viernes, 24 de octubre de 2014

CORNATEL



Los romanos explotaron los yacimientos de oro de Las Médulas,
y necesitarían algún tipo de fortificación que vigilara tal actividad.
Se ha identificado el castillo de Cornatel
con un posible anterior castrum romano que controlara la zona.

Una vez agotadas y abandonadas las minas,
en tiempos de los visigodos el enclave perdió importancia.

Sin embargo, en la época de la Reconquista
volvió a ser un lugar relevante, situado en una ruta
que fue utilizada como variante del camino a Compostela.
La zona es rica en leyendas y tradiciones ancestrales.
Cerca se encuentra el mítico lago de Carucedo,
con su Xana encantada habitando una ciudad sumergida.

*** 


A mediados de siglo XI consta como tenente del castillo
el conde Munio Muñiz,
figura señera en la corte leonesa,
que poseyó numerosos territorios, especialmente en El Bierzo.
Casado con Velasquita,
del matrimonio nació el personaje más notable que habitó el castillo:
la bella condesa Jimena Muñiz.
El rey castellano-leonés Alfonso VI
tuvo con ella una relación extra-matrimonial
de la que nacieron dos hijas
que enlazarán con importantes nobles de origen francés:
Elvira de Castilla casó con el conde Raimundo IV de Tolosa;
Teresa de León casó con Enrique de Borgoña,
y su hijo Alfonso I Enríquez fue el primer rey de Portugal.
A finales del siglo XI Alfonso VI otorgó la tenencia del castillo
a su amante doña Jimena,
que gobernó el territorio de 1093 a 1109.
Veinte años después que el rey Alfonso,
murió Jimena Muñiz, en 1128.
Jimena fue enterrada en el monasterio de San Andrés de Espinareda
(Vega de Espinareda, El Bierzo).
Sobre su sepulcro se colocó una lápida
(que actualmente se puede ver en el Hostal de San Marcos, en León)
y que dice:
«Quan Deus a pena defendat, dicta Xemena,
Alfonsi vidui regis amica fui.
Copia, forma, genus, dos, morus cultus amenus
me regnatoris prostituere thoris.
Me simul et regem mortis persolvere legem
Fata coegerunt, que fera queque terunt.
Tardenis demptis, super hec de mille ducentis
quator eripies, que fuit era scies».
(«Yo, llamada Jimena, presérveme Dios del castigo,
fui amiga del rey Alfonso durante su viudez.
La opulencia, la hermosura, la nobleza, las prendas,
la amena cultura de los modales,
me prostituyeron al tálamo del reinante.
A mí y al rey, juntamente, obligáronnos a pagar el mortal
tributo los hados implacables que todo lo pulverizan.
De mil y doscientos, quita treinta y cuatro,
sabrás la fecha de mi fallecimiento»).

Luego diversos nobles se sucedieron en la tenencia
hasta que a comienzos del siglo XIII pasó a poder del Temple.

*** 


El Bierzo fue tierra templaria.
De la presencia del Temple en el Bierzo hay una parte documentada,
como los castillos de Ponferrada y Cornatel,
y otra parte que es adjudicada al Temple por la tradición,
como el castillo de Bembibre (del que pocos restos quedan).

Una escritura del Cartulario de San Pedro de Montes, de 1228, indica:
“Tenente Ulver Freyres del Templo”
(“Teniendo Ulver los Hermanos del Temple”),
lo que documenta que los templarios poseían ese lugar
al menos desde esa fecha.

Ulver era una fortificación templaria que vigilaba
un paso natural de salida hacia Galicia por la cuenca del Sil,
en la “Tierra de Ulver” (afluente del Sil).
Se sabía que existió esa fortaleza
pero se desconocía su emplazamiento.
En cambio, Cornatel estaba localizado
pero de su nombre no existían referencias
anteriores a la extinción del Temple.

La creencia popular identificaba a Cornatel con Ulver.
A mediados del siglo XX el historiador Augusto Quintana Prieto
encontró una prueba escrita que respaldaba esa identificación:
Un texto del Cartulario en el que se menciona el castillo de Ulver:
“doy una heredad mía en el lugar de Borrenes,
en Territorio del Bierzo y junto al castillo de Ulver”,
y al margen del cual un monje había escrito una nota aclaratoria:
“Ulver, es castillo de Cornatelo”.

No se sabe la fecha en que el Temple tomó posesión del lugar.
Estuvo allí al menos desde 1228
e ininterrumpidamente hasta su disolución en 1312,
dependiente de la encomienda de Ponferrada.

Son escasos los documentos conservados
de los casi cien años que la Orden permaneció en esta fortaleza.
En cambio, Ulver-Cornatel abunda en leyendas,
en las que se funden viejos mitos célticos
con recuerdos de los templarios
y de los señores feudales que la poseyeron.
Narran los lugareños que, en la primera luna llena del verano,
aparece, sobre la cercana roca Pedra do Home, una espada;
dicen que es el arma del último maestre templario de Ulver,
que espera al héroe que la tome para salvar el honor de la Orden...

*** 


Sobre el arco de acceso al castillo, hay un hueco
que delata que de allí ha sido arrancada una gran pieza de piedra.

A comienzos del siglo XX,
Mariano Domínguez-Berrueta, cronista oficial de León,
aún alcanzó a ver en su lugar la desaparecida piedra armera
y la describió de este modo:
«Una piedra marcada con la cruz Tau,
y la divisa ‘Dominus mihi custos et ego dispersam inimicos meos’
(‘Sea Dios mi custodio y yo dispersaré a mis enemigos’),
encerrada en dos cuadrados enlazados,
conteniendo además una rosa y una estrella».
Es, según la descripción, una piedra idéntica
a la que había en el castillo de Ponferrada
(la misma inscripción, la misma cruz Tau, los mismos símbolos…)
y que también ha desaparecido.
Se ha interpretado como una divisa templaria,
pero también pudo ser el blasón
del señor feudal de Ponferrada y Cornatel.

*** 
 
Hoy el castillo carece de cualquier emblema
de algún linaje u orden de caballería.

Situado en la demarcación territorial de Priaranza del Bierzo,
en el camino que, siguiendo el curso del río Sil,
baja de Ponferrada a Orense,
al lado de Villavieja (pueblecito visible desde el castillo),
Cornatel se levanta sobre una peña que domina el Bierzo,
y se adapta al promontorio,
estando rodeado por precipicio por tres de sus costados
y siendo accesible sólo por un lado, por un estrecho sendero.
Ello lo convertía en un enclave inexpugnable.

Algo de lo que se conserva corresponde al periodo templario,
pero la mayor parte (ruinas de construcciones casi inidentificables)
data del siglo XV, de la época de posesión señorial.

*** 


Tras la disolución del Temple, las posesiones bercianas de la Orden
pasaron a poder de la Corona.

En 1327 Alfonso XI donó el castillo a Álvar Núñez Osorio.
En 1329 el mismo rey mandó asesinar a don Álvar
y poco después entregó la fortaleza a Pedro Fernández de Castro.
En 1342 murió don Pedro durante el cerco de Algeciras.

En 1388 Juan I cedió el castillo a Pedro Álvarez Osorio el Bueno,
fundador del linaje de los Osorio del Bierzo.
Por estos años el castillo es citado por primera vez en los documentos
con el nombre de Cornatel.

En 1403 falleció don Pedro
y le sucedió su hijo Rodrigo Álvarez Osorio.
Éste emparentó con un gran linaje de Castilla, los Enríquez,
al contraer matrimonio con Aldonza Enríquez,
hija de Alfonso, primer almirante de Castilla,
nieta de Fadrique, maestre de Santiago y hermano del rey Enrique II,
y biznieta de Alfonso XI.

En 1430 murió don Rodrigo y Cornatel pasó a su hijo,
Pedro Álvarez Osorio, I Conde de Lemos.
Éste casó con Beatriz de Castro, heredera única de los Castro
(de su padre el conde de Trastámara
y de su hermano el duque de Arjona).

*** 


En el siglo XIV El Bierzo había quedado dividido
entre los principales representantes de la poderosa nobleza gallega.
Pero en el segundo tercio del siglo XV,
con el enlace de don Pedro y doña Beatriz,
buena parte de los señoríos bercianos se concentraron en una familia.
Don Pedro se convirtió en el señor absoluto del Bierzo
y en el noble más importante de Galicia.

Cornatel, al igual que las otras fortificaciones del conde,
sufrirá en esos años importantes modificaciones.

El primer Conde de Lemos, un auténtico señor de “horca y cuchillo”,
tuvo gran predilección por Cornatel,
transformó el castillo convirtiéndolo en su residencia
y en la capital de sus territorios.

En 1468 resistió desde allí el devastador ataque irmandiño,
que causó importantes daños al baluarte,
tras lo cual el conde emprendió la reconstrucción de Cornatel.
Allí vivió y allí le llegó la muerte.

*** 


En 1483 falleció el I Conde de Lemos en Cornatel.
Se planteó un problema sucesorio
entre Rodrigo Enríquez Osorio, nieto de su primer matrimonio,
y Juana Osorio, hija de su segundo matrimonio
(con María de Bazán).

Doña Juana y su marido, Luis Pimentel y Pacheco,
se establecieron en la fortaleza.

Don Rodrigo, II Conde de Lemos,
considerándose el legítimo heredero de Cornatel,
asedió la plaza durante dos años.

En 1486 intervinieron los Reyes Católicos,
adjudicaron la fortaleza a doña Juana y don Luis
y crearon para éstos el Marquesado de Villafranca.

*** 


Los primeros Marqueses de Villafranca
mantuvieron su residencia en Cornatel,
por considerarlo el lugar más seguro,
efectuando nuevas reformas para su uso palaciego.
En 1507 aún tuvieron que resistir
nuevos ataques del Conde de Lemos.

En el siglo XVI, sin embargo, los Marqueses
construyeron un nuevo palacio en Villafranca del Bierzo
y trasladaron su residencia a la población.


Hasta principios del siglo XIX la merindad de Cornatel
continuó bajo el señorío del Marqués de Villafranca.
Con la supresión de los señoríos nobiliarios
el marquesado de Villafranca perdió su jurisdicción
y en 1823 la merindad de Cornatel
pasó a depender del municipio de Ponferrada.

En el siglo XIX Cornatel quedó abandonado,
se fue arruinando, fue objeto de saqueos y expolios
y quedó olvidado.

En 1900, los Condes de Peñarramiro, herederos del castillo,
cedieron su titularidad a la Junta Vecinal de la aldea de Villavieja:
En la escritura correspondiente,
don Joaquín Caro y Álvarez de Toledo vende el castillo
a los vecinos de Villavieja,
quienes actualmente siguen ostentando la propiedad.


A comienzos del siglo XXI ha sido objeto de alguna restauración.
Se ha creado una asociación cultural, “Los Caballeros de Ulver”,
impulsada en 2008 por las asociaciones Baucan y Templespaña,
en colaboración con el Ayuntamiento de Priaranza del Bierzo.
El último fin de semana de agosto se celebran
las llamadas Noches Mágicas de Cornatel,
con música celta y el mercado medieval “Villa de Cornatelo”.
Previo pago de la entrada se puede visitar una dependencia
donde una serie de paneles ofrecen información sobre el castillo.
Cornatel forma parte del “fenómeno templario”.

*** 


En 1843 el escritor berziano Enrique Gil y Carrasco
situó entre sus muros parte de la trama
de su novela El Señor de Bembibre,
que imagina batallas entre los templarios y el conde de Lemos.

«...Por fin, torciendo a la izquierda y entrando en una encañada profunda y barrancosa por cuyo fondo corría un riachuelo, se le presentó en la cresta de la montaña la mole del castillo iluminada ya por los rayos del sol, mientras los precipicios de alrededor estaban todavía oscuros y cubiertos de vapores. Paseábase un centinela por entre las almenas, y sus armas despedían a cada paso vivos resplandores. Difícilmente se puede imaginar mudanza más repentina que la que experimenta el viajero entrando en esta profunda garganta: la naturaleza de este sitio es áspera y montaraz, y el castillo mismo cuyas murallas se recortan sobre el fondo del cielo parece una estrecha atalaya entre los enormes peñascos que le cercan y al lado de los cerros que le dominan. Aunque el foso se ha cegado y los aposentos interiores se han desplomado con el peso de los años, el esqueleto del castillo todavía se mantienen en pie y ofrece el mismo espectáculo que entonces ofrecía visto de lejos...»
(El Señor de Bembibre, Capítulo X).

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