viernes, 8 de mayo de 2015

SAN PEDRO DE CARDEÑA (I)






“Imagen y memoria del Cid Campeador”
Salvador Andrés Ordax
BSAA arte LXXV, 2009


1. EVOLUCIÓN DE LA MEMORIA CIDIANA EN TORNO A CARDEÑA.
LA CRÓNICA

El prestigio que tuvo originalmente el monasterio de San Pedro de Cardeña se vería afectado por los cambios históricos, políticos y religiosos, pues el momento de esplendor monástico dominó en los siglos XI y XII. La mutación histórica de la época gótica, con densificación urbana y la aparición de órdenes mendicantes beneficiaría a éstas en detrimento de la autoridad poco a poco pretérita de los monasterios rurales, lo que acabaría moviéndoles a llamar la atención sobre su pasado, mediante el recurso a sepulcros, obras de arte y escritos evocadores de su autoridad, de su “auctoritas”.
En Cardeña el sepulcro principal será el del Cid, pese a que hay enterramientos de Reyes y Condes, e incluso restos de los “Doscientos Mártires de Cardeña”. En cuanto al arte, se renovó la iglesia en el siglo XV, poco después se hicieron nuevas dependencias y una singular portada, pero respetando la torre románica y las arquerías consideradas de momento cidiano y asociadas a milagros de la sangre de los mártires.
También conviene que recordemos el recurso de Cardeña a los escritos para mantener la autoridad de su pasado histórico, en cuya estela ajusta sus contenidos a la realidad renacentista la Chronica del famoso cauallero Cid Ruy Diez Campeador, cuya edición de 1512 fue realizada a instancias del Infante don Fernando, hermano de Carlos V.
Siendo aún niño de ocho años el infante Don Fernando viajó entre 1511 y 1512 por tierras de la Corona de Castilla. En agosto de 1511 va a Burgos, pero, eludiendo la Casa del Cordón en que muriera su padre un lustro antes, se aloja en San Pedro de Cardeña, donde su abad Fray Juan López de Velorado le persuadiría de la importancia del monasterio y del sepulcro del Cid, el héroe castellano a cuya estirpe se sumaban importantes personajes y los reyes de España. Esta “auctoritas” histórica tan imbuida en el monasterio por el conjunto arquitectónico y el monumento funerario, estaba afirmada por el Archivo y la Biblioteca con crónicas de la monarquía hispana. El abad Fray Juan López de Velorado le advertiría sobre la excelencia de una Crónica del Cid, y el Infante Fernando le mandó ocuparse de su edición, encargo que también elevó a su abuelo Fernando el Católico. No hubo demora, y el 31 de marzo de 1512 se terminó la edición de la Chronica del famoso cauallero Cid Ruy Diez Campeador “en la muy noble y leal ciudad Burgos por arte e industria de Fadrique Alemán de Basilea”.
Uno de los valores de este libro es la exaltación de los antecesores y la amplia descendencia regia del Cid, en Castilla y León, Aragón, Francia, Portugal, etc. Así reconocerá a la nueva dinastía de los Austrias como descendientes también del Cid.
Además, en el libro se encarece la virtud y providencialidad del Cid, recordando en el “Prohemio” «los muy señalados hechos que en su tiempo hizo e los muchos miraglos que en acrescentamiento de nuestra santa fe católica en aquellos tiempos sucedieron que, de no se haver publicado ni tresladada la dicha Crónica, estavan ya tan olvidados que, si en ello no se pusiese remedio según la Crónica estava caduca, muy presto no se pudiera remediar y en breve se perdería».
De modo especial destaca su descendencia regia, incluyendo a Isabel la Católica y su hija «doña Juana de Castilla…. al Príncipe don Carlos, e al muy esclarecido señor el Infante don Fernando, e a doña Leonor, e a doña Ysabel, e a doña María, e a doña Catalina: los quales son xiiij. vezes descendientes de la sangre del Cid… Fueron todos descendientes de la sangre del Cid en xiiij. xv. xvj. xvij. e xviij. grado».


2. EXALTACIÓN RELIGIOSA Y ARTÍSTICA DEL SEPULCRO.
OCHOA DE ARTEAGA Y MAESTRE BORGOÑÓN

Pero había deseo de canonizar al Cid, cuyo cuerpo santo tenían. Las gestiones romanas del siglo XV por el abad Dom Pedro del Burgo, fueron reiteradas en 1586 con un memorial. Los Doscientos Mártires de Cardeña acabarían siendo canonizados. Pero no culminó la canonización de Rodrigo Díaz de Vivar, cuyo proceso ha quedado diluido con el paso del tiempo, siendo vanos los intentos de rastrear documentalmente los trámites de la postulación en el Vaticano, aunque la idea de su santidad se mantendría bastante tiempo.
Al menos la imagen sacra se exaltará destacando su labor como soldado de Cristo, lo mismo que con otros personajes santos (Santiago, San Isidoro, San Millán, etc), y se reflejará en la fachada principal con una impresionante efigie cidiana ecuestre como miles Christi, en una especie de sacralización monumental.

Pero antes se quiso valorar con dignidad su sepultura. El sepulcro, como sus restos, fue objeto de traslaciones y cambios, respondiendo lógicamente a las posturas interesadas de los actores e intervinientes en cada momento.
Recordamos que inicialmente se dispuso en la iglesia románica de Cardeña, hasta que Alfonso X, con motivo de una visita al monasterio en 1272, quiso destacar su sepulcro y unas inscripciones laudatorias, sucesivamente reiteradas en las crónicas de Cardeña como en la de 1512 fielmente seguida en la de 1593:
“Beliger inuictus, famosus Marte triumphis, / Clauditur hoc tumulo magnus Didaci Rodericus. … Quantum Roma potens bellicis extollitur actis, / Viuax Arturus sit gloria quanta Bretanis, / Nobilis è Charolo quantum gaudet Francia magno, / Tantum Iberia duris Cid invictus claret”
«En estos versos susoescritos se haze una comparación, y dize ansí:
Que bien assi como Roma, que es noble cibdad e poderosa, fue ensalçada e enoblecida por muchas batallas e muchos buenos fechos que los Romanos finieron: o assí como Bretaña los bretones viuen en gloria, creyendo que el rey Artus es viuo: o assí como la noble Francia se glorifica por el Rey Carlos el grande: bien assi marauillosamente España, que es llamada Yberia, nombrada de Ebro, e todos los Castellanos, que son de duros e fuertes coraçones, son enoblescidos e ensalçados, e ganaron prez e honra por el noble e muy famoso Cid».
Desapareció ese sepulcro medieval que sería trasladado cuando el abad Pedro del Burgo erige una nueva iglesia gótica a mediados del siglo XV.

El sepulcro conservado es renacentista, con las efigies yacentes de Rodrigo Díaz de Vivar y su esposa Jimena, con labra sobria. Cabe pensar que fuera su autor alguno de las artistas que intervinieron en un traslado efímero del sepulcro:
“La translación del famoso y bienaventurado cauallero el Cid Ruy diez de Biuar: hecha a catorze de enero del año de mil y quinientos y quarenta y uno”.
La razón esgrimida para el traslado del sepulcro era común a otros casos semejantes, que obstaculizaba las ceremonias litúrgicas:
«La tumba del Cid bienauenturado, si la dexaran a donde estaua, que era enfrente de la puerta de la Sacristía delante de las gradas del altar, ni conuenía para el seruicio del altar, porque impedía, ni para su autoridad, porque estropeçauan en ella: y estaua muy desierta, mal assentada sobre los leones que agora tiene debaxo». Por ello acordaron trasladar el sepulcro, pero sin dar cuenta pública del propósito, pues «temieron lo que en semejantes ayuntamientos suele acontecer, que se podrían seguir algunos ruydos, muertes o escándalos. Y por euitar esto, sin dar parte a nadie, sino solo a solos los que se hallaron en casa, la quisieron hazer».
El 13 de enero de 1541, «juntos el Abbad y conuento, con artífices y officiales, que para ello fueron llamados, hizieron aquella noche sus andamios de madera, para que con más facilidad y reuerencia, y a menos peligro de la tumba se pudiesse mouer». El día siguiente se hizo el traslado en presencia de los «Monges que en la casa se hallaron a la dicha hora, estuuieron presentes,… maestre Ochoa de Artiaga Cantero, con sus officiales, Andrés de Carnica, Domingo de Artiaga; ochoa San Iuan de Carnica, y Maestre Pablo, e Maestre Borgoñón entalladores, con sus officiales: y Maestre Iuan de [en blanco] cerragero, con los suyos, con toda la otra gente de officiales y criados, y negociantes que en casa hauía...» Entonces, con rezos y cánticos, realizaron el cambio de sitio de las reliquias cidianas.
Sirva esta noticia documental para suponer que el sepulcro renacentista que aún se conserva fuera realizado por Ochoa de Arteaga mencionado como interviniente en el traslado del sepulcro, maestro algo rudo conocido por las estatuas del Arco de Santa María. Aunque se menciona también a Maestre Borgoñón no parece en cualquier caso que Felipe de Bigarny, poco antes de su muerte, fuera el autor del sepulcro pues no le conviene el estilo, bastando su presencia como garante de la preservación del sepulcro.

No duró el cambio ni un año pues hubo quejas. El Condestable Pedro Fernández de Velasco y el Regimiento de Burgos, elevaron la protesta ante el emperador Carlos, con el resultado de una Real Cédula de 16 de julio del mismo año 1541 que ordenaba la reposición del sepulcro, indicando la contrariedad del emperador por las pretensiones de alterar las sepulturas, y concreta a los de Cardeña que «vosotros no teniendo consideración a lo susodicho ni mirando a que el Cid es nuestro progenitor y los bienes que dexó a esa casa y la autoridad que de estar el ay enterrado se sigue el dicho Monasterio haveis deshecho y quitado su sepultura del medio de la Capilla mayor donde há más de cuatrocientos años que estaua aueys puesto cerca de una escalera y lugar no decente y muy diberso en autoridad é honrra del lugar y forma que estaba».
Persistieron los monjes obstinadamente, lo que obligó a la Real Cédula de 15 de octubre de 1541 conminando a la reposición del sepulcro en el término de cuarenta días, lo que cumplieron sigilosamente, sin duda para evitar que fuera celebrado ese fracaso por sus discrepantes.


3. EL CID FINALMENTE FUERA DEL PRESBITERIO.
LA CAPILLA BARROCA BORBÓNICA

Nada parece perdurable, y el sepulcro del Cid acabaría siendo trasladado a una capilla lateral. No creemos que hubiera en ello un resentimiento, pues el cambio de sepulcros en los templos fue frecuente por comodidad litúrgica, incluso en casos regios, como en el monasterio jerónimo de Guadalupe, en el cisterciense de Alcobaça, y otros lugares.
La “Capilla de los Reies, Condes e Illustres Varones” de Cardeña fue contratada el 17 de abril de 1734 con el maestro Francisco de Bazteguieta, y terminada el año siguiente.
Los muros muestran escudos de familiares cidianos, tras los cuales se guardan sus cenizas.
En el centro de la capilla se unieron los sepulcros renacentistas del Cid y Jimena, cuyas cenizas fueron traídas el año 1736, con el permiso expreso de Felipe V. Los monjes incluyeron en el sepulcro referencias epigráficas y noticias originales o transcritas, garantizando la “auctoritas” de esta capilla. Pero en realidad da la impresión de que estamos ante una nueva imagen cidiana.
Ya no es la presencia de unos restos sagrados, la memoria de un miles Christi, sino la de un héroe, de un ciudadano cuya memoria está más ligada a la tierra.
La afirmación de este cambio tendría su consolidación con los nuevos tiempos franceses de inicios del siglo XIX.


4. EL MONUMENTO CIDIANO FRANCÉS.
EL GENERAL THIÉBAULT

La desacralización cidiana se afirma precisamente con la invasión francesa, de la mano del General Thiébault, cuya trayectoria es conocida en parte por sus memorias.
El paso del tiempo, con una dinastía francesa en el trono español, los ecos de la revolución francesa y la convulsión de las guerras napoleónicas, tuvo específica incidencia en Burgos y las tierras de su entorno. En Gamonal, ahora barrio de Burgos, se libró el 10 de noviembre de 1808 una batalla, tras la cual el conde de Lassalle saqueó la ciudad, el monasterio de Cardeña, el de las Huelgas y el Hospital del Rey.
Al poco tiempo se establecería en Burgos, como Gobernador y Capitán General de Castilla la Vieja, el general Thiébault, quien ante los destrozos producidos en la ciudad y en algunos monumentos del entorno, visitó el 1 de marzo de 1809 el monasterio de San Pedro de Cardeña, quedando horrorizado por la profanación del sepulcro del Cid y sus restos, por lo que sintió la obligación -o la oportunidad política- de llevar a cabo una reparación del agravio histórico, trasladando los restos a un nuevo monumento.
Se conocen de ello testimonios directos, como las Memorias del General Thiébault:
«Aquel monumento, antes de mi llegada a Castilla, los soldados de un regimiento francés de Dragones le habían demolido, excitados por la esperanza de hallar en él oro o joyas. Resolví que manos francesas reparasen tal acto de vandalismo, cometido por los franceses, y para obtener mayor fruto en cuanto al efecto moral que yo esperaba decreté que se colocase el sepulcro en Burgos mismo, que como las tradiciones indican fue la cuna del Cid, y se le reedificase entre los dos puentes de Burgos, en medio de una pradera que se halla al borde del río y está limitada por el Espolón, manguardia sobre la cual se halla la acera que sirve de paseo. Una plantación regular de álamos de Italia, formando bellas avenidas, debía extenderse alrededor de la tumba, completarse con bancos de piedra y ponerse en comunicación con el Espolón mediante dos rampas, partiendo de una media luna que ya existía y se hallaba adornada con cuatro estatuas de piedra. Estos trabajos fueron ejecutados según mis órdenes».
Sigue indicando Thiébault en sus Memorias su especial preocupación por las reliquias cidianas:
«Mientras tanto los huesos estaban esparcidos, expuestos a una profanación; debí pensar en ponerles provisionalmente en salvo para asegurarme de que no hubiesen desaparecido cuando mi monumento estuviese pronto a recibirles; me dirigí a San Pedro de Cardeña, acompañado de las autoridades civiles de la provincia y levantando acta solemne hice reunir los restos en un lienzo de que fui provisto; con gran pompa los llevé a Burgos y mientras que, mediante los dibujos de mi ayudante Valier, se les construía un sepulcro, les coloque para mayor seguridad bajo mi lecho».
El mismo Thiébault indica cómo se llevó a cabo el traslado de los restos y qué morfología y detalles significativos tenía el túmulo. Pronto, el 19 de abril de 1809, se inauguró el Monumento al Cid a orillas del Arlanzón, en sitio destacado de la ciudad, junto al paseo del Espolón que acababa de ser embellecido por los impulsos ilustrados de fines del siglo XVIII, con estatuas monumentales procedentes del Palacio Real de Madrid, y con jardines en que interviene el arquitecto González de Salazar sustituido en 1797 por Manuel de Eraso.
Hemos visto que el general dice que preparó los “dibujos” su ayudante Valier, pero la historiografía asigna la autoría del monumento francés a Manuel de Eraso, maestro de obras y director de la Escuela de Dibujo, al parecer con aspecto de urna funeraria, sobre escalones, culminando con pirámide coronada.
En los cuatro lados del monumento se dispusieron sendos textos epigráficos, que describe el mismo Thiébault en sus Memorias, con cuatro inscripciones, dos mayores y dos menores, una de ellas la del rey que lo autorizó “JOSEPHO REGNANTE: 1809”, otras dos en castellano y francés dedicadas al nombre del General y su preocupación por los restos cidianos, y otra redactada por el francés Carrion de Nisas como culta frase elogiosa:
“QUIBUSCUNQUE TEMPORIBUS, POPULIS, LOCIS, INCLYTORUM VIRORUM MEMORIA CALENDA, EST”.
La expulsión de los franceses explica que cambiaran las preferencias hacia el túmulo cidiano. Desde nuestra cultura actual lamentamos que este monumento fuera destruido tras la salida de los franceses, primero sus inscripciones, y después el túmulo.


5. IMAGEN HISTÓRICA ILUSTRADA.
VIVANT DENON

Uno de los franceses que se sintieron atraídos por el sepulcro del Cid Campeador fue el barón Dominique-Vivant Denon, diplomático, artista, coleccionista, celador de las artes, los museos o la historia del arte, Director General del Musée Central des Arts, etc.
Entre sus dedicaciones se incluyó la serie de informaciones, encargos, compras e incautaciones de obras. Por ello asistiría tras distintas misiones napoleónicas con un doble objetivo, documentarlas plásticamente y explorar posibilidades de adquirir obras de arte para llevarlas a París.
En el invierno de 1808 a 1809 recorrió varias localidades de España Dominique Vivant, barón Denon, acompañado por Benjamín Zix, que realizó una serie de apuntes y dibujos sobre lo que veían.
Visitaron el Monasterio de Cardeña, al poco de ser saqueado por la soldadesca francesa, profanando los sepulcros, y Denon quiso que esa visita fuera conocida como muestra de su preocupación histórica, salvador de sus reliquias. para lo que dispuso testimonios plásticos de ella.
A partir de un modelo de Zix se encargaron pinturas, como la realizada por Alphonse Roehn en 1809, titulada “Vivant Denon en Espagne, remettant dans leurs tombeaux les restes du Cid et de Chimène”. Se representa una capilla del monasterio de Cardeña, con un sepulcro ante el cual se encuentra inclinado Vivant Denon disponiéndose a introducir un cráneo. Agachado detrás, el pintor Benjamín Zix le acerca un puñado de huesos. La capilla muestra estilo gótico pero es la dependencia barroca de 1736 con detalles murales parecidos.
Aunque lo pretendiera, en realidad Denon no pudo llevar a cabo esa venerable reparación con las reliquias cidianas pues se le había adelantado el General Thiébault.
Al menos logró Denon tener alguna reliquia cidiana, aunque no tantas como para tomar el mismo cráneo en sus manos para reponer los huesos en el sepulcro.
El general Thiébault cuenta en sus memorias que él mismo recogió los restos en un lienzo mientras se preparaba el monumento y les guardó bajo su propia cama, añadiendo «Un grand nombre de personnes désirèrent les voir; ils ne furent montrés que par moi; beaucoup m’en demandèrent des parcelles; je n’en donnai qu’à ce bon M. Denon, qui, à cette époque, passa à Burgos, et l’exception fut complète à ce point que je n’en pris pas même un fragment pour moi».
Así pues, sólo un hueso del Cid quedaba como reliquia histórica de las coleccionadas por Denon en un relicario junto a otros personajes históricos.
Cuando en 1826 se realiza la venta de propiedades de Denon en su catálogo se incluye un “Reliquaire de forme hexagonale et de travail gothique, flanqué à ses angles de six tourillons attachés par des arcs-boutants à un couronnement composé d’un petit édifice surmonté de la croix: les deux faces principales de ce reliquaire sont divisées chacune en six compartiments, et contiennent les objets suivants. Fragments d’os du Cid et de Chimène trouvés dans leur sépulture, à Burgos...”
Y otras de Eloisa y Abelardo, Agnès Sorel, Inés de Castro, Enrique IV, Turenne, Molière, La Fontaine, Voltaire, Desaix o el mismo Napoleón.
Este curioso relicario histórico se encuentra en el Musée-Hôtel Bertrand, en Châteauroux. Aunque de esta reliquia cidiana se ha dicho que tiene que ser falsa, puede ser la que entregó excepcionalmente el general Thiébault “à ce bon M. Denon”.



No entramos en el epílogo de los huesos cidianos, que siguieron el ritmo de las sensibilidades temporales hasta que en 1921, conmemorando el séptimo centenario de la primera piedra de la catedral gótica, se colocaron en el centro del crucero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario