sábado, 25 de agosto de 2012

MANZANARES



La más antigua de las fortalezas
que hubo en las llanuras de La Mancha
se remonta al siglo I, a los tiempos de la primitiva Oretania;
es la fortaleza de Moratalaz,
que en la Edad Antigua significaba "lugarcillo murado"
y fue escenario de cruentas luchas en las sucesivas civilizaciones.

Aún pueden observarse vestigios de su existencia
cuando se viaja en ferrocarril de Manzanares a Daimiel;
a unos 5 kilómetros en dirección a Daimiel,
a 200 metros del río Azuer,
queda un sólido muro de unos 7 metros de altura
que se distingue desde larga distancia.

Es lo que queda de un torreón
de un castillo construido por los árabes entre los siglos VIII y IX
sobre los asentamientos anteriores.
El castillo sería el edificio más significativo
de un núcleo poblado que se distribuiría en su alrededor.

Los fragmentos cerámicos encontrados en la zona
indican la pertenencia de esta motilla
a la cultura ibérica desde el Bronce,
con un poblamiento musulmán superpuesto.
Se trata, pues, de los vestigios más remotos
del pasado manchego.

La fortaleza estuvo en posesión de moros y cristianos,
según la suerte de las armas,
hasta que en junio de 1212 fue definitivamente conquistado
por la coalición de los Grandes Maestres de Santiago y de Calatrava,
don Pedro Arias y don Ruy Díaz Yanguas.
La plaza quedó después en posesión de los calatravos.

De la magnificencia de este castillo se conservan restos,
como una columna de mármol blanco
que decora una fachada de la vecina Manzanares.

Cerca de la ruina
se encuentra la entrada a un pasadizo inexplorado
que se supone formaba parte de la red subterránea
que, atravesando la vega del río Azuer, comunicaba
los castillos de Moratalaz, Manzanares y Tocón,
con una longitud de más de 10 kilómetros.


***


En el siglo XIII, las Órdenes de San Juan, Santiago y Calatrava
tenían extensísimos territorios
en lo que hoy es la provincia de Ciudad Real.

Es el tiempo en que el área de fricción entre castellanos y almohades
se establece entre el Guadiana y Sierra Morena.

Manzanares es hoy una de las principales poblaciones de Ciudad Real.
Se asienta a mitad de camino entre las comarcas
de La Mancha y Campo de Calatrava.


Manzanares se creó a finales del siglo XIII.
Hay en ella un castillo que es más antiguo que la villa.


El sitio fue reconquistado en 1198 por Martín Martínez,
quinto Maestre de la Orden de Calatrava.


El castillo fue construido por la Orden de Calatrava
a comienzos del siglo XIII
para asegurar el dominio de su emplazamiento
tras el deslinde de sus términos con los de los santiaguistas.


A unos 3 kilómetros se levanta el castillo del Tocón en Membrilla,
de la Orden de Santiago,
con la que habían existido problemas fronterizos en la zona.

El lugar era una plaza estratégica
para proteger el paso de las Cañadas Reales de Cuenca y Soria
- las mejores vías de comunicación de su tiempo -
y dos pozos con sus pilas de uso libre y gratuito,
sobre terreno circundado
por los dominios de las Órdenes de Santiago y San Juan,
unas veces aliadas y otras rivales.


Para defender la nueva fortaleza,
frey Martín trajo guerreros vizcaínos,
algunos de los cuales era miembros de la antigua casa infanzona
Sagasti-Manzanares,
instaurándose así la nueva casa solariega de Manzanares.


El aspecto exterior del castillo es muy austero,
típico de las fortalezas guerreras de aquellos años,
tan distintas de los castillos palaciegos
que se construirán dos siglos después, al final de la Edad Media.


En 1284 el término constituyó una encomienda calatrava,
cuyo Comendador residía en el castillo.

Éste se conoció por el nombre de Manzanares.
Hasta entonces el lugar era llamado "Argamasilla so la Membrilla".
La villa tomó su denominación de la de la fortaleza.


Se erigió el poblado junto al castillo, a unos 100 pasos del foso.
La villa se desarrolló recogiendo población de Moratalaz
y posiblemente habitantes de Calatrava la Vieja
que habían abandonado la ciudad
y se habían repartido por toda la comarca.
Fue un proceso propio del sistema de ocupación
de los territorios de las órdenes militares.
La villa fue amurallada hacia 1350
por decisión del Maestre don Juan Núñez de Prado,
dejando 200 casas en su interior.
La obra fue realizada por sus habitantes;
a cambio, el Maestre les condonó algunos impuestos.
La tarea se llevó a cabo en 5 años:
el primer año se construyó con piedra y cal
hasta la altura de una tapia
y en los cuatro restantes se añadió una hilada de tapial por año,
tan gruesa como la del castillo.
Aún es perceptible el trazado de tal muralla en las calles.


Los Maestres sucesivos
concedieron a sus moradores privilegios y exención de pechos
por ser lugar fronterizo con tierras de la Orden de Santiago.


Manzanares no fue de las primeras encomiendas creadas,
pero se convirtió en una de las más ricas del Campo de Calatrava.


Eran tierras dedicadas al cultivo de cereales.
Por todas partes el pueblo se hallaba rodeado de eras.


Los extensos dominios de la vieja Moratalaz fueron repartidos,
según la Concordia de 13 de enero de 1482,
entre los términos de Manzanares, Daimiel,
Moral de Calatrava y Valdepeñas,
por don Alonso Carrillo, Arzobispo de Toledo,
y don Rodrigo Téllez Girón, Maestre de Calatrava.


***


En 1847, Manzanares estuvo a punto de ser
capital de la proyectada provincia de La Mancha.

En 1.864 tiene lugar la Desamortización,
el castillo quedó en manos privadas,
la propiedad se fragmentó
y las dependencias se convirtieron en viviendas,
almacenes, talleres, cuadras, palomares.
Nuevas construcciones adosadas ocuparon los patios,
las rondas almenadas fueron cubiertas con tejados,
la noble imagen de la fortaleza quedó desfigurada
en un conglomerado de inmuebles que se confundían
con una manzana más de la población.
Así, el castillo permaneció oculto en el casco urbano
durante más de un siglo.
Sin embargo, el núcleo más importante
permaneció en aceptables condiciones para su recuperación.


En el siglo XXI, una empresa hotelera ha rehabilitado
una parte significativa de la fortaleza,
adaptándola como hospedería y restaurante
y devolviendo a Manzanares su edificio más antiguo.


Se han eliminado las partes añadidas,
y con ello han reaparecido
la torre del homenaje, las murallas, las rondas y los patios,
todo construido con roja tierra apisonada y gruesa mampostería.


Las habitaciones de la hospedería se han construido de nueva planta
en el espacio ocupado anteriormente por viejas cámaras
cuyo estado ruinoso las hacía irrecuperables.


El conjunto puede visitarse libremente.
Pregunto a un hombre que encuentro en la entrada
si puedo echar un vistazo al interior, y me responde:
"Está usted en su casa".
Puedo vagar sin trabas por las sencillas dependencias,
la torre, la plaza de armas, los corredores,
las antiguas bodegas y pósitos,
los escasos restos de la capilla...


No ha sido la Red de Paradores la que asumió esta iniciativa.
Existe un Parador en Manzanares,
pero se encuentra ubicado en un edificio moderno,
un antiguo albergue de carretera
de la serie que en los años 20 se construyeron
en un estilo uniforme y racionalista;
integrados después en el proyecto de Paradores,
hoy casi todos han desaparecido,
pero el de Manzanares se mantiene, muy reformado,
en competencia con el viejo castillo
y con el decimonónico edificio que formara parte
de las desaparecidas Bodegas Larios.


***


Vestigios más antiguos de población existen en el término,
como las cuevas del cerro de la plaza de toros.

Iglesia de la Asunción

La plaza de toros de Manzanares fue construida en 1900.
El 11 de agosto de 1934 Domingo Ortega tenía que torear en ella.
Poco antes sufrió un accidente de coche.
Su apoderado buscó un sustituto:
Ignacio Sánchez Mejías,
que acababa de regresar a las plazas.
Ignacio se había retirado a mediados de los años 20,
siendo una figura del toreo.
Quizás quería recuperar los aplausos.
Quizás quería, como se dijo, morir del único modo que concebía.
Acudió sin cuadrilla ni reserva de hotel.
Por primera vez en su vida asistió al sorteo
y él mismo sacó las dos papeletas
con los números de los toros de Ayala que le correspondían.
El primero de la tarde, Granadino, manso y astifino,
le dio una gran cornada en el muslo derecho
al iniciar la faena de muleta sentado en el estribo,
uno de los arriesgados lances que practicaba a menudo.
Ignacio se agarró a los cuernos
y llegó hasta los medios con el asta dentro,
dirigiendo el quite de Alfredo Corrochano.
No quiso que lo operaran en la mísera enfermería,
donde el médico local se ofreció para intervenirlo,
y pidió volver a Madrid.
La ambulancia tardó varias horas en llegar.
El viaje fue muy malo.
A los dos días se declaró la gangrena.
Ignacio murió, delirando, en la mañana del día 13.


Fue en la arena de Manzanares
donde se derramó la sangre de Ignacio,
esa sangre que Lorca no quiso ver...

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