Los dominicos se establecieron en Toledo en 1209,
constituyendo una comunidad bajo la advocación de
San Pablo.
En 1230 Fernando III les construyó un convento,
extra-muros,
dada la falta de espacio en el recinto amurallado,
en la llamada Huerta del Granadal,
por lo que fue conocido como San Pablo del Granadal.
Quedan aún algunos restos de él
cerca de la Puerta Nueva o del Vado.
Fue el cuarto convento fundado por esta Orden en
España.
En el año 1407 doña Guiomar de Meneses,
esposa del adelantado de Cazorla Alonso Tenorio de
Silva,
les donó unas casas junto a la iglesia de San Román,
cerca del convento de San Clemente,
en la parte más alta de la ciudad,
lugar al que se trasladaron,
refundando su convento bajo la advocación de San
Pedro Mártir,
dominico italiano, inquisidor, que fuera martirizado
en el siglo XIII.
De las primitivas posesiones de doña Guiomar se
conserva
una torre mudéjar de la época de Enrique III
que no resulta visible desde el exterior,
sólo se ve desde el claustro.
Su diseño está inspirado en los alminares de las
mezquitas.
Al disponer de un espacio reducido, ya en 1408
los dominicos pidieron permiso al obispado
para ocupar la parroquia de San Román,
petición que les fue denegada.
El nuevo cenobio se ubicaba en una zona conventual,
rodeado por el gran convento de San Clemente
y la nueva fundación dominica, Madre de Dios.
Pero sucesivas y rápidas ampliaciones
convirtieron pronto San Pedro Mártir
en uno de los más grandes e importantes de la
ciudad,
llegando a incorporar 21 edificios.
A ello contribuyó la instalación en el convento, en
1483,
de la primera imprenta toledana,
por concesión de los Reyes Católicos.
Los mismos monarcas concedieron a esta imprenta
privilegio para tirar en ella la “Bula de Cruzada”.
Los dominicos dispusieron de una casa en una calle
cercana,
donde eran vendidas las bulas,
vía que se conoce desde entonces como calle de las
Bulas.
A su crecimiento contribuyó también el traslado a
Toledo en 1485
del Tribunal de la Inquisición, encomendado a los
dominicos
y que había sido establecido en Ciudad Real dos años
antes.
En San Pedro Mártir llegaron a residir más de 60
frailes
(y ocasionalmente algunos más
que residían en la hospedería del convento)
y algunos de ellos fueron destacados consultores del
Santo Oficio.
En el siglo XVI, con la implantación de la corte
imperial,
la ciudad vivió un gran desarrollo.
Una de las zonas donde se realizaron más obras
fue la del cerro donde se ubica San Pedro Mártir.
También el convento experimentó su propia expansión.
El convento de los predicadores integraba,
junto al convento de la Madre de Dios y la iglesia
de San Román,
una gran manzana.
La existencia de la antigua iglesia de San Román,
que fue quedando envuelta por los edificios del
cenobio,
creó problemas para ubicar la entrada a la iglesia
del convento,
que se tuvo que abrir en un espacio estrecho,
en la calle de San Román.
Para ensanchar sus dependencias,
los dominicos fueron comprando casas colindantes.
En algunos casos, la adquisición se vio facilitada
por previas condenas de la Inquisición a sus
propietarios,
acusados de judaizantes o de hechiceros.
El convento dominico se extendió
por las calles de San Clemente y San Pedro Mártir.
En la calle de San Pedro Mártir, en la zona de la
portería
(donde antes había estado la cárcel del Santo
Oficio)
construyeron un cobertizo para conectar con otra
propiedad
que se hallaba al otro lado de la calzada.
En 1490 el Inquisidor General, fray Tomás de
Torquemada,
les había donado unas casas
que habían pertenecido al comendador de Mora,
don Pedro López de Ayala,
y que estaban separadas mediante una calle.
