Escribió Rafael Alberti:
«Si Garcilaso volviera,
yo sería su escudero;
que buen caballero
era...»
***
Garcilaso, caballero y poeta, nació en Toledo,
en “la más felice tierra de la España”, según sus
palabras.
Tierra entonces de gran relevancia política y
cultural,
que quizás contribuyó a forjar
la personalidad y trayectoria del hombre.
Hubo dos casas de Garcilaso:
La casa en la que nació, la propiedad familiar,
y la casa de su propiedad, en la que habitó de
casado.
Garcilaso nació probablemente en 1499.
Su padre, el comendador Garci Laso de la Vega
(nieto de Elvira Lasso de Mendoza,
hermana del primer Marqués de Santillana)
falleció en 1512.
Su madre, doña Sancha de Guzmán
(nieta de Fernán Pérez de Guzmán,
autor de Generaciones
y Semblanzas
y tío del Marqués de Santillana).
fue señora de Batres (Madrid).
Garcilaso tuvo seis hermanos:
– Leonor, la mayor, casó con don Luis Portocarrero.
– Pedro, el heredero,
será uno de los principales jefes de la sublevación
comunera.
– Fernando, soldado, morirá en el cerco francés a
Nápoles.
– Francisco fue fraile dominico en San Pedro Mártir
y canónigo de la catedral de Badajoz.
– Gonzalo fue profesor en Salamanca.
– Juana será monja en el convento de Santo Domingo
el Real.
El comendador había adquirido en 1493 el señorío de
Cuerva,
en cuya iglesia parroquial fue enterrado
junto con su mujer y su primogénito Pedro Laso de la
Vega.
Garcilaso, como segundón,
sólo recibió en herencia, a la muerte de su padre,
80.000 maravedís
sobre los derechos de pasto de la ciudad de Badajoz.
***
La tradición ubicaba la casa natal del poeta
en la hoy llamada calle de Garcilaso
(antes callejón de Santo Domingo el Antiguo),
en la zona más alta de Toledo.
A la derecha de la calle
que sube desde la iglesia de Santa Eulalia
al convento de Santo Domingo el Antiguo,
frente a éste.
Nada queda de esa supuesta casa familiar,
hoy centro de carácter administrativo.
En el año 1900,
el Ayuntamiento decidía poner a la calle el nombre
del poeta
y colocar, en el sitio en que debió hallarse la
casa,
una lápida conmemorativa.
Rafael Alberti contaba en La arboleda perdida:
«Perdida y mareada sombra era yo, cuando de pronto,
en uno de esos imprevistos ensanches,
se levantó ante mí un muro de yedra, entre la que
clareaba algo.
Era una losa blanca, una lápida escrita.
El temblequeo de un farolillo colgado a una
hornacina
me ayudó a descifrar:
“AQUÍ NACIÓ GARCILASO DE LA VEGA...”
La inscripción continuaba en letra pequeña...
Y me pareció entonces como si Garcilaso
se desprendiese de aquella enredadera
y echase a caminar conmigo por el silencio nocturno
de Toledo».
***
Sin embargo, las últimas investigaciones,
llevadas a cabo por Jean Passini y publicadas en
2008,
han modificado el emplazamiento de la casa natal del
poeta:
Existían en la parroquia
de San Román
unas casas principales,
propiedad del obispo de Coria, Vasco Ramírez de
Rivera,
que lindaban con casas de Pedro López de Padilla
y con la plaza que había delante de éstas.
En 1491 compraron estas casas
don Garci Laso de la Vega y doña Sancha de Guzmán.
En 1497 adquirieron
la situada en la esquina con la actual plaza de
Padilla.
En 1504 compraron, también en la colación de San
Román,
otra casa que había pertenecido al mismo obispo,
situada al lado de las casas principales,
frente al monasterio de San Clemente.
Así pues, el matrimonio poseía
unas casas principales, junto a la casa de los
Padilla,
del lado de la calle de las Tendillas de Sancho
Bienaya,
una casa accesoria,
del lado de la calle que sube a San Román,
con su puerta a la plaza que había ante la casa
principal,
y una casa en la esquina de la plaza delante de las
casas de Padilla,
del lado de la calle que desde las Tendillas sube a
San Román.
La cochera de la casa de los Laso de la Vega
se situaba en la calle que sube de las Tendillas
hacia San Román
(actual calle de Esteban Illán).
La casa paterna de Garcilaso se hallaba por tanto
entre las actuales calle de Esteban Illán y plaza
de Padilla.
La manzana donde se situaban las casas familiares
tenía esquina a dos calles,
una que subía a San Román y otra que bajaba a Santa
Leocadia.
Su fachada daba a la calle de Esteban Illán,
que comunica la plaza de Tendillas con la plaza de
Padilla.
Ocupaba la práctica totalidad de una de las aceras
de la calle.
El conjunto de casas estaba integrado
por la principal, situada hacia la mitad de la calle,
y las accesorias, a sus costados.
La puerta principal daba a una plazuela
situada al otro lado, al Norte,
hoy absorbida por la Facultad de Humanidades.
Lindaban las casas con la de los Padilla
que tiene fachada principal a la plaza del mismo
nombre,
y por el otro lado había una placita,
y por la fachada cruzaba la calle pública.
En 1504, tras la última adquisición,
el matrimonio instauró mayorazgo
a favor del primogénito, Pedro Laso;
en el documento notarial se enumeran
las posesiones que forman el mayorazgo,
entre las cuales se mencionan
«unas casas de nuestra morada
en la dicha ciudad, a la colación de San Román,
las cuales alindan con casas de Pedro López de
Padilla
y con otras de Santo Domingo el Real y con las
calles públicas».
Debió de ser mansión importante
porque sirvió de alojamiento a ilustres visitantes:
En 1498 acogió a don Manuel, rey de Portugal,
cuando viajó para desposarse con Isabel,
una de las hijas de los Reyes Católicos.
Y en 1526 en ella se hospedó, cuando estuvo en
Toledo,
Germana de Foix.
Aquí probablemente nació Garcilaso
(aunque también pudo haber nacido en Batres,
el señorío materno),
aquí pasó su infancia y juventud,
y aquí vivió hasta casi los 30 años:
Hasta 1525 como soltero y 3 años más tras su boda,
hasta adquirir su propia residencia en 1528.
A la muerte de doña Sancha (en fecha desconocida),
las casas familiares pasaron a propiedad de Pedro
Laso
y luego a los sucesores de éste.
En 1616, don Pedro Laso de la Vega Niño y Guzmán,
biznieto del hermano mayor del poeta Garci Laso,
vendió las casas de su mayorazgo en la parroquia de
San Román,
que estaban “viejas y maltratadas”,
a la Compañía de Jesús.
Los jesuitas las cedieron en permuta al Hospital de
la Misericordia,
que hasta ese momento ocupaba la actual plaza de San
Román.
El análisis de los documentos de los siglos XV, XVI
y XVII
guardados en los archivos del Hospital de la Misericordia
pone de manifiesto la existencia de una placita, al
Norte,
delante de las casas principales.
En 1617, el Hospital de la Misericordia,
al transformar la casa para su nueva función,
cerró la plazuela.
Desaparecida esta plaza, será olvidada,
y ello ha determinado la confusión constante
entre dicha plazuela y la plaza de Padilla
y por tanto la confusión asimismo en la ubicación
del palacio.
El palacio de los Laso de la Vega se encontraba
en el espacio ocupado en el siglo XIX
por el Hospital de la Misericordia.
Las casas se utilizaron como establecimiento
hospitalario
hasta la Desamortización.
Entonces pasaron a depender de la Diputación
Provincial.
La Diputación las derribó en 1964.
En la actualidad parte del solar está ocupado
por un edificio propiedad de la Diputación
que linda con la Facultad de Humanidades.
De la demolida casa natal de Garcilaso
sólo se salvó una bella ventana gótica
que se halla colocada sobre la puerta de la
Audiencia Provincial,
en la plaza del Ayuntamiento.
