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domingo, 4 de enero de 2015

VALLADOLID. Palacio de Pimentel




El palacio conocido como de Pimentel
está situado en los llamados Sitios Reales, en la plaza de San Pablo,
en la esquina de la calle Cadenas de San Gregorio
con la Corredera de San Pablo (calle de las Angustias).
A pocos metros del Colegio de San Gregorio,
de la iglesia de San Pablo y del Palacio Real.

Por su relevancia histórica,
fue una de las residencias señoriales más importantes de la ciudad.


Ordenó su construcción en el siglo XV
don Pedro Álvarez de Osorio, Marqués de Astorga.

Lo heredó su hija doña Constanza de Bazán Osorio.


Esta dama contrajo matrimonio
con don Bernardino Pimentel y Enríquez, Regidor de Valladolid,
y la pareja se instaló en el palacio.

En él fue jurado, el 12 de julio de 1506,
el príncipe heredero, futuro rey Carlos I.

Bernardino Pimentel tomó partido por el emperador Carlos
en la Guerra de las Comunidades,
lealtad recompensada en 1541 con el Marquesado de Távara.

La amistad que hubo entre don Bernardino y don Carlos
hizo que éste eligiera la casa de Pimentel como residencia imperial
durante sus primeras y frecuentes estancias en la ciudad.
Carlos no disponía en Valladolid de palacio propio,
pero el de Pimentel siempre estuvo a su disposición.

*** 


Don Bernardino dio alojamiento a la familia imperial en 1527,
con motivo de las Cortes convocadas para el mes de abril.


Allí, el 21 de mayo de 1527, nació el que sería rey Felipe II.

Quince días después, el miércoles 5 de junio de 1527,
fue bautizado el príncipe.


Una leyenda arraigada en la ciudad
cuenta que, al dar la puerta del palacio a la Corredera de San Pablo,
la parroquia que le correspondía era la de San Martín,
y que era en esa iglesia donde debía celebrarse el bautizo.
Pero el emperador prefería la iglesia de San Pablo,
más rica, más amplia, más accesible, y vinculada a la Corona,
pues allí se celebraban sesiones de Cortes desde 1521.
Así que se recurrió a una ficción:
Las ventanas de palacio daban a Cadenas de San Gregorio,
calle que sí pertenecía a la parroquia de San Pablo,
por lo que lo que se hizo fue cortar las rejas de una ventana,
convirtiéndola en puerta por la que saldría el niño
a través de un pasadizo que comunicó palacio e iglesia.
Terminada la ceremonia, la reja quedó clausurada de nuevo
con una cadena que aún puede verse.


La realidad es que en ningún caso el emperador
habría tenido dificultades para elegir iglesia.
Pero sí se construyó ese pasadizo.
Se trataba de una pasarela engalanada
que facilitó y realzó el acceso de la comitiva a la iglesia,
una especie de puentecillo ornamental elevado,
una construcción efímera en madera, ricamente adornada
con guirnaldas, frutos, gallardetes y alegorías renacentistas.

Foto: Jawaes

Para salvar la elevación, se usó como salida una ventana
orientada hacia la iglesia de San Pablo,
abierta en el primer descansillo de la escalera del palacio.

Dibujo: Valentín Carderera

El príncipe era llevado en brazos por el Condestable de Castilla,
a quien acompañaba el duque de Alba.
Tras ellos iban
el conde de Salinas, con las fuentes,
el conde de Haro, con la sal,
el marqués de Villafranca, con la vela,
y el marqués de Vélez, con el alba.
Detrás iba la reina de Francia, Leonor, del brazo del duque de Béjar,
seguidos por muchas damas y caballeros.
Administró el bautismo el arzobispo de Toledo,
acompañado de los obispos de Palencia y Osma.

*** 


En 1530 el palacio pasó a ser propiedad
de Juan Hurtado de Mendoza y María Sarmiento,
condes de Rivadavia.

Sobre la puerta principal hay un balcón
a cuyos lados figuran todavía los escudos de los condes.


Perteneció a esta familia hasta el siglo XIX.
En 1849, los herederos,
el conde de Rivadavia y su hermano el marqués de Camarasa,
lo vendieron a don Mariano Miguel de Reynoso,
alcalde de Valladolid,
presidente de la Diputación,
ministro de Fomento...
En 1875 éste lo vendió a la Diputación Provincial,
que lo convirtió en su sede.

*** 


La Diputación reformó todo su interior
y colocó en sus dependencias dos artesonados mudéjares
de otras procedencias.


La colocada en la Sala de Comisiones
procede del Colegio de San Gregorio
y está decorada con el escudo de su fundador, Alonso de Burgos.


En el despacho del presidente de la Diputación,
en una torre, en la esquina que da a la plaza,
se encuentra una ventana plateresca.


Es una ventana de comienzos del siglo XVI.
Posee un atrevido arco y una decoración de grutescos
que sigue los modelos de las pinturas de la Domus Aurea
y con el emblema de los Pimentel en la cornisa.


***

Así pues, el palacio que ha llegado a nuestros días está muy alterado.


A ello se añade entre 1939 y 1940
la decoración del zócalo del zaguán.


Un friso de azulejos
realizados por el ceramista talaverano Juan Ruiz de Luna
en un vestíbulo que comunica la calle con el patio.


(Éste fue el primer encargo vallisoletano
a la fábrica Nuestra Señora del Prado de Talavera de la Reina,
cerrada en 1961.
El segundo fue el de la Universidad, instalado entre 1943 y 1944
y hoy eliminado).


En ellos se representan 12 episodios de la historia de Valladolid.
Las escenas se distribuyen en los cuatro muros:


‘Reales sitios’,
‘Bautizo de Felipe II’
y ‘Torneo en la Plaza Mayor’.


‘Proclamación de Felipe II’,
‘Presentación de Juan de Austria a la reina gobernadora’
y ‘Llegada de Felipe II a Valladolid’.


‘Incendio de Valladolid’,
‘Reconstrucción de la ciudad’
y ‘Llegada de Santa Teresa y San Juan de la Cruz’.


‘Entrada de la reliquia de San Benito’,
‘Procesión de la reliquia’
y ‘Santa María de la Antigua’.


A modo de viñetas con sentido correlativo,
con inscripciones que acompañan al texto situando la acción,
decorando e ilustrando al mismo tiempo.


Situando los hechos pasados sobre imágenes actuales de la ciudad,
lo cual facilita la interpretación.


Hermosas y anacrónicas representaciones...

sábado, 3 de enero de 2015

VALLADOLID. Palacio de los Condes de Benavente




La anodina actual plaza de la Trinidad
fue en un tiempo plaza de palacio frecuentada por la nobleza.
En el plano de la ciudad de 1738
el lugar figura con el nombre de plaza del Conde de Benavente.

(En sus aledaños estuvo la judería nueva,
en el barrio de San Nicolás).

En ella, junto a la iglesia de San Nicolás,
se encuentra lo que un día fue palacio de los condes de Benavente.
Uno de los palacios más importantes de la ciudad.


A lo largo del siglo XV,
los Pimentel ejercieron una intensa labor de edificación
en diversos puntos de su solar de Benavente.

Para completarla, en 1475,
el IV conde y I duque de Benavente, don Rodrigo Alfonso Pimentel,
adquirió en Valladolid unos terrenos, que se extendían
desde la plaza de la Trinidad hasta el paseo de Isabel la Católica,
para edificar su casa-palacio en un enclave privilegiado,
a la salida del Puente Mayor y con vistas a la ribera del Pisuerga.

En 1466 se había casado con María Pacheco y Portocarrero,
hija de Juan Pacheco, I marqués de Villena.
Una de sus hijas, Beatriz Pimentel y Pacheco,
casó en 1503 con García Álvarez de Toledo y Zúñiga,
primogénito de Fadrique Álvarez de Toledo, II duque de Alba,
que falleció en vida de su padre, por lo que heredará la Casa de Alba
su hijo Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel.


La construcción del palacio vallisoletano comenzó en 1515,
siendo ya conde duque el hijo de Rodrigo, Alonso Pimentel y Pacheco.
Era la época de la agitación de las Comunidades,
y en 1518 las obras, ya casi concluidas, fueron paralizadas
a causa de una denuncia de los enemigos del conde,
que sostenían que se trataba de una fortaleza, con torres y troneras,
que contravenía la disposición de los Reyes Católicos
que habían ordenado eliminar de las residencias nobiliarias
los elementos que pudieran poner en peligro el poder de la Corona
y habían prohibido levantar nuevas casas fuertes.
En la denuncia se afirmaba: «no hay otra casa más fuerte ni tanto,
mayormente como se hace en ella cubos y troneras de gran edificio
alrededor de toda la casa».
Tras una inspección de lo construido,
se dio permiso para la continuación de las obras,
limitando el espesor de sus muros,
aunque el conde logró poder edificar algunos torreones.
Era una edificación aún vinculada a la tradición medieval,
aún no estrictamente un palacio urbano,
y las limitaciones en su fábrica
no se debieron a falta de recursos o de ambición,
sino a las prohibiciones que la constreñían.
La obra concluyó en 1520.
Se cree que su artífice fue el cantero García de Entrambasaguas.
Carecemos de una descripción detallada de aquel primer palacio
y es muy poco lo que queda de él, entre incendios y adaptaciones.

*** 


Impresionaba por sus grandes dimensiones
y por la riqueza de sus aposentos,
como si de un palacio real se tratara.

De hecho, sirvió de residencia a los reyes:

Inicialmente, y durante años, en sus estancias en Valladolid,
Carlos I se había hospedado en casa de Francisco de los Cobos.
Pero la muerte de éste en 1547
y el hecho de que poco antes hubiese fallecido allí la princesa María,
hicieron que el príncipe Felipe optase por trasladarse
al también fastuoso palacio de los Pimentel.
Allí, en 1548, presidió el enlace matrimonial
entre su hermana María y Maximiliano, archiduque de Austria,
los cuales residirán en el mismo durante tres años
como regentes del Reino en ausencia de Carlos I y de don Felipe.
También la infanta Juana actuó como gobernadora de Castilla
durante cinco años desde la misma casa,
que era citada ya como “palacio real”
con ocasión de las Cortes allí celebradas en 1555.
En 1559 volvía a alojarse en él el ya rey Felipe II.

En 1582, Frías, en Diálogo en alabanza de Valladolid,
afirmaba que las casas del conde de Benavente
«competen justamente en grandeza de aposento,
en nobleza y magnificencia de edificio
con qualquiera Alcáçar Real de España;
en la qual se han visto aposentadas
la Reina María, la de Francia, la Princesa,
el Emperador, el Príncipe don Carlos,
los Mayordomos mayores y ottros muchos officiales».

Cuando en 1600 se decidió el traslado de la corte a Valladolid,
el palacio de Benavente ya tenía tradición como palacio real.
En una visita de Felipe III a la villa en julio de 1600,
previa al traslado oficial de la corte,
Cabrera de Córdoba
(Relaciones de las cosas sucedidas en la Corte de España
desde 1599 hasta 1614)
se refirió a las casas de Pimentel y de Cobos -ésta entonces
propiedad de su descendiente el marqués de Camarasa-
como las mejores de Valladolid.
Quien se alojó en esta última fue el embajador de Francia.

Previamente a la llegada de los monarcas el 9 de febrero de 1601,
se realizaron en el palacio del conde duque algunas reformas,
pues el edificio debía acoger además Consejos y Contadurías.

Además, se creó en la zona de la ribera del río
un parque al que se salía por tres puertas,
los denominados “Arcos de Benavente”.
Desde el palacio se llegaba “Las Moreras”,
lugar antes denominado “Paseo del Espolón”,
que terminaba en un embarcadero
desde el cual se podía cruzar en barca el Pisuerga
para acceder a la finca de la que allí dispuso el monarca
(en el actual barrio de “La Huerta del Rey”),
donde hubo una casa llamada “Palacio de la Ribera”.

Así, aun sin pertenecer a la Corona,
la residencia del conde duque de Benavente
fue el primer palacio real de la nueva capital.

Durante muchos meses fue la sede de la monarquía
y lugar de nacimiento de dos infantas,
hijas de Felipe III y Margarita de Austria:
en 1601, doña Ana Mauricia, futura reina de Francia,
y en 1603, doña María, que murió al poco de nacer.

Mientras, el Duque de Lerma estaba adaptando como palacio real
el que había pertenecido a don Francisco de los Cobos y Molina.
Terminadas las obras, el Duque vendió al rey el renovado palacio,
que se convirtió así en la residencia oficial de los reyes.

*** 


Trasladando el plano de Ventura Seco de 1738 a la foto actual
se puede apreciar el terreno que ocupaba el palacio de Benavente.


La fachada trasera, que daba al río, tenía una galería de 26 arcos
que conectaban con una torre con escaraguaitas
desde la que se contemplaba la ribera del Pisuerga,
tal como puede verse en el dibujo de Valentín Carderera de 1836.
Bien pudo ser esta torre, por su posición y fábrica,
el desencadenante de la denuncia de 1518.
Fue demolida en el siglo XIX.


La fachada que daba al tranquilo jardín trasero,
dibujado por Ventura Seco con grandes parterres centralizados,
era un trasunto de peristilo romano, con una galería de 19 arcos.


El edificio se estructuraba en torno a dos patios.
Como era costumbre, las estancias más distinguidas
(salas de recreo, biblioteca y una impresionante pinacoteca)
se encontraban en la planta noble.
Había cuartos diferenciados para el conde y la condesa:

Las crujías de la fachada principal eran las dependencias del señor.
Las de la condesa se hallaban del lado del jardín,
más íntimas pero con vistas a la calle
y acceso a la galería que conducía a la torre o mirador del río.

De ese lado se encontraba además el “salón de recibimiento”,
una sala principal dedicada a los actos de recepción de los señores,
en equilibrio con el otro eje representativo, el de la fachada principal,
desde la que se presidían los festejos
celebrados ante la plazuela “del duque” o de palacio,
espacio empedrado que constituía un elemento esencial
para resaltar el valor escenográfico del edificio.


El palacio comunicaba mediante un pasadizo
con el cercano convento de San Quirce, de monjas cistercienses,
que fue apoyado económicamente
por los monarcas Carlos I, Felipe II y Felipe III
y en el que profesaron damas de la alta nobleza
a las que con frecuencia visitaba Margarita de Austria,
la esposa de Felipe III.

A mediados del siglo XVII, Juan Francisco Alonso Pimentel
albergó en el palacio un gran número de obras de arte,
la mejor colección privada de pinturas que ha existido en Valladolid,
entre las que se encontraban cuadros de Caravaggio y de Ribera,
que se perdieron poco tiempo después, en dos desastres:

*** 


El palacio sufrió graves incendios en 1667 y 1716;
este último asoló la segunda planta del edificio y las torres,
en él murieron varias personas
y se perdieron casi todas las riquezas;
hubo rogativas y procesiones en los conventos próximos;
nada consiguió frenar el avance de las llamas;
«en más de un mes se hallaba lumbre entre las ruinas»,
según cuenta Ventura Pérez.

El edificio quedó en ruinas y fue abandonado.
A partir de entonces sufrió transformaciones y cambios de uso:


En el siglo XIX fue adquirido por la Diputación
y convertido en hospicio.
Se derribó el torreón situado cerca del río
y se vendió parte del jardín, destruyendo sus galerías y paseos;
los escudos que figuraban en la fachada fueron picados,
desapareciendo así todo rastro de tan notable familia.
Hasta la plazuela cambió de nombre,
pasando a denominarse del Hospicio.
En 1863 la plaza recibía su nombre actual, de la Trinidad,
por un convento de trinitarios que allí hubo.

El palacio fue orfanato hasta los 70 del siglo XX,
años en los que, por su mal estado, quedó nuevamente abandonado.
En 1990 se convirtió en Biblioteca pública tras una profunda reforma,
en la que se intentó rescatar lo que quedaba de sus orígenes.


Pero esos vestigios son muy escasos.

Conserva, aunque alterada, la primitiva portada de acceso,
con los restos de lo que fueron escudos de los Condes-Duques.
En la parte posterior subsiste una balconada,
pobre muestra de las largas galerías que daban al Pisuerga.
Y parte de los patios...
Nada más...