Las cuevas siempre han sido vistas como espacios
mágicos,
utilizadas a menudo para prácticas religiosas.
Son las Cuevas de Hércules un lugar mítico,
envuelto en la leyenda ya desde la Edad Media.
Rodeadas de misterios,
se resume en ellas la tradición “subterránea” de
Toledo.
Toledo, la única ciudad que aparece en Las mil y una noches,
es mucho más que lo que se ve.
Dicen que a lo largo de los siglos
Toledo ha sido lugar de reunión
de todo tipo de organizaciones esotéricas,
sectas herméticas, grupos ocultistas y satánicos,
extraños iluminados...
Las Cuevas de Hércules han sido consideradas
el centro de ese mundo,
el lugar por excelencia de ejercicio de la magia,
un punto de confluencia de misteriosas energías.
Numerosas historias se han generado en torno a
ellas,
entre la realidad y la fantasía.
El peñón toledano está formado por granito de
anatexia,
un material durísimo.
Dicen que esas cuevas tienen una antigüedad de 4.000
años.
En esa época vivían aquí los carpetanos,
sus herramientas eran rudimentarios instrumentos
de madera y piedra.
¿Pudieron con tales útiles excavar una red de
galerías
en el duro subsuelo de Toledo?
Se ha dicho que estas cavidades no fueron labor
humana,
que son obra de algún fenómeno natural
o bien de alguna manifestación sobrenatural.
Se ha dicho que su uso tuvo un carácter meramente
funcional
y también que fueron enclave sagrado,
templo, cripta, logia,
enigmático espacio secreto
para la enseñanza de ciencias ocultas y prohibidas,
recinto de aquelarres de brujos y hechiceras...
Se ha dicho que hay un enorme laberinto de muchos
kilómetros.
Se ha dicho que el sótano toledano es sólo la
entrada
al túnel que conduciría a la verdadera cueva,
que se hallaría fuera de la ciudad.
Se ha dicho que las cuevas constituían un entramado
subterráneo
que permitía huir de la ciudad en caso de invasión o
catástrofe.
Se ha dicho que son un búnker inexpugnable.
Se ha dicho que ahí abajo hay un río caudaloso.
Se ha dicho que ahí abajo sigue oculto
el tesoro de los reyes visigodos,
que nunca salió de la capital.
Se ha dicho que su contenido secreto y sellado
sólo será revelado en los postreros días de la
humanidad...
El monte que sirve de asiento a la ciudad de Toledo
está casi todo hueco.
Estas cuevas, o algún edificio ruinoso
por el que se penetraba en ellas,
dieron quizá pie a las fábulas arábigas,
trasmitidas a nuestras historias.
***
Cuentan que en las Cuevas de Hércules está escondida
la Mesa de Salomón,
que inicialmente estuvo en el Templo de Jerusalén
y que, tras numerosos avatares, llegó a España
y desapareció tras la invasión árabe.
En su tablero el rey Salomón escribió
todo el conocimiento del Universo,
la fórmula de la Creación
y el nombre verdadero de Dios: el Shem Shemaforash,
que, según la tradición cabalística,
sólo debe pronunciarse para provocar el acto de
crear.
La Mesa permitía ver el pasado y el futuro
y daba a su propietario el conocimiento absoluto,
ya que pronunciar el nombre de Dios
significa abarcar toda su Creación.
Sigue habiendo quien la busca,
pero, según la leyenda, el día en que sea encontrada
el fin del mundo estará próximo.
Se cree también que esa Tabla,
descrita en textos hispano-árabes,
pudo ser la “Tabula Smaragdina”, atribuida a Hermes
Trismegisto,
la Mesa de Esmeralda del hermetismo alquimista
que da título a uno de los textos de Hermes.
Dicen que la Mesa está custodiada por los Nephilim,
titanes mencionados en el Antiguo Testamento,
seres angélicos o demoníacos,
hijos de los hijos de Dios y las mujeres.
Dicen también que la Mesa está custodiada
por dos estatuas mecánicas, de metal,
construidas para guardar la Cueva.
Dos gigantes de brillantes ojos rojos
con grandes mazas de hierro,
articulados con ingeniería y energía desconocidas.
***
No hay en Toledo tradición alguna
que relacione la ciudad con cultos vinculados a
Hércules.
Se ignora por qué se atribuye a Hércules
la construcción de la Cueva.
Pero, según la leyenda, en los tiempos del
mitológico rey Túbal,
nieto de Noé y fundador de la primera monarquía
española,
el héroe Hércules llegó al peñón toledano
y con las manos excavó una enorme cueva
y allí edificó un magnífico palacio de mármol y jade
donde instruir a los iniciados
en el arte de la magia, la adivinación y la
alquimia.
Así nació la Escuela de Nigromantes de Toledo,
en la que se alcanzaron los niveles más altos del
conocimiento;
desde la cátedra secreta de ese palacio encantado,
Hércules enseñaba a los elegidos las ciencias
ocultas.
El héroe dejó ordenado que nadie entrara en la
caverna,
pues en su interior se hallaban fuerzas malignas
y abrir su puerta acarrearía un gran desastre.
Ningún mortal debía penetrar en ella.
Durante muchas generaciones,
cada uno de los sucesivos reyes de Toledo
añadió un candado a la puerta de la gruta.
***
La primera mención a las Cuevas de Hércules
se encuentra en los escritos árabes:
Cuando la puerta contaba con 24 candados,
comenzó a reinar don Rodrigo.
De este rey Don Rodrigo escriben los cronistas
que hizo abrir la Cueva de Hércules,
que otros llaman palacio o torre,
espoleado por las grandes y fuertes cerraduras que
tenía.
En vez de continuar la tradición,
quiso entrar en el palacio,
buscar el tesoro, conocer el misterio.
Traicionó la promesa ancestral,
rompió el precinto sagrado, provocó el maleficio.
Hizo saltar los candados. Abrió la puerta.
Corría el año 711.
Rodrigo deseaba conocer el enigma allí encerrado
y respetado por los reyes anteriores a él.
A la entrada del subterráneo,
escrito en la pared, había un aviso:
“Vuelve por donde vienes, donde ahora vas está la
muerte”.
Don Rodrigo no se amedrentó.
Avanzó por las galerías.
En una sala roja, sobre una mesa encontró una
arqueta.
Creyó haber dado con el secreto de la caverna.
Abrió el cofre, y en su interior halló una tela
blanca
con pinturas de jinetes árabes armados
y una inscripción que decía:
“Cuando este paño fuere extendido
y aparecieren estas figuras,
hombres que andarán así vestidos
conquistarán Hispania y serán de ella señores”.
Una fuerza sobrenatural incendió el palacio,
que se desmoronó con gran ruido.
Don Rodrigo y sus hombres consiguieron salir con
dificultades
y el rey hizo jurar a los suyos
que no contarían a nadie lo ocurrido.
Don Rodrigo se arrepintió de su atrevimiento,
pero ya era demasiado tarde:
Se había desatado la maldición que iba a destruir el
Reino.
El último rey godo, con su osadía, condujo a su país
a la ruina.
Llegó junio del año 711 y la profecía se cumplió:
miles de guerreros cruzaron el Estrecho de Gibraltar
y derrotaron a los visigodos.
Don Rodrigo murió en la batalla de Guadalete, en
Cádiz.
En octubre los árabes entraron en Toledo.
Los detalles de la profanación de la Cueva por don
Rodrigo
fueron recogidos por muchos cronistas,
dando cada cual su versión de lo ocurrido.
***
Cuenta Abdelhakem
en el siglo IX:
Había en España una casa cerrada con muchos
cerrojos,
y cada rey le aumentaba uno,
hasta el tiempo de don Rodrigo.
Éste no quiso añadir otro cerrojo,
sino entrar en el palacio encantado.
Allí encontró figuras de árabes, con esta letra:
“Cuando el palacio se abriere,
entrarán en España los que aquí están figurados”.
Aben
Alkutiya relata:
Los reyes godos tenían en Toledo una casa
en la que se guardaba un arca.
No la solían abrir.
Al subir al trono don Rodrigo,
a pesar de la oposición que el pueblo le hizo,
abrió la casa y el arca,
encontrándose pintados en ella a árabes con arcos
y en la parte inferior del arca estaba escrito:
“Cuando se abra este arca y se vean estas figuras,
invadirá y dominará España la gente pintada
aquí”.
Aben Habib narra:
Cuando entró Muza en Toledo
vio una casa en la cual había veinticuatro
candados,
porque siempre que entraba a reinar un monarca
ponía en ella uno,
como lo habían hecho sus antecesores,
hasta que llegó a ocupar el trono Rodrigo,
en cuyo tiempo fue conquistada España.
Pocos días antes de que comenzara la conquista,
dijo Rodrigo:
“He de abrir esta casa, para saber qué hay dentro
de ella”.
Encontró una caja,
y en ella figuras de árabes llevando arcos y
espadas.
Halló también un escrito que decía:
“Cuando sea abierta esta casa y se entre en ella,
gentes cuya figura sea como los que aquí están representados
invadirán este país y se apoderarán de él”.
Y fue la entrada de los musulmanes en este mismo
año.
Ahadith
al-imama
(que dice saber lo ocurrido por testimonio de un
sabio doctor
que acompañó a Muza en la conquista de España)
cuenta que la casa de las veinticuatro cerraduras
fue en la que se encontró la Mesa que perteneció a
Salomón.
Y recoge también la historia de don Rodrigo.
Éste, al acceder al trono, dijo:
“Quiero saber lo que encierra este edificio;
abriré sus cerrojos y entraré”.
Muchos quisieron disuadirle:
“No es conveniente ir contra las costumbres
establecidas por tus ilustres antepasados.
Desiste, pues, de tu loca determinación
y añade un cerrojo a la puerta,
lo mismo que han hecho tus ascendientes.
No dejes que tu pasión te lleve a cometer un acto
que tus predecesores consideraron muy peligroso”.
Sin atender a razones, Rodrigo abrió la puerta,
y al entrar halló solamente pinturas
que representaban a guerreros árabes, con una
inscripción:
“Cuando este palacio se abra,
éstos cuyas trazas están aquí pintadas
invadirán el país y lo someterán”.
Al-Homaidi escribe:
Desoyendo las instancias de sus consejeros,
marchó Rodrigo hacia el palacio cuya puerta tenía
muchos candados,
mandó quitarlos
y cuando la puerta se abrió vio una mesa de oro y
plata,
guarnecida de piedras preciosas,
sobre la cual se leía la inscripción siguiente:
“Esta es la mesa de Salomón, hijo de David”.
Otro objeto vio en otro departamento del palacio,
también provisto de un candado que abrió Rodrigo;
y encontró allí una urna,
y dentro de ella un rollo de pergamino
y una pintura que representaba a jinetes árabes
que portaban cimitarras y lanzas.
Rodrigo mandó desenrollar el pergamino,
y leyó la siguiente inscripción:
“Cuando este edificio se abra,
el pueblo que está pintado en esta urna invadirá
España,
derribará el trono de los reyes y someterá todo el
país”.
Cuando Rodrigo leyó este pronóstico fatal,
se arrepintió de lo que había hecho.
El historiador árabe Ahmed-ar-Razi,
conocido como el moro Rasis,
recoge en su Crónica:
Cuando Hércules vino a España mandó edificar en
Toledo
esa casa maravillosa;
se ignoraba lo que dentro había encerrado
Hércules,
quien cerró la puerta con candado,
escribió en ella que nadie se atreviese a abrirla,
ordenó a todos los reyes que después de él
habrían de venir
que pusiese allí cada uno un cerrojo más,
y entregó la llave del suyo para su custodia a doce
hombres,
de los mejores de Toledo,
haciendo jurar a los de la ciudad
que cuando alguno de los guardianes muriese
fuera sustituido por otro.
Cuando los guardianes del palacio misterioso
invitaron a don Rodrigo a poner su candado en la
puerta,
el monarca, dudando si sería encanto o tesoro lo
que dentro hubiese,
hizo quebrantar las cerraduras y penetró en el
palacio.
En el interior había un letrero:
“Esta casa es una de las maravillas de Hércules”.
Y había también un arca de plata, oro y piedras
preciosas,
cerrada con candado de perlas.
Por curiosidad o por codicia, el rey abrió el arca;
pero no halló más que una tela
y en ella, árabes figurados, y en sus manos lanzas
con pendones;
y, sobre las figuras, el siguiente pronóstico:
“Cuando este paño fuere extendido e aparecieren
estas figuras,
hombres que andan así armados
tomarán España y serán de ella señores”.
Pésale al rey del hallazgo;
prohíbe hablar de él a los que allí estaban
presentes
y manda cerrar de nuevo las puertas y echar los
cerrojos...
Andando el tiempo, nuevos fabuladores
dieron rienda a la imaginación
y añadieron detalles portentosos a la leyenda:
Cuando don Rodrigo y sus cortesanos conocieron el
mensaje
de la próxima destrucción de España de manos de
los árabes,
en aquel mismo instante descubrieron en un extremo
de la estancia
una estatua de gigante,
que tenía en la mano una pesada maza de armas.
De repente comenzó aquella gigantesca estatua
a golpear el suelo con su terrible maza de hierro,
y su bronco son conmovió las paredes del palacio.
Sonaron ruidos infernales
que hicieron huir a todos los que allí estaban,
mientras la estatua seguía golpeando furiosamente
el suelo.
Cuando don Rodrigo y sus acompañantes salieron del
mágico recinto,
una lengua de fuego se desprendió de las nubes
y cayó sobre la encantada torre, envolviéndola en
roja llamarada.
Oyóse un chasquido horroroso y vínose abajo el
edificio,
abriéndose en su lugar ancha sima
en la cual se hundieron sus escombros calcinados.
En medio de aquel ruido espantoso,
se oía el de la maza manejada por el gigante,
hiriendo con fuerza las entrañas de la tierra.
El rey y los suyos, montando a caballo y poseídos
por el pánico,
huyeron de aquel lugar hacia las murallas de la
ciudad.
El Arzobispo de Toledo, Rodrigo Ximénez de Rada,
en su Crónica
de España,
reprodujo estas narraciones.
Otro tanto hizo Alfonso
X en su Historia de España;
se cuenta en la Crónica
general:
«Cuando el palacio fue abierto,
non fallaron en él ninguna cosa,
si non una arca, cerrada, e el rey mandóla abrir,
e non fallaron en ella si non un paño pintado,
que estavan en él escriptas letras latinas, que
dezien así:
“Cuando aquestas cerraduras serán quebradas
e el palacio e el arca serán abiertos,
e los que y yacen lo fueren a ver,
gente de tal manera como en el paño están pintados
entrarán en España”.
E en aquel paño estaban pintados homes
de caras e de parecer e de manera de vestidos,
como agora andan los alarbes,
e estaban caballeros en caballos,
e tenian en las manos espadas e señas e pendones
alzados».
En la Atalaya
de las Crónicas,
del Arcipreste de Talavera Alfonso Martínez de Toledo,
se explica cómo don Rodrigo entró en el palacio
toledano
y halló en él una gran estatua de piedra,
que tenía un rótulo en la mano
que decía que en el tiempo de aquel rey que abriese
aquella puerta
sería perdida Castilla.
Y también halló un arca cerrada con un candado,
abrióla y halló dentro un paño pintado como de
moros a caballo,
que decía al pie de este modo:
“De estos será la gente que ganará a España”.
Esto visto, pesóle al rey por lo haber abierto,
y cerrólo todo como lo halló, y fuese.
Y dicen que descendió luego un águila del cielo
con un tizón de fuego en el pico,
y púsole sobre aquella cueva
y con las alas encendió el lugar con el fuego del
tizón,
y quemóse toda la cueva.
Y vientos se movieron luego
que lanzaron aquellas cenizas por toda España,
y a la persona que tocaban se volvía roja como la
sangre.
En el siglo XV Pedro
del Corral escribió su Corónica
Sarracina,
adornando el episodio con nuevos detalles
y recogiendo también que el palacio
había sido quemado por fuego del cielo
después de la entrada de don Rodrigo.
Igualmente en el siglo XV, Gutierre Díez de Games
en El
Victorial o Crónica de don Pero Niño,
cuenta que Hércules edificó en Toledo una gran casa,
con puertas de fierro y cerrojos.
Cada sucesor añadía uno.
El rey don Rodrigo sabía
que Hércules pensaba renacer en este mundo,
por lo que habría dejado en aquel misterioso
palacio encerrados
grandes tesoros,
y, para que no los tomasen los que después de él
viniesen,
habría puesto aquel temor.
Don Rodrigo, pensando allí encontrar aquella
fortuna,
mandó abrir las puertas, y no halló cosa de lo que
pensaba;
mas halló un arca dentro, metida en lugar
escondido.
Don Rodrigo la abrió, y, en vez de los tesoros que
esperaba,
encontró la pérdida de España.
En el siglo XIV, Rodrigo Yáñez, en el Poema de
Alfonso XI, escribía:
«En las covas de Ércoles abrán
Muy grande lid aplasada...»
Todas estas historias pasaron después a los romances:
«Entrando dentro en la casa
No fuera otro hallar,
Sino letras que decían:
“Rey has sido por tu mal...”
(...)
Un cofre de gran riqueza
Hallaron dentro un pilar,
Dentro dél nuevas banderas
Con figuras de espantar».
Los historiadores toledanos
Alcocer, Pisa, el conde de Mora
y, sobre todo, Lozano,
recogieron estas tradiciones.
Lozano publicó en el siglo XVII los Reyes nuevos de Toledo,
especie de novela histórica, o historia novelada,
con muchos pormenores caballerescos y fantásticos.
Allí se lee, a propósito de la casa de Hércules:
«Túbal dio principio a la fábrica de la torre,
y Hércules el famoso la reedificó y amplió,
sirviéndose de ella como de real palacio,
y leyendo allí la arte mágica...
A una manga de esta “cueva”, como tan gran mágico,
hizo labrar Hércules un palacio encantado,
el cual mandó que se cerrase, y que ninguno lo
abriese,
si no quería ver en sus días la España destruída por
gente bárbara».
Y a propósito de la entrada de Don Rodrigo:
«Llegaron a una cuadra muy hermosa, labrada de
primoroso artificio,
y en medio della estaba una estatua de bronce,
de espantable y formidable estatura,
y con una maza de armas que tenía en las manos
estaba hiriendo en la tierra con fieros golpes».
Esta leyenda sobre don Rodrigo la recogió el Marqués de Sade.
En sus Crímenes
del Amor incluyó un cuento
titulado “Rodrigo o la torre encantada”:
«El peligro aumenta,
el monarca está a punto de ser echado del trono;
se acuerda entonces de un monumento que hay en
Toledo,
el que llaman la Torre Encantada;
se cree que está llena de tesoros;
el rey va a ella con el propósito de apropiárselos.
Una puerta de hierro provista de mil cerraduras
impide tan bien el paso
que ningún mortal ha podido penetrar en ella.
En lo alto de esta puerta terrible se lee en
caracteres griegos:
“No te acerques si temes a la muerte”.
Rodrigo no se asusta por esto;
se trata de sus Estados,
toda esperanza de encontrar fondos está perdida;
manda romper las puertas y sigue adelante.
Cruza varias salas con las más horrendas visiones,
penetra en los mismísimos infiernos,
sigue su búsqueda por lagos inflamados y ríos de
fuego,
volcanes sangrientos,
llanuras gélidas pobladas de gigantes...,
hasta obtener por fin el tesoro apetecido.
Pero los árabes ya están invadiendo su reino
y un guerrero abate al rey,
guerrero que resulta ser “Florinda la Cava”».
***
Hay documentos medievales en los que se habla
de la existencia en Toledo de una Escuela de
Nigromancia.
Escuela en la que se enseñaba a contactar con los
espíritus.
Se extendió por Europa la fama de Toledo
como centro mágico.
Personajes sabios e ilustres acudieron a sus aulas
para conocer los secretos de las ciencias ocultas.
Personajes como Gerberto de Aurillac, el Papa
Silvestre II,
llamado "Papa Mago" o "Papa
Alquimista",
de quien se dijo que tenía un pacto con el Diablo.
Don Juan
Manuel
escribe
en el “Cuento de don Illán y del deán de Santiago”:
«Tenía el Deán muy gran voluntad de saber el arte de
la nigromancia,
y vínose ende a Toledo para aprender con Don Illán.
Entraron amos por una escalera de piedra bien
labrada,
y fueron descendiendo por ella muy grand pieza,
en guisa que parecían tan bajos que pasaba el rio
Tajo sobre ellos.
E desque fueron en cabo de la escalera,
fallaron una posada en una cámara mucho apuesta que
ahí avía,
do estaban los libros y el estudio en que avian de
leer».
La misma fama de escuela de nigromancia
tuvo la Cueva de Salamanca.
Son los llamados “Nefandos Gimnasios”,
en los que durante siglos se enseñarían
las artes ocultas, la magia goética:
los conjuros, la invocación de los espíritus.
