martes, 6 de enero de 2015

VALLADOLID. Palacio Real



«¿Qué Memphis o qué Pirámides se pueden comparar con el monasterio y colesio de Sant Pablo, aquí en Valladolid? ¿Y qué edificio de más excelencia que el colesio que hizo aquí el reuerendísimo Cardenal don Pero Gonçález de Mendoça, e con las casas que hizo aquí el Conde de Benauente, y el palacio imperial que hizo Francisco de los Cobos?»
Cristóbal de Villalón,
Ingeniosa comparación entre lo antiguo y lo presente, 1539


Durante el siglo XVI, Valladolid vivió una época de esplendor,
gracias a su actividad mercantil y artesanal.
En 1596 Felipe II dio el título de ciudad
a lo que hasta entonces era villa.
Durante todo el siglo se llevaron a cabo
una serie de reestructuraciones urbanas,
incrementadas por el gran incendio de 1561
que destruyó el centro urbano
y dio pie a la construcción de la nueva Plaza Mayor,
(que será modelo para el trazado de muchas plazas españolas,
entre ellas la de Madrid y Salamanca,
y se exportará a Suramérica).

También comenzaron las obras de la nueva catedral,
que quedó inconclusa debido al declive que sufrió la ciudad
cuando Felipe II decidió el traslado de la corte a Madrid
debido a su localización geográfica central y su cercanía a El Escorial.
El desmantelamiento del entramado administrativo
provocó la inmediata decadencia de la ciudad.

En 1601, por consejo del Duque de Lerma,
quien recibió altas sumas de dinero por parte de la nobleza local,
Felipe III trasladó la corte desde Madrid a Valladolid.

Seis meses antes del traslado,
el Duque de Lerma, a través de intermediarios,
adquirió diversos inmuebles en la decaída ciudad a precios irrisorios.
Con el cambio de capitalidad,
el precio de las viviendas subió rápidamente
y el Duque obtuvo grandes beneficios.

En esos años se multiplicaron las construcciones civiles y religiosas
y la ciudad conoció una frenética actividad económica y artística.

Todo el centro fue reformado para adaptarlo a la vida cortesana,
erigiéndose palacetes, pavimentándose calles
y construyendo pasadizos para que los nobles circularan sin ser vistos
(algo de lo que se burlará Quevedo).
Todo para hacer disfrutar a los nobles en la ciudad,
a base de fiestas, saraos y banquetes.

Se instalaron en Valladolid políticos, soldados, comerciantes, artistas,
entre ellos, Cervantes, Lope, Góngora, Quevedo…

En la ciudad nacieron dos hijos de los reyes:
El 22 de septiembre de 1601, Ana de Austria,
futura reina de Francia y madre de Luis XIV.
El 8 de abril de 1605, el futuro rey Felipe IV.

Mientras la corte tuvo aquí su sede, de 1601 a 1606,
la Plaza de San Pablo o de Palacio,
frecuentada por nobles y religiosos,
fue escenario de acontecimientos y celebraciones
y los magnates levantaron en ella sus palacios.
Durante algún tiempo fue conocida como “los Sitios Reales”
y constituyó el centro de la actividad de la ciudad.

Estaba situada extramuros de la primitiva cerca
que delimitaba el casco urbano de Valladolid en el siglo X,
junto a la Puerta de Cabezón.

Tuvo un carácter predominantemente clerical en la Edad Media
pero se convirtió en cortesana en el comienzo de la Edad Moderna.

En esos años en los que Valladolid fue la capital del mundo,
en la plaza hubo nacimientos, bautizos, bodas y muertes
de miembros de la realeza.
Fue el centro de gobierno de la monarquía hispánica
y la zona más aristocrática de la ciudad,
donde se concentraron el arte, el lujo y el refinamiento.

*** 


El 10 de enero de 1601 Felipe III anunciaba en un real decreto
el traslado de la corte a Valladolid.

La noticia causó conmoción.
El padre José Sepúlveda, en sus Sucesos del reinado de Felipe III,
comentaba con extrañeza que un príncipe tan grande
«deje tantas recreaciones y casas
como tiene en Madrid y sus alrededores
y se vaya a donde no tiene nada,
ni donde tener un rato de entretenimiento ninguno,
ni muchas leguas a la redonda,
sino que ha de vivir en casa prestada o alquilada».

Efectivamente, había en Valladolid una serie de carencias
para el alojamiento de la realeza y la corte,
carencias que hubieron de ser cubiertas a toda prisa.

Para empezar, la ausencia de palacio real.
Ello obligó a los reyes a instalarse en casas prestadas,
recuperando el antiguo sistema del aposentamiento.

