Desde
que se unen las coronas de León y de Castilla
en
manos de Fernando III (1230)
hasta
el reinado de su nieto Sancho IV (muerto en 1295),
el
espacio hoy ocupado en la ciudad de León
por
el Palacio de los Condes de Luna
era
conocido como “So Cámaras del Rey”,
en
recuerdo del primitivo emplazamiento
ocupado
por los monarcas del siglo X
y
que corresponde a la esquina suroeste del recinto amurallado,
zona
aún llamada “Barrio de Palat de Rey”.
En
tiempos de Sancho IV el palacio y el barrio
pasaron
a manos de los Quiñones.
En
1285, este monarca confirmó las mercedes que, siendo infante,
había
hecho a Pedro Álvarez de Quiñones.
Después
el Palacio se convirtió en sede
de
los Adelantados Mayores de León y Asturias,
por
lo que estuvo ocupado también por otras familias.
***
En
tiempos de Suero Pérez de Quiñones
(muerto en 1367),
coetáneo
de Pedro I y Enrique II,
el
cargo se atribuyó de forma permanente a los Quiñones de Luna.
En
los inicios de la Baja Edad Media,
los
Quiñones son una familia nueva,
cuyo
solar se sitúa en la actual provincia de León.
En
tierras leonesas van a tener sus principales dominios
y
el eje de los ríos Luna - Órbigo fue el centro de su señorío,
que
después será estado y condado de Luna.
El
patrimonio inicial del linaje era escaso, y se desarrollará vinculado
al
oficio de Adelantado Mayor de León y Asturias.
Cuatro
personajes protagonizaron la evolución familiar
durante
la segunda mitad del siglo XIV y primera del XV.
Suero
Pérez, Pedro Suárez I, Diego Fernández I y Pedro Suárez II.
Suero
Pérez, fundador del linaje en los años centrales del XIV,
estuvo
primero en el bando del rey Pedro I
y
se pasó después al partido de Enrique II.
En
1366 Enrique Trastámara es proclamado rey
y
concede a don Suero el Adelantamiento Mayor de León y Asturias
(cargo
que probablemente ya había ostentado con Pedro I).
Don
Suero recibió también del primer Trastámara
un
pequeño conjunto de territorios sin continuidad geográfica,
en
el Páramo, Valle del Torío y Tierras de Gordón,
inicial
dominio señorial de la familia en León
al
que después se añadirán tierras de Asturias.
Suero
casó con María Fernández de Mendoza.
Murió
en la batalla de Nájera en 1367.
Pedro Suárez de Quiñones I (muerto en 1402),
heredero
del anterior,
a
través del cargo de Adelantado Mayor de León y Asturias
se
inserta en la “nobleza de servicio” real
durante
el reinado de tres reyes Trastámaras,
Enrique II, Juan I y Enrique III.
Fue
miembro del Consejo Real, Notario Mayor del Reino,
miembro
del Consejo de Regencia durante la minoría de Enrique III
y
Mayordomo Mayor de Fernando de Antequera,
más
tarde rey de Aragón.
Don
Pedro se consolidó en un primer plano nobiliario
en
la corte de la nueva dinastía Trastámara.
Sin
títulos pero con cargos, quintuplicó su patrimonio territorial.
En
1398 fue uno de los ricoshombres que integraban el ejército
que
cercó la villa de Miranda de Duero, en Portugal,
donde
resultó herido.
A
la muerte de Pedro Suárez, el Adelantamiento se divide
en
dos oficios distintos:
el
Adelantamiento Mayor de León y la Merindad Mayor de Asturias.
La
Merindad asturiana quedará adscrita al linaje,
que
la desempeñará casi ininterrumpidamente
hasta
el final de la Edad Media
(salvo
en breves momentos de mediados del siglo XV
en
que fue ejercida por otros nobles de Castilla
como
don Juan de Haro o don Juan Pacheco).
La
titularidad de este oficio reportará a los Quiñones,
y
en especial a los condes de Luna,
un
considerable poder político y económico,
ya
que sus elevados ingresos les permitirán
aumentar
su patrimonio e influencias
y
gracias a él acumularán abundantes mercedes regias.
Don
Pedro había casado con doña Juana de Bazán.
Ambos
ordenaron construir una residencia
en
el lugar del Órbigo que da nombre al linaje: Quiñones.
No
tuvieron descendencia
y
a la muerte de Pedro en 1402 heredó sus dignidades y patrimonio
su
sobrino Diego, hijo de su hermana Leonor de Quiñones
y
del caballero asturiano Diego Fernández de Vigil:
«Diego
Fernández mi sobrino fijo de Leonor Suarez mi hermana
al
qual fago mi legitimo heredero en todo con condicion
que
tome la voz, apellido e armas de el solar de Quiñones».
Así,
Diego Fernández de Vigil y Quiñones sucedió a su tío
con
el nombre de Diego Fernández de Quiñones.
Fue
conocido como “el de la buena fortuna”.
Diego Fernández de Quiñones I (muerto en 1444)
participó
en la vida política del reinado de Juan
II,
posicionándose
en el bando de Fernando de Antequera
y
de los hijos de éste, los Infantes de Aragón,
más
que en el del monarca,
aunque
estuvo en las cortes de uno y otros.
Intervino
en las principales campañas contra Granada.
En
realidad, defendió sobre todo su propio beneficio
y
al frente de la Merindad Mayor de Asturias
actuó
como un auténtico señor feudal,
que
comete abusos que pretende convertir en ley
y
que no tolera que su voluntad sea contestada.
Los
vecinos de los concejos de la montaña leonesa
protestaron
de sus arbitrariedades señoriales
y
el rey intervino para limitar sus excesos.
Casó
con doña María de Toledo y Ayala,
de
la Casa de los señores de Valdecorneja (luego Alba),
lo
cual consolidó su posición en la corte;
doña
María era hija de Fernán Álvarez de Toledo y Meneses
y
de Leonor López de Ayala.
La
acertada política matrimonial de don Diego
le
permitió, a través de los enlaces de sus hijos,
entroncar
con las más ilustres familias castellanas
y
urdir con ellas una red de intereses
frente
al poder del condestable don Álvaro de Luna, favorito del rey.
Emparentó
con los Pimentel, los Enríquez y los Acuña,
afincados
en territorios cercanos a los suyos.
Fundó
un mayorazgo para consolidar su señorío.
Pese
a sus enfrentamientos con don Álvaro,
él
y sus hijos estuvieron pasajeramente vinculados al condestable,
que
respaldó el desarrollo de la hazaña del “Honroso Paso”
protagonizada
por don Suero
(el
menor de los diez hijos de don Diego),
en
el puente del río Órbigo,
el
episodio caballeresco más importante de la Edad Media española.
Suero
de Quiñones (1409-1456) se educó, como sus hermanos,
en
la corte de Juan II, adscritos a la casa del condestable don Álvaro.
Recibió
de su padre como herencia la villa de Villanueva de Jamuz.
Falleció
en Barcial de la Loma,
asesinado
por los peones de su enemigo Gutierre de Quijada.
En
el testamento de don Diego aparece la primera mención directa
del
Palacio del Barrio de Palat de Rey
realizada
por un miembro del linaje.
Los
escudos de don Diego y doña María presiden la fachada.
Pedro Suárez de Quiñones II (muerto en 1455),
hijo
mayor de don Diego,
fue
criado en la casa del condestable don Álvaro de Luna
pero
se convertirá pronto en uno de sus peores enemigos,
y
como tal formó alianzas
con
el Almirante de Castilla, el conde de Benavente, los Manrique...,
vinculados
todos ellos a los Infantes de Aragón.
El
condestable en un bando y don Pedro en el contrario,
se
enfrentaron en Olmedo en 1445.
Don
Pedro es derrotado y hecho prisionero;
su
señorío corre peligro;
Laguna
de Negrillos, villa principal de la familia, y el castillo de Luna
son
entregados al rey Juan II.
Don
Pedro busca la alianza con el príncipe don Enrique
(en
ese momento enfrentado a su padre Juan II y a don Álvaro)
y
más tarde de nuevo con los Infantes de Aragón.
En
1450 don Pedro fue liberado y recuperó parte de su patrimonio
aunque
ya no recobró su anterior influencia.
Había
casado con Beatriz de Acuña.
Murió
en 1455.
***
El
representante de la Casa más importante de todo el siglo XV
es
el hijo de Pedro Suárez,
Diego Fernández de Quiñones II (muerto en 1491).
Con
él se recuperó la fuerza del señorío.
En
1462 fue nombrado Conde de Luna.
A
lo largo de la Baja Edad Media, los Quiñones habían adquirido,
por
donación regia, compra o permuta,
diversos
concejos, villas, lugares, castillos, casas y tierras
con
los que formaron un señorío, solariego y jurisdiccional,
situado
sobre todo en el ámbito geográfico leonés
y
más fragmentariamente en el asturiano.
El
señorío se extendía por toda la montaña leonesa
y
por la totalidad del Valle del Órbigo,
desde
el nacimiento del río hasta casi su desembocadura.
Este
señorío quedó integrado en el condado de Luna.
Los
Quiñones - Condes de Luna constituyen durante la Edad Media
el
linaje más egregio establecido en la región astur-leonesa,
gracias
a su amplio señorío, básicamente leonés,
y
al ejercicio de la Merindad Mayor de Asturias.
El
nivel más alto de posesiones y de poder de los Quiñones
se
sitúa entre los años 1460 y 1480,
en
los que alcanza cotas de primer rango
en
el panorama nobiliario castellano.
Diego
participó en la política de bandos del reinado de Enrique IV,
alineándose,
como sus antecesores,
con
los Pimentel y con los Enríquez,
Almirantes
de Castilla y condes de Alba de Liste.
Contrajo
matrimonio con una hija de este último, Juana Enríquez.
Este
círculo nobiliario reconoció como heredero
al
Príncipe don Alfonso.
Mientras
éste vivió, Quiñones acrecentó su poder y su territorio.
En
1466 se apoderó del alcázar de Oviedo
y
se convirtió en dueño de Asturias.
También
quiso serlo de León,
donde
se le opuso el linaje Osorio,
defensor
de Enrique IV en tierras leonesas.
Tras
la muerte del joven don Alfonso,
el
Conde de Luna se decantó interesadamente por doña Isabel,
quien
pronto, con generosas concesiones, lo captó para su causa.
Entre
1462 y 1480 el condado de Luna vivió tiempos de esplendor.
Sin
embargo, a partir de esta fecha, los Reyes
Católicos
iniciaron
su política de limitación del poder nobiliario
y
el condado experimentó un notable decaimiento.
A
su debilitación contribuyó la constante conflictividad de los Luna,
que
mantuvieron prolongadas y duras contiendas
con
el concejo legionense,
con
algunos monasterios cercanos
y
con algunos nobles leoneses próximos a los señoríos de Luna.
Destacan
los enfrentamientos entre los Quiñones y los Osorio,
que
se atenúan (sin desaparecer) en 1488 gracias a la boda
de
Bernardino Fernández de Quiñones -más tarde II conde de Luna-
con
Isabel Osorio, hermana del marqués.
Los
Quiñones también mantuvieron querellas
con
sus propios parientes, Quiñones de Valdejamuz.
El
resultado de tantos conflictos en tierras de León
fue
el progresivo desgaste de los Condes de Luna,
que
vieron frenados sus abusos
y
que incluso hubieron de soportar la excomunión eclesiástica.
Sin
embargo, no llegaron a sufrir en León pérdidas territoriales.
Distinto
fue lo ocurrido en Asturias,
donde
los condes eran titulares de la Merindad Mayor
(con
atribuciones administrativas, judiciales y fiscales),
tenentes
de las principales fortalezas reales
y
poseedores de importantes juros.
Allí,
la Corona aprovechó
la
edad avanzada del primer conde, su fallecimiento en 1491
y
la muerte prematura, en 1492,
del
segundo conde, Bernardino Fernández de
Quiñones,
para,
tras un largo conflicto jurídico (1484-1494),
arrebatar
a los Quiñones sus posesiones
(Cangas,
Tineo, Llanes y Ribadesella y los cargos anejos),
anular
sus funciones y expulsarlos del Principado.
Se
extinguía así la última jurisdicción nobiliaria
de
la Asturias medieval,
con
la definitiva reversión al realengo
de
las importantes posesiones, rentas y oficios
de
los que los Quiñones - Condes de Luna habían disfrutado
a
lo largo de toda la Baja Edad Media.
El
oficio de Merino fue sustituido de facto por el de Corregidor,
con
fuerte dependencia de la Corona.
A
la muerte de don Bernardino en 1492
heredó
el condado su hijo Francisco Fernández
de Quiñones,
cuyo
poder ya se vio muy disminuido.
El
conde Francisco de Quiñones y su esposa Catalina Pimentel
habitaron
el Palacio leonés en época de Carlos I.
***
En
1478 el obispo Rodrigo de Vergara
había
sido asesinado en el Palacio.
El
prelado salió huyendo de la sede episcopal
para
evitar la venganza de la familia de un canónigo,
Fernando
Cabeza de Vaca, tesorero de la catedral,
que
había sido asesinado por los sirvientes de Rodrigo.
Fue
a refugiarse a las dependencias del Conde Luna.
Pero,
finalmente, el obispo fue capturado y muerto
en
el Palacio del conde.
El
Palacio y su entorno, el Barrio de Palat de Rey,
permanecieron
en poder de los Quiñones
hasta
la unión del linaje con el de los condes-duques de Benavente
en
el siglo XVI.
El
condado de Luna y el palacio en sí pasaron por manos sucesivas,
hasta
quedar en la Casa ducal de Frías.
El
duque Bernardino Fernández de Velasco
en
1878 puso en arriendo el complejo palatino,
que
fue utilizado como salón de baile.
En
1880 fue comprado por un hidalgo enriquecido,
Pedro
Álvarez Carballo.
En
1890 se dividió en varios inmuebles, que fueron dedicados
a
sede del Banco de España,
viviendas
de alquiler, negocios de hostelería y frutería.
Fue
quedando abandonado y deteriorándose.
En
2001 el Ayuntamiento de León
llegó
a un acuerdo con la Fundación Álvarez Carballo
para
recuperar parte del palacio,
quedando
el sector norte en poder de la Fundación.
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