viernes, 25 de abril de 2014

SEGOVIA. Convento de Santo Domingo




El documento más antiguo
que acredita una fundación de monjas dominicas en la ciudad
es un privilegio otorgado por Alfonso XI en Madrid en 1345,
en el que el rey concede
«a las dueñas del monasterio de Sancto Domingo de Segovia»,
para que recen por él y sus antepasados,
«la exención del portadgo en todos nuestros rreynos
de las cosas que traxieren e ovieren menester
para mantenimiento dellas mismas e de su monasterio.
E por las fazer mas bien e mas merced mandamos
que non den chançilleria de las cartas que ellas ovieren menester
para sy e para pro de su monasterio
e tenemos por bien e mandamos que les sean guardados
los previllegios e libertades que han de la iglesia de Roma
para que puedan soterrar los cuerpos
de los omes que en su casa se mandaren enterrar
e que ninguno non ge los enbargue nin ge los fuerçe
e ninguno sea osado de los entrar en su monasterio por fuerça
nin de matar nin de ferir a ninguno dentro de sus casas
nin en la iglesia nin en el compas della».
Por lo tanto el convento ya debía de existir
desde hacía algunos años.

La primera casa se funda junto a la ermita de Santa Susana,
al lado del comienzo del acueducto,
cerca de la caseta de decantación del agua.
En el lugar que hoy ocupan la iglesia de San Gabriel
y el convento de los Misioneros del Corazón de María.
En la misma zona en que después se asentaría
el monasterio de San Antonio el Real.
El enclave era húmedo y desértico;
se hallaba a las afueras de la ciudad,
en un sitio alejado y aislado, rodeado de barbechos,
por lo que la fundación inicial tomó el nombre
de Santo Domingo de los Barbechos.
Era una comunidad pobre y de estricta observancia.


Juana de Luna, viuda de Luis Mejía,
con tres de sus hijas, María, Mayor de Guzmán y Catalina,
profesan en el convento y lo enriquecen con su hacienda.
Siendo doña Mayor priora,
el 10 de mayo de 1513 comunica a la comunidad
que, «por la necesidad que tienen»,
ha comprado a Juan Arias de la Hoz
la casa que fue de su padre, Juan de la Hoz de la Armuña.
Para poder pagar el precio, las monjas venden su viejo convento
«por ser casas que estavan para caher e hundir mucha parte dello
y ellas no tienen con que o rreparar
e por ser en la parte e logar que es en cabo del arrabal desta
a donde rrentan poco las casas».

La casa de los Arias resulta insuficiente,
por lo que a esta compra se añaden
las de otras casas señoriales vecinas.


El 13 de junio de 1513 la comunidad se traslada
a este espacio dentro del casco de la población,
que ofrecía mejores condiciones de seguridad y salubridad.
(Esta decisión de mudarse al interior de las ciudades
la toman también otros cenobios femeninos por la misma época).


El viejo convento fue ocupado
por los franciscanos descalzos de Pedro de Alcántara,
bajo la advocación del arcángel San Gabriel.
Éstos reconstruyeron el edificio.
En el siglo XIX, los claretianos, a su vez,
derruyeron el convento franciscano para levantar el suyo.


La nueva ubicación de las dominicas, la casa de los Arias,
era una antigua vivienda-fortaleza del siglo XII.
La Torre de Hércules, que le da nombre,
tiene posiblemente un origen anterior.
En torno a ese núcleo principal estaba el resto de casas adquiridas.

El convento ocupa actualmente una manzana
circunscrita por la plaza de San Nicolás,
la calle de San Quirce, la calle de la Trinidad
y la calle de Capuchinos, donde está la entrada.


Se trata de uno de los edificios civiles
más antiguos e interesantes de la ciudad.


La fortaleza fue conocida como “alcázar viejo”
y también como palacio de don Alimán
y fue residencia de los Arias Dávila
(en el coro de la iglesia se conservan escudos de la familia).


El claustro es el primitivo patio de la casa
y es el mayor de la arquitectura civil segoviana.

La Torre es una construcción de origen incierto.


A mediados del siglo XVI, el segoviano Garci Ruiz de Castro
escribe sobre la historia de la ciudad.
Dice que Segovia fue fundada por Hércules y el rey Ispahán
y que ambos construyeron en ella
«algunas casas, como fue el alcázar viejo,
que era una casa de Juan de la Hoz.
Es ahora monesterio de monjas de señor Santo Domingo,
que se pasaron de Santa Susana
y compraron esta casa por poco dinero.
En la torre, a la subida,
está Hércules cavallero en un animal de piedra».

En 1637 el cronista Diego de Colmenares,
en su Historia de la Insigne Ciudad de Segovia, escribe:
«Una gran casa o fortaleza,
que se nombró de Hércules, por fundación suya,
hasta los años mil y quinientos y trece del nacimiento de Jesucristo,
que, entrando a habitarla monjas dominicas,
comenzó a nombrarse Santo Domingo el Real, como hoy se nombra.
Donde en una escalera en la pared maestra de una fortísima torre
se ve una estatua de Hércules sobre un puerco montés.
Es de más que medio relieve.
Está troncada la maza, desbozada la bestia
y gastados los perfiles de toda la escultura,
señal de su mucha antigüedad en tan dura materia.
Cuando faltaran la autoridad de escritores
y la tradición de las edades,
bastaba sólo este monumento para asegurar
que nuestra Segovia fue fundación de Hércules egipcio».

Basarte en 1804 detalla:
«Entrando en el convento, y subiendo la escalera principal del patio,
á los últimos peldaños para desembarcar en la galería alta,
se ve á mano derecha que sale de la pared
la cabeza de un jabalí colosal.
Sus formas fuéron buenas, aunque ya muy destruidas y gastadas:
el sitio de los ojos y las orejas se conocen muy bien:
el hocico está desbaratado:
por la frente, con direccion á el hocico, le baxa una correa
que se distingue todavía con certeza:
conserva los colmillos muy rebaxados de relieve
contra la quixada superior.
Sobre la cabeza del puerco en la misma pared á poca distancia,
hay un relieve de figura humana.
Su diseño es de la última imbecilidad del arte;
de manera que el gótico más gótico no es peor.
Si la figurilla tuvo algun instrumento en las manos,
ya no puede saberse qual sería».

En 1834, Gómez de Somorrostro,
en su libro El acueducto y otras antigüedades de Segovia,
asegura que el grupo representa a Hércules y al jabalí de Erimanto
y que lo habían puesto en la torre
en memoria de un antiguo templo preexistente.

Y Quadrado en 1884 especifica:
«No es difícil ver en él al membrudo Hércules
en el momento de descargar la clava sobre el jabalí de Erimanto.
Sin necesidad de admitirle como fundador de la ciudad,
pudo en ella tener culto el semi-dios».

Así pues, es claro el interés que ha despertado la Torre de Hércules
desde el siglo XVI hasta nuestros días.


La figura a la que hacen referencia estos autores
se encuentra empotrada en una de las paredes de la torre
y es visible desde el claustro.
Se trata de la cabeza de un verraco
y sobre ella un hombre que parece llevar una maza
y que se ha identificado con Hércules
venciendo al jabalí de Erimanto.


La estancia de la planta baja de la torre está adornada
con un zócalo pintado en rojo sobre fondo blanco,
en el que alternan recuadros de dibujos geométricos y figurados.
Las representaciones naturalistas incluyen
piñas, aves, una sirena y escenas varias;
en una de ellas, un can ataca una gacela;
en otra, un muchacho entrega una vasija a otro,
que lleva un frutero y al que precede un perro;
en otra, dos soldados, con escudos y espadas,
avanzan hacia un castillo defendido por musulmanes
que arrojan piedras a los cristianos
que se disponen a asaltarlo con escalas.
En casi todos los recuadros aparece
una enigmática flor de cuatro pétalos.

Embebida en el muro, una escalera, techada con losas,
sube a la segunda planta,
que se mantiene tal como fue en la Edad Media;
aún se conserva la hoja original de la puerta;
hay un arca de piedra, con tapa de madera,
destinada a guardar armas o provisiones;
se ha preservado muy bien el suelo tintado de rojo
y perforado por puntos de vigía cerrados con tapas de madera.

Las paredes también están decoradas con el zócalo rojo y blanco,
con recuadros alternando geometrías y figuras
y omnipresente la flor de cuatro pétalos.
Las representaciones comprenden también varias escenas:
una cigüeña picotea un pez;
debajo de un halcón, hay un caballero cristiano
a las patas de cuyo corcel hay un musulmán caído
al que ataca un galgo;
otro caballero, también con halcón y galgo, alancea a un musulmán;
y dos jinetes y dos infantes, cristianos y musulmanes, combaten.
Completa el ciclo una inscripción en caracteres cúficos,
a la izquierda de la puerta según se entra, que dice:
“La soberanía pertenece a Dios, la alabanza es para Dios”.


Como escribe Ruiz Hernando,
«zócalos pintados hubo, y quedan numerosos restos,
en el Alcázar y casas de la Canonjía,
pero los de la Torre de Hércules
son un conjunto notabilísimo a nivel nacional.
¿Quién los pintó y qué representan?
La inscripción en árabe aboga por un musulmán,
sin embargo en las escenas guerreras el triunfo es para el cristiano.

En cambio, el profesor Turienzo interpreta las pinturas
como el proceso de ascensión espiritual en la teología almohade.


Una escalera de caracol lleva a la tercera planta,
que está más desfigurada por obras posteriores.
Sobre los muros blancos,
la servidumbre de los señores de la casa
pintó con carbón castillos, barcos,
los escudos de sus amos, armas fálicas, escenas religiosas
e incluso copias de temas de los zócalos de las otras estancias.


Una escalera adosada al muro,
en el primer tramo de piedra y después de madera,
conduce al caballero, la parte más alta de la torre,
que también ha sufrido reformas recientes,
hasta el punto de que parece de factura moderna.


En las distintas dependencias del convento
se conservan interesantes restos de las primitivas construcciones,
pero nada de ello es visitable, salvo la capilla.

1 comentario:

  1. Conocí la estatua de Hércules de la escalera del Convento de Sto. Domingo en 1975. Fue difícil que me dejaran entrar pues es de clausura. M.González MÉXICO

    ResponderEliminar