Los
romanos explotaron los yacimientos
de oro de Las Médulas,
y
necesitarían algún tipo de fortificación que vigilara tal actividad.
Se
ha identificado el castillo de Cornatel
con
un posible anterior castrum romano que controlara la zona.
Una
vez agotadas y abandonadas las minas,
en
tiempos de los visigodos el enclave
perdió importancia.
Sin
embargo, en la época de la Reconquista
volvió
a ser un lugar relevante, situado en una ruta
que
fue utilizada como variante del camino a Compostela.
La
zona es rica en leyendas y tradiciones ancestrales.
Cerca
se encuentra el mítico lago de Carucedo,
con
su Xana encantada habitando una ciudad sumergida.
***
A
mediados de siglo XI consta como
tenente del castillo
el
conde Munio Muñiz,
figura
señera en la corte leonesa,
que
poseyó numerosos territorios, especialmente en El Bierzo.
Casado
con Velasquita,
del
matrimonio nació el personaje más notable que habitó el castillo:
la
bella condesa Jimena Muñiz.
El
rey castellano-leonés Alfonso VI
tuvo
con ella una relación extra-matrimonial
de
la que nacieron dos hijas
que
enlazarán con importantes nobles de origen francés:
Elvira
de Castilla casó con el conde Raimundo IV de Tolosa;
Teresa
de León casó con Enrique de Borgoña,
y
su hijo Alfonso I Enríquez fue el primer rey de Portugal.
A
finales del siglo XI Alfonso VI otorgó la tenencia del castillo
a
su amante doña Jimena,
que
gobernó el territorio de 1093 a 1109.
Veinte
años después que el rey Alfonso,
murió
Jimena Muñiz, en 1128.
Jimena
fue enterrada en el monasterio de San Andrés de Espinareda
(Vega
de Espinareda, El Bierzo).
Sobre
su sepulcro se colocó una lápida
(que
actualmente se puede ver en el Hostal de San Marcos, en León)
y
que dice:
«Quan
Deus a pena defendat, dicta Xemena,
Alfonsi
vidui regis amica fui.
Copia,
forma, genus, dos, morus cultus amenus
me
regnatoris prostituere thoris.
Me
simul et regem mortis persolvere legem
Fata
coegerunt, que fera queque terunt.
Tardenis
demptis, super hec de mille ducentis
quator
eripies, que fuit era scies».
(«Yo,
llamada Jimena, presérveme Dios del castigo,
fui
amiga del rey Alfonso durante su viudez.
La
opulencia, la hermosura, la nobleza, las prendas,
la
amena cultura de los modales,
me
prostituyeron al tálamo del reinante.
A
mí y al rey, juntamente, obligáronnos a pagar el mortal
tributo
los hados implacables que todo lo pulverizan.
De
mil y doscientos, quita treinta y cuatro,
sabrás
la fecha de mi fallecimiento»).
Luego
diversos nobles se sucedieron en la tenencia
hasta
que a comienzos del siglo XIII pasó
a poder del Temple.
***
El
Bierzo fue tierra templaria.
De
la presencia del Temple en el Bierzo hay una parte documentada,
como
los castillos de Ponferrada y Cornatel,
y
otra parte que es adjudicada al Temple por la tradición,
como
el castillo de Bembibre (del que pocos restos quedan).
Una
escritura del Cartulario de San Pedro de Montes, de 1228, indica:
“Tenente
Ulver Freyres del Templo”
(“Teniendo
Ulver los Hermanos del Temple”),
lo
que documenta que los templarios poseían ese lugar
al
menos desde esa fecha.
Ulver
era una fortificación templaria que vigilaba
un
paso natural de salida hacia Galicia por la cuenca del Sil,
en
la “Tierra de Ulver” (afluente del Sil).
Se
sabía que existió esa fortaleza
pero
se desconocía su emplazamiento.
En
cambio, Cornatel estaba localizado
pero
de su nombre no existían referencias
anteriores
a la extinción del Temple.
La
creencia popular identificaba a Cornatel con Ulver.
A
mediados del siglo XX el historiador Augusto Quintana Prieto
encontró
una prueba escrita que respaldaba esa identificación:
Un
texto del Cartulario en el que se menciona el castillo de Ulver:
“doy
una heredad mía en el lugar de Borrenes,
en
Territorio del Bierzo y junto al castillo de Ulver”,
y
al margen del cual un monje había escrito una nota aclaratoria:
“Ulver,
es castillo de Cornatelo”.
No
se sabe la fecha en que el Temple tomó posesión del lugar.
Estuvo
allí al menos desde 1228
e
ininterrumpidamente hasta su disolución en 1312,
dependiente
de la encomienda de Ponferrada.
Son
escasos los documentos conservados
de
los casi cien años que la Orden permaneció en esta fortaleza.
En
cambio, Ulver-Cornatel abunda en leyendas,
en
las que se funden viejos mitos célticos
con
recuerdos de los templarios
y
de los señores feudales que la poseyeron.
Narran
los lugareños que, en la primera luna llena del verano,
aparece,
sobre la cercana roca Pedra do Home, una espada;
dicen
que es el arma del último maestre templario de Ulver,
que
espera al héroe que la tome para salvar el honor de la Orden...
***
Sobre
el arco de acceso al castillo, hay un hueco
que
delata que de allí ha sido arrancada una gran pieza de piedra.
A
comienzos del siglo XX,
Mariano
Domínguez-Berrueta, cronista oficial de León,
aún
alcanzó a ver en su lugar la desaparecida piedra armera
y
la describió de este modo:
«Una
piedra marcada con la cruz Tau,
y
la divisa ‘Dominus mihi custos et ego dispersam inimicos meos’
(‘Sea
Dios mi custodio y yo dispersaré a mis enemigos’),
encerrada
en dos cuadrados enlazados,
conteniendo
además una rosa y una estrella».
Es,
según la descripción, una piedra idéntica
a
la que había en el castillo de Ponferrada
(la
misma inscripción, la misma cruz Tau, los mismos símbolos…)
y
que también ha desaparecido.
Se
ha interpretado como una divisa templaria,
pero
también pudo ser el blasón
del
señor feudal de Ponferrada y Cornatel.
***
Hoy
el castillo carece de cualquier emblema
de
algún linaje u orden de caballería.
Situado
en la demarcación territorial de Priaranza del Bierzo,
en
el camino que, siguiendo el curso del río Sil,
baja
de Ponferrada a Orense,
al
lado de Villavieja (pueblecito visible desde el castillo),
Cornatel
se levanta sobre una peña que domina el Bierzo,
y
se adapta al promontorio,
estando
rodeado por precipicio por tres de sus costados
y
siendo accesible sólo por un lado, por un estrecho sendero.
Ello
lo convertía en un enclave inexpugnable.
Algo
de lo que se conserva corresponde al periodo templario,
pero
la mayor parte (ruinas de construcciones casi inidentificables)
data
del siglo XV, de la época de posesión señorial.
***
Tras
la disolución del Temple, las posesiones bercianas de la Orden
pasaron
a poder de la Corona.
En
1327 Alfonso XI donó el castillo a Álvar Núñez Osorio.
En
1329 el mismo rey mandó asesinar a don Álvar
y
poco después entregó la fortaleza a Pedro
Fernández de Castro.
En
1342 murió don Pedro durante el cerco de Algeciras.
En
1388 Juan I cedió el castillo a Pedro Álvarez Osorio el Bueno,
fundador
del linaje de los Osorio del Bierzo.
Por
estos años el castillo es citado por primera vez en los documentos
con
el nombre de Cornatel.
En
1403 falleció don Pedro
y
le sucedió su hijo Rodrigo Álvarez
Osorio.
Éste
emparentó con un gran linaje de Castilla, los Enríquez,
al
contraer matrimonio con Aldonza Enríquez,
hija
de Alfonso, primer almirante de Castilla,
nieta
de Fadrique, maestre de Santiago y hermano del rey Enrique II,
y
biznieta de Alfonso XI.
En
1430 murió don Rodrigo y Cornatel pasó a su hijo,
Pedro Álvarez Osorio, I Conde de
Lemos.
Éste
casó con Beatriz de Castro, heredera única de los Castro
(de
su padre el conde de Trastámara
y
de su hermano el duque de Arjona).
***
En
el siglo XIV El Bierzo había quedado dividido
entre
los principales representantes de la poderosa nobleza gallega.
Pero
en el segundo tercio del siglo XV,
con
el enlace de don Pedro y doña Beatriz,
buena
parte de los señoríos bercianos se concentraron en una familia.
Don
Pedro se convirtió en el señor absoluto del Bierzo
y
en el noble más importante de Galicia.
Cornatel,
al igual que las otras fortificaciones del conde,
sufrirá
en esos años importantes modificaciones.
El
primer Conde de Lemos, un auténtico señor de “horca y cuchillo”,
tuvo
gran predilección por Cornatel,
transformó
el castillo convirtiéndolo en su residencia
y
en la capital de sus territorios.
En
1468 resistió desde allí el devastador ataque irmandiño,
que
causó importantes daños al baluarte,
tras
lo cual el conde emprendió la reconstrucción de Cornatel.
Allí
vivió y allí le llegó la muerte.
***
En
1483 falleció el I Conde de Lemos en Cornatel.
Se
planteó un problema sucesorio
entre
Rodrigo Enríquez Osorio, nieto de su
primer matrimonio,
y
Juana Osorio, hija de su segundo
matrimonio
(con
María de Bazán).
Doña
Juana y su marido, Luis Pimentel y Pacheco,
se
establecieron en la fortaleza.
Don
Rodrigo, II Conde de Lemos,
considerándose
el legítimo heredero de Cornatel,
asedió
la plaza durante dos años.
En
1486 intervinieron los Reyes Católicos,
adjudicaron
la fortaleza a doña Juana y don Luis
y
crearon para éstos el Marquesado de Villafranca.
***
Los
primeros Marqueses de Villafranca
mantuvieron
su residencia en Cornatel,
por
considerarlo el lugar más seguro,
efectuando
nuevas reformas para su uso palaciego.
En
1507 aún tuvieron que resistir
nuevos
ataques del Conde de Lemos.
En
el siglo XVI, sin embargo, los Marqueses
construyeron
un nuevo palacio en Villafranca del Bierzo
y
trasladaron su residencia a la población.
Hasta
principios del siglo XIX la merindad de Cornatel
continuó
bajo el señorío del Marqués de Villafranca.
Con
la supresión de los señoríos nobiliarios
el
marquesado de Villafranca perdió su jurisdicción
y
en 1823 la merindad de Cornatel
pasó
a depender del municipio de Ponferrada.
En
el siglo XIX Cornatel quedó abandonado,
se
fue arruinando, fue objeto de saqueos y expolios
y
quedó olvidado.
En
1900, los Condes de Peñarramiro, herederos del castillo,
cedieron
su titularidad a la Junta Vecinal de la aldea de Villavieja:
En
la escritura correspondiente,
don
Joaquín Caro y Álvarez de Toledo vende el castillo
a
los vecinos de Villavieja,
quienes
actualmente siguen ostentando la propiedad.
A
comienzos del siglo XXI ha sido objeto de alguna restauración.
Se
ha creado una asociación cultural, “Los Caballeros de Ulver”,
impulsada
en 2008 por las asociaciones Baucan y Templespaña,
en
colaboración con el Ayuntamiento de Priaranza del Bierzo.
El
último fin de semana de agosto se celebran
las
llamadas Noches Mágicas de Cornatel,
con
música celta y el mercado medieval “Villa de Cornatelo”.
Previo
pago de la entrada se puede visitar una dependencia
donde
una serie de paneles ofrecen información sobre el castillo.
Cornatel
forma parte del “fenómeno templario”.
***
En
1843 el escritor berziano Enrique Gil y Carrasco
situó
entre sus muros parte de la trama
de
su novela El Señor de Bembibre,
que
imagina batallas entre los templarios y el conde de Lemos.
«...Por fin, torciendo a la izquierda y entrando en
una encañada profunda y barrancosa por cuyo fondo corría un riachuelo, se le
presentó en la cresta de la montaña la mole del castillo iluminada ya por los
rayos del sol, mientras los precipicios de alrededor estaban todavía oscuros y
cubiertos de vapores. Paseábase un centinela por entre las almenas, y sus armas
despedían a cada paso vivos resplandores. Difícilmente se puede imaginar
mudanza más repentina que la que experimenta el viajero entrando en esta
profunda garganta: la naturaleza de este sitio es áspera y montaraz, y el
castillo mismo cuyas murallas se recortan sobre el fondo del cielo parece una
estrecha atalaya entre los enormes peñascos que le cercan y al lado de los
cerros que le dominan. Aunque el foso se ha cegado y los aposentos interiores
se han desplomado con el peso de los años, el esqueleto del castillo todavía se
mantienen en pie y ofrece el mismo espectáculo que entonces ofrecía visto de
lejos...»
(El Señor de Bembibre, Capítulo X).
No hay comentarios:
Publicar un comentario