El convento, de clausura, se encuentra
en la plaza de Santo Domingo el Real.
Fue fundado en 1364 por Inés García de Meneses,
viuda del alguacil Sanz de Velasco.
Doña Inés cedió para ello sus casas
(su residencia y los corrales adjuntos)
y fue priora durante muchos años, hasta su muerte.
Pronto el nuevo recinto se convirtió
en lugar favorito de recogimiento
para infantas y damas de la corte real,
por lo “saneado y espacioso” de la casa,
según se recoge en varios documentos.
Fue priora del convento doña Teresa de Ayala,
que había sido amante del rey Pedro I;
era hija de Diego Gómez de Toledo y de su esposa
Inés de Ayala,
hermana del canciller Pero López de Ayala.
Teresa de Ayala fue una mujer excepcional,
muy poco conocida,
con dotes no sólo religiosas sino también políticas.
Teresa y el rey tuvieron una hija, doña María de
Castilla,
que también será priora de Santo Domingo.
Tanto Teresa como María, pese a su difícil posición
inicial,
supieron granjearse el favor de los reyes de
Castilla.
Ambas se hallan enterradas en el cenobio.
Asimismo están enterrados aquí
don Sancho y don Diego de Castilla,
hijos de don Pedro y de su amante Isabel de
Sandoval,
que era aya de su primogénito, el príncipe Alonso,
habido con María de Padilla.
Por estos enterramientos le llegó al convento
el nombre de “real”.
En 1410 Catalina de Lancaster escribió a la priora
Teresa de Ayala,
solicitándole que se encargara del traslado de los
restos de Sancho,
tío de la reina (que era nieta de Pedro I y María de
Padilla).
Pedía que primero lo llevasen a la iglesia de San
Lázaro en Toledo
y desde ahí, que «lo saquen públicamente,
como pertenesce à su estado»,
y le dieran sepultura dentro del convento.
Más tarde, Catalina volvió a escribir a Teresa
para agradecer sus gestiones
e interesarse por cómo era la estatua de su tío
Sancho
(de la que nada se sabe).
La casa guarda en sus archivos
numerosos documentos de los descendientes del rey
Pedro,
ya que se convirtió en “lugar de memoria” del rey.
La documentación real que conserva el archivo
evidencia que no sólo fue un importante centro
religioso
sino también un destacado centro político.
Hay intercambios epistolares entre las monjas y la
realeza
que contienen expresiones de afecto
poco usuales en la correspondencia de los reyes de
la época
y que denotan una estrecha relación,
única en la Corona de Castilla,
y que va más allá de las que tenían los monarcas
con las demás órdenes religiosas.
La documentación recoge, además,
los regalos que los reyes hacían a la comunidad
y sus aportaciones para mejorar la casa.
***
Una estancia contigua a la nave del templo
todavía es conocida como “el Palacio”.
Era el salón de acceso a las habitaciones
en las que vivieron las damas de la realeza en el
siglo XV.
En ocasiones visitó el convento, como retiro
espiritual,
la reina Catalina de Lancaster,
esposa de Enrique III y madre de Juan II.
Catalina no se alojaba en el mismo convento
sino en unas casas lindantes
que eran de su propiedad y que legó al cenobio.
En 1440 llegó al convento doña Leonor de Aragón,
que había sido esposa del rey Duarte I de Portugal.
A la muerte de éste,
Leonor fue obligada a abandonar la corte portuguesa
y marchó a Castilla.
Falleció en la casa en 1445,
hay quien dice que envenenada por Álvaro de Luna.
Fue enterrada en el convento de Santa María da
Vitoria en Batalha.
En la segunda mitad del siglo XV
residió en esta institución santa Beatriz de Silva.
Beatriz, insatisfecha con la vida en la corte,
buscó el retiro del convento
y durante más de 30 años vivió con las dominicas de
Toledo.
Finalmente, en lugar de ingresar en Santo Domingo,
se decidió a fundar una congregación nueva,
dedicada a la Inmaculada Concepción.
Catalina de Castilla,
hija de Diego de Castilla y tía de los Reyes
Católicos,
dirigió la casa a mediados del siglo XV.
Se cree que el sepulcro del hijo del rey Pedro
pudo ser hecho en tiempos de esta priora,
o bien en los de su predecesora María de Castilla,
hija de Teresa de Ayala.
En el siglo XVI se emprendió una reforma espiritual
impulsada por María de Silva y Catalina de Mendoza,
hermanas del también convento dominico de la Madre
de Dios,
ya desaparecido.
La comunidad de Santo Domingo se convirtió en
notable mecenas,
acometiendo importantes obras de renovación del
cenobio
que fueron encargadas a artistas de renombre
que trabajaban para la Corona o para la Catedral.
***
El conjunto conventual es un amplio espacio
integrado por varios edificios de época y
construcción distintas
en los que se superponen todos los estilos.
El pórtico del vecino convento de Santa Clara
guarda aguna similitud con el de Santo Domingo:
Ambos salvan la altura entre la calle y el templo
(que está a un nivel inferior al de la vía),
funcionando como tránsito que da entrada al espacio
sagrado.
En el dintel de la puerta hay una cartela que dice:
«VERE D[omi]N[u]S EST IN LOCO ISTO»
(Realmente Dios está en este lugar).
Más arriba, hay un escudo de la Corona
(armas reales, águila monocéfala con el toisón,
y a los lados las columnas del Plus Ultra).
Sobre el escudo, dos palabras: «DOMUS DEI» (Casa de
Dios).
Las puertas laterales tienen escudo de la Orden de
Santo Domingo.
Entrando en la iglesia,
en la bóveda pseudoelíptica hay una leyenda:
«ELEGI LOCUM ISTUM MIHI IN LOCUM SACRIFICII,
OCULI QUOQUE MEI ERUNT APERTI
ET AURES MEE ERECTE
AD ORATIONEM EIUS QUI IN LOCO ISTO ORAVERIT.
SANCTIFICAVI ENIN LOCUM ISTUM
UT SIT NOMEN MEUM IBI IN SEMPITERNUM
ET PERMANEANT OCULI MEI ET COR MEUM IBI CUNCTIS
DIEBUS.
II PARALI 7»
(He elegido para mí este lugar en el del sacrificio,
y mis ojos estarán abiertos
y mis oídos atentos
a la oración de aquél que orare en él.
Porque he santificado este lugar
para que esté aquí mi nombre para siempre,
y continúen fijos en él mis ojos y mi corazón en
todo tiempo.
II Paralipómenos, 7).
Es un recuerdo de que se penetra en terreno sagrado.
En la puerta que comunica “el Palacio” con el coro
se lee nuevamente, como en la entrada a la iglesia:
«VERE D(omi)N(u)S EST IN LOCO ISTO»
(Realmente Dios está en este lugar).
Otra cartela en la puerta del coro dice:
«DOM(us) MEA DOM(us) ORA(tio)NIS»
(Mi casa es casa de oración).
Insistiendo en que el recinto es sagrado
y está dedicado al culto.
En las puertas, muros y bóvedas del templo
hay numerosos escudos nobiliarios.
***
Toda la iglesia es un cementerio:
En la capilla de San Juan Bautista
se encuentran los enterramientos
de algunos miembros de la familia Guzmán.
Detrás del retablo de San Juan hay, ocultas a la
vista,
dos laudas sepulcrales.
Las fotografió María Jesús Galán Vera,
que fue monja del convento, pero que ha sido
expulsada,
sin que se sepa cuál es la razón,
pues lo único que ha trascendido
son las declaraciones de María Jesús,
que ha dicho que la causa ha sido
“la envidia de las keniatas,
que al final se han salido con la suya”.
Las laudas pertenecen a dos Guzmanes:
Martín de Guzmán
(hijo de Alonso de Guzmán, señor de Orgaz,
y hermano de Alvar Pérez de Guzmán
y de Álvaro de Guzmán, señor de Orgaz),
comendador de Montealegre de la Orden de Santiago,
casado con Beatriz de Ribera
(hija del mariscal Payo de Ribera, señor de Malpica)
y fallecido en 1490.
Y Luis de Guzmán, hijo de Martín,
que era caballero de Santiago y murió en 1502.
En el centro de su lauda hay un gran escudo de
Guzmán
bajo la cruz de Santiago.
***
En la capilla de Santo Tomás de Aquino
hay sepulcros pertenecientes a los Silva y los
Ayala.
El estilo de la capilla de Santo Tomás
es marcadamente funerario,
con empleo de mármoles oscuros
y con numerosos blasones.
