jueves, 17 de septiembre de 2015

PALACIOS DE LA SIERRA



El camino se va alejando
del mundo de los vivos
y el silencio se vuelve más intenso,
más profundo, más significativo.


Hay que seguir la pista del silencio
para llegar al territorio de los muertos.


El sendero del silencio
va conduciendo a la tierra de los muertos.


Sólo se escucha
el suave rumor de un agua invisible
que debe ser el rumor del silencio
manando de las rocas que protegen
la casa de los muertos.


El camino se estrecha entre grandes árboles
en cuyas largas ramas se enreda la luz.


La casa de los muertos
no es un lugar oscuro,
no es un lugar sombrío sino radiante.


El camino hacia la casa de los muertos
es una vía de silencio y de luz.


Una vía que atraviesa los bosques,
las aguas invisibles,
los rayos de sol.
La luz. La canción del agua. La espesura.


Conforme el camino se aproxima
a la casa de los muertos,
la voz del agua va adquiriendo sentido,
es posible entender el mensaje del viento,
se puede ver, entre los árboles,
a los seres de luz que protegen
el acceso a la tierra de los muertos.


Son figuras altas y delgadas,
blancas, ígneas,
de una belleza dura, difícil
con la dificultad del infinito.


Bajo las copas de los árboles,
entre los rayos de luz interminable,
se puede ver a esas figuras silenciosas,
altas como columnas hacia el cielo,
delgadas como lanzas,
que, sin palabras,
indican el camino.


La necrópolis está escondida,
está en el corazón del bosque.
Ahí están las tumbas.
Tan solas.
Tumbas de piedra.


El cementerio en el corazón del bosque,
en el corazón del silencio,
en el corazón de la montaña.
A lo lejos, las cumbres.


Animales fabulosos viven y mueren en esta sierra,
vigilando las tumbas.


Animales de una especie ignorada,
animales desconocidos por el hombre,
que viven aquí vigilando las tumbas y aquí mueren,
vigilando las tumbas.


Sería posible tumbarse en una de esas tumbas abiertas,
esas tumbas con acogedora forma humana,
y quedarse ahí a esperar la muerte,
quedarse ahí a esperar
la buena muerte.

2 comentarios:

  1. Que espeluznante, no me tumbo yo en esas tumbas, por muy acogedoras que te puedan parecer... que valor...

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    1. ¡Ja, ja! Vale, no te tumbes, pero date una vuelta (o varias) por toda esa zona de la Sierra de la Demanda, llena de necrópolis y ermitas rupestres. Es espectacular. Sobrecogedora, a veces, pero espectacular. En ocasiones cuesta un poco encontrar los enclaves, pero eso forma parte del encanto. Si vais a ir, me lo dices, y te puedo dar alguna indicación para localizarlos.

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