martes, 26 de noviembre de 2013

TOLEDO. Las casas de Garcilaso




Escribió Rafael Alberti:

«Si Garcilaso volviera,
yo sería su escudero;
que buen caballero era...»

***

Garcilaso, caballero y poeta, nació en Toledo,
en “la más felice tierra de la España”, según sus palabras.
Tierra entonces de gran relevancia política y cultural,
que quizás contribuyó a forjar
la personalidad y trayectoria del hombre.

Hubo dos casas de Garcilaso:
La casa en la que nació, la propiedad familiar,
y la casa de su propiedad, en la que habitó de casado.

Garcilaso nació probablemente en 1499.

Su padre, el comendador Garci Laso de la Vega
(nieto de Elvira Lasso de Mendoza,
hermana del primer Marqués de Santillana)
falleció en 1512.

Su madre, doña Sancha de Guzmán
(nieta de Fernán Pérez de Guzmán,
autor de Generaciones y Semblanzas
y tío del Marqués de Santillana).
fue señora de Batres (Madrid).

Garcilaso tuvo seis hermanos:
– Leonor, la mayor, casó con don Luis Portocarrero.
– Pedro, el heredero,
será uno de los principales jefes de la sublevación comunera.
– Fernando, soldado, morirá en el cerco francés a Nápoles.
– Francisco fue fraile dominico en San Pedro Mártir
y canónigo de la catedral de Badajoz.
– Gonzalo fue profesor en Salamanca.
– Juana será monja en el convento de Santo Domingo el Real.

El comendador había adquirido en 1493 el señorío de Cuerva,
en cuya iglesia parroquial fue enterrado
junto con su mujer y su primogénito Pedro Laso de la Vega.

Garcilaso, como segundón,
sólo recibió en herencia, a la muerte de su padre,
80.000 maravedís
sobre los derechos de pasto de la ciudad de Badajoz.


***


La tradición ubicaba la casa natal del poeta
en la hoy llamada calle de Garcilaso
(antes callejón de Santo Domingo el Antiguo),
en la zona más alta de Toledo.
A la derecha de la calle
que sube desde la iglesia de Santa Eulalia
al convento de Santo Domingo el Antiguo,
frente a éste.


Nada queda de esa supuesta casa familiar,
hoy centro de carácter administrativo.
En el año 1900,
el Ayuntamiento decidía poner a la calle el nombre del poeta
y colocar, en el sitio en que debió hallarse la casa,
una lápida conmemorativa.


Rafael Alberti contaba en La arboleda perdida:

«Perdida y mareada sombra era yo, cuando de pronto,
en uno de esos imprevistos ensanches,
se levantó ante mí un muro de yedra, entre la que clareaba algo.
Era una losa blanca, una lápida escrita.
El temblequeo de un farolillo colgado a una hornacina
me ayudó a descifrar:
“AQUÍ NACIÓ GARCILASO DE LA VEGA...”
La inscripción continuaba en letra pequeña...
Y me pareció entonces como si Garcilaso
se desprendiese de aquella enredadera
y echase a caminar conmigo por el silencio nocturno de Toledo».


***


Sin embargo, las últimas investigaciones,
llevadas a cabo por Jean Passini y publicadas en 2008,
han modificado el emplazamiento de la casa natal del poeta:


Existían en la parroquia de San Román
unas casas principales,
propiedad del obispo de Coria, Vasco Ramírez de Rivera,
que lindaban con casas de Pedro López de Padilla
y con la plaza que había delante de éstas.


En 1491 compraron estas casas
don Garci Laso de la Vega y doña Sancha de Guzmán.

En 1497 adquirieron
la situada en la esquina con la actual plaza de Padilla.

En 1504 compraron, también en la colación de San Román,
otra casa que había pertenecido al mismo obispo,
situada al lado de las casas principales,
frente al monasterio de San Clemente.


