La
Tierra de Campos se extiende, de forma imprecisa,
por
las provincias de Palencia, Valladolid, León y Zamora,
con
“capital” en Palencia.
Son
los Campos Góticos (Campi Gothici o Campi Gothorum),
territorio
donde se asentó primeramente la población visigótica
a
fines del siglo V, cuando fue expulsada de la Galia por los francos.
Fueron
los pueblos limítrofes, los hispanorromanos,
quienes
empezaron a dar esa denominación a la zona.
Se
recoge el nombre en la Crónica de Albelda,
la
más antigua conocida del ciclo de la Reconquista,
al
narrar las incursiones de saqueo
realizadas
por Alfonso I en el valle del Duero:
«Campos
quos dicunt Goticos usque adflumen Dorium eremauit,
et
xpistianorum regnum extendit».
En
la Crónica latina de los reyes de Castilla
y
en la Primera Crónica General de España
del rey Alfonso X
se
le empieza a llamar Tierra de Campos.
En
el siglo VIII, cuando los musulmanes entraron en España,
Tierra
de Campos estaba prácticamente deshabitada.
Pronto
se convirtió en un desierto fronterizo entre cristianos y moros.
En
el siglo IX comenzó su repoblamiento
con
colonos de la montaña y mozárabes.
Foto: Antonio Vallano |
Tierra
de Campos es ejemplo del paisaje llano de la Meseta norte,
con
sus grandes extensiones
verdes
en primavera, doradas en verano,
ocres
en otoño y blancas en invierno.
Ha
sido siempre, desde época romana,
una
de las principales áreas cerealistas de España,
“el
granero de España”,
lo
que dio lugar a una explotación excesiva del territorio
y
a la consiguiente deforestación.
Tierra
de Campos es una extensa llanura cerealera;
una
planicie sin árboles en el centro de la meseta del Duero.
Un
paisaje uniforme y abierto.
Foto: José Miguel Martínez |
Ahí
se encuentra el despoblado de Villacreces,
en
el extremo norte de la provincia de Valladolid,
en
el límite con Palencia y León.
Villacreces
(¿Villacruces?) es un caserío antiguo.
Su
historia se remonta al siglo XI.
En
el siglo XVI, sus pastos fueron disputados
por
pastores de Quintanilla y de Peñafiel;
acabó
siendo tierra de Peñafiel.
En
el siglo XVIII llegó a ser villa
y
el valor de su trigo fue referencia en la comarca.
En
el siglo XIX era un lugar pequeño pero próspero,
con
hospital, juzgados y escuela,
unas
cincuenta viviendas
y
numerosas bodegas en las afueras del pueblo.
No
es un lugar remoto y aislado.
No
le falta riego, la tierra es cultivable.
Pero
los jóvenes fueron emigrando.
Regina
Méndez Torbado y sus tres hermanos
fueron
los últimos en marchar.
Fueron
los últimos habitantes del pueblo.
Durante
8 años vivieron solos en Villacreces,
rodeados
de calles desiertas y casas vacías que se iban derrumbando.
No
tenían agua corriente.
El
panadero iba todos los días desde Villada.
El
cura iba los domingos desde Grajal de Campos.
Pero
la vida se fue haciendo difícil para los Méndez:
El
pueblo empezó a ser frecuentado, día y noche, por saquedores
que
se llevaban todo lo que podían de las casas abandonadas.
En
1981 los últimos habitantes,
los
cuatro hermanos Méndez Torbado,
decidieron
dejar su pueblo y marcharse al cercano Villada.
La
casa de los Méndez hoy está tan arruinada como el resto.
Regina,
ya anciana, aún vive en Villada.
Extrañamente,
la carretera que lleva hasta el lugar
se
construyó cuando ya en él sólo vivían los Méndez;
hasta
entonces, sólo había un mal camino.
Ahora
que la soledad es absoluta,
queda
esa carretera que conduce a la nada.
No
hay ningún letrero indicativo.
Desde
la distancia se ve la torre que se alza en el centro de la villa,
una
torre mudéjar construida en ladrillo en el siglo XVI.
Una
torre desconcertante, grande y sólida en medio de las ruinas.
Es
el único edificio que se mantiene en buen estado,
aunque
ya con graves daños en su interior.
Era
la torre de la destrozada iglesia de San Cipriano.
El
templo había sido reconstruido en la postguerra,
con
las aportaciones económicas de los vecinos,
tras
los daños que sufrió en la Guerra Civil.
En
1989 fue desmantelado
para
reparar la iglesia de Arenillas de Valderaduey.
Hasta
hace unos años se mantenía su espadaña,
pero
ya se ha derrumbado.
También
hasta hace poco la torre conservaba una campana,
que
ha sido robada.
Hoy
entre sus fuertes muros habitan palomas y búhos.
La
madera de las escaleras se va pudriendo.
Foto: LGM-Leo23 |
Salvo
la torre y una o dos casas,
el
resto de las construcciones es de adobe,
barro
con paja cocido al sol,
tradicional
arquitectura de la Tierra de Campos.
Casas
de tierra.
Por
ello, pese al poco tiempo que el pueblo lleva deshabitado,
su
estado es de ruina total.
El
adobe se va deteriorando rápidamente,
se
va confundiendo con la tierra.
Las
calles se van desdibujando.
Una
áspera vegetación lo va inundando todo
y
con ella, la tristeza y la sensación de irrealidad.
Unos
pocos años más, y el pueblo habrá desaparecido.
Algunos
de sus antiguos habitantes aún viven
y
sin embargo, en unos pocos años,
sólo
la torre indicará que allí hubo algo.
Los
techos se han hundido.
Los
muros de casas y corrales se desmoronan.
Hasta
hace unos años, esto eran casas habitadas,
calles
por las que se oían voces, ruidos humanos.
Hoy
sólo queda el viento y el gran silencio de la Tierra de Campos.
Las
ventanas ya son sólo huecos tras los cuales no hay nadie.
Aún
pueden verse dos grandes palomares cilíndricos
y
el abrevadero,
los
restos oxidados de un automóvil
y
de viejos aperos de labranza,
vestigios
de pozos, algún objeto doméstico roto,
vigas
de madera, trozos de puertas...
En
torno al pueblo había muchas bodegas,
profundas
cuevas cuyas entradas se han ido cegando
conforme
las bóvedas de tierra se han ido viniendo abajo.
Se
han convertido en peligrosos agujeros
ocultos
por la vegetación.
A
las afueras, un riachuelo, una fuente de agua abundante,
un
puentecillo y una arboleda
frecuentada
por gente de los pueblos próximos.
En
una colina cercana se ve lo poco que queda del cementerio,
unas
tumbas vacías, algún trozo de lápida.
Foto: Ricardo Melgar |
Hoy
las tierras de Villacreces pertenecen
al
municipio de Santervás de Campos.
En
2010, en una manifestación de agricultores en Madrid,
un
niño, el hijo del alcalde de Santervás,
portaba
una pancarta: “¡No más Villacreces!”
El
de Santervás fue uno de los alcaldes que pidió
la
instalación en su municipio del cementerio nuclear.
Ante
el progresivo éxodo de vecinos debido a la crisis del campo,
el
alcalde afirmaba:
“Prefiero
enterrar residuos nucleares que enterrar mi pueblo”.
En
2008 se fundó la asociación “Villacreces Crece”
con
el objetivo de recuperar el pueblo.
Pero
desde 2010 parece inactiva.
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