lunes, 15 de julio de 2013

TOLEDO. Sinagoga del Tránsito (I). Museo Sefardí





Cuando Túbal, nieto de Noé,
se encaminaba al “fin de la Tierra” (a Finisterre),
a las últimas costas,
para ver dónde terminaba el mundo,
alguien le dijo que en el centro de la Península
había un monte igual que el monte de Yahvéh,
el “Monte Tsión” o “Monte Moriah”.
Túbal quiso verlo.
Subió al monte y allí levantó una piedra a modo de altar
y, bendiciéndola, dijo:
«¡Que todas las generaciones (Toldot) venideras,
sepan que yo estuve aquí
y que adoré al Santo de los santos en este lugar!»

Toledo habría sido así “Medinat Toldot”,
“la ciudad de las generaciones”.

Después en ese lugar los árabes construirán su mezquita
y más tarde los cristianos su catedral.

Desde el origen de los tiempos
Toledo fue un lugar importante para los judíos.
Una especie de segunda Jerusalén.


***


En el Salmo 72 (versículos 10-11) se dice:
«Los reyes de Tarsis y de las costas
traerán presentes al rey justo».

Tarsis podría ser capital del reino de Tartesos,
localizado en la Andalucía occidental.

En el Libro de Abdías (versículo 20) se lee:
«Los cautivos de Jerusalén, que están en Sefarad,
poseerán las ciudades del Mediodía».

Sefarad, lugar de ubicación incierta,
fue identificado con la Península Ibérica por los exégetas judíos
y se convertirá en habitual en la literatura hebrea
la referencia a la Península como Sefarad.

La etimología sería de origen fenicio:
Is-safan'im, “Costa de los Conejos”;
el término habría evolucionado en dos sentidos:
Sefarad, en hebreo, e Hispania en latín.

Hispania.
Sefarad para los judíos.
Al-Ándalus para los árabes...

Los sefardíes son los judíos oriundos de España;
los judíos que vivieron en España
y los descendientes de aquéllos que vivieron en España.


***


El Talmud de Babilonia (compilado en el s. V d. C.)
documenta la huida de hebreos hacia la Península Ibérica
en tiempos del saqueo de Jerusalén por las tropas de Tito,
en el año 70 d. C.

El primer testimonio fidedigno de la presencia judía en la Península
lo ofrece el Epígrafe Iustinus,
hallado en Emérita Augusta y fechado en el s. II.

También, una de las piezas del Museo Sefardí de Toledo:
La pileta trilingüe, de mármol, hallada en Tarraco
y datada en el siglo V.
Presenta inscripciones en latín, griego y hebreo,
en las que se habla sobre la paz.
Ha venido siendo considerada, sin seguridad,
como pila de abluciones sinagogales.


Tras la caída de Jerusalén ante los romanos en el año 70 d. C.
y la destrucción del Segundo Templo,
la Sinagoga se convirtió en la principal institución del judaísmo,
espacio para la oración, para el estudio,
para reunión de la comunidad
y para la toma de decisiones colectivas.

El Templo era único y sólo podía estar en Jerusalén,
tenía sacerdotes, acogía sacrificios.
La Sinagoga puede construirse en cualquier lugar,
en Israel o en la Diápora,
se adapta a los países, las épocas y los estilos.
Allí donde hay un grupo de judíos reunidos para rezar,
hay una sinagoga.


***


Durante la época romana y la época visigoda
fueron creciendo las comunidades judías en la Península.
La más importante será la toledana.

En Toledo, los árabes asignaron a los judíos un espacio
entre la puerta de los judíos (puerta del Cambrón)
y el puente de San Martín.
La llamada “Madinat al-Yahud” (“Ciudad de los Judíos”).

Durante los siglos de ocupación musulmana,
las aljamas judías sufrieron las campañas
de los almorávides y de los almohades,
lo que obligó a muchos hebreos a huir.

El avance cristiano supuso inicialmente
la mejoría de la situación de las comunidades hebreas.