Además, en torno a Madrid se había ido generando
un cinturón de Reales Sitios ideados para el recreo,
mientras que en Valladolid no había lugares
para el entretenimiento de los monarcas.

Y tampoco existía una infraestructura
para acoger adecuadamente la corte y el aparato del Estado,
el ingente número de cortesanos y funcionarios
que se trasladaban con el rey.

La decisión trajo consigo una serie de consecuencias inmediatas.

Para dar cabida a esta gran movilización
se abordó un programa urbanístico de reordenación de los espacios.

Para el solaz de la realeza, el Duque de Lerma compró
amplios terrenos en la ribera del Pisuerga,
en los que edificó un palacio rodeado de jardines y distracciones.

Y para el alojamiento de los monarcas se dispuso
primero de las casas del conde de Benavente,
mientras el Duque habilitaba como palacio real
la residencia de la familia Cobos que había comprado en 1600
para venderla al año siguiente a la Corona.

*** 


Francisco de los Cobos y Molina, nacido en Úbeda,
Comendador Mayor de León,
fue una de las principales figuras políticas del reinado de Carlos I.
Como secretario del Emperador, acompañó a éste en sus viajes.
Cuando don Carlos estaba en España,
a menudo se instalaba en Valladolid, y, al no tener allí casa,
se alojaba en viviendas de nobles con los que tenía amistad,
con frecuencia en el Palacio de los Condes de Ribadavia.

Probablemente allí conoció Cobos a la hija de los Condes,
María de Mendoza, con quien contrajo matrimonio en 1522.
Así don Francisco, que había hecho una brillante carrera política,
lograba la posición nobiliaria que no poseía.

En 1524, la nueva pareja inició la construcción
de una casa adecuada a su rango
junto al Palacio de los Condes de Rivadavia,
en la Corredera de San Pablo, frente al convento.

Don Francisco se propuso levantar el mejor palacio de la ciudad,
con la idea de que pudieran servir como residencia real.

Encargó el proyecto a Luis de Vega, arquitecto del Emperador.
El palacio se hizo a gusto de los Austrias, en sobrio estilo clasicista.


A partir de ese momento, y mientras vivió Francisco de los Cobos,
Valladolid contó con un palacio adecuado
para alojar a los reyes en sus visitas.

El 19 de octubre de 1537 la emperatriz Isabel
dio a luz en el palacio al infante don Juan,
que falleció el 20 de marzo de 1538.

Allí se instaló en 1543 Felipe II, aún príncipe,
con su primera esposa María Manuela de Portugal,
que en 1545 dio a luz en él a su único hijo, el infante don Carlos,
como consecuencia de cuyo parto murió a los pocos días.
En 1592 aún volvió a alojarse en el palacio Felipe II,
siendo ya necesario realizar algunas adaptaciones.

Pero, tras el fallecimiento de Cobos,
el palacio dejó de ser alojamiento habitual de la monarquía,
aunque siguió hospedando ocasionalmente a personalidades,
entre ellas Teresa de Jesús, invitada por la Marquesa de Camarasa
cuando la religiosa llegó a Valladolid en 1568
para fundar el primer convento de la reforma del Carmen.


*** 


El 17 de septiembre de 1600 se firmó la venta del palacio
por parte del Marqués de Camarasa, nieto de Francisco de los Cobos,
al Duque de Lerma.


El valido reformó el edificio
bajo la dirección del arquitecto real Francisco de Mora,
lo amplió comprando los inmuebles anexos
y lo conectó con otros inmuebles cercanos mediante pasadizos.
El palacio real se iba a componer así de un núcleo principal,
la antigua propiedad del Marqués de Camarasa,
al que se fueron agregando varios conjuntos palaciegos contiguos,
constituyendo un espacio regio suficiente, aunque algo disgregado.

Algunas dependencias antiguas fueron rehabilitadas
para albergar las cocinas, las caballerizas o las cocheras,
otras fueron utilizadas como sede de los distintos Consejos
o de lugares recreativos como el Juego de Pelota
o el gran salón para saraos en las casas del Conde de Miranda.


El edificio principal se dispuso en torno a un patio renacentista
con una decoración de medallones que representan
los territorios de la Corona y diferentes personajes alegóricos.

La mayoría de esos medallones hoy son de difícil interpretación,
ya que, salvo unos pocos, carecen de inscripciones explicativas,
y las que existen han sido fuertemente erosionados por el tiempo.

Se ha deducido que representan a las siguientes figuras:
la Fortuna, la Virtud, Lucrecia, Judith,
Moisés, Aquiles, Príamo, Aníbal, Augusto, Carlomagno, Cisneros,
los Reyes Católicos, el Emperador Carlos V
y los patronos de la construcción,
doña María de Mendoza y don Francisco de los Cobos,
y algunos de los familiares o ascendientes militares de la familia.