Fue una fundación de los Ayala.
Aquí fue enterrado el alguacil Juan de Ayala,
hermano de la priora María Álvarez de Ayala,
que gobernó Santo Domingo hasta su muerte en 1446.
Junto a él fue enterrada su mujer María de
Cervantes.
Varias hijas y nietas de don Juan profesaron en el
cenobio.
También recibieron sepultura en la capilla
don Pedro de Ayala, comendador de Paracuellos,
y su hija Constanza de Ayala.
Don Pedro era hijo de Juan de Ayala,
hermano de la también priora María de Ayala, que
murió en 1505,
y padre de las religiosas Teresa y Beatriz de Ayala.
Fue también lugar de enterramiento de los Silva
(linaje que emparentó con los Ayala
a través de Mayor de Ayala,
hermana de la priora Teresa de Ayala):
Están aquí los sepulcros
de Juan de Silva y Beatriz de Torres
y Jorge de Silva y Teresa de Guzmán,
abuelos y padres del regidor Juan Gómez de Silva,
biznieto de Mayor de Ayala.
Mayor de Ayala era la madre
de María Álvarez de Ayala y de Juan de Ayala.
***
En el altar mayor estaba el panteón de los Ribera.
Los Ribera estaban vinculados al convento desde su
fundación.
Aldonza de Ayala, hermana de la priora Teresa,
estaba desposada con el adelantado Per Afán de
Ribera.
Éstos fueron los que, a comienzos del siglo XV,
cuando se alzaba la primitiva iglesia,
adquirieron la capilla mayor como panteón familiar.
Aquí está enterrado el señor de Malpica,
el mariscal Payo de Ribera.
***
En el coro se encuentran los enterramientos
de las prioras Teresa y María de Ayala
y de los infantes don Diego y don Sancho.
A la derecha del coro hay un pequeño retablo
del Señor de las manos atadas,
bajo el cual se encuentra enterrado el infante don
Sancho.
En la nave central fueron sepultadas algunas
religiosas
y otros parientes distinguidos de éstas, protectores
de la comunidad.
Cubren las tumbas laudas de pizarra
La lápida de doña Inés de Castilla, esposa de Luis
Manrique,
está decorada con escudos de leones y castillos.
La lápida de doña Leonor de Silva
lleva un escudo con el león rampante de su linaje
y los lobos de Ayala.
***
El convento se organizaba alrededor de dos
claustros:
el del Moral y el de la Mona.
El núcleo primitivo se hallaba en torno al patio del
Moral.
En origen, se trata de un patio civil toledano
similar al patio de la Enfermería
del convento de Santa Isabel de los Reyes.
Se transformó en dependencia cenobítica
al mismo tiempo que algunas estancias anejas
conocidas como “palacios”.
En la actualidad está dividido en dos zonas
por el corredor construido en el siglo XVII.
La más antigua es la ocupada hoy por las dominicas,
mientras que la otra parte, junto con otras
estancias
(antiguos dormitorios de las monjas),
se ha alquilado a la Administración (al Catastro).
El claustro de la Mona se ha cedido a las Comendadoras
de Santiago,
instaladas en un sector del convento desde 1935.
El antiguo refectorio de las dominicas
es la actual iglesia de las Comendadoras.
***
La primera ampliación importante del edificio
está documentada en 1396,
cuando el Ayuntamiento concede licencia al convento,
y en concreto a su priora María de Castilla,
para cerrar una calle vecina al edificio.
Esta obra era posible por la cesión que un año antes
había hecho
Inés de Ayala, abuela de la priora
y viuda de Diego Gómez de Toledo,
que había entregado un solar que lindaba
con el monasterio de Santa Clara
y con las casas de Mojamad, “alcalde de los moros”.
La vía que se cerraba separaba
los conventos de Santa Clara y Santo Domingo.
Doña Inés corría con el cargo de abrir una nueva
arteria
en solares que ella poseía,
debiendo ser tan ancha y limpia como la anterior.
La empresa, que era de envergadura,
llevó a las monjas a buscar apoyos económicos :
Sor Juana de la Espina, tía del rey Enrique III,
pidió a su sobrino dinero para el convento,
“que está pobre et desamparado”.
Sor Teresa de Ayala también recaudó fondos.
Pronto surge una nueva necesidad de ampliación.
En 1401 Inés de Ayala,
en
nombre propio y en el de la reina Catalina de Lancaster,
que se va a convertir en mecenas de la comunidad,
adquiere unas casas que lindaban con el convento.
Ello provocó un conflicto con el monasterio de Santa
Clara,
que también se hallaba en pleno crecimiento.
En 1407 se construyó una cámara para las clarisas
sobre el cobertizo que cubría la calle entre los dos
conventos;
esta nueva dependencia tendría ventanas y vistas
sobre la casa de las dominicas, de lo cual se quejan
éstas.
(Esta queja permite saber que el cobertizo entre
ambos conventos
ya existía en esa fecha).
La nueva construcción afectaba en particular
a las dependencias que allí poseía Catalina de
Lancaster.
En 1408, la reina, que desea que haya armonía
entre las dos comunidades,
pide al papa Benedicto XIII que dicte una bula de
avenencia.
Como prueba de buena voluntad, y a petición de la
soberana,
la priora Teresa de Ayala dona a las clarisas
un pedazo de plaza para que completen su claustra,
con la condición de que no abran en ella ventanas ni
vistas.
La reina escribe a María de Castilla,
agradeciendo que hayan dado un trozo del palacio
para la claustra,
rogándole que se lleven bien con las clarisas
y ofreciéndose a correr con todos los gastos
que la avenencia les pueda ocasionar.
(Las relaciones entre clarisas y dominicas
a menudo serán conflictivas, por cuestiones de
vecindad.
En 1534 incluso, a petición de las hijas de Santo
Domingo,
el Juez Apostólico excomulga a las monjas del otro
convento
por derribar un lienzo de muro medianero entre ambos
cenobios,
excomunión que probablemente hizo que las clarisas
reconstruyeran la pared).
En 1413 la reina Catalina cede al convento
las casas que había edificado para sí años antes.
Teresa de Ayala como priora,
y en presencia del alcalde mayor de la ciudad Pedro
López de Ayala,
toma posesión de esas moradas.
De las obras efectuadas por las prioras
Teresa de Ayala y María de Castilla, hija de Teresa,
quedan algunos escudos:
las armas de los Ayala que figuran en las tabicas
del actual refectorio
y los escudos de los Castilla que ornan las tabicas
de la actual bajada al cementerio
(los mismos que figuran en la lauda sepulcral de
María).
***
La primera iglesia, finalizada en 1427,
fue una construcción mudéjar.
El convento prospera rápidamente.
Ya durante el priorato de Catalina de Castilla
(1447-1481)
se hace patente la necesidad de ampliación
y se emprende una reforma.
Durante el periodo en que habitó esta casa Beatriz
de Silva
en calidad de pisadera,
cuentan las crónicas que contribuyó a levantar un
claustro,
que debió ser el patio de la Mona.
En 1568 una declaración justificando
la necesidad de nuevas reformas dice:
«Dho monasterio hera muy antiguo
y hedificado e dotado por los señores Reyes pasados
e de caussa de su antigüedad
la Iglesia avía venido a hundirse
y hera muy estrecha e mal hedificada,
según la suntuosidad y renta que el dho monesterio
tenía
y en los días de fiesta o de sermones no cabía allí
la gente
para ver e oyr los dibinos oficios».
***
En el siglo XVII el convento
aún vivió tiempos de prosperidad.
En el ya desaparecido convento mercedario
que hubo contiguo a Santo Domingo
vivió fray Gabriel Téllez, más conocido como Tirso
de Molina.
Era el convento de Santa Catalina,
donde actualmente se levanta la Diputación
Provincial.
Tirso mencionó a las monjas dominicas
en dos de sus obras:
La Santa Juana,
donde hay un diálogo entre Santo Domingo
San Francisco y la Santa Juana.
Ambos santos invitan a Juana
a que entre en sus respectivas Órdenes.
Santo Domingo le dice así:
«El gran padre San Francisco, a quien por hermano
tengo,
y yo, Juana, competimos con amorosos extremos
sobre cuya hija has de ser; yo, en mi favor alego
por ser mía pretendiste en mi amado Monasterio
El Real, que ilustra mi nombre y tanto estima
Toledo».
Juana acabó yéndose con San Francisco,
pero tuvo una tía monja en Santo Domingo.
