El Palacio Real de Valladolid carecía de
jardines.
El Duque de Lerma puso remedio a esa carencia
con la compra de una finca al otro lado del río,
a la altura del palacio de Benavente.
Estaba situada frente a lo que hoy es la playa de
Las Moreras,
junto al Puente Mayor
(que durante siglos fue el único puente de la
ciudad),
entre la ribera del río Pisuerga
y lo que entonces era Camino del Monasterio del
Prado
(el Camino es la actual Avenida de Salamanca
y el Monasterio la actual Consejería de Cultura).
Esta zona (futuro Barrio de la Victoria) era un
lugar concurrido,
pues era salida hacia poblaciones que abastecían
la ciudad.
El lugar se llamó en principio Huerta de la
Ribera o Huerta del Duque
y luego Huerta del Rey.
El Duque de Lerma compró las tierras y construyó
un palacio
cuando la corte estuvo en Valladolid.
La quinta comenzó a configurarse en 1601
con la compra de las parcelas inmediatas al
Puente Mayor,
y fue creciendo con sucesivas compras
a la vez que el monarca también adquiría terrenos
vecinos
por consejo del valido.
***
Inicialmente fue la residencia del Duque.
El palacio se podía observar desde la ciudad,
manifestación del poder del valido, inaccesible
para casi todos,
con la entrada desde el Camino al Monasterio.
En él el Duque agasajó al monarca con todo tipo
de festejos.
El asentamiento de la corte en Valladolid puso de
manifiesto
el absoluto control del Duque sobre la voluntad
regia.
El valido dejó constancia de su presencia en la
ciudad
a través de sus distintas fundaciones
conventuales.
La Quinta de la Ribera competía con el Palacio
Real.
El monarca parecía un huésped del Duque,
con sus continuas visitas a la residencia de
éste.
Las referencias al palacio del Duque
se multiplican en la correspondencia de los
embajadores.
Recreación: Domus Pucelae |
La fachada norte tenía treinta y cuatro ventanas
y la fachada sur cinco puertas y veinte ventanas.
Sus estancias estuvieron decoradas con cuadros de
gran valor,
obras de Carducho, Rubens, Veronés, Tiziano o
Pantoja de la Cruz,
el grueso de la colección del Museo del Prado.
El lugar estaba concebido como una casa de
recreo,
con jardines, arboledas, pérgolas, torretas,
cenadores,
estanques, fuentes, pajareras, una plaza de toros
y un zoológico con leones, camellos y otros
animales.
La finca contaba además con una buena extensión
de huertas
y campos de árboles frutales, como almendros y
naranjos,
con dependencias para labores agrícolas, una
bodega y un lagar.
Disponía también de una zona de bosque dedicada a
la caza
donde había jabalíes, venados, conejos y aves.
Estaba comunicado con lo que entonces era Palacio
Real
(el palacio del Conde de Benavente)
por un pasadizo que atravesaba el río a la altura
de San Quirce.
En 1604 Domitio Peroni escribe a Fernando de
Medici:
«El jardín sirve por entero a la recreación y
entretenimiento de sus Majestades, y ahora, para comodidad de sus Majestades,
han hecho hacer un pasadizo de tablas al ras de la tierra, que atraviesa un
camino y toda la rivera siguiendo el río, de unas 300 brazas. Se sale por una
puerta, por detrás del palacio viejo [el del Conde de Benavente], y se llega
hasta el agua donde hay una fragata con la que pasan el río y rápidamente, sin
ser vistos, entran en el jardín por una escalera que sube hasta un cenador que
bajo la sombra de mucha verdura se asoma sobre el río. Y aquí se quedan a
pescar».
Se trataba de un corredor que comunicaba
el huerto de las casas del conde de Benavente con
el embarcadero.
En un aposento del palacio se guardaban
dos mil cuatrocientos vidrios ordinarios
y doscientos cinco vidrios cristalinos
para las ventanas del palacio.
Estos vidrios sólo se colocaban en las ventanas
cuando los reyes estaban en el Palacio.
En la plaza de toros, situada en el interior,
se celebraban tanto corridas como luchas entre
toros y leones.
Desde las galerías que daban al río se
presenciaban
los espectáculos que se organizaban en éste:
naumaquias, lanzamiento de toros al agua, etc.
El río fue aprovechado tanto por su valor
piscícola
como por su carácter lúdico
mediante un cenador y paseos en galeras y
góndolas reales.
Dentro del río se levantó un cenador con paredes
de celosía
al que se subía por una escalera cubierta.
El palacio se unió al resto del entramado
palaciego de la ciudad
a través de dos embarcaderos, construidos a ambas
orillas del río.
Las embarcaciones estaban engalanadas con
banderas,
estandartes con escudos y gallardetes con
diversos motivos.
Destacaba la galera San Felipe, bautizada así en
honor del rey
y pintada por Santiago de las Cuevas:
«un cielo de damasco azul y dorado guarnecido con
franjón de oro».
En 1604 el general Pedro de Zubiaurre construyó
un ingenio hidráulico, cerca del Puente Mayor,
para subir el agua del Pisuerga para los huertos
y los jardines.
El italiano Domitio Peroni describía así el
ingenio
en carta a su señor el duque florentino:
«Este agua la sacan por medio de trompas del río
y la hacen salir fuera del río y más alto de la tierra, unas 14 brazas por
encima, a través de ciertas vigas perforadas. Y desde la primera viga donde
está el conducto e ingenio, parte un acueducto que la conduce hasta el jardín.
Y el acueducto es de leña como un canal acomodado y armado sobre ciertas vigas
gruesas fijadas al terreno cada 20 brazas. Y será este acuaducto alrededor de
media milla de largo y alto por encima de la tierra 14 brazas».
***
En 1601 el Gran Duque de Toscana, Fernando de
Medici,
regaló al Duque de Lerma una fuente para los
jardines de su Palacio,
fuente de la que se había encaprichado el de
Lerma
y que llegó a Valladolid al año siguiente:
Había sido realizada por Giovanni Bologna hacia
1565
para el Gran Duque de Francisco de Medici,
quien la emplazó en su Casino de Florencia.
Esta obra es mencionada en sus textos
por Vasari, Milanesi, Borghini y Baldinucci.
Su dibujo original se conserva en la Galería de
los Uffizi de Florencia,
boceto en el que se puede ver cómo era
inicialmente el conjunto.
La taza estaba formada por cuatro alvéolos
sujetos por tritones.
En su centro se levantaba el grupo escultórico
“Sansón y el filisteo”.
Fue la única fuente realizada por Juan de Bolonia
para los Medici
que salió de Florencia,
y era una de las más valoradas del artista
(que a su vez era en aquel momento un escultor
muy renombrado).
Recreación: Domus Pucelae |
El Duque de Lerma quiso otra escultura similar,
para colocarla en una fuente pareja.
A lo largo de 1604, Domitio Peroni, al servicio
del Duque de Toscana,
mantiene correspondencia con Florencia
acerca del jardín del Duque de Lerma y las
fuentes:
«Las Magestades frecuentan bastante el jardín del
señor duque de Lerma en estos días de buen tiempo. Y esta Semana Santa se hará
un altarcillo con bellísimo aparato con ocasión del sepulcro [Se refiere al
sepulcro que se está construyendo el Duque en la iglesia de San Pablo].
El señor Duque, para dar gusto a sus Magestades,
pone todo estudio en hacer bello el dicho jardín y habitaciones que en él hay.
Se ha ampliado más de la mitad y se agrandará aún
más el jardín, donde, según el diseño, tienen pensado mover aquella fuente de
donde la habían puesto, que venía a ser el centro – y ahora por el crecimiento
del jardín queda a un lado – y ponerla centrada.
Pero no la moverán hasta que el Carducho, pintor
florentino, haya dado al señor Duque una respuesta, haviéndole S. E. encargado
de escribir a Florencia para ver si se encuentra una parecida a ésta para
comprarla. Porque encontrando una igual, no moverían ésta. Y la otra que
tuviesen la pondrían en el centro de la otra mitad del jardín.
Verdaderamente se ve que en materia de fuentes no
se podría hacer al señor Duque más relevante placer. Y que de éstas gusta más
que de ninguna otra cosa, haviendo conducido tanta agua a su jardín que sería
bastante para más de cuatro fuentes».
En otra carta de 1604, Peroni insiste sobre el
tema:
«La fuente que desea el señor duque de Lerma
para acompañar a aquélla que le mandó S. A. hace
años».
Ese mismo año, en una tercera misiva
Peroni informa al Duque de Toscana
que el Duque de Lerma ha ampliado su jardín
y que, debido a las prisas en remodelarlo,
la nueva estatua pedida ya no servirá de pareja a
la del Sansón
que con la ampliación del jardín había quedado
desplazada, pues,
«haviendo considerado que no se podría tener sino
tras largo tiempo y que era aún dudoso conseguirla, se resolvió mover aquella
de Sansón y ponerla en medio de todo el jardín, acompañada con otras cuatro
fuentecillas».
«Ahora el Duque ha comprado de la parte de dicho
jardín casi toda la ribera que hace perspectiva de la parte de aquí hacia la
ciudad. De manera que digo que, teniendo el señor duque el humor en esto, es
verosímil que otra fuente no le sería sino queridísima».
La estatua sigue resultando útil
porque el ambicioso proyecto del Duque prevé
nuevas ampliaciones:
«aún así creo que si mandase aquí un bella
fuente, sería extraordinariamente aceptada. Y este próximo año llegaría
oportunamente porque el proyecto del señor Duque es que, de la otra parte de la
casa, en la ribera del río, se haga otro jardín de la misma forma de éste que
está ya hecho y terminado. Y aquella parte se empieza ya a circundar con muros.
Y en esta parte estará la entrada principal del jardín y por una calle se
llegará a la casa. Y de la casa se pasará a la otra parte del jardín que ahora
está hecho».
La construcción de la fuente continuó
pese a no ser ya requerida como compañera del Sansón.
Con el tema “Sansón y el león”,
y también como regalo del florentino
(previas discretas mediaciones diplomáticas),
fue realizada por el escultor Cristoforo Stati,
terminada en 1607
y enviada por Fernando de Medici a España.
En la segunda mitad del siglo XVII el historiador
Filippo Baldinucci
mencionaba el envío de la estatua de Giambologna
a España:
«por el gran duque Fernando,
expedida de regalo al duque de Lerma en España,
junto a otra en la que está Sansón abriendo la
boca al león,
hecha por Cristoforo Stati de Bracciano».
No hay más referencias documentales a esta
segunda estatua.
No se sabe dónde se ubicó una vez llegada a
España.
No se sabe qué ocurrió con ella después.
En 1623 el grupo escultórico de Giambologna
fue regalado al príncipe de Gales, futuro rey
Carlos,
junto con un cuadro de Pablo Veronés,
con ocasión de una estancia del príncipe en
España.
En un escrito remitido al Rey se relata lo
sucedido:
«Se fue a ver la huerta de Su Magestad
acompañándole el Conde de Monterrey, el Duque Boquingan y su Embaxador
ordinario y el Conde de Barajas y don Rodrigo Enríquez.
Vió todo lo que avía que ver en ella y contentóle
tanto la statua de Cayn y Abel que estava en la fuente grande y una pintura de
Paulo Veronese, que dio a entender gustaría de llevarlas, y la Junta dio orden
al Veedor de las Obras que se las diese juzgando que Vuestra Magestad lo tendrá
por bien y que no se podía escusar aviéndolas pedido y dexó un criado allí para
sólo recivirlas».
Al salir de España la obra llevaba el título de
“Caín y Abel”
(porque como tal fue interpretada la escena en la
corte española)
y de este modo fue conocida durante mucho tiempo
en Inglaterra.
Ese mismo año Jerónimo de Angulo solicitaba
licencia para adquirir
una nueva figura que rematase la taza
y recordaba que las figuras que se llevó el
príncipe de Gales
«valían... mucho y eran de grande estimaçión;
por lo menos no ay ahora en España quien las
pueda hazer».