***

En 1601 el Duque vendía el palacio al monarca.
Se ha interpretado este negocio como una operación especulativa,
pero es posible que fuese impulsado por el rey.

Felipe III disponía ya, pues, de su propio palacio,
bien que su remodelación se hubiera visto condicionada
por su enclave en un entorno urbanizado,
que fue transformado para adecuarlo a su nuevo carácter áulico.

De este modo se creó la Plaza de San Pablo,
ensanchando un tramo de la Corredera
y concebida unitariamente como Plaza de Palacio.

La Casa de la Reina se hallaba en un inmueble anexo
que ha desaparecido.
La fachada del palacio comunicaba mediante un pasadizo
con el otro lado de la Plaza, donde se encontraba el Salón del Trono
y la “Galería de San Pablo”, que era también parte del conjunto
y se levantaba ante el convento dominicano.
Un extenso jardín contó incluso con un pequeño zoológico.
Una zona (las antiguas casas del Conde de Fuensaldaña)
se reservó para el alcaide, el mismo Duque de Lerma.
El convento franciscano de San Diego, del cual era patrono el Duque,
se levantaba junto al núcleo palacial;
también ha desaparecido.

En 1605 la reina Margarita dará a luz en el palacio al futuro Felipe IV.

*** 


Durante los años en que la capital estuvo en Valladolid
los ataques entre madrileños y vallisoletanos
fueron numerosos e hirientes.

A lo largo de ese primer lustro del siglo XVII
el Duque de Lerma especuló en el mercado inmobiliario,
adquiriendo de nuevo tierras y casas en Madrid a precios muy bajos,
mientras vendía las residencias pucelanas
a los nobles que se instalaban en la nueva capital.

Hacia 1603 el Duque de Lerma y el Alcalde de Madrid
comenzaron los preparativos para la vuelta de la capitalidad a la villa.
El Duque había hecho grandes negocios en Valladolid
y esperaba volver a hacerlos en Madrid,
llegándose a hablar de pagos a la propia monarquía por el traslado,
de los cuales el valido recibiría una tercera parte
y el resto sería para la adecuación del Alcázar.

Quizás la peste de 1605, que en Valladolid
acabó con la vida de muchos habitantes, nobles incluidos,
aceleró la decisión del regreso a Madrid.

El 30 de enero de 1606 se hizo el comunicado en el Ayuntamiento,
a través de una misiva del valido,
de la marcha de la corte de la ciudad.

El Duque conservó la alcaidía y ciertas dependencias del edificio,
y en ellas murió, ya como Cardenal, el 17 de mayo de 1625.

Posteriormente seguirían alojándose en el palacio
otros monarcas y personajes de la familia real.

La segunda boda de Carlos II, con Mariana de Neoburgo,
se celebró en 1690 en la iglesia del convento de San Diego,
dentro del conjunto palaciego.

Pero el edificio fue languideciendo y sufriendo daños.

Y, tras el abandono de la corte,
Valladolid entró en un nuevo periodo de declive.


***

En 1876 el edificio salió del Patrimonio Real
al traspasarse al Ministerio de defensa.
En 1877 se convirtió en Capitanía General y Gobierno Militar.
En 2005 se convierte en Subinspección de Ejército de Tierra.

La última estancia de la familia real fue en mayo de 1921,
con motivo de la visita a la ciudad de Alfonso XIII y su familia.

El rey Juan Carlos y su familia han visitado el palacio dos veces,
cuando Valladolid ha sido sede de los actos
del Día de las Fuerzas Armadas:
el 27 de mayo de 1984 y el 2 de junio de 2012.


***

El edificio ha llegado al presente con numerosas alteraciones.
A comienzos del siglo XX se realizaron importantes intervenciones,
que modificaron las primitivas tracerías.

El patio es el mayor de los que conserva la ciudad.

Se han perdido muchas dependencias,
como las casas nobles colindantes,
jardines, plaza de toros, juego de pelota y los “oficios” de Palacio
y sobre todo la Capilla Real, la iglesia y el convento de San Diego,
conservándose sus pinturas y esculturas en el Museo de Escultura.

La actual fachada se debe a una remodelación de 1911
y poco tiene que ver con la original.
De la de tiempos de Felipe III, que transformó la primitiva de Cobos,
sólo queda la portada, hoy con el escudo constitucional.
El actual Salón del Trono da a la fachada principal
y no es el que tuvo en su disposición original.

Hoy poco en su apariencia permitiría suponer
que se trata de un palacio imperial.

 

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