lunes, 12 de mayo de 2014

SEGOVIA. Judería. Sinagoga Mayor (Iglesia Corpus Christi)



En la Baja Edad Media, la ciudad de Segovia albergó
una numerosa comunidad judía.
La aljama contó a lo largo de su historia
con al menos cinco sinagogas,
si bien no todas ellas existieron conjuntamente.

En 1412 se promulgó la Provisión de Valladolid,
en la que se disponía el apartamiento de los judíos
en barrios separados de los cristianos.

Ello concidió con la confiscación de la Sinagoga Mayor.


***


La antigua Sinagoga Mayor fue el centro religioso
de la comunidad hebrea segoviana.
Se hallaba entre la calle de la Judería Vieja y la muralla,
paralela a la calle de la Puerta del Sol.
La entrada actual se realiza por la plaza del Corpus Christi,
atravesando un típico corral segoviano
que forma parte del conjunto del convento de las clarisas,
propietarias del templo.
En la confluencia de la plaza con la calle de la Judería Vieja,
en el límite oriental del barrio,
estaba la primera de las siete puertas que cerraron la judería
a finales del siglo XV.


No existen testimonios documentales que permitan
conocer el momento de su construcción.
Su estructura era similar a la de Santa María la Blanca de Toledo.
Su orientación hacia el Sur, hacia Córdoba, capital del califato,
en lugar de hacia el Este, hacia Jerusalén,
ha hecho pensar que pudo levantarse sobre una mezquita anterior.
En los siglos XI al XIII el oratorio de las mezquitas andalusíes
estaba formado por tres naves perpendiculares al muro de la qibla,
separadas por arcos de herradura,
y esa disposición sirvió de modelo para algunas sinagogas,
como la de Santa María la Blanca de Toledo
y la del Corpus Christi de Segovia.
Amador de los Ríos creyó que pudieran ser obra de un mismo alarife
y Lambert pensaba que la segoviana fue imitación de la toledana;
en cambio, según el Marqués de Lozoya,
el  capitel de la sinagoga segoviana
no es de origen musulmán sino románico.


«En el año de 1410,
reinando en España D. Juan Clarísimo [Juan II de Castilla],
en el cual tiempo por ser el Rey de edad pequeña,
que aún no había llegado a los catorce años [1406-1419],
la nobilísima Reina Dª Catalina, madre suya,
era Gobernadora de todo el Reino
[regencia compartida con el infante Fernando de Antequera],
y siendo Obispo de la ciudad de Segovia D. Juan de Tordesillas,
acaeció una cosa admirable y espantosa en esta ciudad».

Se acusó a varios judíos segovianos
de haber profanado en su Sinagoga Mayor una hostia consagrada.
El único relato de estos hechos se encuentra
en la obra escrita en 1459 por el franciscano Alonso de Espina,
Fortalitium fidei
contra iudeos, sarracenos aliosque christiane fidei inimicos.
Fray Alonso indica que conoció los hechos
de boca del agustino Martín de Córdoba,
a quien a su vez se los había contado el dominico Juan de Canalejas,
testigo presencial.
La historia debe ser tomada con precauciones,
dada la animadversión del autor hacia los judíos,
y resulta difícilmente asumible en su redacción literal.

Cuenta que el sacristán de la iglesia de San Facundo tenía deudas
y fue a pedir un préstamo a Don Mayr Alguadex,
un adinerado judío de la ciudad,
rab de la Corte y que había sido médico del difunto Enrique III.
Éste accedió a prestarle el dinero
si a cambio le entregaba una hostia consagrada.
El sacristán aceptó y una noche se realizó en cambio
(en una calle hoy llamada del Malconsejo por lo que allí aconteció).

El prestamista y un grupo de hebreos segovianos
organizaron la profanación de la hostia en la Sinagoga Mayor.

Intentaron hervirla pero no lo lograron,
les entró miedo y decidieron entregar la sagrada forma
al prior del monasterio dominico de la Santa Cruz de Segovia.
Éste comunicó lo ocurrido al obispo Juan Vázquez,
y éste informó del hecho a la reina Catalina de Lancaster,
madre y tutora de Juan II,
que se encontraba en ese momento en la ciudad.
Las autoridades detuvieron a los acusados.

Se ha apuntado que la verdadera causa del apresamiento
de Mayr Alguadex y su grupo
fue que había quien responsabilizaba al físico
de la reciente muerte de Enrique III.


Estos hechos determinaron la confiscación de la sinagoga.
En 1420 ya era templo cristiano, nombrado como “iglesia nueva”.
En 1421 la iglesia ya aparece citada como de Corpus Christi.


El nuevo templo tenía difícil acomodo;
en la ciudad de Segovia había muchas iglesias:
además de la catedral, Segovia tenía
catorce parroquias intra-muros y otro tanto extra-muros,
ocho cenobios, cinco masculinos y tres femeninos,
y otras iglesias, capillas y ermitas en el núcleo urbano y arrabales.
La creación de una nueva parroquia
habría restado feligreses, y con ello rentas, a las parroquias cercanas,
las de San Miguel y San Martín.
La resolución adoptada en 1421 por el obispo de Segovia
fue anexionar Corpus Christi
a la abadía de canónigos agustinos de Santa María de Párraces.


La abadía de Párraces había sido fundada en el siglo XII
por canónigos de la catedral de Segovia
en el término municipal de Bercial, a 32 kilómetros de Segovia
(actualmente de propiedad particular)
y poseía la iglesia de San Blas,
situada extra-muros de Segovia, en el actual barrio de San Marcos.

Como refleja el documento de anexión a Párraces,
la sinagoga ya había sido consagrada como iglesia
bajo la advocación del Corpus Christi
antes de su entrega a la comunidad agustina,
pues la abadía recibió la posesión de
«la eglesia nueva de Corpore Christi,
la qual fue signoga de los judios».

Inicialmente el propio abad de Párraces se hizo cargo de la iglesia,
debido a la relevancia de la anexión.
Desde 1434 sin embargo hubo un rector al frente de la iglesia.
En 1478 se menciona la iglesia y sus posesiones
como una granja de la abadía que sólo producía gastos.

En 1477 los canónigos cambiaron la ubicación del acceso a la iglesia
para evitar problemas entre cristianos y judíos.

En 1481 se delimitó nuevamente el barrio de la judería.
La nueva judería ocupaba una superficie mucho mayor
que la del recinto apartado de 1412
y su límite oriental se situó en la iglesia de Corpus Christi:
El delegado regio supervisó el establecimiento de la judería y dispuso
«quel primero sitio de la dicha juderia
de la dicha çibdad e sus arravales,
que fuese e sea acerca de la yglesia de Corpus Christe
donde esta un arco de cal e de ladrillo»
(en la calle de la Judería Vieja desde la plaza de Corpus Christi).

En 1485 la aljama de judíos de Segovia denunciaba a los reyes
que sobre la puerta de entrada a la iglesia,
situada fuera de la judería pero a escasos metros,
se había colocado un crucifijo con la intención
de provocar a los judíos que entraban o salían de su barrio.
Los Reyes Católicos atendieron la reclamación:
«Sepades que Jaco Cachopo,
procurador del aljama de los judios de la çibdad de Segovia, [...]
dis que los dichos canonigos de la dicha iglesia
fisieron poner e pusieron un cruçifixo
a la puerta de un corral de la dicha iglesia
que sale a la voca de la dicha juderia,
lo qual dis que fue con ynteçion de les buscar achaques e calunias
e perjudicar e dannar la dicha juderia,
en lo qual dis que todos los judios e de la dicha aljama
resçebien grand agravio e danno.
E nos suplicaron e pedieron por merçed
que sobre ello les proviesemos de remedio con justicia
como la nuestra merçed fuese,
mandando quitar la dicha ymagen e crucifixo
de la dicha puerta de fuera
pues es a la puerta e voca de la dicha juderia.
Y si lo quisieran poner,
que lo pongan dentro a la puerta de la dicha iglesia
e non en el corral della,
pues nunca avia estado alli y se avia puesto por la dicha cabsa».
Los monarcas ordenaban a sus oficiales que
«sy fallardes que [la imagen] fue puesta maliçiosamente,
proveays en ello como cumple
a servicio de Dios e al bien de la dicha çibdad,
de manera que ninguna de las partes non resçiba agravio».


Entre sus muros comenzó la revuelta comunera en Segovia:
El 29 de mayo de 1520 la iglesia acogió la reunión anual
de los encargados de recaudar los impuestos locales.
Creció la tensión entre los representantes reales y el pueblo
y los rebeldes decidieron ahorcar a los cuadrilleros.
De la iglesia salieron unas cien personas,
pero cuando llegaron al fin de la ciudad
se les habían unido más de dos mil.
Los dos cuadrilleros estaban ya muertos
cuando les ahorcaron en las afueras de la población.


Los canónigos parracenses mantuvieron la propiedad de la iglesia
durante 150 años.
En 1565 la abadía fue disuelta por el papa a instancias de Felipe II
para ser anexionada a la de El Escorial.
En 1571 el monasterio de San Lorenzo de El Escorial
vendió «la casa que dizen del Corpus Christi».


Los compradores fueron Manuel del Sello,
su hermano Antonio y la mujer de éste, Juana de Tapia,
que deseaban establecer en la iglesia y sus dependencias
un convento de clarisas donde pudieran acogerse
las mujeres “arrepentidas del pecado público”,
según dice Colmenares,
mujeres que hasta entonces estaban recogidas
en el Hospital de San Miguel.

El 13 de enero de 1572 entraron procesionalmente en el convento
11 hermanas franciscanas de la Penitencia, mujeres arrepentidas,
acompañadas de cuatro maestras;
y dentro de él las esperaban cinco religiosas de San Antonio el Real.


Dos transformaciones experimentó la sinagoga:
la primera, al establecerse en ella los canónigos de Párraces,
y la segunda, al convertirse en iglesia del convento de franciscas.

Fueron los parracenses quienes construyeron el actual convento,
en el solar de una casa que se hallaba junto a la sinagoga.

En cambio, las reformas introducidas por los agustinos en el templo
fueron menores, limitadas al cambio de ubicación de la puerta.

Las obras principales que modificaron la sinagoga
fueron efectuadas por las monjas.

En la actualidad, desde el exterior de la ciudad se puede contemplar
la cabecera del templo, que se monta sobre la muralla.
La sinagoga no fue edificada del tal modo,
interceptando el servicio del amurallamiento.
Ni tampoco a los agustinos
se les permitió ocupar todo el terreno libre hasta la muralla.
Fue en el siglo XVII, cuando ésta había perdido su función,
cuando las monjas levantaron el cuerpo posterior de la sinagoga.


José María Quadrado la visitó en 1884 y la describió así:
«Solo una puerta de gótico bocel descubre el edificio
en el tránsito de la calle Real a la plaza;
y atravesado el patio, parecen tres naves
divididas por dos filas de arcos de herradura y de pilares octógonos
con gruesos capiteles de piñas y cintas entrelazadas,
ni mas ni menos que en Santa María la Blanca de Toledo.
Por cima de los arcos corre lo mismo que allí
una serie de ventanas figuradas
en que alternan las de lóbulos con las de ultra-semicírculo,
los techos son de madera en dos vertientes;
parecen en un todo ajustadas a igual tipo arábigo
entrambas sinagogas.
Cerróse para el coro bajo de las monjas
un trozo de las naves de esta,
y en la pared del fondo se muestra la hendidura horizontal
abierta por el temblor que acompañó al sacrilegio».
Joaquín María Gastellarnau rebatía pocos años después:
«Si la clausura del convento no hubiera impedido al Sr. Cuadrado
examinar la pared del fondo del coro,
y, sobre todo, si pudiera verla hoy, después del incendio,
de seguro que á su perspicacia no se le ocultaría
que dicha pared nunca formó parte de la Sinagoga Mayor».


La noche del 2 de agosto de 1899 un incendio destruyó el templo.

Ese mismo año, don Joaquín María Gastellarnau,
Caballero Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica,
entregaba a la Real Academia de la Historia
un informe titulado “Lo que queda de la Sinagoga Mayor de Segovia
después del incendio de la iglesia de Corpus Christi”:


«La que en un tiempo fué Sinagoga mayor de Segovia
y ayer era la iglesia y convento de Corpus-Christi,
ha desaparecido en las primeras horas del día 3 de Agosto.
Poco antes de terminar el día 2, una columna de humo y llamas,
que casi de repente elevóse por los aires,
dio el primer aviso á los habitantes de Segovia
de que se había declarado el incendio
en tan preciado monumento judaico.
A los pocos momentos toda la iglesia
estaba convertida en una inmensa hoguera,
y el fuego se propagaba con espantosa rapidez
por las dependencias del convento.
A las dos de la madrugada, con horrible estrépito
se vino abajo la techumbre de la antigua Sinagoga,
llenando con sus maderos y vigas encendidas el fondo de las naves,
desde las cuales se desprendían inmensas llamas que,
después de atravesar los majestuosos arcos de herradura
y lamer sus afiligranados capiteles,
elevábanse por encima de los muros
formando un torbellino de fuego de increíble altura.
Los esfuerzos de todos, llevados á cabo con el más noble heroísmo,
fueron impotentes para impedir que el incendio arrebatara
aquella joya arquitectónica;
y todo salvamento se hizo imposible desde los primeros momentos.
Una de las 19 religiosas que habitaban el convento
murió entre las llamas.
¿Cuál fué la causa del incendio y por dónde empezó?
Cuestiones son éstas que probablemente permanecerán siempre
envueltas en la obscuridad más completa.
Lo cierto es que los primeros albores del naciente día
sólo pudieron iluminar las informes y humeantes ruinas
de la que fué en un día rival de Santa María la Blanca de Toledo,
pues otra cosa que ruinas no quedaba ya.
Después del incendio permanecen en pie
los muros gruesos de la iglesia, los del coro y de la sacristía,
y las dos magníficas arcadas que trazaban la nave central.
La cúpula del presbiterio está hundida
y de toda la demás techumbre, que era de madera,
no quedan ni siquiera rastros».
[...]
«Para la historia de nuestra arquitectura,
la desaparición de la iglesia de Corpus-Christi
ha sido una pérdida irreparable.
Lo que el fuego ha respetado, ¿acabará de perderse
por falta de una mano piadosa que lo salve de la ruina?»


La respuesta de la sociedad segoviana posibilitó una reconstrucción
que permitió en 1902 el regreso de las clarisas a su convento.

Parcerisa, 1865

En 2001 el Ayuntamiento abordó una mejor rehabilitación
(vidrieras, yeserías y capiteles de la ornamentación original),
basándose en los restos subsistentes y en la información disponible:
La descripción de Quadrado,
un cuadro de Ricardo Madrazo
(pintado en 1883 y hoy conservado en el Museo Zuloaga),
una litografía de Francisco Javier Parcerisa
(Recuerdos y Bellezas de España, 1865).
De después del incendio hay fotografías de Joaquín Castellarnau
(colección Alfonso Ceballos)
que muestran cómo quedó el templo.

Madrazo, 1883

El 16 de julio de 2004 la iglesia fue reabierta.

En la actualidad sigue siendo la capilla
del convento de las Hermanas Clarisas,
que tienen un taller de encuadernación.

Atravesada la portada gótica que da a la calle, hay un patio interior.
A su derecha queda el convento.
Al otro lado del patio está la puerta del templo.


En la entrada de la iglesia,
un cuadro de Vicente Cutanda, titulado “El Milagro de la Eucaristía”,
realizado y colocado en el templo en 1902,
recoge el episodio de la hostia consagrada.


***


Junto a la Sinagoga Mayor, hubo en Segovia al menos otras cuatro,
que no se han conservado:


La Sinagoga Vieja.
Estuvo ubicada en la actual plaza de la Merced.
Aparece documentada por primera vez en 1412,
cuando fue cedida por la regente Catalina de Lancaster
a los frailes de Santa María de la Merced
en compensación por los solares que esta comunidad entregó
para el apartamientos de los judíos.
El solar ocupado por el convento de la Merced
fue utilizado en el siglo XIX para abrir una plaza
frente a la iglesia de San Andrés.
Junto a la sinagoga se encontraba una carnicería
y una de las dos escuelas talmúdicas de la ciudad.


La Sinagoga de los Ibáñez.
Se encontraba en el centro de la judería,
en la actual plaza de San Geroteo, entre la muralla y la catedral,
en el solar ahora ocupado por el colegio de las Madres Jesuitinas.
Fue conocida como Nueva Sinagoga Mayor,
ya que se construyó hacia 1412
para sustituir a la confiscada Sinagoga Mayor.
La sinagoga fue comprada por el cabildo de la catedral a los judíos
el 6 de julio de 1492
y luego la intercambió por otra propiedad con los Ibáñez.
Éstos la transformaron en su residencia.
En 1507 pertenecía a Bartolomé Ibáñez,
que dio nombre  a la plazuela que se extendía delante de sus casas
y en cuya familia siguió el edificio hasta finales del siglo XIX.
En 1920 su propietario vendió la finca en pública subasta
y la adquirió el Instituto Religioso Hijas de Jesús,
al cual sigue perteneciendo.
El aspecto de la finca responde a las obras realizadas en el siglo XVII.
De la sinagoga se conservan algunos vestigios:
En los años 80 del siglo XX las jesuitinas reformaron el colegio;
al demoler los edificios que se habían agregado al bloque primitivo
se descubrieron los restos de un miqwah o baño ritual
y aparecieron en los muros un ojo de buey y unos arcos con yeserías.
Pero es difícil su visita.


La Sinagoga del Campo.
Estuvo en el inicio del adarve de la calle Martínez Campos,
frente a la Puerta de San Andrés, cerca de la plaza del Socorro,
donde hoy se levanta el monumento al folclorista Agapito Marazuela.
Se tiene constancia documental de que fue erigida hacia 1456,
junto al patio conocido como "Corralillo de los Huesos";
en ese documento, doña Elvira, esposa del converso Diego Arias,
hacía entrega al maestre Samaya, físico de Enrique IV,
de varios enriques de oro,
para la Sinagoga del Campo, que a la sazón se obraba en Segovia.
Hubo junto a ella una de las tres carnicerías de la aljama,
a la que debe su nombre el corral.
Contaba con un hospital anejo.
Estaba muy cerca de la Nueva Sinagoga Mayor,
tanto que en ocasiones se ha creído que eran la misma.
Tras la expulsión de los judíos, la propiedad del edificio
pasó a manos del alcaide del alcázar, Diego del Castillo.
El corral ha quedado integrado
en la ampliación de la residencia estudiantil de las Jesuitinas
que existe entre la Plaza de San Geroteo,
la calle Martínez Campos y la calle de la Refitolería.


La Sinagoga de Burgos.
Se hallaba fuera de la judería, en la parroquia de San Miguel,
según figura en un documento de 1358;
ha sido situada en el número 17 de la calle de Escuderos.
Quizás pertenecía a un grupo de judíos procedentes de Burgos.
Fue expropiada en 1412 al efectuarse el apartamiento de los judíos.
El último testimonio sobre su existencia es de 1418,
en un documento en el que se menciona
«una casa pequenna de la dicha yglesia [catedral]
que esta junta con la signoga de Burgos».


Hay quien apunta la existencia de dos sinagogas más,
pero no hay ninguna información sobre ellas.

2 comentarios:

  1. Parece el portón de una gran casa, si no sabes lo que buscas, puede pasar desapercibido. Pero si, dimos con ella y la visitamos.

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    1. Pese a estar muy reconstruida, sigue teniendo un gran valor histórico.

      Y, como TENÉIS que volver (además, Segovia os pilla cerquita), si no habéis visitado el cementerio judío, incluidlo para la próxima ocasión. No es un monumento espectacular, claro, pero es muy interesante. Y desde él se tiene una bonita panorámica de la ciudad.

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