“Imagen y memoria del Cid Campeador”
Salvador Andrés Ordax
BSAA arte LXXV, 2009
1. EVOLUCIÓN DE LA MEMORIA
CIDIANA EN TORNO A CARDEÑA.
LA CRÓNICA
El prestigio que tuvo
originalmente el monasterio de San Pedro de Cardeña se vería afectado por los
cambios históricos, políticos y religiosos, pues el momento de esplendor
monástico dominó en los siglos XI y XII. La mutación histórica de la época
gótica, con densificación urbana y la aparición de órdenes mendicantes
beneficiaría a éstas en detrimento de la autoridad poco a poco pretérita de los
monasterios rurales, lo que acabaría moviéndoles a llamar la atención sobre su
pasado, mediante el recurso a sepulcros, obras de arte y escritos evocadores de
su autoridad, de su “auctoritas”.
En Cardeña el sepulcro principal
será el del Cid, pese a que hay enterramientos de Reyes y Condes, e incluso
restos de los “Doscientos Mártires de Cardeña”. En cuanto al arte, se renovó la
iglesia en el siglo XV, poco después se hicieron nuevas dependencias y una
singular portada, pero respetando la torre románica y las arquerías
consideradas de momento cidiano y asociadas a milagros de la sangre de los
mártires.
También conviene que
recordemos el recurso de Cardeña a los escritos para mantener la autoridad de
su pasado histórico, en cuya estela ajusta sus contenidos a la realidad
renacentista la Chronica del famoso
cauallero Cid Ruy Diez Campeador, cuya edición de 1512 fue realizada a
instancias del Infante don Fernando, hermano de Carlos V.
Siendo aún niño de ocho años
el infante Don Fernando viajó entre 1511 y 1512 por tierras de la Corona de
Castilla. En agosto de 1511 va a Burgos, pero, eludiendo la Casa del Cordón en
que muriera su padre un lustro antes, se aloja en San Pedro de Cardeña, donde
su abad Fray Juan López de Velorado le persuadiría de la importancia del
monasterio y del sepulcro del Cid, el héroe castellano a cuya estirpe se
sumaban importantes personajes y los reyes de España. Esta “auctoritas”
histórica tan imbuida en el monasterio por el conjunto arquitectónico y el
monumento funerario, estaba afirmada por el Archivo y la Biblioteca con
crónicas de la monarquía hispana. El abad Fray Juan López de Velorado le
advertiría sobre la excelencia de una Crónica del Cid, y el Infante Fernando le
mandó ocuparse de su edición, encargo que también elevó a su abuelo Fernando el
Católico. No hubo demora, y el 31 de marzo de 1512 se terminó la edición de la Chronica del famoso cauallero Cid Ruy Diez
Campeador “en la muy noble y leal ciudad Burgos por arte e industria de
Fadrique Alemán de Basilea”.
Uno de los valores de este
libro es la exaltación de los antecesores y la amplia descendencia regia del
Cid, en Castilla y León, Aragón, Francia, Portugal, etc. Así reconocerá a la
nueva dinastía de los Austrias como descendientes también del Cid.
Además, en el libro se
encarece la virtud y providencialidad del Cid, recordando en el “Prohemio” «los
muy señalados hechos que en su tiempo hizo e los muchos miraglos que en
acrescentamiento de nuestra santa fe católica en aquellos tiempos sucedieron
que, de no se haver publicado ni tresladada la dicha Crónica, estavan ya tan
olvidados que, si en ello no se pusiese remedio según la Crónica estava caduca,
muy presto no se pudiera remediar y en breve se perdería».
De modo especial destaca su
descendencia regia, incluyendo a Isabel la Católica y su hija «doña Juana de
Castilla…. al Príncipe don Carlos, e al muy esclarecido señor el Infante don
Fernando, e a doña Leonor, e a doña Ysabel, e a doña María, e a doña Catalina:
los quales son xiiij. vezes descendientes de la sangre del Cid… Fueron todos
descendientes de la sangre del Cid en xiiij. xv. xvj. xvij. e xviij. grado».
2. EXALTACIÓN RELIGIOSA Y
ARTÍSTICA DEL SEPULCRO.
OCHOA DE ARTEAGA Y MAESTRE
BORGOÑÓN
Pero había deseo de canonizar
al Cid, cuyo cuerpo santo tenían. Las gestiones romanas del siglo XV por el
abad Dom Pedro del Burgo, fueron reiteradas en 1586 con un memorial. Los
Doscientos Mártires de Cardeña acabarían siendo canonizados. Pero no culminó la
canonización de Rodrigo Díaz de Vivar, cuyo proceso ha quedado diluido con el
paso del tiempo, siendo vanos los intentos de rastrear documentalmente los
trámites de la postulación en el Vaticano, aunque la idea de su santidad se
mantendría bastante tiempo.
Al menos la imagen sacra se
exaltará destacando su labor como soldado de Cristo, lo mismo que con otros
personajes santos (Santiago, San Isidoro, San Millán, etc), y se reflejará en
la fachada principal con una impresionante efigie cidiana ecuestre como miles Christi, en una especie de
sacralización monumental.
Pero antes se quiso valorar
con dignidad su sepultura. El sepulcro, como sus restos, fue objeto de
traslaciones y cambios, respondiendo lógicamente a las posturas interesadas de
los actores e intervinientes en cada momento.
Recordamos que inicialmente se
dispuso en la iglesia románica de Cardeña, hasta que Alfonso X, con motivo de
una visita al monasterio en 1272, quiso destacar su sepulcro y unas
inscripciones laudatorias, sucesivamente reiteradas en las crónicas de Cardeña
como en la de 1512 fielmente seguida en la de 1593:
“Beliger inuictus, famosus Marte triumphis, / Clauditur
hoc tumulo magnus Didaci Rodericus. … Quantum Roma potens bellicis extollitur
actis, / Viuax Arturus sit gloria quanta Bretanis, / Nobilis è Charolo quantum
gaudet Francia magno, / Tantum Iberia duris Cid invictus claret”
«En estos versos susoescritos
se haze una comparación, y dize ansí:
Que bien assi como Roma, que
es noble cibdad e poderosa, fue ensalçada e enoblecida por muchas batallas e
muchos buenos fechos que los Romanos finieron: o assí como Bretaña los bretones
viuen en gloria, creyendo que el rey Artus es viuo: o assí como la noble
Francia se glorifica por el Rey Carlos el grande: bien assi marauillosamente
España, que es llamada Yberia, nombrada de Ebro, e todos los Castellanos, que
son de duros e fuertes coraçones, son enoblescidos e ensalçados, e ganaron prez
e honra por el noble e muy famoso Cid».
Desapareció ese sepulcro
medieval que sería trasladado cuando el abad Pedro del Burgo erige una nueva
iglesia gótica a mediados del siglo XV.
El sepulcro conservado es
renacentista, con las efigies yacentes de Rodrigo Díaz de Vivar y su esposa
Jimena, con labra sobria. Cabe pensar que fuera su autor alguno de las artistas
que intervinieron en un traslado efímero del sepulcro:
“La translación del famoso y
bienaventurado cauallero el Cid Ruy diez de Biuar: hecha a catorze de enero del
año de mil y quinientos y quarenta y uno”.
La razón esgrimida para el
traslado del sepulcro era común a otros casos semejantes, que obstaculizaba las
ceremonias litúrgicas:
«La tumba del Cid
bienauenturado, si la dexaran a donde estaua, que era enfrente de la puerta de
la Sacristía delante de las gradas del altar, ni conuenía para el seruicio del
altar, porque impedía, ni para su autoridad, porque estropeçauan en ella: y
estaua muy desierta, mal assentada sobre los leones que agora tiene debaxo».
Por ello acordaron trasladar el sepulcro, pero sin dar cuenta pública del
propósito, pues «temieron lo que en semejantes ayuntamientos suele acontecer,
que se podrían seguir algunos ruydos, muertes o escándalos. Y por euitar esto,
sin dar parte a nadie, sino solo a solos los que se hallaron en casa, la
quisieron hazer».
El 13 de enero de 1541,
«juntos el Abbad y conuento, con artífices y officiales, que para ello fueron
llamados, hizieron aquella noche sus andamios de madera, para que con más
facilidad y reuerencia, y a menos peligro de la tumba se pudiesse mouer». El
día siguiente se hizo el traslado en presencia de los «Monges que en la casa se
hallaron a la dicha hora, estuuieron presentes,… maestre Ochoa de Artiaga
Cantero, con sus officiales, Andrés de Carnica, Domingo de Artiaga; ochoa San
Iuan de Carnica, y Maestre Pablo, e Maestre Borgoñón entalladores, con sus
officiales: y Maestre Iuan de [en blanco] cerragero, con los suyos, con toda la
otra gente de officiales y criados, y negociantes que en casa hauía...»
Entonces, con rezos y cánticos, realizaron el cambio de sitio de las reliquias
cidianas.
Sirva esta noticia documental
para suponer que el sepulcro renacentista que aún se conserva fuera realizado
por Ochoa de Arteaga mencionado como interviniente en el traslado del sepulcro,
maestro algo rudo conocido por las estatuas del Arco de Santa María. Aunque se
menciona también a Maestre Borgoñón no parece en cualquier caso que Felipe de
Bigarny, poco antes de su muerte, fuera el autor del sepulcro pues no le
conviene el estilo, bastando su presencia como garante de la preservación del
sepulcro.
No duró el cambio ni un año
pues hubo quejas. El Condestable Pedro Fernández de Velasco y el Regimiento de
Burgos, elevaron la protesta ante el emperador Carlos, con el resultado de una
Real Cédula de 16 de julio del mismo año 1541 que ordenaba la reposición del
sepulcro, indicando la contrariedad del emperador por las pretensiones de
alterar las sepulturas, y concreta a los de Cardeña que «vosotros no teniendo
consideración a lo susodicho ni mirando a que el Cid es nuestro progenitor y
los bienes que dexó a esa casa y la autoridad que de estar el ay enterrado se
sigue el dicho Monasterio haveis deshecho y quitado su sepultura del medio de
la Capilla mayor donde há más de cuatrocientos años que estaua aueys puesto
cerca de una escalera y lugar no decente y muy diberso en autoridad é honrra
del lugar y forma que estaba».
Persistieron los monjes
obstinadamente, lo que obligó a la Real Cédula de 15 de octubre de 1541
conminando a la reposición del sepulcro en el término de cuarenta días, lo que
cumplieron sigilosamente, sin duda para evitar que fuera celebrado ese fracaso
por sus discrepantes.
3. EL CID FINALMENTE FUERA DEL
PRESBITERIO.
LA CAPILLA BARROCA BORBÓNICA
Nada parece perdurable, y el
sepulcro del Cid acabaría siendo trasladado a una capilla lateral. No creemos
que hubiera en ello un resentimiento, pues el cambio de sepulcros en los
templos fue frecuente por comodidad litúrgica, incluso en casos regios, como en
el monasterio jerónimo de Guadalupe, en el cisterciense de Alcobaça, y otros
lugares.
La “Capilla de los Reies,
Condes e Illustres Varones” de Cardeña fue contratada el 17 de abril de 1734
con el maestro Francisco de Bazteguieta, y terminada el año siguiente.
Los muros muestran escudos de
familiares cidianos, tras los cuales se guardan sus cenizas.
En el centro de la capilla se
unieron los sepulcros renacentistas del Cid y Jimena, cuyas cenizas fueron
traídas el año 1736, con el permiso expreso de Felipe V. Los monjes incluyeron
en el sepulcro referencias epigráficas y noticias originales o transcritas,
garantizando la “auctoritas” de esta capilla. Pero en realidad da la impresión
de que estamos ante una nueva imagen cidiana.
Ya no es la presencia de unos
restos sagrados, la memoria de un miles
Christi, sino la de un héroe, de un ciudadano cuya memoria está más ligada
a la tierra.
La afirmación de este cambio
tendría su consolidación con los nuevos tiempos franceses de inicios del siglo
XIX.
4. EL MONUMENTO CIDIANO
FRANCÉS.
EL GENERAL THIÉBAULT
La desacralización cidiana se
afirma precisamente con la invasión francesa, de la mano del General Thiébault,
cuya trayectoria es conocida en parte por sus memorias.
El paso del tiempo, con una
dinastía francesa en el trono español, los ecos de la revolución francesa y la
convulsión de las guerras napoleónicas, tuvo específica incidencia en Burgos y
las tierras de su entorno. En Gamonal, ahora barrio de Burgos, se libró el 10
de noviembre de 1808 una batalla, tras la cual el conde de Lassalle saqueó la
ciudad, el monasterio de Cardeña, el de las Huelgas y el Hospital del Rey.
Al poco tiempo se establecería
en Burgos, como Gobernador y Capitán General de Castilla la Vieja, el general
Thiébault, quien ante los destrozos producidos en la ciudad y en algunos
monumentos del entorno, visitó el 1 de marzo de 1809 el monasterio de San Pedro
de Cardeña, quedando horrorizado por la profanación del sepulcro del Cid y sus
restos, por lo que sintió la obligación -o la oportunidad política- de llevar a
cabo una reparación del agravio histórico, trasladando los restos a un nuevo
monumento.
Se conocen de ello testimonios
directos, como las Memorias del
General Thiébault:
«Aquel monumento, antes de mi
llegada a Castilla, los soldados de un regimiento francés de Dragones le habían
demolido, excitados por la esperanza de hallar en él oro o joyas. Resolví que
manos francesas reparasen tal acto de vandalismo, cometido por los franceses, y
para obtener mayor fruto en cuanto al efecto moral que yo esperaba decreté que
se colocase el sepulcro en Burgos mismo, que como las tradiciones indican fue
la cuna del Cid, y se le reedificase entre los dos puentes de Burgos, en medio
de una pradera que se halla al borde del río y está limitada por el Espolón,
manguardia sobre la cual se halla la acera que sirve de paseo. Una plantación
regular de álamos de Italia, formando bellas avenidas, debía extenderse
alrededor de la tumba, completarse con bancos de piedra y ponerse en
comunicación con el Espolón mediante dos rampas, partiendo de una media luna
que ya existía y se hallaba adornada con cuatro estatuas de piedra. Estos
trabajos fueron ejecutados según mis órdenes».
Sigue indicando Thiébault en
sus Memorias su especial preocupación
por las reliquias cidianas:
«Mientras tanto los huesos
estaban esparcidos, expuestos a una profanación; debí pensar en ponerles
provisionalmente en salvo para asegurarme de que no hubiesen desaparecido
cuando mi monumento estuviese pronto a recibirles; me dirigí a San Pedro de
Cardeña, acompañado de las autoridades civiles de la provincia y levantando
acta solemne hice reunir los restos en un lienzo de que fui provisto; con gran
pompa los llevé a Burgos y mientras que, mediante los dibujos de mi ayudante
Valier, se les construía un sepulcro, les coloque para mayor seguridad bajo mi
lecho».
El mismo Thiébault indica cómo
se llevó a cabo el traslado de los restos y qué morfología y detalles
significativos tenía el túmulo. Pronto, el 19 de abril de 1809, se inauguró el
Monumento al Cid a orillas del Arlanzón, en sitio destacado de la ciudad, junto
al paseo del Espolón que acababa de ser embellecido por los impulsos ilustrados
de fines del siglo XVIII, con estatuas monumentales procedentes del Palacio
Real de Madrid, y con jardines en que interviene el arquitecto González de
Salazar sustituido en 1797 por Manuel de Eraso.
Hemos visto que el general
dice que preparó los “dibujos” su ayudante Valier, pero la historiografía
asigna la autoría del monumento francés a Manuel de Eraso, maestro de obras y
director de la Escuela de Dibujo, al parecer con aspecto de urna funeraria,
sobre escalones, culminando con pirámide coronada.
En los cuatro lados del
monumento se dispusieron sendos textos epigráficos, que describe el mismo
Thiébault en sus Memorias, con cuatro
inscripciones, dos mayores y dos menores, una de ellas la del rey que lo
autorizó “JOSEPHO REGNANTE: 1809”, otras dos en castellano y francés dedicadas
al nombre del General y su preocupación por los restos cidianos, y otra
redactada por el francés Carrion de Nisas como culta frase elogiosa:
“QUIBUSCUNQUE TEMPORIBUS,
POPULIS, LOCIS, INCLYTORUM VIRORUM MEMORIA CALENDA, EST”.
La expulsión de los franceses
explica que cambiaran las preferencias hacia el túmulo cidiano. Desde nuestra
cultura actual lamentamos que este monumento fuera destruido tras la salida de
los franceses, primero sus inscripciones, y después el túmulo.
5. IMAGEN HISTÓRICA ILUSTRADA.
VIVANT DENON
Uno de los franceses que se
sintieron atraídos por el sepulcro del Cid Campeador fue el barón
Dominique-Vivant Denon, diplomático, artista, coleccionista, celador de las
artes, los museos o la historia del arte, Director General del Musée Central
des Arts, etc.
Entre sus dedicaciones se
incluyó la serie de informaciones, encargos, compras e incautaciones de obras.
Por ello asistiría tras distintas misiones napoleónicas con un doble objetivo,
documentarlas plásticamente y explorar posibilidades de adquirir obras de arte
para llevarlas a París.
En el invierno de 1808 a 1809
recorrió varias localidades de España Dominique Vivant, barón Denon, acompañado
por Benjamín Zix, que realizó una serie de apuntes y dibujos sobre lo que
veían.
Visitaron el Monasterio de
Cardeña, al poco de ser saqueado por la soldadesca francesa, profanando los
sepulcros, y Denon quiso que esa visita fuera conocida como muestra de su
preocupación histórica, salvador de sus reliquias. para lo que dispuso
testimonios plásticos de ella.
A partir de un modelo de Zix
se encargaron pinturas, como la realizada por Alphonse Roehn en 1809, titulada
“Vivant Denon en Espagne, remettant dans leurs tombeaux les restes du Cid et de
Chimène”. Se representa una capilla del monasterio de Cardeña, con un sepulcro
ante el cual se encuentra inclinado Vivant Denon disponiéndose a introducir un
cráneo. Agachado detrás, el pintor Benjamín Zix le acerca un puñado de huesos.
La capilla muestra estilo gótico pero es la dependencia barroca de 1736 con
detalles murales parecidos.
Aunque lo pretendiera, en
realidad Denon no pudo llevar a cabo esa venerable reparación con las reliquias
cidianas pues se le había adelantado el General Thiébault.
Al menos logró Denon tener
alguna reliquia cidiana, aunque no tantas como para tomar el mismo cráneo en
sus manos para reponer los huesos en el sepulcro.
El general Thiébault cuenta en
sus memorias que él mismo recogió los restos en un lienzo mientras se preparaba
el monumento y les guardó bajo su propia cama, añadiendo «Un grand nombre de
personnes désirèrent les voir; ils ne furent montrés que par moi; beaucoup m’en
demandèrent des parcelles; je n’en donnai qu’à ce bon M. Denon, qui, à cette
époque, passa à Burgos, et l’exception fut complète à ce point que je n’en pris
pas même un fragment pour moi».
Así pues, sólo un hueso del
Cid quedaba como reliquia histórica de las coleccionadas por Denon en un
relicario junto a otros personajes históricos.
Cuando en 1826 se realiza la
venta de propiedades de Denon en su catálogo se incluye un “Reliquaire de forme
hexagonale et de travail gothique, flanqué à ses angles de six tourillons
attachés par des arcs-boutants à un couronnement composé d’un petit édifice
surmonté de la croix: les deux faces principales de ce reliquaire sont divisées
chacune en six compartiments, et contiennent les objets suivants. Fragments
d’os du Cid et de Chimène trouvés dans leur sépulture, à Burgos...”
Y otras de Eloisa y Abelardo,
Agnès Sorel, Inés de Castro, Enrique IV, Turenne, Molière, La Fontaine,
Voltaire, Desaix o el mismo Napoleón.
Este curioso relicario
histórico se encuentra en el Musée-Hôtel Bertrand, en Châteauroux. Aunque de
esta reliquia cidiana se ha dicho que tiene que ser falsa, puede ser la que
entregó excepcionalmente el general Thiébault “à ce bon M. Denon”.
No entramos en el epílogo de
los huesos cidianos, que siguieron el ritmo de las sensibilidades temporales
hasta que en 1921, conmemorando el séptimo centenario de la primera piedra de
la catedral gótica, se colocaron en el centro del crucero.
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