Pese a que etapas tranquilas
se alternaron con años de conflictos, acosos y muertes,
creció la cultura judía,
surgieron importantes personalidades.
Fue en España donde nació y se desarrolló el misticismo judío
conocido como Cábala.


En las juderías, los principales cargos eran
el Rab, elegido por la comunidad,
el Sabio, encargado de enseñar la Torah,
los Jueces, que en cada comunidad eran tres,
el Carnicero, que cobraba por el sacrificio de las reses...

El barrio judío de Toledo ocupaba un 10 % del terreno urbano.
Llegó a tener diez sinagogas...

En 1492 los judíos de Sefarad se vieron obligados
a optar entre la conversión al cristianismo o el destierro.

Muchos eligieron la conversión, real o fingida.
Otros muchos abandonaron la patria.


Se dice que algunos enterraron sus joyas
pensando en recuperarlas al volver.
Se dice que se llevaron consigo las escrituras de sus propiedades
y las llaves de sus casas,
creyendo que podrían regresar pronto.

Se llevaron también algo más importante: el idioma.


***


La lengua sefardí, el judeoespañol o judesmo (djudezmo)
es el castellano que hablaban los sefardíes que marcharon de España
y cuyos descendientes han seguido hablando
en las tierras en las que se instalaron.

Las principales comunidades sefardíes o judeoespañolas
se hallan en los Balcanes, Anatolia y Oriente Medio:
Turquía, Grecia, Macedonia, Bulgaria, Bosnia...

Los sefardíes establecidos en tierras otomanas
pertenecían a un nivel socio-económico
superior al de las poblaciones autóctonas,
lo cual les posibilitó conservar durante siglos
su lengua y sus tradiciones hispánicas.

En la Turquía otomana, el español hablado por los sefardíes
fue conocido como “yahudice” (“judío”).
Un diplomático otomano que visitó España en el siglo XVII
se sorprendió al oir la lengua que se hablaba en el país,
como lo manifestaba en una carta escrita a la Sublime Puerta:
«Curiosamente, en España han adoptado la lengua
de los judíos de nuestro Imperio».


***


En la ciudad de Salónica, primero otomana y después griega,
la comunidad sefardí constituyó más de la mitad de la población.
Allí el judeoespañol era empleado como lingua franca
en las relaciones comerciales y sociales
entre los tres principales cultos de la ciudad:
musulmanes, cristianos y judíos.

Durante siglos se produjo
una importante obra literaria en sefardí.

El siglo XIX marca un punto de inflexión
en la evolución del judeoespañol.
Aumentaron las migraciones
y también la formación académica en otras lenguas;
se constituyeron nuevos estados nacionales, con lengua oficial.
El sefardí fue quedando relegado al ámbito familiar.
Por otra parte, los sefardíes cultos
fueron sustituyendo palabras de origen turco
por otras de origen latino,
para darle un carácter más occidental a su lengua.

Paradójicamente, de 1880 a 1930
son los años de mayor uso del judeoespañol,
pues los sefardíes alcanzaron su mayor cota demográfica.
Se desarrolla la prensa en sefardí
y se traducen muchas obras europeas al judeoespañol.

A finales del siglo XIX se producen
los primeros reencuentros con el castellano de España,
sobre todo en Marruecos,
donde el sefardí adquiere algunos rasgos del castellano moderno.


A comienzos del siglo XX algunas comunidades sefardíes
intentaron que España posibilitara
la repatriación de los antiguos exiliados
y la obtención de la ciudadanía española,
para ampararlos de las luchas que se estaban dando en los Balcanes
por la desintegración del Imperio Otomano.

El 20 de noviembre de 1924 se aprobó un Decreto-Ley
elaborado por el gobierno de Miguel Primo de Rivera,
según el cual los sefardíes
tenían derecho a obtener la nacionalidad española.

Gracias a esta norma
unos 40.000 judíos salvarán la vida
durante la Segunda Guerra Mundial.


El Holocausto aniquiló comunidades judías enteras.
Entre ellas la numerosa comunidad sefardí de Salónica.

Tras la desaparición de numerosos núcleos sefardíes,
sobre todo balcánicos,
la mayor parte de los hablantes de judeoespañol sobrevivientes
eran judíos turcos.

Después, las migraciones causadas por la Guerra
y posteriormente la creación del Estado de Israel
propiciaron el desmembramiento y aculturación
de las comunidades supervivientes.

El judeoespañol dejó de tener una localización concreta,
con lo que disminuyó considerablemente
tanto el número de hablantes como la producción literaria.

En Israel, a donde se trasladaron la mayor parte de los sefardíes,
el mantenimiento del judeoespañol como signo de identidad
tenía poco sentido,
porque allí se había recuperado el hebreo como lengua propia.

Los grupos sefardíes subsistentes en otros países
mantuvieron el judeoespañol en el ámbito doméstico.

En la actualidad el número de hablantes de judeoespañol
ronda los 150.000,
muchos de ellos en América,
donde algunos grupos sefardíes conservan sus tradiciones.

En Israel se mantiene una revista en judeoespañol,
Aki Yerushalayim ("Aquí Jerusalén"),
editada por la Autoridad Nasionala del Ladino,
y una emisión semanal de radio en la emisora Kol Israel.

Desde hace años, Radio Exterior de España emite
el programa “Bozes de Sefarad”.

Las comunidades sefardíes más numerosas fuera de Israel
están en Turquía,
donde hay unos 15.000 hablantes
y donde el número de periódicos y programas de radio en sefardí
sigue siendo importante.

Desde finales del siglo XX está habiendo intentos
de recuperación del judeoespañol, sobre todo en Israel.
Se trata de un sefardí académico, estandarizado
a partir de las diferentes variantes.

Algunas editoriales, sobre todo españolas,
vuelven a publicar libros escritos en sefardí.

El judeoespañol posee gran cantidad de vocablos arcaizantes,
en relación con el castellano actual.
Ha incorporado también vocablos de las diferentes tierras,
del turco y el griego principalmente,
aunque hoy las aportaciones balcánicas y eslavas
están siendo sustituidas por términos del español moderno.

El judeoespañol se había escrito tradicionalmente
con caracteres hebreos.
Sin embargo, en la actualidad se utiliza con frecuencia
el alfabeto latino,
sobre todo en Turquía.

También se emplearon en el pasado
los alfabetos griego y cirílico,
pero hoy están en desuso.


***


En ocasiones al sefardí se le denomina también ladino.

Sin embargo, en sentido estricto,
el ladino, o judeoespañol calco,
es la forma de judeoespañol utilizada
para la traducción de textos sapienciales,
el aprendizaje religioso y la liturgia.

El término deriva de “latino”
y surge de la costumbre rabínica
de traducir las escrituras del hebreo original
al castellano hablado por los sefardíes, “fazer en latino”.
Es una variedad hebraizante de castellano,
de uso exclusivamente escrito,
que fue creada por eruditos judíos para el ámbito religioso
y que ha sobrevivido hasta hoy.

La creación del ladino tuvo como finalidad
la superación de los problemas que acarreaba
la traducción de la Biblia a una lengua muy diferente del hebreo
y con un vocabulario de difícil correspondencia.

El Rabino Akiva ben Iosef enseñaba que Dios,
al comunicar la Torá en lenguaje humano,
trasfundió en el texto algo de su trascendencia.
Ello hizo que los traductores de la Biblia
pusieran empeño en conseguir
la máxima fidelidad a los textos originales
y trataran de infundir en la lengua de destino
la sacralidad de la lengua original,
aun a costa de la naturalidad de la traducción,
ya que en ésta el orden de las palabras
era el mismo que en el original hebreo
y estaba cuajada de calcos lingüísticos y hebraismos,
combinados con el lenguaje popular.
El resultado fue una lengua religiosa
con la apariencia de una lengua vulgar.

Hay escritos en judeoespañol rabínico
desde 1350 hasta la actualidad.

Obra emblemática del judeoespañol calco
fue la Biblia de Ferrara, publicada en 1552,
que influyó mucho en la traducción Reina Valera.

Aun siendo el judeoespañol calco
una variedad estilística del sefardí,
difiere notablemente de éste.

El ladino, al seguir el mismo orden
en que aparecen las palabras en el original hebraico,
se convierte en una lengua romance
con la sintaxis de una lengua semítica.

En cuanto al léxico, ha incorporado términos hebreos,
algunos de los cuales han pasado al judeoespañol hablado.


***


Hay numerosos refranes sefardíes,
muchos de ellos claramente castellanos,
y que evocan la España de origen.
He aquí algunos de ellos:

El Dio da barva onde no ay keşada
(Dios da barba a quien no tiene quijada).
El ke munço se aboka, el kulo amostra
(Quien mucho se agacha, enseña el culo).
El ke se eça kon kriyaturas, se alevanta pişado
(Quien se acuesta con niños, se levanta meado).
El ke se eça kon gatos, se alevanta areskunyado
(Quien se acuesta con gatos, se levanta arañado).
Kien de ajenos vestira, en medyo de la kaye le kitaran
(Quien de prestado se viste, en la calle lo desnudan).
El ke se kema kon la çorba, asopla en el yoğurt
(Quien se quema con la sopa, sopla en el yogurt).
Kien no tenga meoyo, kale ke tenga paças
(Quien no tenga seso, menester es que tenga pies).
La tizna dize a la kaldera, ¡vate! ¡vate!, ke sos preta
(Dice la sartén al cazo: ¡apártate, que me tiznas!)
El dia ke no barri, vino kien no asperi
(El día que no barrí, vino quien no esperaba).
¡Guay! de la barka ke tiene munços kapitanes
(¡Ay del barco que tiene muchos capitanes!).
Entre toma el gayo y daka el gayo, kedan plumas en la mano
(Entre toma el gallo y dame el gallo, quedan plumas en la mano).
Pan ke ayga en el sesto, ke sea blanko, ke sea preto
(Pan haya en el cesto, que sea blanco, que sea moreno).
El rey se eço kon mi madre, ¿a kien reklamo?
(El rey se acostó con mi madre, ¿a quién reclamo?)
En lo escuro todo es uno
(De noche todos los gatos son pardos).
Kada kualo kere yevar el agua a su muelino,
i deşar en seko el del vizino
(Cada cual quiere llevar el agua a su molino
y dejar en seco el del vecino)
Fyero ke da al vidro, ¡guay del vidro!
Vidro ke da al fyero, ¡guay del vidro!
(Hierro que golpea al vidrio, ¡Ay del vidrio!,
vidrio que golpea al hierro, ¡Ay del vidrio!).
Basta ke es mi nombre Abravanel,
alevanto la colça y me eço sin komer
(Me llamo Abravanel;
aparto la colcha y me acuesto sin comer)
Kien munço se lo pyensa non se va en Yeruşalayim
(Quien mucho lo piensa no va a Jerusalén).
Fraguarse kastiyos en Separad
(Construir castillos en el aire).


***


Los sefardíes, en su particular Diáspora,
han mantenido una serie de tradiciones
que han sufrido pocas modificaciones a lo largo de los siglos.

El gran Rabino sefardí Sholomo Moshé Amar, máxima figura religiosa de los sefardíes

En el Museo Sefardí de Toledo,
que tiene su sede en la Sinagoga del Tránsito,
se conserva su recuerdo.

En 1971 el Museo abrió al público.

Su carácter primigenio como Centro de Estudios Hebraicos
posibilitó la consecución de numerosos textos
datados desde el siglo XIV hasta los inicios del siglo XX,
así como otros muchos objetos.



***


Tras siglos de ausencia, en los últimos tiempos
algunos sefardíes han ido regresando a la Península
y asentándose de nuevo.


Muchas familias sefardíes de Constantinopla
utilizaron pasaportes españoles para huir del holocausto nazi.
En algunos de ellos figura el apellido Toledo.

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