Pero en 1653 se ordenó la entrega de la taza
para instalarla en El Pardo,
contra el parecer de los encargados del jardín de
la Ribera,
que avisan de que se está
«echando a perder el mejor jardín que tiene vra.
magd.»
En 1654, el sobrestante Santiago Vaca remitía a
sus superiores
un dibujo, conservado en el Archivo General de
Simancas,
de la nueva fuente que sustituyó en Valladolid a
la florentina.
No se sabe a dónde ha ido a parar esta fuente.
En 1655 la taza florentina fue enviada a los
Jardines de Aranjuez.
Por entonces era conocida como Fuente de los
Tritones.
Allí se le dotó de un nuevo remate:
una escultura de Baco realizada por el flamenco Jacobo
Jonghelinck,
como se ve en los grabados de Meusnier y de Álvarez
Colmenar
y como se mantiene en la actualidad.
El Sansón de Juan de Bolonia ha terminado
en el Museo Victoria y Alberto de Londres.
Se sabe mucho sobre lo que ocurrió con el Sansón
de Giambologna
pero hasta hace poco apenas se recordaba el de
Stati.
Hacia 1996 era propiedad de un coleccionista
suizo;
en la actualidad se encuentra en el Instituto de
Arte de Chicago.
En Aranjuez hay una figura similar que puede ser
una copia.
***
El portugués Tomé Pinheiro da Veiga
tuvo ocasión de ver la Huerta, sus jardines y sus
fuentes,
y los describió en su Fastiginia.
Vida cotidiana en la
corte de Valladolid:
«En esta huerta hay campo para todo género de
caza, y frente al palacio viejo unas casas, galerías y jardín y las calles con
celosías de madera pintada sobre el río. […]
Está el jardín repartido en cuatro cuadros, con
cuatro fuentes de invenciones, y en el medio una de alabastro que al duque
mandó el duque de Florencia, que tiene las figuras de Caín y Abel, cosa tan
perfecta que, como si fuera de Mirón o Policleto, la hallo digna de mandarse de
Italia a España.
Está el jardín acompañado de casas, galerías,
barandas, que vienen al río de un lado a otro, con lo que queda más hermoso y
apacible; tiene casas de pajarillos con árboles en que se crían, y otras
curiosidades. Las casas, así las altas como las bajas, están todas llenas de
las más hermosas pinturas que hay en España, y muchas de ellas originales de
Urbino, Miguel Ángel, Ticiano, Leonardo, Mantegna y otros más modernos, que
fueron los Apeles, Timates, Zeuxis, Parrasios, Protógenes y Apolodoros de
nuestros tiempos».
***
En un dibujo de Ventura Pérez quedaron plasmados
el ingenio de Zubiaurre, el Puente Mayor, las
aceñas, el Espolón.
Y un toro en el agua
(aunque tal como lo pintó Ventura Pérez podría ser
cualquier cosa).
***
En el fondo de un retrato de la infanta Ana María
Mauricia
realizado por Juan Pantoja de la Cruz en 1602,
actualmente conservado en el Museo de Historia
del Arte, de Viena,
desde una ventana se ve el Pisuerga a la altura
del Puente Mayor.
Pantoja de la Cruz, nacido en Valladolid hacia
1553,
fue retratista oficial de las cortes de Felipe II
y Felipe III,
y, cuando la corte se trasladó a Valladolid,
acompañó a Felipe III, y allí realizó algunos
retratos destacados,
como el del propio monarca (Colección BBVA,
Madrid),
el de la reina Margarita de Austria (Museo del
Prado, Madrid),
el del Duque de Lerma (Colección Duque del
Infantado, Madrid)
y el de la Infanta Ana Mauricia.
La infanta, hija de Felipe III y Margarita de
Austria,
fue la primogénita de sus ocho hijos
y nació en Valladolid el 22 de septiembre de
1601,
cuando sus padres se alojaban en casa de los
Condes de Benavente.
Cuando el 7 de octubre se celebró su bautizo en
San Pablo,
la familia ya estaba instalada en el Palacio
Real.
(Ana Mauricia de Austria casará con Luis XIII de
Francia,
y será madre del futuro Luis XIV, el “Rey Sol”).
Don Felipe encargó a Pantoja de la Cruz un
retrato de su hija.
La niña tenía dos meses,
aunque el pintor colocó su rostro sobre un cuerpo
algo mayor.
La situó en el interior de una estancia
en la que por una ventana abierta al fondo se ve
un paisaje.
Es una de las pocas vistas de Valladolid
realizadas en esos años
y permite ubicar la escena en una de las salas
del palacio de los Condes de Benavente en el que
nació la infanta,
en el ala orientada hacia el río, con galerías
sobre el Pisuerga.
Recreación: Domus Pucelae |
En primer plano se ve el Espolón (zona urbanizada
hacia 1700),
por donde pasan unas caballerías.
En el río se distinguen embarcaciones,
tres aceñas o molinos harineros junto a una presa
y parte del Puente Mayor (actualmente muy reformado):
los cinco arcos inmediatos a la otra ribera,
con la primitiva Puerta del Puente, un portazgo
que daba beneficios aduaneros al convento de San
Pablo.
(La Puerta del Puente fue demolida en el XIX).
No existe todavía el pretil del puente formado
por bolas,
que fue colocado en 1603.
Al fondo se puede ver, a la derecha, una plaza
y, a la izquierda, un puentecillo que da acceso a
la Huerta del Duque,
que se extiende paralela a la vegetación que
bordea el cauce.
Enfrente de la Puerta del Puente
se encuentra el Humilladero del Cristo de la
Pasión,
que perteneció a esta cofradía penitencial.
Fue derribado en 1815.
A su derecha está el hospital de San Bartolomé,
que dio nombre a la plaza.
El lugar será escenario en 1812 del
enfrentamiento
entre los invasores franceses y las tropas que
defendían la ciudad.
El convento será demolido en 1837.
Todo estos alrededores del Palacio de la Ribera
han desaparecido,
sustituidos por bloques de edificios
construidos a partir de los años 70 del siglo XX.
***
Una litografía del siglo XIX plasmó el entorno
poco antes de su desaparición: una perspectiva
del puente
desde el Barrio de la Victoria, junto a la Huerta
del Rey,
con la Puerta del Puente ya transformada en arco
triunfal,
reforma que se había realizado en el siglo XVII.
Junto a la puerta, una venta y dos iglesias,
la de San Nicolás y la de San Agustín.
***
El 11 de junio de 1606 el Palacio de la Ribera
pasó a formar parte del Real Patrimonio
cuando el duque de Lerma lo vendió a Felipe III
para integrarlo en la “Huerta del rey”,
los terrenos que había ido comprando el monarca
junto al río.
Sin embargo, ese mismo año la corte abandonaba la
ciudad
y el Palacio de la Ribera perdió su esplendor.
Tras el regreso de la corte a Madrid, el palacio
fue poco utilizado.
Se realizaron pequeñas obras en el siglo XVII,
para las visitas de Felipe IV en 1660 y de Carlos
II en 1690,
pero la realeza lo fue olvidando.
Según un inventario de 1703, el palacio tenía
quinientos diecinueve cuadros y un abundante y
lujoso mobiliario.
Pero a lo largo del siglo XVIII todo ello se fue
desperdigando.
Tras un grave proceso de deterioro del palacio,
en 1761 el arquitecto Ventura Rodríguez aconsejó
su derribo.
Previamente fue desmantelado.
Sus materiales se utilizaron en otros edificios.
Actualmente, el Ayuntamiento ha recuperado dos
muros,
y restos de cimentación que estaban ocultos por
tierra y maleza.
Sólo eso queda.
Cuando se echa la vista al pasado, Valladolid
emerge
como una gran ciudad fantasma,
una ciudad de edificios magníficos repletos de
obras de arte,
brillantes construcciones de otros tiempos
que ya no existen ni tan siquiera en el recuerdo.
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