La
leyenda cuenta que Almanzor,
tras
asolar Galicia y profanar Santiago de Compostela,
se
encaminó hacia Castilla.
El
rey Vermudo II de León y el conde García Fernández de Castilla
le
salieron al paso en Calatañazor.
El
enfrentamiento fue encarnizado.
Al
llegar la noche, Almanzor,
comprendiendo
que no podía vencer, se dio a la fuga.
Fue
la primera derrota y, a la vez, la última batalla de Almanzor.
Desde
ese día, Almanzor no quiso ni comer ni beber
y
acabó por morir en la ciudad de Medinaceli, donde fue sepultado.
***
La
realidad es que Almanzor no fue derrotado en ninguna aceifa
por
los reyes de León o los condes de Castilla;
ninguna
de sus incursiones ocasionó
un
enfrentamiento importante en Calatañazor.
Su
última campaña se desarrolló
en
la Sierra de la Demanda, en 1002,
siendo
rey de León Alfonso V y conde de Castilla Sancho García.
A
su vuelta, Almanzor vio agravada su artritis
y
falleció en Medinaceli, donde fue sepultado.
***
La
leyenda se empezó a gestar en el siglo XII.
La
Crónica Najerense es la primera en
introducirla:
«En el año decimotercero de su reinado, después de
muchas y horribles matanzas de cristianos, luchando con dicho conde Sancho y
dándose a la fuga, reventó por medio y murió en la villa llamada Grajal y fue
sepultado en Medinaceli el año 1002. Más tarde ocultamente arrebatado, fue
trasladado».
El
año 1002 no era el decimotercero del gobierno de Almanzor.
Almanzor
no combatió contra el conde Sancho García.
Su
última batalla fue la de Cervera, en el año 1000,
que
ganaron los musulmanes.
Almanzor
no murió en Grajal,
ni
su cuerpo fue trasladado a escondidas.
En
1238, en el Chronicon Mundi, el
obispo Lucas de Tuy escribió:
«Como Almanzor saliese de Galicia y quisiera asolar
de nuevo las fronteras de Castilla, le salió al encuentro con un gran ejército
en un lugar llamado Calatañazor donde trabando el combate cayeron muchos miles
de sarracenos y si la noche no acabase con el día el mismo Almanzor hubiera
sido apresado. Sin embargo, durante el día no pudo ser vencido y llegada la
noche se dio a la fuga con los suyos.
Al día siguiente el rey Vermudo ordenó formar las
tropas para al llegar el crepúsculo del día luchar con el ejército sarraceno.
Pero al avanzar hacia el campamento musulmán solo encontraron las tiendas fijas
con abundante botín. El conde García Fernández, habiendo perseguido a los
sarracenos, acabó con una gran multitud de ellos.
Y algo admirable ocurrió, el mismo día que Almanzor
perecía en Calatañazor, cierto hombre que parecía un pescador se lamentaba ya
en idioma árabe ya en español exclamando: “En Calatañazor perdió Almanzor el
tambor”, lo que en latín quiere decir, que en Calatañazor perdió Almanzor el
tímpano o el sistro, es decir, su alegría. Acudían a él los infieles de Córdoba
y al acercarse la figura se desvanecía ante sus ojos para reaparecer en otro
lugar repitiendo la misma lamentación. Creemos que se trataba del diablo que
lloraba el desastre de los sarracenos.
Almanzor, desde el día en que fue derrotado, no
quiso comer ni beber, y llegando a la ciudad llamada Medinaceli murió y fue
sepultado allí».
La
narración parte de un error importante,
pues
ni Vermudo II ni el conde García Fernández vivían en 1002.
Con
el tiempo se fueron añadiendo y cambiando detalles.
En
1243 en De Rebus Hispaniae Rodrigo
Jiménez de Rada escribe:
«Pues Almanzor con su ejército fue castigado por el
Señor con la pena debida por el crimen sacrílego y el que había profanado el
lugar santo del Apóstol vio casi todo su ejército consumido con una inmunda
plaga de disentería, pereciendo los demás por muerte repentina. Lo cual sabido
por el rey Vermudo envió multitud de peones adiestrados, que fácilmente
exterminaron entre las montañas a los debilitados y consumidos por la
enfermedad. De este modo forzado por la peste Almanzor regresó a su tierra.
Pero el rey Vermudo acosado por los enemigos envió
su embajada al conde castellano García Fernández y a García el Temblón rey de
los navarros para que dejando a un lado las rivalidades se reunieran todos a
combatir por la fe. Oído lo cual el rey García envió un ejército, el conde
García Fernández vino personalmente con una gran multitud y el rey Vermudo,
aunque enfermo de gota, llevado a hombros de porteadores y reunidas todas las
fuerzas de su reino, todos se congregaron en una única hueste, y fueron al
encuentro de Almanzor, que con sus árabes venía a invadir Castilla, en un lugar
que en lengua árabe es llamado Calatañazor, y en latín es designado como “la
altura de los buitres”.
Y habiéndose trabado muchos mortales combates,
había sucumbido la mayor parte del ejército agareno; sin embargo sorprendidos
por la oscuridad de la noche ninguno cedió en el campo al otro, pero
descubierta por Almanzor la mortandad de los suyos no quiso reanudar el combate
al día siguiente. Por lo que huyendo por la noche al llegar al valle de
Borgecorexi consumido por el pesar exhaló su alma, siendo llevado a la ciudad
llamada Medinaceli.
Al amanecer del día siguiente creyó el ejército
cristiano que los árabes volverían a la lucha, pero al descubrir las tiendas
vacías de hombres, se apoderaron de las mismas tiendas, del ajuar y demás
objetos. Pero el conde García Fernández persiguiendo esforzadamente a los que
habían escapado a la matanza los aniquiló casi hasta el exterminio. Almanzor,
siempre victorioso hasta aquel momento, se sintió agobiado por un dolor tal,
que desde el día de la batalla no quiso comer ni beber nada hasta que acabó su
último día».
La
leyenda pasó a la Primera Crónica General
de Alfonso X
y
a todas las historias posteriores,
considerándose
que la batalla había ocurrido realmente.
Sólo
en el siglo XX empezó a ponerse en duda su existencia.
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