martes, 20 de octubre de 2015

GORMAZ



Poco se conoce del primitivo castillo de Gormaz,
hasta que en el 965, durante el Califato de Córdoba,
se levantó la fortaleza actual sobre los restos de una anterior
(no se sabe si cristiana o musulmana).


Hasta ese momento no hay ninguna mención al castillo
durante el tiempo que la zona estuvo bajo poder musulmán.


Tras la invasión árabe, las tierras de la extremadura castellana,
incluida la línea del Duero,
quedaron despobladas y convertidas en terreno baldío.


Cuando en el año 751 Alfonso I de Asturias avanzó hasta el Duero,
ocupó Osma, San Esteban de Gormaz (Castromoros) y Clunia,
pero no se cita Gormaz.


A mediados del siglo X los cristianos consiguen
establecer varias “cabezas de puente”.


En el año 946 los árabes elevaron la línea fronteriza
de Toledo a Medinaceli (Soria),
para controlar desde allí a los cristianos
que bajaban desde Burgos al Duero.


Para contrarrestar la ocupación cristiana de San Esteban y Osma,
Al-Haquem II hizo erigir la actual fortaleza islámica califal
con el fin de reforzar la frontera del Duero,
debilitada por el empuje de los nuevos reinos cristianos.


Así consta en el fragmento de lápida
empotrado en el muro de la ermita de San Miguel de Gormaz,
donde se dice que el califa Al-Haquem II
mandó al general Galib que reedificara la fortaleza.


Una lápida conmemorativa de la construcción, de la que queda:
«En el nombre de Dios Clemente y Misericordioso.
Dios bendiga a Mahoma, el Sello de los Profetas.
Mandó el siervo de Dios,
al-Hakam, al-Mustansir bi-llah, Príncipe de los Creyentes
¡Dios alargue su permanencia!»


Es una ciudadela de 1 kilómetro de perímetro amurallado,
400 metros de longitud y 28 torres
(quizás en correlación con los 28 grados de espiritualidad
o estados del ser de la astronomía musulmana),
capaz de albergar un numeroso ejército.


Gormaz era una alcazaba fortísima, imponente y espectacular.


Es uno de los castillos más antiguos de España,
de los mayores de Europa y de los más importantes del mundo.
Fue la más grande fortaleza europea de su época.


Una edificación sin parangón
con nada que hubiese en el siglo X en el continente,
equiparable en relevancia a la mezquita de Córdoba.


Se ha dicho que el gran arco califal de su puerta
es más sólido y grandioso que los de la mezquita.


Es el mejor ejemplo de arquitectura militar del Califato de Córdoba,
la más importante fortaleza califal.


En la torre del espolón de occidente, por la parte exterior,
incrustadas en lo alto del paramento,
hay tres estelas, de factura anterior al castillo,
quizás estelas sepulcrales,
dos de origen islámico y la central romana,
que se cree pudieron ser colocadas allí como símbolos mágicos
para ahuyentar los espíritus de la noche
tras ponerse el sol por ese lado de la fortaleza.


El hexagrama fue empleado durante el Medievo
como figura  talismánica contra los poderes maléficos.
El Islam consideraba el hexagrama como Sello de Salomón,
el profeta dominador de la magia
y al que obedecían los jinns (genios benéficos y malignos)
gracias a su conocimiento de la Ciencia de las Letras,
pues en el Corán se cuenta que dijo:
“Nos ha sido enseñado el Lenguaje de los Pájaros”.


El castillo se eleva en una gran y solitaria loma junto al Duero.
Ocupa la totalidad de la superficie de la cima.


El alcor se halla aislado en medio de la extensa llanura de cereal,
los campos pardos, ocres, amarillos, verdes,
batidos por el sol...
La mota es visible a gran distancia
y también desde ella se divisa una gran extensión.
Desde el otero de Gormaz se domina la vega
y el gran llano ininterrumpido.


El Duero traza una curva mansa en torno al cerro
y actuaba como barrera natural.

Cerca, un puente de 18 ojos cruza el río.
De origen romano, fue reedificado por los árabes
y reconstruido en el siglo XIX.


El castillo se convirtió en la plaza más fuerte de la línea del Duero
y clave de la lucha en ese límite entre cordobeses y castellanos,
origen de numerosas razzias.


En los siglos X y XI el río Duero fue frontera
y se sucedieron las luchas a ambos lados.
Gormaz fue avanzadilla del Califato al norte del Duero,
el bastión de los árabes en la frontera media.


Garantizaba el paso de los vados del río.
Su situación estratégica y sus excelentes condiciones de visibilidad
permitían controlar el río y las rutas que conectaban Norte y Sur
y protegían la principal plaza del lugar, Medinaceli,
por lo que la tenencia de este baluarte se convirtió
en objetivo fundamental para el dominio del territorio.


Su posesión se hacía indispensable
para mantener los importantes enclaves de la zona;
el castillo vigilaba aquella tierra de nadie tan disputada;
Gormaz era una de las posiciones más codiciadas por ambos bandos.


Durante un siglo fue una amenaza permanente
para las repoblaciones cristianas de la zona.
Se convirtió en escenario constante de batalla
entre condes de Castilla y califas de Córdoba.


