Poco
se conoce del primitivo castillo de Gormaz,
hasta
que en el 965, durante el Califato de Córdoba,
se
levantó la fortaleza actual sobre los restos de una anterior
(no
se sabe si cristiana o musulmana).
Hasta
ese momento no hay ninguna mención al castillo
durante
el tiempo que la zona estuvo bajo poder musulmán.
Tras
la invasión árabe, las tierras de la extremadura castellana,
incluida
la línea del Duero,
quedaron
despobladas y convertidas en terreno baldío.
Cuando
en el año 751 Alfonso I de Asturias avanzó hasta el Duero,
ocupó
Osma, San Esteban de Gormaz (Castromoros) y Clunia,
pero
no se cita Gormaz.
A
mediados del siglo X los cristianos consiguen
establecer
varias “cabezas de puente”.
En
el año 946 los árabes elevaron la línea fronteriza
de
Toledo a Medinaceli (Soria),
para
controlar desde allí a los cristianos
que
bajaban desde Burgos al Duero.
Para
contrarrestar la ocupación cristiana de San Esteban y Osma,
Al-Haquem
II hizo erigir la actual fortaleza islámica califal
con
el fin de reforzar la frontera del Duero,
debilitada
por el empuje de los nuevos reinos cristianos.
Así
consta en el fragmento de lápida
empotrado
en el muro de la ermita de San Miguel de Gormaz,
donde
se dice que el califa Al-Haquem II
mandó
al general Galib que reedificara la fortaleza.
Una
lápida conmemorativa de la construcción, de la que queda:
«En
el nombre de Dios Clemente y Misericordioso.
Dios
bendiga a Mahoma, el Sello de los Profetas.
Mandó
el siervo de Dios,
al-Hakam,
al-Mustansir bi-llah, Príncipe de los Creyentes
¡Dios
alargue su permanencia!»
Es
una ciudadela de 1 kilómetro de perímetro amurallado,
400
metros de longitud y 28 torres
(quizás
en correlación con los 28 grados de espiritualidad
o
estados del ser de la astronomía musulmana),
capaz
de albergar un numeroso ejército.
Gormaz
era una alcazaba fortísima, imponente y espectacular.
Es
uno de los castillos más antiguos de España,
de
los mayores de Europa y de los más importantes del mundo.
Fue
la más grande fortaleza europea de su época.
Una
edificación sin parangón
con
nada que hubiese en el siglo X en el continente,
equiparable
en relevancia a la mezquita de Córdoba.
Se
ha dicho que el gran arco califal de su puerta
es
más sólido y grandioso que los de la mezquita.
Es
el mejor ejemplo de arquitectura militar del Califato de Córdoba,
la
más importante fortaleza califal.
En
la torre del espolón de occidente, por la parte exterior,
incrustadas
en lo alto del paramento,
hay
tres estelas, de factura anterior al castillo,
quizás
estelas sepulcrales,
dos
de origen islámico y la central romana,
que
se cree pudieron ser colocadas allí como símbolos mágicos
para
ahuyentar los espíritus de la noche
tras
ponerse el sol por ese lado de la fortaleza.
El
hexagrama fue empleado durante el Medievo
como
figura talismánica contra los
poderes maléficos.
El
Islam consideraba el hexagrama como Sello de Salomón,
el
profeta dominador de la magia
y
al que obedecían los jinns (genios benéficos y malignos)
gracias
a su conocimiento de la Ciencia de las Letras,
pues
en el Corán se cuenta que dijo:
“Nos
ha sido enseñado el Lenguaje de los Pájaros”.
El
castillo se eleva en una gran y solitaria loma junto al Duero.
Ocupa
la totalidad de la superficie de la cima.
El
alcor se halla aislado en medio de la extensa llanura de cereal,
los
campos pardos, ocres, amarillos, verdes,
batidos
por el sol...
La
mota es visible a gran distancia
y
también desde ella se divisa una gran extensión.
Desde
el otero de Gormaz se domina la vega
y
el gran llano ininterrumpido.
El
Duero traza una curva mansa en torno al cerro
y
actuaba como barrera natural.
Cerca,
un puente de 18 ojos cruza el río.
De
origen romano, fue reedificado por los árabes
y
reconstruido en el siglo XIX.
El
castillo se convirtió en la plaza más fuerte de la línea del Duero
y
clave de la lucha en ese límite entre cordobeses y castellanos,
origen
de numerosas razzias.
En
los siglos X y XI el río Duero fue frontera
y
se sucedieron las luchas a ambos lados.
Gormaz
fue avanzadilla del Califato al norte del Duero,
el
bastión de los árabes en la frontera media.
Garantizaba
el paso de los vados del río.
Su
situación estratégica y sus excelentes condiciones de visibilidad
permitían
controlar el río y las rutas que conectaban Norte y Sur
y
protegían la principal plaza del lugar, Medinaceli,
por
lo que la tenencia de este baluarte se convirtió
en
objetivo fundamental para el dominio del territorio.
Su
posesión se hacía indispensable
para
mantener los importantes enclaves de la zona;
el
castillo vigilaba aquella tierra de nadie tan disputada;
Gormaz
era una de las posiciones más codiciadas por ambos bandos.
Durante
un siglo fue una amenaza permanente
para
las repoblaciones cristianas de la zona.
Se
convirtió en escenario constante de batalla
entre
condes de Castilla y califas de Córdoba.
