sábado, 1 de noviembre de 2014

VILLACRECES




La Tierra de Campos se extiende, de forma imprecisa,
por las provincias de Palencia, Valladolid, León y Zamora,
con “capital” en Palencia.
Son los Campos Góticos (Campi Gothici o Campi Gothorum),
territorio donde se asentó primeramente la población visigótica
a fines del siglo V, cuando fue expulsada de la Galia por los francos.
Fueron los pueblos limítrofes, los hispanorromanos,
quienes empezaron a dar esa denominación a la zona.
Se recoge el nombre en la Crónica de Albelda,
la más antigua conocida del ciclo de la Reconquista,
al narrar las incursiones de saqueo
realizadas por Alfonso I en el valle del Duero:
«Campos quos dicunt Goticos usque adflumen Dorium eremauit,
et xpistianorum regnum extendit».
En la Crónica latina de los reyes de Castilla
y en la Primera Crónica General de España del rey Alfonso X
se le empieza a llamar Tierra de Campos.


En el siglo VIII, cuando los musulmanes entraron en España,
Tierra de Campos estaba prácticamente deshabitada.
Pronto se convirtió en un desierto fronterizo entre cristianos y moros.

En el siglo IX comenzó su repoblamiento
con colonos de la montaña y mozárabes.

Foto: Antonio Vallano

Tierra de Campos es ejemplo del paisaje llano de la Meseta norte,
con sus grandes extensiones
verdes en primavera, doradas en verano,
ocres en otoño y blancas en invierno.
Ha sido siempre, desde época romana,
una de las principales áreas cerealistas de España,
“el granero de España”,
lo que dio lugar a una explotación excesiva del territorio
y a la consiguiente deforestación.
Tierra de Campos es una extensa llanura cerealera;
una planicie sin árboles en el centro de la meseta del Duero.
Un paisaje uniforme y abierto.

Foto: José Miguel Martínez

Ahí se encuentra el despoblado de Villacreces,
en el extremo norte de la provincia de Valladolid,
en el límite con Palencia y León.


Villacreces (¿Villacruces?) es un caserío antiguo.
Su historia se remonta al siglo XI.
En el siglo XVI, sus pastos fueron disputados
por pastores de Quintanilla y de Peñafiel;
acabó siendo tierra de Peñafiel.
En el siglo XVIII llegó a ser villa
y el valor de su trigo fue referencia en la comarca.

En el siglo XIX era un lugar pequeño pero próspero,
con hospital, juzgados y escuela,
unas cincuenta viviendas
y numerosas bodegas en las afueras del pueblo.


No es un lugar remoto y aislado.
No le falta riego, la tierra es cultivable.

Pero los jóvenes fueron emigrando.


Regina Méndez Torbado y sus tres hermanos
fueron los últimos en marchar.
Fueron los últimos habitantes del pueblo.


Durante 8 años vivieron solos en Villacreces,
rodeados de calles desiertas y casas vacías que se iban derrumbando.
No tenían agua corriente.
El panadero iba todos los días desde Villada.
El cura iba los domingos desde Grajal de Campos.
Pero la vida se fue haciendo difícil para los Méndez:
El pueblo empezó a ser frecuentado, día y noche, por saquedores
que se llevaban todo lo que podían de las casas abandonadas.


En 1981 los últimos habitantes,
los cuatro hermanos Méndez Torbado,
decidieron dejar su pueblo y marcharse al cercano Villada.

La casa de los Méndez hoy está tan arruinada como el resto.
Regina, ya anciana, aún vive en Villada.


Extrañamente, la carretera que lleva hasta el lugar
se construyó cuando ya en él sólo vivían los Méndez;
hasta entonces, sólo había un mal camino.
Ahora que la soledad es absoluta,
queda esa carretera que conduce a la nada.

No hay ningún letrero indicativo.


Desde la distancia se ve la torre que se alza en el centro de la villa,
una torre mudéjar construida en ladrillo en el siglo XVI.
Una torre desconcertante, grande y sólida en medio de las ruinas.
Es el único edificio que se mantiene en buen estado,
aunque ya con graves daños en su interior.


Era la torre de la destrozada iglesia de San Cipriano.
El templo había sido reconstruido en la postguerra,
con las aportaciones económicas de los vecinos,
tras los daños que sufrió en la Guerra Civil.
En 1989 fue desmantelado
para reparar la iglesia de Arenillas de Valderaduey.


Hasta hace unos años se mantenía su espadaña,
pero ya se ha derrumbado.


También hasta hace poco la torre conservaba una campana,
que ha sido robada.
Hoy entre sus fuertes muros habitan palomas y búhos.
La madera de las escaleras se va pudriendo.

Foto: LGM-Leo23

Salvo la torre y una o dos casas,
el resto de las construcciones es de adobe,
barro con paja cocido al sol,
tradicional arquitectura de la Tierra de Campos.
Casas de tierra.


Por ello, pese al poco tiempo que el pueblo lleva deshabitado,
su estado es de ruina total.


El adobe se va deteriorando rápidamente,
se va confundiendo con la tierra.
Las calles se van desdibujando.
Una áspera vegetación lo va inundando todo
y con ella, la tristeza y la sensación de irrealidad.
Unos pocos años más, y el pueblo habrá desaparecido.


Algunos de sus antiguos habitantes aún viven
y sin embargo, en unos pocos años,
sólo la torre indicará que allí hubo algo.


Los techos se han hundido.
Los muros de casas y corrales se desmoronan.


Hasta hace unos años, esto eran casas habitadas,
calles por las que se oían voces, ruidos humanos.
Hoy sólo queda el viento y el gran silencio de la Tierra de Campos.
Las ventanas ya son sólo huecos tras los cuales no hay nadie.


Aún pueden verse dos grandes palomares cilíndricos
y el abrevadero,
los restos oxidados de un automóvil
y de viejos aperos de labranza,
vestigios de pozos, algún objeto doméstico roto,
vigas de madera, trozos de puertas...


En torno al pueblo había muchas bodegas,
profundas cuevas cuyas entradas se han ido cegando
conforme las bóvedas de tierra se han ido viniendo abajo.
Se han convertido en peligrosos agujeros
ocultos por la vegetación.

A las afueras, un riachuelo, una fuente de agua abundante,
un puentecillo y una arboleda
frecuentada por gente de los pueblos próximos.

En una colina cercana se ve lo poco que queda del cementerio,
unas tumbas vacías, algún trozo de lápida.

Foto: Ricardo Melgar

Hoy las tierras de Villacreces pertenecen
al municipio de Santervás de Campos.

En 2010, en una manifestación de agricultores en Madrid,
un niño, el hijo del alcalde de Santervás,
portaba una pancarta: “¡No más Villacreces!”
El de Santervás fue uno de los alcaldes que pidió
la instalación en su municipio del cementerio nuclear.
Ante el progresivo éxodo de vecinos debido a la crisis del campo,
el alcalde afirmaba:
“Prefiero enterrar residuos nucleares que enterrar mi pueblo”.


En 2008 se fundó la asociación “Villacreces Crece”
con el objetivo de recuperar el pueblo.
Pero desde 2010 parece inactiva.

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