La
elección de Segovia por los Trastámara como residencia predilecta
convirtió
la ciudad en el centro de la política y la cultura castellanas.
En
el reinado de Enrique IV, en Segovia se desplegó el mudéjar,
alarifes
moriscos llenaron de yeserías y techumbres doradas
las
estancias de las residencias regias
y
el Alcázar se transformó en una especie de palacio oriental
que
fascinaba a los visitantes,
como
el barón bohemio Rosmithal de Blatna.
En
1474 moría Enrique IV.
Su
hermana Isabel fue coronada en Segovia.
Al
día siguiente de la coronación,
confirmó
el privilegio del mercado franco
concedido
por su hermano a Segovia,
«porque
quede loable memoria que en esta dicha ciudad
yo
fui primeramente resçibida e obedesçida por reyna».
Era
el primer documento oficial que firmaba.
El
acceso al trono de Isabel la Católica
y
la llegada de Juan Guas a la ciudad
abrieron
una nueva etapa en la arquitectura segoviana:
Isabel
parecía sentir rechazo
por
todo aquello que había agradado a su hermano,
y
el mudéjar fue siendo sustituido por el gótico,
el
ladrillo por la piedra,
el
esgrafiado (típico de la arquitectura segoviana)
por
los sillares de granito.
Además,
tras la muerte de Enrique IV,
en
el paso de la Edad Media al Renacimiento,
los
principales personajes en la ciudad de Segovia
ya
no serán los reyes, sino ciertas personalidades relevantes,
sobre
todo algunos notables judeo-conversos:
Hernán
Pérez Coronel, Andrés Laguna y los Arias Dávila.
(En
2004 se restauró la casa de Pérez Coronel -Abraham Senneor-,
situada
en la judería segoviana).
Acuarela de Valentín Carderera y Solano, 1850 |
***
La
familia Arias Dávila
fue
muy poderosa en la segunda mitad del siglo XV.
El
iniciador del linaje fue Diego Arias Dávila,
judeo-converso
castellano
que
estuvo al servicio de Juan II y de Enrique IV,
ocupando
varios cargos palatinos,
entre
ellos el de contador mayor del rey.
Fue
señor de Puñonrostro, San Agustín de Guadalix,
Alcobendas,
Villaflor, Casasola, Pedrezuela y Villalba.
Nació
en la ciudad de Ávila hacia el año 1400.
De
padres judíos, su nombre primero fue Isaque Abenacar;
su
familia, y él con ella, se convirtió al cristianismo
cuando
Diego contaba unos siete años.
Casó
con Elvira González, de Toledo, también judeo-conversa.
Fueron
hijos de ambos:
Pedro
Arias Dávila “el Valiente”, nacido en 1430
(que
destacó por sus hazañas militares
junto
a Enrique IV y a Isabel la Católica
y
ocupó cargos en la corte,
sucediendo
a su padre en varios oficios;
falleció
en la defensa de Madrid de 1476
y
fue padre de Juan Arias Dávila, primer conde de Puñonrostro,
y
de Pedro Arias Dávila, gobernador de Castilla del Oro).
Isabel
Arias Dávila, casada en Segovia
con
Gómez González de la Hoz, regidor de la ciudad.
Francisco
Arias Dávila.
Y
Juan Arias Dávila, el brillante hijo menor.
De
origen modesto y grandes dotes personales,
Diego
se acercó a la corte real gracias a Álvaro de Luna,
quien
lo recomendó a Juan de Silva y de Meneses,
conde
de Cifuentes, alférez mayor de Castilla
y
embajador de Juan II de Castilla ante el Concilio de Basilea;
en
1435 Silva nombró a Arias mayordomo de su casa.
En
1437 don Diego fue nombrado
regidor
de Segovia por el estado noble.
Su
fortuna iba creciendo
y
don Diego decidió edificar en Segovia el palacio familiar,
del
que se conserva en la actualidad la Torre de los Arias Dávila.
En
1440 asistió como procurador por Segovia
y
junto a Alfonso González de la Hoz,
secretario
del entonces príncipe Enrique (futuro Enrique IV),
al
sínodo de la diócesis convocado en Turégano
por
su obispo Lope de Barrientos.
Conocido
en la corte a través del conde de Cifuentes
y
de su actividad en la política local,
en
1443 Juan II de Castilla lo nombró escribano de cámara
y
el príncipe Enrique lo declaró hijodalgo de solar conocido
(el
documento concluye ser el dicho Diego Arias de Ávila
hijodalgo
de noble sangre,
«porque
paresçe ser fijo de Arias Gonçalo e nieto de Arias Diego,
cavalleros
fijosdalgo de solar conosçido,
y
el príncipe en vista de la pesquisa y administrando justicia
declara
al dicho Diegarias Dávila, y a sus herederos y succesores
por
fijosdalgo de solar conocido»).
En
1445 el rey le concedió la secretaría de cámara;
en
1450 fue nombrado contador mayor de la casa del príncipe.
En
1453 el príncipe designó a Pedro Arias Dávila “el Valiente”,
primogénito
de don Diego,
para
ocupar la vacante dejada por éste en la regiduría de Segovia.
El
mismo año el rey concedió a Diego el monopolio de las carnicerías,
dirigiéndose
a él como “mi contador mayor e secretario del príncipe”;
ésta
fue la última merced que el rey le otorgó
antes
de su propio fallecimiento en 1454.
El
nuevo rey, Enrique IV, lo designó su secretario y escribano mayor.
El
patrimonio de don Diego siguió creciendo
y
también algunos odios hacia su persona,
debido
a los impuestos que recolectaba
como
tesorero mayor del Consejo de Finanzas del rey.
Su
rápido ascenso social
fue
caricaturizada en las Coplas de Gómez Manrique.
En
1457 firmó una confederación de defensa mutua con el rey,
Alonso
de Fonseca, arzobispo de Sevilla,
Juan
Pacheco, marqués de Villena y mayordomo mayor,
Pedro
Girón, maestre de la Orden de Calatrava,
Álvaro
de Zúñiga y Guzmán, II conde de Plasencia,
y
Alonso Pimentel y Enríquez, III conde de Benavente.
Por
esas fechas la esposa de don Diego, doña Elvira, aportó fondos
para
la construcción de la Sinagoga del Campo, de Segovia,
hoy
desaparecida
(«Elvira,
mujer de Diego Arias,
hace
entrega al maestre Samaya, físico de Enrique IV,
varios
enriques de oro,
para
la sinagoga del campo que a la sazón se obraba en Segovia»).
La
familia continuó recibiendo prebendas,
siendo
Juan Arias Dávila uno de los más beneficiados.
También
los otros hijos, Pedro y Francisco,
fueron
beneficiados por las mercedes reales.
Don
Diego, como cabeza de su linaje,
en
1460 creó el mayorazgo de Puñonrostro
en
favor de su hijo primogénito, Pedro Arias Dávila.
En
1461 fundó en Segovia
el
Hospital de San Antonio de los Peregrinos.
El
mismo año asumió el patronazgo
de
la capilla mayor del convento Santa María de la Merced,
como
lugar de enterramiento de los Arias Dávila.
El
convento de frailes mercedarios
se
erigió en un solar donado a éstos en 1412
por
los tutores del rey Juan II.
Ese
lugar había sido el emplazamiento de la Sinagoga Vieja,
que
aparece documentada por primera vez
con
motivo de esa donación.
Actualmente
no queda ningún resto ni de la sinagoga ni del convento;
en
el siglo XIX el espacio fue convertido en plaza,
la
Plaza de la Merced, frente a la iglesia de San Andrés.
Desaparecieron
así las tumbas de don Diego y doña Elvira,
aunque
sus restos ya habían sido removidos con anterioridad.
Doña
Elvira murió hacia 1463.
Se
cree que don Diego falleció en Segovia en 1466.
En
1487 Diego Arias Dávila fue acusado post mortem de herejía
e
investigado por la Inquisición.
En
los archivos inquisitoriales, en unas 200 páginas,
se
recoge información proporcionada por sus vecinos
sobre
sus hábitos diarios
(vestimenta,
comida, celebraciones, rezos,
rituales
de boda y entierro...)
***
Juan
Arias de Ávila y González o Juan Arias Dávila,
hijo
menor de Diego Arias,
nació
en Segovia hacia 1436.
En
1455 fue nombrado capellán de Enrique IV,
en
1458 obtuvo los puestos
de
oidor de la Real Audiencia y Chancillería de Valladolid
y
de protonotario apostólico,
en
1460 ocupó los cargos de deán de la catedral de Segovia
y
canónigo de Burgos, Córdoba, Salamanca y Sevilla.
En
1461 el papa Pío II, a petición de Enrique IV,
lo
nombró obispo de Segovia,
pero,
debido a que sólo tenía 24 años de edad,
tuvo
que esperar para acceder al cargo hasta los 28,
y
entre tanto fue nombrado administrador de la diócesis de Segovia,
puesto
que ocupó hasta 1466,
cuando
accedió a la dignidad episcopal
y
se incorporó también al Consejo Real,
al
que perteneció con Enrique IV y con los Reyes Católicos.
Su
actividad en el obispado se centró en cuatro aspectos:
consolidar
el señorío episcopal,
reforzar
la autoridad episcopal,
controlar
el cabildo catedralicio
y
reformar el clero de la diócesis.
Para
ello celebró tres sínodos;
las
actas y documentos del primero,
celebrado
en la parroquia de Aguilafuente en 1472,
fueron
recogidas e impresas en Segovia ese mismo año
en
el “Sinodal de Aguilafuente”, primer libro impreso en España:
En
1466 Arias Dávila había fundado en Segovia
un
Estudio General para formar eclesiásticos,
para
el cual necesitaba libros.
En
Italia el obispo había hecho amistad con Juan de Torquemada,
tío del inquisidor y abad del convento de Subiaco;
probablemente
a través del abad,
Juan
Arias conoció la recién inventada imprenta
antes
de que ésta se introdujera en España.
Para
proveer de libros a su Estudio, el obispo instaló en Segovia
la
primera imprenta que funcionó en la península,
montada
por el tipógrafo alemán Juan Parix de Heidelberg,
al
que seguramente conoció en Italia
en
una visita realizada al abad Torquemada.
La
villa de Aguilafuente dio nombre
al
primer libro que se imprimió en España.
El
único ejemplar del Sinodal que se conserva
fue
descubierto en la catedral en 1930 por el canónigo archivero
y
está en el museo de la catedral de Segovia.
En
2003 se realizó en la iglesia de Santa María de Aguilafuente
una
presentación del facsímil de la primera edición del Sinodal;
desde
entonces, todos los años, el primer fin de semana de agosto,
se
rememora el sínodo
escenificando,
en la misma iglesia en que se celebró éste,
una
obra de teatro llamada “El Sínodo de Aguilafuente”
en
la que intervienen como actores unos 30 vecinos de la localidad
que
se dirigen en comitiva
desde
la Plaza de la Fuente hasta la Iglesia de Santa María,
donde
reproducen la jornada del sínodo,
tratando
temas relativos al comportamiento de los clérigos.
Puso
monseñor Arias gran interés
en
hallar los restos de San Frutos, patrón de la diócesis,
que
según la tradición estaban enterrados en la catedral,
pero
estaban perdidos desde hacía siglos.
Finalmente
fueron hallados,
y
actualmente se siguen venerando en la catedral.
Defendió
el movimiento reformista de las órdenes religiosas
que
se produjo durante el reinado de los Reyes Católicos.
En
1486, por deseo de la reina Isabel,
unificó
los dos conventos franciscanos de Segovia en uno solo,
el
convento de San Francisco,
y
entregó el de San Antonio el Real a las clarisas.
Juan
Guas llegó a Segovia en 1472
para
concluir la capilla mayor del monasterio de El Parral.
El
obispo Arias le encargó
la
construcción del palacio episcopal,
la
bóveda de la iglesia de San Miguel
y
el claustro para la antigua catedral de Santa María,
trasladado
posteriormente a la actual.
La
catedral antigua se alzaba frente al Alcázar.
Fue
destruida en la Guerra de las Comunidades.
Cuando,
finalizada la guerra,
los
canónigos quisieron reparar los destrozos,
Carlos
I, en 1523, les ordenó reedificarla en otro sitio,
para
alejar el peligro que su proximidad implicaba para el Alcázar,
muchas
veces avisado por los reyes
y
que los recientes acontecimientos habían confirmado.
En
1525 comenzó a construirse un nuevo templo
en
el punto más alto de la ciudad, en la Plaza Mayor,
con
las trazas presentadas en 1524 por Juan Gil de Hontañón;
en
1526 murió éste y asumió la dirección su hijo Rodrigo.
Juan
Arias impulsó la reconstrucción del castillo de Turégano,
propiedad
de la diócesis y próximo a Aguilafuente,
que
se hallaba en ruinas cuando accedió a la silla episcopal.
Fue
Juan Arias hombre culto, cercano al humanismo renacentista
y
mecenas de las artes y las letras en su diócesis segoviana,
y
compartió aficiones con su amigo el cardenal Mendoza.
Destacado
bibliófilo, adquirió para la catedral numerosos códices
y
donó a la misma toda su biblioteca personal.
Gran
aficionado a la música,
construyó
la sillería del coro de la catedral,
en
sus sínodos hizo hincapié
en
que los religiosos debían aprender a cantar el canto llano,
dotó
una capilla musical
con
maestros de capilla, cantores, organistas y mozos de coro
e
hizo componer el Cancionero de la Catedral de Segovia,
que
contiene 204 piezas musicales de música sacra y profana,
escrita
e interpretada durante sus más de tres décadas
como
obispo de la diócesis.
Mantuvo
una lucha política con el inquisidor Tomás de Torquemada,
que
condujo a que éste en 1487
abriera
una investigación sobre sus padres,
su
abuela materna, Catalina González,
y
otros miembros de la familia,
bajo
la acusación post mortem de criptojudaísmo.
En
1490 don Juan desenterró a sus padres
para
evitar que los huesos fuesen quemados por la Inquisición
y
se trasladó a Roma para tratar de frenar el proceso.
Los
testimonios acusatorios eran sólidos
pero
finalmente monseñor obtuvo del Vaticano
la
absolución para su familia.
Murió
en Roma en 1497.
Su
cuerpo fue trasladado a la catedral de Segovia,
donde
yace en la actualidad, junto al denominado altar del Crucifijo.
El
escudo de armas de la familia figura en la catedral.
***
En
la ciudad de Segovia existen buenos ejemplos de casas fuertes,
castillos
urbanos con doble finalidad residencial y defensiva
de
los que se conservan torreones
como
el de Hércules, el de Lozoya, el de Arias Dávila...
Las
familias nobles se aficionaron
a
levantar estas atalayas en sus palacios
a
causa de las desavenencias surgidas entre ellas.
El
Palacio de los Arias Dávila, situado en la calle Colón,
junto
a la plaza del Doctor Laguna,
fue
construido por el patriarca de la familia, Diego Arias,
en
estilo gótico-mudéjar, muy en boga en el reinado de Enrique IV.
De
él se conserva en buen estado la torre,
aunque
el cuerpo alto o caballero es un añadido porterior.
Está
decorada con el tradicional esgrafiado segoviano.
Tiene
ventanas con alfiz (recuadro de arco árabe).
La
rematan almenas con blasones y aspilleras.
El
palacio estaba dispuesto alrededor de un patio porticado.
Tenía
dos torreones, de los que sólo se ha conservado uno.
La
otra torre, menor, fue truncada
y
oculta su traza bajo la moderna fachada.
En
el siglo XVI, el nieto de don Diego y conde de Puñonrostro,
Pedro
Arias Dávila (Segovia, 1468 – León Viejo, Nicaragua, 1531),
remodeló
el palacio, pero conservó las torres.
En
tiempos recientes, el palacio fue parador durante algún tiempo.
Después
éste se cerró
y
en el edificio se instaló la Delegación de Hacienda.
Desde
1943 las obras de reforma han sido constantes
(1978,
1999, 2000, 2003, 2007),
así
que es muy poco lo que se mantiene del antiguo palacio medieval
(algunas
salas situadas alrededor del patio,
cubiertas
con artesonados)
Las
columnas del patio,
columnas
anilladas únicas en el renacimiento segoviano
y
difíciles de datar,
han
sido trasladadas al atrio de la iglesia de San Nicolás
y
sustituidas por soportes de fundición.
El
patio ha sido cubierto con un techo acristalado.
Resulta
curioso que el palacio que construyó Arias Dávila,
tesorero
del rey,
haya
sido transformado en Agencia Tributaria.
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