Atravesando la villa en línea recta desde el
palacio ducal,
está la iglesia de la Asunción,
comenzada a construir en el siglo XIV.
Uno de los hijos de los Príncipes de Éboli,
el obispo de Sigüenza y arzobispo de Granada
Pedro González de Mendoza,
engrandeció la iglesia de Pastrana en el siglo
XVII,
convirtiéndola en colegiata,
categoría que tuvo hasta el siglo XIX.
En el Museo de la Colegiata, ubicado en la
antigua sacristía,
se conservan algunos recuerdos
de Santa Teresa, de San Juan de la Cruz
y sobre todo de la Princesa de Éboli:
Muebles que pertenecieron a la Princesa
y otros objetos de su propiedad (una cruz, un
pebetero, un arcón),
un manuscrito firmado por ella,
los tapices que decoraban las salas del palacio
ducal,
los cuadros de algunos de los hijos de los
Príncipes
(Pedro González de Mendoza, Ana de Mendoza),
el impresionante catafalco de paño negro,
escoltado por candelabros de ébano,
que amortajó los restos de Ruy Gómez de Silva,
telas de terciopelo negro y amarillo
que formaron parte del catafalco de doña Ana
y varias ropas de misa de Pedro González de Mendoza,
una de las cuales se hizo con una capa de la
Princesa.
En el crucero de la iglesia hay varios epitafios
colocados allí por Pedro González de Mendoza.
A la derecha del altar mayor
se encuentran los sepulcros de los padres de doña
Ana,
los Príncipes de Mélito.
“Prendas de obligación, no del olvido, contiene
este sepulcro”,
reza el epitafio colocado por su nieto, fray
Pedro,
que fue enterrado junto a sus abuelos.
A la izquierda están los epitafios de los
Príncipes de Éboli
y de su hijo primogénito, Rodrigo, hermano de
fray Pedro.
El obispo hizo construir también una cripta
para enterrar a sus padres.
Se accede a la cripta por una puerta a la
izquierda del altar mayor.
En ella yacen varios miembros de la familia
Mendoza.
Una urna de mármol alberga los restos de la
Princesa,
vestidos con el hábito de la orden de San
Francisco,
de acuerdo con su última voluntad.
Sobre la urna, una inscripción:
“Aquí yace doña Ana de Mendoça y Cerda.
Murió en Pastrana año 1592”.
Bajo la urna, en el mismo nicho, están los restos
de su esposo,
con el rótulo:
“Aquí yace Ruy Gomez de Silba.
Murió en Madrid año de 1577”.
Ni en la muerte la Princesa podía tener a alguien
por encima.
Hay un error en la fecha de la muerte del
Príncipe:
Ruy Gómez murió en 1573, no en 1577.
La Princesa de Éboli fue enterrada primero
en la cripta del convento de San José.
Luego sus restos fueron trasladados
al lado del Evangelio de la antigua cabecera de
la iglesia.
Allí hizo llevar también fray Pedro González de
Mendoza
los restos de su padre, inicialmente enterrados
en Madrid.
Después, cuando fray Pedro comience las obras del
templo,
los sepulcros fueron trasladados nuevamente,
ahora juntos, al trascoro, al pie de la iglesia.
En 1637, acabadas las obras de la cripta bajo el
altar mayor,
toda la familia fue llevada a este lugar.
Los cuatro primeros Duques de Pastrana fueron
enterrados allí.
Se cuenta que, hace años,
cuando alguien visitaba la cripta de Pastrana,
las mujeres que la enseñaban sacaban una calavera
y la mostraban diciendo:
“ésta es la calavera del Marqués de Santillana”.
Parece ser que la tapa que levantaban
correspondía a la tumba de Pedro Alcántara de
Toledo,
XIII duque del Infantado.
En ese sepulcro hay dos calaveras
pero es improbable que una de ellas sea la del
Marqués.
Seguramente los restos del Marqués de Santillana
fueron trasladado a Pastrana
y depositados tras la lápida
“Duques V, VI y VII de Pastrana y otros de Infantado”,
pues todos los demás sepulcros tienen indicación
de quien los ocupa.
(Las casas de Pastrana e Infantado se unieron por
matrimonio
en la persona del IX Duque del Infantado,
que fue enterrado en Madrid).
En el siglo XIX los restos de fray Pedro
fueron trasladados de la cabecera de la iglesia a
la cripta.
En la cripta hay también un ataúd de madera
que contiene los restos de un tal “mosén Rubí”
cuya relación con los Duques se ignora.
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