Puente la Reina de Jaca, junto al río Aragón,
es un desangelado punto de paso
del Camino de Santiago.
Más que una población es una “estación de servicio”,
un conjunto de hostales, mesones y tiendas
batidos por el viento
y cubiertos por la arena que arrastra el viento
desde una próxima cantera.
El viento sopla fuerte,
te llena los ojos de arena,
como para impedir
que contemples la desolada realidad.
A pocos kilómetros,
en un solitario llano a los pies de la cordillera pirenaica,
en la cuenca fluvial del Aragón,
en la Canal de Berdún,
en la llanura recorrida por el Aragón entre Jaca y Yesa,
se encuentra la villa de Bailo.
Bailo fue sede de los reyes del Sobrarbe.
No existían entonces sedes cortesanas fijas
sino cortes itinerantes
pero los monarcas frecuentaban la villa de Bailo
y en torno a su presencia
se multiplicaban los criados y los funcionarios:
bodegueros, coperos, reposteros, trinchadores,
mayordomos, caballerizos, capellanes.
Todos ellos se ocupaban
de la comodidad y seguridad de los monarcas
durante su estancia:
aprovisionaban sus silos, surtían su mesa,
vigilaban sus tesoros, atendían a sus caballos.
Durante el reinado de Sancho III,
en 1014,
la sede episcopal, y con ella el Santo Cáliz,
se trasladaron a la iglesia de la corte,
que se hallaba en Bailo:
la iglesia de San Pedro, hoy parroquia de San Fructuoso.
En Bailo el Cáliz debió permanecer del 1014 al 1076.
Los reyes y los principales barones del reino
pasaban la Cuaresma en el cercano San Juan de la Peña,
directamente comunicado con Bailo
por una antigua ruta que atravesaba los montes.
En Bailo residieron don Ramiro y sus hermanos,
los hijos de Sancho III.
Pero éste donó el lugar al monasterio de San Juan de la Peña
en 1025
y los reyes de Aragón se quedaron sin sede.
Aún hoy, alguna vez,
en el cauce de algún arroyo próximo,
se encuentra alguna losa sepulcral
muy antigua, profusamente decorada.
Cubiertas de sarcófago
abandonadas en barrancos solitarios.
Sarcófagos visigodos
perdidos, sumergidos en el agua durante siglos;
tumbas de procedencia desconocida,
quizás del cercano monasterio de San Juan,
quizás de alguna aldea desaparecida.
Poco más que eso queda.
¿Cómo es posible
que esto fuese una vez
Sede Real?
No queda nada.
Como si una hechicería
hubiese arrasado el lugar.
Hay un pueblo minúsculo
al borde de una carretera.
Atravieso sus escasas calles
sin cruzarme con nadie.
En vano intento imaginarme
la residencia regia.
Intento imaginarme este lugar remoto
habitado por reyes, obispos, ricoshombres.
La parroquia actual es una edificación del siglo XVI.
Su torre conserva en el aranque
vestigios de la original románica.
Nada más penetrar en el templo,
en medio del comienzo de la nave,
hay un capitel románico
decorado por sus cuatro caras.
Es el capitel de un claustro.
Es cuanto queda
de la desaparecida iglesia románica de San Pedro.
Está situado sobre una basa ática
y ésta a su vez sobre un podio moderno.
Se ha vaciado en su parte superior
para cumplir funciones de pila bautismal.
La temática de su decoración
es la lucha entre el Bien y el Mal.
Y eso es todo.
Aquí se ubicó una vez la sede
del naciente Reino de Aragón.
Aquí estuvo una vez el Santo Grial.
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