Jerónimo López de Ayala y Álvarez de Toledo, Conde
de Cedillo
Abril, 1919
BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA
INFORMES OFICIALES
TOMO LXXIV - CUADERNO IV
LA IGLESIA
DE LA VERA-CRUZ EN SEGOVIA
Habiéndome sido comunicada, con fecha 18 del
pasado mes de Febrero, mi designación para informar acerca de la comunicación
que dirige al Excmo. Sr. Director de la Academia el Excelentísimo Sr. Obispo
de Segovia, sobre conveniencia de declaración de monumento nacional de la
iglesia de la Vera-Cruz de aquella capital, en cumplimiento de mi encargo,
tengo el honor de someter á la consideración y aprobación de la Academia el
siguiente proyecto de informe:
A unos dos kilómetros al NO. del centro de Segovia,
y dentro de su término municipal, próximo al suburbio de San Marcos, sito á
la derecha del río Eresma, y no lejos del pequeño pueblo de Zamarramala,
yérguese en un recuesto «un santuario sin culto, solitario y misterioso, donde
el arqueólogo y el poeta pueden estudiar y soñar de consuno» [Lampérez: Historia de la Arquitectura Cristiana
Española en la Edad Media, tomo I (Madrid, 1908), pág. 499]; es la
iglesia en lejanos días dicha del Santo Sepulcro, y poco más tarde, de la
Vera-Cruz, y vulgarmente conocida por Los
Templarios.
No es ciertamente éste un monumento desconocido,
antes bien todo lo contrario. Su proximidad á Segovia, la despejada situación
en que tiene su asiento y lo desusado de su fábrica, al exterior bien patente,
entre otras causas, atrajeron desde mucho tiempo ha la atención de
historiadores, artistas, arqueólogos, viajeros y paseantes, y así el edificio
fué muy visitado, descrito, estudiado y ponderado. Colmenares, en el siglo
XVII; Bosarte, Gómez de Somorrostro, Caveda, Quadrado, Amador de los Ríos y
Lampérez, en el XIX; el mismo Lampérez, Colorado y Lecea, en el XX, entre
otros escritores, ocupáronse más ó menos extensamente en la iglesia de la
Vera-Cruz, en su descripción y en su historia.
Desbrozado así el camino,
fácil es la gestión de la Academia á los efectos del informe que su
dignísimo Correspondiente el Sr. Obispo de Segovia de ella solicita, reducida
en este caso á dictaminar si el edificio de referencia es digno ó no de ser
oficialmente inscrito en el Catálogo de los Monumentos nacionales.
Fué en el reinado del Emperador Alfonso VII cuando
pudo haber tenido principio en España la Religión del Temple [Rodríguez
Campomanes (D. Pedro): Dissertaciones
históricas del Orden y Cavalleria de los Templarios (Madrid,
M.DCC.XLVII).— En el «Prólogo»]. En Castilla, «no mucho antes de 1143», según
un historiógrafo de la Orden [López (D. Santiago): Historia y tragedia de los Templarios (Madrid, 1813).—Discurso 1º,
pág. 38], tal vez antes de 1140, estaba ya afianzada y pronto contó entre
nosotros con numerosos templos y conventos. Venía el Emperador favoreciendo á
los segovianos en premio de sus servicios, debido en parte á lo cual hubo ya
de cobrar Segovia gran importancia por aquel entonces.
«No repugna á la razón
—dice el moderno cronista de Segovia, D. Carlos de Lecea y García—, antes
bien, verosímil parece, según estas indicaciones, que, arraigados los
Templarios en Castilla antes de 1140, fuera entonces cuando adquirieron el
término suyo de Miraflores, arrabal de Segovia, donde andando los tiempos
surgió el pueblo de Zamarramala.
No es recio de creer tampoco que su amor y
su entusiasmo por la Tierra Santa, teatro de sus gloriosas hazañas, cuya
conquista había dado origen á la Orden de Caballería de su nombre, los
sugiriese el noble pensamiento de erigir á la vista y bajo el amparo del
formidable alcázar segoviano, el originalísimo templo que les recordara de
continuo aquel otro donde se guardó el Sepulcro adorable del Redentor» [Informe
redactado en 17 de Enero de 1902 y dirigido á la Comisión de Monumentos de
Segovia, inserto en el folleto del mismo autor, titulado Los templos antiguos de Segovia (Segovia, 1912).— Vid. el artículo
ó apartado XVII: La Vera-Cruz ó los
Templarios, pág. 76].
Cuanto á que fueran los Templarios los fundadores
de la iglesia de que se trata, parece fuera de toda duda, aunque tan sólo como
simple creencia acogió la noticia el cauto y benemérito Quadrado [Salamanca, Ávila y Segovia (Barcelona,
1884), pág. 637; 3ª parte, capítulo V]. Acerca de esto la tradición es
constante en Segovia; afírmalo sin vacilaciones el historiador Colmenares [Historia de la insigne ciudad de Segovia...
(Segovia, 1637), cap. XIX, párrafo IV, pág. 167] y corrobóralo la crítica
moderna, después de examinar y analizar la vetusta y curiosa fábrica.
Pero
con esta firme creencia, ó más bien absoluta certeza moral, hemos de
contentarnos, sin que nos sea dable pasar más adelante en ello, pues ni
Mariana, ni Argote de Molina, ni Rodríguez Campomanes, autores que enumeran y
mencionan expresamente muchas de las posesiones ele los Templarios en España,
mientan para nada este templo de la Vera-Cruz, ni aun hacen con tal motivo la
menor alusión á Segovia.
No es tan fácil averiguar la fecha de la
edificación del templo y si éste se alzó en la segunda mitad del siglo XII
ó en los primeros años del XIII. Sobre el particular faltan los documentos y
se han dividido las opiniones, debiendo además observarse que la cronología
de los monumentos segovianos de aquella época es muy dudosa y que dista aún
mucho deestar fijada de un modo incontrovertible. El templo recibió
primeramente la denominación del Santo Sepulcro, por haber sido fabricado,
según se viene repitiendo hace siglos, sobre el modelo mismo del Sepulcro
Santo de Jerusalén, especie acerca de la cual no se tardará en volver.
Pero
si no consta el año de la erección del edificio, consta, en cambio, de un
modo fehaciente, el de su dedicación, que se verificó el día 13 de Abril del
año 1208 de nuestra era. La inscripción votiva en que así consta, en
caracteres de la época, abierta en una lápida que existe embebida en el
interior de la iglesia sobre el arco del Mediodía, de los cuatro que sostienen
la fábrica interior del sepulcro, fué mal leída por Colmenares [En la Historia de... Segovia... cap. XIX,
párrafo IV, en que se ocupó en la iglesia de la Vera-Cruz], induciendo á
error á algunos de los que le siguieron.
El insigne D. José María Quadrado
restituyó la verdadera lección, que es como sigue:
Hec sacra fundantes celesti sede locentur
atque suberrantes in eadem consocientur.
Dedicatio ecclie beati sepulcri idus aprilis era
MCCXLVI
[Puede verse esta transcripción de Quadrado en su
conocida obra Salamanca, Ávila y Segovia,
3ª parte, cap. V, pág. 638].
Estos ingenuos versos leoninos tienen todo el
candor propio de la Leyenda áurea. He aquí su versión al romance:
Los que han erigido este templo hallen un lugar en
la celeste Morada, y cuantos por bajo de él discurran únanse allí también
á ellos. La dedicación de la iglesia del Santo Sepulcro fué el día de los
idus de Abril de la era 1246.
[La razón de ser de esta frase estriba en la
estructura del templo, cuyo recinto central está dispuesto en dos pisos ó
plantas, en el superior de los cuales y en torno del sepulcro se reunían los
Caballeros, pudiendo circular el pueblo por el piso inferior y por el recinto
circundante].
Consagrada ya, pues, la iglesia, en su interior
recinto, y en torno del simulado sepulcro
que allí se ve, se congregarían los Templarios, moradores en tierra
segoviana, para elevar á Dios sus preces y cánticos y para recibir en su seno
á sus nuevos hermanos. Al mismo tiempo era la iglesia parroquial del arrabal
ó caserío de Miraflores, y siguió siéndolo hasta la erección del templo
parroquial de Zamarramala.
En 1224 ó 1226, el Papa Honorio III envió á los
Templarios de Segovia una reliquia de la verdadera Cruz del Redentor, que
aquéllos colocaron devotamente en el sagrado edículo, y sobre ella prestaban
juramento y pronunciaban sus votos los Caballeros al ingresar en la Orden.
En
razón á esta reliquia comenzó á denominarse el templo la Vera-Cruz,
denominación que ya conservó en adelante [En la iglesia del inmediato lugar
de Zamarramala se conserva esta reliquia de la Santa Cruz. Es un fragmento del
brazo derecho como de pulgada y media de largo, y está contenido en una cruz
de plata dorada, de estilo gótico, y adornada con perlas que regaló el mismo
Pontífice. (Madoz: Diccionario geográfico
de España, tomo XVI, artículo «Zamarramala». (pág. 454.)].
Pacíficamente poseyeron los Templarios aquel lugar de oración durante algo
más de un siglo, hasta la tan sonada abolición de la Orden del Temple, en
1312, por el Papa Clemente V, en el Concilio general de Viena del Delfinado.
Secuestrados los bienes que poseían en Castilla, como en los distintos reinos
de la cristiandad, retuvo el Rey algunos de ellos y cedió otros á las demás
Ordenes de Caballería, ignorándose qué suerte cupo por el momento al templo
de la Vera-Cruz de Segovia.
Pero más tarde ó más temprano, probablemente en
el mismo siglo XIV, el edificio y Priorato de la Vera-Cruz pasó á poder de la
religión de San Juan, formando la Encomienda de Miraflores, y bajo ella siguió
en culto hasta mediados del siglo XVII, en que, por propia comodidad, los
Priores de San Juan lo trasladaron á la iglesia de Zamarramala, que de arrabal
pasó á ser aldea, aunque conservando su jurisdicción eclesiástica en la
Vera-Cruz.
Hacia 1663 el templo de la Vera-Cruz quedó abandonado y durante
largo tiempo fué albergue abierto á viandantes pordioseros y á ganados
transeúntes.
Por los años 1846 tomóle á su cargo la Comisión de Monumentos
de Segovia y le hizo objeto de sus cuidados, dentro de la gran escasez de sus
recursos, y con algún auxilio pecuniario de la Diputación Provincial,
entablándose ya alguna gestión para que el Estado lo declarase monumento
nacional. La jurisdicción eclesiástica del templo pasó al Prelado de Segovia
cuando, en cumplimiento del Concordato de 1851, se erigió en Ciudad Real el
Priorato de las Ordenes Militares.
Penetrada la Real Academia de Bellas Artes de San
Fernando de la importancia de la iglesia de la Vera-Cruz, contribuyó por los
años de 1872 con algunas cantidades para el retejo y alguna otra obra de
necesidad absoluta en el antiguo santuario, é intervino oficialmente para que
la Comisión provincial de Monumentos siguiera teniéndole á su cargo, contra
las pretensiones del Párroco de Zamarramala, que retenía las llaves desde que
el templo fuera dependencia de la Orden de San Juan de Jerusalén.
Constante en sus propósitos la Comisión
segoviana, en Enero de 1902 confió á su digno Vocal D. Carlos de Lecea y
García el encargo de redactar un informe, que, en efecto, en 17 de Enero del
citado año evacuó en el seno de aquella Corporación, informe en que ponía
de relieve el excepcional interés de la vetusta fábrica. Como conclusión de
este escrito afirmaba su autor que el edificio merecía la consideración de
monumento artístico y nacional, y que las Reales Academias y el Estado
sancionasen lo que el común sentir de arqueólogos, artistas y eruditos venía
proclamando de luenga fecha; con tanto mayor motivo, cuanto que su buen estado de
conservación y el pequeño coste de algún ligero retejo no habrían de ser
carga pesada en el correspondiente presupuesto. Aprobó la Comisión el informe
del Sr. Lecea, y lo elevó en el mismo año 1902 á la Real Academia de San
Fernando, solicitando la declaración de monumento nacional, sin que por causas
ajenas á las voluntades de todos pasara adelante el asunto.
Tal es lo que se sabe de la historia del edificio;
tales son las vicisitudes por que ha pasado, y tales los esfuerzos hechos por
respetables entidades para librarle de la ruina. Pero la Academia cree
completar este informe agregando á lo ya dicho algunas consideraciones que,
por tocar de un modo directo á la historia artística de España, no son
ajenas á su Instituto, independientemente de que la Academia de Bellas Artes
de San Fernando emita su dictamen, si ha lugar á ello, considerando el
monumento desde sus peculiares puntos de vista.
Como documento notable para la historia del Arte
arquitectónico en España, la iglesia de la Vera-Cruz tiene —ya más arriba
quedó insinuado— gran importancia. Nadie diría hoy de ella que es de estilo gótico, como estampó Bosarte á
principios del pasado siglo [Viaje
artístico á varios pueblos de España, tomo I (Madrid 1804), página 42].
Templo románico es, de estilo románico
absoluto, según la autorizada opinión del Sr. Lampérez [Historia de la Arquitectura cristiana
española en la Edad Media..., tomo I, pág. 499], y á pesar de la fecha
de la consagración. Pero lo que más interés ofrece y le diferencia realmente
de los demás templos románicos segovianos y de los numerosísimos de este
arte que aun se conservan en el suelo español, son su planta y su trazado.
Ya
en la primera mitad del siglo XVII hizo observar Colmenares que su fábrica es
el modelo mismo del Sepulcro Santo de Jerusalén [Historia de... Segovia..., cap. XIX, párrafo IV, pág. 167]. El
monumento responde, en efecto, al simbolismo de la Milicia del Temple, que
acostumbra reproducir en sus santuarios la rotonda del venerado sepulcro
jerosolimitano, erigida en 680 por arquitectos sirios [Lampérez: ut supra, pág. 500]. Y si bien es
cierto que Amador de los Ríos se burló de la afirmación de Colmenares,
estudios posteriores muy concienzudos han demostrado, como oportunamente
observa el Sr. Lecea, que Colmenares estuvo más en lo cierto al hacer aquella
afirmación que Amador de los Ríos poniéndola en ridículo [Los templos antiguos de Segovia, pág.
79].
El templo segoviano de la Vera-Cruz, el navarro de Eunate y alguno más
poco tiempo ha descubierto y estudiado, solas construcciones de este género
que se conservan en España [Colorado: Segovia.
Ensayo de una crítica artística de sus monumentos (Segovia, 1908)]
—aunque comparadas entre sí la una con las otras ofrezcan profundísimas
diferencias—, así lo acreditan.
Sin duda la reproducción de la basílica
jerosolimitana que aquí se hizo (ya lo notó el perspicaz Quadrado) no sería
puntual, sino tan aproximada como se pudiera, pues diminuta y toscamente no
más se ensayaría al tenor de la relación de los peregrinos, según se
hallaba en el siglo XII, durante el dominio de los Cruzados [Salamanca, Ávila y Segovia, pág. 638].
Pero, de todos modos, la implantación de aquel tipo de orientalismo en plena
meseta castellana vieja hace que nuestro monumento templario adquiera no escaso
y manifiesto valor.
Un ilustre técnico de la Arquitectura y miembro
numerario de esta Academia de la Historia, el Sr. Lampérez, ya arriba
nombrado, realizó hace más de veinte años un perfecto estudio del trazado
geométrico del monumento [La Iglesia de
los Templarios en Segovia: en el Boletín de la Sociedad Española de
Excursiones, tomo VI, núm. 62 (correspondiente á Abril de 1898), pág.
36], cuya planta es un dodecágono con tres ábsides semicirculares adosados al
Oriente, y una cuadrada torre agregada al S.E., y dentro del cual recinto hay
otro interior concéntrico y semejante, que representa más especialmente el
edículo del de Jerusalén.
De la estructura y distribución interna del
edificio, de sus particularidades constructivas y decorativas, de su filiación
artística é índole de su románico, de su comparación y conexiones con el
desaparecido santuario parisino del Temple, de sus influencias mahometanas y
parcial mudejarismo, también, pero más recientemente, se ocupó con mucha
doctrina el mismo Sr. Lampérez [Historia
de la Arquitectura Cristiana Española en la Edad Media, tomo I, págs. 498
á 500].
La Academia aporta estas ideas y afirmaciones, como testimonios de la
gran monta del templo de la Vera-Cruz dentro de la historia de nuestra
arquitectura medieval, remitiéndose cuanto al más hondo estudio del elemento
artístico retrospectivo, á lo que pueda informar á la Superioridad la
Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Reconoce, en fin, esta de la
Historia, con el Sr. Lampérez, que el notabilísimo templo segoviano de la
Vera-Cruz «es un monumento de primera importancia», y que «por la disposición,
por la forma y por el trazado... es un monumento completo, típico y único en España de las singulares iglesias de
los Caballeros Templarios» [Vide ut supra,
págs. 498 y 500].
Cree, pues, la Real Academia de la Historia que puede
accederse á lo que de la Superioridad solicita el Excmo. señor Obispo de Segovia,
y que procede declarar monumento nacional á la por varios títulos
interesantísima iglesia de la Vera-Cruz, que se alza, desde hace más de siete
siglos, en las afueras de aquella ciudad castellana.»
La Academia, no obstante, con arreglo á su superior
criterio, resolverá lo más conveniente y acertado.
Madrid, 7 de Marzo de 1919.
EL CONDE DE CEDILLO.
La visitamos, por dentro, por fuera, nos sorprendió. Nunca había visto nada igual.
ResponderEliminarEres una enciclopedia.
Bss.
Hay otro sitio interesante y que quizás no habéis visitado, pero te lo comentaré por mensaje privado.
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