Con el tiempo, los frailes incorporaron al convento
la vía pública,
construyendo en ella,
por lo que el Ayuntamiento les obligó a perpetuidad
a que dejaran pasar a los viandantes
para atravesar la manzana
por dentro del templo y del claustro de las
Procesiones,
que tuvieron que estar permanentemente abiertos.
Tal servidumbre se mantuvo hasta la exclaustración.
En la segunda mitad del siglo XVI
salió de este convento, camino de Zocodover,
donde tenían lugar los autos de fe,
alguna procesión de encausados.
En el siglo XVII la ciudad imperial del siglo
anterior
se convirtió en ciudad conventual.
Se constituyeron grandes bloques urbanos
formados por acumulación,
delimitados por tapias y orientados hacia su
interior,
dada su vida religiosa, en muchos casos de clausura.
San Pedro Mártir mantuvo, sin embargo,
una intensa actividad exterior,
debido a la naturaleza de la Orden dominica:
procesos inquisitoriales, impresión de textos,
docencia...
En el claustro Real se estableció
un Estudio General de Artes, Teología y Derecho
Canónico.
El poder social de los dominicos aumentó
y posibilitó actuaciones como el ocupar vías urbanas
para ampliar el edificio.
El convento acabó siendo una pequeña ciudad en sí
mismo,
en la que construcciones que no obedecían a un plan
único
San Pedro contaba sólo con tres salidas al exterior:
el acceso a la iglesia por la calle de San Román,
junto a la parroquia,
la entrada al claustro Real por la calle de San
Clemente
y el acceso al claustro del Tesoro por la calle de
San Pedro Mártir;
en la cuarta calle de la manzana, la actual de
Alfonso XII,
se levantaba el convento femenino de Madre de Dios,
separado de San Pedro por una calle interior.
A finales del siglo XVIII, aunque por poco tiempo,
la Universidad se instaló en San Pedro Mártir.
La Universidad de Toledo había sido creada en 1520.
Inicialmente estuvo ligada al Colegio de Santa
Catalina
que fundó don Francisco Álvarez de Toledo
para la formación de clérigos.
En 1771 se instaló en el antiguo Colegio de los
Jesuitas,
tras la expulsión de éstos.
Pero, como el Colegio amenazaba ruina,
en 1789 se trasladó a los grandes espacios
del vecino convento de San Pedro Mártir,
que cedió para ello 5 aulas.
Se estableció un horario compatible con la vida del convento,
mediante acuerdo entre Prior y Consejo.
En 1799 se terminó el edificio proyectado
y la Universidad se trasladó a su nueva ubicación
cedida por el cardenal Lorenzana.
El alumnado estaba obligado a cumplir una serie de
normas
dentro y fuera de la vida académica.
Entre ellas estaba “el pronto recogimiento en sus
posadas,
el no molestar el sosiego de los vecinos,
ni resistirse a la justicia,
ni estar de chanza con mujeres de cualquier
condición que sean”.
Con el tiempo, las 7 prensas de la imprenta del
convento
se dedicaron por entero a la confección de la Bula.
En San Pedro llegaron a imprimirse
la mitad de las bulas para España
y todas las de ultramar.
La imprenta siguió funcionando después de la
exclaustración,
si bien ya no atendida por los frailes.
Se la conoció en esos últimos años
como “Imprenta del Asilo”.
Se ocupaba de editar diversas publicaciones
oficiales.
Los talleres pasaron después al palacio de la
Diputación Provincial.
En 1835, con la Desamortización,
los predicadores fueron exclaustrados:
En enero de 1836, el Comisionado y un ayudante
trasladaron en mano al padre superior
la orden de incautación del convento y sus bienes
señalándose un plazo de sólo 4 horas
para abandonarlo y entregar sus llaves.
(En la provincia de Toledo se suprimieron 68
conventos,
41 de religiosos y 27 de religiosas).
El edificio tuvo a partir de entonces diversos usos.
Se utilizó, en principio, como acuartelamiento de la
Milicia Nacional.
Después pasó a la Comisión Provincial de Monumentos,
se le declaró “Panteón Provincial”
y se recogieron en él objetos artísticos
salvados de otros edificios demolidos o enajenados.
Más adelante se estableció en él la Beneficencia,
convirtiéndose en Asilo de niños y de ancianos.
A mediados del siglo XX el edificio va quedando
abandonado
y el proceso de deterioro se acelera.
Sin embargo, lo esencial de su estructura se
conserva,
pese a las muchas alteraciones sufridas en los
últimos siglos.
***
El gran complejo ocupaba una gran manzana,
estructurado en torno a tres claustros:
El del Silencio o del Tesoro es el más pequeño
y corresponde al patio de una anterior construcción
civil.
Se accede a él directamente a través de la portería.
Junto a la iglesia se encuentra
el de los Naranjos o de las Procesiones.
Fue muy reformado en el siglo XVIII.
El más grande es el llamado Real o de los Estudios
Generales,
En él había un pozo, obra del siglo XI,
procedente de la mezquita mayor
(situada en el solar de la actual catedral),
de donde fue llevado al convento;
su brocal tiene una inscripción árabe
que hace referencia a la construcción de la
mezquita;
hoy se encuentra en el Museo de Santa Cruz.
***
La iglesia es una construcción de grandes
dimensiones.
En ella fue enterrado Garcilaso de la Vega.
Su sepulcro se encuentra en una capilla
en la cabecera de la nave lateral derecha,
capilla en la que hay un altar churrigueresco
con la imagen de la Virgen del Rosario.
En una hornacina en el muro descansa Garcilaso,
representado en una estatua de mármol,
una figura orante con armadura,
junto a otra de aspecto semejante.
Se suele considerar que la otra figura
corresponde al padre de Garcilaso, de mismo nombre,
señor de los Arcos y comendador mayor de Santiago en
León.
Sin embargo, en realidad se trata del hijo segundo
de Garcilaso
(llamado Íñigo de Zúñiga,
cambiará su nombre por el de su hermano mayor,
Garcilaso,
que falleció siendo niño.
Murió en la toma de Volpiano contra los franceses en
1555.
Otro hijo del poeta, Pedro de Guzmán,
profesará como dominico).
Garcilaso cayó el 19 de septiembre de 1536, en
Saboya,
en la toma de la torre de Le Muy contra los
franceses.
Fue llevado a Niza, al palacio del duque de Saboya,
donde murió a mediados de octubre,
y allí fue enterrado.
En 1538, su viuda, doña Elena de Zúñiga,
hizo traer sus restos mortales a Toledo
y los inhumó en la iglesia de San Pedro Mártir,
muy próxima al lugar en el que había nacido y vivido
el poeta.
En 1869 las cenizas fueron trasladadas a Madrid
para incorporarlas al Panteón de Españoles Ilustres
que se había proyectado y que no llegó a existir.
Tras 6 años en San Francisco el Grande,
fueron devueltas a Toledo.
Los restos permanecieron 25 años
en la Casa Consistorial toledana.
En 1900, en ceremonia solemne,
fueron llevados de nuevo a San Pedro Mártir.
Bajo el monumento funerario,
una placa recuerda este regreso.
Gustavo Adolfo Bécquer, en uno de sus artículos,
describió el sepulcro.
***
En el lado del evangelio se halla la estatua orante
del inquisidor Pedro
Soto Cameno,
fiscal del Santo Oficio y prior de Santillana.
Una simple lápida recoge el enterramiento de Guiomar de Meneses,
fallecida en 1459,
el de su segundo marido, Lope Gaitán y el de su hija Juana.
A ambos lados del altar mayor, en los muros,
hay dos hornacinas
en las que se sitúan unas sencillas urnas
con los restos de los condes de Cifuentes,
quienes financiaron las obras de reedificación de la
iglesia.
Tras la Desamortización,
el convento fue convertido en museo provincial
y panteón de toledanos ilustres
y se trajeron aquí unos cuantos monumentos fúnebres
procedentes de templos desaparecidos:
El más antiguo es el sarcófago con figura yacente
del siglo XIV
de María de
Orozco, hija de Marina García de Meneses
y conocida como "la Malograda"
esta historia, sin embargo, no es más que una
leyenda,
pues en realidad su vida fue larga,
y contrajo tres matrimonios:
el primero con Martín Fernández de Guzmán, señor de
Orgaz,
de quien tuvo a Álvar Pérez de Guzmán, quien heredo
los títulos;
el segundo con Juan Rodríguez de Castañeda,
de quien también tuvo sucesión;
y el tercero con el maestre de Santiago Lorenzo
Suárez de Figueroa,
con quien tuvo tres hijas,
una de las cuales, Catalina Suárez de Figueroa,
casará con Íñigo López de Mendoza, marqués de
Santillana,
El sepulcro de doña María procede del hospital de
Santiago
y está en la capilla del lado del evangelio junto al
presbiterio.
Del convento de los Agustinos Calzados se
trasladaron
los sepulcros de los condes de Mélito,
Se hallan en un doble nicho plateresco,
en la nave, en el lado del evangelio.
Del convento de los Carmelitas Calzados,
incendiado por las tropas napoleónicas,
se trajeron dos sepulturas dobles del siglo XVII
de los condes
de Fuensalida.
Se encuentran a ambos lados del crucero.
Las dos parejas tienen idéntica disposición:
En sendas hornacinas, se ubican las estatuas
orantes,
los caballeros, con armadura, ante un reclinatorio,
y sus esposas a su lado.
En el lado de la epístola están don Pedro López de
Ayala,
cuarto conde de Fuensalida,
Comendador Mayor de Castilla y Mayordomo de Felipe
II,
fallecido en 1599,
y su mujer doña Magdalena de Cárdenas.
En el lado del evangelio está don Pedro López de
Ayala “el Tuerto”,
primer Señor de Fuensalida,
constructor del palacio situado en la colación de
Santo Tomé,
que lleva su nombre
y es sede de la Presidencia de la Comunidad.
Falleció en 1444.
Junto a él yace su esposa doña Elvira de Castañeda,
hija de “la Malograda” en su segundo matrimonio.
El cuarto conde de Fuensalida mandó construir ambos
sepulcros
y, pese a que entre las dos parejas media más de un
siglo,
el artista vistió a los personajes con ropas
idénticas.
Los primeros Señores de Fuensalida,
Elvira de Castañeda y Pedro López de Ayala,
inspiraron a Bécquer la leyenda “El beso”.
***
La iglesia suele estar cerrada.
Convertida en salón de actos,
sólo se abre cuando se celebra en ella alguna
actividad oficial.
Yo quise visitar la tumba de Garcilaso.
Tuve que pedir permiso al Vicerrectorado
para que me abrieran el templo.
La iglesia, que durante siglos quedó abierta día y
noche
para que los viandantes atravesaran por ella la
manzana,
ahora está permanentemente cerrada.
La tumba de Garcilaso permanece solitaria y oscura.
Al parecer, a nadie se le ha ocurrido,
que la tumba de Garcilaso no puede ser propiedad de
unos pocos,
que la tumba de Garcilaso es de todos
y a todos debería estar abierta.
***
En los años 80 el Ministerio del Interior restauró
el edificio
para ubicar en él la Delegación de Gobierno.
En 1983 se constituyeron en la iglesia de San Pedro
las primeras Cortes Regionales.
Finalmente el Gobierno Central
cedió las instalaciones a la Autonómica.
La Junta decidió convertir San Pedro en sede
universitaria.
En los 70 ya había sido provisionalmente centro
universitario
adscrito a la Universidad Complutense.
A comienzos de los 90 se realizaron nuevas obras
y se ubicó en él la Facultad de Derecho.
Una facultad de lujo,
que ocupa el 5 % del casco antiguo de la ciudad
y seguramente es poco valorada por los usuarios de
la misma.
Se inauguró en 1995.
En el año 2000,
con motivo de la celebración del centenario de
Carlos V,
se restauraron los bultos funerarios de Garcilaso de
la Vega y su hijo.
Pero sólo se pueden ver
si se acierta a coincidir con algún acto académico.
***
Hay quien dice que en las grandes estancias
conventuales
reconvertidas en aulas, seminarios y archivos,
en patios y pasillos, en la vacía iglesia,
Se cuenta que guardas de seguridad, limpiadoras
y trabajadores de la facultad
han visto sombras, han oído ruidos inidentificables,
han presenciado fenómenos inexplicables...
***
Recientemente se ha rehabilitado y remodelado
el contiguo convento de la Madre de Dios
y se ha incorporado a las instalaciones
universitarias.
Inmediato al gran cenobio dominico,
en la misma manzana, casi incrustado en aquél,
se levantaba el convento de la Madre de Dios.
Fue fundado en 1482 por doña Leonor y doña María de
Silva,
hijas de don Alonso, conde de Cifuentes.
Fue el segundo convento de dominicas fundado en
Toledo.
En la Desamortización las religiosas fueron
exclaustradas
y el edificio quedó abandonado.
Las monjas se trasladaron al convento de Jesús y
María,
última institución de dominicas fundada en Toledo,
en el siglo XVII.
En 1851 Isabel II mandó rehabilitar el Madre de Dios
para realojar a la comunidad de dominicas.
En 1869 las religiosas son expulsadas de nuevo
y sus instalaciones se convirtieron en cuartel de la
guardia civil.
En 1878 es nuevamente devuelto a la congregación.
Un informe elaborado en los años 30 del siglo XX
decía:
“El interior del convento carece de interés
artístico.
Parece que el convento era de limitados recursos”.
En 1994 el Madre de Dios fue abandonado
debido a la escasez de monjas
y al mal estado de conservación del edificio.
Su archivo fue trasladado a Santo Domingo el Real.
A finales del siglo XX la Universidad lo compra a
las monjas
para ampliar las instalaciones de San Pedro Mártir,
y procede a su rehabilitación y adaptación.
Se descubrió entonces una portada mudéjar del siglo
XIV,
cuya existencia se desconocía,
orientada a la plaza del Padre Juan de Mariana,
en la calle Alfonso XII,
que debió formar parte de un anterior edificio civil
que quedó integrado en el monasterio.
La calle Alfonso XII fue llamada de la Cárcel Real,
ya que en ella estaba la “cárcel para gente
honrada”,
es decir, de linaje distinguido.
Después la cárcel fue el palacio de los condes de
Cifuentes.
Se hallaba frente al convento de las dominicas,
con el que comunicaba por un cobertizo
que ya no existe.
Cerca se encuentra la plaza llamada de Marrón
en honor al canónigo don Bernardo Marrón,
y que antes fue llamada plaza de los condes de
Cifuentes.
El edificio ofrece al exterior una imagen cerrada.
En el interior, de la primitiva estructura
sólo queda el claustro principal.
La restauración finalizó en 2004.
El claustro ha sido muy reformado.
La iglesia ha sido convertida en aula magna.
Ello completa las actuaciones encaminadas
a dar uso universitario
a edificios históricos de la ciudad:
la Universidad Lorenzana, el Palacio de Padilla
y el complejo San Pedro Mártir / Madre de Dios.
***
Bécquer paseó a menudo por las calles de Toledo,
“aquella ilustre y clara pesadumbre
d'antiguos edificios adornada”.
Dedicó varias páginas a la historia y arte de San
Pedro Mártir
en el volumen de su Historia de los templos de España
dedicado a Toledo,
comienzo de lo que iba a ser una gran obra…
Y en varias de sus obras, mencionó el convento
y en particular sus monumentos funerarios.
La rima LXXVI
parece estar inspirada en el sepulcro de “la
Malograda”:
En la imponente nave
del templo bizantino,
vi la gótica tumba a la indecisa
luz que temblaba en los pintados vidrios.
Las manos sobre el pecho,
y en las manos un libro,
una mujer hermosa reposaba
sobre la urna, del cincel prodigio.
Del cuerpo abandonado,
al dulce peso hundido,
cual si de blanda pluma y raso fuera
se plegaba su lecho de granito.
Me acerqué de la nave
al ángulo sombrío
con el callado paso que llegamos
junto a la cuna donde duerme un niño.
La contemplé un momento,
y aquel resplandor tibio,
aquel lecho de piedra que ofrecía
próximo al muro otro lugar vacío,
en el alma avivaron
la sed de lo infinito,
el ansia de esa vida de la muerte
para la que un instante son los siglos...
Cansado del combate
en que luchando vivo,
alguna vez me acuerdo con envidia
de aquel rincón oscuro y escondido.
De aquella muda y pálida
mujer me acuerdo y digo:
—¡Oh, qué amor tan callado, el de la muerte!
¡Qué sueño el del sepulcro, tan tranquilo!
La leyenda “El
beso” está basada
en los sepulcros de Elvira de Castañeda y Pedro
López de Ayala,
aunque Bécquer ignora o altera algunos datos
históricos:
Dice no recordar el nombre del marido
y lo hace participante en las campañas del Gran
Capitán:
Recordando un poco del latín que en mi niñez supe,
he conseguido a duras penas, descifrar la
inscripción de la tumba
-contestó el interpelado-;
y, a lo que he podido colegir, pertenece a un título
de Castilla;
famoso guerrero que hizo la campaña con el Gran
Capitán.
Su nombre lo he olvidado; mas su esposa, que es la
que veis,
se llama Doña Elvira de Castañeda,
y por mi fe que, si la copia se parece al original,
debió ser la mujer más notable de su siglo.
Publicó también Bécquer, en 1870,
en el periódico madrileño La Ilustración,
dos artículos sobre estos monumentos funerarios:
Uno dedicado al “Sepulcro de los condes de Mélito en Toledo”
y otro sobre los “Enterramientos
de
Garcilaso de la Vega y su padre en Toledo”
(ambos contenidos en el volumen Leyendas. Toledo. Artículos,
Antonio Pareja Editor, Toledo, 2002).
El artículo sobre la tumba de Garcilaso
fue publicado el 27 de febrero de 1870.
Valeriano, el hermano de Gustavo Adolfo plasmó el
momumento
en un hermoso dibujo:
En una de las iglesias de Toledo
más llena de obras de arte y recuerdos históricos,
hay al extremo de la nave lateral de la derecha
una capilla obscura y de reducidas proporciones,
a la que da entrada un gran arco redondo y macizo
de estilo greco-romano.
En el testero de la capilla se levanta el altar.
[...]
La primera vez que visité el convento
a que pertenece esta iglesia,
ni sabía su nombre ni mucho menos los tesoros de
arte
que encerraban sus muros.
Cansado de dar vueltas al azar por las calles de
Toledo,
acerté a pasar por una plazuela tan excusada y sola
que la hierba crecía entre las piedras como en un
prado.
Vi a medio cerrar el postigo de un templo,
y entré en él, como entraba y salía
por todos los que me iba encontrando en el camino.
[...]
Largo tiempo estuve examinando algunos sepulcros
notables
esparcidos en diferentes puntos de la iglesia,
tratando de descifrar sus borrosas inscripciones
a la escasa luz que penetraba por los vidrios de la
cúpula.
[...]
Entonces pude corroborar mi opinión de que,
para ver a Toledo y sentirlo y sorprender esos cuadros
que impresionan por su novedad o su belleza,
vale más discurrir sólo y rumbo fijo por sus
calles,
a lo que la casualidad ofrezca,
que no recorrerlo a escape con un ignorante
cicerone,
especie de moscardón de las ruinas,
que se os cuelga a la oreja zumbando sandeces.
[...]
La luz del trasparente venía a dar sobre el muro de
la derecha,
sobre una amplia hornacina,
en cuyo hueco se contemplaban dos figuras colosales
de guerreros completamente armados,
que de rodillas y con las manos juntas en actitud de
orar,
tenían sus ojos sin pupila vueltos hacia la imagen.
[...]
Nunca, cual entonces, pude sentir
toda la inexplicable poesía que irradia
y la hace aparecer encarnación humana
del mundo de idealidad que vive en Toledo.
[...]
Yo tenía la noticia vaga de que en una de las
iglesias de Toledo
se hallaban los sepulcros del dulce poeta Garcilaso
de la Vega
y de su valeroso padre.
¿Dónde? No lo sabía.
Esperaba encontrarlos en alguna de mis excusiones y
conocerlos,
bien por la inscripción, bien por el caracter de
las figuras.
La hornacina en cuyo hueco estaban arrodilladas las
dos estatuas
carecía de inscripción; en el muro no se
encontraban tampoco.
No obstante, la armónica y misteriosa relación de
los objetos
que componían el cuadro que se ofrecía a mis ojos,
me reveló que aquellos eran los sepulcros del
guerrero y del poeta.
[...]
Ese es el que cantó el dulce lamentar de los
pastores,
tipo completo del siglo más brillante de nuestra
historia.
¡Oh! ¡Qué hermoso sueño de oro su vida!
Personificar en sí una época de poesías y
combates,
nacer grande y noble por la sangre heredada,
añadir a los de sus mayores los propios
merecimientos,
cantar el amor y la belleza en nuevo estilo y metro,
y como más tarde Cervantes,
y Ercilla, y Lope, y Calderón, y tantos otros,
ser soldado y poeta, manejar la espada y la pluma,
ser la acción y la idea,
y morir luchando para descansar
envuelto en los jirones de su bandera
y ceñido del laurel de la poesía
a la sombra de la religión en el ángulo de un
templo!
¡La luz de la lámpara que alumbra la a la santa
imagen
tiembla hace siglos sobre tu noble frente de
mármol,
y entre la sombra parece que aún chispea
tu blanca y fantástica armadura!
¡Ni una letra, ni un signo que recuerde tu nombre!
¿Qué importa?
¡El curioso vulgar pasará indiferente
junto a la tumba en que reposas;
pero nunca faltará quien te adivine,
nunca faltará alguna mujer hermosa que arrodillada
en ese rincón,
tan propio para la oración y el recogimiento,
venga a rezar a tus pies, regalándote el oído
con la música de sus dulces y fervorosas
palabras!...
[...]
Después de vacilar un rato, resolví salir de la
duda;
abrí el librito y leí:
«En el convento de San Pedro Mártir de Toledo
y en la capilla cabecera de la nave lateral derecha,
en que hay un altar churrigueresco
con la imagen muy venerada en esta ciudad de la
Virgen del Rosario,
se hallan empotrados en el muro
los sepulcros del poeta Garcilaso de la Vega
y de su valiente padre, del mismo nombre,
cuyas dos estatuas de mármol,
armadas a la antigua y arrodilladas hacia el altar,
no carecen de mérito».
*
Últimamente, los restos del ilustre soldado y poeta
fueron conducidos en pública procesión
a la iglesia de San Francisco el Grande, de Madrid,
donde esperan en un rincón de la sacristía
la resurrección de la carne
Hola me llamo nair alvarez me gustaria entrar al convento aca les dejo mi hotmail: alvarez.nani@hotmail.com. Espero su respuesta muchas gracias
ResponderEliminarHola, Nair.
EliminarEl antiguo convento en la actualidad es Facultad de Derecho. En el claustro puedes entrar libremente cuando está abierta la Facultad. La iglesia habitualmente está cerrada; sólo la abren cuando organizan en ella algún acto, o si se solicita al Vicerrectorado. Pero, en este caso, tendrías que justificar el motivo por el que la quieres visitar.
Un saludo.