El resto de la portada de la Audiencia, datado a
fines del siglo XV,
procede del derribo de la casa de los Peromoro,
vecinos de la casa conyugal de Garcilaso.
***
La educación inicial de Garcilaso corrió a cargo
de su ayo, el caballero don Juan Gaitán,
y de su preceptor,
el canónigo de la catedral toledana don Pedro de la
Peña,
a quien Garcilaso instituirá como albacea
testamentario
(aunque estipulando que,
si la Cruzada se entrometía en las cláusulas de su
testamento,
las mandas y legados pasasen a poder de su esposa).
El ayo solía ser un caballero de buena fama,
que se encargaba de formar al joven
en los usos propios de su clase social,
mientras que el preceptor solía ser un clérigo
culto,
que le enseñaba los saberes de la época.
Don Juan Gaitán,
letrado, contino real y caballero de Santiago,
vivió en el Palacio de Caracena, hoy derruido,
en el actualmente conocido como Pasadizo de
Balaguer,
que fue un paso abierto por el uso a través del
palacio.
La casa tenía su puerta principal en la plaza del
Ayuntamiento
y una puerta accesoria de estilo gótico en la calle
de la Ciudad,
que aún se conserva.
El edificio lindaba con el convento de la Trinidad,
lo que permitió a Juan Gaitán y a su familia
(militantes comuneros)
escapar de sus perseguidores
durante los disturbios de las Comunidades,
abriendo un boquete en la medianería.
Pese a la huida, don Juan posteriormente fue
detenido
y murió en prisión.
El Pasadizo, comunicación
entre la plaza del Ayuntamiento y Santo Tomé,
recibe el nombre de Balaguer
debido a que hasta hace poco en él
un anticuario de tal nombre tenía su tienda
y en él exponía su abigarrada mercancía,
dándole al paso un aspecto mucho más vistoso que el
actual,
aunque aún conserva cierto aire de misterio.
***
Junto a la casa de los Laso, estaba la de los Padilla
y ambas familias mantendrían relaciones.
Tanto Pedro Laso como Juan de Padilla
participaron en el levantamiento comunero
provocado por el descontento
que generaron entre los regidores de las ciudades
las primeras actuaciones de Carlos I.
Tras la derrota de los comuneros en Villalar,
don Pedro tuvo que huir de su casa
(tras haber peleado contra su hermano Garcilaso,
que militó en el bando del emperador).
Don Juan fue decapitado
y su viuda, María Pacheco, huyó de Toledo.
El corregidor Zumel ordenó derribar la casa de los
Padilla
y cubrir con sal su solar, para que ni la hierba
creciese en él,
pero los toledanos comenzaron a llamar el lugar
con el nombre del rebelde,
perpetuando así su memoria.
La plaza de Padilla surgió en gran parte
por esta demolición punitiva;
a comienzos del siglo XVI la plaza era bastante más
pequeña:
limitaba con la fachada principal de los Padilla,
cuyo edificio ocupaba más de la mitad de la actual
plaza,
y con la casa accesoria de los Laso de la Vega,
parte de la actual fachada de la Facultad de
Humanidades.
En el interior de ésta subsiste
un patio columnado.
***
También participó en la rebelión comunera
la familia de Guiomar de Carrillo,
mujer que quizás fue primer amor de Garcilaso.
Doña Guiomar vivía en la plaza de las Capuchinas
y era por tanto casi vecina de Garcilaso.
Ella misma declara en su testamento
que, siendo ambos solteros, habían mantenido una
larga relación
de la que nació el primer hijo de Garcilaso,
Lorenzo Suárez de Figueroa.
Guiomar hizo testamento a favor de este hijo de
ambos
un año después de la muerte de Garcilaso,
posiblemente por el incumplimiento de la viuda
en cuanto a las disposiciones testamentarias del
poeta,
que establecían que se protegiese y educase al
joven.
Quizás Garcilaso y Guiomar no pudieron casarse
debido a la pertenencia de ella a una familia
comunera,
pero Lorenzo parece haber sido
un hijo querido e importante para Garcilaso,
como lo demuestra el apellido dado al niño.
Garcilaso, sin embargo, casará
con una joven escogida por los monarcas:
doña Elena de Zúñiga,
dama de la infanta Leonor de Austria, hermana de
Carlos I.
***
Garcilaso casó en 1525.
Tras su boda, durante tres años
Garcilaso y Elena habitaron en el hogar de la madre
del poeta,
debido a la escasez de viviendas
que la presencia de la Corte ocasionaba
en una ciudad de espacio limitado y rápido
crecimiento.
En 1527 Garcilaso intentó comprar casa
en la parroquia de San Bartolomé de Sansoles,
pero no lo consiguió.
El 11 de marzo de 1528 Garcilaso y Elena
adquirieron sus propias casas, la casa conyugal,
cerca de la vivienda familiar.
Las casas se hallaban en la colación de Santa Leocadia.
Durante tiempo se creyó que la casa podía estar
en la misma Cuesta de Santa Leocadia,
donde también se pensó que se encontraba la casa de
Guiomar.
***
Pero, tras años de investigaciones, en 2007
María del Carmen Vaquero Serrano hacía pública
la localización de las casas en las que vivió el
matrimonio
y doña Elena durante su viudedad, hasta su muerte en
1563.
Dichas viviendas se corresponden con las actualmente
situadas,
haciendo esquina,
en las calles Tendillas, 20 y Aljibes, 2.
El vendedor fue un jurado municipal,
el converso Antonio de Cepeda,
llamado también Antonio de Santa Catalina,
padre de Inés de Cepeda,
la abuela paterna de Santa Teresa de Jesús.
En la casa habían vivido durante generaciones
los bisabuelos, abuelos, padres y los seis tíos de
Santa Teresa.
Juan Sánchez de Toledo,
el converso apóstata abuelo paterno de Santa
Teresa,
había tenido que abandonar esas casas familiares.
El precio fue alto, 550.000 maravedís,
lo cual hace suponer que las casas eran buenas,
similares a las de sus vecinos, los señores de
Peromoro,
la puerta principal de cuya residencia (hoy en la
Audiencia)
se abría a la actual calle del Instituto.
Lindaban las casas compradas por Garcilaso,
en la misma manzana,
con las hoy derruídas casas de los señores de
Peromoro.
El primer señor de Peromoro había sido don Pedro
de Ayala,
que murió en 1537,
y el segundo fue su hijo, Juan de Ayala, fallecido
en 1543.
Pedro de Ayala, regidor de Toledo,
participó en el movimiento comunero;
su hijo colaboró con él en la revuelta;
algunos testigos del proceso contra el también
comunero Juan Gaitán
declararon que Juan de Ayala intervino
en la toma del alcázar y de los puentes;
pero, al avanzar la sublevación,
don Juan acabó poniéndose de parte del rey;
algún testigo declaraba que don Juan combatió a Juan
de Padilla;
cuando terminó la rebelión,
don Juan fue nombrado regidor del Ayuntamiento
y consiguió que le fueran devueltos a su padre
los bienes que le habían sido confiscados.
Cerca, en la actual plaza de las Capuchinas,
tenían su casa los padres de Guiomar de Carrillo,
primer amor de Garcilaso.
Las casas adquiridas por Garcilaso se hallaban
en la colación de Santa Leocadia,
bajando desde las Tendillas de Sancho Bienaia
al convento de las Capuchinas,
haciendo esquina
entre la calle Tendillas, a la que daba un postigo
de las casas,
y la calle Aljibes (que conduce a Santo Domingo el
Real),
a la que daba la puerta principal.
Eran entonces éstas “calles reales”,
entendiendo por tales calles públicas de cierta
importancia.
Las casas se alzaban en una zona antigua y
aristocrática.
A corta distancia de la muralla,
desde ellas podía contemplarse la Vega Baja.
Desde la casa natal de Garcilaso había una cuesta
(hoy desaparecida)
que desembocaba en la actual calle de las Tendillas,
en la esquina con la plaza de las Capuchinas.
Por lo tanto, Garcilaso tenía su casa próxima al
hogar de sus padres,
al pie de la cuesta donde se hallaba éste.
Varios documentos dan fe de que Garcilaso durante su
matrimonio
y, tras su muerte, su mujer y sus hijos,
habitaron estas casas.
En 1537 se inventarían los bienes dejados por
Garcilaso
y entre ellos figuran sus casas en la parroquia de
Santa Leocadia,
“sabida morada del magnifico señor don Garcilaso de
la Vega”.
En 1556, la viuda del poeta instituyó un mayorazgo
a favor de su única hija sobreviviente, Sancha de
Guzmán,
casada con don Antonio Portocarrero.
Las casas conyugales formaban parte del mismo.
En un protocolo de 1720 se alude a ese mayorazgo.
Se indica que Joaquín Melchor Portocarrero Laso de
la Vega
era el heredero del mayorazgo.
Y se dice dónde se hallaban las casas principales
en las que moraba doña Elena,
añadiendo que se encuentran en ruinas:
«a la parroquia de Santa Leocadia, en la calle que
baja
del sitio de las Tendillas de Sancho Bienaia
al convento de las Capuchinas,
donde tienen un postigo,
y hacen esquina a la calle
que desde la referida va al convento de Santo
Domingo el Real,
por cuya parte está la puerta principal.
Dichas casas están arruinadas».
Su exterior fue objeto de una reforma en el siglo
XVIII.
***
Garcilaso pasó poco tiempo en la vivienda de su
propiedad.
Un año después de adquirir las casas, partió de
Toledo.
En abril de 1528
había muerto en Nápoles su hermano Fernando.
En 1532, tras unos cuantas idas y venidas,
Garcilaso llega a Nápoles, visita la tumba de
Fernando
y le dedica un soneto en el que el poeta presta la
voz a su hermano:
«No las francesas armas
odïosas,
en contra puestas del
airado pecho,
ni en los guardados muros
con pertrecho
los tiros y saetas
ponzoñosas;
no las escaramuzas
peligrosas,
ni aquel fiero ruido
contrahecho
de aquel que para Júpiter
fue hecho
por manos de Vulcano
artificiosas,
pudieron, aunque más yo me
ofrecía
a los peligros de la dura
guerra,
quitar una hora sola de
mi hado;
mas infición del aire en
sólo un día
me quitó al mundo y me ha
en ti sepultado,
Parténope, tan lejos de
mi tierra».
Pese a la brevedad de sus estancias en Toledo,
Garcilaso tendrá cinco hijos, además de Lorenzo.
Los hijos habidos con doña Elena serán:
– Garcilaso, que morirá niño.
– Íñigo de Zúñiga, que morirá en 1555, a los 27
años,
en la toma de Volpiano contra los franceses.
– Pedro de Guzmán, que a los 14 años profesará
en el convento de San Pedro Mártir de Toledo.
– Sancha, nacida en 1532.
– Francisco, nacido en 1534 y que morirá niño.
***
En su testamento, redactado en 1529, el poeta dejaba
limosnas
para “mi parrocha de Santa Leocadia”.
En la época de Garcilaso,
la actual plaza de Santa Leocadia
estaba ocupada por el cementerio parroquial.
***
La última vez que estuvo en su nuevo hogar fue en
abril de 1534.
Ese año regresó a Nápoles, por tierra.
Se detuvo en Avignon.
Desde allí escribió una epístola a Boscán,
en la que se queja de las malas condiciones del
camino:
«¡Oh, cuán corrido estoy
y arrepentido
de haberos alabado el
tratamiento
del camino de Francia y
las posadas!
Corrido de que ya por
mentiroso
con razón me tendréis;
arrepentido
de haber perdido el
tiempo en alabaros
cosa tan digna ya de
vituperio;
donde no hallaréis sino
mentiras,
vinos acedos, camareras
feas,
varletes codiciosos,
malas postas,
gran paga, poco argén,
largo camino».
Ese mismo año, en la campaña de Túnez contra
Barbarroja,
Garcilaso fue herido en una escaramuza
en la boca y en el brazo derecho.
Garcilaso alude a ello en un soneto que escribió a
Boscán:
«Y así, en la parte en
que la diestra mano
gobierna, y en aquella
que declara
los conceptos del alma,
fui herido.
Mas yo haré que aquesta
ofensa, cara
le cueste al ofensor, ya
que estoy sano,
libre, desesperado y
ofendido».
En 1535 los expedicionarios regresaron a Trápani.
Allí murió don Bernardino, hermano menor del Duque
de Alba.
Garcilaso le dedica una elegía:
«¿A quién ya de nosotros
el exceso
de guerras, de peligros y
destierro
no toca y no ha cansado
el gran proceso?
¿Quién no vio desparcir
su sangre al hierro
del enemigo? ¿Quién no
vio su vida
perder mil veces y
escapar por yerro?
¡De cuántos queda y
quedará perdida
la casa, la mujer y la memoria,
y de otros la hacienda
despendida!
¿Qué se saca de aquesto?
¿Alguna gloria?
¿Algunos premios o
agradecimientos?
Sabrálo quien leyere
nuestra historia».
También escribió una nueva epístola a Boscán,
en la que declara su empeño en simultanear las armas
y las letras:
«Yo enderezo, señor, en
fin, mi paso
por donde vos sabéis que
su proceso
siempre ha llevado y
lleva Garcilaso;
y así, en mitad de
aqueste monte espeso
de las diversidades me
sostengo,
no sin dificultad, mas no
por eso
dejo las musas, antes
torno y vengo
dellas al negociar, y
variando,
con ellas dulcemente me
entretengo.
Así se van las horas
engañando,
así del duro afán y grave
pena
estamos algún hora
descansando.
[...]
Oh crudo, oh riguroso, oh
fiero Marte,
de túnica cubierto de
diamante
y endurecido siempre en
toda parte!,
¿Qué tiene que hacer el
tierno amante
con tu dureza y áspero
ejercicio,
llevado siempre del furor
delante?
Ejercitando, por mi mal,
tu oficio,
soy reducido a términos
que muerte
será mi postrimero
beneficio».
En 1536, durante las campañas de Carlos por Italia,
Garcilaso escribe su Égloga Tercera:
«Mas la fortuna, de mi
mal no harta,
me aflige y de un trabajo
en otro lleva;
ya de la patria, ya del
bien me aparta,
ya de mi paciencia en mil
maneras prueba.
[...]
Entre las armas del
sangriento Marte,
do apenas hay quien su
furor contraste,
hurté de tiempo aquesta
breve suma,
tomando ora la espada,
ora la pluma.
[...]
Pintado el caudaloso río
se vía,
que, en áspera estrecheza
reducido,
un monte casi alrededor
ceñía,
con ímpetu corriendo y
con ruido;
querer cercarlo todo
parecía
en su volver, mas era
afán perdido;
dejábase correr, en fin,
derecho,
contento de lo mucho que
había hecho.
Estaba puesta en la
sublime cumbre
del monte, y desde allí,
por el sembrada,
aquella ilustre y clara
pesadumbre
de antiguos edificios
adornada.
De allí con agradable
mansedumbre
el Tajo va siguiendo su
jornada
y regando los campos y
arboledas
con artificio de las
altas ruedas».
***
En abril de 1534 había abandonado Toledo por última
vez.
Ya no volverá vivo.
Morirá en Niza en octubre de 1536,
y allí se le enterrará, en la iglesia de Santo
Domingo.
Gregorio Marañón imaginó así
la comunicación del óbito a doña Elena:
«Llegó el año 1536, que los astrólogos habían
señalado
rico en guerras y dolores.
Doña Elena esperaba un día tras otro, tras las
almenas toledanas,
las nuevas del guerrero lejano...
Desde que el ejército del César salió de Italia,
en su expedición contra los franceses,
se ignoraba lo que había pasado.
En los corrillos del claustro de la Catedral
o bajo los arcos de Zocodover,
donde se comentaban las noticias y las invenciones
de cada jornada,
decíase que esta vez la fortuna no quiso acompañar
a las armas invictas de Carlos V.
A últimos de octubre empezaron a llegar rumores
de la desdicha de Garcilaso...
A doña Elena le ocultaron los tristes presagios.
Y cuando supo que volvían a Toledo capitanes o
soldados de Italia,
se dispuso a recibir al ausente...
Una tarde hubo bulla de gente y caballos por la
calle.
Se detuvieron debajo de su balcón...
Aparecieron sus dos mejores amigos,
López de Guzmán y Rodrigo Niño:
venían enlutados y tan tristes que nada tuvieron
que decir...
Llegó semanas más tarde su sobrino, don Antonio
Portocarrero,
que había acompañado a Garcilaso
en su ascensión heroica por la escala mortal,
en el asalto de la torre de Muy.
Él también cayó al foso, arrastrado por el poeta
herido
y estuvo a punto de perecer magullado.
Había asistido después a la muerte del gran
toledano,
confortado por el marqués de Lombay.
Portocarrero se quedó en Toledo, consolando a sus
deudos,
que pronto lo fueron más estrechamente
porque se enamoró de Sancha, hija del héroe
muerto,
y se casó con ella».
***
Juan Boscán escribió a la muerte de Garcilaso:
«Garcilaso, que al bien
siempre aspiraste
y siempre con tal fuerza
le seguiste,
que a pocos pasos que
tras él corriste,
en todo enteramente le
alcanzaste.
Dime: ¿por qué tras ti
no me llevaste?
Cuando desta mortal
tierra partiste,
¿por qué al subir a lo
alto que subiste,
acá en esta bajeza me
dejaste?
Bien pienso yo que si
poder tuvieras
de mudar algo lo que
está ordenado,
en tal caso de mí no te
olvidaras.
Que, o quisieras honrarme
con tu lado,
o, a lo menos, de mí te
despidieras;
o, si esto no, después
por mí tornaras».
***
Garcilaso había dispuesto en su testamento que debía
ser enterrado
en la capilla “de mis agüelos”,
salvo “si muriese pasada la mar”,
en cuyo caso le enterraren donde falleciese.
Conforme a su voluntad, fue sepultado en Niza,
pero en 1538 su esposa dispuso el traslado de sus
restos a Toledo,
para darles sepultura en la iglesia conventual de
San Pedro Mártir,
cercana a su casa.
Los señores de Batres, familia materna de Garcilaso,
pertenecían al linaje de los Guzmán
y por lo tanto emparentaban con Santo Domingo de
Guzmán,
fundador de la Orden de los Dominicos.
Por ello, la familia siempre se había sentido
vinculada
al convento dominico de San Pedro Mártir,
en el que habían fundado una capilla,
la capilla del Rosario (llamada por Garcilaso “de
mis agüelos”).
El convento presentaba un aspecto muy distinto del
actual,
ya que sus trazas fueron reformadas en el siglo
XVII.
El cenobio dominico era el más influyente de la
ciudad,
albergaba a unos sesenta frailes,
entre los que se escogía a los consultores de la
Inquisición,
y en sus sótanos existía una imprenta
con monopolio para la impresión de bulas,
que, a un ritmo de producción de más de dos millones
al año,
reportaba ingentes beneficios.
En él profesaron como frailes
uno de los hermanos de Garcilaso, Francisco,
y uno de sus hijos, Pedro de Guzmán.
En el año 1555 murió en batalla
el hijo segundo de Garcilaso y Elena
(que se había llamado Íñigo de Zúñiga,
pero había cambiado su nombre
por el de su hermano mayor, Garcilaso, que falleció
siendo niño).
Entonces doña Elena encargó dos estatuas orantes
para ambos soldados, su marido y su hijo.
Las labró un tal Linares, para la capilla del
Rosario.
La estatua del poeta es la que se sitúa delante.
Esta estatua quizás sea el mejor retrato de
Garcilaso
de que podamos disponer.
En 1869 se decidió crear un panteón nacional de
hombres ilustres
en el templo de San Francisco el Grande de Madrid.
Con tal motivo, se trasladaron a la capital los
restos del poeta.
El proyecto no cuajó, debido a los cambios
políticos.
Los restos permanecieron seis años en la sacristía
del citado templo.
En 1875 volvieron a Toledo,
donde fueron depositados en el Ayuntamiento.
En 1900 un conserje advirtió
lo que guardaba aquel cajón arrinconado
y lo comunicó al alcalde.
En 1900, las cenizas fueron solemnemente devueltas
a la capilla familiar.
Con tal ocasión, el 17 de agosto
el Consistorio colocó una lápida conmemorativa
en la fachada de la que entonces se creía casa natal
de Garcilaso.
***
En la época de Garcilaso, la hoy tranquila plaza de
San Román,
entre la calle de Esteban Illán y el convento de San
Pedro Mártir,
estaba ocupada por el Hospital de la Misericordia.
Luego hubo allí durante algún tiempo un depósito de
aguas.
Éste se demolió en 1979.
Poco después se decidía erigir en ella
un monumento al poeta.
Así, en 1995 se inauguró una estatua de Garcilaso,
obra del escultor toledano Julio Martín de Vidales.
***
Hay, en la ciudad, otra evocación de Garcilaso.
Se halla junto al puente de San Martín,
en un resto de la muralla de la judería.
Se trata de una lápida de azulejos adherida a la
muralla,
en la que se reproducen unos versos del poeta,
un fragmento de la Égloga Tercera.
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El 2 de enero de 2007,
tras haber localizado la ubicación de la casa
conyugal de Garcilaso,
en la esquina de las calles Tendillas y Aljibes,
Carmen Vaquero escribía
a la Dirección General de Patrimonio de Castilla La
Mancha,
así como a la Fundación “Garcilaso de la Vega”, de
Madrid,
a la Asociación de Amigos de Garcilaso de la Vega,
en Toledo
y a la Asociación de Profesores de Español de
CastillaLa Mancha
“Garcilaso de la Vega”,
explicando el valor histórico y cultural del
edificio
y solicitando su protección
y su adquisición para instalar en él
la casa-museo de Garcilaso.
En abril de ese mismo año,
el Ayuntamiento y la Fundación Garcilaso de la Vega
firmaron un acuerdo para crear en tal ubicación
un centro de estudios dedicado al poeta.
Se mantuvieron contactos con los dueños del
inmueble.
En junio de 2007 se creó un consejo asesor
presidido por Fernando Garcilaso de la Vega Ocaña,
sevillano de 70 años,
e integrado entre otros
por Mariano Calvo y Carmen y Valle Vaquero.
En 2010 aún aparecía en algún diario la noticia
de que la Fundación deseaba adquirir el solar
de la casa en la que vivió Garcilaso
para construir su casa-museo.
Luego, nada.
En septiembre de 2013, Mariano Calvo
se lamentaba en una entrevista publicada en prensa
por el abandono del proyecto
y el estado ruinoso en que se encuentra la casa,
“unos muros que han resistido más de quinientos años”.
Se trata de una casa de dos plantas, de apariencia
corriente,
en cuyo bajo hasta hace poco había una tienda de
dulces.
Toledanos y visitantes pasan ante ella con
indiferencia.
La casa permanece abandonada,
los cristales de las ventanas han sido quitados,
dejándola expuesta a la intemperie
y sometida a un rápido deterioro.
Mariano Calvo sospecha que puede tratarse de una
maniobra
de “destrucción calculada”,
inducida por intereses especulativos
que buscan una licencia de derribo.
Sobre la fachada
campea el cartel de una promotora inmobiliaria.
Mariano Calvo solicita la reacción de la ciudadanía
para evitar la desaparición de tan importante
vestigio.
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Escribió Miguel Hernández:
«Nada de cuanto miro y
considero
mi desaliento anima,
si tú no eres, claro
caballero.
Como un loco acendrado te
persigo:
me cansa el sol, el
viento me lastima
y quiero ahogarme por
vivir contigo».
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