Fijó la divisoria entre cordobeses y castellanos
(éstos en las vecinas plazas de Osma y San Esteban),
encarados, observándose y hostigándose.


Cambió de manos en varias ocasiones.

En el 978 el conde Garci Fernández consigue apoderarse de Gormaz.
Almanzor lo recupera en 983.


En 978 se habían enemistado el general Galib y su yerno Almanzor
(el cual ya contaba con gran poder)
y Almanzor se hizo fuerte en Gormaz,
mientras Galib se encontraba en Medinaceli.
El general intentó recuperarlo, aliándose con castellanos y navarros,
pero no lo logró.


Tras la muerte de Galib, Almanzor tomó Mecinaceli.
Desde Medinaceli y Gormaz, Almanzor
lanzó sus campañas contra los reinos cristianos
a finales del siglo X y principios del XI.


A los siete años de la muerte de Almanzor en 1002,
se desploma toda la línea fortificada del Duero.


En 1059 Fernando I consigue Gormaz definitivamente
a cambio de la ayuda prestada a los musulmanes de Córdoba
durante el período de guerras civiles (1010-1032),
en la última etapa del califato.
Esto supuso un importante avance en la Reconquista.


En 1081 fue atacado por los sarracenos,
pero El Cid les hizo frente:
La población que vivía a las faldas del castillo
fue atacada por un contingente musulmán,
lo que provocó una dura represalia del Cid
por los territorios próximos, pertenecientes a la taifa de Toledo,
por entonces aliada de Alfonso VI (hijo de Fernando I).
El Cid actuó por cuenta propia sin solicitar permiso a su rey, Alfonso.
Ello determinó el primer destierro del Cid, ese mismo año.


La provincia de Soria está muy ligada al Cantar del Mío Cid:
la toponimia, topografía y geografía local están descritas con exactitud.
Tan es así que se cree que el autor anónimo del poema
pudo ser el canónigo de Osma Per Abat, en 1207.


San Esteban de Gormaz fue señorío de Rodrigo.


Partiendo de San Esteban por Langa de Duero,
de donde fue alcaide don Rodrigo,
se llega hasta Castillejo de Robledo.


En Castillejo se emplaza la afrenta sufrida por las hijas del Cid
a manos de sus esposos, los infantes de Carrión.


Por Osma se llega a Gormaz,
de donde también fue señor don Rodrigo.


Más allá se encuentra Berlanga de Duero,
cuya alcaidía asimismo ocupó don Rodrigo
y que fue posada de sus hijas en su regreso a Valencia.


Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, fue señor de Gormaz desde 1087.
El rey Alfonso VI entregó a Mío Cid el castillo de Gormaz.


Así lo cuenta la Historia Roderici.
Ésta es la última mención de los tiempos heroicos del castillo.


Será en esta época cuando se funda el pueblo de Gormaz,
a los pies del castillo, frente a la puerta principal.


En el Cantar de Mío Cid se describe Gormaz
como “castiello tan fuort”.
«No demoran el mandato de su señor,
deprisa cabalgan, andan de día y de noche,
llegaron a Gormaz, un castillo muy fuerte,
allí se albergaron en verdad una noche».
(Versos 2841 y ss. CMC).


Rodrigo Diaz de Vivar fue señor del castillo sólo durante un año,
ya que en 1088 fue nuevamente desterrado.


Con posterioridad la importancia de Gormaz fue disminuyendo.


Tras El Cid, fueron señores de Gormaz
el obispado de Osma,
la reina de Castilla doña Berenguela en el siglo XIII,
Juan Hurtado de Mendoza, mayordomo de Enrique III, en el XIV...


Ruy Díaz de Mendoza, conde de Castro,
donó el señorío a su hijo Álvaro de Mendoza.


Los condes de Castro lo mantuvieron
hasta la eliminación de los señoríos en el siglo XIX.


En época de los Reyes Católicos Gormaz pierde su carácter militar
y es utilizado como cárcel, hasta su abandono definitivo.


En un primer momento, el pueblo se asentó en la ladera del castillo.
Se construyeron entonces iglesias y conventos:
La actual ermita de San Miguel,
que subsiste, a poca distancia del castillo,
y una serie de edificios que han desaparecido,
cuatro monasterios y dos parroquias.
En el convento franciscano de San Luis
tuvo lugar en 1494 una congregación
presidida por Francisco Jiménez de Cisneros.


Ya en tiempos de paz, y de decadencia de la fortaleza,
los vecinos, buscando espacio para crecer
y menos preocupados por su seguridad,
se trasladaron fuera de la cerca, al llano.


Gormaz llegó a ser capital
de la Comunidad de Villa y Tierra de su nombre,
Cabeza de Vicaría, de Arciprestazgo y de Partido o de Señorío,
como testimonia el rollo de piedra que aún se conserva
en el centro de la hoy moribunda villa
de viejas casas de piedra y adobe
que a finales del siglo XVIII era cabeza de nueve lugares.


La actual aldea de Gormaz es un pequeño caserío de 20 habitantes
con una modesta iglesia y un pobre cementerio.


Cerca del castillo se mantiene en pie la ermita de San Miguel,
antigua iglesia de Gormaz.

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