Fijó
la divisoria entre cordobeses y castellanos
(éstos
en las vecinas plazas de Osma y San Esteban),
encarados,
observándose y hostigándose.
Cambió
de manos en varias ocasiones.
En
el 978 el conde Garci Fernández consigue apoderarse de Gormaz.
Almanzor
lo recupera en 983.
En
978 se habían enemistado el general Galib y su yerno Almanzor
(el
cual ya contaba con gran poder)
y
Almanzor se hizo fuerte en Gormaz,
mientras
Galib se encontraba en Medinaceli.
El
general intentó recuperarlo, aliándose con castellanos y navarros,
pero
no lo logró.
Tras
la muerte de Galib, Almanzor tomó Mecinaceli.
Desde
Medinaceli y Gormaz, Almanzor
lanzó
sus campañas contra los reinos cristianos
a
finales del siglo X y principios del XI.
A
los siete años de la muerte de Almanzor en 1002,
se
desploma toda la línea fortificada del Duero.
En
1059 Fernando I consigue Gormaz definitivamente
a
cambio de la ayuda prestada a los musulmanes de Córdoba
durante
el período de guerras civiles (1010-1032),
en
la última etapa del califato.
Esto
supuso un importante avance en la Reconquista.
En
1081 fue atacado por los sarracenos,
pero
El Cid les hizo frente:
La
población que vivía a las faldas del castillo
fue
atacada por un contingente musulmán,
lo
que provocó una dura represalia del Cid
por
los territorios próximos, pertenecientes a la taifa de Toledo,
por
entonces aliada de Alfonso VI (hijo de Fernando I).
El
Cid actuó por cuenta propia sin solicitar permiso a su rey, Alfonso.
Ello
determinó el primer destierro del Cid, ese mismo año.
La
provincia de Soria está muy ligada al Cantar
del Mío Cid:
la
toponimia, topografía y geografía local están descritas con exactitud.
Tan
es así que se cree que el autor anónimo del poema
pudo
ser el canónigo de Osma Per Abat, en 1207.
San
Esteban de Gormaz fue señorío de Rodrigo.
Partiendo
de San Esteban por Langa de Duero,
de
donde fue alcaide don Rodrigo,
se
llega hasta Castillejo de Robledo.
En Castillejo se emplaza la afrenta sufrida por las hijas del Cid
a
manos de sus esposos, los infantes de Carrión.
Por
Osma se llega a Gormaz,
de
donde también fue señor don Rodrigo.
Más
allá se encuentra Berlanga de Duero,
cuya
alcaidía asimismo ocupó don Rodrigo
y
que fue posada de sus hijas en su regreso a Valencia.
Rodrigo
Díaz de Vivar, el Cid, fue señor de Gormaz desde 1087.
El
rey Alfonso VI entregó a Mío Cid el castillo de Gormaz.
Así
lo cuenta la Historia Roderici.
Ésta
es la última mención de los tiempos heroicos del castillo.
Será
en esta época cuando se funda el pueblo de Gormaz,
a
los pies del castillo, frente a la puerta principal.
En
el Cantar de Mío Cid se describe
Gormaz
como
“castiello tan fuort”.
«No
demoran el mandato de su señor,
deprisa
cabalgan, andan de día y de noche,
llegaron
a Gormaz, un castillo muy fuerte,
allí
se albergaron en verdad una noche».
(Versos
2841 y ss. CMC).
Rodrigo
Diaz de Vivar fue señor del castillo sólo durante un año,
ya
que en 1088 fue nuevamente desterrado.
Con
posterioridad la importancia de Gormaz fue disminuyendo.
Tras
El Cid, fueron señores de Gormaz
el
obispado de Osma,
la
reina de Castilla doña Berenguela en el siglo XIII,
Juan
Hurtado de Mendoza, mayordomo de Enrique III, en el XIV...
Ruy
Díaz de Mendoza, conde de Castro,
donó
el señorío a su hijo Álvaro de Mendoza.
Los condes de Castro lo mantuvieron
hasta
la eliminación de los señoríos en el siglo XIX.
En
época de los Reyes Católicos Gormaz pierde su carácter militar
y
es utilizado como cárcel, hasta su abandono definitivo.
En
un primer momento, el pueblo se asentó en la ladera del castillo.
Se
construyeron entonces iglesias y conventos:
La
actual ermita de San Miguel,
que
subsiste, a poca distancia del castillo,
y
una serie de edificios que han desaparecido,
cuatro
monasterios y dos parroquias.
En
el convento franciscano de San Luis
tuvo
lugar en 1494 una congregación
presidida
por Francisco Jiménez de Cisneros.
Ya
en tiempos de paz, y de decadencia de la fortaleza,
los
vecinos, buscando espacio para crecer
y
menos preocupados por su seguridad,
se
trasladaron fuera de la cerca, al llano.
Gormaz
llegó a ser capital
de
la Comunidad de Villa y Tierra de su nombre,
Cabeza
de Vicaría, de Arciprestazgo y de Partido o de Señorío,
como
testimonia el rollo de piedra que aún se conserva
en
el centro de la hoy moribunda villa
de
viejas casas de piedra y adobe
que
a finales del siglo XVIII era cabeza de nueve lugares.
La
actual aldea de Gormaz es un pequeño caserío de 20 habitantes
con
una modesta iglesia y un pobre cementerio.
Cerca
del castillo se mantiene en pie la ermita de San Miguel,
antigua
iglesia de Gormaz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario