«¿Qué Memphis o qué Pirámides se pueden comparar
con el monasterio y colesio de Sant Pablo, aquí en Valladolid? ¿Y qué
edificio de más excelencia que el colesio que hizo aquí el reuerendísimo
Cardenal don Pero Gonçález de Mendoça, e con las casas que hizo aquí el Conde
de Benauente, y el palacio imperial que hizo Francisco de los Cobos?»
Cristóbal
de Villalón,
Ingeniosa comparación entre lo antiguo y lo
presente, 1539
Durante
el siglo XVI, Valladolid vivió una época de esplendor,
gracias
a su actividad mercantil y artesanal.
En
1596 Felipe II dio el título de ciudad
a
lo que hasta entonces era villa.
Durante
todo el siglo se llevaron a cabo
una
serie de reestructuraciones urbanas,
incrementadas
por el gran incendio de 1561
que
destruyó el centro urbano
y
dio pie a la construcción de la nueva Plaza Mayor,
(que
será modelo para el trazado de muchas plazas españolas,
entre
ellas la de Madrid y Salamanca,
y
se exportará a Suramérica).
También
comenzaron las obras de la nueva catedral,
que
quedó inconclusa debido al declive que sufrió la ciudad
cuando
Felipe II decidió el traslado de la corte a Madrid
debido
a su localización geográfica central y su cercanía a El Escorial.
El
desmantelamiento del entramado administrativo
provocó
la inmediata decadencia de la ciudad.
En
1601, por consejo del Duque de Lerma,
quien
recibió altas sumas de dinero por parte de la nobleza local,
Felipe
III trasladó la corte desde Madrid a Valladolid.
Seis
meses antes del traslado,
el
Duque de Lerma, a través de intermediarios,
adquirió
diversos inmuebles en la decaída ciudad a precios irrisorios.
Con
el cambio de capitalidad,
el
precio de las viviendas subió rápidamente
y
el Duque obtuvo grandes beneficios.
En
esos años se multiplicaron las construcciones civiles y religiosas
y
la ciudad conoció una frenética actividad económica y artística.
Todo
el centro fue reformado para adaptarlo a la vida cortesana,
erigiéndose
palacetes, pavimentándose calles
y
construyendo pasadizos para que los nobles circularan sin ser vistos
(algo
de lo que se burlará Quevedo).
Todo
para hacer disfrutar a los nobles en la ciudad,
a
base de fiestas, saraos y banquetes.
Se
instalaron en Valladolid políticos, soldados, comerciantes, artistas,
entre
ellos, Cervantes, Lope, Góngora, Quevedo…
En
la ciudad nacieron dos hijos de los reyes:
El
22 de septiembre de 1601, Ana de Austria,
futura
reina de Francia y madre de Luis XIV.
El
8 de abril de 1605, el futuro rey Felipe IV.
Mientras
la corte tuvo aquí su sede, de 1601 a 1606,
la
Plaza de San Pablo o de Palacio,
frecuentada
por nobles y religiosos,
fue
escenario de acontecimientos y celebraciones
y
los magnates levantaron en ella sus palacios.
Durante
algún tiempo fue conocida como “los Sitios Reales”
y
constituyó el centro de la actividad de la ciudad.
Estaba
situada extramuros de la primitiva cerca
que
delimitaba el casco urbano de Valladolid en el siglo X,
junto
a la Puerta de Cabezón.
Tuvo
un carácter predominantemente clerical en la Edad Media
pero
se convirtió en cortesana en el comienzo de la Edad Moderna.
En
esos años en los que Valladolid fue la capital del mundo,
en
la plaza hubo nacimientos, bautizos, bodas y muertes
de
miembros de la realeza.
Fue
el centro de gobierno de la monarquía hispánica
y
la zona más aristocrática de la ciudad,
donde
se concentraron el arte, el lujo y el refinamiento.
***
El
10 de enero de 1601 Felipe III anunciaba en un real decreto
el
traslado de la corte a Valladolid.
La
noticia causó conmoción.
El
padre José Sepúlveda, en sus Sucesos del
reinado de Felipe III,
comentaba
con extrañeza que un príncipe tan grande
«deje
tantas recreaciones y casas
como
tiene en Madrid y sus alrededores
y
se vaya a donde no tiene nada,
ni
donde tener un rato de entretenimiento ninguno,
ni
muchas leguas a la redonda,
sino
que ha de vivir en casa prestada o alquilada».
Efectivamente,
había en Valladolid una serie de carencias
para
el alojamiento de la realeza y la corte,
carencias
que hubieron de ser cubiertas a toda prisa.
Para
empezar, la ausencia de palacio real.
Ello
obligó a los reyes a instalarse en casas prestadas,
recuperando
el antiguo sistema del aposentamiento.
Además,
en torno a Madrid se había ido generando
un
cinturón de Reales Sitios ideados para el recreo,
mientras
que en Valladolid no había lugares
para
el entretenimiento de los monarcas.
Y
tampoco existía una infraestructura
para
acoger adecuadamente la corte y el aparato del Estado,
el
ingente número de cortesanos y funcionarios
que
se trasladaban con el rey.
La
decisión trajo consigo una serie de consecuencias inmediatas.
Para
dar cabida a esta gran movilización
se
abordó un programa urbanístico de reordenación de los espacios.
Para
el solaz de la realeza, el Duque de Lerma compró
amplios
terrenos en la ribera del Pisuerga,
en
los que edificó un palacio rodeado de jardines y distracciones.
Y
para el alojamiento de los monarcas se dispuso
primero
de las casas del conde de Benavente,
mientras
el Duque habilitaba como palacio real
la
residencia de la familia Cobos que había comprado en 1600
para
venderla al año siguiente a la Corona.
***
Francisco
de los Cobos y Molina, nacido en Úbeda,
Comendador
Mayor de León,
fue
una de las principales figuras políticas del reinado de Carlos I.
Como
secretario del Emperador, acompañó a éste en sus viajes.
Cuando
don Carlos estaba en España,
a
menudo se instalaba en Valladolid, y, al no tener allí casa,
se
alojaba en viviendas de nobles con los que tenía amistad,
con
frecuencia en el Palacio de los Condes de Ribadavia.
Probablemente
allí conoció Cobos a la hija de los Condes,
María
de Mendoza, con quien contrajo matrimonio en 1522.
Así
don Francisco, que había hecho una brillante carrera política,
lograba
la posición nobiliaria que no poseía.
En
1524, la nueva pareja inició la construcción
de
una casa adecuada a su rango
junto
al Palacio de los Condes de Rivadavia,
en
la Corredera de San Pablo, frente al convento.
Don
Francisco se propuso levantar el mejor palacio de la ciudad,
con
la idea de que pudieran servir como residencia real.
Encargó
el proyecto a Luis de Vega, arquitecto del Emperador.
El
palacio se hizo a gusto de los Austrias, en sobrio estilo clasicista.
A
partir de ese momento, y mientras vivió Francisco de los Cobos,
Valladolid
contó con un palacio adecuado
para
alojar a los reyes en sus visitas.
El
19 de octubre de 1537 la emperatriz Isabel
dio
a luz en el palacio al infante don Juan,
que
falleció el 20 de marzo de 1538.
Allí
se instaló en 1543 Felipe II, aún príncipe,
con
su primera esposa María Manuela de Portugal,
que
en 1545 dio a luz en él a su único hijo, el infante don Carlos,
como
consecuencia de cuyo parto murió a los pocos días.
En
1592 aún volvió a alojarse en el palacio Felipe II,
siendo
ya necesario realizar algunas adaptaciones.
Pero,
tras el fallecimiento de Cobos,
el
palacio dejó de ser alojamiento habitual de la monarquía,
aunque
siguió hospedando ocasionalmente a personalidades,
entre
ellas Teresa de Jesús, invitada por la Marquesa de Camarasa
cuando
la religiosa llegó a Valladolid en 1568
para
fundar el primer convento de la reforma del Carmen.
***
El
17 de septiembre de 1600 se firmó la venta del palacio
por
parte del Marqués de Camarasa, nieto de Francisco de los Cobos,
al
Duque de Lerma.
El
valido reformó el edificio
bajo
la dirección del arquitecto real Francisco de Mora,
lo
amplió comprando los inmuebles anexos
y
lo conectó con otros inmuebles cercanos mediante pasadizos.
El
palacio real se iba a componer así de un núcleo principal,
la
antigua propiedad del Marqués de Camarasa,
al
que se fueron agregando varios conjuntos palaciegos contiguos,
constituyendo
un espacio regio suficiente, aunque algo disgregado.
Algunas
dependencias antiguas fueron rehabilitadas
para
albergar las cocinas, las caballerizas o las cocheras,
otras
fueron utilizadas como sede de los distintos Consejos
o
de lugares recreativos como el Juego de Pelota
o
el gran salón para saraos en las casas del Conde de Miranda.
El
edificio principal se dispuso en torno a un patio renacentista
con
una decoración de medallones que representan
los
territorios de la Corona y diferentes personajes alegóricos.
La
mayoría de esos medallones hoy son de difícil interpretación,
ya
que, salvo unos pocos, carecen de inscripciones explicativas,
y
las que existen han sido fuertemente erosionados por el tiempo.
Se
ha deducido que representan a las siguientes figuras:
la
Fortuna, la Virtud, Lucrecia, Judith,
Moisés,
Aquiles, Príamo, Aníbal, Augusto, Carlomagno, Cisneros,
los
Reyes Católicos, el Emperador Carlos V
y
los patronos de la construcción,
doña
María de Mendoza y don Francisco de los Cobos,
y
algunos de los familiares o ascendientes militares de la familia.
