En el año 397 se celebra el I Concilio de Toledo.
Toledo era por entonces una ciudad notable del Bajo
Imperio.
Los otros 17 Concilios toledanos se celebrarán
durante el periodo visigodo,
reuniéndose el último en el año 702.
Hacia el año 555 Atanagildo (555-567) se convierte en rey
y establece su corte en la ciudad de Toledo,
como zona central para dominar el resto de la
península.
Es el comienzo del Reino Visigodo de Toledo.
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Le sucedió Liuva
I, y a éste su hermano Leovigildo
(572-86).
Leovigildo tuvo dos hijos con una primera mujer
(Hermenegildo y Recaredo)
y a continuación casó con la viuda de Atanagildo,
Goswinta,
para ganarse el apoyo de la nobleza.
Leovigildo convirtió Toledo en capital del reino
hispanogodo.
San Isidoro exaltó la grandeza de Leovigildo:
«afrontó los problemas con los suevos, los francos y
los bizantinos,
devolviendo la grandeza al reino visigodo».
Leovigildo llevó a cabo un programa político
al que denominó «Restauración del dominio
territorial»,
a través de una serie de campañas:
contra los bizantinos del sureste,
contra los hispanorromanos del sur,
contra los suevos del noroeste,
contra los vascones del norte.
Fundó la ciudad de Recópolis, cerca de Toledo
(en la actual Zorita de los Canes, provincia de
Guadalajara),
desde la que controlará posibles sublevaciones.
Una vez que Leovigildo constituyó su dominio
territorial,
adoptó un ceremonial de corte inspirado en el de
Bizancio:
llevará diadema y lujosos vestidos de seda,
utilizará un trono, acuñará monedas de oro.
Además asocia a la corona a sus dos hijos,
que se convierten en cogobernantes con el rey.
Como eje de su política integradora,
busca la unificación religiosa del reino.
La religión de los visigodos era el arrianismo,
llamado la fides
gothica.
La religión era la mayor fuente de tensiones
entre los hispanorromanos y los visigodos.
En la época, la población de la península era de
unos 4 millones,
de los cuales sólo unos 400.000 eran germanos.
Los hispanorromanos (y con ellos la Iglesia romana)
seguían controlando la cultura, la educación, la
lengua...
Por ello el arrianismo de los reyes visigodos
no consiguió imponerse al catolicismo de la mayoría.
Hermenegildo se había casado
con una princesa franca católica llamada Ingunda.
Hubo enfrentamientos entre Ingunda y Goswinta,
que era arriana.
Esto llevó a Leovigildo a enviar a su hijo a
Sevilla,
encargado del gobierno de la Bética,
con el título de duque de la Bética y una amplia
autonomía.
En Sevilla Hermenegildo conoció a San Leandro
(hermano de San Isidoro),
cuya influencia, junto con la de Ingunda,
hizo que Hermenegildo se convirtiera al catolicismo
(y con él otros muchos godos).
La tensión entre padre e hijo creció
hasta que Hermenegildo se levantó en armas contra el
rey,
provocando una guerra civil.
Hermenegildo fue apresado por el ejército de
Leovigildo;
el hijo y la mujer de Hermenegildo
fueron llevados a Constantinopla por los bizantinos
(aliados del príncipe rebelde)
y nunca se volvió a saber de ellos.
Hermenegildo fue trasladado a Tarragona,
donde se le envió un obispo
para que comulgara de la forma arriana
y ante su negativa se le cortó la cabeza.
Entre los hispanorromanos se le consideró un mártir
(después fue canonizado como San Hermenegildo),
aunque el mismo San Isidoro escribe
que provocó una guerra civil innecesaria.
Se dice que el mismo Leovigildo
poco antes de morir se convirtió al catolicismo
y aconsejó a Recaredo que también lo hiciera.
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En el 586 muere en Toledo Leovigildo y le sucede Recaredo,
que adoptó como madre a Goswinta.
Recaredo (586-601) lo primero que hizo
fue matar al verdugo de su hermano, llamado
Sigberto,
con lo que se atrajo el apoyo de los católicos.
En el 587 reunió un sínodo arriano en Toledo
y en él se decidió que era mejor convertirse al
catolicismo
en vez de intentar que toda la población se
convirtiese al arrianismo.
El primero en convertirse fue el rey,
después los obispos arrianos (que conservaron sus
cargos)
y después los nobles.
Goswinta se rebeló, pero no tuvo éxito.
Así, Recaredo consiguió la unificación deseada por
su padre.
A partir de este momento,
los Concilios de Toledo van a ser muy importantes.
Gracias a sus actas se conoce mucho de lo que
ocurría en el reino.
El III Concilio se reunió en el 589, presidido por
San Leandro.
En él, Recaredo firmó un documento
en el que abjuraba del arrianismo,
e hizo profesión pública, en nombre del pueblo
visigodo,
lo que suponía el final de la religión arriana.
En adelante todos los Concilios tendrían un libro
en el que se registrarían los problemas del reino,
y se aportaría la documentación necesaria.
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Toledo, capital del reino, no era aún la capital
religiosa.
Gundemaro (610-612) elevó Toledo a
sede metropolitana.
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Gundemaro muere de forma natural y es sucedido por Sisebuto.
Sisebuto (612-621) fue el más culto de los reyes,
según San Isidoro.
Impulsó la vida monástica
y mandó construir varias basílicas
en las que se celebrarán los Concilios regionales;
entre éstas destaca la basílica de Santa Leocadia en
Toledo.
Se crea la Iglesia nacional visigoda.
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En el 631 se produce una revuelta de la nobleza
encabezada por Sisenando
(631-636).
En el 633 Sisenando derrota a su rival
y convoca el IV Concilio de Toledo para legitimar su
poder.
El encargado de esto fue San Isidoro,
que describe las virtudes del verdadero rey:
«el gobierno nunca puede ser arbitrario ni
caprichoso
y estará sujeto al derecho».
El rey debe gobernar con justicia y piedad
y será condenado por la Iglesia
todo rey que gobierne despóticamente.
La realeza adquirirá en este momento un carácter
sagrado,
porque desde ahora todo rey elegido debe ser ungido
por la Iglesia
y debe pasar por un Concilio donde será aclamado
como soberano,
por lo tanto nadie puede atentar contra un «elegido
de Dios».
En la monarquía visigoda la legitimidad no se
recibía por herencia
sino por elección y consagración del elegido.
Muerto el rey se reunían los magnates y los obispos,
para designar al nuevo monarca.
Muerto Sisenando,
se reunió en Santa Leocadia el V Concilio,
presidido, como el anterior, por San Isidoro,
en el que se presentó una lista de las familias
cuyos hijos podían acceder al trono.
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Recesvinto (653-672) convocó el
VIII Concilio,
que se reunió en la Basílica de Santa Leocadia,
aunque después fue trasladado a la iglesia de San
Pedro y San Pablo.
Se trató en él el tema de la diferenciación
entre el patrimonio real y la fortuna privada del
monarca.
La empresa más importante de Recesvinto
fue la promulgación del Liber Iodiciorum, iniciado por su padre.
En el Concilio se le da permiso para que promulgue
este código.
Recesvinto nombró a San Ildefonso
arzobispo metropolitano de Toledo.
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Wamba (672-680) fue ungido
en la iglesia de San Pedro y San Pablo.
Wamba pidió a los allí presentes
que si alguno tenía algo en contra de su
nombramiento, lo dijera.
A pesar de que nadie dijo nada,
pronto empezarán los alzamientos contra su persona.
Comenzaba el declive de la España visigoda.
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En la Vega Baja de Toledo se ubicaron, en época
romana,
el circo y el teatro, este último hoy desaparecido.
El uso lúdico de este espacio
y la importancia de las edificaciones que allí se
levantaron
hicieron de la Vega Baja una zona muy frecuentada
en el periodo bajo-imperial.
La Vega Baja se encuentra extramuros de la urbe,
a unos 100 metros de las murallas de la ciudad,
en la llanura del Tajo.
El conjunto palacio - circo tuvo un gran significado
político
en todas las ciudades imperiales tardo-romanas.
Por ello, la existencia de un gran circo romano en
la Vega Baja
debió inducir a los reyes visigodos,
que basaron su política en la imitatio imperii,
a instalar junto a él y formando parte de él el praetorium y la Corte,
el centro de poder y gobierno de la monarquía
visigoda,
en torno al cual se constituiría un gran barrio.
El palacio
real o praetorium debió ubicarse
en este lugar
formando el complejo palatium - circus
similar al de las capitales tardo-imperiales.
En la urbs
regia toledana
circo y palacio debieron formar una unidad
urbanística
que sería el centro político y religioso de la
monarquía.
El palacio visigodo se erigiría en tiempos de
Leovigildo.
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Además, en un intento de crear
una liturgia cortesana y urbana imperial,
por mimetismo con Roma y Constantinopla,
se reproduce en Toledo la existencia de tres
iglesias o basílicas
dependientes de las jerarquías eclesiásticas y
política:
la episcopal o catedral, la martirial y la iglesia
áulica
junto a la residencia real o imperial.
