martes, 23 de abril de 2013

OCAÑA, II




La llamada Fuente Grande o Fuente Nueva de Ocaña
fue construida entre 1573 y 1578.

Su proyecto se atribuye al cántabro Juan de Herrera,
aunque no haya documento que lo pruebe.
Muchos elementos de su diseño son análogos a los empleados
tanto en el Monasterio de El Escorial como en el Palacio de Aranjuez.

Fue Herrera un gran lulista, buscador de tesoros ocultos,
gran teórico de la perfección sagrada
y hombre de conocimientos esotéricos.
En 1553 había participado como soldado en la campaña de Flandes
con los ejércitos de Carlos I.
En 1556 acompañó al emperador
en su retiro del Monasterio de Yuste.
Tras la muerte de Carlos I en 1558,
pasó al servicio de Felipe II,
bajo cuyo mecenazgo desarrollará la práctica totalidad de su carrera.
Se ocupó de la enseñanza del príncipe Carlos.
Y, entre tanto, estudió, buscó...


***


La Fuente Grande está construida
en el estilo sobrio y severo que caracteriza las obras de Herrera.
La obra está distribuida en dos zonas:
la fuente propiamente dicha y los lavaderos.
Dos grandes patios enlosados.

El frente principal lo constituye una galería de piedra cubierta,
sostenida por veinte pilastras de orden toscano de sillería,
que conforman otros tantos arcos adintelados.
En los límites de la fachada
hay sendos escudos nobiliarios de la villa, también en piedra.
Los caños rebosan a un pilón de sillería
distribuido en compartimentos que se utilizaron como abrevaderos.
Las paredes y bóvedas interiores de la galería son de ladrillo.
Los lavaderos están separados de la fuente por una muralla,
teniendo su acceso por una escalera de sillería;
son dos grandes pilones de sillería semejantes y paralelos.

En 1870 se sustituyeron los dos caños primitivos
por los diez caños actuales.

Las aguas proceden de ambos lados del valle
y son encauzadas a través de un camino de agua.


***


Éste no es el único camino de agua que hay en el subsuelo de Ocaña.
Al menos diez caminos recorren la piedra que hay bajo la localidad,
a modo de ríos subterráneos.
Pero el de la Fuente Grande es el más complejo,
y aún no se sabe porqué se construyó obra tan monumental.

En la actualidad se puede entrar en ella
por la llamada “casa de minas”,
una caseta construida en 1888
para poner las bombas que subían el agua a la población.
Una escalera desciende a los pasadizos por los que fluye el agua,
construidos en el siglo XVI.

Tras caminar 150 metros
se llega a la primera de las habitaciones,
en cuyo centro se encuentra el distribuidor.

Aquí convergen las dos corrientes de agua:
El agua de peor calidad,
la que se usaba para acequias y abrevaderos,
llega por la derecha
y la de mejor calidad, utilizada para beber y lavar,
entra por la izquierda.
Aquí se realizó una obra para que ambas cambien su sentido,
siguiendo un concepto hebreo según el cual
es mejor lo que circula por la derecha que lo de la izquierda.
En este punto se encuentra la escalera original del siglo XVI.
El paso se retoma por el canal de la izquierda,
donde se pueden ver las firmas en las paredes, realizadas en carbón
y que se encuentran en perfecto estado.

La siguiente sala es la llamada “habitación de los secretos”.
En su centro está el agua, con un color azulado,
en un vaso de decantación de un metro por un metro,
donde el agua fluye a tal velocidad
que el ojo humano no puede percibirlo
y parece en calma.
La habitación es un cubo perfecto
y en ella la acústica traslada cualquier susurro de una esquina a otra.
Hay teorías que dicen que esta habitación se construyó
para purificar el agua a través de su propio sonido.

La tercera estancia es la más grande del complejo.
Desde ella nace una galería muy estrecha,
que no es visitable, debido a sus dimensiones:
cincuenta metros de longitud de sólo medio metro de ancho.

Este camino de agua es el más complejo de España.
Y parece encerrar un misterio.


***


Lucrecia de León, nacida en Madrid en 1567,
fue famosa en su época
por sus visiones apocalípticas sobre el reinado de Felipe II.
A través de una serie de sueños,
que fueron transcritos desde 1587
por el franciscano fray Lucas de Allende,
bajo el mecenazgo de don Alonso de Mendoza
(un canónigo de la catedral de Toledo
con influencia en la corte y enemigo del rey),
anunció la derrota de la Armada
que Felipe II mandó contra Inglaterra
y la caída de España frente a una coalición euro-turca
que arrasaría la Península Ibérica
y acabaría con el rey Felipe y con los Habsburgo.
La destrucción de España ocurriría en agosto de 1588.

Los protestantes entrarían en España por el Norte;
los turcos por el Sur y los ingleses por Portugal.
Los moriscos, como quinta columna, se sublevarían desde dentro,
facilitando las invasiones.
El resultado sería la ruina, entre sangre y fuego, de toda España.
El rey, tras varias batallas en las que sería derrotado,
huiría a Toledo y allí moriría.
La rama española de los Habsburgo desaparecería
y sería sustituida por una dinastía nueva,
encabezada por Miguel de Piedrola Beaumont,
descendiente de los antiguos reyes de Navarra.

Miguel, adivino también y soldado de fortuna,
combatió en Italia en los tercios de don Juan de Austria
y predijo con éxito que don Juan moriría en Flandes.
Como Lucrecia, tenía sueños proféticos.
Su fama llegó a Alonso de Mendoza,
que puso en contacto a ambos visionarios.

Contó Lucrecia de uno de sus sueños:
«Bajóme por parte de la Sopeña
y vi que andaban hombres trabajando en ella,
y a este tiempo vi que se llegó un morisco que andaba a caza
y se asomó a la roca de la Sopeña
y preguntó a los hombres que en ella trabajaban cuya era,
y respondieron que de Cristóbal de Allende,
y dióle muchas vueltas mirándola y alzando los ojos;
y el Hombre Ordinario me dijo:
En habiendo tres reyes en España vendrá el Anticristo,
porque en tiempo de Felipe se han de acabar tantas vejaciones
y vendrá esta última generación;
que Dios no ha de renovar el mundo más que tres veces
y ésta es la última».

Sólo se salvarían los que estuvieran refugiados en la “Cueva Sopeña”.
Estos sueños de Lucrecia,
interpretados por don Alonso de Mendoza
según sus propias intenciones,
equiparaban a Felipe II con el rey visigodo don Rodrigo
(bajo cuyo reinado se perdió España),
a la Cueva de Sopeña, con Covadonga,
y a Miguel Piedrola con don Pelayo.

En torno a estas profecías se formó
la Congregación de la Nueva Restauración,
secta mística que aglutinó a cortesanos descontentos
y a seguidores de los visionarios
y entre cuyos miembros estuvo Juan de Herrera.

Herrera diseñó las reformas de adecuación de la Cueva
para albergar a las personas de las que surgiría la Nueva España.
Las obras de acondicionamiento de la Cueva Salvadora
fueron realizadas por el hermano de fray Lucas,
Cristóbal de Allende.

Cristóbal fue una especie de Tesorero de los capitales
que aportaban los miembros de la Congregación para la causa,
e iba a ser el lugarteniente del Nuevo Rey.

La familia Allende tenía varias propiedades en Villarrubia de Santiago.
A mediados del siglo XVI Cristóbal de Allende compró una heredad
en la que había una cueva, denominada Sopeña,
que tenía cierta fama de mágica.

Así pues, la Sopeña, en tierras de Cristóbal de Allende,
tenía algo especial ya antes de que fuese convertida en el refugio
donde habrían de resguardarse los elegidos,
los salvadores de España,
los miembros de la Congregación.

En 1577, once años antes de las visiones,
fray Lucas de Allende había sacado licencia para decir allí misa
y había erigido en sus inmediaciones un humilladero.

En Sopeña, según un testimonio de la época,
Juan de Herrera hizo construir tres o cuatro aposentos
y dirigió las obras:
«colgado de una guindaleta,
señalando las partes por donde se habían de romper
y abrir las puertas y ventanas».
La obra reunió en torno a sí
a la última logia de canteros, los de la Trasmiera,
que en aquella época aún celebraban reuniones
en el templo cántabro de Santa María de Bareyo.

En los aposentos se colocaron camas,
excepto en uno, habilitado como capilla y lleno de imágenes.
Todos los implicados en la trama
aportaron dinero para comprar comida
(básicamente trigo y garbanzos),
que fue llevada a la cueva.

Llegó agosto de 1588 y la profecía no se cumplió.
Los miembros de la Congregación no se desanimaron,
alentados por haberse cumplido otro de los sueños de Lucrecia,
la derrota de la Armada en aguas inglesas,
acontecida a finales de julio de 1588.
Los conspiradores pensaron que podía haber un problema de fechas,
y que el apocalipsis se produciría pronto.
Pero no se produjo.
La Congregación se fue disolviendo.
La Inquisición abrió proceso a los implicados en el complot.
Los nobles consiguieron eludir las penas;
Miguel de Piedrola y Lucrecia sufrieron las consecuencias.
Duró varios años su procesamiento
en las cárceles del Santo Oficio toledano,
y tras éstos, Lucrecia,
cuyas visiones oníricas habían sido manipuladas por los confabulados
pero que se negó a retractarse del contenido de sus sueños,
condenada por sedición, blasfemia, sacrilegio y pacto con el diablo,
compareció en un auto de fe, en el que recibió 100 azotes,
y cumplió una condena de 2 años sirviendo en un hospital de Toledo;
tras quedar en libertad, no se volvió a saber de ella.
Piedrola fue recluido en el castillo de Guadamur;
Felipe II se interesó personalmente por la seguridad de su prisión.


***


La Cueva se menciona por primera vez
en el proceso contra los conjurados.
Pero a día de hoy sigue sin conocerse su paradero.

Documentalmente no queda rastro de ella.
Ni los protocolos notariales de la localidad de Villarrubia de Santiago,
que se encuentran en el Archivo Histórico Provincial de Toledo,
conservan el documento de compra de la heredad
por parte de Cristóbal de Allende;
ni en el Archivo Diocesano de Toledo se guarda
la concesión de permiso por parte del arzobispo a fray Lucas
para decir misa;
ni en la documentación inquisitorial
hay más que vagas referencias a su localización.


***


¿Donde estaba la Cueva Sopeña?
Durante años se ha buscado la obra perdida de Juan de Herrera.

Parece ser que Felipe II la visitó
en uno de sus viajes de Madrid a Toledo.
Por lo tanto, no podía quedar lejos de este Camino Real,
en las cercanías del Tajo.

No debe hallarse en un lugar recóndito y de difícil acceso,
pues durante años se utilizó como ermita para celebrar misa
y tenía próximo un humilladero,
construcción que normalmente se ubicaba
en las inmediaciones de un camino.

La cueva pudo ser una antigua mina de espejuelo,
de época romana.

La remodelación no tendría por objeto
convertirla en una obra refinada,
sino transformarla en una especie de búnker.

Quizás, después del fracaso del complot,
a lo largo del tiempo ha tenido otros usos.

Quizás Felipe II la cegó.
Quizás no.


***


Ocaña no necesitaba una fuente tan grande.
¿Por qué se hizo?

Arranca de ella un complejo entramado de túneles,
algunos tapiados.
Quizás alguno de los tapiados es el acceso a la cueva.

En las recientes obras de rehabilitación,
al final de una de las galerías
aparecieron restos del entarimado del suelo,
lo cual es impropio de un alcantarillado.
Quizás es el acceso a la cueva...

La fuente ha sido objeto en 2011 de trabajos de restauración.
Trabajos de resultado discutible
en los que se han añadido a la obra
unas extrañas puertas que la cierran.

Visitar las galerías no es fácil.
El complejo sólo se abre al público tres domingos al mes,
previa inscripción en la oficina de turismo
para un recorrido guiado que se inicia a las doce del mediodía.

Pero quizás allí, tras alguno de esos pasadizos tapiados,
se esconde un misterio...

No hay comentarios:

Publicar un comentario