***
Quizás las cuevas de Toledo fueron
refugios de época prerromana,
una especie de ciudad subterránea.
Quizás las cuevas luego se usaron como templo pagano
en el que antiguas imágenes siguieran recibiendo
culto secreto
después de la implantación del cristianismo.
Quizás, durante la invasión musulmana,
las cuevas fueron utilizadas como escondite
por los cristianos perseguidos.
Los textos árabes que recogieron las leyendas
no especificaron el lugar en el que se hallaban las
cuevas.
Pero en el siglo XVI se empezó a pensar
que podían ser los sótanos de San Ginés.
Tan fuerte era la creencia, al acabar la Edad Media,
de que en los subterráneos toledanos
sucedían cosas infernales y habitaban monstruos
que el Cardenal Primado de Toledo, Juan Martínez
Silíceo,
mandó practicar un reconocimiento
de las Cuevas de Hércules en 1546.
Esto ya no es leyenda sino historia documentada.
Los exploradores se internaron con antorchas y
cuerdas
en el subsuelo del callejón de San Ginés, 3
a través de una portezuela que había
junto a la entrada de la parroquia de San Ginés.
Regresaron demacrados y contando historias
terribles;
hablaron de caudalosos ríos subterráneos,
de estatuas gigantescas que se movían,
de golpes de cadenas y mazas
y de visiones fantasmagóricas que los espantaron.
Tras esas sobrecogedoras descripciones
el Cardenal ordenó cegar la cueva
para que nadie entrase jamás
y para que nada saliese de allí a intranquilizar el
mundo.
Este hecho fue registrado en los Anales Toledanos.
No se aclaró ni el origen ni las características de
la cueva.
Al parecer, a los pocos días
algunos de los expedicionarios murieron.
La leyenda continuó.
***
Tras la expedición de Silíceo, en Toledo empezaron a
circular
unos escritos conocidos como “Falsos Cronicones de
Toledo”:
Unas profecías apocalípticas
vaticinadas por unos supuestos profetas de Toledo,
pertenecientes a una secta religiosa radicada en la
ciudad.
Se predecía en ellas que,
cuando se penetrase por tercera vez en las Cuevas,
acontecería una gran tribulación en toda la Tierra
habitada
y llegaría el fin del mundo conocido;
la gran hecatombe empezará en Toledo
y se extenderá por toda la Tierra.
***
La cueva estaba situada debajo de la iglesia de San
Ginés,
en el interior de la cual tenía una entrada.
San Ginés, 3 es un espacio
por el que han pasado todas las culturas:
Durante el periodo visigodo
se construyó allí un templo cristiano.
Aún queda algún resto de él en la fachada.
Sobre el templo se erigió una mezquita.
Sobre la mezquita, en el siglo XII,
se levantó una iglesia dedicada a San Ginés.
En el siglo XVI se amplió el edificio.
En el siglo XVII, se le añadieron elementos
barrocos.
A finales del siglo XVIII, la iglesia se cerró al
culto
por la escasez de asistentes,
trasladándose la feligresía a San Vicente.
En 1841, el edificio fue demolido.
Se conservan los sótanos
y parte de los muros de la sacristía.
Se conoce la ubicación del camposanto.
El solar se puso en venta y se parceló entre los
vecinos.
***
Cuando se derribó la iglesia,
por primera vez desde los tiempos de Silíceo
se volvió a entrar en los pasadizos.
El vizconde de Palazuelos dice en su “Guía”, escrita
en 1890:
«Una vez en el solar, vimos en el suelo, a la
izquierda,
un cuadrado boquete, ingreso de la cueva,
recinto casi lleno actualmente de escombros».
Y describe la cueva como
«formada por bóvedas de piedras paralelas
y semicirculares, de indudable fabricación romana,
unidas por arcos.
En los extremos de la estancia
hay ciertos boquetes o puertas tapiadas
que, sin duda, comunican con alguna bóveda
inmediata».
***
Al parecer, en 1940, una expedición de la Ahnenerbe,
la Sociedad de investigación arqueológica de las SS,
enviada por Heinrich Himmler en persona,
viajó a Toledo, buscando
la Mesa de Salomón y la Cueva de Hércules.
***
En el año 2003 el Consorcio de la Ciudad de Toledo
(organismo del que forman parte
las administraciones central, autonómica y local)
se planteó la recuperación de las Cuevas.
Para ello, compró la vivienda de San Ginés, 3
y emprendió los trabajos de recuperación
de los restos de las diferentes épocas.
El 18 de enero de 2010 el resultado se abrió al
público.
Hubo inauguración con alcalde y otras autoridades.
Por primera vez en la historia
las Cuevas de Hércules estaban abiertas.
Lo que podía verse, para muchos, fue decepcionante:
Una planta baja desde la cual se observan
los restos arqueológicos medievales
situados en un nivel inferior.
En esa planta hay un espacio acondicionado
para acoger pequeñas reuniones, eventos y
celebraciones
(actos de tipo cultural y empresarial,
exposiciones, conciertos, conferencias, actuaciones,
catas…);
dispone de un patio exterior y de aseos.
Sobre ella hay dos plantas no accesibles al público.
Y, bajo ella, un sótano, accesible por una escalera
de caracol.
Allí se encuentra la Cueva de Hércules.
***
En el año 2004 tuvo lugar un inexplicable hallazgo:
en un muro de la cueva, ocultos en un mechinal,
aparecieron unos cuantos restos
relacionados con la escritura
(quizás elementos de un ritual
vinculado a la conclusión de las obras):
el cuello de un recipiente cerámico,
un punzón de madera, un cálamo,
un trozo de papel encerado sin texto
y un pergamino manuscrito por ambos lados
con caracteres árabes de un dialecto desconocido,
en el que sólo ha podido identificarse la palabra
“Hércules”
(ha sido estudiado
por la Escuela de Estudios Árabes de Granada).
Este hallazgo contribuye a incrementar
el carácter misterioso de estas estancias;
la leyenda continúa.
***
Tras siglos de leyendas, especulaciones y versiones,
arqueólogos, arquitectos e ingenieros
han estudiado los vestigios descubiertos.
Los investigadores afirman que las míticas Cuevas de
Hércules
no son sino una cisterna romana, un gran aljibe,
un depósito de agua para abastercer la ciudad.
Sería uno de los lugares donde se almacenaba el agua
traída por el acueducto.
Los romanos, en el siglo I después de Cristo,
habrían excavado una gran cavidad rectangular,
de seis metros de ancho por doce de largo y cuatro
de alto;
la revistieron con sillares de granito
y la dividieron en dos cámaras
mediante tres arcos también de granito;
sobre esta especie de sala hipogea
se construyeron dos bóvedas con bloques de caliza.
Una de las cámaras actualmente
es propiedad del Consorcio de Toledo.
Hay otras estructuras subterráneas en las cercanías
(en las calles Alfonso X, Nuncio Viejo, Navarro
Ledesma)
que formarían parte del mismo sistema hidráulico,
de ese gran entramado invisible
que proporcionaba agua a Toletum.
***
De repente, la Cueva de Hércules
quedaba reducida a fábula, a arquetipo, a concepto,
a mito...
Sin embargo, pese a las afirmaciones de los
técnicos,
hay quien asegura que las Cuevas de Hércules son
mucho más.
¿Dónde está lo descrito en las crónicas antiguas?
¿Dónde están las aguas interiores?
¿Dónde están los largos túneles, el enigmático
laberinto?
Las incertidumbres y las incógnitas se mantienen.
Al parecer, una empresa organizadora
de paseos temáticos por la ciudad,
tiene un acuerdo con una vecina
para que sus grupos puedan entrar en el domicilio
privado
para ver, en el sótano, otro acceso a las verdaderas
Cuevas,
aunque está tapiado.
Hay quien dice que los bajos de San Ginés
son sólo la entrada a las Cuevas.
Entrada hoy sellada y oculta.
Un largo pasadizo conduciría a la auténtica Cueva.
Cuentan que el subsuelo de Toledo está hueco,
atravesado por túneles y cavernas.
Cuentan que en la antigüedad el subsuelo de Toledo
podía recorrerse a través de esas galerías.
Cuentan que bajo las casas hay cuevas,
aunque muchas de ellas estén cegadas.
Cuentan que todos esos pasadizos
confluyen en una gran sala...
En el dintel de la puerta de entrada al edificio
por la parte interior,
en uno de los extremos de la pieza de madera,
hay grabada una cabeza de dragón, de época visigoda,
como animal guardián, custodio de las Cuevas,
protector del secreto...
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