Durante
mucho tiempo la localidad soriana de Magaña
estuvo
bajo la influencia del monasterio navarro de Fitero.
Convertida
en señorío, a comienzos del siglo XV
los
titulares del mismo construyeron el castillo,
con
funciones tanto de defensa como de residencia.
A
mediados del siglo XV la fortaleza fue cedida
por
el rey Juan II de Castilla a don Juan de Luna.
Así
lo testimonia una carta dictada por el rey en 1445,
en
la que se concede a Juan de Luna
“el
lugar de Magaña con sus términos e tierras e castillo”.
Sin
embargo, un documento de Carlos I,
fechado
en Valladolid en 1523, dice que
“...siendo
Juan de Luna allcaide de la fortaleza de la dicha ciudad
al
tiempo que el maestre don Alvaro de Luna
tiranamente
governara estos nuestros reynos,
de
fecho tomó la villa de Magaña e otros ciertos lugares con ella
y
hizo una fortaleza...”
En
cualquier caso, el poder de Juan de Luna decayó
en
el reinado de Enrique IV.
Magaña
pasó a manos del nuevo valido, Juan de Pacheco,
y
luego al obispo de Sigüenza, Pedro González de Mendoza.
El
obispo donó la villa al Conde de Benavente
y
éste en 1499 la dejó a su hija Beatriz Pimentel.
A
la muerte de Beatriz, doña Isabel Pimentel
y
su marido Fernando Álvarez de Toledo, Duque de Alba,
interpusieron
demanda ante la Real Chancillería de Valladolid
para
que se repartieran los bienes de su madre, doña Beatriz.
Como
consecuencia del pleito, en 1537
la
tierra y villa de Magaña se repartieron entre los cinco hijos.
No
se sabe cuándo quedó abandonado el castillo.
Pascual
Madoz, en su diccionario redactado a mediados del siglo XIX,
hace
constar 100 casas y 4 molinos harineros
y
“un antiguo y destrozado castillo”,
o
sea que ya llevaba tiempo desocupado.
En
los últimos tiempos, el pueblo se ha ido despoblando
y
en la actualidad sólo tiene medio centenar de habitantes.
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