El alcázar de Toledo es, probablemente,
el monumento más representativo de la ciudad de
Toledo.
Su tamaño imponente y su emplazamiento elevado
lo hacen destacar claramente desde kilómetros de
distancia.
A ello contribuye el hecho
de que es el único edificio exento de Toledo.
El alcázar representa, además, un resumen
de los principales episodios de la Historia de
España,
y en particular de sus guerras.
Pocos edificios han sufrido tantos asedios.
Es verdad que ha sido destruido y reconstruido muchas
veces.
Pero hoy, que se supone que se tiene
un mayor respecto por el patrimonio histórico,
no se debería haber llevado a cabo
una quinta destrucción.
Aunque esta vez el agente destructor no haya sido el
fuego
sino la “corrección política”
y una desafortunada concepción
de lo que debe ser un museo.
***
El Álcazar, edificio simbólico,
se emplaza en la zona más alta de la ciudad,
en un punto estratégico.
A lo largo de la historia, este emplazamiento
siempre ha sido un lugar fortificado con función defensiva.
Desde aquí se domina la ciudad,
su acceso por el Este, por el puente de Alcántara
y todo el cauce del Tajo que la rodea.
***
En el siglo III los romanos construyeron,
en lo alto del cerro más elevado de la ciudad,
cimentado sobre la roca granítica,
un pretorio con guarnición militar.
Con la realización de la últimas obras
para la instalación del Museo del Ejército,
se han descubierto restos de muros
pertenecientes al palacio romano.
A lo largo de la Edad Media, el torreón primitivo
se trasformó en auténtica fortaleza intra-muros.
***
Los visigodos
conquistaron la ciudad
y establecieron en Toledo la capital de su reino.
El palacio romano fue reformado
y se convirtió en residencia regia.
***
Fue durante la dominación de los musulmanes
cuando, sobre lo ya construido,
se edificó una auténtica fortificación,
un sólido castillo o alcázar (“al-qasr”) para
defender la alcazaba.
A esta edificación debió de pertenecer un arco de
herradura
que se ha encontrado en los sótanos.
***
El 25 de mayo de 1085, Toledo fue tomada por Alfonso VI,
que en 1087 convirtió la ciudad en capital de su
reino.
Mandó reedificar el alcázar para su uso
como residencia fortificada.
“Mandó facer un Alcázar, el cual es hoy allí”,
narra el Canciller Pedro López de Ayala
en su Crónica
del Rey Don Pedro I.
El primer alcaide del alcázar y de la ciudad
fue Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid.
Tras El Cid fue alcaide Alvar Fáñez Minaya
y después el conde Raimundo de Borgoña, esposo de
Doña Urraca.
Años más tarde, la esposa de Alfonso VII,
doña Berenguela,
defendió el alcázar frente a un ataque agareno.
En el alcázar mantuvo Alfonso VIII
sus amores con la judía toledana Raquel,
por la que había abandonado a su esposa, Leonor de
Inglaterra.
Los toledanos, indignados por el comportamiento del
monarca,
aprovecharon una ausencia de éste
para asaltar el palacio y matar a la joven.
En el siglo XIII, Alfonso X, nacido en Toledo,
reformó el edificio,
dándole su planta actual, cuadrada
y con torres también cuadradas en las esquinas.
De esta época data la fachada oriental, hacia el
río,
con las almenas y los tres torreones semicirculares
que aún se conservan.
Pedro I tuvo encerrada en las
mazmorras del alcázar
a su esposa Blanca de Borbón.
Y en las estancias de palacio vivió durante algún
tiempo
la amante de don Pedro, María de Padilla.
Juan II pasó largas temporadas
en el alcázar
y nombró alcaide del mismo a su valido Álvaro de
Luna.
En el reinado de los Reyes Católicos,
terminadas las guerras de reconquista
y también las luchas civiles,
disminuyó el carácter de fortaleza del edificio
palaciego-militar
y se acrecentó su función de residencia regia.
El Alcázar adquirió gran relevancia
en la vida política, social y cultural de España,
y fueron muchos los personajes ilustres
que pasaron por sus estancias.
En él tuvo lugar la jura en Cortes
de la hija primogénita de Isabel y Fernando.
***
A comienzos del reinado de Carlos I
el alcázar fue escenario de algunos episodios
de la Guerra
de las Comunidades.
La viuda de Padilla, María de Pacheco y Mendoza,
tras la derrota de los comuneros en Villalar,
asumió el mando de la insurrección
y desde el alcázar mantuvo la defensa de Toledo
contra las tropas reales, que habían puesto cerco a
la ciudad.
El 25 de octubre de 1521 se firmó
una tregua honrosa para los sitiados,
el llamado armisticio de La Sisla,
y los comuneros evacuaron el alcázar,
aunque conservando las armas y el control de la
ciudad.
El 3 de febrero de 1522 la ciudad se sublevó
nuevamente,
y María y sus fieles volvieron a tomar el alcázar.
El alzamiento fue sofocado por las tropas realistas
al día siguiente.
Gracias a la connivencia de algunos de sus
familiares,
que militaban en el bando del emperador,
María Pacheco logró huir disfrazada de la ciudad,
y huyó con su hijo a Portugal.
Terminada la guerra, en los años siguientes
Toledo va a ser la Corte y Capital de España,
y el alcázar se transformará en un edificio
magnífico,
acorde con su papel de residencia de reyes.
***
En 1925 Carlos I pasó un tiempo en el alcázar
con motivo de una convocatoria de Cortes
El alcázar, un edificio antiguo
y que había quedado maltrecho tras el conflicto
armado,
no se encontraba en condiciones adecuadas
para que en él se instalara la Corte.
Carlos y sus acompañantes utilizaron
los palacios de algunos nobles toledanos,
mientras se acometían obras en el alcázar.
Carlos se encontró un palacio medieval,
con una funcionalidad más militar que residencial y
cortesana,
formado a lo largo de los siglos
con múltiples reformas y añadidos
y carente de unidad, comodidad ni atractivo.
Por otro lado, tampoco existía en España
un palacio que respondiera a las nuevas necesidades
y gustos
y a la categoría del monarca más poderoso de Europa.
El emperador decidió
construir nuevos palacios y renovar los antiguos,
conjugando la tradición, su función militar,
y la modernidad, su uso palaciego,
y siguiendo el nuevo estilo renacentista.
Comenzó por el alcázar toledano,
que se convertirá en el modelo de palacio
a seguir por los Austrias españoles,
y en particular en el modelo quasi-militar
del monasterio de El Escorial.
Se trataba de transformar el vetusto alcázar de los
Trastámara,
con restos de estructuras anteriores,
en un palacio a la altura de un emperador,
incorporando a la tipología de alcázar
un nuevo concepto de castillo-palacio.
Había que agrandarlo, modernizarlo, embellecerlo,
adaptarlo a las nuevas necesidades de la Corte
y a las nuevas corrientes artísticas del
Renacimiento.
Se trataba, en definitiva, de hacer de él un palacio
real.
Se fundía así la tradición medieval hispana
en la construcción de alcázares
con las nuevas formas palaciegas renacentistas.
El deseo imperial conllevó la demolición
de buena parte del precedente castillo medieval,
aunque aún subsisten restos de estructuras antiguas
en la fachada oriental.
El alcázar llegará a ser uno de los monumentos más
representativos
de la arquitectura renacentista española.
Por los mismos años se fue levantando
el Palacio del Pardo en Madrid,
ya sobre una traza parecida.
***
En 1535 don Carlos encargó la reforma a su principal
arquitecto,
el toledano Alonso
de Covarrubias.
Éste empezó su remodelación hacia 1536.
Se inició entonces un largo período de construcción
que sobrepasó ampliamente el reinado de Carlos.
Covarrubias realizó la fachada norte,
en la que abrió una portada plateresca.
El arquitecto Francisco
de Villalpando
trabajó en el patio central y la escalera.
La traída de aguas al Alcázar se realizó
a través del artificio de Juanelo Turriano.
En 1571 Juan
de Herrera se hizo cargo de las obras,
fue el artífice de la fachada sur
e introdujo su estilo en la decoración del edificio.
La capilla real fue obra de Juan Bautista de Toledo.
***
La fortaleza se asentaba sobre sótanos abovedados
en los que se ubicaban
caballerizas, aljibes, despensas y locales de
oficios.
Las cuatro fachadas
son diferentes.
Constituyen un compendio
de los diferentes momentos históricos de su
construcción:
La oriental corresponde a la Edad Media,
es sencilla y conserva la apariencia de fortaleza;
la del norte es obra de Covarrubias
y en ella se encuentra la entrada principal;
la del sur fue realizada por Herrera...
Todo ello fue enriqueciendo la obra
sin restarle unidad.
El resultado fue un edificio compacto y austero,
majestuoso y cerrado en sí mismo,
encaminado a transmitir con sobriedad
el poder de quien lo encargó.
En la portada
principal, Covarrubias centró
el carácter representativo y emblemático del
palacio,
a modo de arco de triunfo ornamentado
con el escudo imperial y las estatuas de dos
heraldos.
El patio
y la impresionante escalera,
en los que trabajaron Covarrubias, Villalpando y
Herrera,
son la zona más monumental y clásica del conjunto.
El gran patio central está presidido por una escultura en bronce
que representa al emperador,
y es copia de la obra de Pompeo Leoni
conservada en el Museo del Prado.
***
El futuro Felipe
II se había ocupado personalmente,
como Príncipe-Arquitecto,
de la supervisión de parte de las obras,
y , ya rey, atenderá a su continuación cuando murió
su padre.
En 1560 ya pudo habitar el nuevo edificio,
aunque aún estaba inacabado.
Durante algún tiempo vivirá en él
con su esposa Isabel de Valois
y el alcázar será sede de la gobernación del reino.
El nuevo alcázar había sido concebido
como residencia de los reyes españoles.
Sin embargo, antes de que estuviera terminado,
en 1561, Felipe II decidió establecer
la Corte y la Capital en Madrid.
El traslado de la Corte a Madrid
y el interés de Felipe II por El Escorial,
provocaron una ralentización de las obras,
debido a la insuficiencia de presupuesto
para la realización de ambas obras a un tiempo.
El Alcázar perdió su función de sede regia.
No obstante, Felipe e Isabel de Valois
siguieron pasando temporadas en él.
El gran alcázar no llegó a ser morada oficial de los
monarcas
pero dos reinas españolas, cuando enviudaron, se
retiraron a él
(o fueron retiradas por los sucesores al trono):
Mariana de Austria, en 1677, y Mariana de Neoburgo,
en 1700,
esposas de Felipe
IV y Carlos II respectivamente.
***
A lo largo del siglo XVII,
el edificio alternó su uso residencial
con su utilización como cárcel y como cuartel
para la caballería.
Tras la muerte de Carlos II en 1700,
Mariana de Neoburgo fue la última persona de estirpe
real
que habitó en el alcázar.
Tras ello, la historia del edificio ha sido una
historia
de sucesivos incendios y reconstrucciones.
En los tres últimos siglos,
ese gran edificio que nunca llegó a ser utilizado
para lo que se construyó,
sufrirá cuatro destrucciones
(tres intencionadas y una fortuita),
como si pesara sobre él una suerte de maldición:
***
La primera destrucción tuvo lugar
el día 28 de
noviembre de 1710:
Durante la Guerra
de Sucesión,
las tropas austriacas del Archiduque Carlos,
al mando del general Starhemberg,
tomaron la ciudad de Toledo
y, cuando tuvieron que evacuarla,
y antes de retirarse prendieron fuego al alcázar.
Felipe V intentó restaurarlo,
pero la Hacienda Pública no pudo hacer frente al
proyecto.
En el incendio se perdieron muchas obras de arte
y el edificio permaneció en ruinas durante medio
siglo.
Carlos III aceptó la propuesta del Cardenal Lorenzana
de convertirlo en Real Casa de Caridad.
Las obras se encargaron al arquitecto Ventura Rodríguez.
La restauración se llevó a cabo en unos cinco años.
En el alcázar se enseñaron oficios a personas
necesitadas
y se instalaron telares.
Fue al mismo tiempo hospicio, escuela y taller
en el que se fabricaron sedas y tapices.
***
La segunda destrucción se produjo
el 31 de
enero de 1810:
Durante la Guerra
contra el Francés
las tropas de Napoleón ocuparon Toledo.
Al igual que habían hecho los austríacos un siglo
antes,
de nuevo un ejército extranjero
antes de abandonar la ciudad incendió el alcázar.
Tres días costó apagar el incendio,
que no se extinguió totalmente en más de un mes.
Y nuevamente la falta de fondos públicos
hizo que el maltratado alcázar permaneciera
abandonado
durante años.
Sin embargo, quedaban en pie
las fachadas, las arquerías, las escaleras...
En 1850, en la parte aún habitable del edificio
se estableció el Colegio de Infantería,
iniciándose así la relación del alcázar con el
ejército
y en particular con la enseñanza militar.
En 1851 Isabel
II ordenó
al Teniente General Fernando Fernández de Córdova
que se tomaran medidas para iniciar las obras de
restauración.
Sin embargo, pronto la Guerra de África absorbió
todo el presupuesto
y los trabajos de reconstrucción fueron paralizados.
Sí que fue entonces cuando se instaló en una de las
torres
un mecanismo telegráfico
para recibir y enviar mensajes codificados
desde Madrid hasta Cádiz.
En la segunda mitad del siglo XIX, en el reinado de Alfonso XII,
el edificio fue restaurado
gracias al empeño del Marqués de San Román.
El General Eduardo
Fernández San Román y Ruiz
había participado brillantemente en la Primera
Guerra Carlista,
emigró a Francia durante la Primera República,
regresó cuando la Restauración,
fue nombrado Senador vitalicio
y el rey le otorgó el título de Marqués de San
Román.
Una vez terminadas las obras,
se instaló en el palacio
la Academia
General Militar, recién creada.
***
La tercera destrucción del alcázar
tuvo lugar el 9
de enero de 1887:
Sólo cinco años después de su reapertura
se declara otro incendio, esta vez accidental,
que se inició en la biblioteca.
El fuego destruyó valiosos códices y documentos
antiguos.
En la biblioteca de la actual Academia de Infantería
de Toledo
se conservan algunos libros antiguos
con una inscripción que reza
“Salvado del incendio del Alcázar de 1887”.
También se salvó, gracias al Capitán de Guardia,
la enseña bordada por la reina María Cristina de
Habsburgo
y entregada a la Academia en 1886.
La Academia fue trasladada al cercano edificio de
Santa Cruz.
En la última década del siglo XIX,
durante la Regencia de María Cristina de Habsburgo,
la Academia General Militar fue disuelta.
En el alcázar, aún en obras, se estableció
la nueva Academia
de Infantería,
conviertiéndose así el viejo palacio
en casa madre de la Infantería Española.
Después se le incorporó también la Academia de
Caballería.
***
La cuarta destrucción tuvo lugar en el siglo XX:
Al comienzo de la Guerra Civil,
los sublevados se hicieron fuertes en el alcázar
y durante 2 meses soportaron el asedio de los
republicanos.
Del 21 de
julio al 27 de septiembre de 1936
el edificio fue atacado con artillería y minas
y finalmente bombardeado
y quedó en ruinas.
Tras la contienda, los ingenieros militares
Manuel
Carrasco, Julio Hernández y Arturo Meña
se encargaron de levantar de nuevo el edificio,
siguiendo los planos de Covarrubias.
La reconstrucción se inició en 1940
y no concluyó hasta los años 60.
***
Durante unas décadas, el alcázar fue visitado como
tal alcázar,
igual que se visita el alcázar de Segovia.
Sin embargo, a finales del siglo XX
a alguien se le ocurrió que el edificio estaba mal utilizado.
En su última planta se ubicó
la Bibliteca Regional de Castilla La Mancha,
lo cual no conllevó modificaciones en el resto de la
construcción.
Pero a alguien se le ocurrió
que el Museo Nacional del Ejército,
instalado en Madrid,
en el Palacio del Buen Retiro,
podía ser trasladado al alcázar de Toledo.
Durante años, el alcázar permaneció cerrado,
mientras tenía lugar su transformación.
Se había cerrado también, para preparar el traslado,
la sede madrileña.
Durante años el Museo del Ejército estuvo clausurado,
con sus fondos metidos en cajas,
aguardando su nuevo destino...
Su nuevo destino.
Un museo moderno. “Didáctico”, dicen.
Un museo sin espíritu.
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