***
En
1601 el Duque vendía el palacio al monarca.
Se
ha interpretado este negocio como una operación especulativa,
pero
es posible que fuese impulsado por el rey.
Felipe
III disponía ya, pues, de su propio palacio,
bien
que su remodelación se hubiera visto condicionada
por
su enclave en un entorno urbanizado,
que
fue transformado para adecuarlo a su nuevo carácter áulico.
De
este modo se creó la Plaza de San Pablo,
ensanchando
un tramo de la Corredera
y
concebida unitariamente como Plaza de Palacio.
La
Casa de la Reina se hallaba en un inmueble anexo
que
ha desaparecido.
La
fachada del palacio comunicaba mediante un pasadizo
con
el otro lado de la Plaza, donde se encontraba el Salón del Trono
y
la “Galería de San Pablo”, que era también parte del conjunto
y
se levantaba ante el convento dominicano.
Un
extenso jardín contó incluso con un pequeño zoológico.
Una
zona (las antiguas casas del Conde de Fuensaldaña)
se
reservó para el alcaide, el mismo Duque de Lerma.
El
convento franciscano de San Diego, del cual era patrono el Duque,
se
levantaba junto al núcleo palacial;
también
ha desaparecido.
En
1605 la reina Margarita dará a luz en el palacio al futuro Felipe IV.
***
Durante
los años en que la capital estuvo en Valladolid
los
ataques entre madrileños y vallisoletanos
fueron
numerosos e hirientes.
A
lo largo de ese primer lustro del siglo XVII
el
Duque de Lerma especuló en el mercado inmobiliario,
adquiriendo
de nuevo tierras y casas en Madrid a precios muy bajos,
mientras
vendía las residencias pucelanas
a
los nobles que se instalaban en la nueva capital.
Hacia
1603 el Duque de Lerma y el Alcalde de Madrid
comenzaron
los preparativos para la vuelta de la capitalidad a la villa.
El
Duque había hecho grandes negocios en Valladolid
y
esperaba volver a hacerlos en Madrid,
llegándose
a hablar de pagos a la propia monarquía por el traslado,
de
los cuales el valido recibiría una tercera parte
y
el resto sería para la adecuación del Alcázar.
Quizás
la peste de 1605, que en Valladolid
acabó
con la vida de muchos habitantes, nobles incluidos,
aceleró
la decisión del regreso a Madrid.
El
30 de enero de 1606 se hizo el comunicado en el Ayuntamiento,
a
través de una misiva del valido,
de
la marcha de la corte de la ciudad.
El
Duque conservó la alcaidía y ciertas dependencias del edificio,
y
en ellas murió, ya como Cardenal, el 17 de mayo de 1625.
Posteriormente
seguirían alojándose en el palacio
otros
monarcas y personajes de la familia real.
La
segunda boda de Carlos II, con Mariana de Neoburgo,
se
celebró en 1690 en la iglesia del convento de San Diego,
dentro
del conjunto palaciego.
Pero
el edificio fue languideciendo y sufriendo daños.
Y,
tras el abandono de la corte,
Valladolid
entró en un nuevo periodo de declive.
***
En
1876 el edificio salió del Patrimonio Real
al
traspasarse al Ministerio de defensa.
En
1877 se convirtió en Capitanía General y Gobierno Militar.
En
2005 se convierte en Subinspección de Ejército de Tierra.
La
última estancia de la familia real fue en mayo de 1921,
con
motivo de la visita a la ciudad de Alfonso XIII y su familia.
El
rey Juan Carlos y su familia han visitado el palacio dos veces,
cuando
Valladolid ha sido sede de los actos
del
Día de las Fuerzas Armadas:
el
27 de mayo de 1984 y el 2 de junio de 2012.
***
El
edificio ha llegado al presente con numerosas alteraciones.
A
comienzos del siglo XX se realizaron importantes intervenciones,
que
modificaron las primitivas tracerías.
El
patio es el mayor de los que conserva la ciudad.
Se
han perdido muchas dependencias,
como
las casas nobles colindantes,
jardines,
plaza de toros, juego de pelota y los “oficios” de Palacio
y
sobre todo la Capilla Real, la iglesia y el convento de San Diego,
conservándose
sus pinturas y esculturas en el Museo de Escultura.
La
actual fachada se debe a una remodelación de 1911
y
poco tiene que ver con la original.
De
la de tiempos de Felipe III, que transformó la primitiva de Cobos,
sólo
queda la portada, hoy con el escudo constitucional.
El
actual Salón del Trono da a la fachada principal
y
no es el que tuvo en su disposición original.
Hoy
poco en su apariencia permitiría suponer
que
se trata de un palacio imperial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario