El cerro del Bú es el lugar donde los antiguos
dioses duermen.
El Cerro del Bú, “Cerro del Diablo”,
se levanta en la margen izquierda del Tajo, o Tagos,
que en su hoz envuelve por la margen derecha a la
antigua Toletum.
Se encuentra entre el Arroyo de la Degollada y la
Peña del Rey Moro,
junto a la Ermita del Valle (construida en el siglo
XVII)
y frente a la Casa del Diamantista.
Por un lado tiene fácil acceso desde la carretera
del Valle,
pero por el otro es un acantilado sobre el Tajo.
El Bú tiene buenas condiciones defensivas.
Es escasamente visible,
insertado como está en un paisaje de montes rocosos,
pero en cambio desde él se domina
casi todo el peñón toledano,
el castillo de San Servando y la Huerta del Rey.
Sus características estratégicas
hicieron del Bú un referente defensivo durante
milenios.
En la cresta se pueden ver los restos de unas
construcciones
y en una de sus laderas, trincheras abiertas
durante algunas excavaciones arqueológicas.
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Cuenta la leyenda que en el origen de los tiempos,
antes de los romanos, antes de los iberos,
en el Cerro del Bú vivió un pueblo aguerrido
que gozaba de la protección de un dios infernal,
Baal-cebú,
al que, en las noches de luna llena,
se le ofrecía el sacrifico de una joven virgen.
El sacerdote de la tribu se enamoró
de una de las jóvenes que iba a ser sacrificada,
no quiso cumplir su cometido y quitar la vida a la
muchacha
y la noche del sacrificio la raptó y huyó con ella.
Esa noche no pudo hacerse la ofrenda.
La deidad, encolerizada, ordenó que el cerro se
abriera.
De la tierra resquebrajada salió una legión
demoníaca
que fue en busca de los fugitivos, pero no logró
encontrarlos.
Entonces el dios maldijo la montaña.
La tierra volvió a cerrarse y se tragó a todos sus
habitantes.
Sólo quedaron las ruinas de lo que había sido un
pueblo.
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El investigador Manuel Castaños y Montijano,
secretario de la Comisión de Monumentos local,
realizó las primeras excavaciones en el cerro en
1905,
encontró huesos de animales, trozos de cerámica
y medio disco de piedra
y concluyó que el recinto amurallado fue un castro
ibérico.
El arquitecto municipal, Ezequiel Martín,
levantó los primeros planos del lugar.
La información fue enviada a la Real Academia de la
Historia
y cayó en el olvido durante décadas.
Posteriormente se realizaron otras excavaciones,
encontrándose más fragmentos de cerámica,
huesos tallados, piedras trabajadas,
hachas prehistóricas, una maza de pizarra,
restos de oro y un puñal con remaches de plata,
hallazgos que se encuentran en el Museo de Santa
Cruz.
Esos descubrimientos iniciales,
que pasaron por la Real Academia de San Fernando,
no fueron sino someras excavaciones
que sirvieron para verificar la antigüedad del
poblamiento.
En los años ochenta se emprendieron nuevas campañas
que descubrieron antiguas estructuras defensivas
musulmanas
y permitieron identificar, en la cima, una
construcción desaparecida:
La “Torre de los Diablos”,
cuya existencia recogían antiguos testimonios
mozárabes.
Se hallaron los cimientos de piedra, rectangulares,
la compartimentación en tres habitaciones
y los restos de un enfoscado de yeso
que tenía como fin impermeabilizar la construcción.
***
El Cerro del Bú fue uno de los primeros
asentamientos humanos
de la ciudad de Toledo,
un castro amurallado en el que vivían los
carpetanos.
Es la cuna donde nació la ciudad,
a finales de la Edad del Cobre.
Hay dos hipótesis al respecto:
Una dice que los carpetanos fundadores de Toledo
se situaban en la orilla izquierda del Tajo, sobre
el mencionado cerro,
y que, al llegar los romanos,
éstos pusieron su campamento sobre la actual Toledo,
siendo absorbida finalmente la población del cerro
y quedando éste abandonado.
Y una segunda dice
que había varios poblamientos en los alrededores,
siendo el principal el de la actual Toledo,
por lo que el del cerro del Bú sería una especie de
pedanía,
bastión, avanzada o cabeza de puente,
un poblamiento dependiente del situado en la actual
Toledo.
Quizás esta propuesta es más lógica,
pues, si la capital de la Carpetania era Toledo,
el enclave debería ser más extenso que la superficie
del cerro del Bú,
aparte de que el marco estratégico de la actual
Toledo
sería más atractivo para sus fundadores.
Se han encontrado restos de la Edad del Bronce,
de la Edad del Hierro.
Es posible que los primitivos pobladores del Bú
abandonaran el recinto debido al crecimiento del
poblado
y se instalaran en el actual Casco Histórico.
O igual no fue abandonado en época romana, como se
ha creído,
pues también se han hallado restos de época árabe,
lo que podría indicar una continuidad en el
poblamiento
hasta la Edad Media.
En la Prehistoria fue una pequeña población
defensiva.
Se han encontrado trozos de murallas en doble
anillo.
Otros restos, corrales y pequeños habitáculos,
sugieren la existencia de animales domésticos.
Instrumentos de uso común
(punzones, cuencos y ollas,
dientes de hoz en sílex y piedras de molino)
confirman la existencia de un caserío
en el que moraría una tribu primitiva.
Aunque la mayoría de los restos constructivos de la
Edad del Bronce
han desaparecido,
los arqueólogos cuentan con suficientes datos como
para afirmar
que los primitivos habitantes de la ribera del Tajo
vivían
en cabañas de planta elíptica o circular,
con zócalo de piedra
y paredes y techos
construidos a base de ramas endurecidas con barro.
El Bú estaría comunicado con el Casco
mediante un rudimentario puente de barcas.
En las últimas décadas han aparecido restos
que se corresponden con esta primitiva etapa
al otro lado del río, a la altura del Corralillo de
San Miguel,
frontero del cerro y de la Barca Pasaje.
Pero aún queda mucho por excavar
para contestar todos los interrogantes.
Gran parte de lo que se ha encontrado está
descontextualizado
y no ha sido estudiado en profundidad.
***
Cuenta la leyenda que, entre los restos del cerro,
están los cimientos de una torre, la “Torre de los
Diablos”,
que ocultaba una puerta que era la entrada al
infierno.
En las noches de luna llena,
una grieta se abre entre las rocas
y surgen de ella resplandores rojizos.
Es cierto que existió en la Edad Media
un torreón llamado “Torre de los Diablos”:
una fortificación de vigilancia de época islámica
desde la cual se controlaba el paso del río
hacia el camino de Calatrava.
De esta época se conservan los restos de una
muralla,
levantada sobre las ruinas de la de la Edad del
Bronce.
En su interior se encontraba la “Torre de los
Diablos”.
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Aún no se ha podido determinar la extensión
de ese perímetro amurallado islámico.
Hoy el cerro es de propiedad particular,
aunque el ayuntamiento de Toledo intenta adquirirlo
para que el Consorcio pueda
proseguir las intervenciones arqueológicas.
La intención de los arqueólogos es proteger el
yacimiento,
que hoy se encuentra completamente abandonado,
deteriorándose
y expuesto a actos vandálicos.
Además de continuar estudiando
tanto la fase prehistórica como la islámica
y determinar qué elementos corresponden
a cada una de las etapas históricas del Bú.
Creo que aún no se ha profundizado suficientemente sobre los carpetanos o mejor, los pueblos indoeuropeos, protoceltas, que se instalan aquí. Parece que son ellos el origen de Toledo.
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