La mayoría de los Concilios toledanos
se celebraron en esas tres iglesias de la capital:
La iglesia de
Santa María era la iglesia episcopal
y se hallaba dentro del recinto amurallado de la
ciudad:
«in toletana urbe».
Seguramente se construyó para el obispo arriano
siendo consagrada después al rito católico.
Las otras dos iglesias se encontraban extramuros,
en el suburbium
de la ciudad:
«apud toletanam urbem»:
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La basílica martirial de Santa Leocadia
es mencionada ya en el 531, a propósito del II
Concilio
(«in ecclesia gloriosae virginis Sanctae Leocadiae,
quae est in suburbio toletano»).
Se trataba de un antiguo edificio de culto, del
siglo V,
donde se conservaba el cuerpo o las reliquias de la
santa.
Construido ya en una zona de necrópolis,
posteriormente él mismo pudo atraer más
enterramientos.
El Apologeticus
de Eulogio de Córdoba
habla de la reconstrucción del edificio en época de
Sisebuto.
Se vuelve a citar a propósito del IV Concilio, del
633,
celebrado «in basilicam beatissimae et sanctae
martyris».
La basílica de Santa Leocadia formaba parte del praetorium.
Así se deduce de una información
sobre el lugar de celebración del VI Concilio en el
638:
«convenientibus nobis Spaniarum Galliarumque
pontificibus,
atque in praetorio Toletano in ecclesiam Sanctae
Leocadie martyris
debitis edibus collocatis».
Ello indica que en el 638
la basílica de Santa Leocadia hacía las veces de
iglesia palatina,
por estar situada cerca del palacio,
formando parte del complejo áulico.
En el Concilio XVII, celebrado en el año 694,
se indica que la basílica de Santa Leocadia tenía
origen martirial,
ya que en ella se conservaba el cuerpo de la santa:
«in ecclesia gloriosae virginis Sanctae Leocadiae,
quae est in suburbio toletano,
ubi sanctus eius corpus requiescit».
Además de sede de varios Concilios,
Santa Leocadia se convirtió en panteón
de los reyes Suintila, Sisenando, Wamba, Witizia,
y de obispos como San Ildefonso.
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La fundación de la iglesia de los Santos Pedro y Pablo,
«ecclesia praetoriensis», es decir, iglesia
palaciega o áulica,
debió ser posterior a la de Santa Leocadia.
Ambas iglesias estaban próximas, ambas en el
suburbio de la ciudad,
junto al circo romano y cerca o formando parte del praetorium.
La iglesia de los Santos Pedro y Pablo aparece
citada por primera vez
como sede del VIII Concilio de Toledo, en el año
653.
A partir de este Concilio,
la mayor parte de ellos se celebrarán en esta sede
y no en Santa Leocadia.
La denominación de la iglesia como «ecclesia
praetoriensis»
no se recoge hasta el Concilio XV.
En ella se llevó a cabo la unción real de Wamba
por el obispo Quirico.
También fueron ungidos después allí Egica y
Witiza.
Era la iglesia desde donde partía el rey a las
guerras
y a la que regresaba de ellas,
siguiendo un ordo litúrgico descrito en el Liber Ordium.
La iglesia pretoriense formaba parte del conjunto
arquitectónico
que albergaba el palacio real.
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Tras la recuperación de Toledo por Alfonso VI,
la ciudad sufrió muchas acometidas de almorávides y
almohades,
y la Vega Baja perdió interés, por ser lugar difícil
de defender.
La zona se emplea como necrópolis,
con espacios diferenciados por comunidades:
Los mudéjares utilizan el circo;
en el Pradillo de San Bartolomé se sitúa el fonsario
judío;
junto a Santa Leocadia se ubica el cementerio
cristiano.
(En 1836 se construyó el Cementerio General
en el extremo norte de la Vega Baja).
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Quizás a lo largo de la época visigoda
el circo dejó de ser un hito urbano,
pues en el Pacensis
o Crónica Mozárabe, de 754,
no se cita este edificio
mientras que otras construcciones toledanas sí
aparecen.
Quizás al final de la época visigoda
el edificio estuviese ya deshecho
y sólo quedase el esqueleto de opus caementicium,
tal y como después lo ha hallado la Arqueología
moderna.
Se han conservado muy pocos sillares del circo.
La sillería pudo ser utilizada
en la construcción de los nuevos edificios.
El emplazamiento de las construcciones palatinas
aún no ha podido establecerse.
De los edificios religiosos se han conservado más
vestigios.
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No se conoce la ubicación exacta de la basílica de
Santa Leocadia,
aunque siempre se ha relacionado
con la actual iglesia del Cristo de la Vega,
a unos 200 metros de las carceres del circo.
Se sabe que el complejo visigodo de Santa Leocadia
dio lugar tras la Reconquista a dos templos:
el de Santa Leocadia, que en 1121 estaba ruinoso
y en 1162 se restauró para una comunidad de
canónigos regulares,
y el de San Ildefonso, que tuvo culto durante la
Edad Media
y luego fue capilla del cementerio del Hospital de
la Misericordia.
Los trabajos arqueológicos
no han descubierto las ruinas de la iglesia
visigoda,
pero de allí proceden restos arqueológicos y
epigráficos.
En excavaciones del siglo XX
junto a la fachada sur de la iglesia del Cristo de
la Vega,
se hallaron tres fases de ocupación del espacio:
primero, un nivel hoy totalmente destruido
formado por dependencias adosadas a la iglesia;
segundo, enterramientos mozárabes y cristianos
posteriores a la conquista de 1085,
y tercero, los restos de un edificio de cronología
romana o visigoda.
Se encontraron materiales de época visigoda:
piezas escultóricas, una placa nicho
y una lápida con una inscripción que reproduce el
Credo.
En el Paseo de la Basílica del Cristo de la Vega
se identificaron una necrópolis
que estaría en uso desde el siglo IV
(se han hallado lápidas y sarcófagos
paleocristianos),
unas estructuras que pudieron ser parte de un
conjunto monacal
y la traza de algún edificio.
Quizás bajo el Cristo de la Vega
se encuentra la martirial de Santa Leocadia,
enclave religioso y funerario del que no quedaron
muros en pie,
pero que significó el nacimiento
de uno de los focos cristianos de atracción
más importantes de la ciudad de Toledo.
Se ha señalado que las estructura halladas
tienen parecido con las construcciones áulicas de
Recópolis,
también dotadas de contrafuertes.
También se ha sugerido que la Cámara Santa de
Oviedo
pudo haber sido construida a semejanza del martyrium,
ya que durante el reinado de Alfonso II (760-842)
las reliquias de la santa se sacaron de Toledo
y se llevaron a la capital del Reino de Asturias.
(En otra zona de la Vega, en el mismo suburbium,
parte de un edificio de la calle de San Pedro el
Verde
se ha identificado, aunque con reservas,
como la basílica pretoriana,
que tras la Reconquista pasó a llamarse San Pedro el
Verde,
nombre que aún recibe el barrio).
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Ubicada donde se levantara la basílica visigótica de
Santa Leocadia,
la ermita del Cristo de la Vega
es un edificio cuya parte más antigua, el ábside,
data del siglo XIII y es de estilo mudéjar.
Este templo conservó el nombre
de Basílica y Abadía de Santa Leocadia
hasta 1851, fecha en la que fue suprimido el título
de abad de Santa Leocadia.
Desde entonces fue llamada Ermita del Cristo de la
Vega,
por el Cristo venerado allí al menos desde 1612.
La imagen de ese Cristo, con un brazo desclavado,
podría provenir del conjunto escultórico de un
Descendimiento.
En 1808 las tropas napoleónicas
destrozaron la imagen y buena parte del templo.
En 1826 se inauguró la reconstrucción de la iglesia
y la nueva imagen, costeada por el párroco Vicente
Vega.
A principios del siglo XX se proyectó levantar en
Toledo
un monumento al Corazón de Jesús.
Hubo polémica en torno a si instalarlo
sobre la Piedra del Rey Moro, en el cerro de la
Virgen del Valle,
o junto a la ermita del Cristo de la Vega.
Finalmente éste fue el emplazamiento escogido.
La obra se terminó en 1933,
pero en 1936 la figura fue derribada por las
milicias republicanas,
que también destrozaron de nuevo
la imagen del Cristo de la ermita.
Ésta fue restaurada en 1938 por Bienvenido
Villaverde
en el interior la Catedral,
para más adelante devolverla a la ermita.
En 1942 fue restaurado el monumento.
Bajo éste, desconocida para muchos,
hay una cripta, con capacidad para 200 personas.
Éste fue un lugar de enterramientos ya en el siglo
IV.
Lo sigue siendo.
Este lugar, a la orilla del Tajo,
frecuentado otrora por reyes y prelados,
este lugar donde aún resuenan las voces
de aquella gente venida de lejanas tierras
que hizo de ésta su patria,
este lugar es, sobre todo, un gigantesco cementerio,
en el que se mezclan huesos de todas las religiones,
cristianos y paganos, ortodoxos y herejes...
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