Soliloquio
de Felipe V
«El viento del oeste hace mover los árboles;
los obreros levantan las paredes
en granito y en mármol de mi casa.
Giran sobre la tierra hacia el cemento,
chirrían carretillas cargadas que ellos mueven
por un tablón flexible
que oscila bajo el peso del material que llevan.
[...]
Yo llegaba hasta el lago (viaje dentro de un viaje)
subiéndome en la barca, partiendo desde el muelle.
Viendo como la arena en suspensión se posa
en el fondo del agua de mi estanque,
adhiriendo sus granos
alrededor de la maleza acuática.
Así aspiró mi espíritu a otra vida.
[...]
Yo soy el rey de España, lo fui mientras vivía,
veía la fatiga de las truchas
subiendo por el río,
chocando con las ramas y las piedras del fondo,
para volver, después, a la corriente,
hacia el impulso oscuro de las aguas,
nadando hacia adelante...
¿No viaja así el espíritu
indagando en terrenos y ciudades tiznadas?
[...]
Todavía hay momentos (la mañana y la tarde)
de un azul despejado por encima de un olmo
donde canta, a lo lejos, un pájaro nocturno...
Aviva mi memoria el humo suspendido.
Intermitentemente sopla el viento,
entre cáscaras secas y rastrojos,
se mueve por el campo... Era en esos momentos
en los que era feliz, yo, todavía».
Luis Javier Moreno
El jardín
en invierno
«A ciertas plantas les devuelve el frío
(en los invernaderos,
fuera del descampado y los parterres)
a la melancolía de su zona templada
por donde aflora el sueño de la hormiga.
La luz se había espesado y el contorno
ascendía anunciando un día de nieve
a la masa central del gris más puro,
que en invierno dilata la anchura de su espalda.
[...]
Los espejos mostraban la raíz de la fronda
y unas bayas tardías recubiertas de escarcha
inventando un paisaje
de luces ateridas y misterios cifrados.
[...]
Las ninfas de las fuentes y explanadas
no añoran el pasado de los nombres del oro
ni el raso Olimpo en que las agraviaron
sus parientes más próximos,
entre el aliento ardiente y el sudor de las bestias.
¿Quién dice que es más bello el azul en agosto?
[...]
En el reposo del cristal del hielo
el jardín es el mismo y diferente.
Por la corteza original del mundo
el tiempo ha ido erigiendo rastros propios:
aquí claros del bosque, orden del agua,
el tatuaje verde de los setos,
el esplendor fragante de los mitos,
las cúpulas, las torres, el hueco de los patios,
las columnas exentas...
Esta disposición de los alzados
comenzó aquellos días
en que abrieron los perros los cortejos de caza:
venía de Segovia el rey Enrique;
los sones de las trompas fueron tristes entonces
y la fiebre abrasaba los ojos de la aurora...
También aquella vez dejó el invierno
desnuda la intención de los halagos
a través de montañas y llanuras,
por el borde difuso de la llama».
Luis Javier Moreno
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