Al pie de las Sierras Ancha y Aguda,
en las estribaciones occidentales de los Montes
de Toledo.
En la comarca toledana de La Jara,
en el municipio de Navalmoralejo,
muy cerca de la provincia de Cáceres,
se halla la Ciudad de Vascos.
En medio de un gran encinar,
en una zona escarpada y granítica junto al río
Huso
y el arroyo de La Mora.
Alejada de núcleos habitados.
Un lugar solitario, apartado, escondido.
A unos 7 kilómetros de Puente del Arzobispo,
tras cruzar el río Tajo en dirección a La
Estrella,
hay en la carretera un desvío a la derecha para
Navalmoralejo
y, a la misma altura, a mano izquierda, un camino
rural
que se interna en la finca de Fuentelapio
y conduce en 6 kilómetros a la Ciudad de Vascos,
que se encuentra en la finca de “Las Cucañas”,
propiedad de la familia Cavestany-Corsini.
***
El nombre de la población
debe ser derivación fonética de alguna palabra
árabe.
Se trata de una fundación omeya
que parece haber querido transmitir
simbólicamente
la idea del poder de la dinastía,
plasmada en la calidad constructiva de la muralla
y en la monumentalidad de sus puertas.
Pero se ignoran los motivos por los que,
desde Córdoba, los Omeyas decidieron
construir una ciudad en lugar tan remoto.
Probablemente se levantó
para defender un vado del río Tajo,
pero, por causas desconocidas,
se situó algo alejada, en un paraje aislado.
Para el control del vado se construyeron sendas
fortalezas
dependientes de Vascos, a ambos lados del Tajo,
de las que no se han conservado restos,
aunque la toponimia actual, de raíz árabe,
señala su existencia en las cercanas localidades
de Alcolea (Alqulaya, la pequeña fortaleza)
y Azután (Bury al-Sultan, la Torre del Sultán).
Vascos llegó a contar con 3.000 habitantes.
Hoy su acceso es una casi desconocida pista de
tierra,
pero hubo un tiempo en el que en Vascos habitaban
ganaderos, alfareros, herreros, curtidores,
tenderos…
En la alcazaba defendida por tropas,
el gobernador recibía a princesas y embajadores,
y controlaba la vecina frontera en las montañas
de Gredos.
Vascos estuvo habitada entre los siglos IX y XII.
Misteriosamente, la ciudad fue abandonada a
finales del siglo XI.
Desde entonces nadie volvió a habitarla,
como si una extraña maldición hubiera caído sobre
ella.
Quizás se debió a una epidemia.
Hay incluso quien ha hablado de abducciones
extraterrestres...
La ciudad quedó despoblada
pero su aislamiento posibilitó su conservación
y evitó su expolio,
aunque a lo largo de los siglos los campesinos de
la zona
han excavado tumbas de los dos cementerios de la
ciudad
en busca de supuestos tesoros.
Mientras los campesinos transmitían leyendas
y utilizaban las ruinas para resguardar el
ganado,
para el resto del mundo la ciudad cayó en el
olvido.
Las fuentes documentales de Al-Andalus
no ofrecen referencias sobre el enigmático lugar.
En el Libro
de la Montería mandado redactar por Alfonso XI,
en el Libro Tercero, capítulo XVII,
se afirma que el berrocal de Vascos
era bueno para cazar osos en invierno.
En las “Relaciones Topográficas de Felipe II”
(Relaciones histórico-geográficas-estadísticas
de los pueblos de España),
conjunto de noticias transmitidas
por las gentes de los lugares referenciados,
en las relaciones de Navalmoral y Fuentelapio, se
dice:
«A cuarto de legua de Fuentelapio
están ciertos edificios arruinados e caídos,
a donde se dice haber sido una ciudad que se
llama Bascos».
En el siglo XIV, la construcción, por el
Arzobispo Pedro Tenorio,
de un puente fortificado sobre el Tajo
transformó los sistemas de comunicación antiguos,
trasladándolos al oeste
y dejando definitivamente aislados los restos de
la vieja ciudad.
***
En el verano de 1975 se iniciaron las
excavaciones del yacimiento,
que se han podido continuar gracias a la
colaboración
prestada por la familia Cavestany-Corsini.
A fecha de hoy no se ha excavado más del 10 % de
la ciudad.
Los arqueólogos confían en desenterrar algún día
una lápida
con el nombre que los árabes dieron a la ciudad
y esclarecer así el misterio de Vascos.
***
Se conserva una muralla de un kilómetro,
con tramos de tres metros de altura,
dos puertas principales y cinco portillos.
A lo largo de su trazado,
la muralla presenta varios tipos de construcción
que no se deben a distintos momento cronológicos
sino a la intervención de diferentes cuadrillas,
que trabajarían simultáneamente, cada una con su
técnica,
como si cerrar el perímetro urbano hubiera sido
urgente.
En el interior, son visibles las plantas de
numerosas viviendas
sobre un terreno de acusados desniveles y cuestas
pendientes.
Las casas se extienden a los pies del pequeño cerro.
En lo alto del promontorio rocoso,
en el extremo más abrupto del terreno,
dominando el curso del río Huso,
se elevan los restos de la alcazaba,
y junto a ella la mezquita y un aljibe.
Extramuros se distinguen los restos de dos
cementerios
con gran cantidad de túmulos.
Destacan los cipos, es decir, las piedras
alargadas
colocadas verticalmente en las esquinas de
algunas tumbas.
Y, junto al arroyo de la Mora, hay un arrabal
y unos baños, los Baños de la Mora,
de los cuales se mantiene en pie la bóveda del
baño caliente...
***
En este espacio desubicado, en medio de la nada,
en lo alto del barranco sobre el río, entre
abruptos riscos,
se ha preservado, durante siglos,
este lugar vacío y sobrecogedor...
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