Doña Beatriz de Silva,
que narra la vida de la santa.
Beatriz escribe una carta a la reina Isabel,
segunda esposa de Juan II:
«Sospechas de Vuestra Alteza y desengaños míos
(en tres días que estuve sepultada)
me enseñaron los peligros de Palacio,
pues al cabo de ellos podré afirmar que resucité al
tercero día.
Ya, pues, que lo estoy, determino huir segundos
riesgos
en la quietud de un monasterio;
para mi propósito ninguno mejor
que el de Santo Domingo el Real de Toledo,
donde tengo parientas y noticia de la santidad con
que se vive.
Retírome a él sin licencia de Vuestra Alteza,
por dificultad de alcanzarla;
pero con la obligación perpetua de pedir al Cielo
toda mi vida
prospere la de Vuestra Alteza y la del Rey, mi
señor,
en cuya compañía goce años felices esta Corona y
después eterna».
En su camino de huida a Toledo,
doña Beatriz se encuentra con dos frailes menores;
uno de ellos es San Antonio, que viene a consolarla,
entablándose un diálogo entre el santo y la dama:
Beatriz:
«En fe de esto he de encerrarme/ con sus esposas
divinas/
en Santo Domingo el Real,/ si puedo, este mismo
día».
Antonio:
«De Santo Domingo el Real/ saldrás a empresa tan
digna/
de la honra de su madre/ que, no en vano, determina/
que en Santo Domingo empiece/ Religión que Dios
fabrica/
a la pura Concepción,/ porque la honre su familia./
Tendrás mil contradicciones;/ pero siendo defendida/
por Fernando e Isabel,/ luz de Aragón y Castilla...»
Era el siglo XVII;
estaba teniendo lugar el proceso de beatificación de
Beatriz;
las monjas de Santo Domingo el Real
comparecieron como testigos en la causa.
Fray Gabriel visitaba el cenobio
y se hacía eco del acontecimiento.
***
En el siglo XIX, la Desamortización
privó a las dominicas de sus fincas
y las forzó a vender, para subsistir,
la mayor parte de sus objetos artísticos.
La comunidad llegó a una extrema pobreza,
hasta el punto de que en 1934, por impagos de la
contribución,
todo el convento estuvo a punto de venderse en
subasta pública.
En 1993 se cerró el convento de la Madre de Dios,
asimismo de hermanas dominicas,
y su archivo, sus obras de arte y las cuatro monjas
del mismo
pasaron a Santo Domingo.
***
En la plaza de la iglesia
(desde la cual a lo largo de los siglos
se ha escuchado el canto litúrgico de las monjas)
hay una placa adosada al muro del coro
que recuerda a Gustavo Adolfo Bécquer.
Pero hoy la plaza se ha convertido
en una especie de garaje al aire libre,
siempre llena de coches aparcados
(aparcamiento que se debería prohibir).
A finales del siglo XX, el pórtico del convento
tuvo que ser protegido con una verja
para resguardarlo de los botellones y del
vandalismo,
de pintadas, orines y vómitos, basura y cristales
rotos...
Hoy viven en el convento 16 monjas.
***
En 2006 se han analizado
los restos momificados del infante Sancho de
Castilla.
Los resultados de la investigación,
llevada a cabo por el mismo equipo que estudió los
restos de Colón,
se presentaron en el convento.
Sancho fue el primer hijo que tuvo don Pedro
con Isabel de Sandoval,
una de las varias mujeres con las que tuvo
descendencia.
A la muerte del rey Pedro,
Sancho y su hermano Diego
fueron encarcelados por Enrique de Trastámara.
Sancho, con 6 años de edad,
fue recluido en la fortaleza de Toro, en Zamora.
El infante murió a los 7 años, en 1370,
y se creía que había sido envenenado
por orden de su tío Enrique.
La sospecha se basaba en el hecho
de que tiempo atrás se habían encontrado
restos de arsénico en su cabello.
Pero parece ser que antiguamente
se utilizaba algún producto para el pelo
que contenía este veneno.
Sin embargo, los análisis revelan
que su muerte se debió a una neumonía,
a un proceso infeccioso pulmonar.
Los estudios del pulmón han indicado
que el niño sufrió una exposición excesiva al humo,
probablemente procedente de la chimenea,
y que ello provocó un proceso inflamatorio y
hemorrágico.
En cambio, no se ha encontrado en sus tejidos
presencia de tóxicos
como arsénico, cianuro o mercurio, muy utilizados en
la Edad Media.
Se supone que la infección le produjo grandes
fiebres
que lo deshidrataron
y que facilitaron el proceso de momificación.
El cuerpo fue trasladado al convento toledano
a comienzos del siglo XV.
El cadáver vestía tres capas de ropa,
un ropaje de seda y dos hábitos dominicos de lino,
un cíngulo de cuero y una hebilla de plata.
Los hábitos fueron añadidos
en el siglo XVIII y en 1913,
dada la degradación de las prendas anteriores.
Los huesos de las piernas se encuentran
desarticulados,
sobre el regazo.
La hemicara izquierda está muy bien conservada,
reconociéndose incluso el párpado y las pestañas.
También conserva gran parte del cuero cabelludo.
La mano izquierda está crispada,
lo que demuestra que no murió acompañado,
no había nadie junto a él que la colocara
antes de que apareciese el rigor cadavérico.
El análisis se planteó
aprovechando los trabajos de restauración, en 2005,
del retablo bajo el cual está depositado el cuerpo.
Lugar donde, gracias a su ausencia de humedad,
se han mantenido los restos momificados.
La priora del convento ha explicado
la “revolución” que causó en la comunidad
el estudio de la momia,
a la que las hermanas llaman “Sanchito”.
«Es uno más de la comunidad,
le tenemos preparado un traje de monaguillo
para ponerle de limpio».
Una vez concluidas las investigaciones,
los restos de Sanchito han vuelto a ser depositados
en el hueco del altar del retablo.
***
Hay en Santo Domingo, además,
una réplica de la Sábana Santa de Turín.
En el mundo hay unas 80 copias de la síndone,
unas 20 de ellas en España.
Esta copia fue una donación que hizo al convento
doña Magdalena de Guzmán,
a la cual se la había regalado el duque de Saboya en
1587,
como consta en el documento conservado en el
archivo.
No tiene el grabado que habitualmente llevan
las copias de la Síndone como “sello de
autenticidad”,
debido a que, por la relevancia de la persona que la
trajo a Toledo,
no lo necesitó.
Hasta ahora, esta réplica no estaba registrada.
El mundo religioso-cultural de Toledo asegura
que no tenía constancia de la existencia de esta
réplica.
El Centro Español de Sindonología afirma
que se trata de una obra sin catalogar,
aunque se tenía noticia de ella.
Sólo se conocía la existencia de otra réplica,
en el convento de las Comendadoras,
aunque tampoco se tiene información sobre ésta.
Durante mucho tiempo la Sábana dominica
ha permanecido arrinconada en una dependencia del
convento.
Son pocas incluso las religiosas que han podido
verla.
Se conservaba, envuelta en un rulo de algodón,
en una modesta arca de madera.
Se encuentra en buenas condiciones.
La Sábana Santa de las dominicas
es la única realizada en seda natural, de color
marfil
(de 1,10 de ancho por 4,40 metros de alto).
Las demás réplicas se han realizado en lino.
La imagen parece ser una impronta por tinción de las
fibras,
no pintada, ya que no se aprecian residuos de
pintura
en los análisis del tejido.
La posición de las manos del cuerpo en ella
reflejado
difiere de la de la original.
Junto a la figura humana, recoge también
las señales que dejó el incendio que tuvo lugar en
1532,
por lo cual tuvo que ser realizada con posterioridad
a esta fecha.
Poco más es lo que se sabe.
En marzo de 2010 fue colocada sobre el altar del
coro de la iglesia
para ser estudiada.
En la Semana Santa de 2011, tras la restauración de
la tela,
la Sábana ha salido del convento por primera (y
quizás única) vez,
para ser expuesta, también por primera vez,
en el Palacio de Benacazón de Toledo,
extendida en un bastidor
dentro de una urna de doble cristal blindado
donada por Militia Templi,
vitrina que será cedida a las dominicas.
Se ha acordado con las monjas que cada Semana Santa
se muestre al público en el convento.
Los especialistas internacionales
han manifestado su interés
por esta especial y relevante pieza única,
que se ha convertido en una de las más importantes
del mundo.
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