En 1235 Jaime I casó en segundas nupcias
con doña Violante de Hungría.
Con ella tuvo a sus hijos Pedro y Jaime.
En 1238, durante el asedio a Valencia,
el rey, conquistador en todos los terrenos,
conoció a doña Teresa Gil de Vidaurre,
hija de un rico hombre de Navarra.
Una mujer hermosa y de carácter.
Comenzó a las afueras de Valencia
una relación que iba a ser larga.
Doña Teresa enviudó.
Doña Violante murió en 1251.
Jaime I. Entrada en Valencia. Por Fernando Richart Montesinos, 1884. Museo de Bellas Artes de Castellón |
Don Jaime dio a doña Teresa
palabra de matrimonio ante testigos.
Durante algún tiempo Teresa estuvo donde estaba el rey,
acompañándolo en sus viajes por la Corona de Aragón.
Después el monarca donó a Teresa, como residencia,
el que había sido palacio del rey Lobo,
el rey moro que un siglo atrás lo construyera
como finca de recreo a orillas del Turia.
En el "Llibre del Repartiment" consta
que en un primer momento el palacio de Abú Zayd
fue adjudicado al arzobispo de Narbona,
que era el confesor del rey Jaime I,
pero depués don Jaime lo recuperó
para instalar en él a su dama en 1255
(«...per nos et nostros damus et concedimus
vobis dilecte nostre Domine Theresie Gil...»)
A la orilla del río, entre huertas, extra-muros,
en los arrabales de Valencia,
en la Zaidía, la finca del emir Abú Zayd.
Un lugar tan hermoso
que el emir moro había intentado
que el rey lo aceptase como regalo
y a cambio desistiese de tomar la ciudad.
Era el alcázar morada digna de esposa de monarca,
una almunia con casas anexas, jardines y baños
y el llano circundante.
Allí vivió Teresa unos años de felicidad,
años en los que nacieron sus hijos
y en los que el rey la colmó de regalos.
Allí, en la heredad que el rey le había donado,
Teresa en 1260 hizo edificar, cerca del palacio,
un monasterio para monjas del Císter.
El monasterio de Santa María de Gratia Dei,
para damas nobles.
El rey otorgó a la fundación numerosas mercedes.
Pero los tiempos de felicidad duraron poco.
Doña Teresa contrajo la lepra
y el rey no quiso formalizar su promesa.
En 1265 don Jaime recurrió al papa Clemente IV,
iniciándose un pleito ante la corte pontificia
que se prolongó durante años.
El rey contaba cincuenta y siete años,
se había enamorado de nuevo,
y, alegando que Teresa padecía lepra,
solicitó al papa autorización
para contraer matrimonio con Berenguela Alfonso.
Jaime I. Procedente del Palacio Real de Valencia. Hoy en el Salón de Reyes del Palau de la Generalitat de Valencia |
La disciplina eclesiástica de aquel tiempo
disponía que los esponsales de futuro, seguidos de cópula carnal,
obligaban al matrimonio e impedían
el que posteriormente se quisiera contraer con otra persona.
El papa sostuvo que el rey tenía que mantener su palabra
sobre la cual se había consumado una unión
que no podía ser disuelta:
«Nos admiramos de que tengas la osadía
de hacernos tal súplica, contraria a Dios,
abominable a los Ángeles,
monstruosa al juicio de los hombres.
Pues no debiste creer que quisiéramos
disolver un matrimonio verdadero
y ser partícipes de las uniones ilícitas.
Sabemos por ti mismo que,
habiéndote casado per verba de futuro
con una noble mujer llamada Teresa,
según lo manifiesta tu carta,
aun cuando en su principio no hubiera sido verdadero matrimonio,
trocóse en verdadero y consumado por cópula carnal subsiguiente.
¿Como pues podrá separar el Vicario de Dios a quienes Dios unió?
Lejos de nosotros tal crimen».
Don Jaime, sin embargo,
continuó la relación con Berenguela
hasta la muerte de ésta en 1272.
Y entonces el rey volvió a enamorarse.
Inició una nueva relación, con Sibila de Saga,
y en 1275 volvió a pedir la anulación de su unión con Teresa
al papa Gregorio X.
Éste también se negó a decretar la disolución.
Jaime I. Por Jaume Mateu y Gonçal Peris Sarrià, 1427. Procedente de la antigua Sala del Consell de la Casa de la Ciutat de Valencia |
Doña Teresa, ofendida en su crédito,
lloró su desdicha y desengaño,
y litigó su causa ante el Sumo Pontífice,
yendo en persona a Roma en 1266.
Al verse postergada y desdeñada por don Jaime,
la apenada Teresa acudió a Roma en apelación.
De regreso, su bajel fue abordado por unos piratas moros,
la señora fue hecha prisionera en Argel
y rescatada por Pedro Nolasco, el Santo Fundador de la Merced
que solía acompañar a don Jaime en sus viajes.
El santo conocía bien a la ilustre señora,
la cual le había confiado su dolor
para que el santo intercediese ante el rey.
La vio, mantuvo en secreto
que se trataba de la mayor señora de España
y consiguió rescatarla por el precio de una esclava común.
Teresa consiguió la legitimación de sus hijos
(a los que el rey se referirá como
«filios nostros Jacobum et Petrum,
quos legitime suscepimus ex Dompna Theresia Egidii de Bidaure,
instituimus heredes in castris et villis»),
aunque don Jaime nunca reconoció a la dama oficialmente
como esposa ni como reina.
En 1268, Teresa, abandonada por el rey, leprosa,
se recluyó en el monasterio por ella edificado.
Casada en secreto con el monarca,
reina en secreto,
Teresa, repudiada por Jaime I,
el rey al que había amado
desde los tiempos en que la húngara doña Violante,
esposa del monarca, aún vivía,
no aceptó el cargo de abadesa de su fundación,
prefirió el mínimo puesto de portera,
y como portera pasó el resto de sus días
la mujer que había sido reina en secreto.
Sólo quiso un privilegio,
para ella y para sus compañeras:
Poder salir, de vez en cuando, del cenobio
para, sin adentarse en la ciudad,
acercarse, paseando, a ver el mar.
Las hermanas gozaron de este privilegio hasta el siglo XVI,
momento en que voluntariamente renunciaron a él
para asumir la regla de la Trapa
(Cistercienses de Estricta Observancia).
En 1285, la que había sido en secreto reina
de Valencia, la ciudad recién tomada;
la que había tenido dos hijos con el rey;
la que hizo testamento firmando como esposa del rey
(«Sepan todos como Nos doña Teresa Gil de Vidaurre,
Muyler que fui del mui alto et noble don Iaime
por la gracia de Dios Rei de Aragón...»,
dice el documento
que se conserva en el Archivo del Reino de Valencia),
murió en la abadía,
en la abadía fue enterrada,
en la abadía fueron enterrados
sus hijos Jaime y Pedro, que pudieron ser reyes,
en la abadía quedaron enterrados para siempre
la belleza y las ilusiones de Teresa,
su amor por don Jaime,
su reinado secreto.
Teresa dispuso en su testamento
que se le enterrara en la iglesia del monasterio,
y así se hizo, dándole sepultura en el altar mayor.
En una capilla fueron inhumados
los hijos de Teresa junto con sus esposas.
Y sólo las monjas, a través de los siglos, recordaron
que allí yacía enterrada
una reina.
Su cadáver ha permanecido siempre
bajo el cuidado de las religiosas,
en el monasterio o trasladado
en función de las circunstancias del momento.
En la portería, sobre el torno,
hubo un retrato de la reina portera
con su hábito de monja cisterciense.
El Real Monasterio llegó a ser
En él se alojaron los Reyes Católicos durante varios días,
y fue visitado por cuantos monarcas y notables
pasaban por la ciudad.
En 1517 una gran riada del Turia
obligó a abandonar el convento precipitadamente.
encontraron que el cuerpo de su fundadora
permanecía intacto,
por lo que se dispuso un nuevo sepulcro en piedra
que fue colocado en lugar visible
en el lado del Evangelio del altar mayor.
Teresa Gil, ya muerta, obró prodigios,
según lo testificaban los exvotos
que colgaban de las paredes de la iglesia.
En 1665, con motivo de una maravillosa curación
operada en una monja del convento,
el cuerpo de Teresa fue exhumado de su sepulcro,
se comprobó que seguía incorrupto,
y se le fabricó una urna de madera con un lado de cristal
y el interior forrado de terciopelo rojo con orlas amarillas.
Tiempo después se advirtió que al cuerpo le faltaba un brazo,
robado problablemente para ser utilizado como reliquia,
tras lo cual el sepulcro fue resguardado con una reja de hierro.
En 1809, cuando los franceses atacaron Valencia,
muchos edificios situados fuera de las murallas
fueron demolidos.
Así el Palacio Real.
Así el monasterio de la Zaidía.
Para evitar que los franceses pudieran hacerse fuertes en ellos,
los españoles destruyeron los edificios extra-muros.
Las religiosas, al marcharse, llevaron consigo
los restos de Teresa y de sus hijos.
En 1879 el convento fue reedificado de nueva planta.
Se utilizó entonces el coro
del monasterio de Santa María de la Valldigna
que en 1835 tuvo que ser abandonado por los monjes
a causa de la Desamortización.
Las religiosas regresaron al convento
y con ellas los restos mortales de Teresa y sus hijos.
Las monjas veneraron a su hermana no sólo como reina
sino también como santa.
En 1936 su cuerpo seguía conservado como reliquia
en la iglesia del templo,
en su féretro forrado de damasco carmesí con galones de oro,
cerrado con tres llaves por una tapa delantera,
la cual, abierta, permitía ver, a través de un cristal,
el cuerpo momificado de la reina vestida con hábito,
la mujer a la que el rey amó y abandonó.
Sobre la cubierta, una inscripción:
«La venerable beata y santa reina doña Teresa Gil de Vidaure,
despreciando el mundo fundó este monasterio
al que dio el título de Beata María de Gratia Dei,
a quien le consagró,
y en él tomó el hábito, profesó y vivió santamente
entre las religiosas cistercienses».
Durante la Guerra Civil
el cuerpo de la fundadora fue escondido en Alboraya.
Tras la guerra, el monasterio quedó muy deteriorado,
pero las monjas aún regresaron a él, y con ellas Teresa.
Y cuando en 1962
el monasterio fue demolido definitivamente
las monjas llevaron consigo a su hermana,
la que fuese portera de la abadía
y reina en secreto.
Hoy monjas cistercienses del monasterio de Gratia Dei,
regidas por la regla de la Trapa,
siguen cuidando los restos mortales de su fundadora
que fue reina en secreto,
que fue esclava y portera,
que obró milagros
y que hoy yace olvidada
en un cenobio de Benaguacil.
y Lo de la estatura es real?? segun lei dicen que media mas de 2.10 metros
ResponderEliminarBueno, igual no llegaba a tanto, pero desde luego parece que era bastante alto, al igual que lo había sido su padre.
Eliminarigual que el rey Navarro Sancho VII del que creo esta mas documentado.. en fin gracias por la historia.
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