Inicialmente el actual castillo de la Mota fue
una muralla urbana de repoblación, del siglo XII,
construida por Alfonso VIII,
a la que en el siglo XIII se le añadieron
refuerzos.
Este recinto fue conocido desde el siglo XIV como
La Mota.
El crecimiento de Medina convirtió la villa vieja
en un alcázar independiente de la ciudad, un
poder frente a Medina.
La construcción del palacio de Fernando de
Antequera en la plaza
incrementó la dicotomía entre ciudad y Mota,
albergando en repetidas ocasiones
rivalidades señoriales en la época de Juan II.
Los enfrentamientos entre Juan II de Castilla y
los Infantes de Aragón
dividieron Medina entre ambos bandos,
dominando los aragoneses la Mota y el rey el
palacio de la plaza.
En 1439 escribía Juan II, refiriéndose a este
palacio:
«yo este aqui en la torre de encima de la plaza
con fasta diez omes de armas y cinco o seis
ballesteros.
Y si por fuerza me quisieran entrar la torre,
entiendo defenderla fasta que no mas pueda
aunque la vida me cueste».
***
Hacia 1460, Enrique IV, en una esquina del
recinto de la Mota,
construyó un castillo-palacio con su torre del
homenaje.
La crónica de Alonso de Palencia cuenta:
«en esta población (Medina) se construyó una
torre
que luego fue causa de multitud de desgracias».
Un documento de 1468 recoge que, por el acuerdo
de Guisando,
la princesa Isabel recibió de Enrique IV
Medina, incluyendo el «alcázar, fortaleza y torre
de la Mota».
En el periodo de luchas que tuvieron lugar en Castilla
hubo un intento de asalto del castillo
del cual se conservan en la torre los impactos de
artillería.
***
A partir de 1477 los ingenieros militares de los
Reyes Católicos
transformaron la fortaleza,
rodeándola con una barrera artillera y un foso
que anulaba definitivamente la muralla urbana.
La barrera de la Mota fue la primera y más
importante de su época
y adelanta ya las técnicas renacentistas.
Se derribó parte de la vieja muralla
y se rodeó el alcázar con una barrera
con 4 niveles de tiro y capacidad para casi 200
piezas de artillería.
La obra duró siete años, de 1477 a 1483, y sus
artífices fueron
el maestro Fernando, un artillero de los
ejércitos reales,
y el maestro Abdallá, un alarife mudéjar.
La barrera artillera aparece a principios del
siglo XIV en Algeciras
y se generaliza en el XV en Castilla, Nápoles y
Francia.
La primera barrera con cámaras de tiro o galerías
de pie de escarpa,
ocultas del tiro enemigo bajo la cota exterior
del foso,
fue la del castillo de la Mota de Medina del
Campo.
El foso resultaba casi invulnerable a las minas
por su profundidad y por ser maciza toda su parte
baja
(por lo que fracasó la voladura intentada en la
guerra napoleónica).
Tecnológicamente la barrera de la Mota supuso un
gran salto
respecto a las fortificaciones anteriores.
Su concepción es consecuencia de la guerra contra
Portugal
y de lo aprendido en las batallas hasta ese
momento.
Los conocimientos militares aplicados
se han atribuido a Alonso de Aragón, duque de
Villahermosa,
comandante de la artillería castellana en la
guerra de sucesión.
Las barreras alamboradas, es decir,
construidas desde el fondo del foso y en parte
ocultas del enemigo,
son en sí mismas fortificaciones.
Su principal inconveniente es que les sobra el
edificio que rodean:
los altos muros del castillo interior se
convirtieron,
con los años y el mayor poder de la artillería,
en un peligro para los defensores de la barrera,
como señalaba un informe de un ingeniero del
siglo XVIII.
***
Hacia 1880 el ladrillo de la fortaleza fue
expoliado
y desaparecieron los almenajes.
En 1904 comenzó su restauración,
al cumplirse el cuarto centenario de la muerte de
Isabel la Católica.
Las primeras obras las dirige el arquitecto
Teodosio Torres,
que repone las almenas
y adosa al castillo un puente fijo de ladrillo
que desvirtúa la inexpugnabilidad de la fortaleza
y fue considerado como un “anacrónico pegote” por
otros arquitectos.
Tras la Guerra Civil el castillo fue cedido
a la Sección Femenina de Falange
para su rehabilitación como “Escuela de Mandos”.
La restauración, de carácter historicista, se
convirtió en modelo
para la posterior conversión de otros castillos
en paradores.
En 1992 se inició la recuperación del castillo
como “máquina de guerra del Renacimiento”.
El foso estaba cegado
y el edificio medio enterrado (hasta 6 metros en
algunas zonas),
sus cámaras bajas de tiro estaban bajo tierra.
La actuación consistió esencialmente
en devolver al castillo sus verdaderas proporciones.
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