En
la Baja Edad Media, la ciudad de Segovia albergó
una
numerosa comunidad judía.
La
aljama contó a lo largo de su historia
con
al menos cinco sinagogas,
si
bien no todas ellas existieron conjuntamente.
En
1412 se promulgó la Provisión de Valladolid,
en
la que se disponía el apartamiento de los judíos
en
barrios separados de los cristianos.
Ello
concidió con la confiscación de la Sinagoga Mayor.
***
La
antigua Sinagoga Mayor fue el centro religioso
de
la comunidad hebrea segoviana.
Se
hallaba entre la calle de la Judería Vieja y la muralla,
paralela
a la calle de la Puerta del Sol.
La
entrada actual se realiza por la plaza del Corpus Christi,
atravesando
un típico corral segoviano
que
forma parte del conjunto del convento de las clarisas,
propietarias
del templo.
En
la confluencia de la plaza con la calle de la Judería Vieja,
en
el límite oriental del barrio,
estaba
la primera de las siete puertas que cerraron la judería
a
finales del siglo XV.
No
existen testimonios documentales que permitan
conocer
el momento de su construcción.
Su
estructura era similar a la de Santa María la Blanca de Toledo.
Su
orientación hacia el Sur, hacia Córdoba, capital del califato,
en
lugar de hacia el Este, hacia Jerusalén,
ha
hecho pensar que pudo levantarse sobre una mezquita anterior.
En
los siglos XI al XIII el oratorio de las mezquitas andalusíes
estaba
formado por tres naves perpendiculares al muro de la qibla,
separadas
por arcos de herradura,
y
esa disposición sirvió de modelo para algunas sinagogas,
como
la de Santa María la Blanca de Toledo
y
la del Corpus Christi de Segovia.
Amador
de los Ríos creyó que pudieran ser obra de un mismo alarife
y
Lambert pensaba que la segoviana fue imitación de la toledana;
en
cambio, según el Marqués de Lozoya,
el capitel de la sinagoga segoviana
no
es de origen musulmán sino románico.
«En
el año de 1410,
reinando
en España D. Juan Clarísimo [Juan II de Castilla],
en
el cual tiempo por ser el Rey de edad pequeña,
que
aún no había llegado a los catorce años [1406-1419],
la
nobilísima Reina Dª Catalina, madre suya,
era
Gobernadora de todo el Reino
[regencia
compartida con el infante Fernando de Antequera],
y
siendo Obispo de la ciudad de Segovia D. Juan de Tordesillas,
acaeció
una cosa admirable y espantosa en esta ciudad».
Se
acusó a varios judíos segovianos
de
haber profanado en su Sinagoga Mayor una hostia consagrada.
El
único relato de estos hechos se encuentra
en
la obra escrita en 1459 por el franciscano Alonso de Espina,
Fortalitium fidei
contra iudeos, sarracenos aliosque christiane fidei
inimicos.
Fray
Alonso indica que conoció los hechos
de
boca del agustino Martín de Córdoba,
a
quien a su vez se los había contado el dominico Juan de Canalejas,
testigo
presencial.
La
historia debe ser tomada con precauciones,
dada
la animadversión del autor hacia los judíos,
y
resulta difícilmente asumible en su redacción literal.
Cuenta
que el sacristán de la iglesia de San Facundo tenía deudas
y
fue a pedir un préstamo a Don Mayr Alguadex,
un
adinerado judío de la ciudad,
rab
de la Corte y que había sido médico del difunto Enrique III.
Éste
accedió a prestarle el dinero
si
a cambio le entregaba una hostia consagrada.
El
sacristán aceptó y una noche se realizó en cambio
(en
una calle hoy llamada del Malconsejo por lo que allí aconteció).
El
prestamista y un grupo de hebreos segovianos
organizaron
la profanación de la hostia en la Sinagoga Mayor.
Intentaron
hervirla pero no lo lograron,
les
entró miedo y decidieron entregar la sagrada forma
al
prior del monasterio dominico de la Santa Cruz de Segovia.
Éste
comunicó lo ocurrido al obispo Juan Vázquez,
y
éste informó del hecho a la reina Catalina de Lancaster,
madre
y tutora de Juan II,
que
se encontraba en ese momento en la ciudad.
Las
autoridades detuvieron a los acusados.
Se
ha apuntado que la verdadera causa del apresamiento
de
Mayr Alguadex y su grupo
fue
que había quien responsabilizaba al físico
de
la reciente muerte de Enrique III.
Estos
hechos determinaron la confiscación de la sinagoga.
En
1420 ya era templo cristiano, nombrado como “iglesia nueva”.
En
1421 la iglesia ya aparece citada como de Corpus Christi.
El
nuevo templo tenía difícil acomodo;
en
la ciudad de Segovia había muchas iglesias:
además
de la catedral, Segovia tenía
catorce
parroquias intra-muros y otro tanto extra-muros,
ocho
cenobios, cinco masculinos y tres femeninos,
y
otras iglesias, capillas y ermitas en el núcleo urbano y arrabales.
La
creación de una nueva parroquia
habría
restado feligreses, y con ello rentas, a las parroquias cercanas,
las
de San Miguel y San Martín.
La
resolución adoptada en 1421 por el obispo de Segovia
fue
anexionar Corpus Christi
a
la abadía de canónigos agustinos de Santa María de Párraces.
La
abadía de Párraces había sido fundada en el siglo XII
por
canónigos de la catedral de Segovia
en
el término municipal de Bercial, a 32 kilómetros de Segovia
(actualmente
de propiedad particular)
y
poseía la iglesia de San Blas,
situada
extra-muros de Segovia, en el actual barrio de San Marcos.
Como
refleja el documento de anexión a Párraces,
la
sinagoga ya había sido consagrada como iglesia
bajo
la advocación del Corpus Christi
antes
de su entrega a la comunidad agustina,
pues
la abadía recibió la posesión de
«la
eglesia nueva de Corpore Christi,
la
qual fue signoga de los judios».
Inicialmente
el propio abad de Párraces se hizo cargo de la iglesia,
debido
a la relevancia de la anexión.
Desde
1434 sin embargo hubo un rector al frente de la iglesia.
En
1478 se menciona la iglesia y sus posesiones
como
una granja de la abadía que sólo producía gastos.
En
1477 los canónigos cambiaron la ubicación del acceso a la iglesia
para
evitar problemas entre cristianos y judíos.
En
1481 se delimitó nuevamente el barrio de la judería.
La
nueva judería ocupaba una superficie mucho mayor
que
la del recinto apartado de 1412
y
su límite oriental se situó en la iglesia de Corpus Christi:
El
delegado regio supervisó el establecimiento de la judería y dispuso
«quel
primero sitio de la dicha juderia
de
la dicha çibdad e sus arravales,
que
fuese e sea acerca de la yglesia de Corpus Christe
donde
esta un arco de cal e de ladrillo»
(en
la calle de la Judería Vieja desde la plaza de Corpus Christi).
En
1485 la aljama de judíos de Segovia denunciaba a los reyes
que
sobre la puerta de entrada a la iglesia,
situada
fuera de la judería pero a escasos metros,
se
había colocado un crucifijo con la intención
de
provocar a los judíos que entraban o salían de su barrio.
Los
Reyes Católicos atendieron la reclamación:
«Sepades
que Jaco Cachopo,
procurador
del aljama de los judios de la çibdad de Segovia, [...]
dis
que los dichos canonigos de la dicha iglesia
fisieron
poner e pusieron un cruçifixo
a
la puerta de un corral de la dicha iglesia
que
sale a la voca de la dicha juderia,
lo
qual dis que fue con ynteçion de les buscar achaques e calunias
e
perjudicar e dannar la dicha juderia,
en
lo qual dis que todos los judios e de la dicha aljama
resçebien
grand agravio e danno.
E
nos suplicaron e pedieron por merçed
que
sobre ello les proviesemos de remedio con justicia
como
la nuestra merçed fuese,
mandando
quitar la dicha ymagen e crucifixo
de
la dicha puerta de fuera
pues
es a la puerta e voca de la dicha juderia.
Y
si lo quisieran poner,
que
lo pongan dentro a la puerta de la dicha iglesia
e
non en el corral della,
pues
nunca avia estado alli y se avia puesto por la dicha cabsa».
Los
monarcas ordenaban a sus oficiales que
«sy
fallardes que [la imagen] fue puesta maliçiosamente,
proveays
en ello como cumple
a
servicio de Dios e al bien de la dicha çibdad,
de
manera que ninguna de las partes non resçiba agravio».
Entre
sus muros comenzó la revuelta comunera en Segovia:
El
29 de mayo de 1520 la iglesia acogió la reunión anual
de
los encargados de recaudar los impuestos locales.
Creció
la tensión entre los representantes reales y el pueblo
y
los rebeldes decidieron ahorcar a los cuadrilleros.
De
la iglesia salieron unas cien personas,
pero
cuando llegaron al fin de la ciudad
se
les habían unido más de dos mil.
Los
dos cuadrilleros estaban ya muertos
cuando
les ahorcaron en las afueras de la población.
Los
canónigos parracenses mantuvieron la propiedad de la iglesia
durante
150 años.
En
1565 la abadía fue disuelta por el papa a instancias de Felipe II
para
ser anexionada a la de El Escorial.
En
1571 el monasterio de San Lorenzo de El Escorial
vendió
«la casa que dizen del Corpus Christi».
Los
compradores fueron Manuel del Sello,
su
hermano Antonio y la mujer de éste, Juana de Tapia,
que
deseaban establecer en la iglesia y sus dependencias
un
convento de clarisas donde pudieran acogerse
las
mujeres “arrepentidas del pecado público”,
según
dice Colmenares,
mujeres
que hasta entonces estaban recogidas
en
el Hospital de San Miguel.
El
13 de enero de 1572 entraron procesionalmente en el convento
11
hermanas franciscanas de la Penitencia, mujeres arrepentidas,
acompañadas
de cuatro maestras;
y
dentro de él las esperaban cinco religiosas de San Antonio el Real.
Dos
transformaciones experimentó la sinagoga:
la
primera, al establecerse en ella los canónigos de Párraces,
y
la segunda, al convertirse en iglesia del convento de franciscas.
Fueron
los parracenses quienes construyeron el actual convento,
en
el solar de una casa que se hallaba junto a la sinagoga.
En
cambio, las reformas introducidas por los agustinos en el templo
fueron
menores, limitadas al cambio de ubicación de la puerta.
Las
obras principales que modificaron la sinagoga
fueron
efectuadas por las monjas.
En
la actualidad, desde el exterior de la ciudad se puede contemplar
la
cabecera del templo, que se monta sobre la muralla.
La
sinagoga no fue edificada del tal modo,
interceptando
el servicio del amurallamiento.
Ni
tampoco a los agustinos
se
les permitió ocupar todo el terreno libre hasta la muralla.
Fue
en el siglo XVII, cuando ésta había perdido su función,
cuando
las monjas levantaron el cuerpo posterior de la sinagoga.
José
María Quadrado la visitó en 1884 y la describió así:
«Solo
una puerta de gótico bocel descubre el edificio
en
el tránsito de la calle Real a la plaza;
y
atravesado el patio, parecen tres naves
divididas
por dos filas de arcos de herradura y de pilares octógonos
con
gruesos capiteles de piñas y cintas entrelazadas,
ni
mas ni menos que en Santa María la Blanca de Toledo.
Por
cima de los arcos corre lo mismo que allí
una
serie de ventanas figuradas
en
que alternan las de lóbulos con las de ultra-semicírculo,
los
techos son de madera en dos vertientes;
parecen
en un todo ajustadas a igual tipo arábigo
entrambas
sinagogas.
Cerróse
para el coro bajo de las monjas
un
trozo de las naves de esta,
y
en la pared del fondo se muestra la hendidura horizontal
abierta
por el temblor que acompañó al sacrilegio».
Joaquín
María Gastellarnau rebatía pocos años después:
«Si
la clausura del convento no hubiera impedido al Sr. Cuadrado
examinar
la pared del fondo del coro,
y,
sobre todo, si pudiera verla hoy, después del incendio,
de
seguro que á su perspicacia no se le ocultaría
que
dicha pared nunca formó parte de la Sinagoga Mayor».
La
noche del 2 de agosto de 1899 un incendio destruyó el templo.
Ese
mismo año, don Joaquín María Gastellarnau,
Caballero
Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica,
entregaba
a la Real Academia de la Historia
un
informe titulado “Lo que queda de la Sinagoga Mayor de Segovia
después
del incendio de la iglesia de Corpus Christi”:
«La
que en un tiempo fué Sinagoga mayor de Segovia
y
ayer era la iglesia y convento de Corpus-Christi,
ha
desaparecido en las primeras horas del día 3 de Agosto.
Poco
antes de terminar el día 2, una columna de humo y llamas,
que
casi de repente elevóse por los aires,
dio
el primer aviso á los habitantes de Segovia
de
que se había declarado el incendio
en
tan preciado monumento judaico.
A
los pocos momentos toda la iglesia
estaba
convertida en una inmensa hoguera,
y
el fuego se propagaba con espantosa rapidez
por
las dependencias del convento.
A
las dos de la madrugada, con horrible estrépito
se
vino abajo la techumbre de la antigua Sinagoga,
llenando
con sus maderos y vigas encendidas el fondo de las naves,
desde
las cuales se desprendían inmensas llamas que,
después
de atravesar los majestuosos arcos de herradura
y
lamer sus afiligranados capiteles,
elevábanse
por encima de los muros
formando
un torbellino de fuego de increíble altura.
Los
esfuerzos de todos, llevados á cabo con el más noble heroísmo,
fueron
impotentes para impedir que el incendio arrebatara
aquella
joya arquitectónica;
y
todo salvamento se hizo imposible desde los primeros momentos.
Una
de las 19 religiosas que habitaban el convento
murió
entre las llamas.
¿Cuál
fué la causa del incendio y por dónde empezó?
Cuestiones
son éstas que probablemente permanecerán siempre
envueltas
en la obscuridad más completa.
Lo
cierto es que los primeros albores del naciente día
sólo
pudieron iluminar las informes y humeantes ruinas
de
la que fué en un día rival de Santa María la Blanca de Toledo,
pues
otra cosa que ruinas no quedaba ya.
Después
del incendio permanecen en pie
los
muros gruesos de la iglesia, los del coro y de la sacristía,
y
las dos magníficas arcadas que trazaban la nave central.
La
cúpula del presbiterio está hundida
y
de toda la demás techumbre, que era de madera,
no
quedan ni siquiera rastros».
[...]
«Para
la historia de nuestra arquitectura,
la
desaparición de la iglesia de Corpus-Christi
ha
sido una pérdida irreparable.
Lo
que el fuego ha respetado, ¿acabará de perderse
por
falta de una mano piadosa que lo salve de la ruina?»
La
respuesta de la sociedad segoviana posibilitó una reconstrucción
que
permitió en 1902 el regreso de las clarisas a su convento.
Parcerisa, 1865 |
En
2001 el Ayuntamiento abordó una mejor rehabilitación
(vidrieras,
yeserías y capiteles de la ornamentación original),
basándose
en los restos subsistentes y en la información disponible:
La
descripción de Quadrado,
un
cuadro de Ricardo Madrazo
(pintado
en 1883 y hoy conservado en el Museo Zuloaga),
una
litografía de Francisco Javier Parcerisa
(Recuerdos y Bellezas de España, 1865).
De
después del incendio hay fotografías de Joaquín Castellarnau
(colección
Alfonso Ceballos)
que
muestran cómo quedó el templo.
Madrazo, 1883 |
El
16 de julio de 2004 la iglesia fue reabierta.
En
la actualidad sigue siendo la capilla
del
convento de las Hermanas Clarisas,
que
tienen un taller de encuadernación.
Atravesada
la portada gótica que da a la calle, hay un patio interior.
A
su derecha queda el convento.
Al
otro lado del patio está la puerta del templo.
En
la entrada de la iglesia,
un
cuadro de Vicente Cutanda, titulado “El Milagro de la Eucaristía”,
realizado
y colocado en el templo en 1902,
recoge
el episodio de la hostia consagrada.
***
Junto
a la Sinagoga Mayor, hubo en Segovia al menos otras cuatro,
que
no se han conservado:
La
Sinagoga Vieja.
Estuvo
ubicada en la actual plaza de la Merced.
Aparece
documentada por primera vez en 1412,
cuando
fue cedida por la regente Catalina de Lancaster
a
los frailes de Santa María de la Merced
en
compensación por los solares que esta comunidad entregó
para
el apartamientos de los judíos.
El
solar ocupado por el convento de la Merced
fue
utilizado en el siglo XIX para abrir una plaza
frente
a la iglesia de San Andrés.
Junto
a la sinagoga se encontraba una carnicería
y
una de las dos escuelas talmúdicas de la ciudad.
La
Sinagoga de los Ibáñez.
Se
encontraba en el centro de la judería,
en
la actual plaza de San Geroteo, entre la muralla y la catedral,
en
el solar ahora ocupado por el colegio de las Madres Jesuitinas.
Fue
conocida como Nueva Sinagoga Mayor,
ya
que se construyó hacia 1412
para
sustituir a la confiscada Sinagoga Mayor.
La
sinagoga fue comprada por el cabildo de la catedral a los judíos
el
6 de julio de 1492
y
luego la intercambió por otra propiedad con los Ibáñez.
Éstos
la transformaron en su residencia.
En
1507 pertenecía a Bartolomé Ibáñez,
que
dio nombre a la plazuela que se
extendía delante de sus casas
y
en cuya familia siguió el edificio hasta finales del siglo XIX.
En
1920 su propietario vendió la finca en pública subasta
y
la adquirió el Instituto Religioso Hijas de Jesús,
al
cual sigue perteneciendo.
El
aspecto de la finca responde a las obras realizadas en el siglo XVII.
De
la sinagoga se conservan algunos vestigios:
En
los años 80 del siglo XX las jesuitinas reformaron el colegio;
al
demoler los edificios que se habían agregado al bloque primitivo
se
descubrieron los restos de un miqwah o baño ritual
y
aparecieron en los muros un ojo de buey y unos arcos con yeserías.
Pero
es difícil su visita.
La
Sinagoga del Campo.
Estuvo
en el inicio del adarve de la calle Martínez Campos,
frente
a la Puerta de San Andrés, cerca de la plaza del Socorro,
donde
hoy se levanta el monumento al folclorista Agapito Marazuela.
Se
tiene constancia documental de que fue erigida hacia 1456,
junto
al patio conocido como "Corralillo de los Huesos";
en
ese documento, doña Elvira, esposa del converso Diego Arias,
hacía
entrega al maestre Samaya, físico de Enrique IV,
de
varios enriques de oro,
para
la Sinagoga del Campo, que a la sazón se obraba en Segovia.
Hubo
junto a ella una de las tres carnicerías de la aljama,
a
la que debe su nombre el corral.
Contaba
con un hospital anejo.
Estaba
muy cerca de la Nueva Sinagoga Mayor,
tanto
que en ocasiones se ha creído que eran la misma.
Tras
la expulsión de los judíos, la propiedad del edificio
pasó
a manos del alcaide del alcázar, Diego del Castillo.
El
corral ha quedado integrado
en
la ampliación de la residencia estudiantil de las Jesuitinas
que
existe entre la Plaza de San Geroteo,
la
calle Martínez Campos y la calle de la Refitolería.
La
Sinagoga de Burgos.
Se
hallaba fuera de la judería, en la parroquia de San Miguel,
según
figura en un documento de 1358;
ha
sido situada en el número 17 de la calle de Escuderos.
Quizás
pertenecía a un grupo de judíos procedentes de Burgos.
Fue
expropiada en 1412 al efectuarse el apartamiento de los judíos.
El
último testimonio sobre su existencia es de 1418,
en
un documento en el que se menciona
«una
casa pequenna de la dicha yglesia [catedral]
que
esta junta con la signoga de Burgos».
Hay
quien apunta la existencia de dos sinagogas más,
pero
no hay ninguna información sobre ellas.
Parece el portón de una gran casa, si no sabes lo que buscas, puede pasar desapercibido. Pero si, dimos con ella y la visitamos.
ResponderEliminarPese a estar muy reconstruida, sigue teniendo un gran valor histórico.
EliminarY, como TENÉIS que volver (además, Segovia os pilla cerquita), si no habéis visitado el cementerio judío, incluidlo para la próxima ocasión. No es un monumento espectacular, claro, pero es muy interesante. Y desde él se tiene una bonita panorámica de la ciudad.