Así pues, el matrimonio poseía
unas casas principales, junto a la casa de los Padilla,
del lado de la calle de las Tendillas de Sancho Bienaya,
una casa accesoria,
del lado de la calle que sube a San Román,
con su puerta a la plaza que había ante la casa principal,
y una casa en la esquina de la plaza delante de las casas de Padilla,
del lado de la calle que desde las Tendillas sube a San Román.
La cochera de la casa de los Laso de la Vega
se situaba en la calle que sube de las Tendillas hacia San Román
(actual calle de Esteban Illán).

La casa paterna de Garcilaso se hallaba por tanto
entre las actuales calle de Esteban Illán y plaza de Padilla.

La manzana donde se situaban las casas familiares
tenía esquina a dos calles,
una que subía a San Román y otra que bajaba a Santa Leocadia.

Su fachada daba a la calle de Esteban Illán,
que comunica la plaza de Tendillas con la plaza de Padilla.
Ocupaba la práctica totalidad de una de las aceras de la calle.

El conjunto de casas estaba integrado
por la principal, situada hacia la mitad de la calle,
y las accesorias, a sus costados.
La puerta principal daba a una plazuela
situada al otro lado, al Norte,
hoy absorbida por la Facultad de Humanidades.

Lindaban las casas con la de los Padilla
que tiene fachada principal a la plaza del mismo nombre,
y por el otro lado había una placita,
y por la fachada cruzaba la calle pública.

En 1504, tras la última adquisición,
el matrimonio instauró mayorazgo
a favor del primogénito, Pedro Laso;
en el documento notarial se enumeran
las posesiones que forman el mayorazgo,
entre las cuales se mencionan
«unas casas de nuestra morada
en la dicha ciudad, a la colación de San Román,
las cuales alindan con casas de Pedro López de Padilla
y con otras de Santo Domingo el Real y con las calles públicas».

Debió de ser mansión importante
porque sirvió de alojamiento a ilustres visitantes:
En 1498 acogió a don Manuel, rey de Portugal,
cuando viajó para desposarse con Isabel,
una de las hijas de los Reyes Católicos.
Y en 1526 en ella se hospedó, cuando estuvo en Toledo,
Germana de Foix.


Aquí probablemente nació Garcilaso
(aunque también pudo haber nacido en Batres,
el señorío materno),
aquí pasó su infancia y juventud,
y aquí vivió hasta casi los 30 años:
Hasta 1525 como soltero y 3 años más tras su boda,
hasta adquirir su propia residencia en 1528.

A la muerte de doña Sancha (en fecha desconocida),
las casas familiares pasaron a propiedad de Pedro Laso
y luego a los sucesores de éste.

En 1616, don Pedro Laso de la Vega Niño y Guzmán,
biznieto del hermano mayor del poeta Garci Laso,
vendió las casas de su mayorazgo en la parroquia de San Román,
que estaban “viejas y maltratadas”,
a la Compañía de Jesús.

Los jesuitas las cedieron en permuta al Hospital de la Misericordia,
que hasta ese momento ocupaba la actual plaza de San Román.

El análisis de los documentos de los siglos XV, XVI y XVII
guardados en los archivos del Hospital de la Misericordia
pone de manifiesto la existencia de una placita, al Norte,
delante de las casas principales.
En 1617, el Hospital de la Misericordia,
al transformar la casa para su nueva función,
cerró la plazuela.

Desaparecida esta plaza, será olvidada,
y ello ha determinado la confusión constante
entre dicha plazuela y la plaza de Padilla
y por tanto la confusión asimismo en la ubicación del palacio.


El palacio de los Laso de la Vega se encontraba
en el espacio ocupado en el siglo XIX
por el Hospital de la Misericordia.

Las casas se utilizaron como establecimiento hospitalario
hasta la Desamortización.

Entonces pasaron a depender de la Diputación Provincial.

La Diputación las derribó en 1964.


En la actualidad parte del solar está ocupado
por un edificio propiedad de la Diputación
que linda con la Facultad de Humanidades.


De la demolida casa natal de Garcilaso
sólo se salvó una bella ventana gótica
que se halla colocada sobre la puerta de la Audiencia Provincial,
en la plaza del Ayuntamiento.


El resto de la portada de la Audiencia, datado a fines del siglo XV,
procede del derribo de la casa de los Peromoro,
vecinos de la casa conyugal de Garcilaso.


***


La educación inicial de Garcilaso corrió a cargo
de su ayo, el caballero don Juan Gaitán,
y de su preceptor,
el canónigo de la catedral toledana don Pedro de la Peña,
a quien Garcilaso instituirá como albacea testamentario
(aunque estipulando que,
si la Cruzada se entrometía en las cláusulas de su testamento,
las mandas y legados pasasen a poder de su esposa).

El ayo solía ser un caballero de buena fama,
que se encargaba de formar al joven
en los usos propios de su clase social,
mientras que el preceptor solía ser un clérigo culto,
que le enseñaba los saberes de la época.


Don Juan Gaitán,
letrado, contino real y caballero de Santiago,
vivió en el Palacio de Caracena, hoy derruido,
en el actualmente conocido como Pasadizo de Balaguer,
que fue un paso abierto por el uso a través del palacio.


La casa tenía su puerta principal en la plaza del Ayuntamiento
y una puerta accesoria de estilo gótico en la calle de la Ciudad,
que aún se conserva.


El edificio lindaba con el convento de la Trinidad,
lo que permitió a Juan Gaitán y a su familia (militantes comuneros)
escapar de sus perseguidores
durante los disturbios de las Comunidades,
abriendo un boquete en la medianería.
Pese a la huida, don Juan posteriormente fue detenido
y murió en prisión.


El Pasadizo, comunicación
entre la plaza del Ayuntamiento y Santo Tomé,
recibe el nombre de Balaguer
debido a que hasta hace poco en él
un anticuario de tal nombre tenía su tienda
y en él exponía su abigarrada mercancía,
dándole al paso un aspecto mucho más vistoso que el actual,
aunque aún conserva cierto aire de misterio.

***

Junto a la casa de los Laso, estaba la de los Padilla
y ambas familias mantendrían relaciones.
Tanto Pedro Laso como Juan de Padilla
participaron en el levantamiento comunero
provocado por el descontento
que generaron entre los regidores de las ciudades
las primeras actuaciones de Carlos I.


Tras la derrota de los comuneros en Villalar,
don Pedro tuvo que huir de su casa
(tras haber peleado contra su hermano Garcilaso,
que militó en el bando del emperador).
Don Juan fue decapitado
y su viuda, María Pacheco, huyó de Toledo.


El corregidor Zumel ordenó derribar la casa de los Padilla
y cubrir con sal su solar, para que ni la hierba creciese en él,
pero los toledanos comenzaron a llamar el lugar
con el nombre del rebelde,
perpetuando así su memoria.


La plaza de Padilla surgió en gran parte
por esta demolición punitiva;
a comienzos del siglo XVI la plaza era bastante más pequeña:
limitaba con la fachada principal de los Padilla,
cuyo edificio ocupaba más de la mitad de la actual plaza,
y con la casa accesoria de los Laso de la Vega,
parte de la actual fachada de la Facultad de Humanidades.


En el interior de ésta subsiste
un patio columnado.

***

También participó en la rebelión comunera
la familia de Guiomar de Carrillo,
mujer que quizás fue primer amor de Garcilaso.

Doña Guiomar vivía en la plaza de las Capuchinas
y era por tanto casi vecina de Garcilaso.
Ella misma declara en su testamento
que, siendo ambos solteros, habían mantenido una larga relación
de la que nació el primer hijo de Garcilaso,
Lorenzo Suárez de Figueroa.


Guiomar hizo testamento a favor de este hijo de ambos
un año después de la muerte de Garcilaso,
posiblemente por el incumplimiento de la viuda
en cuanto a las disposiciones testamentarias del poeta,
que establecían que se protegiese y educase al joven.

Quizás Garcilaso y Guiomar no pudieron casarse
debido a la pertenencia de ella a una familia comunera,
pero Lorenzo parece haber sido
un hijo querido e importante para Garcilaso,
como lo demuestra el apellido dado al niño.

Garcilaso, sin embargo, casará
con una joven escogida por los monarcas:
doña Elena de Zúñiga,
dama de la infanta Leonor de Austria, hermana de Carlos I.


***


Garcilaso casó en 1525.

Tras su boda, durante tres años
Garcilaso y Elena habitaron en el hogar de la madre del poeta,
debido a la escasez de viviendas
que la presencia de la Corte ocasionaba
en una ciudad de espacio limitado y rápido crecimiento.

En 1527 Garcilaso intentó comprar casa
en la parroquia de San Bartolomé de Sansoles,
pero no lo consiguió.

El 11 de marzo de 1528 Garcilaso y Elena
adquirieron sus propias casas, la casa conyugal,
cerca de la vivienda familiar.

Las casas se hallaban en la colación de Santa Leocadia.

Durante tiempo se creyó que la casa podía estar
en la misma Cuesta de Santa Leocadia,
donde también se pensó que se encontraba la casa de Guiomar.


***


Pero, tras años de investigaciones, en 2007
María del Carmen Vaquero Serrano hacía pública
la localización de las casas en las que vivió el matrimonio
y doña Elena durante su viudedad, hasta su muerte en 1563.


Dichas viviendas se corresponden con las actualmente situadas,
haciendo esquina,
en las calles Tendillas, 20 y Aljibes, 2.


El vendedor fue un jurado municipal,
el converso Antonio de Cepeda,
llamado también Antonio de Santa Catalina,
padre de Inés de Cepeda,
la abuela paterna de Santa Teresa de Jesús.
En la casa habían vivido durante generaciones
los bisabuelos, abuelos, padres y los seis tíos de Santa Teresa.
Juan Sánchez de Toledo,
el converso apóstata abuelo paterno de Santa Teresa,
había tenido que abandonar esas casas familiares.

El precio fue alto, 550.000 maravedís,
lo cual hace suponer que las casas eran buenas,
similares a las de sus vecinos, los señores de Peromoro,
la puerta principal de cuya residencia (hoy en la Audiencia)
se abría a la actual calle del Instituto.

Lindaban las casas compradas por Garcilaso,
en la misma manzana,
con las hoy derruídas casas de los señores de Peromoro.
El primer señor de Peromoro había sido don Pedro de Ayala,
que murió en 1537,
y el segundo fue su hijo, Juan de Ayala, fallecido en 1543.

Pedro de Ayala, regidor de Toledo,
participó en el movimiento comunero;
su hijo colaboró con él en la revuelta;
algunos testigos del proceso contra el también comunero Juan Gaitán
declararon que Juan de Ayala intervino
en la toma del alcázar y de los puentes;
pero, al avanzar la sublevación,
don Juan acabó poniéndose de parte del rey;
algún testigo declaraba que don Juan combatió a Juan de Padilla;
cuando terminó la rebelión,
don Juan fue nombrado regidor del Ayuntamiento
y consiguió que le fueran devueltos a su padre
los bienes que le habían sido confiscados.

Cerca, en la actual plaza de las Capuchinas,
tenían su casa los padres de Guiomar de Carrillo,
primer amor de Garcilaso.

Las casas adquiridas por Garcilaso se hallaban
en la colación de Santa Leocadia,
bajando desde las Tendillas de Sancho Bienaia
al convento de las Capuchinas,
haciendo esquina
entre la calle Tendillas, a la que daba un postigo de las casas,
y la calle Aljibes (que conduce a Santo Domingo el Real),
a la que daba la puerta principal.


Eran entonces éstas “calles reales”,
entendiendo por tales calles públicas de cierta importancia.

Las casas se alzaban en una zona antigua y aristocrática.
A corta distancia de la muralla,
desde ellas podía contemplarse la Vega Baja.

Desde la casa natal de Garcilaso había una cuesta (hoy desaparecida)
que desembocaba en la actual calle de las Tendillas,
en la esquina con la plaza de las Capuchinas.

Por lo tanto, Garcilaso tenía su casa próxima al hogar de sus padres,
al pie de la cuesta donde se hallaba éste.


Varios documentos dan fe de que Garcilaso durante su matrimonio
y, tras su muerte, su mujer y sus hijos,
habitaron estas casas.

En 1537 se inventarían los bienes dejados por Garcilaso
y entre ellos figuran sus casas en la parroquia de Santa Leocadia,
“sabida morada del magnifico señor don Garcilaso de la Vega”.

En 1556, la viuda del poeta instituyó un mayorazgo
a favor de su única hija sobreviviente, Sancha de Guzmán,
casada con don Antonio Portocarrero.
Las casas conyugales formaban parte del mismo.

En un protocolo de 1720 se alude a ese mayorazgo.
Se indica que Joaquín Melchor Portocarrero Laso de la Vega
era el heredero del mayorazgo.
Y se dice dónde se hallaban las casas principales
en las que moraba doña Elena,
añadiendo que se encuentran en ruinas:
«a la parroquia de Santa Leocadia, en la calle que baja
del sitio de las Tendillas de Sancho Bienaia
al convento de las Capuchinas,
donde tienen un postigo,
y hacen esquina a la calle
que desde la referida va al convento de Santo Domingo el Real,
por cuya parte está la puerta principal.
Dichas casas están arruinadas».

Su exterior fue objeto de una reforma en el siglo XVIII.


***


Garcilaso pasó poco tiempo en la vivienda de su propiedad.
Un año después de adquirir las casas, partió de Toledo.

En abril de 1528
había muerto en Nápoles su hermano Fernando.
En 1532, tras unos cuantas idas y venidas,
Garcilaso llega a Nápoles, visita la tumba de Fernando
y le dedica un soneto en el que el poeta presta la voz a su hermano:

«No las francesas armas odïosas,
en contra puestas del airado pecho,
ni en los guardados muros con pertrecho
los tiros y saetas ponzoñosas;
no las escaramuzas peligrosas,
ni aquel fiero ruido contrahecho
de aquel que para Júpiter fue hecho
por manos de Vulcano artificiosas,
pudieron, aunque más yo me ofrecía
a los peligros de la dura guerra,
quitar una hora sola de mi hado;
mas infición del aire en sólo un día
me quitó al mundo y me ha en ti sepultado,
Parténope, tan lejos de mi tierra».

Pese a la brevedad de sus estancias en Toledo,
Garcilaso tendrá cinco hijos, además de Lorenzo.
Los hijos habidos con doña Elena serán:
– Garcilaso, que morirá niño.
– Íñigo de Zúñiga, que morirá en 1555, a los 27 años,
en la toma de Volpiano contra los franceses.
– Pedro de Guzmán, que a los 14 años profesará
en el convento de San Pedro Mártir de Toledo.
– Sancha, nacida en 1532.
– Francisco, nacido en 1534 y que morirá niño.

***

En su testamento, redactado en 1529, el poeta dejaba limosnas
para “mi parrocha de Santa Leocadia”.


En la época de Garcilaso,
la actual plaza de Santa Leocadia
estaba ocupada por el cementerio parroquial.

***

La última vez que estuvo en su nuevo hogar fue en abril de 1534.


Ese año regresó a Nápoles, por tierra.
Se detuvo en Avignon.
Desde allí escribió una epístola a Boscán,
en la que se queja de las malas condiciones del camino:

«¡Oh, cuán corrido estoy y arrepentido
de haberos alabado el tratamiento
del camino de Francia y las posadas!
Corrido de que ya por mentiroso
con razón me tendréis; arrepentido
de haber perdido el tiempo en alabaros
cosa tan digna ya de vituperio;
donde no hallaréis sino mentiras,
vinos acedos, camareras feas,
varletes codiciosos, malas postas,
gran paga, poco argén, largo camino».

Ese mismo año, en la campaña de Túnez contra Barbarroja,
Garcilaso fue herido en una escaramuza
en la boca y en el brazo derecho.
Garcilaso alude a ello en un soneto que escribió a Boscán:

«Y así, en la parte en que la diestra mano
gobierna, y en aquella que declara
los conceptos del alma, fui herido.
Mas yo haré que aquesta ofensa, cara
le cueste al ofensor, ya que estoy sano,
libre, desesperado y ofendido».

En 1535 los expedicionarios regresaron a Trápani.
Allí murió don Bernardino, hermano menor del Duque de Alba.
Garcilaso le dedica una elegía:

«¿A quién ya de nosotros el exceso
de guerras, de peligros y destierro
no toca y no ha cansado el gran proceso?
¿Quién no vio desparcir su sangre al hierro
del enemigo? ¿Quién no vio su vida
perder mil veces y escapar por yerro?
¡De cuántos queda y quedará perdida
la casa, la mujer y la memoria,
y de otros la hacienda despendida!
¿Qué se saca de aquesto? ¿Alguna gloria?
¿Algunos premios o agradecimientos?
Sabrálo quien leyere nuestra historia».

También escribió una nueva epístola a Boscán,
en la que declara su empeño en simultanear las armas y las letras:

«Yo enderezo, señor, en fin, mi paso
por donde vos sabéis que su proceso
siempre ha llevado y lleva Garcilaso;
y así, en mitad de aqueste monte espeso
de las diversidades me sostengo,
no sin dificultad, mas no por eso
dejo las musas, antes torno y vengo
dellas al negociar, y variando,
con ellas dulcemente me entretengo.
Así se van las horas engañando,
así del duro afán y grave pena
estamos algún hora descansando.
[...]
Oh crudo, oh riguroso, oh fiero Marte,
de túnica cubierto de diamante
y endurecido siempre en toda parte!,
¿Qué tiene que hacer el tierno amante
con tu dureza y áspero ejercicio,
llevado siempre del furor delante?
Ejercitando, por mi mal, tu oficio,
soy reducido a términos que muerte
será mi postrimero beneficio».

En 1536, durante las campañas de Carlos por Italia,
Garcilaso escribe su Égloga Tercera:

«Mas la fortuna, de mi mal no harta,
me aflige y de un trabajo en otro lleva;
ya de la patria, ya del bien me aparta,
ya de mi paciencia en mil maneras prueba.
[...]
Entre las armas del sangriento Marte,
do apenas hay quien su furor contraste,
hurté de tiempo aquesta breve suma,
tomando ora la espada, ora la pluma.
[...]
Pintado el caudaloso río se vía,
que, en áspera estrecheza reducido,
un monte casi alrededor ceñía,
con ímpetu corriendo y con ruido;
querer cercarlo todo parecía
en su volver, mas era afán perdido;
dejábase correr, en fin, derecho,
contento de lo mucho que había hecho.
Estaba puesta en la sublime cumbre
del monte, y desde allí, por el sembrada,
aquella ilustre y clara pesadumbre
de antiguos edificios adornada.
De allí con agradable mansedumbre
el Tajo va siguiendo su jornada
y regando los campos y arboledas
con artificio de las altas ruedas».

***

En abril de 1534 había abandonado Toledo por última vez.
Ya no volverá vivo.

Morirá en Niza en octubre de 1536,
y allí se le enterrará, en la iglesia de Santo Domingo.


Gregorio Marañón imaginó así
la comunicación del óbito a doña Elena:

«Llegó el año 1536, que los astrólogos habían señalado
rico en guerras y dolores.
Doña Elena esperaba un día tras otro, tras las almenas toledanas,
las nuevas del guerrero lejano...
Desde que el ejército del César salió de Italia,
en su expedición contra los franceses,
se ignoraba lo que había pasado.
En los corrillos del claustro de la Catedral
o bajo los arcos de Zocodover,
donde se comentaban las noticias y las invenciones de cada jornada,
decíase que esta vez la fortuna no quiso acompañar
a las armas invictas de Carlos V.
A últimos de octubre empezaron a llegar rumores
de la desdicha de Garcilaso...
A doña Elena le ocultaron los tristes presagios.
Y cuando supo que volvían a Toledo capitanes o soldados de Italia,
se dispuso a recibir al ausente...
Una tarde hubo bulla de gente y caballos por la calle.
Se detuvieron debajo de su balcón...
Aparecieron sus dos mejores amigos,
López de Guzmán y Rodrigo Niño:
venían enlutados y tan tristes que nada tuvieron que decir...
Llegó semanas más tarde su sobrino, don Antonio Portocarrero,
que había acompañado a Garcilaso
en su ascensión heroica por la escala mortal,
en el asalto de la torre de Muy.
Él también cayó al foso, arrastrado por el poeta herido
y estuvo a punto de perecer magullado.
Había asistido después a la muerte del gran toledano,
confortado por el marqués de Lombay.
Portocarrero se quedó en Toledo, consolando a sus deudos,
que pronto lo fueron más estrechamente
porque se enamoró de Sancha, hija del héroe muerto,
y se casó con ella».

***

Juan Boscán escribió a la muerte de Garcilaso:

«Garcilaso, que al bien siempre aspiraste
y siempre con tal fuerza le seguiste,
que a pocos pasos que tras él corriste,
en todo enteramente le alcanzaste.
Dime: ¿por qué tras ti no me llevaste?
Cuando desta mortal tierra partiste,
¿por qué al subir a lo alto que subiste,
acá en esta bajeza me dejaste?
Bien pienso yo que si poder tuvieras
de mudar algo lo que está ordenado,
en tal caso de mí no te olvidaras.
Que, o quisieras honrarme con tu lado,
o, a lo menos, de mí te despidieras;
o, si esto no, después por mí tornaras».


***


Garcilaso había dispuesto en su testamento que debía ser enterrado
en la capilla “de mis agüelos”,
salvo “si muriese pasada la mar”,
en cuyo caso le enterraren donde falleciese.

Conforme a su voluntad, fue sepultado en Niza,
pero en 1538 su esposa dispuso el traslado de sus restos a Toledo,
para darles sepultura en la iglesia conventual de San Pedro Mártir,
cercana a su casa.

Los señores de Batres, familia materna de Garcilaso,
pertenecían al linaje de los Guzmán
y por lo tanto emparentaban con Santo Domingo de Guzmán,
fundador de la Orden de los Dominicos.

Por ello, la familia siempre se había sentido vinculada
al convento dominico de San Pedro Mártir,
en el que habían fundado una capilla,
la capilla del Rosario (llamada por Garcilaso “de mis agüelos”).

El convento presentaba un aspecto muy distinto del actual,
ya que sus trazas fueron reformadas en el siglo XVII.

El cenobio dominico era el más influyente de la ciudad,
albergaba a unos sesenta frailes,
entre los que se escogía a los consultores de la Inquisición,
y en sus sótanos existía una imprenta
con monopolio para la impresión de bulas,
que, a un ritmo de producción de más de dos millones al año,
reportaba ingentes beneficios.

En él profesaron como frailes
uno de los hermanos de Garcilaso, Francisco,
y uno de sus hijos, Pedro de Guzmán.

En el año 1555 murió en batalla
el hijo segundo de Garcilaso y Elena
(que se había llamado Íñigo de Zúñiga,
pero había cambiado su nombre
por el de su hermano mayor, Garcilaso, que falleció siendo niño).

Entonces doña Elena encargó dos estatuas orantes
para ambos soldados, su marido y su hijo.
Las labró un tal Linares, para la capilla del Rosario.
La estatua del poeta es la que se sitúa delante.
Esta estatua quizás sea el mejor retrato de Garcilaso
de que podamos disponer.


En 1869 se decidió crear un panteón nacional de hombres ilustres
en el templo de San Francisco el Grande de Madrid.
Con tal motivo, se trasladaron a la capital los restos del poeta.
El proyecto no cuajó, debido a los cambios políticos.
Los restos permanecieron seis años en la sacristía del citado templo.
En 1875 volvieron a Toledo,
donde fueron depositados en el Ayuntamiento.
En 1900 un conserje advirtió
lo que guardaba aquel cajón arrinconado
y lo comunicó al alcalde.
En 1900, las cenizas fueron solemnemente devueltas
a la capilla familiar.

Con tal ocasión, el 17 de agosto
el Consistorio colocó una lápida conmemorativa
en la fachada de la que entonces se creía casa natal de Garcilaso.


***


En la época de Garcilaso, la hoy tranquila plaza de San Román,
entre la calle de Esteban Illán y el convento de San Pedro Mártir,
estaba ocupada por el Hospital de la Misericordia.


Luego hubo allí durante algún tiempo un depósito de aguas.
Éste se demolió en 1979.


Poco después se decidía erigir en ella
un monumento al poeta.


Así, en 1995 se inauguró una estatua de Garcilaso,
obra del escultor toledano Julio Martín de Vidales.


***


Hay, en la ciudad, otra evocación de Garcilaso.


Se halla junto al puente de San Martín,
en un resto de la muralla de la judería.


Se trata de una lápida de azulejos adherida a la muralla,
en la que se reproducen unos versos del poeta,
un fragmento de la Égloga Tercera.


***


El 2 de enero de 2007,
tras haber localizado la ubicación de la casa conyugal de Garcilaso,
en la esquina de las calles Tendillas y Aljibes,
Carmen Vaquero escribía
a la Dirección General de Patrimonio de Castilla La Mancha,
así como a la Fundación “Garcilaso de la Vega”, de Madrid,
a la Asociación de Amigos de Garcilaso de la Vega, en Toledo
y a la Asociación de Profesores de Español de CastillaLa Mancha
“Garcilaso de la Vega”,
explicando el valor histórico y cultural del edificio
y solicitando su protección
y su adquisición para instalar en él
la casa-museo de Garcilaso.

En abril de ese mismo año,
el Ayuntamiento y la Fundación Garcilaso de la Vega
firmaron un acuerdo para crear en tal ubicación
un centro de estudios dedicado al poeta.
Se mantuvieron contactos con los dueños del inmueble.

En junio de 2007 se creó un consejo asesor
presidido por Fernando Garcilaso de la Vega Ocaña,
sevillano de 70 años,
e integrado entre otros
por Mariano Calvo y Carmen y Valle Vaquero.

En 2010 aún aparecía en algún diario la noticia
de que la Fundación deseaba adquirir el solar
de la casa en la que vivió Garcilaso
para construir su casa-museo.


Luego, nada.

En septiembre de 2013, Mariano Calvo
se lamentaba en una entrevista publicada en prensa
por el abandono del proyecto
y el estado ruinoso en que se encuentra la casa,
“unos muros que han resistido más de quinientos años”.

Se trata de una casa de dos plantas, de apariencia corriente,
en cuyo bajo hasta hace poco había una tienda de dulces.
Toledanos y visitantes pasan ante ella con indiferencia.

La casa permanece abandonada,
los cristales de las ventanas han sido quitados,
dejándola expuesta a la intemperie
y sometida a un rápido deterioro.

Mariano Calvo sospecha que puede tratarse de una maniobra
de “destrucción calculada”,
inducida por intereses especulativos
que buscan una licencia de derribo.


Sobre la fachada
campea el cartel de una promotora inmobiliaria.

Mariano Calvo solicita la reacción de la ciudadanía
para evitar la desaparición de tan importante vestigio.

***

Escribió Miguel Hernández:

«Nada de cuanto miro y considero
mi desaliento anima,
si tú no eres, claro caballero.
Como un loco acendrado te persigo:
me cansa el sol, el viento me lastima
y quiero ahogarme por vivir contigo».

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