jueves, 4 de diciembre de 2014

VALLADOLID. Convento de San Pablo




El convento dominico de San Pablo
fue el tercero en antigüedad de los de Valladolid.
(El convento más antiguo fue el de caballeros templarios,
fundado en el siglo XII;
le siguió el de San Francisco, fundado a comienzos del siglo XIII).

Y, desde el siglo XIV, el de San Pablo fue el primero en importancia.

Hoy de él no queda más que la iglesia,
desprovista de sus obras de arte:
Sólo se ha conservado su estructura arquitectónica,
la parte que no podía ser transportada.

*** 


En 1246 contrajeron matrimonio en la Colegiata de Valladolid
el rey Alfonso X el Sabio y doña Violante de Aragón y Hungría,
hija de Jaime I de Aragón y doña Violante de Hungría.

Desde 1260, Violante de Aragón, como señora de Valladolid,
favoreció el asentamiento de franciscanos y dominicos en la villa.

En 1260 doña Violante donó a los frailes menores una casas
donde se erigió el convento de San Francisco.

Poco después los religiosos de la orden de predicadores
se dirigieron a la reina
pidiéndole terreno para fundar convento en Valladolid.

Doña Violante mandó al Concejo de la villa
concediese a los dominicos el terreno que demandaban.

En 1276 el Concejo escribía a los predicadores:
«La Reyna nos embió mandar por su carta que vos otorgásemos
aquel logar que demandasteis para morada en Valladolit,
desde la cascajera fasta San Beneyto
(se refería a la ermita de San Benito el viejo,
origen de la parroquia de ese nombre)...
Nos lamamos vos, que vengades poblar aquel logar, en tal manera,
que los omes bonos, que allí han sus Herendamientos,
si vos algo quisieren dar de lo suyo por su gracia, que lo rezivades,
en otra manera que ge lo comprades,
segunt vos avinieredes con sus Dueños».

Allí, fuera de la muralla primitiva,
junto a la ermita de Santa María del Pino,
levantaron los frailes una modesta construcción,
sirviéndose de la ermita para sus cultos.

Poco después algunos notables de la ciudad donaban a los frailes
unas casas contiguas al santuario,
lo cual les permitió ampliar un poco el cenobio.

***

Ante la estrechez de la vivienda,
en 1286 doña María de Molina, esposa de Sancho IV el Bravo,
sufragó la construcción de un nuevo edificio,
bajo la advocación de San Pablo.

Allí, antes de ser terminado,
recibió sepultura en 1291, en el altar mayor,
el infante don Alfonso, hijo de doña María.

En este convento tuvieron casa
la reina Catalina de Lancaster y su hijo Juan II,
siguiendo la tradición castellana de habitar en conventos-palacio.

En 1411 la reina ensanchó su alojamiento
con otras casas y terrenos del convento
(donde luego se hizo el Colegio de San Gregorio),
y ello hizo que se considerase San Pablo como capilla del palacio
y allí tuvieran lugar notables acontecimientos.

En 1418 murió en sus aposentos de San Pablo doña Catalina,
y su cadáver estuvo depositado en la iglesia
hasta que en 1419 fue trasladado a la capilla de los Reyes Nuevos
de la catedral de Toledo.

En la Cascajera, frente a San Pablo,
el infante don Fernando, tutor de don Juan II, preparó
brillantes torneos en los que se distinguió el conde don Pero Niño,
y allí fue recibido por rey y pueblo el mismo don Fernando
tras la conquista de Antequera.

En 1427 fueron a Valladolid y se aposentaron en San Pablo
los turbulentos infantes de Aragón, don Juan y don Enrique,
hijos de don Fernando de Antequera
(por tanto, primos del rey de Castilla don Juan II),
ya proclamado el primero rey de Navarra,
cuya estancia en San Pablo dio lugar a reuniones nocturnas,
a que asistían los Maestres de Calatrava y Alcántara,
el obispo de Palencia don Gutierre Álvarez Gómez de Toledo
(que luego ocupará las sedes de Sevilla y de Toledo),
Pedro Manrique, Diego López de Mendoza y otros caballeros,
que levantaron partido contra el Condestable Álvaro de Luna.

También en 1427, y so pretexto de festejar a doña Leonor,
hermana de los infantes de Aragón,
que se detuvo en Valladolid de paso para Portugal,
a donde iba a celebrar matrimonio,
se sucedieron cuatro días de fiestas, a cargo de cuatro grandes:
el infante don Enrique, el rey de Navarra,
el rey de Castilla y don Álvaro.
La magnificencia y el lujo desplegados en justas y torneos
fueron evocados por Jorge Manrique en sus Coplas.
En uno de los patios del convento
mandó el rey de Navarra levantar un salón suntuoso
donde se organizó un magnífico sarao
del cual se cuenta la anécdota de que el arzobispo de Lisboa
fue invitado a bailar una zambra con una señora de la corte
y se excusó diciendo que
«si sopiera que tan apuesta Sennora le había de llamar á baile,
non tragera tan luengas vestiduras».

En 1449 se hizo liza en la huerta del convento
para luchar en singular combate
Micer Jaques de Lalaín, consejero del duque Felipe de Borgoña,
con don Diego de Guzmán, que obtuvo la victoria.

Las dos primeras hijas de Juan II y María de Aragón,
Catalina de Castilla y Leonor de Castilla,
murieron ambas con dos años de edad
(Catalina 1422-1424, Leonor 1423-1425)
y recibieron sepultura en San Pablo.

En 1425 en la iglesia fue bautizado el futuro Enrique IV,
hijo de don Juan II y de doña María, infanta de Aragón,
que nació en la calle Teresa Gil, en la casa de Diego Sánchez
(la después llamada “casa de las aldabas”,
después palacio de don Rodrigo Calderón;
las “aldabas” de la fachada, muy anteriores a este valido,
representaban el privilegio de asilo que tenía la casa,
concedido por haber nacido allí Enrique IV);
el recién nacido fue conducido en brillante comitiva,
en brazos del Almirante Alonso Enríquez,
a la iglesia de San Pablo, para su bautizo;
fueron padrinos el Almirante,
el Condestable don Álvaro de Luna,
don Diego Gómez de Sandoval,
y el hijo segundo del Almirante, representando al duque de Arjona;
y madrinas, las mujeres de los tres primeros,
Juana de Mendoza, Elvira Portocarrero y Beatriz de Avellaneda.

El mismo año volvió a la iglesia otra comitiva con el infante Enrique
para que los nobles castellanos declararan y juraran al niño
príncipe de Asturias y heredero de la corona.

En 1454 fallecía en sus habitaciones de San Pablo el rey don Juan II
y sus restos eran depositados en la iglesia
hasta que fueron trasladados a la cartuja de Miraflores, en Burgos.

***

Hacia 1460, fray Juan de Torquemada,
tío del Inquisidor General Tomás de Torquemada,
y que fue prior del convento de San Pablo
y cardenal en Roma con el título de San Sixto,
advirtió que «la fábrica y edificios que años atrás
se habían comenzado en tiempos de la reina Doña María,
eran estrechos y por muchas partes arruinados
y la iglesia muy pequeña y por ser de tierra muy mal segura».
Y financió su reedificación en piedra.
Labró parte del interior de la iglesia
y hay quien dice que una primera fachada
de la que algo se aprovecharía en posterior reconstrucción.

*** 


En 1468 moría fray Juan dejando la construcción inacabada.

Otro dominico, fray Alonso de Burgos,
prior del convento de San Pablo, confesor de Isabel la Católica
y obispo de Palencia (diócesis a la que pertenecía Valladolid),
decidió terminar la obra,
«aunque la empresa era dificultosísima
por ser lo que faltaba mucho y de muy grande costa
y al parecer imposible en muchos años…
Con todo eso la acabó en pocos y muy pocos años
e hizo cuanto en aquel convento hay que ver y estimar:
el claustro principal, el sobreclaustro, coro,
refectorio, hospedería, dormitorios, capítulo, librerías y otras oficinas,
con la portada de la iglesia, retablo y reja de la capilla mayor».
Casi todo fue hecho con donaciones de Fr. Alonso de Burgos:
«hizo de planta el claustro y sobre claustro,
la mayor parte de el salón alto y vajo,
la livreria, capitulo, refectorio, ospicio enfermería antigua, portería»,
y además, en la iglesia,
«retablo y choro antiguo, rexa de la capilla mayor,...
y el primer cuerpo de la primorosa fachada».

El mismo fray Alonso decía en su testamento:
«por quanto habemos fecho é facemos é edificamos...
muchas obras é edificios é labores
en el nuestro monasterio de San Pablo de esta dicha villa,
en muy grandes sumas é quantías de maravedís...
é por otra parte mandamos ciertas quantías de maravedís
que nos dejamos á buenrecabdo,
para que se gaste y expenda en ciertos edificios é labores
que nos dejamos por acabar é fenecer en el dicho monasterio...»

Las obras fueron encargadas
a Juan Guas, Simón de Colonia y Gil de Siloé.

De la labor costeada por fray Alonso daba constancia
una inscripción que corría alrededor del claustro bajo,
a lo largo del interior de los lienzos de la galería
(similar a la que el mismo fray Alonso puso en San Gregorio):
«El muy Reverendo y Magnífico Señor Don Alonso de Burgos... acordándose de la crianza, doctrina y letras que en esta casa santa hubo en su mocedad, y de como en ella comenzó el oficio santo de la predicación y de los actos escolásticos y grados que en ella hizo y recibió, y como de ella le sacaron los grandes de estos reinos para entender y remediar las disensiones y discordias que entre ellos había, lo cual todo sucedió en servicio de Dios y de sus altezas, deliberó hacer en ella é hizo y edificó á sus espensas este claustro y sobreclaustro».

El Duque de Lerma, al posesionarse del patronato del convento,
mandó quitar esa inscripción del claustro,
al igual que hizo con los escudos de armas del fraile obispo
que figuraban en la fachada
y que el Duque hizo sustituir por los propios.


Poco se sabe de cómo fue el convento,
puesto que no han quedado muchas descripciones.
En el plano de Valladolid, de 1738, dibujado por Ventura Seco,
que se conserva en el Ayuntamiento,
aparece el convento con dos patios.


En cuanto a la iglesia, la fachada constituye un retablo de piedra
ideado como un programa de propaganda,
como una exaltación de la orden dominica,
de la monarquía de los Reyes Católicos
y del propio fray Alonso de Burgos.
La falta de decoración en el resto de los muros es compensada
con esa fachada de muy complicada composición.


Su aspecto a día de hoy no se corresponde con su factura original.
Inicialmente alcanzaba sólo la altura de la imposta
situada sobre el rosetón central, en la que se aprecian dos gárgolas
y sobre la que descansaba el actual frontón superior,
en el que figura el emblema de los Reyes Católicos.
A los lados únicamente se levantaban
los dos finos pináculos que aún se conservan
y una torre campanario cuyo aspecto se desconoce,
pues desapareció en la reforma realizada por el Duque de Lerma.


Esa parte inferior se divide a su vez en dos alturas,
delimitadas por una imposta.

La más baja es un arco que cobija la puerta,
cuyas jambas apoyan en las agujas
que suben hasta lo alto de la parte antigua.

Sobre él hay un relieve que representa la Coronación de la Virgen,
presenciada por un obispo arrodillado,
seguramente fray Alonso de Burgos,
aunque también se apunta que pudiera ser Juan de Torquemada,
dada la presencia de los Santos Juanes en la misma escena.
Está revestido con los atributos pontificales,
la capa pluvial decorada con flores de lis, emblema de fray Alonso.
A los lados, dos ángeles que sostienen cada uno un escudo,
antes de Alonso de Burgos,
igual que los que abundan en el Colegio de San Gregorio,
después del Duque de Lerma,
con las armas de Sandoval en uno y de Rojas en otro.
Fuera de escena, figuran varios santos dominicos:
el fundador santo Domingo de Guzmán,
santo Tomás de Aquino, san Vicente Ferrer y san Pedro Mártir.

Encima hay un rosetón y flanqueado por otros dos ángeles tenantes
sosteniendo escudos, antes de fray Alonso, después del Duque.


En el frontón superior destaca un gran escudo de los Reyes Católicos
sobre cuya corona se alza el águila de San Juan
y que está sujeto por dos leones rampantes
que sostienen también en sus patas el yugo y las flechas;
en el escudo ya se incorpora la granada.


En el interior del templo, en los testeros de los brazos del crucero,
hay sendas puertas hechas por fray Alonso, hoy clausuradas.


La del lado del evangelio fue acceso a la capilla del Cristo,
que el obispo hizo en sustitución de la primitiva
que tenía el convento, que le fue cedida para erigir la suya;
esa capilla del Cristo sirvió de enterramiento
para los colegiales de San Gregorio
hasta que el convento la vendió a un caballero
y el entierro de los colegiales se trasladó a otra capilla en el claustro.
A través de esa puerta se accedía también al claustro conventual.
Está decorada con imágenes de santos dominicos
y con la flor de lis.


La del lado de la Epístola era entrada a la capilla de San Gregorio,
capilla funeraria de fray Alonso.
Está decorada con un relieve que representa
a la Virgen imponiendo la casulla a San Ildefonso,
protector de fray Alonso;
éste también aparece, como en la fachada, contemplando la escena,
arrodillado y revestido de pontifical, con capa pluvial, mitra y báculo.
También figuran los escudos de fray Alonso.


En el interior de la capilla,
los nervios de la bóveda apoyan en ménsulas
con ángeles tenantes de los escudos del obispo.

El convento agradeció a fray Alonso su mecenazgo
cediéndole el terreno contiguo para el Colegio de San Gregorio,
que se construyó al mismo tiempo, como edificio anexo,
concebido como centro de estudios de Teología para los dominicos.

Fray Alonso de Burgos murió en 1499
y fue enterrado en la capilla funeraria por él reformada,
adosada entre la iglesia de San Pablo y el Colegio de San Gregorio.

La capilla de San Gregorio fue saqueada por los franceses,
que destruyeron su retablo y el sepulcro de fray Alonso.

Hoy la capilla no tiene acceso por la iglesia
sino que ha quedado integrada en el antiguo Colegio,
como parte del actual Museo de Escultura.

*** 


El convento llegó a ser uno de los más importantes de la orden,
y su iglesia acogió acontecimientos de gran trascendencia histórica.

En muchas ocasiones la iglesia de San Pablo fue preferida
a la misma colegiata de la villa
en la celebración de actos de significación política,
desde la época de Juan II a la del Duque de Lerma.
Sobre todo en el siglo XVI, reyes y nobles
frecuentaron iglesia y convento;
sólo durante el reinado de Carlos I se reunieron allí Cortes
en 1523, 1524, 1527, 1537, 1542, 1544, 1548 y 1555.

San Pablo fue escenario
tanto de reuniones de Cortes del Reino
como de asambleas de Órdenes Militares,
desde que en 1409 se celebró el capítulo de la Orden de Alcántara
para nombrar Gran Maestre:
además de gran número de caballeros freiles,
asistieron al capítulo el rey menor don Juan II,
los tutores y gobernadores del reino,
la reina madre doña Catalina de Lancaster y el infante don Fernando,
los hijos de éste y muchos prelados y grandes de la corte;
fue nombrado Gran Maestre don Sancho, hijo de don Fernando,
niño de seis años.

En este templo fueron bautizados
los reyes Enrique IV y Felipe II y los hijos de Felipe III,
doña Ana Mauricia, doña María y don Felipe.

Y en él recibieron sepultura,
además de fray Alonso de Burgos y de los Duques de Lerma,
fray Bartolomé de las Casas
y el infante don Alfonso, hijo de Sancho IV y María de Molina,
la reina doña Catalina de Lancaster, madre del rey Juan II,
hasta su traslado a la capilla de los Reyes Nuevos de Toledo,
el rey Juan II hasta su traslado a la Cartuja de Miraflores (Burgos),
dos hijas de Juan II hasta su traslado al convento de San Benito,
el príncipe Juan, hijo de Fernando el Católico y Germana de Foix,
hasta su traslado al monasterio de Poblet,
el infante don Juan, hijo de Carlos I y doña Isabel de Portugal,
y la reina María de Portugal, esposa de Felipe II,
hasta el traslado de sus restos a El Escorial.

*** 


En 1509 nació en Valladolid el príncipe Juan de Aragón,
hijo de Fernando el Católico y de su segunda mujer Germana de Foix.
Murió a las pocas horas de nacer.
Sus restos se depositaron en San Pablo por orden del rey,
de donde se trasladaron luego al monasterio de Poblet.

En 1517 entró en Valladolid el príncipe don Carlos
y en la iglesia de San Pablo se hizo entrega del capelo cardenalicio
a Adriano de Utrecht, deán de Lovaina
(que será papa como Adriano VI);
la ceremonia fue grandiosa
y presenciada por la realeza y toda la corte.


En 1527 en la iglesia fue bautizado el futuro Felipe II,
nacido semanas antes en el edificio que ocupa hoy la Diputación,
nacimiento tras el cual don Carlos fue a San Pablo para dar gracias;
para el bautizo, se instaló un pasadizo
desde una de las ventanas de la casa hasta la puerta de San Pablo,
para comodidad del cortejo
(ésa fue al parecer la razón del pasadizo,
no la leyenda de que se valieron de ese ardid
para que el príncipe no fuera bautizado
en la parroquia de San Benito el viejo ni en la de San Martín,
que se disputaban tal honor;
especie vertida sin fundamento alguno).
En el zaguán del Palacio de Pimentel,
en unos azulejos se ha plasmado la escena del bautizo,
pero hay en la imagen un error histórico,
pues la fachada de San Pablo aparece ya con la remodelación
que realizó el duque de Lerma, muy posterior a 1527.


Días después del bautizo fue la emperatriz a misa a San Pablo,
«vestida de blanco á la portuguesa
y cabalgando sobre un dócil caballo,
cuyas riendas llevaba el Conde de Benavente D. Juan Pimentel».

En 1538 murió, con un año de edad, el infante don Juan,
hijo de la emperatriz Isabel y el emperador Carlos.
Sus restos estuvieron depositados en San Pablo
hasta su traslado a El Escorial.

En 1545 murió en Valladolid la reina doña María, mujer de Felipe II,
de resultas del parto en que nació el príncipe Carlos.
Estuvo enterrada en San Pablo hasta 1574,
fecha de su traslación al panteón de El Escorial.

Durante la estancia de la corte en Valladolid, en época de Felipe III,
tres infantes de España fueron bautizados en la iglesia de San Pablo:
en 1601 la infanta doña Ana Mauricia,
que casó después con el rey de Francia Luis XIII;
en 1603 la infanta doña María, que murió de dos meses;
y en 1605 el que había de ser rey Felipe IV,
cuyo bautizo preparó con gran pompa el Duque de Lerma.

En 1600 el Duque adquirió el patronato de iglesia y convento.
Entonces fueron trasladados a la iglesia del convento de San Benito
los restos del infante don Alfonso y los de las dos hijas de Juan II
(restos que tras la exclaustración del siglo XIX
fueron llevados a la capilla del Colegio de Santa Cruz,
al lado de los de un hijo del infante don Manuel;
hoy la urna sepulcral está en el Museo arqueológico provincial).

*** 


Ya en 1517 Lorenzo Vitale escribía, al describir
los lugares visitados por Carlos I durante su primer viaje a España:
«En Valladolid, cerca del palacio del Rey, había un Colegio
que daba a un monasterio de religiosos de Santo Domingo,
que se llama iglesia de San Pablo, cuyos colegio y monasterio
son los más hermosos y ricos lugares que se pueden encontrar».

Hacia 1550, el cardenal fray García de Loaysa Girón,
confesor de Carlos I,
financió la construcción de la sacristía, muy amplia y suntuosa.
En ella fue enterrado fray Bartolomé de las Casas.

En el siglo XVII el Duque de Lerma
convirtió la capilla mayor en su propia capilla funeraria
y para ello financió obras de reforma
que dieron a la fachada su aspecto actual.

*** 


Con el traslado definitivo de la corte a Madrid,
Valladolid, y con ella el convento de San Pablo,
fueron perdiendo relevancia.

En el siglo XVIII la celebración de autos de fe
se trasladó de la Plaza Mayor a la de San Pablo.

En 1809 entraron en la ciudad 1.200 soldados franceses
y se acuartelaron en San Pablo,
profanando la iglesia, destrozando el convento
y expoliando sus bienes.

Los frailes se mantuvieron aún unos años en el convento,
pero en 1835 la Desamortización completó su destrucción.

Con todo, en el siglo XIX San Pablo seguía siendo
la imagen representativa de Valladolid.
Cuando en 1835 la reina Isabel II visita la ciudad
fue obsequiada con una pintura de la fachada,
obra del pintor vallisoletano José Alzola.

Tras la exclaustración, las estatuas de los Duques
pasaron al Museo de Escultura.
El convento se convirtió en presidio.
Después, ante la escasez de material para nuevas construcciones,
se optó por derribar el edificio y aprovechar sus piedras.
A finales del siglo XIX aún podían verse por el solar
trozos de fustes de los desaparecidos claustros.
Sólo subsistió la iglesia, que pasó muchos años abandonada.


En 1893 fue restaurada la comunidad dominica,
adaptándose la antigua sacristía como vivienda conventual,
que sigue utilizándose en la actualidad:
En 1893 los dominicos hicieron obras de reparación
y en 1894 la iglesia se reabría al culto.
En 1898, transformada la sacristía en convento,
los frailes volvían a instalarse en San Pablo.


En 1907 en el solar del convento
se levantó el Instituto de Enseñanza Zorrilla.

En 1968 se declaró un incendio en el templo.
El fuego fue descubierto durante la celebración de una misa
a primera hora de la tarde del día 9 de septiembre.
Se hizo que los fieles abandonaran el templo.
Las llamas consumieron rápidamente la bóveda del altar mayor.
Las cubiertas de la iglesia fueron reconstruidas con hormigón.

En 1965, a pocos metros de San Pablo,
se levantó el Colegio menor Santo Tomás, iniciativa de los frailes.

En 1974 en esa residencia se instaló un nuevo convento dominicano,
acogido a la tutela de San Gregorio.

En 2009 se fusionaron los conventos de San Pablo y de San Gregorio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario