En el extremo norte de la provincia de Madrid,
a los pies del puerto de Somosierra,
entre el Valle del Lozoya y la Sierra de Guadarrama,
entre Madrid, Guadalajara y Segovia,
se encuentra la villa de Buitrago del Lozoya.
El río Lozoya es un afluente del Jarama
(éste a su vez lo es del Tajo),
que nace en la Sierra de Guadarrama
y atraviesa el Norte de la Comunidad de Madrid.
Buitrago se asienta sobre una escarpada península
rodeada por una profunda curva del río Lozoya.
Como una Toledo en miniatura.
***
Buitrago formaba parte de la línea de defensa de la
ciudad de Toledo,
al igual que Talamanca en el Jarama,
Alcalá en el Henares
y Madrid en el Manzanares.
La plaza fue reconquistada por Alfonso VI.
A la ciudadela se le encomendó la misión de repoblar
el territorio.
Se convirtió, así, en la cabecera
de la Comunidad de Villa y Tierra de Buitrago
(zona que hoy sigue siendo una comarca natural
con Buitrago del Lozoya como centro).
Durante el Medievo y el Renacimiento,
cualquier viajero que atravesara la sierra madrileña
y el puerto de Somosierra, que comunicaba ambas
Castillas,
no tenía más remedio que cruzar los puentes de
Buitrago del Lozoya.
La villa fue, durante siglos, la “capital de la
Sierra”.
Al tratarse de un área fronteriza,
la población se dedicó preferentemente a la
ganadería,
que podía trasladarse en caso de ataque
y que se alimentaba de los pastos de los valles.
Por eso, cuando Alfonso VII concedió a la villa un
escudo,
se incluyó en éste un toro, una encina
y la divisa “para el sustento del ganado” (“ad
alenda pecora”).
En el Archivo Histórico Nacional de Madrid,
sección de Osuna (legajo 1653),
se cita una relación de 35 documentos
de los privilegios de la Villa de Buitrago
otorgados por los reyes y por los duques del
Infantado,
que fueron depositados en una pared
junto al retablo de la iglesia de Santa María del
Castillo,
y que desaparecieron durante la invasión francesa.
En esta relación figura el privilegio
de concesión de las armas y el lema
por Alfonso emperador.
En 1304 Fernando IV concedió a Buitrago
el derecho de feria de ganados.
«Que todos aquellos que binieren a esta feria
de nuestro sennorío o de fuera de nuestro sennorío
a comprar o a vender, Christianos, Moros e Judíos,
que vengan salvos e seguros por mar e por tierra,
por todo nuestro sennorío».
La vieja feria de ganado de Buitrago mantuvo su
importancia
durante siglos.
***
Buitrago fue villa de realengo durante mucho tiempo.
Fernando IV prometió no dar la villa a ningún señor.
Sin embargo, su hijo, Alfonso XI,
se la concedió a doña Juana de Orozco,
esposa de su montero mayor don Gonzalo Yañez de Mendoza.
(Y a los Mendoza seguirá vinculada Buitrago
hasta la desaparición del Régimen Señorial en el
siglo XIX).
El matrimonio era originario de dos aldeas alavesas:
Orozco y Mendoza.
Gonzalo Yáñez pertenecía a la estirpe de los señores
de Álava,
oriundos de la torre de Mendoza
(que aún se conserva cerca de Vitoria).
Torre de Mendoza (Álava) |
Era hijo de Diego
Hurtado, señor de Mendoza.
Esta rama de los Mendoza emigró de Álava
con Gonzalo Yáñez,
cuya esposa pertenecía a otra familia vasca
emigrada.
Es posible que don Gonzalo conociese y tratase
al Arcipreste de Hita, el clérigo Juan Ruiz,
que habría, con seguridad, de decir las misas
en el castillo de Hita, de donde eran señores los
Orozco.
***
El hijo de doña Juana y don Gonzalo,
don Pedro
González de Mendoza,
se supone que nació en la ciudad de Guadalajara
a finales del reinado de Alfonso XI, hacia 1340.
Fue el primer señor de Hita (Guadalajara) y de
Buitrago (Madrid)
por gracia del rey don Pedro, concedida en 1366.
Este privilegio fue confirmado en 1368
(antes por tanto de la muerte de Pedro I)
por don Enrique, el de las Mercedes,
en recompensa a los servicios del noble.
En la guerra entre Pedro I y su hermanastro Enrique
Trastámara,
tanto Pedro González de Mendoza
como su tío Íñigo López de Orozco (hermano de doña
Juana)
al principio estuvieron de parte del rey Pedro,
pero en 1366 se pasaron al bando de Enrique,
cuando Pedro I huyó desde Burgos a Burdeos.
El 3 de abril de 1367, en la batalla de Nájera,
Enrique fue derrotado
y Pedro González e Íñigo López cayeron prisioneros.
El rey Pedro mató a don Íñigo.
Pedro González recuperó la libertad mediante
rescate.
El de Mendoza apoyó a don Enrique desde el castillo
de Hita,
mientras que su villa de Buitrago permaneció
fiel al rey Pedro y en contra de su señor,
que la sitió y logró rendirla.
Una vez en el trono, Enrique II
nombró a don Pedro González de Mendoza
ayo de su hijo el infante don Juan.
Don Pedro abandonó definitivamente su heredad en
tierras de Álava
para instalarse en Hita, Buitrago y Torija,
donde fundó su señorío.
Don Pedro puede ser considerado el primer Mendoza
alcarreño,
residió en Guadalajara siempre que se lo permitió el
servicio al rey
y empezó a crear, tras heredar los bienes de los
Orozco,
el dominio de los Mendoza en la zona.
Al subir al trono Juan I, nombró a don Pedro
Mayordomo Mayor de su casa y Capitán General de sus
ejércitos.
En 1380, don Pedro hizo mayorazgo de Hita y
Buitrago.
En 1383 fue nombrado señor del Real de Manzanares
y recibió la posesión del valle del Lozoya.
En 1384 hizo mayorazgo de Manzanares.
En 1383 falleció Fernando I de Portugal
y Juan I de Castilla optó a la corona.
En 1384 don Pedro quedó como uno de los regentes de
Castilla.
El 14 de agosto de 1385 Pedro acompañó a Juan I
en la batalla de Aljubarrota, en tierras
portuguesas.
Las tropas castellanas fueron derrotadas.
Encontrándose don Juan con su caballo muerto,
Pedro cedió su propia montura al rey para que se
salvara,
gesto heroico que le costó la vida.
A este hecho deberán los Mendoza
el engrandecimiento de sus señoríos,
por agradecimiento del monarca.
Don Pedro cede su caballo a Juan I en Aljubarrota Luis Planes, 1793 Madrid, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando |
En el siglo XVII,
el poeta alcarreño Alfonso Hurtado Velarde
le dedicará un romance a la muerte de Pedro
González,
que, por salvar la vida al rey, dio la suya,
tras poner bajo cuidado del monarca
a su hijo Diego, el "Diegote" del poema
(la única obra que se conserva de Alfonso Hurtado):
"Si el caballo vos han muerto,
sobid, Rey, en mi caballo;
y si no os podeis sobir,
llegad, subiros hé en brazos.
Poned un pie en el estribo
y el otro sobre mis manos;
mirad que carga el gentío;
aunque yo muera, librad vos.
No os adeudo con tal fecha
ni me quedais obligado,
que tal escatima deben
a los reyes sus vasallos.
Y si es verdad que lo debo,
no dirán los castellanos
en oprobio de mis canas
que vos dexo y nos vos pago.
Ni las dueñas de la Alcarria
que a sus maridos fidalgos
dexé en el campo difuntos
y salgo vivo del campo".
A Diegote os encomiendo,
mirad por aquel muchacho,
sed padre y amparo suyo,
y a Dios que sea en vuestro amparo".
Dixo el valiente alavés,
señor de Hita y Buitrago,
al rey Don Juan el Primero,
y entrase a morir luchando.
Don Pedro había casado con Aldonza de Ayala,
hija de Fernán Pérez de Ayala y hermana Pero López
de Ayala.
Con ella tuvo cuatro hijas y cuatro hijos;
entre ellos, el primogénito, Diego Hurtado de
Mendoza,
y Juana de Mendoza, bisabuela del rey Fernando el
Católico.
Don Pedro otorgó testamento en 1383,
ordenando su entierro
en el Monasterio de San Francisco de Guadalajara.
Mandó una misa perpetua dentro del castillo de su
villa de Hita
por el alma de su tío Iñigo López de Orozco.
Nombró por testamentarios a Fernán Pérez de Ayala,
su suegro,
a Pedro López de Ayala, su cuñado,
y a Juan Hurtado de Mendoza, su sobrino.
Aunque el poeta famoso será su nieto, el Marqués de
Santillana,
éste no fue el único Mendoza escritor.
Don Pedro fue uno de los primeros poetas cortesanos
en Castilla
y se conservan cuatro poemas suyos en el Cancionero
de Baena,
entre ellos un Decir dedicado a la Sierra:
A mi grave me seria
dexar los prados con flores,
en mayo la fuente fria,
vergeles con ruyseñores,
por yr a la juderia.
Bevir entre cortidores,
a do ay tales olores,
donde buen olor no ha parte,
¡Cómo dexaré la sierra
do ay ayre y truchas finas
por yr morar a la tierra
do ay badeñas y porcinas,
a do la gente se encierra
con las espesas caninas,
fiesta e olor de adefinas
que non siento a quien non mate!
Quando fallo buen venado
ponle canes el montero
e desina el del collado
¡adelante, cavallero!
Seria mal aconsejado
quien dexa de oyr a baquero
por oyr Raby parlero
quando en la su ley departe
¿Cómo dexaré perdices
en invierno que son sanas,
en verano codornices
de caçar por las mañanas,
por yr con tales narices
a do biven las loçanas
que con sus grandes ufanas
a todo hombre dan su mate?
***
El mayorazgo fundado por Pedro González de Mendoza,
“el de Aljubarrota”,
pasó a su hijo primogénito Diego Hurtado de Mendoza,
el Almirante,
a su nieto Íñigo López de Mendoza, primer Marqués de
Santillana,
a su biznieto Diego Hurtado de Mendoza,
primer Duque del Infantado...
Buitrago e Hita fueron las bases del poder militar
de los Mendoza,
pues eran villas fortificadas y difícilmente
expugnables,
lo que les permitía usarlas como base de operaciones
y como refugio, en caso de acoso, como ocurrirá en
1460.
En ellas resguardaban también a sus rehenes y
protegidos.
Además, Buitrago y las aldeas aledañas
(que logró el Mendoza en 1375)
controlaban el acceso al puerto de Somosierra,
paso obligado de personas y ganado lanar entre las
dos Castillas.
***
En Guadalajara nació Diego Hurtado de Mendoza,
Gran Almirante de Castilla,
que quedó como jefe de la familia a los veinte años,
al morir su padre Pedro en Aljubarrota.
En el libro Generaciones
y Semblanzas,
su austero pariente Fernán Pérez de Guzmán, señor de
Batres,
describe a don Diego:
«Hombre de muy sutil ingenio, bien razonado,
muy gracioso en su decir, osado y atrevido en su
fablar,
tanto que el Rey Don Enrique Tercero se quejaba
de su soltura y atrevimiento.
[...]
Amó mucho su linaje
e allegó con grande amor a sus parientes
más que otro grande de su tiempo,
e placíale mucho facer edificios e hizo muy buenas
casas».
Don Diego Hurtado de Mendoza fue poeta culto,
pero no desdeñó, siguiendo la tradición de su padre,
hacer Canciones de serrana, como ésta:
Un día desta semana,
partiendo de mi hostal,
vi pasar gentil serrana,
que en mi vida non vi tal.
Preguntéle dó venía
o á qué tierras paseaba.
Dixome que caminaba
al Prior de Rascafría,
a fazer, donde solía,
penitencia en la solana,
por dexar vida mundana
e tod’ pecado mortal.
***
En 1398 nacía en Carrión de los Condes, Palencia,
don Íñigo
López de Mendoza.
En 1404 fue reconocido como señor de Buitrago.
Más adelante recibió la villa de Santillana
y fue nombrado primer Marqués de la misma
y Conde del Real de Manzanares
por el rey Enrique IV.
Según Hernando del Pulgar, don Íñigo era
«de mediana estatura,
proporcionado en la compostura de sus miembros
y hermoso en las facciones de su rostro .
[...]
Tuvo en su vida dos notables ejercicios:
uno en la disciplina militar, otro en el estudio de
la ciencia.
[...]
Tenía gran copia de libros y dábase al estudio
especialmente de la filosofía moral y de cosas
peregrinas y antiguas».
El Marqués de Santillana, Íñigo López de Mendoza,
tomó parte en la política y las batallas de su época
y reunió en su persona abundantes títulos y
posesiones:
señor de Hita y Buitrago, de Guadalajara,
conde del Real de Manzanares, etc.
Fue con él cuando, al escudo del Concejo de
Buitrago,
se añadió el de los Mendoza, quedando ambos
integrados.
El Marqués frecuentó Buitrago.
Fue el señor de Buitrago que más se preocupó por su
villa.
Edificó la iglesia de Santa María del Castillo,
fundó el hospital de San Salvador,
reforzó la muralla
y remodeló el alcázar, para añadir a sus funciones
defensivas
la de residencia palacial de los Mendoza.
Construyó también otros palacios:
el de Guadalajara, el de Manzanares el Real y el de
Hita.
El Marqués residía habitualmente
en Manzanares, Guadalajara o Santillana,
y Buitrago era su residencia veraniega.
Y en sus palacios se rodeó
de una brillante corte literaria.
En estos lugares el Marqués recibió al rey Juan II
de Castilla
y organizó suntuosas fiestas y numerosos torneos
en los que participaba el propio don Íñigo.
Todo ello con el propósito de congraciarse
con su rey y con el primer ministro don Álvaro de
Luna,
con los que había tenido diferencias
después de la batalla de la Higueruela.
Bajo el patronazgo de Íñigo López de Mendoza,
Buitrago vivió su mayor esplendor,
tanto en los aspectos culturales
como por los privilegios que concedió a la villa
y las construcciones que encargó.
Don Íñigo murió en Guadalajara en 1458.
***
Mientras que el abuelo y el padre del Marqués de
Santillana
hicieron sus Canciones y Decires de serrana en
octosílabos,
el tercero de los Mendoza
ya conoce y empleará los nuevos modos italianos
aprendidos en su estancia de juventud
en la corte del Reino de Aragón.
Sin embargo, en siete de sus diez Serranillas
conservadas,
usó la antigua estrofa octosílaba,
como en ésta en la que describe a las serranas de
Manzanares:
Por todos estos pinares
nin en Navalagamella,
non vi serrana más bella
que Menga de Mançanares.
Desçendiedo el Yelmo a yuso,
contral Bovalo tirando,
en esse valle de suso,
vi serrana estar cantando.
Saluéla, segund es uso,
e dixe "serrana, estando
oyendo, yo non me excuso
de fazer lo que mandares".
Respondióme con ufana:
"bien vengades, cavallero.
¿Quién vos trae de mañana
por este valle señero?
Ca por toda aquesta llana
ya non dexo andar vaquero,
nin pastora, nin serrana,
sinon Pascual de Bustares.
Pero ya, pues la ventura
por aquí vos ha traydo,
convién en toda figura
sin ningund otro partido,
que me dedes la çintura
o entremos a braz partido;
ca dentro en esta espesura
vos quiero luchar dos pares".
Desque vi que non podía
partirme d’allí sin daña,
como aquel que non sabía
de luchar arte nin maña,
con muy grand malenconía,
arméle tal guardamaña,
que cayó con su porfía
çerca d’unos tomellares.
El Marqués escribió Serranillas dedicadas a
diferentes tierras
que poseyera o en las que descansara,
desde el Moncayo a la sierra madrileña.
Así se refiere a las tierras de Buitrago:
Madrugando en Robledillo,
Por yr buscar un venado,
Fallé luego al Colladillo
Caça, de que fui pagado.
Al pie de essa grant montaña,
La que diçen de Verçossa,
Vi guardar muy grant cabaña
De vacas moça fermosa.
Si voluntat non m’engaña
Non vi otra más graçiosa:
Si alguna desto s’ensaña,
Lóela su enamorado.
En las otras tres Serranillas
el Marqués empleó el nuevo verso hexasílabo:
Después que nací,
no ví tal serrana
como esta mañana.
Allá en la vegüela
a Mata'l Espino,
en ese camino
que va a Loçoyuela,
de guissa la vy
que me fizo gana
la fruta tenprana.
Garnacha traía
de oro, presada
con broncha dorada,
que bien parecía.
A ella volví
diziendo: "Loçana,
¿e soys vos villana?"
"Sí soy, cavallero;
si por mí lo avedes,
decit ¿qué queredes?,
fablat verdadero."
Yo le dixe assí:
"Juro por Santana
que no soys villana."
***
Durante todo el siglo XV, los Mendoza tuvieron un
papel fundamental
en los acontecimientos políticos, bélicos y
culturales de Castilla.
Fueron hijos del Marques de Santillana:
- Diego Hurtado de Mendoza y Suárez de Figueroa,
Marqués de Santillana (Santander),
Conde del Real de Manzanares (Madrid)
y Duque de las villas del Infantado (Guadalajara).
- Íñigo López de Mendoza y Figueroa,
Conde de Tendilla.
- Pedro Lasso de Mendoza,
Señor del Valle del Lozoya.
- Mencía de Mendoza,
esposa de Pedro Fernández de Velasco, Conde de Haro.
- Lorenzo Suárez de Mendoza y Figueroa,
Conde de la Coruña.
- Pedro González de Mendoza,
Cardenal de España.
- Juan Hurtado de Mendoza,
Señor de Colmenar.
- María de Mendoza,
esposa de Pero Afán de Ribera, Conde de los Molares.
- Leonor de la Vega y Mendoza,
esposa de Gastón de la Cerda, Conde de Medinaceli.
- Pedro Hurtado de Mendoza,
Señor de Tamajón.
A lo largo de la Baja Edad Media,
la poderosa familia de los Mendoza
se hizo con el control de grandes extensiones de
tierra
en el centro peninsular,
en las actuales provincias de Madrid y Guadalajara.
Sus dominios se extendían
por Cantabria, Castilla la Vieja y Castilla la
Nueva.
Los Mendoza tuvieron su sede principal en
Guadalajara,
en el palacio del Infantado,
y sus súbditos y administradores viajaban desde toda
España
a rendirles cuentas en la ciudad del Henares.
***
El 6 de agosto de 1467 Enrique IV entregó la
custodia
de la niña Juana “la Beltraneja”
(hija de la reina Juana, pero sobre la que se dudaba
si era hija del rey o de Beltrán de la Cueva)
al clan Mendoza, que en ese tiempo aún se mantenía
entre los partidarios del rey frente a su
hermanastra Isabel,
durante las disputas entre Enrique e Isabel por el
trono de Castilla.
La princesa Juana fue llevada a Buitrago,
en cuyo palacio-fortaleza permaneció al cuidado de
los Mendoza
y en particular de uno de los hijos del Marqués,
don Íñigo, Conde de Tendilla,
que fue administrador de los bienes de la muchacha.
***
Don Íñigo
López de Mendoza y Figueroa (1419-1479)
en 1438 había acompañado a su padre en el sitio de
Huelma
y allí mató a Aben-Farax, jefe del ejército
granadino
que acudió en socorro de la plaza y puso en aprietos
al Marqués.
Con éste participó también en la batalla de Olmedo
(1445),
el sitio de Torija (1451-52), que había sido tomada
por los navarros,
y en la invasión de Aragón en 1451.
Guerreó en la frontera de Granada en 1456.
Fue servidor en palacio del rey Enrique IV.
En 1459 éste le nombró embajador en el Concilio de
Mantua,
convocado por Pío II,
acompañándole sus hijos Diego e Íñigo.
Allí, en un acto con presencia del Papa,
quitó violentamente de la silla inmediata al
Pontífice
al embajador francés (o inglés, hay duda al
respecto),
argumentando que no le correspondía ese lugar
por ser el rey de Castilla más poderoso,
y tener por tanto sus embajadores
preferencia frente a los demás;
a continuación él mismo ocupó tal asiento.
En 1465 Enrique IV lo nombró Conde de Tendilla.
***
Junto con la princesa, también pasó unos años en
Buitrago
su madre la reina Juana, esposa de Enrique IV.
Juana de Portugal había sido retenida por orden del
rey
en el castillo de Alaejos (Valladolid),
bajo la supervisión del arzobispo Alonso de Fonseca,
señor de las villas de Coca y Alaejos.
Durante esa estancia, la reina Juana inició una
relación
con el sobrino del arzobispo, el caballero Pedro de
Castilla y Fonseca,
biznieto bastardo del rey Pedro I.
Estando embarazada de siete meses,
la reina consiguió huir de Alaejos junto con su
amante.
Le ayudó su dama Mencía de Lemos,
amante del futuro Gran Cardenal Pedro González de
Mendoza.
Los fugitivos se refugiaron en Buitrago
y allí el 30 de noviembre de 1468
la reina dio a luz a dos hijos gemelos,
don Andrés y don Pedro Apóstol
(que acabará casando con una Mendoza).
El 18 de septiembre de 1468
se firmó el pacto de los Toros de Guisando,
acuerdo entre Enrique e Isabel
por el que el rey declaraba bastarda a la infanta
Juana
y nombraba heredera a Isabel.
Los Mendoza se negaron a aceptar tal acuerdo
y redactaron en Buitrago un acta de protesta
contra el reconocimiento de Isabel como heredera
en detrimento de los derechos de Juana.
Don Íñigo con su propia mano fijó el acta
en la puerta de la iglesia de Colmenar de Oreja
(donde estaban entonces Isabel y Enrique,
de momento reconciliados).
El 26 de octubre de 1470, por orden del rey,
don Íñigo entregó la custodia de la princesa
a Juan de Pacheco, marqués de Villena.
La entrega se realizó en un lugar llamado Val de
Lozoya,
entre el Paular y Buitrago.
Con la princesa, también la reina Juana abandonó
Buitrago.
En 1473 todo el clan Mendoza, encabezado por el Gran
Cardenal,
se pasó al bando de Isabel.
En 1476 don Íñigo no participó en la batalla de Toro
(quizá por no luchar contra la princesa Juana),
pero, como el resto del clan,
apoyó la causa de Isabel y Fernando.
***
La importancia de la familia Mendoza fue en aumento
y todos sus miembros sirvieron con lealtad a la
nueva Corona.
Combinando una acertada política de apoyos a la
realeza,
cambios de alianzas y matrimonios de conveniencia,
los llamados “Mendozas de Guadalajara”
se convirtieron en una de las familias más
importantes
del reino de Castilla a finales del siglo XV.
Pedro González de Mendoza
alcanzó el nombramiento de Cardenal todavía en 1473.
En el primer año del reinado de los Reyes Católicos,
el 22 de julio de 1475,
Diego
Hurtado de Mendoza y Suárez de Figueroa (1417-1479),
segundo Marqués de Santillana, primogénito del
poeta,
recibió de los nuevos reyes el título de Duque del
Infantado.
Contrajo matrimonio con Brianda de Luna y Mendoza,
hija de Juan Hurtado de Mendoza y de María de Luna.
Retrato del primer duque del Infantado por el Maestro de Sopetrán Museo del Prado |
Su hijo, Íñigo
López de Mendoza y Luna (1438-1500),
II Duque del Infantado,
casó con María de Luna y Pimentel,
heredera de Álvaro de Luna (adversario del Marqués
de Santillana),
uniendo de esta forma dos linajes y un gran
patrimonio.
Mandó construir el palacio del Infantado en
Guadalajara
y terminó el castillo de Manzanares el Real.
Sus
descendientes fueron Grandes del Reino
y con frecuencia miembros del Consejo de Estado.
***
Tras el Marqués de Santillana,
hubo otros Mendoza que también escribieron versos.
El mismo Gran Cardenal
hizo algunos poemas amorosos,
posiblemente dedicados a su amante Mencía de Lemos,
con la que tuvo a sus dos primeros hijos
y a la que alojó en el castillo de Manzanares,
perteneciente a su hermano mayor Diego.
Se conservan cuatro de esos poemas.
También destacó en la literatura
el embajador Diego Hurtado de Mendoza.
Asimismo fue escritor el cuarto Duque del Infantado.
Y en otras ramas de la familia destacaron
a finales del XV el fraile poeta Íñigo de Mendoza,
en el XVI el cardenal Francisco de Mendoza y
Bobadilla
y en el XVII el genealogista Pedro Salazar y
Mendoza,
la poetisa Luisa de Carvajal y Mendoza,
el poeta cortesano Antonio Hurtado de Mendoza
y el dramaturgo Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza.
***
Ya en el siglo XVII, en 1601,
el V Duque del Infantado, Íñigo López de Mendoza y Mendoza,
invitó al rey Felipe III
a pasar unos días en su residencia de Buitrago.
Para ello mandó amueblar lujosamente el castillo,
y organizó cacerías, corridas de toros y banquetes.
Todo ello se relata detalladamente en documentos que
se conservan
en el Archivo Histórico Nacional, sección de Osuna.
Felipe III volvió repetidas veces a estos parajes de
caza.
Pero a lo largo del siglo XVII
los Duques dejaron de habitar la fortaleza,
que quedó para morada de sus alcaides
y para almacén de sus impuestos en especie.
El castillo se fue deteriorando.
Se construyeron casas adosadas al mismo.
No descendió sin embargo
la importancia económica de los Mendoza en Buitrago:
La Casa del Esquilado, junto al castillo,
conserva en sus muros inscripciones de la época.
Todo el ovino de la sierra
era entonces propiedad del duque del Infantado
y pasaba por aquí para ser trasquilado.
A mediados del siglo XVIII, en época del catastro de
Ensenada,
si Buitrago y su Tierra contaba con 28.200 cabezas
de ganado,
el señor duque poseía 34.859 cabezas
“todo lanar fino trashumante”.
Los Mendoza,
con los pastos de Manzanares y el paso obligado por
Buitrago,
tuvieron en la ganadería una importante fuente de
ingresos.
***
La muralla
de Buitrago es de origen musulmán.
Se conserva íntegro su perímetro;
es una de las murallas medievales mejor conservadas
de España.
Se adapta a lo abrupto del terreno.
El río Lozoya la circunda por todos sus lados
menos por el sur,
actuando como foso natural.
Carece de torres por los lados oeste, norte y este,
pues el río hacía inútil la presencia de otras
defensas.
De la base del ángulo del castillo
arranca una coracha almenada que desciende hasta el
río.
La coracha se conserva prácticamente entera.
Se trata de un apéndice de la muralla
que se introduce en el río
y une el recinto amurallado con éste,
cuya función era permitir a los habitantes el acceso
al agua
en caso de que la ciudad fuera sitiada.
Al final de la misma se encuentra una torre
como punto de servicio
(toma de agua, lugar de observación, etc.)
y el pilar central del puente que unía la localidad
con el camino que conducía a la Finca del Bosque.
Esta coracha es uno de los ejemplos
más importantes y mejor conservados de toda Europa.
El Arco de la Coracha es una de las entradas al
recinto.
Hoy el puente está roto bajo las aguas del Lozoya,
crecido por la presa de Puentes Viejas.
Pero el pilar se puede ver cuando baja el caudal del
río.
En el lado contrario de la muralla, el Puente Viejo,
hoy muy deteriorado,
comunica el recinto amurallado y el antiguo arrabal
de Andarrío.
Fue construido a finales del siglo XIV o comienzos
del XV,
para unir la villa con el arrabal.
Es el puente más antiguo de Buitrago que aún se
conserva.
Por él pasaba el trazado de la Cañada Real
Segoviana,
produciendo cuantiosos ingresos a los señores de la
villa,
que poseían los derechos de pontazgo.
Este puente también era paso obligado
para llegar al lavadero de lanas propiedad de los
duques,
que se encontraba más allá del arrabal.
A no mucha distancia se halla
el Puente de
Calicanto, sobre el Arroyo de los Robles,
hecho construir por el Concejo de Buitrago en 1579.
***
El castillo
ocupa una esquina de la muralla,
junto al río Lozoya, que servía de protección.
Está trabajado en mampostería, en estilo mudéjar.
Es rectangular.
Tiene un patio de armas central
y siete torres,
cuatro en sus ángulos y tres en la mitad de los
lienzos,
a excepción del flanco que da al río (Calle
Coracha).
El actual castillo se construyó en el siglo XV,
por orden de Diego
Hurtado de Mendoza y Luna (1461-1531),
III Duque del Infantado, llamado “El Grande”
(hijo de Íñigo López de Mendoza y Luna).
Sirvió de palacio, por lo que se adornó
con yeserías y techumbres de gran calidad
y se multiplicaron sus estancias.
(Paralelo y coetáneo de esta fortaleza
es el castillo de Manzanares el Real,
que se encuentra también en la Sierra Norte,
en la ribera de otro río,
y fue propiedad también de Diego Hurtado de Mendoza,
que se valió de ambos enclaves
para la protección de un vasto territorio).
Por antiguos documentos se sabe que tuvo
una hermosa capilla, un gran salón de honor
y lujosas habitaciones que deparaban alojamiento
cómodo
a personajes de alto rango, invitados de los
Mendoza,
que participaban en las cacerías que los duques del
Infantado
organizaban con frecuencia en estos montes.
Hoy está arruinado.
De sus riquezas ornamentales nada se conserva.
Sólo quedan sus potentes muros mudéjares,
huecos para chimeneas,
escaleras de acceso al adarve y las torres...
El espacio interior, de planta cuadrada,
ha perdido su carácter de patio de armas
(y posterior eje del palacio renacentista).
En su lugar se instaló un coso taurino de planta
circular,
que se sigue utilizando para algunos eventos y
festejos.
***
De los varios templos que hubo,
el único que pervive es la iglesia de Santa María del Castillo.
Fue mandada construir, sobre una iglesia anterior,
por don Íñigo López de Mendoza, el primer Marqués de
Santillana.
Entre lo poco que se conserva de ella está la
portada principal,
y en las columnas que sostienen el pórtico se lee
“Iglesia de Asilo”.
El asilo religioso, proveniente de la antigua Grecia
y mantenido durante el Imperio Romano,
lo prolongaron las iglesias cristianas hasta la Edad
Moderna.
Consistía en la protección ofrecida a los
perseguidos, criminales o no,
que se refugiaban en las iglesias con derecho de
asilo
y a los que no se podía sacar a la fuerza,
porque ello supondría una profanación de sagrado.
En 1140 se reglamentó el Derecho de Asilo,
exceptuándose de él
la herejía, el asesinato en iglesias y cementerios,
la violación del asilo, la acuñación de moneda falsa
y el duelo.
Posteriormente hubo más modificaciones hasta que
decayó
con la formación de los Estados nacionales,
en los que se aplicaba el asilo territorial,
basado en el principio de distinta soberanía,
por el que la persona perseguida en un Estado
no lo estaba en los demás,
salvo si se trataba de delincuentes comunes.
El Concejo de Buitrago se celebraba en la iglesia de
Santa María.
***
Fue también fundación del Marqués de Santillana
el hospital
de San Salvador,
con el fin de recoger a enfermos pobres.
(Fundado por el primer Marqués,
fue finalizado a la vez que el castillo de
Manzanares
y el palacio del Infantado de Guadalajara).
Para la capilla del hospital, el Marqués encargó
el Retablo de los Ángeles.
El único testimonio documental fechado sobre este
pintor
es el testamento del Marqués de Santillana, del año
1454,
en el que dispone que se instale en la capilla del
Hospital de Buitrago
el «retablo de los Ángeles,
que mandé facer al maestro Jorge Inglés, pintor».
Estaba compuesto por una tabla dedicada a San Jorge
(hoy perdida),
una imagen de bulto de la Virgen
que había adquirido el Marqués en la feria de
Medina,
dos tablas con ángeles cantores
y otras dos con las figuras orantes
del Marqués y de su esposa, Catalina Suárez de Figueroa,
y una predela con los bustos de los Padres de la
Iglesia.
El retablo fue mencionado en el siglo XVIII
por Antonio Ponz Piquer en su “Viage de España”,
cuando visitó Buitrago.
Tras la desaparición del hospital,
el retablo estuvo en el castillo de Viñuelas
(Madrid),
comprado por el Duque del Infantado en el siglo XIX,
y expuesto en el Palacio del Infantado.
Desde 2012 la obra se exhibe en el Museo del Prado,
gracias a un acuerdo firmado con el actual Duque del
Infantado,
Íñigo de Arteaga y Martín, propietario de la obra.
Sobre los restos del hospital,
junto al lienzo de la muralla, en la plaza del
castillo,
existe hoy una residencia de ancianos
que tiene como puerta la portada gótica de la
capilla del hospital.
La residencia continúa la obra de la fundación del
Marqués,
dando asistencia a ancianos.
***
Durante la invasión napoleónica,
el hospital fue ocupado por los franceses
y sufrió graves desperfectos.
Durante la Guerra Civil,
fueron destruidos los restos del edificio.
También la iglesia de Santa María fue incendiada en
1936,
salvándose sólo la torre campanario y los muros.
Se perdieron todas las obras de arte que albergaba.
El interior ha sido reconstruido en los años 80 del
siglo XX.
El originario estilo gótico ha sido sustituido por
el neomudéjar.
Sobre el presbiterio se ha colocado
el artesonado mudéjar original
del altar mayor de la capilla del hospital de San
Salvador.
***
Durante siglos, Buitrago,
aun habiendo perdido ya su función estratégica,
se había mantenido casi intacta:
una próspera villa con gran patrimonio artísico.
Batalla de Somosierra Louis-François Lejeune (1775–1848) Palacio de Versalles |
La invasión
francesa trajo el comienzo de su decadencia;
como muchas otras poblaciones de la Sierra,
Buitrago sufrió los estragos de la guerra:
En 1808, cuando las tropas napoleónicas invaden
España
y se dirigen hacia la capital,
la importancia de la defensa del puerto de
Somosierra
vuelve a subrayar la situación estratégica de
Buitrago.
El 30 de noviembre de 1808 tuvo lugar la batalla de
Somosierra,
la única dirigida por Napoleón en España.
Pese a la resistencia, el ejército francés rompió
las líneas defensivas.
La ocupación de Buitrago tuvo consecuencias
desastrosas
para los edificios de la villa,
los franceses saquearon e incendiaron
el recinto amurallado y el castillo
y se llevaron cuanto pudieron.
Esta destrucción motivó que los vecinos de Buitrago
trasladaran sus viviendas a los arrabales,
quedando la zona intramuros prácticamente
deshabitada.
Batalla de Somosierra January Suchodolski (1797–1875) Museo de Varsovia |
Durante la Guerra
Civil,
Buitrago fue centro de la retaguardia de las tropas
de la República
en el frente de Somosierra.
***
La Guerra de la Independencia y la Guerra Civil
supusieron el progresivo deterioro de Buitrago,
la desaparición de algunos edificios y el daño de
otros.
La posterior reconstrucción de la villa llevó muchos
años.
Actualmente poco queda de su antigua grandiosidad.
En el interior del viejo burgo,
que en el siglo XIX quedó vacío y abandonado,
se han levantado en los últimos años
algunos edificios oficiales y algún hotel.
El Buitrago actual crece a base de chalés
en los arrabales del exterior.
En la segunda mitad del siglo XX
se construyeron en los alrededores
los embalses de Puentes Viejas y Riosequillo
y la Estación de Seguimiento de Satélites.
***
En los años sesenta del siglo XX
el Estado emprendió una campaña
para adquirir la mayoría de las fortalezas
españolas.
Un arquitecto de Bellas Artes, José Manuel González
Valcárcel,
negoció en nombre del Estado los derechos de compra
de los castillos de Buitrago y de Manzanares.
Pero los fondos públicos escaseaban.
Pero los fondos públicos escaseaban.
El ministerio pudo al menos obtener
la administración del de Manzanares,
la administración del de Manzanares,
pero no logró comprar ni arrendar el de Buitrago.
Una empresa estadounidense intentó entonces su
adquisición.
Para evitarlo, en 1975 González compró para sí la
alcazaba
por un millón de pesetas.
Sin embargo, el mantenimiento de las ruinas
pronto superó las posibilidades económicas del
propietario,
las rehabilitaciones que efectuó fueron
insuficientes
y no impedían la progresiva degradación de los
restos.
Fotos de la iluminación: Ricardo Santonja |
En enero de 1996,
la lluvia provocó el derrumbe de un torreón
agrietado del alcázar.
La torre había sido consolidada unos 20 años antes.
Pero, al hacerlo, no se dejaron agujeros por donde
evacuase el agua,
por lo que la lluvia se embalsaba en la azotea.
La Comunidad de Madrid argumentó
que no se haría cargo de la reparación
porque el castillo era de propiedad privada
y la ley obligaba a sus dueños a asumir la obra.
El Ayuntamiento de Buitrago entonces
se decidió a conseguir la titularidad del castillo.
Sin embargo, las negociaciones no llegaron a buen
fin.
Finalmente, en enero de 2000
fue la Comunidad la que puso el dinero (18 millones
de pesetas),
aunque la compra la realizó el Consistorio.
La propietaria era entonces Consuelo Sánchez
Puelles,
viuda de González Valcárcel.
«Reunidos, de una parte y en calidad de comprador,
el alcalde de Buitrago,
y de otra, la parte vendedora,
la propietaria de la finca conocida como La
Fortaleza,
Consuelo Sánchez Puelles,
se procede al acto de compraventa».
El castillo pasó a ser de propiedad municipal.
El viceconsejero de Patrimonio de la Comunidad,
destacó:
«De los 50 castillos que hay en la región,
éste es el primero que pertenece al pueblo.
El resto es propiedad de particulares o de
organismos oficiales».
El propósito era utilizar el alcázar como ruedo,
auditorio y teatro.
Desde los años 90 del siglo XX, la Comunidad de
Madrid
ha efectuado labores de restauración en la muralla.
En la segunda década del siglo XXI
ha emprendido la rehabilitación del castillo,
al que en 2013 dotó de llamativa iluminación.
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