
la intervención de San Jorge en la batalla
y constituyó la entrada del gótico internacional
en la Península Ibérica.
El cuadro debería estar en Valencia,
pero está en Londres.

Batalla de El Puig

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