sábado, 6 de diciembre de 2014

VALLADOLID. Monasterio de Santa María de las Huelgas Reales



Alfonso VII el Emperador concedió la Tierra de Campos
a su hermana doña Sancha
y ésta, en el siglo XII, fundó en ella varios monasterios.
Así se creó la primera comunidad cisterciense femenina de Valladolid,
enclavada en el arrabal de San Juan, actual calle de Santa Lucía.
Por referencias documentales de 1537
se conoce la ubicación de ese antiguo monasterio,
pero en 1282 el edificio sufrió un incendio que lo destruyó.

*** 


Para sustituirlo, la reina María de Molina
cedió a las monjas su propio palacio
para la construcción de un nuevo convento.

María Alfonso de Meneses había nacido hacia 1260
en el término de Cabezón de Pisuerga, en Tierra de Campos.
Era hija del infante Alfonso de Molina, hermano de Fernando III,
y de su tercera esposa, Mayor Alfonso de Meneses.

Contrajo matrimonio con su sobrino, el futuro Sancho IV,
hijo de Alfonso X y doña Violante,
lo que por razones de parentesco estaba prohibido canónicamente,
ella era nieta y él bisnieto de Alfonso IX de León.
Pero, pese a la oposición general
(incluida la del propio rey Alfonso el Sabio),
María y Sancho consumaron su enlace en Toledo en 1282.
El papa exigió a los obispos castellanos anular la unión
y los cónyuges fueron excomulgados
por “incestas nuptias, excessus enormitas y publica infamia”.
Desde entonces el matrimonio hizo todo lo posible
por obtener la dispensa pontificia, para legitimar su descendencia.
En 1283 nacía la infanta Isabel, la primera de sus siete hijos
(que será reina consorte de Aragón).

El Rey Sabio había dispuesto en Las Partidas,
ajustándose al derecho romano,
que la sucesión del trono correspondía
al primogénito y sus descendientes,
pero esta ley no fue promulgada oficialmente, de modo que
cuando en 1275 muere Fernando de la Cerda, infante heredero,
se aplicó la tradición en materia de herencia
de pasar los derechos al trono al mayor de los hijos vivos,
que era don Sancho.
Sancho tuvo que enfrentarse a su propio padre
y a sus sobrinos los infantes de la Cerda,
surgiendo entre la nobleza banderías enfrentadas,
dando lugar a una guerra civil.
Alfonso llegó a maldecir a su hijo y a desheredarlo en su testamento.
Pero en 1284 murió don Alfonso y Sancho se alzó como rey.

El rey de Aragón apoyó a los de la Cerda
para conseguir el respaldo castellano
en su enfrentamiento con Francia por los territorios italianos,
y exigió a don Sancho el repudio de su esposa.
Sancho respondió concediendo a María en 1293 el Señorío de Molina,
que desde entonces quedó unido a su nombre.

Sancho tenía el respaldo de gran parte de la nobleza vallisoletana.
El nuevo rey había nacido en Valladolid,
señorío tradicional de las reinas de Castilla;
aquí había vivido su madre Violante.
Don Sancho eligió un barrio tranquilo y rico,
habitado por canónigos, oficiales del rey
y miembros de la oligarquía urbana;
a uno de éstos le compró el monarca unas casas
para adaptarlas como palacio rea (no como alcázar,
término que se siguió aplicando al situado en San Benito).
Sancho y María asentaron su residencia en Valladolid,
donde ella pasaba largas temporadas,
convertida la ciudad del Pisuerga en su morada favorita.
El palacio se hallaba cerca del monasterio cisterciense
que acababa de incendiarse.

Como centro del gobierno castellano,
Valladolid recibió numerosos privilegios.
Debido a la prolongada residencia de la reina en la ciudad,
en Valladolid nacen, en 1286 y 1290, sus hijos Alfonso y Pedro
y en Valladolid muere el mayor de ellos,
que fue enterrado en el convento de San Pedro.
En las expediciones contra el sur María participó personalmente,
compartiendo aventuras con su esposo.

Durante todo el reinado de Sancho IV hubo luchas internas.
Uno de los personajes que más discordias provocó
fue el hermano del rey, el infante don Juan,
quien en 1294 ocasionó el conflicto de Tarifa.
Don Juan llamó en su ayuda a los benimerines de Marruecos,
que sitiaron la plaza, que estaba defendida por su gobernador,
Alfonso Pérez de Guzmán, “Guzmán el Bueno”, señor de León.
Juan capturó al hijo de Guzmán y se lo entregó a los benimerines,
que a cambio de la vida del joven exigieron la plaza de Tarifa
dando lugar al famoso episodio heroico por parte del leonés,
que prefirió la muerte de su hijo antes que entregar Tarifa.
El muchacho fue asesinado, la plaza se salvó
y los benimerines regresaron a su tierra.
Se desbarataron así los planes del infante don Juan
y los del sultán de Marruecos, que pretendía una invasión.

Con la intensificación de la inestabilidad política
y por lo tanto del riesgo de ataques,
el palacio real dejó de ser una tranquila residencia
integrada en el entramado urbano,
para convertirse en una casa fortificada, separada de la ciudad.

*** 


La primera intervención relevante de María
se produjo cuando a la muerte de Sancho IV, en 1295,
según disposición testamentaria se hizo cargo como regente
de los derechos de su hijo Fernando IV, de diez años de edad.
Muerto su esposo, María continuó gobernando
y siguió ocupando el palacio de Valladolid.

Existía la amenaza de que algunos sectores nobiliarios
intentaran el asalto al poder, al considerar ilegítimo al heredero,
pues no se había conseguido la dispensa pontificia.
María convocó Cortes para buscar el apoyo de los concejos
frente a los nobles levantiscos,
produciéndose entre 1295 y 1312 en Valladolid,
donde María de Molina ejercía como señora de la villa,
hasta seis convocatorias.

Durante la minoría de edad de Fernando IV,
creyendo en la supuesta debilidad de María de Molina,
ambiciosos personajes intentaron hacerse con el trono.
Castilla fue invadida por portugueses y aragoneses,
y fueron reconocidos por los adversarios
como rey de León el infante don Juan, el traidor de Tarifa,
y como rey de Castilla Alfonso de la Cerda.

Pero María, con el apoyo de los concejos, en 1301
consiguió pagar la bula de legitimación de su matrimonio,
momento en que Fernando IV, con dieciséis años,
alcanzaba la mayoría de edad.

Sin embargo, el nuevo monarca sí dio muestras de debilidad
y se dejó influir por los nobles hasta enfrentarse a su madre.

Los concejos acudieron a María por encima del rey
para tratar asuntos de importancia.
María consiguió reconciliar la vida castellana
a través de la Hermandad de Ciudades.

Fernando IV emprendió una campaña contra los musulmanes,
expedición de la que regresó enfermo para morir en 1312.
El heredero, Alfonso XI, era un menor de sólo un año de edad.
Y de nuevo su abuela, María de Molina, pese a una delicada salud,
se convirtió en reina regente, desde Valladolid.

Llegaron de nuevo la guerra y las intrigas a Castilla
impulsadas por don Juan Manuel.
Y nuevamente a través de las cortes María consiguió la concordia.

En 1321 falleció en el convento de San Francisco
la que había sido siempre benefactora de la ciudad de Valladolid
y por tres veces reina de Castilla y León:
como esposa de Sancho IV,
como madre de Fernando IV
y como abuela de Alfonso XI,
en las tres ocasiones en medio de grandes conflictos.
En 1622 Tirso de Molina escribirá “La prudencia en la mujer”,
inspirándose en la figura de doña María.

Falleció rodeada por los prelados del reino,
y fuera de su palacio, por encontrarse éste en obras.

Muy querida en la ciudad a la que tanto había beneficiado,
sus funerales fueron notables.

El sepelio se celebró en las Huelgas Reales,
a donde se trasladó su cadáver
y donde fue enterrada junto al altar según su deseo.

A los franciscanos les había donado
unas casas próximas a su convento,
a los dominicos les había ayudado
en la construcción del convento de San Pablo,
a las monjas cistercienses les había entregado
parte de su palacio de las Huelgas.

*** 


El nombre del monasterio proviene de su emplazamiento
en lo que había sido lugar de descanso de los reyes,
junto a un prado extramuros de la ciudad, el Prado de la Magdalena,
donde se hallaba la iglesia de la Magdalena.

En el año 1320, al sentir próximo el final de su vida,
María decidió reconstruir el monasterio de monjas cistercienses,
para lo cual donó a las religiosas el palacio real
a cambio del compromiso de la comunidad de orar
por su esposo Sancho, su hijo Fernando, su nieto Alfonso
y por ella misma.
Por ello, se considera a esta reina la auténtica fundadora
de lo que fue un destacado monasterio vinculado a la corona,
tratándose en realidad de una segunda fundación.

María no era rica, había consumido su patrimonio
en sus esfuerzos de pacificación del reino.
No podía entregar a las monjas más que su propia residencia.

Hay también quien ha visto en esa decisión
un deseo de emular a Leonor de Plantagenet, esposa de Alfonso VIII,
que había patrocinado el monasterio de las Huelgas de Burgos.

Con la donación, María se convertía en mecenas del nuevo convento,
que renovaba sus instalaciones bajo el patrocinio regio
a cambio de orar por los miembros de la familia real.

El comienzo de las obras fue inmediato,
de manera que en el momento de la muerte de María
ya el monasterio estaba parcialmente en funcionamiento.
En su testamento, María dejó dispuesto
que se la enterrara en la iglesia del monasterio,
que se le construyera un sepulcro
y que se celebraran diez mil misas por su alma.

***
María de Molina presenta a su hijo Fernando IV en las Cortes de Valladolid de 1295.
Óleo de Antonio Gisbert Pérez, 1863.
Congreso de los Diputados.
 

En 1328 Valladolid se levantó contra Alfonso XI,
nieto de María de Molina.

Para reprimir la sublevación,
el rey decidió asaltar la ciudad por la parte de las Huelgas
y para hacer hueco prendió fuego al convento,
dando orden de respetar sólo la tumba de su abuela María,
cuyo cuerpo mandó sacar para que no se consumiese en el incendio.

*** 


Gran parte del palacio-convento desapareció.

En los años conflictivos, el recinto había sido fortificado
con una cerca y puertas destacadas como torres de guardia,
una obra en la que se emplearon alarifes mudéjares
y de la que perviven restos de un friso con yeserías,
conservado en el interior del monasterio,
y la puerta principal, próxima a la iglesia de la Magdalena
y actualmente poco visible por encontrarse dentro del patio
del actual colegio de las Huelgas;
no es un monumento abierto a la calle,
pero se puede pedir en la portería del convento permiso para verla.

Aunque perteneciente al palacio de los reyes,
no es sino una puerta de la muralla que lo protegía.
Se situaba en el muro que separaba las casas del rey
del entorno de la Magdalena.

Se trata de una estructura defensiva, pero de carácter áulico.
Sería un acceso a palacio desde el interior de la ciudad,
lo que permitiría a la reina buscar el amparo de ésta,
pero también aislarse de la misma.

Hoy se alza con sus cuatro paredes exentas
y sirve de divisoria de propiedades
entre la iglesia de la Magdalena y el monasterio de las Huelgas.

Esa puerta es el resto militar más importante de Valladolid,
su vestigio arquitectónico más antiguo,
el único ejemplo de arquitectura mudéjar de la ciudad
y lo único que se conserva del palacio.
Es de lo muy poco que queda del Valladolid medieval.

Se cree que puertas como ésta
solamente se conservan otras cuatro en España:
en Granada la puerta del Corral del Carbón;
en la localidad de Niebla, en Huelva, la Puerta del Agua;
en Denia la puerta de Mig;
y en Coca, en la provincia de Segovia, otra sin bautizar.

La única noticia referente al edificio antiguo del palacio-convento,
antes de su reconstrucción en el siglo XVI,
es una escritura de venta del Monte de la Reina, cercano a Toro,
que otorgaron en 1403 las Huelgas de Valladolid,
por la necesidad que el convento padecía
«y por quanto había de reparar la iglesia,
retejar el cabildo, facer una torre
y reparar el palacio que está todo descubierto y se cayó».

Parece ser que durante los siglos XV y XVI, la puerta del palacio
sirvió como campanario de la vecina iglesia de la Magdalena.

*** 


Con el tiempo fueron ampliándose las posesiones de las Huelgas
con fincas, privilegios y derechos señoriales.

En los siglos XVI y XVII hubo cuatro grandes abadesas,
todas pertenecientes a un mismo linaje, el de los Mendoza:
Isabel de Mendoza (1510-1543);
Ana de Mendoza y Quijada (1543-1590);
Ana de Mendoza y Cerda (1596-1599)
y por último Isabel de Mendoza II, ya en el siglo XVII.

En 1579 la abadesa Ana de Mendoza y Quijada
impulsó la reconstrucción de iglesia y convento.
Se conservaron algunas dependencias del edificio anterior.
La abadesa reservó la capilla gótica de San Bernardo
para su enterramiento
(sala capitular hasta su destrucción en las reformas del siglo XX).

La construcción finalizó en 1599,
siendo ya abadesa Isabel de Mendoza.

Esta abadesa se ocupó de la dotación del nuevo templo
con valiosas obras de arte.

En 1613 encargó el retablo mayor,
que fue completado con esculturas de Gregorio Fernández,
llegado a Valladolid hacía unos años.
En el ático del retablo figuran los emblemas de la reina fundadora.
Centra el primer piso el llamado Abrazo místico a San Bernardo,
Cristo desclavándose de la cruz para abrazar al santo.

Trabajó también Gregorio Fernández en la Capilla del Nacimiento,
fundada por Isabel de Mandoza para su enterramiento.
La capilla se abre al trascoro
mediante una reja con el escudo de su fundadora,
la abadesa cuyo sepulcro está en el centro de la capilla.

En el siglo XVII se construyeron dos claustros,
de los cuales sólo se conserva uno.

*** 


En el centro del crucero del templo, ante el altar mayor,
se mantuvo el monumento funerario de María de Molina.

Es un sepulcro exento, labrado en alabastro.
Su tipología ha hecho descartar la posibilidad
de que se realizase inmediatamente tras la muerte de la reina
y en cambio induce a pensar que podría haberse hecho
con ocasión de las reformas de la primera mitad del siglo XV,
para las cuales las monjas vendieron el Monte de la Reina.
Se realizaría, pues, un siglo después del fallecimiento de María.

La indumentaria de doña María corresponde
a la moda de comienzos del siglo XV
y los relieves que decoran la urna son de estilo “gótico internacional”.

Hacia 1600, cuando se remodeló el templo,
el sepulcro también fue restaurado.
La información que hay sobre el mismo antes de esta reforma
procede de Ambrosio de Morales, cronista de Felipe II,
que lo vio y lo describió:
«La reina tiene corona, mas está en hábito honesto,
sin tener letra alguna, tiene los escudos con castillo y león y otros,
solo león y castillo por orla, que parece fueron las armas de su padre,
el Infante don Alfonso de Molina».

El basamento está sostenido por seis cabezas de león.
En los laterales del sepulcro figuran grandes escudos:
las armas del reino de Castilla y León de la reina consorte
y los leones rampantes rodeados de ocho castillos,
armas heredadas de su padre el infante don Alfonso de Molina,
hijo del rey Alfonso IX de León.
Los escudos enmarcan las figuras de los patronos
de la Orden cisterciense: la Virgen y San Bernardo.
En la escena frontal aparece la reina entregando a siete monjas,
cubiertas con pintorescos tocados,
la carta de fundación del monasterio.
Sobre el sepulcro, la estatua yacente de María,
vestida con una saya ajustada con ceñidor y un manto.
Ya no lleva la corona de reina que cita Morales, sino toca y rebozo;
las manos cruzadas sobre el regazo sujetan un rosario y un libro.
Un perro simboliza la fidelidad a los pies de la dama.
En la reforma de hacia 1600
se añadieron las pilastras estriadas de los ángulos del sepulcro.

*** 


En el siglo XVII las Huelgas vivió su mejor época.
«El Prado de la Magdalena fue un ameno paraje,
de lo más frecuentado en la época dorada de Valladolid.
Sus praderas regadas por el Esgueva
eran recorridas en aquellos años
por lo más granado de la vida cortesana de la ciudad;
era uno de los principales lugares
donde las damas se exhibían en sus carrozas
y los caballeros de capa y espada
alardeaban su habilidad como jinetes.
En su espacio se hallaba este gran jardín
en cuyo centro estuvo la celebrada casa de las Chirimías,
de la que se decía que cada vecino poseía una teja;
en ella se interpretaban las músicas
que amenizaban aun más el lugar.
A poca distancia se alza
el importante monasterio de las Huelgas Reales,
adosado a la iglesia de la Magdalena».

Tras los momentos críticos del siglo XIX,
la invasión francesa y la desamortización,
que destruyeron parte del patrimonio de la congregación,
la comunidad se recuperó.
En 1895 las monjas abrieron un Colegio.
En los años 70 del siglo XX se efectuaron obras
de adaptación del convento a centro de enseñanza
y se destruyó uno de los claustros y la sala capitular.
En 2007 la comunidad de las Huelgas finalizó obras de restauración.

Posee el monasterio un espléndido archivo documental
con más de doscientos pergaminos, algunos con notables miniaturas.
Posee también un museo con destacadas obras de arte.

En el recibidor de la clausura hay dos retratos,
de Sancho el Bravo y María de Molina, anónimos del siglo XVII.
Él viste armadura.
Ella aparece entregando el acta de fundación a cuatro religiosas.

El monasterio es especialmente destacable
en los anales de la Orden Cisterciense
debido a su historia, a su archivo, a su edificio...

Sin embargo, hoy nada en su exterior hace suponer

la grandeza de su pasado.

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