miércoles, 22 de octubre de 2014

PONFERRADA




En el año 1082, reinando en León Alfonso VI,
el obispo de Astorga, Osmundo,
hizo construir un puente de hierro sobre el Sil,
para facilitar el camino de los peregrinos hacia Santiago.
El puente dio nombre al poblamiento, “Ponteferrato”,
que fue creciendo junto a él,
sobre una meseta situada poco antes de confluir los ríos Boeza y Sil,
donde hubo una ciudadela romana.


***


En 1178 Fernando II de León entregó el asentamiento
a la Orden del Temple, en concepto de tenencia.

En 1211 Alfonso IX, tras unos años de conflictos con los templarios,
les devolvió la plaza y los hizo señores del lugar.
Los templarios fortificaron la villa y construyeron un amplio edificio
con carácter de fortaleza, palacio y cenobio,
situado sobre una colina y con el Sil como defensa natural.
Desde el castillo de Ponferrada los caballeros del Temple
protegían a los peregrinos del camino de Santiago.


El Bierzo quedó gobernado desde la encomienda
(además de en Ponferrada, algunos comendadores
poseyeron casa en otros lugares de la zona).
Junto a las encomiendas de Villalcazar de Sirga, en Palencia,
y San Fiz do Ermo en Galicia,
Ponferrada completaba la línea de enclaves de los monjes guerreros
en el Camino de Santiago
y defendía el acceso al monte Cebreiro.


***


A inicios del siglo XIV, durante el reinado de Fernando IV
se produjo el juicio contra los templarios.
Para evitar la confiscación de Ponferrada,
el maestre del Temple, Rodrigo Yáñez, entregó la villa
al hermano del rey, el infante don Felipe.
El tío de ambos, el infante don Juan “el de Tarifa”,
hijo de Alfonso X el Sabio
(y que, por un tiempo, durante la minoría de Fernando,
había sido “rey de León”),
se quejó ante el monarca.
El rey obligó al maestre a que entregara la fortaleza a la corona
y don Fernando se la dio al infante Juan.
La heredó su hijo don Juan de Haro “el Tuerto”, Señor de Vizcaya.
Con él comenzó una nueva etapa en la historia del castillo,
vinculada a los acontecimientos políticos.


***


En 1325 Alfonso XI de Castilla alcanzó la mayoría de edad.
Don Juan Manuel, don Juan de Haro y el infante Felipe de Castilla
abandonaron entonces sus cargos de tutores del monarca
 y entregaron a éste las cartas blancas que tenían con el sello real.

Uno de los primeros actos de Alfonso XI
fue acabar con la influencia de sus antiguos tutores
y buscar sus propios privados
entre gente nueva que le debiera a él su rango.
Los favorecidos fueron
el castellano Garcilaso de la Vega, “el Viejo”
(Pedro Lasso de la Vega, almirante en 1278 de Alfonso X de Castilla,
fue el primero que utilizó el apelativo Lasso,
probablemente un apodo que significa “fatigado”)
y el leonés Álvar Núñez Osorio, caballero a quien el rey otorgó
los títulos y cargos más importantes de Galicia.

En las luchas por la tutoría de Alfonso XI,
Garcilaso de la Vega y Álvar Núñez Osorio
habían militado en el bando del infante Felipe.
Su nombramiento representaba un desaire a los otros dos tutores.
Estos dos poderosos señores, despechados,
decidieron unir sus fuerzas
para obligar al rey a reconocer su autoridad en el reino.
Como garantía de su alianza,
don Juan Manuel ofreció a Juan de Haro, “el Tuerto”,
la mano de su hija Constanza.

Alfonso XI se interpuso en la maniobra,
solicitando él mismo en matrimonio a Constanza.
Don Juan Manuel
(hijo del infante Manuel de Castilla y nieto de Fernando III el Santo),
que sólo deseaba reafirmar su propio poder,
olvidó sus promesas a Juan el Tuerto y aceptó la petición del rey.

Álvar Núñez Osorio, viendo en peligro su influencia,
propuso al rey un plan alternativo:
la boda con la princesa portuguesa María,
hija del rey Alfonso IV de Portugal.

Don Juan Manuel y don Juan de Haro volvieron a unirse
y mantuvieron su rebeldía.

En 1326 Juan el Tuerto fue asesinado en Toro
por los sicarios reales, mandados por Álvar Núñez Osorio.
Alfonso XI recompensó a don Álvar
dándole todos los castillos y plazas que tenía Juan el Tuerto,
entre ellos el de Ponferrada.
Álvar Núñez Osorio se convirtió
en uno de los señores más poderosos de Castilla
y en el primero de León.

En 1327 falleció el infante Felipe, tío de Alfonso XI,
y el rey entregó la mayoría de sus posesiones a don Álvar.

Éste, además de ser freire de la Orden de San Juan, llegó a ser
Mayordomo mayor de Alfonso XI de Castilla,
Justicia mayor de la Casa del Rey, Camarero mayor del rey,
Merino mayor de León y Asturias,
Adelantado mayor de la frontera de Andalucía,
Pertiguero mayor de Santiago,
señor de Cabrera y Ribera
y primer conde de Lemos, Trastámara y Sarria
(el condado de Lemos, vinculado a la ciudad de Monforte de Lemos,
en principio estuvo ligado a los de Trastámara y de Sarria,
y careció de carácter hereditario,
concediéndose sucesivamente por el monarca
como reconocimiento a determinados servicios).

En 1328 Garcilaso de la Vega se desplazó a Soria
en busca de aliados contra el don Juan Manuel.
Varios caballeros de la ciudad lo asesinaron a golpe de ballesta
y lo despedazaron.
El rey ordenó la ejecución de los culpables.

Álvar Núñez Osorio quedó como único privado del rey,
convertido en un gran magnate.
Ello acrecentó la hostilidad que contra él sentían
muchos señores y ciudades de los reinos de Castilla,
principalmente en León,
donde tenía la mayor parte de sus posesiones.
Tanta era la protesta contra el valido
que en ella participaban numerosos familiares de Álvar.

Tomaron la voz de la protesta la ciudad de Zamora,
que había estado muy unida a la causa de Juan el Tuerto,
y Fernán Rodríguez de Balboa, prior de la Orden de San Juan,
que había sido partidario de don Juan Manuel.
El prior de San Juan y la ciudad de Zamora se alzaron contra el rey,
exigiéndole que expulsara al valido de la Corte.

Otros enemigos de Álvar Núñez Osorio, entre ellos don Juan Manuel,
para malquistar a Álvar con el rey,
inventaron que el favorito aspiraba a casarse
con la infanta Leonor, hermana de Alfonso XI.

El rey empezó a recelar de su valido.
Éste, viéndose en peligro, buscó la alianza con don Juan Manuel,
que se hallaba abiertamente enfrentado al monarca.

En 1328 se celebró la boda de Alfonso XI y María de Portugal.
Los caballeros allí reunidos para asistir al enlace
propusieron al rey dar muerte a Álvar Núñez Osorio
(al que el rey ya había retirado sus cargos),
del mismo modo que éste había matado a Juan el Tuerto.

En 1329 Alfonso XI ordenó el asesinato de su antiguo privado.
Todas las posesiones de Álvar Núñez Osorio fueron confiscadas.


***


Con la caída en desgracia de Álvar Núñez Osorio,
don Pedro Fernández de Castro, llamado “el de la guerra”,
nieto por rama ilegítima de Sancho IV de Castilla
(hijo de Fernando Rodríguez de Castro
y de Violante Sánchez de Castilla, hija ilegítima de Sancho IV),
se había convertido en el hombre de confianza de Alfonso XI.

El linaje de los Castro surgió en la villa burgalesa de Castrojeriz.
Constituye, junto a los Lara, Haro, Guzmán y Aza,
una de las cinco grandes familias
emparentadas con los primeros reyes de Castilla.
Como tales, pertenecían a la rama española de la Casa de Borgoña.
Su escudo eran seis roeles,
a los que se añadirán los lobos de la familia Osorio.
En el siglo XII la familia pasó a Galicia,
territorio que llegó a dominar.

El padre de don Pedro había muerto
en un combate contra el infante Felipe de Castilla;
don Pedro se educó en Portugal,
junto a su primo el infante Pedro Alfonso de Portugal,
hijo ilegítimo de Dionisio I de Portugal;
más tarde volvió a Castilla.
El rey lo nombró pertiguero mayor de Santiago
y mayordomo mayor,
le entregó los señoríos de Lemos y de Sarria
(con don Pedro el señorío de Lemos quedó vinculado a los Castro,
pese a no tener aún carácter hereditario)
y le donó la fortaleza de Ponferrada.
Don Pedro comenzó la construcción del llamado castillo viejo,
en un extremo de la antigua cerca templaria.

En 1334 el rey de Portugal atacó Castilla;
Pedro Fernández de Castro se negó a combatir contra el portugués,
debido a los favores que había recibido de él;
pero también por la negativa de Alfonso XI
a cederle el condado de Trastámara.

El rey entregó el condado de Trastámara a su hijo bastardo, Enrique
(el futuro Enrique II, fundador de la dinastía Trastámara).

En 1342 murió don Pedro durante el sitio de Algeciras,
víctima de una epidemia de peste
que diezmó el ejército de Alfonso XI,
junto al que luchaba don Pedro.
Su testamento decía:
«E faço meus herdeiros en todos meus herdamentos e bes
que houber ho tempo da miña morte
a ho dito meu fillo Fernán Ruiz,
e hos outros meus fillos e fillas legitimas que houber,
que partan os ditos meus herdamentos e bens hirmabelmente».

Ponferrada pasó a su hija, Juana de Castro
(habida en su matrimonio con Isabel Ponce de León,
tataranieta del rey Alfonso IX de León).


***


En 1350 murió Alfonso XI y le sucedió su hijo Pedro I.

En 1354 el rey contrajo matrimonio con Juana de Castro,
pero la abandonó pronto
para volver con su amante María de Padilla.
En 1374 morirá Juana de Castro sin descendencia.

El hermano de doña Juana, don Fernán Ruiz de Castro,
recibió del monarca algunos de los cargos y títulos
que había ostentado su padre:
Pertegueiro Mayor de Santiago,
Mayordomo Mayor del Rey, Alférez Mayor,
Adelantado de Galicia, Asurias y León
y conde de Lemos (aún con carácter no hereditario),
y enseguida se convirtió en mano derecha del rey Pedro.

Sin embargo, la afrenta al honor de su hermana Juana
hizo mella en su lealtad a don Pedro,
y Fernán pasó a apoyar la causa de Enrique de Trastámara.
Éste lo acogió de buen grado,
pues don Fernando aportaba riqueza, muchos apoyos en Galicia
y su propio renombre como buen luchador.

Don Fernán, en Galicia, ante notario
hizo pública su desvinculacion (desnaturalización) del rey de Castilla
por la ofensa recibida.
A continuación marchó a reunirse con Enrique de Trastámara,
y contrajo matrimonio con la hermana de éste, Juana.
Las bodas se celebraron en Toro
y Fernán regresó a Galicia acompañado de su esposa.

Sin embargo, Fernán de Castro no quería destronar a don Pedro;
nunca tuvo intención de traicionar a su rey
sino que sólo quería presionarlo y hacerlo recapacitar;
su lealtad permaneció intacta
y, cuando conoció los planes del conde de Trastámara,
se apartó de éste.
Sin embargo, había emparentado con él,
con el peor enemigo del rey.
No obstante, el mismo Fernando pidió la anulación del matrimonio,
argumentando que él y su esposa eran familiares
y no habían obtenido dispensa papal.
Con la anulación, Fernando y el Trastámara se enemistaban
y el gallego volvía a aproximarse al rey Pedro.

Don Fernán apoyará hasta su propia muerte al bando legitimista
con un entusiasmo que fue mucho más allá
de lo que se habría esperado de un caballero ultrajado.

Los Castro comenzaron en seguida a recibir de la corona
cuantiosas dádivas, cargos y tierras.

El rey Pedro ofreció a don Fernán la mano de Leonor Enríquez,
hija de Enrique Enríquez el Mozo y Urraca Ponce de León,
y emparentada con el rey Fernando el Santo.

Pedro I marchó a la Bayona francesa
y el conde de Lemos se convirtió en adalid de la lucha petrista
y en regente del trono,
lo que indica la suma confianza del rey en el gallego.

Guerrero brillante e infatigable, Fernán obtuvo una serie de victorias
que lo convirtieron en amo de Galicia.

En la guerra entre “los dos reyes” castellanos,
Pedro I se hizo fuerte en el castillo de Montiel (Ciudad Real),
acompañado del conde de Lemos.

El 23 de marzo de 1369,
ante los muros del castillo de la Estrella en los campos de Montiel,
el gallego asistió impotente al asesinato de su rey
en la tienda de campaña de Bertrand du Guesclin.
Acto seguido don Fernando fue hecho prisionero.
Huyó de su cautiverio, pasó a Portugal y de allí a Galicia.
Desde las tierras galaicas, don Fernando continuó su cruzada petrista
hasta que en 1371 comprendió que todo estaba perdido
y se refugió en la Bayona francesa,
donde murió en 1377
el que fue una de las figuras gallegas más importantes del siglo XIV.

En su tumba reza el epitafio:
«Aqui iace Don Fernando Ruiz de Castro,
Toda la Lealtad de España».


***


Enrique II Trastámara confiscó todos los bienes de los Castro.

Además de Juana y Fernando, hijos legítimos,
Pedro Fernández de Castro había tenido dos hijos bastardos
con Aldonza Lorenzo de Valladares (hija de su ayo portugués):
Inés de Castro, que casó con Pedro I de Portugal
y está sepultada junto a su esposo en el monasterio de Alcobaça,
y Álvar Pérez de Castro,
conde de Arraiolos y primer condestable de Portugal.

Don Álvar contrajo matrimonio con María Ponce de León
(hija de Pedro Ponce de León, tataranieto de Alfonso IX de León,
y su esposa Beatriz de Jérica, bisnieta de Jaime I de Aragón).


***


Una de los hijos de don Álvar, Isabel de Castro,
casó con Pedro Enríquez de Castilla,
hijo del infante Fadrique, hermano de Enrique II.

Fadrique fue asesinado por orden de su hermanastro,
Pedro I de Castilla.

Pedro Enríquez luchó en el bando trastamarista
y fue uno de los caballeros del círculo íntimo de Enrique II.
Fue conde de Trastámara y de Lemos, condestable de Castilla
y pertiguero mayor de Santiago.

Pero la muerte de Enrique II le privó de su principal protector.
El hijo y sucesor de Enrique, Juan I de Castilla,
primo carnal de don Pedro,
ordenó la confiscación de todos los bienes de éste.
Pedro se refugió en Portugal.

Allí participó en una conjura contra el monarca Juan I de Portugal,
en la que intervinieron sus parientes de la familia Castro
afincados en el país luso.

Esa actuación le obligó a abandonar el reino y volver a Castilla,
acompañado entre otros por Pedro de Castro,
hijo del conde de Arraiolos.
Juan de Castilla autorizó el retorno a Castilla de Pedro Enríquez
y le devolvió sus propiedades.

A la muerte de Juan I de Castilla, le sucedió su hijo Enrique III.
Durante la minoría de edad de éste, se formaron varios bandos
que se disputaron el control de la regencia.
En uno de los bandos militó Pedro Enríquez.
Don Pedro formó parte del Consejo de Regencia
y durante este período aumentaron su poder y riquezas.

Cuando Enrique III alcanzó la mayoría de edad
y el Consejo de Regencia se convirtió en el Consejo Real,
el rey confiscó los bienes de Pedro Enríquez.
No obstante, poco tiempo después Enrique III le perdonó
y le devolvió sus posesiones,
a las que sumó Ponferrada y Villafranca del Bierzo.


***


A la muerte de Pedro Enríquez, sus bienes y títulos pasaron a su hijo
Fadrique Enríquez de Castilla y Castro.
Don Fadrique, primo segundo de Enrique III y tío de Juan II,
casó con Aldonza de Mendoza,
que era hija de María Enríquez (hija ilegítima de Enrique II)
y del almirante de Castilla Diego Hurtado de Mendoza,
y hermanastra de Iñigo López de Mendoza, marqués de Santillana.
Don Fadrique fue, como su padre, conde de Trastámara y de Lemos,
señor de Ponferrada,
condestable de Castilla y pertiguero mayor de Santiago.

Militó en el bando de Álvaro de Luna contra los infantes de Aragón,
lo que le valió ser nombrado por Juan II primer duque de Arjona
y miembro del Consejo Real.


Sin embargo, en un momento dado cambió de partido
y comenzó apoyar a los infantes de Aragón contra el condestable.
Éste recuperó el control de la situación
y don Fadrique fue encarcelado por orden del rey
en el castillo de Peñafiel.
Allí murió en 1430, no se sabe si de muerte natural o ajusticiado.

En fecha desconocida, los restos mortales de don Fadrique
fueron trasladados desde la abadía de Benevívere
(Carrión de los Condes)
al convento de Santa Clara la Real de Toledo,
donde permanecen sepultados en la actualidad
bajo una losa de pizarra negra adornada con su escudo de armas,
en el coro de las monjas de la iglesia,
junto a otros miembros de la realeza castellana
como Inés e Isabel Enríquez,
que eran hijas ilegítimas de Enrique II
y fueron abadesas de ese convento,
y el obispo de Lugo fray Juan Enríquez,
que al igual que Fadrique era bisnieto de Alfonso XI de Castilla.


***


La viuda de Fadrique, doña Aldonza, sin hijos, muere en 1435
y deja Ponferrada a su primo Pedro Manrique.
En 1440 muere don Pedro
dejando la fortaleza a su hijo Diego Manrique.

Sin embargo, la hermana de Fadrique,
Beatriz Enríquez de Castilla y Castro,
reclamó la plaza.

Desde la defunción de su hermano,
doña Beatriz intentó restaurar la grandeza de su familia,
reuniendo de nuevo el patrimonio
que había sido confiscado por la Corona
y repartido entre numerosos nobles.
Poco después de la detención de Fadrique,
Beatriz solicitó a su sobrino Juan II el perdón para éste,
aunque al mismo tiempo pidió al monarca que le concediese a ella
todos los bienes que habían pertenecido a su hermano.
Pero el rey no atendió la petición.

Beatriz casó con su sobrino Pedro Álvarez Osorio.
El enlace se llevó a cabo
gracias a la influencia del almirante Alonso Enríquez,
pariente de ambos cónyuges.

El objetivo de ambos esposos siguió siendo
recuperar los bienes de don Fadrique.

Pedro Álvarez Osorio consiguió recobrar el condado de Lemos,
aunque para entonces ya había fallecido su esposa:
Enrique IV de Castilla otorgaba el condado a don Pedro en 1456
y con él se iniciaba la segunda etapa del título,
ya con carácter hereditario
e iniciándose de nuevo la numeración de los condes
(don Pedro vuelve a ser primer conde de Lemos),
lo cual genera cierta confusión.
Afirmó de sí mismo el primer conde de Lemos hereditario:
«Yo no soy de los que el Rey trata como Grandes,
sino que soy Grande y tan antiguo como no hay en Castilla».

A la muerte sin descendencia de don Fadrique y doña Aldonza,
Beatriz Enríquez había reclamado la propiedad de Ponferrada.
En 1440, Diego Manrique fue obligado a entregarles la fortaleza.
Sin embargo, don Diego no quedó conforme
y en su testamento de 1456 dice:
«...Y la mi villa de Ponferrada,
que don Pedro Álvarez de Osorio me tiene ocupada...»


Por este motivo, el matrimonio Osorio-Castro
hizo obras de reforzamiento de las defensas del castillo.


Figura en sus muros el escudo de los condes de Lemos,
en el que se unen
los dos lobos del blasón de los Osorio,
el castillo y el león de los Trastámara
y los seis roeles de las armas del linaje Castro.


En 1455 murió Beatriz de Castro
y heredó sus bienes su hijo Alonso Pérez Osorio,
que tomó posesión de Ponferrada.

Las relaciones de padre e hijo se deterioraron mucho,
hasta el punto de que en 1463 se otorgaba
“Carta de seguro dada por el conde de Lemos
don Pedro Álvarez Osorio,
a don Alonso Osorio, su hijo, y a doña Leonor, mujer de éste,
para que pudiesen entrar en las tierras del conde,
prometiéndose recíprocamente no tenerse odio”.
Alonso Osorio falleció en 1467, dejando un bastardo llamado Rodrigo.
Ponferrada volvió a manos de su padre.

En 1468 Pedro Álvarez Osorio casó en segundas nupcias
con María de Bazán, viuda de Juan de Zúñiga.
En 1470 nació su hija Juana Osorio.

En 1483 murió don Pedro en su castillo de Cornatel,
dejando a su nieto Rodrigo Enríquez Osorio
como heredero del condado y de la fortaleza.
Ponferrada fue disputada por Juana Osorio
y siguió siendo reclamada por los Manrique.


***


En 1484 los Reyes Católicos convocaron una comisión
pero ésta no consiguió conciliar a los bandos
y los Reyes decidieron adjudicar Ponferrada a Juana Osorio.

Rodrigo Osorio, segundo conde de Lemos, no acató la sentencia.
En 1485 puso cerco a Ponferrada y tomó la fortaleza.

La Corona reaccionó secuestrando los bienes del conde
y encomendando al Almirante de Castillla la formación de un ejército
de 600 lanzas y 6000 peones
para la toma de todas las plazas del Bierzo que apoyaban al conde.
En 1486 las tropas estaban ante Ponferrada.
El conde no se rindió.
Los Reyes Católicos compraron los derechos sobre Ponferrada
a doña María de Bazán y sus hijos.
Adquirida la titularidad, la Corona emprendió el asedio con artillería
y en el verano del 86 tomaron el castillo al asalto.

Los Reyes emprendieron obras de refuerzo de la fortaleza,
entregaron el gobierno de la misma al marido de Juana Osorio,
Luis Pimentel y Pacheco,
nombrado por ellos primer marqués de Villafranca del Bierzo
y designaron alcaide a Juan de Torres.


En 1506 Felipe I “el Hermoso” otorgó a Rodrigo Enríquez Osorio
las propiedades que le había dejado en herencia su abuelo
y que los Reyes Católicos le habían negado.
Pero ese mismo año Felipe murió
y don Rodrigo asaltó la fortaleza de Ponferrada,
con el apoyo del marqués de Astorga.

El Consejo Real ordenó al conde de Benavente y al duque de Alba
que formaran un ejército para expulsar al conde de Lemos.
Las tropas reales ocuparon Ponferrada
y el conde Rodrigo se retiró a Galicia.

En 1520 murió don Rodrigo
y la nueva condesa de Lemos escribió a Carlos I
diciendo que continuaría al servicio de la Corona “como su padre”.
El Emperador ordenó el refuerzo de la guarnición de Ponferrada.


En el reinado de Felipe II,
Fadrique Álvarez de Toledo y Osorio,
marqués de Villafranca del Bierzo, alcaide de Ponferrada,
compró la fortaleza,
que había perdido ya toda importancia estratégica.


En la actualidad los marqueses de Villafranca
siguen residiendo en el cercano castillo de Villafranca del Bierzo;
el esposo de la marquesa es el músico Cristóbal Halffter.


***


En los ruinosos muros del castillo de Ponferrada
quedan huellas de todo ese pasado:
los lobos de los Osorio, los seis roeles de los Castro,
el castillo y el león de los Enríquez,
el yugo y las flechas de los Reyes Católicos...


Se dice que es la fortaleza templaria más grande de Europa;
pero, en realidad, de los templarios apenas quedan restos,
sólo unos pocos muros.
Es discutible la importancia que en su momento
pudo tener Ponferrada en el entramado del Temple español.
En cualquier caso, lo que hoy se ve no es la construcción templaria,
sino la reconstrucción de sus sucesivos propietarios,
la fortaleza levantada por los Castro
y ampliada y engrandecida por Pedro Álvarez Osorio.


La famosa TAU no es templaria,
sino que corresponde al conde de Lemos.
Por razones turísticas, se falsea la historia
y se alimenta la leyenda.


El perímetro amurallado es el que trazaron los templarios
(una parte recta que da al Sil y una curva que da a la ciudad),
si bien la mayor parte de las murallas conservadas
pertenecen a las ampliaciones que hicieron los nobles
que ocuparon el castillo durante los siglos XIV y XV.
A uno y otro lado del patio de armas
(donde estuvieron las dependencias conventuales de los templarios)
se encuentran el castillo viejo y el palacio nuevo.
El recinto ocupa una superficie de 8.000 metros cuadrados.
La ronda alta conectaba todos los edificios
del antiguo castillo y el nuevo palacio.


En la torre del homenaje figuraba un inscripción bíblica
que se ha ido borrando.
Fue recogida en 1844 por Enrique Gil y Carrasco
en su novela El Señor de Bembibre:
“Nisi dominus custodierit civitatem, frustra vigilat qui custodit eam.
Dominus mihi custos et ego dispersam inimicus meos”
(“Si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigila el que la guarda.
Sea el Señor mi guardián y yo dispersaré a mis enemigos”).
La misma inscripción constaba en una lápida
encuadrada sobre la entrada de la torre
y que ha desaparecido.


Es la que parece recoger en 1840 el pintor Lorenzo Fuentes,
en un cuadro que se conserva en el Museo Arqueológico de León,
aunque está escrita en un defectuoso latín:
“Nisi Dominus edificavit domiu vanu laborant qui edifica ean.
Domino michi auditor e ego dispiciam inimicos meos”.
A su lado, tumbada, la dovela de un arco, con unos símbolos:
una estrella formada por el entrecruzamiento de dos cuadrados,
y en su interior una cruz Tau, un poliskel y una estrella.
En la parte inferior del cuadro, una cartela explicativa:
“Ponferrada: Fortaleza del Temple como estaba en 1840.
Lápida de la entrada de las habitaciones,
restos de la ventana gemela gótica
y curiosa clave de la puerta de las caballerizas
que desaparecieron con el derribo permitido en 1848
salvándose la lápida que se conserva”.
(En el cercano castillo de Cornatel
hubo una lápida y una dovela semejantes,
que también han desaparecido).


***


El castillo llegó prácticamente intacto hasta 1811.
Entonces se dispuso la voladura de su interior
para evitar que cayera en manos de los franceses.
El castillo se convirtió en una escombrera amurallada.

En 1848 el Ayuntamiento de Ponferrada
empezó a utilizar las piedras del castillo como cantera
para construir unas cuadras, un mercado, viviendas.
El interior del castillo fue arrendado a particulares
como terreno de cultivo.
En 1923 se volaron partes de sus muros
para la construcción de un campo deportivo.


A finales del siglo XX se derribaron las casas adosadas a sus muros.

A comienzos del siglo XXI se llevó a cabo la “restauración”
del Palacio Nuevo o Casa Grande,
sobre las ruinas del derribo de 1811.


Pero, en realidad, se ha levantado un edificio nuevo,
de arquitectura moderna.


No se ha recuperado el antiguo palacio,
sino que sobre sus ruinas se han instalado
oficinas, salón de actos, cafetería
y una especie de “parque temático del Temple”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario